Europa

Fortfast: la explotación laboral millenial

Fortfast, el youtuber español conocido principalmente por vídeos en los que se burla de gente joven ebria por la calle, fue Trending Topic en todas las redes sociales el sábado pasado 4 de julio por el hilo de Twitter de dos ex-empleados suyos en los cuales le acusaban de explotación y acoso laboral.

A lo largo de varios tweets, Fran Rodrigo y Raúl González detallan las pésimas condiciones de trabajo a la que estaban sometidos en la empresa de publicidad de José Climent (nombre real de Fortfast), Yugen Media SL. A estos testimonios se han sumado otras personas que trabajaron para él y de su entorno cercano que apoyan esta versión.

La explotación laboral es una constante en el sistema en el que vivimos. Contratos en negro, abusos de poder, sueldos irrisorios, brecha salarial… son solo algunos ejemplos. Sin embargo, Fortfast se aleja mucho de la clásica imagen del jefe explotador entrado en años con un puro en la boca y tez arrugada en una cadena de montaje interminable.

Joven, moderno, de aire progresista y dedicado a un ámbito atractivo para mucha gente (donde palabras como creatividad, trabajo por proyectos, horizontalidad o confianza son muy habituales), estas revelaciones han supuesto un duro golpe para la imagen del sector en general y para su comunidad de seguidores en particular. ¿Es esto una excepción o el indicio de algo más?

El caso de Fortfast

Fran Rodrigo estuvo contratado entre enero y octubre de 2018 por Fortfast (si bien llevaba según él desde 2015 ayudándole). En su hilo de Twitter, relata que su nómina era de 463,02 euros al mes mediante un contrato de jornada parcial de la que finalmente llegaría a trabajar entre 8 y 12 horas diarias.

Aunque accedió para no perder su pensión de orfandad parcial, relata que Fortfast se aprovechó de dicho acuerdo y de la confianza previa que tenían para humillarle tanto en privado como públicamente, desvalorizar su trabajo, responsabilizarle de los problemas de la empresa, ridiculizar todas sus ideas y obligarle a trabajar más allá de lo que permitía el contrato.

Fran afirma que, desde entonces, ha tenido que hacer terapia para poder superar los problemas psicológicos que a día de hoy atraviesa. Para sostener su versión, ha aportado audios y conversaciones de Whatsapp, su nómina a nombre de la empresa y otra documentación.

“Me suda los cojones que mañana tengas clase, claso o clisi. Me da igual”, “me cago en Dios, me cago en mis muertos, estoy harto de ti, de tu tiempo y de todo”, “eres un puto autómata, una puta herramienta” o “inhalar, exhalar, inhalar, exhalar… ¿estás inhalando y exhalando, Fran?”, son algunas de las lindezas que se pueden escuchar.

Por su parte, Raúl González, ha confirmado la versión de Fran y, además, ha relatado que estas dinámicas de abuso laboral se daban de forma sistemática con los empleados a cargo de Fortfast por lo menos hasta octubre de de 2019. Incluso ha ido más allá, afirmando que Fortfast aprovechaba sus situaciones personales para exprimirlos todo lo posible.

A lo largo del fin de semana, más personas se han sumado a esta denuncia: Claudia, una amiga a la que contrató para limpiarle su casa (entre otras tareas); Rakky, otra amiga suya; y Karina, su ex-novia. Claudia relata las mismas conductas y actitudes expresadas por Fran y Raúl, mientras que Rakky y Karina, si bien no fueron trabajadoras de él, sí que dan fe de las versiones esgrimidas por estas personas.

Las reacciones de las redes sociales no se hicieron esperar. Fortfast recibió una avalancha de comentarios negativos hasta el punto de ser uno de los temas del momento. Hizo hasta dos vídeos, tratando de explicarse, pero solo consiguió empeorar la situación. La mayoría de personas opinaron que solo trataba de justificarse y victimizarse.

Sin embargo, de los vídeos extraídos de Fortfast sí que parece ser cierto que se filtró su dirección de su casa y su número de teléfono, por donde habría recibido numerosos insultos, amenazas de muerte y bromas acerca de un supuesto intento de suicidio. La gente no solo fue muy cruel contra Fortfast, sino también contra Fran y Raúl (y, en menor medida, Claudia, Rakky y Karina). Por supuesto, ellos se han desmarcado de estas reacciones.

Finalmente, en una nota de texto, ha decidido dejar YouTube.

¿Un caso aislado?


Montaje realizado con los rostros de diversos youtubers. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: ElRubius, Jaime Altozano, Lechero Fett, Willyrex, Vegetta777 y MisterJagger. Youtubers cuyo trabajo lo realizan (supuestamente) varias personas. Autor: Capturas de pantalla realizadas el 06/07/2020 a las 17:15h en vídeos de sus respectivos canales.

Buena cantidad de youtubers han confesado que contratan parte de su trabajo para poder ahorrar tiempo, o bien lo desarrollan de forma colaborativa con más personas.

En una entrevista, Pascu y Rodri presentaron a su equipo de trabajo, que les ayudaba con la animación digital de sus conocidos vídeos musicales sobre mitología. Jaime Altozano en los créditos de sus vídeos referencia a varias personas, lo mismo que QuantumFracture, Historias de la leche o MisterJagger. Es conocido también que youtubers como Willyrex, Vegetta777 o ElRubius delegan en otras personas trabajos como el desarrollo de las imágenes para las miniaturas de los vídeos. Sin embargo, hay muy pocos datos acerca de lo que pagan a estas personas o de cuál es la relación laboral que mantienen.

Además, hay youtubers que cuentan con empresas propias relacionadas con el sector. Un ejemplo es Ismael Prego (Wismichu) y su empresa YouPlanet, que cuenta con la colaboración de más de 50 youtubers (como AuronPlay, 8cho, Kajal, Estiik o el propio Fortfast) y trabaja con más de 60 marcas distintas.

Casi al mismo tiempo, el 2 de julio, el youtuber y streamer Ibai Llanos también levantó ampollas por unas declaraciones en las que reflejaba cierto estrés emocional al asegurar que “no había tenido un solo día libre en seis años”. Ibai, contratado por Carlos Rodríguez (más conocido por su alias Ocelote) junto a otros streamers para su empresa G2 eSports, realiza contenido diario a través de sus redes de forma constante. Sin embargo, él mismo ha desmentido que estuviera bajo explotación laboral y ha declarado que sus palabras se sacaron de contexto.

Con toda esta información sobre la mesa, ningún youtuber o streamer medianamente conocido se ha manifestado al respecto, al menos que se tenga constancia.

El nacimiento del mundo de la creación de contenido


El youtuber Touscarapollen dando una patada en la cara a uno de sus fans en una quedada en 2012. Autor: Captura de pantalla realizada el 06/07/2020 a las 17:21h. Fuente: Canal de youtube de jackasspain.

Entre 2010 y 2020 se ha visto un crecimiento exponencial de la popularidad de personas que se hacen llamar a sí mismas “creadoras de contenido”. Las raíces de este particular mundo comienzan con la aparición misma de Internet y el surgimiento de las plataformas de gestión de contenido como Fotolog, Blogger o MySpace.

Ya existían entonces plataformas que permitían subir vídeos, como la famosa ElRellano.com o Vimeo. No obstante, YouTube, que apareció en 2005, se popularizó rápidamente y se convirtió en terreno de vídeos virales, montajes, remixes y todo un conjunto de contenido distribuido libremente.

En aquel entonces, enseñar el rostro u ofrecer datos privados en Internet se consideraba peligroso y había cierto temor a hacerlo, por lo que muy poca gente se aventuraba a enseñar la cara. Youtubers como AuronPlay, ElRubius, Mangelrogel o Loulogio comenzaron, precisamente, sin mostrarse.

La tendencia comenzó a cambiar a partir de 2008. En 2009 se dio uno de los fenómenos de Internet que ahora suena muy actual. Lo protagonizó Catherine Wayne, una chica de entonces 16 años quien, bajo el nombre de Boxxy, se hizo tremendamente popular hasta el punto de generar un fenómeno de admiración (fan) y de odio (hate) a partes iguales que incluso llegó hasta el mundo real. El canal de Boxxy llegó a ser hackeado y sus datos filtrados. Un caso todavía peor sucedió en 2010 con el caso de Jessica Slaugther (KerliGirl13), una niña de 13 años que fue también acosada en Internet como reacción a varios vídeos polémicos.

No obstante, es desde 2010 cuando aparece la palabra influencer. Personas a priori sencillas, comienzan a hacerse con comunidades grandes de seguidores gracias al material compartido en YouTube y otras redes sociales y e incluso hacen “quedadas” masivas con sus fans. En España uno de los primeros fue el polémico youtuber Enrique Arias (TousCarapollen). En Argentina destacó Ángel David Revilla (DrossRotzank), en Chile Germán Garmendia (HolaSoyGerman) o en Suecia Felix Arvid Ulf Kjellberg (PewDiePie).

Youtubers como producto de consumo

Búsqueda en YouTube donde se observan varios canales con una misma temática y métodos similares de difusión. Autor: Captura de pantalla realizada el 06/07/2020 a las 17:29h. Fuente: YouTube.
Búsqueda en YouTube donde se observan varios canales con una misma temática y métodos similares de difusión. Autor: Captura de pantalla realizada el 06/07/2020 a las 17:29h. Fuente: YouTube.

La posibilidad de poder sacar rentabilidad económica mediante anunciantes así como de ganar fama con una mínima inversión atrajo a toda una generación, la llamada generación millenial. A caballo entre la década de los 80 y los 90, ahogada por una crisis económica que limitaba sus posibilidades, necesitada de expresar una frustración constante, la generación que creció con las redes sociales encontró buena parte de su hábitat en la creación de contenido a través de Internet.

Sin embargo, la creciente competitividad ante un mercado en constante crecimiento y cambio, el aumento vertiginoso del número de visualizaciones y del tamaño de la comunidad y la lupa inquisitiva de una sociedad que no termina de entender las nuevas tecnologías ha convertido a las celebridades de Internet en un producto de consumo más. La popularidad de Facebook, Instagram o TikTok no han hecho sino acrecentar este efecto.

Así, existe una gran cantidad de youtubers, streamers e influencers que mueven masas de gente alrededor de un determinado tipo de contenido, de un discurso o incluso de una personalidad. Personas que a menudo son tan conocidas como un actor o actriz de renombre y, a veces, mas que profesionales de otros ámbitos (literatura, fotografía, pintura, ciencia…). En Estados Unidos, vanguardia del capitalismo, cuentas de Instagram de millones de seguidores marcan tendencia en moda o tecnología.

Y, mientras las generaciones más mayores observan esto con escepticismo, las siguientes están absolutamente maravilladas. Tanto así, que en el colegio o en el instituto de mayor ya no quieren ser futbolistas. Ahora quieren ser youtubers. Es la profesión de moda, denostada y querida a partes iguales.

La posibilidad de rentabilizar el contenido, en principio, puede parecer algo positivo. Sin embargo, en los últimos años, grandes empresas y multinacionales han creado un inmenso negocio detrás de los youtubers. Y es que sale mucho más barato para una marca trabajar con un influencer que hacerlo con un artista famoso. Han aparecido hasta agencias de empleo que se encargan de intermediar entre ambas partes.

Esto ha provocado que el contenido general de YouTube, por un lado, se haya visto condicionado por las exigencias de las grandes marcas; y, por otro lado, que cada vez con más frecuencia se recurra a ciertas estrategias para conseguir el tan ansiado “Like”. Antes impensable, ahora se observa decenas de youtubers hablando de lo mismo y hasta casi de la misma forma, surfeando tendencias y topics, exagerando muecas y caras en las miniaturas e incluso colocando títulos tendenciosos (el llamado clickbait). Por no hablar de las controversias y ataques entre youtubers. Yao Cabrera, Míster Gran Bomba o DalasReview son grandes ejemplos que ganan (o ganaron) rédito en base al enfrentamiento. O incluso el propio AuronPlay en sus inicios.

Antaño personas rebeldes que utilizaban el medio audiovisual para expresar su opinión de forma irreverente, desenfadada y carismática, ahora desarrollan un contenido menos genuino, más adaptado al gran público y, sobre todo, más condicionado por lo que dicte su comunidad de seguidores. Son productos de consumo, financiados por marcas y al dictado del suscriptor o la suscriptora de turno. Como buen producto de consumo, en cuanto pueden amplían su nicho de mercado: marcas de ropa, colonias, libros, series… en ocasiones de ínfima calidad.

Y es hasta cierto punto entendible. ¿Para qué trabajar en contenido creativo y de calidad, si puedes hacer un gameplay del último juego de moda y obtener más visitas (y ganancias)?¿Para qué gastar tiempo y dinero en creaciones genuinas pudiendo hacer esto?¿O esto?

Evidentemente que hay excepciones. Y muchas. Que la tecnología sea cada vez más y más accesible da lugar a todo tipo de contenido. Por ejemplo, en YouTube se puede encontrar a personas que se dedican a compartir su arte, su opinión o sus conocimientos. También hay quien rechaza a grandes marcas y prefiere sostenerse gracias a plataformas como Patreon. Pero no parece que esta sea la tendencia.

Las polémicas y el online shaming

Estas conclusiones no son muy diferentes de las que se podrían obtener del mundo del espectáculo. Hollywood tiene mala fama precisamente por ser un mercadeo constante de ilusiones y de personas al servicio de unas élites concretas.

El problema es que la inmensa mayoría de youtubers son personas que, aunque tengan un nivel de fama a veces comparable, no tienen el mismo poder adquisitivo ni de recursos que otro tipo de celebridades. Son personas que siguen teniendo que bajar a comprar el pan en su barrio, que graban en su casa o en un estudio de alquiler, que se compran el material con sus ahorros o que incluso compaginan su actividad con otros proyectos o trabajos para poder vivir. De hecho, más del 80% de youtubers ganan dinero a través de varias fuentes.

Evidentemente, grandes como WillyRex, ElRubius o PewDiePie podrán permitirse comprar una casa alejada o incluso algún tipo de vigilancia privada. Pero esto es lo raro.

Son personas continuamente expuestas públicamente y, hasta cierto punto, vulnerables. No solo Fortfast en un arrebato emocional ha expresado lo que significa tener que estar cambiándose de casa o teniendo cuidado al salir a la calle por grabar vídeos. Esto mismo ha sido señalado por Wismichu, HolaSoyGerman, La Gata de Schrodinger, JPelirrojo, Angelysaras, AuronPlay, Mangelrogel y un larguísimo etcétera. Incluso un youtuber tan poco polémico como Jaime Altozano ha relatado que no puede a veces ni salir a hacer deporte.

A esta mezcla de variables hay que añadirle el escrutinio que hoy existe en Internet gracias a las redes sociales y la exposición pública de la gente. Un comentario o acción equivocada es motivo de censura, escarnio y ataque por parte de la comunidad, como ya pasó en su momento con el caso de Catherine Wyne o de Jessica Slaugther.

Estos ataques a menudo se traducen en amenazas de muerte e insultos, acoso callejero, agresiones a la propiedad, filtraciones de información privada, difusión de bulos y otro tipo de acciones que se conocen como Online Shaming.

El online shaming ha sido dirigido contra youtubers o influencers que, como Fortfast, han tenido conductas reprobables. No obstante, a menudo esto no solo es desmesurado y desproporcionado (llegando incluso a desear la muerte), sino que se dirige tambié hacia personas que han sido señaladas por otras como culpables de algo sin pruebas, por acciones o comentarios de hace muchos años o simplemente por pura animadversión.

El propio Fran Rodrigo ha sufrido muchos comentarios negativos por su confesión. Pero también tenemos el caso de Ingrid Michel, tuitera y pareja de Wismichu, la cual recibió una gran cantidad de acoso debido a acusaciones infundadas de su ex-pareja, el polémico youtuber Daniel Santomé (DalasReview). Es decir, no solo las malas actitudes son castigadas, sino todo aquello que no responda a las expectativas de la comunidad.

Y es que, con todo esto, se da un caldo de cultivo perfecto para la controversia. A modo de una particular versión de la prensa rosa, youtubers de todo tipo han protagonizado demasiadas polémicas como para enumerarlas en este artículo.

Los enfrentamientos entre Álvaro Ojeda y Wismichu, la denuncia Jose María Bartomeu (presidente del Barça C.F.) a AuronPlay, los cursos de motivación de JPelirrojo, las múltiples acusaciones de maltrato y violación a DalasReview, la grabación de un cadáver de Logan Paul, las galletas de pasta de dientes que R3SET dio a un hombre que pedía en la calle, el videoclip “Hasta que arda” de Jordi Carrillo (Jordi Wild, El Rincon de Giorgio)… son solo algunos ejemplos.

En este ambiente, no es de extrañar todo tipo de consecuencias, desde la tan sonada problemas médicos como depresión o ansiedad, hasta la explotación laboral pura y dura. Por no hablar de la cantidad de influencers que han aprovechado su posición de poder para ejercer algún tipo de abuso.

La explotación laboral en la “creación de contenido”

Conversación de la usuaria @xIreneWeasleyx en la cual le piden que haga unos dibujos gratis. Autor: Trabajo propio. Fuente: Cuenta de Twitter de xIreneWeasleyx.
Conversación de la usuaria @xIreneWeasleyx en la cual le piden que haga unos dibujos gratis. Autor: Trabajo propio. Fuente: Cuenta de Twitter de xIreneWeasleyx.

No es ningún secreto que, para una parte importante de la población, los trabajos mínimamente artísticos no se han ganado tal renombre. Dibujar, escribir, componer música, fotografiar, editar un vídeo… para muchas personas son tareas que pueden obtenerse de forma gratuita o voluntaria, debido a que al fin y al cabo son menesteres “sencillos” que se hacen por “voluntad” y “amor al oficio”.

Y, en el caso de pagarse, se intenta regatear lo máximo posible. Internet está repleta de anécdotas y de testimonios al respecto. También pasa con trabajos mentales, como en psicología. Se admite antes que una psicóloga preste su trabajo de forma voluntaria a que lo haga un enfermero o una médico.

Por descontado, poca gente considera el ser youtuber un trabajo como tal.

Cuando existe un sector poco reconocido, pobremente regulado, sujeto a dinámicas de mercado, al capricho del público, al manejo de las grandes marcas… y cuando median de por medio generaciones jóvenes poco experimentadas y un público general todavía más joven… el resultado solo pueden ser malas condiciones laborales como tendencia general. La poca transparencia e información que hay al respecto así lo avala.

Además, ejemplos de supuestas empresas “indie” formadas por “colegas” que trabajan por “proyectos y objetivos” y donde se premia la “creatividad, iniciativa y esfuerzo” pero que esconden un serio historial de pésimas condicionales laborales hay a montones.

Jefes jóvenes que, como Fortfast, con amplia barba, moño en la cabeza y una camiseta de los Arctic Monkeys, se aprovechan del amor, ambición y entrega de personas con muchos conocimientos y no tanta experiencia, del poco reconocimiento social de este tipo de empleos y de la precariedad del mercado laboral para terminar siendo una pieza más del engranaje. Epic Games, la empresa desarrolladora de Fortnite o la red social Vero, han protagonizado también polémicas al respecto.

Porque al final, de eso se trata. Como a menudo sucede con el deporte profesional, el sistema capitalista es un poderoso mecanismo, azuzado por unas pocas personas y alimentado por otras tantas, que termina creando el entorno perfecto para exprimir al máximo a la sociedad, generación tras generación.

Así pues, el caso de Fortfast es muy reprobable. Pero, en cierto modo, no es más un indicio de un mal mucho más profundo. Todas esas reacciones en contra, especialmente las más graves, se olvidarán mañana para atender a la siguiente polémica, sin ápice de crítica o voluntad de cambio. No hay que dejar de recordar que esta misma sociedad es la misma que después anima a streamers a cometer suicidio. La controversia, la polémica o el morbo, para mucha gente, no deja de ser otro producto. Consumido uno, a por el siguiente.

Fuentes, enlaces y bibliografía:

Foto destacada: El youtuber Fortfast en su último vídeo tras la polémica, subido el 04/07/2020. Autor: Captura de pantalla el 06/07/2020 a las 18:04h. Fuente: Youtube.

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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