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Priorizar la economía: la fallida estrategia de las derechas

La mayoría de países han empezado a controlar la pandemia de CoVid19 en sus territorios y reducir al mínimo el número de fallecidos y casos. Pero destacan tres potentes países donde el virus sigue en alza: dos gobernados por la extrema derecha y uno por la derecha conservadora. Los tres con la premisa de defender la economía por encima de la salud.

Estos países son Estados Unidos, Reino Unido y Brasil. Los tres presentan tanto semejanzas como grandes diferencias.

En cuanto a las semejanzas, se puede decir que poseen una economía potente, son bastante ricos en sus respectivos territorios y poseen un gobierno conservador. En el caso de Estados Unidos y de Brasil, con Donald Trump y Jair Bolsonaro respectivamente, hay un gobierno calificado de derecha radical o de extrema derecha, mientras que el Reino Unido de Boris Johnson encaja más en la derecha clásica, si bien a menudo a dicho mandatario se le ha denominado el Trump británico, aunque más por sus declaraciones y polémicas que por sus ideas en sí mismas.

Y, lo más importante, los tres son los países donde la CoVid19 ha causado y sigue causando más estragos, aunque la mayor parte del mundo ha reducido a casi el mínimo el daño actual del virus.

El principio de la pandemia

Logotipo: Organización mundial de la salud. Adrian Frutige. Dominio público
Logotipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Dominio público.

El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba el coronavirus pandemia mundial. Hasta ese momento, buena parte de los países europeos y americanos aún no se habían tomado demasiado enserio la gravedad del virus. O, a lo sumo, estaban a la espera de las indicaciones de la OMS, quien tampoco fue demasiado clara en sus afirmaciones durante los meses de enero y febrero a pesar de las extremas medidas aprobadas en China.

Ese día la organización confirmó que el problema era mayor del esperado. Acto seguido, la mayoría de países europeos empezaron a actuar, conscientes de que el pensamiento occidental, tan acostumbrado a que los problemas ocurran en otros países más desfavorecidos, esta vez se había dado de bruces con la realidad.

Países como Italia, España o Francia comenzaron a adoptar medidas de contención similares a las de China y ordenaron confinamientos de diverso calado durante las siguientes semanas, así una reducción de la actividad económica. Mientras, el virus estaba llegando a América. Por ejemplo, en España el 14 de marzo se aplicó el estado de alarma en todo el territorio y, el 29 de marzo, se aprobó una de las restricciones más severas a la economía en todo el mundo.

Solo unos pocos países no siguieron esta estela, recomendada por las autoridades sanitarias y científicas. Tres de ellos son los que se reseñan en el presente artículo. Esto sin olvidar el caso de Suecia que, pese a no estar en el top mundial en cuanto a contagios y fallecimientos, su particular estrategia finalmente se ha ido desmoronando, quintuplicando el número de fallecimientos de sus países colindantes.

Reino Unido fue el primer país que declaró un plan de acción sorpresivo y diferente. Fieles al espíritu anglosajón de independencia mundial y de seguir sus propias normas, Boris Johnson anunció que Reino Unido se declaraba impotente ante la Covid19 y que priorizaría la economía.

Dominic Cummings, el extravagante experto que recomendaba esto (ahora caído en desgracia) daba por buenas unas 20.000 muertes para contener el virus. El Gobierno británico aconsejó no ir a aglomeraciones y limitar el movimiento por las zonas más afectadas.

Casos nuevos de COVID-19 en la Unión Europea y el Reino Unido, día a día, actualizado diariamente. European Centre for Disease Prevention and Control.  11 de marzo de 2020. CC BY-SA 4.0 https://www.ecdc.europa.eu/en/cases-2019-ncov-eueea
Casos nuevos de COVID19 en la Unión Europea y el Reino Unido, día a día, actualizado diariamente. Autor y fuente: European Centre for Disease Prevention and Control. 11/03/2020, bajo licencia CC BY-SA 4.0.

Por su parte, EEUU no tardó en seguir a posiblemente el país más similar a sí mismo social y culturalmente hablando. El 25 de mayo, Donald Trump salía en televisión minusvalorando la pandemia, anunciando que priorizaría la economía centrándose en evitar los efectos económicos adversos de la pandemia. Tal y como le sucedió a su homónimo inglés, esto le valió la crítica internacional, más aún teniendo en cuenta el precario sistema sanitario del país, carente de cobertura universal.

El gobierno estadounidense negó medidas de confinamiento generalizadas, delegando en los gobernadores de los estados la decisión de confinar sus territorios si estaban especialmente afectados.

Por su parte, el Brasil de Bolsonaro, fue el más histriónico de todos. A finales de marzo, el presidente brasileño se dirigió hacia a la nación y promulgó un controvertido y sorpresivo discurso en el que calificó el virus de «gripecita».

Desde el gobierno federal no se tomaron medidas de confinamiento, más que aconsejar ciertas medidas de distanciamiento social y siempre con el desacuerdo del presidente. Los gobernadores locales, más cautelosos, sí ordenaron medidas de confinamiento parcial, mientras que Bolsonaro criticaba estas medidas y pedía que Brasil volviera a la normalidad, generando no pocas tensiones políticas. El mandatario siempre mantuvo que su gobierno debía priorizar la economía y que dichas medidas no eran necesarias.

Las lógicas internas: priorizar la economía, inmunidad de grupo y aislamiento vertical

andemia de enfermedad por coronavirus de 2020 en EEUU con casos confirmados de Covid-19. Pharexia/trabajo propio. 1 de junio de 2020. Licencia CC BY-SA 4.0

Pandemia de enfermedad por coronavirus de 2020 en EEUU con casos confirmados de Covid19. Autor: Pharexia, 01/06/2020. Fuente: Wikimedia Commons, bajo licencia CC BY-SA 4.0..

Aunque de aparente lógica y coherencia, las posturas de estos gobiernos no eran respaldadas por la eviencia científica.

En primer lugar, los países citados querían priorizar la economía por encima del resto de cosas. La premisa sostenida era que las consecuencias negativas de la enfermedad serían más leves que las derivadas de la restricción económica y social aunque fuera por breve periodo de tiempo. Por lo tanto, un sacrificio inicial en vidas humanas a la larga sería mejor para el conjunto de la sociedad al poner en una posición ventajosa al país con respecto al resto del mundo que había ordenado un confinamiento forzoso.

No obstante, desde un principio era dudoso que un país afectado por la pandemia sin tomar prácticamente medidas de aislamiento no tuviera consecuencias serias derivado no sólo de la pérdida de vidas humanas, sino también de una erosión de la productividad debido a las bajas laborales o la reducción de la demanda y del consumo, entre otras cuestiones. Es decir que, a la larga, el virus en una situación de descontrol socavaría la economía del país incluso más que el confinamiento.

En segundo lugar, los tres países confiaban en generar una inmunidad de grupo, especialmente Reino Unido.

La inmunidad de grupo consiste en que un gran número de la población genere anticuerpos contra una determinada enfermedad al contagiarse un porcentaje considerable de la población. Una vez logrado esto el virus no encontraría huéspedes entre los que propagarse, evitando así que llegue a las personas más vulnerables. La inmunidad de grupo es la teoría científica en la que se basan las campañas masivas de vacunación para erradicar enfermedades e infecciones peligrosas.

Esta estrategia, si buena también en la teoría, tiene grandes problemas prácticos. En primer lugar, en ese momento aún no se sabía si una persona afectada por coronavirus podría volver a portarlo y ser infeccioso, por lo que era un riesgo más que evidente.

En segundo lugar y más importante, para lograr dicha inmunidad de rebaño se necesita que se contagie entre un 60 y un 70% de la población (algunos estudios ofrecen cifras alternativas, pero no hay información oficial de la OMS). Eso quiere decir que un gran número de personas deberían ser infectadas por el virus e inevitablemente, un porcentaje fallecer.

“Community inmunity”.. 3 de marzo de 2017. CC BY-SA 4.0.
Inmunidad de Grupo. Autor: Tkarcher, 03/02/2017.. Fuente: Wikimedia Commons, bajo licencia CC BY-SA 4.0.

En el caso de la letalidad del SARS-COV-2 hablamos de un porcentaje de fallecidos entre el 0,6% y el 1%, cifra sin armonizar debido a la disparidad de datos oficiales, pero que podría ser incluso mayor. Sin importar cuál de las dos cifras tomemos, sobre la población total significa la muerte de varios millones de personas si se opta por no hacer nada a la espera de lograr esta inmunidad.

Además, de forma pareja, permitir que el virus se extienda sin prácticamente controles, provocaría el colapso de los sistemas sanitarios, elevando de forma considerable el porcentaje de mortalidad al tener que recurrir a la medicina de triaje. De hecho, aun con medidas de aislamiento, en muchos países se experimentó una saturación muy seria de los hospitales, como en España o en Italia.

Y, en tercer lugar, se habló mucho del aislamiento vertical, poniéndose en práctica en Reino Unido y teniendo tentativas en los otros dos países.

Esto consiste en aislar a la población más vulnerable al virus, como las personas mayores y otros grupos de riesgo, dejando que el resto de población más resistente pueda verse afectada por el virus, lo supere y cree poco a poco esa inmunidad de grupo.

El riesgo, pues, era enorme. Pero si con una estrategia diferenciadora estos países lograban superar la Covid19, saldrían de la pandemia mundial con una economía que apenas habría sufrido daños y con la población altamente inmunizada a nuevas oleadas. Ahora ya se sabe el resultado pero quizás en aquel momento no les parecía tan descabellado.

Unas semanas después

Captura de pantalla hecha en el Twitter oficial de Jair Bolsonaro. Viernes 24 de Abril de 2019 a las 17:52:20
Jair Bolsonaro paseando por la calle. Autor: Captura de pantalla hecha en 08/06/2020 a las 11:12h. Fuente: Twitter oficial de Jair Bolsonaro.

Cuando la pandemia empezaba a extenderse y la mayoría de gente no hacía demasiado caso a unas normativas que en estos países eran laxas, las alarmas sonaron en las distintas casas presidenciales.

Por ejemplo, el informe del Imperial College de London daba a los países que optaban por no hacer nada unas cifras devastadoras de muertes: 510.000 para Reino Unido y de 1 millón a 1.2 millones para EEUU.

Acosados por la crítica especializada y la evidencia, estos gobiernos cambiaron la estrategia y tanto Boris Johnson como Donald Trump, tan acostumbrados a decir una cosa y desdecirse en la siguiente intervención, dejaron de un lado la economía y confirmaron que la salud sería ahora la prioridad

Reino Unido ordenó un confinamiento más severo y en Estados Unidos se tomaron medidas más radicales en función del estado. Se tomaron medidas de salud general como fomentar objetos médicos de prevención y pruebas diagnósticas.

Mientras, Jair Bolsonaro seguía a su propio ritmo. Aunque el mandatario volvió a salir ahora reconociendo la peligrosidad del virus, esta postura no le duró mucho y, pocos días después, salía a pasear sin mascarilla ni distancia social por las calles de Brasilia. Además empezó una pugna surrealista contra su propio ministro de Salud, quien optaba por endurecer las medidas de distanciamiento social y seguir las recomendaciones de la OMS y las autoridades sanitarias en cuanto al confinamiento.

Lamentablemente, el daño ya estaba hecho. Las primeras semanas, claves para controlar el virus, se perdieron en estas estrategias arriesgadas. Como resultado, la enfermedad se expandió rápidamente por los tres países.

Gestiones similares, gestiones diferentes

6 - Mapa del coronavirus de Brasil. Camilo C. Branco. 29/01/2020 (actualizado a 0606/2020). CC BY-SA 3.0. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Coronavirus_Brazil_map.svg
Mapa de número de muertes por COVID19 en Brasil. Autor: Camilo C. Branco. 29/01/2020 (actualizado a 06/06/2020). Fuente: Wikimedia Commons, bajo licencia CC BY-SA 3.0.

Aunque los tres países tienen un signo conservador en el gobierno, Boris Johnson aún puede considerarse derecha clásica conservadora, mientras que Bolsonaro y Trump vienen de la extrema derecha, una más neoliberal y otra más alt-right, respectivamente.

Esta diferencia ideológica marcó también una diferencia en la gestión. Mientras que en Reino Unido se dio un volantazo a la estrategia y se siguió una hoja de ruta similar al resto de potencias europeas, en Brasil y EEUU sus presidentes se declaraban contrarios al confinamiento, es decir, sin renunciar del todo a sus planes originales, poniendo por delante el centrarse en la economía.

Donald Trump, concretamente, dijo que el país solo podría reducir su actividad un par de semanas y después volver a la normalidad. El confinamiento generalizado como tal no era una opción. Incluso, llamó a la rebelión contra los estados gobernados por los demócratas, los cuales habían aplicado confinamientos más severos.

En Brasil la gestión fue incluso peor. Bolsonaro seguía negando la gravedad de la pandemia y enfrentándose a las medidas de su propio ministerio de salud para controlarla, así como a los gobernadores locales que habían optado por asumir una hoja de ruta propia alejada de la del mandatario brasileño.

Esto se cobró dos piezas de la política brasileña. La del ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta (destituido por defender las cuarentena) y después la de Nelson Teich, su reemplazo, que dimitió tras ocupar el ministerio 28 días.

Aún con gestiones similares, los países gobernados por los candidatos de la nueva extrema derecha, EEUU y Brasil, mostraron un desempeño peor en la gestión del virus y una postura negacionista, en sintonía con el carácter acientífico característico de la ultraderecha.

El eje ideológico

Algunos autores han reflexionado sobre cómo es posible que estos países tuvieran un desempeño especialmente malo en la pandemia y una respuesta tan tardía.

Sobre esta hay una teoría interesante que sostiene que los gobiernos de la derecha radical son ante todo de carácter ideológico: su pervivencia se basa en la creación o eliminación de medidas de carácter político-social que generan una fuerte controversia y simpatía.

Esto tiende a polarizar a la población, generalmente realimentando a estos gobiernos y creando nuevas controversias y problemas sociales sobre los que crecer al tiempo que marcan la agenda política utilizando sus amplios recursos y el apoyo del establishment económico y político.

La debilidad de esta práctica es, por otro lado, evidente: los problemas reales no relacionados con lo social, son un mayor escollo para estos gobiernos. Es decir, estrategias basadas en las fake news, las controversias y las declaraciones polémicas al final no tapan los efectos reales en, por ejemplo, un virus.

También por supuesto hay razones políticas. Las elecciones de Estados Unidos son este mismo año. Las de Brasil, dentro de año y medio. Y las dos grandes bazas con las que contaban Trump y Bolsonaro eran los buenos números de la gestión económica, hoy pulverizada por la pandemia. De ahí el interés en poner sus países en marcha a la mayor velocidad posible.

Los resultados

Hoy ya existen cifras oficiales y se pueden usar para sacar conclusiones.

Los tres países analizados copan el podio de cifras oficiales de fallecimientos: EEUU tiene 112.054 muertes, Reino Unido 40.542 y Brasil 36.499. De los 397.388 fallecidos oficiales por la pandemia prácticamente el 50% vienen de estas tres naciones.

Además, a 5 de junio, la cifra de fallecimientos diarios sigue siendo muy elevada: Estados Unidos contabilizaba 849 fallecidos, Reino Unido 204 y Brasil 1.008. Cifras que suponen un aumento constante.

Por comparación, en España e Italia, dos de los países más afectados del mundo pero que tuvieron un confinamiento severo y prolongado, las muertes diarias son 1 y 85 respectivamente.

Así pues, la utilidad del confinamiento se ha demostrado clave para frenar al virus.

Pero lo peor de estas estrategias, es que ni siquiera han resultado útiles para su objetivo inicial, que era salvar la economía. Estados Unidos sufre una caída del PIB en el primer trimestre del 4,8% que podría alcanzar del 20 al 30% en el segundo trimestre según la Reserva Federal Estadounidense (FED).

Por su parte, Reino Unido, sufre una caída del PIB del primer trimestre del 2% y podría alcanzar hasta un 30% según las previsiones del gobierno.

Brasil registra un 1,5% de caída en el primer trimestre y podría superar el 10% en el segundo trimestre, según el ministerio de economía brasileño.

De esta forma, los tres países sufrirán la peor crisis económica en casi 100 años. Y la popularidad de sus mandatarios se encuentra en su nivel más bajo de su legislatura, a diferencia de otros presidentes que han visto mantenerse o incluso reforzar su legitimidad en medio de la pandemia.

En un mundo global, queda claro que nadie es una isla, como se suele decir. Las naciones están interconectadas y se necesitan unas a otras. Mantener tu actividad económica a flote no tiene mucho sentido si la demanda cae enormemente en la mayor parte del mundo. Menos aún si pagas el precio con vidas humanas.

El mundo es un lugar interconectado e interdependiente, por más que se dé por muerta a la globalización. Lo sucedido es una gran lección para estos países que, ahora han optado por el proteccionismo, el aislamiento y por consignas en las que rezan que «sus naciones son lo primero», deberían aprender.

Fuentes, enlaces y bibliografía:

Foto destacada: Izquierda: Retrato oficial, Presidente Donald J. Trump, 45º Presidente de EEUU. White House photo 15/12/2016. Dominio público. Centro: Reunión de John Bolton con el primer ministro Boris Johnson. Office of U.S. National Security Advisor. 13/08/2019. Dominio público. Derecha: Proclamación del Presidente de la República, Jair Bolsonaro. Isaac Nóbrega/PR. Fuente: Flickr. 24/04/2019, 15:37:11. (CC BY 2.0)

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

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