Europa

La legitimidad de la monarquía tras el exilio de Juan Carlos I

La Casa Real acumula una década “horribilis” con continuos escándalos que la sacuden prácticamente en un ciclo desconocido para la que fue una de las instituciones más respetadas e intocables del panorama español y que ponen en tela de juicio la legitimidad de la monarquía como sistema de gobierno.

Para la persona que no lo conozca, la figura del Rey se encontraba hace unas décadas fuera de cualquier debate político, de los conflictos sociales o del escrutinio de la prensa, que como mucho preguntaba al monarca sobre el tiempo. Existía una especie de acuerdo no escrito entre los partidos, los sindicatos mayoritarios, los grandes medios de comunicación y las élites económicas para apartar a la Casa Real de los focos y cuidar al extremo su imagen, al tiempo que las encuestas del CIS daban notas muy altas a su figura, La legitimidad monárquica era absoluta.

Pero el ciclo de corrupción que ha salpicado a la institución y a su cabeza más visible, Juan Carlos I, todos estos años, ha afectado enormemente a dicha legitimidad hasta el punto de llevar a su abdicación en 2014 y generando un efecto dominó a partir de las revelaciones de su supuesta amante Corina Larsen a partir del año 2018 que han terminado por afectar seriamente su credibilidad.

Con la legitimidad golpeada, ahora los esfuerzos están presentes en intentar preservar una institución que en la Historia de España es tan constante como intermitente. Y no parece una tarea fácil.

Los escándalos del rey emérito

Antonio Zugaldia Iñaki Urdangarín Washington Wizards vs. Los Angeles Lakers
Iñaki Urdangarín en el partido de baloncesto de Los Ángeles Lakers contra los Washington Wizards.
Autor: Antonio Zugaldia, 26/01/2010. Fuente: Flickr, bajo licencia CC BY 2.0.

La corrupción del Rey emérito y de la Casa Real de España tiene extensa cronología.

En 2008 estalló la crisis financiera global, que golpeó con especial dureza a España debido a una economía dependiente del ladrillo que devino en una burbuja. Durante los posteriores años se sucedieron multitud de manifestaciones y protestas contra los poderes del Estado, especialmente a partir del año 2011, en el llamado Movimiento 15-M.

En esos mismos años se descubrió el Caso Noós. Este caso se descubrió que una fundación fantasma, el Instituto Noós, presidida por el yerno del rey, Iñaki Urdangarín, había cobrado decenas de millones de euros de la administración balear por actividades que jamás se habían realizado o que apenas habían tenido impacto, generando una red de corrupción con otras empresas y entidades para estafar a la administración pública.

El caso acabó con Iñaki Urdangarín en la cárcel y la infanta Cristina de Borbón, su mujer, imputada. Era la primera vez que la Casa Real estaba implicada en un caso de corrupción. Y en 2016 se reveló que la Casa Real era conocedora de estas actividades. Fue todo un escándalo que contribuó a romper el consenso general existente alrededor de las críticas hacia la monarquía.

En 2012, el monarca tuvo que ser ingresado por una lesión en la cadera que se había provocado cazando elefantes en un safari (con un coste por el evento de 45.000€). En una España en crisis, esto provocó la ira de la población que, además, desconocía la vida privada de Juan Carlos I precisamente por el silencio mediático existente a su alrededor. Su posterior reaparición en los medios donde dijo «lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir» es uno de los momentos más memorables de la televisión española.

En 2014, golpeada la legitimidad del monarca, los casos de sospecha sobre su persona y el descrédito, Juan Carlos I abdicó en su hijo Felipe VI.

Pero aquí reapareció una figura central, Corina zu Sayn-Wittgenstein (Corina Larsen), una “amiga” del monarca y presunta amante, que había aparecido discretamente en 2012 y que ha dado innumerables quebraderos al rey emérito. Corina Larsen reveló en numerosas declaraciones cómo Juan Carlos I había tejido una estructura financiera para blanquear y ocultar su fortuna utilizándola a ella de testaferro. De donde salía esa fortuna es un misterio, ya que la asignación del rey es de 8 millones de euros anuales para gastos personales y, según el New York Times y otros medios, la fortuna del rey ascendía a 1800 millones de euros.

El origen desconocido de esta fortuna fue tomando forma cuando se revelaron misteriosas donaciones de la familia Árabe Saudí a fundaciones controladas por Juan Carlos I y sus familiares (fundación Lucum y fundación Zagatka).

La teoría de que Juan Carlos I había sido un comisionista en sus viajes para “representar a España” iba ganando terreno. La Fiscalía suiza y la Fiscalía del Tribunal Supremo con todos estos indicios y pruebas, investigan al rey emérito, acechado por la controversias y la corrupción. En este punto, Felipe VI trató de desligarse de la imagen de su padre: le retiró la asignación que tenía como rey emérito y lo apartó de la vida pública. Sin embargo, los escándalos y las pruebas en su contra, e incluso salpicando también a su propio hijo, han seguido apareciendo en cascada los últimos meses.

Es, en un último gesto desesperado, cuando el Rey abandona España.

La legitimidad del poder real

Retrato de Nicolás Macchiavello, uno de los primeros hombre en estudiar el poder. Autor: Sandi di Titto. Fecha: S. XVI Fuente: Wikipedia, bajo licencia CC BY 1.0
Retrato de Nicolás Macchiavello, uno de los primeros hombre en estudiar el poder.
Autor: Sandi di Titto, S. XVI. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY 1.0.)

¿De dónde nace el poder y su legitimidad? Esa es una pregunta que muchos autores se han hecho, desde que el filósofo y escritor Nicolás Maquiavelo escribiera su obra El Príncipie (1532), si bien es un debate que se ha planteado históricamente de diversas formas ya desde la época clásica, como el filósofo griego Aristóteles. Aunque hay muchas teorías, también hay principios aceptados en la actualidad.

La legitimidad no nace de las superestructuras y la ley. Es decir, la legalidad y los elementos burocráticos no hacen a un gobierno legítimo. Son un elemento presente y necesario para sostener el poder, pero son más consecuencia que causa.

Tampoco nace de la fuerza, la coacción o del concepto más moderno “monopolio de la violencia del estado”. Las personas pueden temer las sanciones y multas, pero no es el miedo constante lo que inhibe las acciones. De la misma manera, una población puede obedecer, pero si obedece por imposiciones, el gobierno durará lo que dure su fuerza. Este proceso lo han vivido la mayoría de dictaduras, que han sufrido bruscos procesos de descomposición una vez moría su figura fuerte, el régimen reducía su presión o las estructuras que sostenían dicho régimen iban siendo erosionadas por el descontento social.

La legitimidad del poder nace cuando entre miembros de una misma comunidad política existe un consenso lo suficientemente amplio para entender que ese poder es digno de ser obedecido. Es la población la que entrega el poder a nivel, consciente o inconscientemente, en los estados modernos. Esta idea de la legitimidad como fruto de la voluntad social la plasmaron autores como Max Weber, Jean-Jacques Rousseau o Gugliemo Ferrero, padres de la concepción del estado moderno, entre otros autores.

En el caso de la Corona como elemento simbólico, esta legitimidad del poder es todavía más necesaria para asegurar su existencia.

Y aquí la monarquía se enfrenta al problema de la legitimidad original, ya que anteriormente venía de la voluntad divina. Es decir, los reyes existían por derecho divino y el orden social se asociaba a la propia naturaleza de las personas en base a una decisión superior e incognoscible, un orden sometido a la tradición y a la creencia religiosa, incuestionables en épocas pasadas.

Ese principio, incompatible con los estados modernos, se convirtió en una mezcla de unión por filiación, de representación histórica de una comunidad, de unos valores y de la simpatía de la población, que ven en los reyes un representante legítimo de su patria y como una variable constante que perdura pese a los problemas, conflictos o crisis del estado.

Legados y caídas

Comunicado de la Casa de su Majestad el Rey. Autor: Palacio de la Zarzuela Fecha: 3/08/2020. Fuente: Casareal.es
Comunicado de la Casa de su Majestad el Rey. Autor: Palacio de la Zarzuela, 3/08/2020.
Fuente: Casareal.es

Y es aquí donde Juan Carlos I ha fallado. Durante los primeros 30 años de su mandato, el Rey gozaba de cumplir todos esos principios: era rey por derecho de nacimiento, encarnaba unos valores que la población creía que tenía y causaba simpatía y admiración en la mayoría de la población. El valor de lo simbólico como vemos es lo importante

Además, contaba con un relato propio, esa palabra tan de moda y que implica contar una historia que es asumida por la mayoría de la población. El relato de Juan Carlos I era haber impedido el golpe de Estado del 23F. Todo esto y la constante protección de los medios de comunicación y el aparato del Estado sirvió para que su figura medrara. De hecho, muchas veces más que monárquicos, se dice que en España se habla de “juancarlistas”.

Los datos son claros: mientras que Adolfo Suárez, presidente de España durante la transición de la dictadura a la democracia (años 70), aseguró que la monarquía no gozaba de popularidad alguna y que si se hubiera hecho un referéndum sobre el modelo de estado se habría optado por un sistema republicano, en la década de los 90 la aceptación de la monarquía según las encuestas se encontraba en 7 puntos sobre 10.

Sin embargo, hoy día, el rey emérito se ha esforzado en dilapidar esos valiosos recursos sumergiendo a la monarquía en una caída profunda de legitimidad, casi a nivel de colapso: ha perdido la ejemplaridad de los valores que acompaña a su cargo y la admiración de la población. Valores que, en última instancia, sostienen su relato.

A la monarquía solo le queda la filiación, es decir el derecho de nacimiento. Y no parece que el parentesco entre Felipe VI y Juan Carlos I sea ahora un punto a favor de la legitimidad monárquica. Echando un vistazo a la historia, podemos ver qué pasa cuando un rey pierde la ejemplaridad de los valores y la simpatía de la población:

Publirreportaje de Le Monde – “Maleta de billetes en Suiza, fundación opaca en Panamá: Juan Carlos, angustia en España”. Autor: Anne Caelle Amiot. Fecha: 27 de Mayo de 2020. Fuente y propietario: LeMonde
Publirreportaje de Le Monde – “Maleta de billetes en Suiza, fundación opaca en Panamá: Juan Carlos, angustia en España”.
Autor: Anne Caelle Amiot, 27/05/2020. Fuente y propietario: LeMonde

El primer ejemplo está en Víctor Manuel III, el último Rey de Italia. Cuando el dictador Benito Mussolini tomó el poder y creó la Italia fascista, el Rey le apoyó, no de manera enérgica pero sí de manera suficiente. Cuando el fascismo cayó, el Rey fue visto como parte de ese gobierno. Esto le valió para un referéndum que acabó con la monarquía, instaurando una república que perdura a día de hoy.

Otro ejemplo, años después, Constantino II era el Rey de Grecia. En 1967 ocurría un golpe de Estado de la extrema derecha nacionalista que daría lugar a lo que se conoce como “la Dictadura de los Coroneles”. Tras el golpe, Constantino II juró lealtad al nuevo orden. Tras esta época y el regreso de la democracia, argumentó que hizo esto para organizar un contragolpe, que no estaba de acuerdo con lo sucedido y otras excusas que no le sirvieron de mucho. Fue finalmente depuesto por un referéndum.

Estos son solo unos ejemplos, pero lo que podemos extraer de ellos es que sus errores fueron mayormente simbólicos y de perdida de la simpatía social. Y ello conllevó a una pérdida del poder Real.

Los españoles han echado al último Borbón no por Rey, sino por ladrón» -Valle-Inclán de Alfonso XIII, rey de España.

Sin embargo, en cuanto a la historia de la Casa de Borbón, la casa real de España desde 1714 hasta la actualidad, puede verse una tradición dinástica que siempre se ha enfrentado (y perdido) contra sucesivas crisis de legitimidad. Su historia es la historia de la lucha contra el desgaste, la corrupción y la decadencia, en contraste con monarquías como la británica o la holandesa. De igual forma, se citan dos ejemplos:

La reina María Cristina contaba con toda una estructura de especulación financiera a su alrededor, especialmente en el comercio de la sal, en la industria del ferrocarril y en el comercio de esclavos, estructura en la que participaron políticos y personalidades de la realeza. Esta estructura y el descrédito de la población hizo que estallara su reinado, siendo expulsada del país en 1854.

Alfonso XIII fue el último Rey de España antes de la llegada de la Segunda República Española. A Alfonso XIII sufrió un exilio forzoso después de que los partidos políticos republicanos ganaran las elecciones municipales en la mayoría de las grandes ciudades el 14 de abril de 1931. El descrédito de su reinado llegó por haber amasado una gran fortuna de dudosa procedencia y por haber sostenido la dictadura de Miguel Primo de Rivera, de forma similar al ejemplo de Victor Manuel III en Italia.

Es curioso que, como si la Historia se repitiese constantemente, un Borbón siempre acaba en el exilio.

Salvar la legitimidad monárquica: Felipe VI

Felipe VI de España en Aachen Town Hall. Autor: Olaf Kosinsky. Fecha: 30 Mayo de 2019, 11:17:53. Fuente: Wikipedia, bajo licencia CC BY-SA 3.0
Felipe VI de España en Aachen Town Hall. Autor: Olaf Kosinsky, 30/05/2019.
Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0.)

Desde 2014, el ocaso de la legitimidad de la Corona, que solo una década antes hubiera parecido imposible, empieza a tomar fuerza. De aquí nace una operación de Estado para preservar la monarquía y el llamado «régimen del 78». Esta operación empieza en el momento en el que se produce en 2014 la abdicación de Juan Carlos I en Felipe VI.

Se puede intuir incluso que la operación empieza antes. Así como al Rey emérito se la apodaba “el campechano”, por su sencillez en las formas, con Felipe VI se usó la táctica de la preparación (“El Preparao”), como forma de legitimidad, destacándose la supuesta preparación del futuro Rey para su cargo. En los diferentes medios de comunicación y desde las principales organizaciones políticas, se enfatizaba que la educación y la experiencia que acumulaba el futuro rey para desempeñar adecuadamente sus futuruas funciones representativas.

Cuando su padre abdicó, a esta estrategia se sumó la de marcar distancias con el emérito y a reducir la influencia del resto de la Casa Real.

Tras revocar el título de duquesa de Palma a la Infanta Cristina por el Caso Noós, lo siguiente que se hizo fue aprobar que la Casa Real estaba solo conformada por Felipe VI y sus familiares en primer grado sanguíneo. Seguidamente, se impuso un código de conducta de ejemplaridad, prohibiendo recibir regalos e instaurando una auditoria externa de la Casa Real. Se buscaba fabricar así una imagen renovada, basada en la sencillez, la honestidad, la juventud y la amplia experiencia de Felipe VI, en contraste con la figura mancillada de Juan Carlos I.

Y esto era una maniobra necesaria, ante el crecimiento del movimiento independentista catalán yde la aparición de una fuerza republicana como Podemos, que en 2014 se perfilaba como el primer partido de España.

La cuestión a plantear es si estas maniobras han resultado exitosas o no. Lo cierto es que, en un principio, entre los años 2014 y 2015, la monarquía pareció recuperar cierta credibilidad y Felipe VI volvió a recuperar el aprobado perdido en las encuestas del CIS. No obstante, por algún motivo, este organismo decidió dejar de preguntar por la monarquía. Desde entonces, hay que acudir a otros medios para ver cuál es la valoración del monarca.

Y, al parecer, según Sociométrica (del periódico El Español), para 2018 había conseguido recuperar su legitimidad con un 7,3 puntos sobre 10, casi igualando la máxima puntuación de la Corona, obtenida en 1994.

Sin embargo, estas maniobras de regeneración han servido de poco ante los casos de corrupción en tromba de Juan Carlos I, muy especialmente a partir de ese mismo año hasta la actualidad.

Para empezar, en una relación marcada por la filiación sanguínea, es curioso que la operación de Estado para salvar a Felipe VI haya consistido en marcar distancias con su padre. Esto fue tomando forma primero cuando Juan Carlos I dejó de aparecer en actos públicos, después rechazando su herencia ilegal y finalizando con el exilio del monarca.

Una estrategia que no ha resuelto uno de los primeros problemas del monarca, además de todos los problemas arrastrados a raíz de la reprobable conducta de su padre: la falta de un “relato” propio que asegure su legitimidad. Juan Carlos I “salvó” a España de un golpe de Estado (siempre bajo la sombra de ser una operación de falsa bandera), pero del actual Rey de España no hay nada reseñable que destacar. E incidir en su buena preparación no contribuye a construir un relato lo suficientemente fuerte como para contrarrestar todo lo demás.

Otro problema es la pérdida de su papel como moderador y arbitro neutral. Se ha visto a Felipe VI demasiado cómodo con partidos de derechas y en especial con Vox (cosa natural ya que es en su electorado donde recibe mayor aprobación). Esto quizás lo llevó a su discurso del 3 de Octubre de 2017, con un tono bronco que desde luego lo alejó de su aura de mediador. Este discurso le granjeó una enemistad sin parangón en Cataluña, al tiempo que lo alejaba más de la izquierda y era enormemente vitoreado por las derechas, contribuyendo a romper el consenso alrededor de la Corona como figura diplomática y conciliadora.

Y es que un Rey parcial no es un Rey. Y si la legitimidad viene solo por parte de los conservadores, su legitimidad se tambalea.

El tercer problema es que la monarquía en sí misma una institución que siempre está en duda. Su legitimidad por el referéndum constitucional de 1978 se ha ido resquebrajando con el tiempo, pues supuso votar en un mismo pack democracia y monarquía, sin dar oportunidad a la sociedad de poder elegir su modelo de estado y con una dictadura de 40 años recién finalizada, lo que siempre ha valido la crítica de ciertos sectores. Crítica que ha ido en aumento con las nuevas generaciones, que se sienten cada vez menos representadas por un modelo que no han elegido. De hecho, en 2018, según IPSOS España, el 63% de españoles y españolas entre 25 y 34 años quiere votar por el modelo de estado, un porcentaje que siempre ha ido en aumento.

Así, sin que Felipe VI haya sido muy culpable de nada (una cuestión que también se está poniendo en duda y que está por ver), no se puede decir que esta operación haya sido exitosa.

La preocupación en Zarzuela es evidente. El mismo año 2018 y con motivo del 50 aniversario de la Casa Real, se intentó acercar la figura de Felipe VI a la sociedad, tratando de reforzar su imagen de «campechano» que le había funcionado a su padre mediante la creación del reportaje «Felipe VI, un rey, un padre«. Este reportaje hacía un seguimiento de la vida cotidiana de la Familia Real. Sin embargo, la cantidad de «No me gusta» del vídeo habla por sí solo: 23.000 frente a 14.000 Me gustas. Por no hablar de la cantidad de comentarios negativos, memes y burlas que se hicieron, algo impensable hace solo diez años.

Ante la creciente bajada de popularidad en caída picado los dos últimos años, donde de nuevo se encuentra por debajo del aprobado (4,3 según LaSexta y 4,8 según El Español), la estrategia actual pasa por épocas de esconder al Rey para no sobreexponerlo a otras de pasearlo por las comunidades autónomas en una sensación de parecer cercano. Y en algunos sitios ha sido recibido con abucheos, cosa que con su padre era difícil de imaginar.

Además, la crisis sanitaria de CoVid19, que podría haber servido para alargar su figura, no le ha venido nada bien. Su desaparición de los focos durante la pandemia y su único discurso han dado una imagen de rey ausente que no se puede permitir. Para mucha gente también ha supuesto poner en valor a profesionales de a pie, como el personal sanitario, de investigación y del mundo científico, acrecentando la sensación de que la figura del monarca carece de valor real, especialmente en tiempos de crisis.

Un futuro aciago

Al Asalto de Demócrito. Autor: Eduardo Sojo. Fecha 24 de julio de 1881. Fuente: Wikipedia, bajo licencia CC BY 1.0
Al Asalto de Demócrito. Autor: Eduardo Sojo, 24/07/1881. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY 1.0.)

Elucubrar sobre el futuro siempre es un ejercicio de funambulismo. Aunque todas las hipótesis y corrientes apunten hacia un lado, adivinar que va a pasar no es una tarea fácil. De hecho, cuando en 2014 Podemos aparecía como primera fuerza política y Juan Carlos I abdicó, parecía ser el fin de la monarquía. Por poner un ejemplo.

Pero siempre se pueden usar los hechos del pasado y los datos del presente para conjeturar. En base a todo lo expuesto anteriormente, la monarquía de Felipe VI tiene todos los números para ser el último reinado español. Y la verdad es que hay muchos argumentos para poner en duda el papel de la monarquía en el siglo XXI.

El actual monarca se enfrenta a una crisis de descrédito provocada por su padre que aún no tiene visos de acabar. Y Juan Carlos I ha sido el principal valedor de la monarquía y el régimen del 78 durante más de 30 largos años.

Por otro lado, la utilidad de la monarquía se pone en duda por una parte cada vez mayor de la población, incluso entre el electorado de derechas. A diferencia de su padre, carece de un electorado propio que tenga grandes simpatías con él. Y la población se encuentra fuertemente separada por el sesgo ideológico, significando al rey con las derechas.

Como elementos a su favor, se encuentran aún que los partidos mayoritarios, el bloque de PSOE, PP y Vox, están decididos a protegerle, siendo únicamente Unidas Podemos el partido mayoritario que lo pone en duda, con el apoyo de las formaciones regionales. La protección de los poderes sigue siendo grande, aunque puede que no lo suficiente y cada vez más en entredicho. Además, los medios de comunicación siguen protegiendo a la Casa Real, eludiendo hablar de los casos de corrupción y edulcorando su imagen, como se ha visto con la marcha de Juan Carlos I del país.

Otra cuestión a tener en cuenta es que, para la mayoría de la sociedad, la monarquía no supone una de las mayores preocupaciones de España. De hecho, la corrupción en sí misma no suele ser muy determinante para decidir el voto. Esto implica que la Corona podría sobrevivir todavía muchos años tolerando una legitimidad y un apoyo popular bajos.

No obstante, visto en perspectiva, fue el descrédito y la corrupción lo que acabó con la mayoría de monarquías y su legitimidad. Y si no hay un gran evento que cambie esto, en forma de una gran operación de Estado que pueda poner en valor a Felipe VI, es muy probable que su estrella se apague lenta, pero constantemente.

Manifestación pidiendo un referéndum por la III República en la Puerta del Sol. Autor: Barcex. Fecha: 2 de Junio de 2014, 21:02:31 Fuente: Wikipedia, bajo licencia CC BY-SA 3.0
Manifestación pidiendo un referéndum por la III República en la Puerta del Sol. Autor: Barcex, 02/07/2014.
Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0.)

Enlaces, fuentes y bibliografía.

– Foto destacada: Visita de S.M. El Rey D. Felipe VI, acompañado de S.M. D. Juan Carlos al buque «Juan Sebastián de Elcano». Autor: Ministerio de Defensa, 2/02/2018. Fuente: Flickr (CC BY NC ND 2.0.)
– FERRERO, Guglielmo. El poder. Los geniosinvisibles de la ciudad. Madrid, Tecnos, 1991.
– ROUSSEAU, Jean Jacques. El contrato social. Barcelona, Altaya, 1993.
– WEBER, Max. Economía y sociedad. México, F. C. E., 1977.
– DE LA BOÉTIE, Étienne. Discurso sobre laservidumbre voluntaria o el Contra uno. Madrid, Tecnos, 2007.

Tomás Alfonso

Articulista. Activista por el derecho a la vivienda y los servicios públicos. Convencido de que la lucha contra la ultraderecha es condición de posibilidad para una democracia plena.

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