Europa

Vox a la caza del voto obrero

Algo se mueve en la extrema derecha en España. Sus mensajes en las redes sociales, especialmente Twitter, nos dan una pista del próximo giro social que plantea Vox. En su recorrido en campaña para las elecciones gallegas y vascas que se están desarrollando en estos momentos, el líder de la formación ultraderechista, Santiago Abascal, anunció durante la semana anterior la creación de un sindicato. Un sindicato con características poco comunes: no es de clase, es anticomunista y busca combatir a la izquierda. Parece un guante hecho a su medida en su búsqueda del voto obrero.

También indicó que el sindicato no sería partidista (hecho poco creíble) y que se nutriría exclusivamente de la cuota de sus socios.

Según lo indicado por Abascal, la razón de esta creación sería que los actuales sindicatos están perdidos en batallas ideológicas izquierdistas y que no protegen a los trabajadores y a las trabajadoras del país. Y algo puede haber de cierto en eso: la verdad es que hay un marcado descrédito en la reputación de los sindicatos españoles.

Quitando el hecho del éxito de este sindicato o no, su relevancia es que este mensaje es profundamente obrerista y va en sintonía con otros lanzados por Vox en el último tiempo, como la defensa del campo o las críticas al gobierno por la tardanza de los ERTE. Y que va en consonancia con la estrategia de las derechas similares europeas y el discurso de Donald Trump en Estados Unidos.

Corrrelación entre voto y renta
Correlación entre renta y voto a la dereche en el madrileño barrio de Salamanca. Autor: Trabajo propio. Fuente: Datos oficiales elecciones generales del 10 de noviembre de 2019.

Y es que Vox tiene consolidado un voto de clase e ideología muy marcado. El partido funciona bien en los barrios de clase alta y en distintos nichos ideológicos transversales: caza, toros, religión y extrema derecha variada. Por esta razón, el partido barrió en feudos tradicionalmente conservadores con predominio de voto del Partido Popular (PP) y Ciudadanos (Cs), transfiriendo el voto de la derecha. Y ahora busca captar el voto que se le escapa.

Es decir, la propuesta de crear un sindicato propio podría parecer un hecho aislado o incluso una ocurrencia. Pero un análisis del conjunto refleja un gran plan del partido verde para aumentar su base social.

Los perdedores de la globalización

La globalización trajo pérdidas y ganancias según para quién. La promesa de la aldea global ha resultado de lo más infructuosa para buena parte de las clases sociales. De hecho, esta idea está en franca retirada, asediada por los nuevos nacionalismos populistas.

Tras la crisis de 2008 y el proceso de globalización hay varios hechos muy destacables: el primero, es que las grandes fortunas se hicieron aún más ricas y el segundo es que la acomodada clase media trabajadora occidental se sumió en una espiral de decadencia y pérdida de poder adquisitivo. De hecho, a esta clase es a la que se ha llamado como los perdedores de la globalización”: han visto sus trabajos destruidos por la deslocalización y la competencia con países en vías de desarrollo.

Esta clase, con una frustración acumulada, sigue siendo un importante porcentaje del voto. Y, con su enfado, pueden mover el tablero político en una dirección u otra.

La extrema derecha internacional y el voto obrero: del Frente Nacional, al AFD y Trump

Steve Bannon: 'Fascinated By Mussolini’.Mike Litch. Subida el 11 de marzo de 2018. Licencia CC BY 2.0. https://www.flickr.com/photos/notionscapital/38938674280
Steve Bannon: ‘Fascinated By Mussolini’. Autor: Mike Litch, 11/03/2018. Fuente: Flickr, bajo licencia CC BY 2.0.

Los casos que se analizan a continuación son dignos de mención. En el caso del Frente Nacional (rebautizado ahora como Reagrupación o Agrupación Nacional), la extrema derecha francesa, cabe destacar que este siempre ha sido un partido con un discurso muy enfocado a las clases bajas y medias obreras del país. Si bien en sus orígenes en los años 70 y 80 apoyaban a las teorías económicas de la Escuela de Chicago y de Austria (lo que se conoce como neoliberalismo) en la línea de sus homónimos Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Tatcher en Reino Unido, se fueron desplazando hacia posiciones proteccionistas. Hoy en día, hacen énfasis en la parte social de su discurso y han adoptado políticas favorables al mantenimiento del Estado del Bienestar y políticas tradicionalmente izquierdistas, como la defensa de la educación, la salud o el transporte público.

Pero en el caso de Donald Trump y de Alternativa por Alemania (AfD), no han variado su política económica, que sigue siendo profundamente contraria a la intervención del estado y rechazando el keynesianismo, con un cierto componente de clase. De hecho, el otro nombre que se le da al Partido Republicano de Trump es “Gran Old Party” (Gran Partido Viejo).

Y tanto Trump como el director de su campaña, Steve Bannon, han conseguido que este partido conecte profundamente con la américa blanca y obrera. Con esos perdedores de la globalización que se han visto sacudidos por la crisis y han encontrado una salvación en el discurso proteccionista del presidente.

La convivencia del gabinete más rico de la Historia de Estados Unidos sustentado por un voto obrero y pobre no deja de ser chocante. Pero no es único.

Por su parte, Alternativa por Alemania (AFD), la extrema derecha germana, nacía como una formación con políticas de corte neoliberal y a favor de reducir el estado, alejándose de los partidos ultraderechistas tradicionales como el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NDP) de inspiración fascista. En estos años, su programa ha mantenido su corte antiinmigración y anti derechos sociales, pero ha girado en lo social hacia un cariz proteccionista y políticas de apoyo a personas asalariadas y autónomas.

El Frente Nacional ha cosechado gran éxito con este cambio de rumbo, convirtiéndose en el primer partido en voto obrero y conquistando los feudos tradicionalmente votantes del Partido Comunista de Francia.

Una estrategia que ha sido replicada por la mayoría de la extrema derecha europea que usa un mensaje antiinmigración, proteccionista, soberanista y a favor de la clase obrera que parece venderse bien. Otros ejemplos pueden verse en Amanecer Dorado en Grecia, que prometía medidas como nacionalizar la banca o subir el salario mínimo; o el Partido de los Finlandeses (anteriormente Verdaderos Finlandeses), que apoyan absolutamente el modelo del estado de bienestar nórdico.

Aunque pueda parecer nueva, esta estrategia ya fue utilizada ampliamente por Adolf Hitler para popularizar el Partido Nacionasocialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi).

El giro social de Vox en imágenes

Decir que Vox está empleando esta táctica solamente por el anuncio de la creación de un sindicato sería de lo más apresurado.

De hecho, el programa económico de Vox es profundamente anti-obrero y a favor de las élites, contando con una reducción de impuestos (en especial los que gravan a las clases favorecidas), una reducción de los servicios públicos y una privatización del sistema de pensiones. Todo un cóctel que no favorece en absoluto a las clases populares.

Pero, analizando los mensajes del partido verde, podemos ver que algo se mueve. El partido ha cambiado su discurso de destruir el estado de bienestar a empezar a nombrar lo social y a los trabajadores.

Ya se vio cuando Vox intentó anunciar que había triunfado en los barrios populares en las elecciones andaluzas (dato falso, ya que la izquierda es primera fuerza en este segmento, en especial el PSOE). Y, desde entonces, la estrategia ha ido in crescendo, multiplicándose en los últimos meses.

Aquí un diputado de Vox manda el mensaje de “la España que madrugaen contraposición a la ideología de la izquierda.

En este tweet se ve una apropiación de la lucha obrera presentada por el conflicto en el cierre de Nissan. En este conflicto sería más propio ver a Podemos o a los sindicatos tradicionales, pero la extrema derecha se movió para ocupar este espacio, con poco éxito.

Este último tweet, es de lo más llamativo. Aquí, Rocío Monasterio, presidenta de Vox de la Comunidad de Madrid, vende el mensaje de que el voto obrero va a parar Vox. Una realidad falsa, pero que dirige el nuevo mensaje de la formación.

En resumen, las redes de la ultraderecha hacen cada vez más referencia a lo social conjuntamente a sus ya tradicionales mensajes sobre lo patriótico. Así, su discurso reaccionario comienza a confundirse y a mezclarse con una supuesta agenda social.

¿Es la izquierda la culpable?

Montaje anónimo https://www.mediavida.com/foro/off-topic/creeis-izquierda-actual-podria-encajar-urss-648045
Montaje anónimo en crítica a la sociedad actual. Fuente: Mediavida.com

Muchos ríos de tinta han corrido diciendo que la culpa de la apropiación del discurso obrero es de las fuerzas políticas de izquierda. De esa izquierda posmoderna que ha dejado de defender la causa de los trabajadores y de las trabajadoras y se ha perdido en pequeños problemas, más bien burgueses.

Aunque es cierto que hoy en día en la lucha social confluyen una gran variedad de causas que a veces se pierden en lo teórico y no atienden a la completa realidad de la persona de a pie, afirmar que la responsabilidad de esta estrategia de la ultraderecha es de la izquierda es algo falso y, sobre todo, poco reflexivo.

En busca de la justicia social (germen del movimiento obrero), el espectro de la izquierda se ha abierto a otros colectivos oprimidos y discriminados que antes no tenían reconocimiento social (o, al menos, no lo tenían tanto o no tenían un espacio desde el cual reivindicar sus posicionamientos), como la igualdad entre mujeres y hombres, los derechos de las personas LGTBI+ o las personas racializadas (negras, indígenas…). Incluso el ecologismo o la defensa de los derechos de los animales encuentran ahora su espacio en el activismo social.

Y no es para menos. Analizando unos pocos datos: las mujeres están sobrerrepresentadas en puestos sin liderazgo y han sido víctimas de abusos en un gran porcentaje. Una persona gay sana del estado (supuestamente) gayfriendly de Nueva York vive de media 10 años menos que su homónimo heterosexual, víctima de lo que profesionales en la materia han denominado el síndrome del puño suave (cómo la presión mata lentamente a las personas que la sufren toda su vida). De las personas racializadas poco hay que poner en duda del racismo estructural americano viendo la explosión social en EEUU. No hablemos ya del desastre que se avecina respecto al cambio climático o del sufrimiento innecesario de muchos animales.

Estas luchas no solo son necesarias, sino que son justas, que es lo que más debería importar a la izquierda. El sujeto político revolucionario se ha ensanchado y esto no es culpa de la izquierda actual, sino más bien el resultado del progreso social.

Como de nadie es culpa que el sujeto político del movimiento obrero se haya reducido tanto en número como en autoidentificación, al menos en la sociedad occidental. Desde la creación del estado del bienestar europeo y, en especial, desde la década de los 60 y la posterior caída de la Unión Soviética (URSS), cada vez menos gente se identifica con la etiqueta de «obrero», cuando en la época industrial era todo lo contrario.

Los distintos partidos comunistas, cuyos sujetos principales eran los obreros, se han visto reducidos elecciones tras elecciones hasta la irrelevancia política. Por poner un ejemplo, el Partido Comunista Francés tenía el 28% del voto en la década del 1940. En 1980 apenas mantenía tan solo un 10%. Probablemente, la gran diversificación del empleo (con arquitectas, médicos, profesores, oficinistas…), que se aleja de la tradicional concepción de «trabajador» como una persona con un casco amarillo y un martillo, ha influido en este hecho.

Hablar de la izquierda como creadora del posmodernismo (o, más acertado, postestructuralismo) es falso. Como mucho, se ha adaptado (o lo intenta). Pero ha mantenido la lucha obrera como una de sus reivindicaciones. Eso sí, quizás con más errores que aciertos en su estrategia, pero eso es motivo de otro artículo.

Al fin y al cabo, el mensaje de la derecha no debe confundir, ya que es su fin. Por ahora, en líneas generales, en los barrios más populares y obreros, los grandes ganadores siguen siendo el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Unidas Podemos (UP) y otros partidos regionales de izquierdas, como Compromís, EH Bildu o Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). La izquierda mantiene su hegemonía. Al menos por ahora.

¿Qué se puede esperar de este sindicato?

Logotipo del Sindicato Vertical.
Recreación del logotipo del Sindicato Vertical, el único sindicato permitido durante la dictadura franquista (1939 – 1975). Autor: Dahn, 21/03/2019. Fuente: Wikimedia Commons, bajo licencia CC BY-SA 4.0.

En primer lugar, es necesario echar un vistazo a la Historia de la ultraderecha. La apropiación de términos comúnmente asociados a la izquierda no es para nada algo nuevo en la extrema derecha. Ya se ha comentado que Adolf Hitler copió términos y simbología del movimiento socialista y comunista del momento para atraer a gente a su causa. Lo mismo sucedió con Benito Mussolini en Italia y su Partido Nacional Fascista. Eso no quita que ambos fueran totalmente anti-izquierdistas, haciendo de la lucha contra el socialismo y el comunismo su principal objetivo.

De hecho, cuando llegaron al poder con un discurso ciertamente anticapitalista, se apoyaron en las elites económicas para hacerlas más ricas y favorables a sus intereses. No en vano, Mussolini se presentó en coalición con los conservadores y liberales en las elecciones de 1924, por poner un ejemplo.

La cuestión es que, una vez en el poder, aunque ejercieron cierta intervención económica, esta nunca fue contra grandes capitalistas y terratenientes, que vieron incrementar su fortuna. Es decir, que aunque sus gobiernos controlaron la economía, preservaron y aumentaron los privilegios de las clases altas.

En cuanto al caso español, hay un ejemplo muy claro de sindicato que no es de clase, que lucha contra el comunismo y que no quiere ir contra el empresario: el Sindicato Vertical. Éste fue el sindicato fascista dirigido por la Falange Española Tradicionalista de las JONS (el partido del régimen) durante la dictadura de Francisco Franco (1939 – 1975). Sus principios son sospechosamente parecidos a los de Vox. Ni que decir tiene que este sindicato nunca defendió demasiado los derechos de las personas trabajadoras, sino que fue más bien un arma para evitar que el apoyo obrero acabase en el comunismo o en otras alternativas, así como para impedir otras organizaciones sindicales. Es decir, fue un instrumento para controlar la disidencia, si bien sindicatos (ilegalizados) como Comisiones Obreras (CCOO) se aprovecharon de su estructura para infiltrarse en el aparato del régimen.

En la actualidad, sindicatos como la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSI-F) no se consideran de clase y mantienen una postura «independiente».

Ahora bien, este plan también plantea problemas para Vox. Otras formaciones como Podemos montaron su propio sindicato (Somos Sindicalistas), hoy casi desaparecido. También en el País Vasco hay prácticas de esto, como la creación de ELA-STV, hoy bastante separado del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Por lo tanto, la creación de un sindicato no lleva aparejada su funcionalidad, ni su duración en el tiempo y ni siquiera su lealtad segura.

También si Vox mantiene su palabra a diferencia de con las subvenciones electorales y el sindicato solo se mantiene con cuotas, este tendrá mucho menos margen de acción que los grandes sindicatos para preparar acciones y movimientos al margen del trabajo, al carecer de una estructura de liberaciones sindicales y de recursos públicos. Aunque este hecho es dudoso que se lleve a cabo.

Por ahora esta es una idea que en teoría se llevará a cabo en septiembre. Lo que está claro es que Vox ha empezado un camino de infiltración en el mundo obrero que sí le ha funcionado a la extrema derecha internacional tanto en el pasado como en el presenta. Habrá que ver en que acaba esta aventura española.

Fuentes, enlaces y bibliografía:

Foto destacada: Mitin de Vox en Vigo con Santiago Abascal el sábado 20 de junio de 2020. Autor: Contando Estrelas. Fuente: Flickr. (CC BY-SA 2.0.)

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *