Opinión

¿Galgos o podencos?

Las primeras fabulas de las que se tienen noticias parece que son anteriores al siglo VI a. C. procedentes de la India. Después, se trasmitieron oralmente en Grecia con Esopo. Horacio y otros en Roma y unos cuantos más en el Medievo para llegar al Renacimiento con Leonardo Da Vinci, La Fontaine con sus 243 fábulas y, por fin, llegamos a los más cercanos a nosotros los españoles Félix María de Samaniego (Álava 1745 – 1781) y Tomás de Iriarte (Tenerife 1750 – 1791), el autor de la fábula Los dos conejos, donde se plantea: «¿son galgos o son podencos?». Entre otras.

Ambos vivieron y realizaron su obra durante la segunda mitad del siglo XVIII en España. Su amistad se rompió cuando Tomás de Iriarte publicó su colección de fábulas un año después que las de Samaniego, presentándolas como la «primera colección de fábulas enteramente originales». Aún teniendo menor calidad poética, Samaniego fue el pionero en la elaboración de sus fábulas, pero Iriarte consiguió mayor calidad literaria aportando una crítica feroz y burlona hacia la sociedad.

Una de las principales características propias de las recientes fábulas es concluir con una moraleja (o moralina). Algo relativo a la moral. Concepto excesivamente impregnado por las religiones basadas en sus conceptos de lo que consideran bueno o malo. Por contra, existen otras muchas interpretaciones de la que destaco: conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para con el comportamiento de las personas en una comunidad.

En plena Ilustración y un poco antes de la Revolución Francesa, Denis Diderot (1713 – 1784) tuvo verdaderos conflictos para definir el concepto de moral y, en un circulo interminable, en su enciclopedia (o diccionario) ante la definición de moral se remitía a ver ética. Y, cuando llegamos a la ética, se remitía a ver la moral. Si algún lector quiere pasarse un rato divertido, le recomiendo que vea la película El Libertino en su versión francesa del año 2000 dirigida por Gabriel Aghion sobre una secuencia de la vida de este ilustrado.

Con esta breve presentación de lo que es una fábula, vamos a centrarnos en una que es más cercana por fecha y autor, ya mencionada en el primer párrafo: Los dos conejos, más conocida popularmente como «¿Galgos o podencos?».

Creo que todo lector conoce esta fábula, pero en el caso de que no la haya leído nunca, le recomiendo que lo haga. Es simple, corta, entretenida y sin desperdicio. No obstante, nos falta adaptarla a los tiempos actuales. Hoy en día no son dos perros acosadores (PP y PSOE) dentro de un capitalismo a la antigua usanza, no. Hoy tenemos una autentica jauría de acosadores que nos generan pesadillas horrorosas: los asesinatos por omisión de socorro en el Mediterráneo, el recalentamiento planetario por la actividad económica ultraliberal, el pacifismo que nos han inoculado y nos genera una impotencia física y mental que nos bloquea, el brutal terrorismo de estado con la Ley Mordaza y lo que esto conlleva, contratos de trabajo precarios con salarios miserables, pensiones mínimas y de viudedad indecentes, desahucios improcedentes, peleas interminables contra una justicia injusta y todopoderosa y… un largo etcétera interminable.

Por si todo esto no fuera suficiente para demostrar cómo nos acosan los perros que nos lazan para tenernos acojonados y paralizados por el shock que nos produce, nos falta un detalle. Si echamos la mirada hacia atrás, con la esperanza de poder encontrar un camino de huida, una fuga, nos encontramos con un muro infranqueable defendido por otra jauría de perros. Y estos perros están amaestrados para morder y matar, lo que se dice las “leyes del mercado” económico ultraliberal impuesto por un “premio Nobel de filosofía económica en 1976 llamado Milton Friedman” (Universidad de Chicago) que ha sido el escudo protector e ideólogo de las 12 familias que gobiernan el mundo.

Este enanito acomplejado y retorcido (medía 1,52 cm de estatura), obediente siervo de las 12 familias dementes que dominan el planeta, se dedicó a intentar ser un gigante (por el mecanismo de compensación -psicológicamente hablando-) y a destrozar la filosofía económica imperante el keynesianismo. John Maynard Keynes (1883 – 1946), economista británico anterior al liberalismo económico y al actual neoliberalismo, estaba en desacuerdo con el sistema capitalista porque no tendía al pleno empleo. Como tal teórico económico, no es que fuese una hermanita de la caridad pero, con sus recetas económicas, sí que consiguió sacar de la crisis de los años 20 y 30 a Estados Unidos. Si tuviésemos que hacer comparaciones, Keynes sería un cazador de liebres y Friedman un tigre de Bengala devorador de humanos.

Por fin hemos llegado a los galgos y los podencos. Pero ¿dónde quedan los conejitos y las liebres? Es decir, la ciudadanía de a pie.

El resto de humanos normales, que no tenemos la necesidad de ser más depredadores de lo estrictamente necesario, nos encontramos acosados por lebreles, galgos, podencos y todo tipo de grandes felinos. Escondidos en nuestras madrigueras, nuestras casas, nuestros escondites o nuestras torres de marfil. Nos han castrado mental y físicamente y nos conformamos con salvar nuestro propio culo mirándonos al espejo y reconociendo que somos pacifistas, amamos la naturaleza, tenemos buen corazón y cumplimos con las normas impuestas por esas 12 familias y los millones de capataces que tienen a su servicio.

Nos conformamos con recibir ayuda de nuestros allegados o una limosna del sistema que nos pueda mantener con unos mínimos de subsistencia vivencional. Algunos se adaptan y sucumben ante los encantos de lo que ofrece la clase media (en trámite de extinción). Un coche, una caja de cerillas como hábitat, algún cine o teatro, unas micro vacaciones masificadas y, como contrapartida, una esclavitud mediante infinidad de deudas a los bancos, a las multinacionales energéticas, a los medios de comunicación… Estamos tan agobiados que no tenemos tiempo de reflexionar y darnos cuenta de en que trampa nos han metido.

¿Son galgos? ¿Son podencos?¿O son algo más que galgos y podencos?

Podemos contestar con que son algo más que galgos o podencos, que son depredadores patológicos que nunca tienen suficiente y aspiran a someter a toda la ciudadanía planetaria a sus caprichos de poder. El puñado de familias que gobiernan el mundo son muy pocos, pero los lacayos, los capataces que se encargan de hacer cumplir los deseos de ese puñado de dementes, son unos cuantos más. Contabilizando a todos ellos, probablemente estén en torno al 10% de la sociedad del mundo. Entonces, nos debemos preguntar: ¿cómo puede ser que el 10% de la humanidad pueda someter al 90% de los habitantes del planeta? Les ha resultado muy sencillo. Teniendo el poder económico, han corrompido a todos y cada uno de los líderes políticos a poca que fuese su tendencia prosocial o humanista, contaminando y convirtiendo todas las democracias en plutocracias.

Jenofonte (431 a. de C) Plutocracia: (del griego, ploutos ‘riqueza’ y kratos ‘poder’) es una forma de oligarquía en la que una sociedad está gobernada y controlada por la minoría formada por los miembros más ricos de la misma. Al contrario que otros sistemas como la democracia, la república, el socialismo o el anarquismo, la plutocracia no está fundamentada en ninguna teoría política o filosófica. El concepto es empleado para prevenir los riesgos de un sistema de gobierno excesivamente influenciado por los más ricos de la sociedad (bancos, grandes capitales, multinacionales, mafias, etc.).

En ese sentido, la plutocracia es la que devora y degenera a cualquier democracia, al sufragio universal y al parlamentarismo, cuyo funcionamiento no debería encontrarse maniatado por los miembros más ricos de una sociedad. No deberíamos admitir estos eufemismos como el liberalismo, neoliberalismo o ultraliberalismo. La vejación lingüística que se hace con el concepto “liberal” original, el que se interpretaba como progreso del libre pensamiento hace apenas un siglo. El que se hace en la actualidad refiriéndose solo y exclusivamente cuando hablan del libre mercado económico y solo económico, es una aberración infumable.

Antaño, liberal se aplicaba a la persona que es abierta y respetuosa con otras personas y sus opiniones, que tiene costumbres e ideas libres y sin prejuicios y favorece las libertades individuales. La virtud de la liberalidad es dar generosamente sin esperar recompensa. En este sentido, liberal es sinónimo o adjetivo aplicado a persona y acto generoso, desprendido o altruista, inclinado a dar de lo que él tiene o se estima. Inclinado a la libertad, tolerante, indulgente, que actúa con liberalidad, generoso.

Por contra, utilizando de forma soez la palabra liberal mezclada con neo o ultra, intentan colar e implantar la autentica y pura plutocracia bajo el escudo de la democracia. Personajes mezquinos, mentalmente desequilibrados, egoístas y consumados insaciables, nos los encontramos a través de toda la Historia de la humanidad como líderes sociales, políticos y económicos. Estos monstruos, tienen varias particularidades que les facilitan triunfar. Los que llegan a lo más alto de la pirámide de poder tienen unas características especiales que les ayuda a medrar y conseguir sus objetivos. Entre otros rasgos característicos, los más destacados son: gran coeficiente de inteligencia o superior a la media. Nula empatía. Narcisismo inconmensurable. Egoísmo insaciable. Mentirosos compulsivos. Gran memoria. Habilidades sociales. Don de la palabra.

Los que no llegan a tener todos estos rasgos no llegan a subir a la cima en la feroz “guerra de la montaña”, se quedan en diferentes escalones de la tiranía y ejercen como lacayos de sus superiores, pequeños tiranos de puestos intermedios o sencillamente imponen su poder en la familia o sobre los más allegados intentando ejercer de macho o hembra alfa en cualquier grupo social.

¿Galgos o podencos? Más adelante quizá comentemos cómo deberíamos llamarles y por qué.

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