Europa

La bandera española y su apropiación por la derecha

Las manifestaciones protagonizadas por sectores de la derecha y la ultraderecha, como las protestas en Salamanca en mayo de 2020, barrio de Madrid que es de los más ricos de España, han aumentado en los últimos años. Estas protestas, dirigidas directamente contra el gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos, se han caracterizado por una amplia presencia de la bandera española. No hace falta decir que estas personas tienen su principal apoyo en Vox, partido de extrema derecha con amplia representación parlamentaria, aunque también en otros partidos como el Partido Popular (PP) o en formaciones extraparlamentarias, así como en pequeños grupos de carácter neofascista, como Bastión Frontal.

Evidentemente, no hay nada de malo a priori en agitar la bandera de tu país. O cualquier otro distintivo que represente una región o una identidad nacional. Junto al escudo o el himno, forman parte de la simbología de un territorio y, como tal, tienen una utilidad y una función, además de unas raíces históricas con gran significado, objetivo y subjetivo.

No obstante, en la práctica, estos hechos no dejan indiferente a nadie. Y no es para menos. En España, la bandera rojigualda es motivo de controversia constante. Una parte del país defiende y promociona su uso con orgullo, mientras que otra parte procura evitarla e incluso siente un rechazo profundo. Y evidentemente hay quien se presta a la indiferencia. ¿Qué es lo que está pasando?

El origen de las banderas nacionales

En realidad, el uso de una bandera para identificar a un territorio es relativamente reciente. No se sabe muy bien cuál fue la primera bandera que se utilizó para este fin. La más antigua registrada es la de Dinamarca, que data del año 1219, pero la mayoría llegó más tarde. España comenzó a utilizar banderas para identificar los barcos de su armada naval alrededor del siglo XVI. No se generalizaró al resto del reino hasta el año 1793.

Por lo general, antes de eso las banderas representaban a personas, casas nobles, clanes, ejércitos, ideas, valores o creencias. Con el paso del tiempo, comenzaron a utilizarse para señalar los límites de un determinado territorio. Es decir, su uso como representación de un gobierno y, por extensión, de su población. Esto se fue incrementando de manera paralela a la construcción de los estados tal y como los conocemos hoy en día, esto es, como la representación de una nación o conjunto de naciones.

Como es de esperar, los periodos de expansión colonial de las potencias europeas generalizaron el uso de las banderas. Así, el imperialismo, el colonialismo y el nacionalismo van ligados a esta función. Esta relación histórica es de vital importancia para entender la evolución posterior que tendría el uso y el significado de enseñas nacionales.

¿De dónde viene la bandera de España?

Banderas elegidas por Carlos III en 1785
Reproducción de la lámina con las banderas elegidas por Carlos III en 1785. Fuente: escaneado desde libro sin derechos de autor.
Autor: Ignacio Gavira. Fuente: Wikimedia Commons (CC-BY-SA 3.0)

La mayoría de la gente establece una unión inequívoca entre la Casa de Borbón, a la cual pertenece el monarca actual Felipe VI, y el origen de la bandera rojigualda. En realidad, esta combinación de colores tiene su origen en los Reyes Católicos y en la posterior Casa de Austria, en el siglo XVI.

Con la unidad del territorio ibérico y la creación del Reino de España a finales del siglo XV, se incorporó la Cruz de Borgoña sobre paño blanco para identificar los navíos de la Armada. Esta enseña era modificada con cada nuevo monarca. Quien decidió que el rojo de la Cruz de Borgoña se dispusiera sobre un fondo amarillo fue Felipe II en el sigo XVI. Sin embargo, con la llegada de la Casa de Borbón después de la Guerra de Sucesión en 1715, Felipe V adoptó los colores amarillo y blanco puesto que eran los propios de su casa nobiliaria.

Pero claro, esto era un problema puesto que la Casa de Borbón gobernaba en más de país. Desde la lejanía resultaba complicado distinguir a barcos propios de ajenos. Así, Carlos III, en 1785, tras un concurso en el que el Secretario de Estado le presentó hasta doce diseños, optó por desarrollar uno propio basado en los mismos y que se parece mucho al actual. En 1793, apenas unos años después, se adoptó como la bandera oficial en todo el territorio español. En 1873 se igualó a la del ejército y, finalmente, en 1908, se aprobó la obligatoriedad de exhibirla en todos los edificios gubernamentales.

Se mantendría igual hasta la I República Española (1873-1874), en la cual se le quitó la corona al escudo. Después, volvería al mismo diseño hasta la II República (1931-1939). En este periodo, se sustituyó la franja roja inferior por una morada para incluir la representación de los Comuneros de Castilla y León, se igualaron las franjas en tamaño y se reformó el escudo de forma muy similar a como es hoy en día.

Todavía sufriría dos cambios más: durante la dictadura de Francisco Franco y parte de la época de la Transición a la monarquía parlamentaria (1939-1981) volvería al diseño rojo y amarillo incorporando el águila de San Juan y el yugo y las flechas, símbolos de los Reyes Católicos apropiados por el falangismo; y, finalmente, desde 1978 hasta la actualidad, se recuperaría el modelo de la II República pero con las dos franjas rojas y el blasón de la Casa de Borbón,

¿Por qué genera división política?

Conociendo todo lo anterior, se puede analizar la profunda brecha que supone para la sociedad española.

El imperialismo y el colonialismo

Potencias y sus territorios coloniales en 1800
Potencias mundiales y sus territorios en el año 1800. Autor: Jluisrs (dominio público)

Se entiende por imperialismo el conjunto de prácticas y/o doctrinas políticas mediante las cuales el gobierno de un estado extiende y justifica su dominio político, social y/o económico sobre otros estados, territorios o pueblos que no le pertenecen. Esto se traduce en la sumisión los gobiernos, leyes, valores, cultura, lenguas, economía… de dichos objetivos para servir a la autoridad dominante.

Por otro lado, el colonialismo, es la explotación por parte de un estado de un territorio que no le pertenece, normalmente para obtener beneficios económicos. Y, usualmente, mediante la fuerza militar.

Ambas prácticas suponen el sometimiento de unas personas con respecto a otras y, por lo tanto, la imposición política, económica y cultural.

El Reino de España, como lo fue Reino Unido o Francia, ha dibujado y desdibujado el mapa global debido a multitud de acciones imperialistas entre los siglos XVI y principios del siglo XX. De hecho, Europa, hoy parangón de los derechos humanos, fue la cuna de potencias que sometieron al mundo y a multitud de pueblos. Buena parte de las desigualdades del mundo proceden del imperialismo y el colonialismo que, de un modo u otro, sigue sucediendo. De hecho, la Primera y la Segunda Guerra Mundial fueron consecuencia de las ínfulas de expansión imperialista de las potencias europeas.

La imposición de un estado frente a otro, por una cuestión lógica, ha llevado siempre una bandera por delante. Es por eso que, para mucha gente, la bandera de Estados Unidos o la bandera de España, que además mantienen un diseño muy similar en las épocas de mayor auge imperialista, son símbolos de opresión. Que el origen de estas banderas resida en las fuerzas armadas navales es un fuerte indicador.

En el caso de España, además, existe una cuestión histórica relacionada con el imperialismo. La creación misma del estado español se sostiene por la unión de diversos pueblos, reinos y, por lo tanto, culturas y lenguas diferentes. La propia Constitución de 1978 reconoce en su artículo 2 la existencia de “nacionalidades”. En varios Estatutos de Autonomía (el marco legal de las regiones que componen el estado) reconocen algunas comunidades como “nacionalidades históricas”, como es el caso de Catalunya, Andalucía, Navarra o el País Vasco.

La Casa de Austria, por norma general, trató durante los siglos que gobernó de respetar las particularidades de cada uno de estos territorios. Como es el caso de los Fueros. Sin embargo, Carlos II murió sin herederos y se postularon dos candidatos: el archiduque Carlos (Casa de Austria) y Felipe d’Anjou (Casa de Borbón). Éste último, partidario de la centralización total del Reino y de la eliminación de estas particularidades, no fue apoyado por la Corona de Aragón. Así, estalló una auténtica guerra civil, la Guerra de Sucesión (1701-1715). Efectivamente, ganó el Borbón, coronado como Felipe V.

Guerra de Sucesión Española
Mapa de España durante la Guerra de Sucesión. Autor: NACLE, 26/03/2020. Fuente: Wikimedia Commons (CC-SA-BY 4.0)

Historiadores sitúan en estos eventos parte de los orígenes de las demandas soberanistas y nacionalistas de Catalunya y País Vasco. Aunque no es el objetivo de este artículo y es una afirmación que genera controversia, el nacimiento de los movimientos soberanistas (1770 aprox.) en estos territorios coincide precisamente con la adopción de la bandera rojigualda y ganarán peso durante el declive del imperialismo español.

Por ello, existen ciertas personas en España que relacionan la bandera española no sólo ya con el imperialismo español de aquella época, sino con una imposición que perdura hasta el día de hoy.

La Guerra Civil y la dictadura franquista

Se mencionaba anteriormente que la II República Española decidió romper con la simbología tradicional y adoptar una bandera que, en aquel momento, entendían más inclusiva de los territorios del estado. Sin entrar en los fracasos y aciertos de este periodo, la II República fue un intento de instaurar un régimen democrático y de respetar la autonomía y soberanía histórica de sus regiones y de sus nacionalidades históricas, reconocidas hoy como tal.

Cuando el General Francisco Franco dio un golpe de estado en 1936 desatando la Guerra Civil Española, fueron fieles a la II República precisamente País Vasco, Catalunya, Valencia, Andalucía y Navarra, amén de otros territorios. Y, además, el bando sublevado comandado por Franco volvió a adoptar la bandera rojigualda. Cuando venció, impuso un régimen dictatorial derogando las competencias autonómicas y reprimiendo especialmente a su población, su lengua y su cultura.

Mapa de la Guerra Civil Española en 1936
Mapa de la Guerra Civil Española en 1936. Autor: PACO, derivación de la obra por Addicted04, 28/04/2009.
Fuente: Wikimedia Commons (CC-BY-SA 3.0)

La analogía con la victoria de Felipe V apenas 200 años atrás es difícil de no realizar. Más aún si se tiene en cuenta que la Jefatura del Estado fue heredada de nuevo por la Casa de Borbón directamente de las manos de Francisco Franco, concretamente en Juan Carlos I, padre del actual Rey de España.

Así, la relación de la bandera actual de España y de otros símbolos nacionales como el himno con doctrinas imperialistas y de dominación, y con la dictadura de inspiración fascista del régimen de Franco, es relativamente fácil de trazar por sus antecedentes históricos.

El nacionalismo y el internacionalismo

En otros artículos se mencionaba brevemente cómo el nacionalismo es una contraposición al internacionalismo. Y que las ideologías enmarcadas en la derecha del espectro ideológico eran más proclives al nacionalismo mientras que las de izquierdas eran más proclives al internacionalismo.

Si bien existen numerosas excepciones y puntualizaciones que se pueden realizar a esta afirmación, el concepto de internacionalismo está íntimamente ligado a los movimientos obreros surgidos durante el siglo XIX y más concretamente con la aparición de la doctrina marxista y el concepto de “conciencia de clase”.

El filósofo Karl Marx afirmó que la opresión que sufría la clase obrera traspasaba las fronteras de los estados y de las naciones. Por lo tanto, el internacionalismo en la práctica aboga por una mayor cooperación política o económica entre naciones y pueblos para promover intereses comunes en igualdad de condiciones. Este hecho explica, por ejemplo, que los gobiernos que se han identificado con doctrinas socialistas o marxistas hayan adoptado banderas muy similares.

El nacionalismo, no obstante, es la exaltación de la propia nación o de la propia identidad nacional, a menudo por sobre otras. El nacionalismo entiende el territorio del estado como una unidad política, pero también sociocultural y homogénea, que configura la identidad de sus habitantes. Por definición, esto implica la confrontación con ideas divergentes del concepto de nación, el choque con otras nacionalidades y la identificación de la expresión de la identidad nacional como única forma válida de entender el patriotismo.

El nacionalismo llevado al extremo se relaciona con los movimientos de extrema derecha que impusieron dictaduras en los años 20 y 30, como el fascismo italiano, el nazismo alemán, el franquismo español o el salazarismo portugués. De hecho, la mayoría de los países que sufrieron dictaduras de esta naturaleza cambiaron sus símbolos para evitar la identificación del ultranacionalismo y la apropiación de los mismos por la derecha y la extrema derecha. Algo que en España no se hizo.

De nuevo, resulta sencillo trazar una línea que una al nacionalismo, al imperialismo y a la opresión en general con la bandera española.

La apropiación de la derecha

Manifestacion Unidad España
Manifestación organizada por José Manuel Opazo en Barcelona. Autor: Vox España, 09/09/2018. Fuente: Flickr (dominio público).

España inicia en 1975 su Transición a la democracia representativa con estos y otros muchos conflictos sociales, políticos y hasta económicos detrás. La pugna por los símbolos e incluso los nombres de los territorios del estado se extendió, especialmente en los años 80. Un ejemplo muy claro es el de la Batalla de Valencia, un conflicto sociocultural que marcó la agenda política durante muchos años y cuyas consecuencias aún perduran.

En todo este tiempo, el principal partido político de derechas del país, el Partido Popular (primero Alianza Popular), así como entidades y organizaciones afines, han utilizado la bandera de España en sus reivindicaciones políticas de manera constante. Por ejemplo, en las manifestaciones en contra de los derechos del aborto (también llamadas pro-vida) o en protestas contra el matrimonio homosexual. Pero, de manera muy especial, se ha esgrimido contra los movimientos soberanistas e independentistas catalanes y vascos cuando éstos reivindicaban la convocatoria de un referéndum para decidir el destino de su territorio, o incluso cuando simplemente demandaban un aumento de sus competencias. A esto se han sumado partidos como Ciudadanos y Vox.

Si se parte ya de antecedentes históricos que hacen muy difícil que la bandera española se aleje de una compleja mochila ideológica, los partidos políticos de derecha y de extrema derecha no han dejado de utilizarla una y otra vez como expresión de sus postulados ideológicos. Es evidente que izquierdas y derechas tienen formas distintas de entender España y de vivir el patriotismo, pero únicamente la derecha utiliza los símbolos de manera partidista.

En los últimos años, el máximo exponente de esto ha sido Vox. Como partido de extrema derecha, su discurso gira alrededor del ultranacionalismo, hasta el punto que estar en contra de sus propuestas es estar literalmente en contra de España y ser un traidor a la patria. De hecho, ya no se trata incluso del uso de la bandera española, sino también de los propios textos legales, como la Constitución Española. Así, lo que es ser o no ser español, y lo es amar u odiar España, se pliega al dictado de una agenda reaccionaria que no representa el sentir del conjunto de la sociedad, pero que la divide en «buenos españoles» y «malos españoles». Una táctica muy común en la ultraderecha desde su mismo nacimiento.

A menudo, PP, Ciudadanos y Vox se han hecho llamar a sí mismos (y apoyados por los medios de comunicación conservadores) como “constitucionalistas”. Curioso cuanto menos si se tiene en cuenta que parte del programa de Vox es contrario a la Constitución, por ejemplo. Por lo tanto, a juicio de Vox, estar en desacuerdo con algún aspecto del texto constitucional es querer destruir España. Por supuesto, a esto se le une el conservadurismo clásico de este tipo de partidos, reacios a cualquier tipo de progresismo, que entienden como la corrupción de “lo natural” y “lo correcto”. Además, que precisamente quien más agita la bandera es quien más quiere eliminar el autogobierno de los territorios del estado ahonda más si cabe en el problema.

Paradójicamente, esto supone una perversión de unos símbolos que, en realidad, pertenecen a todos los pueblos que componen el estado. Es decir, no son de nadie y cumplen una función meramente representativa de las instituciones públicas. O al menos así debería de ser.

El gran problema de esto es que es un proceso que parece retroalimentarse. Cuanto más se apropian las derechas de los símbolos oficiales del estado, más reafirman sus pesados lastres históricos y, por ende, más rechazo generan en las izquierdas, más proclives a identificarse con la bandera de la II República o con banderas regionales. Y, cuanto más rechazan las izquierdas dichos símbolos, más se apropian las derechas de ellos.

Tampoco ayuda que, en varias ocasiones, la bandera española haya desfilado junto a elementos franquistas.

Todos estos motivos (y probablemente alguno más) explican sobradamente el actual conflicto con la bandera española y los símbolos patrios.

¿Existe solución?

Han surgido diferentes intentos por romper con este ciclo, pero sin demasiado éxito.

Antes del auge del movimiento independentista (2015), el Partido Popular no abusaba demasiado del uso de la bandera española para fines políticos. De hecho, el discurso nacionalista español, precisamente por las cuestiones históricas planteadas, ha estado muy mitigado hasta estos últimos años.

Por otro lado, durante las protestas del 15M en España, se procuró no utilizar ningún tipo de bandera. Con ello se buscaba asegurar la transversalidad del movimiento y evitar la apropiación de símbolos. Si bien a menudo se vieron algunas banderas tricolores e incluso alguna anarquista.

Por supuesto, existe mucha gente que se siente ajena a este conflicto y las banderas no les despiertan ningún tipo de sentimiento. Estas personas a menudo procuran que el debate no se diluya en esto. O bien abogan por utilizar los símbolos oficiales como una cuestión meramente representativa y no política.

No hay que olvidar tampoco que existen excepciones. Por algún motivo, el uso de la bandera española en el extranjero o en los deportes genera mucha menos crispación. Por ejemplo, durante los campeonatos mundiales y europeos de fútbol, parece desprenderse de todo su contexto sociopolítico y tiende a generar menos divisiones. Si bien esto último también se ha perturbado con el crecimiento del independentismo catalán, parece mantenerse en parte.

Cartel de apoyo al gobierno
Cartel de apoyo al gobierno de España de PSOE y UP. Autor: Desconocido, 2020. Fuente: Facebook

Por último, desde los sectores de la izquierda ha habido intentos de reapropiarse de la bandera española. Por ejemplo, utilizándola en reivindicaciones políticas como protesta a esta perversa utilización por parte de los partidos políticos de derechas. En general el éxito es limitado, pero sí parece que existe una lenta pero progresiva mayor presencia.

No obstante, es de esperar que, a medida que la pasen los años, o bien se cambien los símbolos que representan al estado español, o bien terminen perdiendo su significado político y queden como meras etiquetas representativas.

Mientras tanto, la extrema derecha seguirá fiel a sus preceptos y a su historia. Seguirá tratando de crispar y dividir a la población utilizando para sus intereses lo que nos pertenece a toda la sociedad. ¿Existe acaso mayor traición a la patria que esa?

Fuentes, enlaces y bibliografía:

– Foto destacada: Manifestación contra el aborto «Cada vida importa» en Madrid – España. Autor: GuidoB, 17/10/2009. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0)

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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