Opinión

#LosOfendidos: La victimización como estrategia política de la derecha radical

“Hacerse la víctima” es una expresión que cobra su sentido más amplio en la derecha española. Son víctimas del feminismo, del antirracismo, de los lobbies climáticos, de los progresistas, de los “piel fina” o de la generación de “los huesos de cristal”… En cierto modo, esto es un claro ejemplo del arte de “darle la vuelta a la tortilla” pues, la derecha y especialmente la ultraderecha viste de lobos a los corderos. Y con esto me refiero a que acusa de censores y de represores justamente a los grupos sociales que sufren una discriminación estructural. Es decir, es una victimización en toda regla.

Actualmente, el presentador Iker Jiménez en su programa Horizonte ha vuelto a relanzar el debate sobre la hipotética “piel fina” que tenemos parte de la sociedad en cuanto a quejarnos por cuestiones como el racismo explicito en productos como los Conguitos o las propias películas clásicas de Disney.

Victimización. Paquete de Conguitos: Autor: John Gosier (10 de octubre de 2006). Fuente: https://www.flickr.com/photos/23611129@N00/271148397/in/photolist-pXGYn-MYW1s-6hU5BG-7b3Z1m-fEwoCc-az8pNp-eVXGWd. Licencia: CC-BY-2.0
Paquete de Conguitos: Autor: John Gosier, 10/10/2006. Fuente: Flickr. (CC-BY-2.0)

Al tiempo, el hastag #LosOfendidos se hizo Trending Topic en Twitter, reuniendo un gran número de tuits que reforzaban precisamente este discurso.

Evidentemente, podemos entrar en el debate de si dentro de la lucha antirracista combatir en estos campos es algo primordial o realmente existen otras prioridades.

Entiendo que en un colectivo que está directamente en el foco de agresiones directas por parte de la ultraderecha, incluso de los cuerpos y fuerzas de seguridad públicos de muchos países, quizá la prioridad no sea luchar contra la imagen estereotipada del anuncio de los Conguitos, porque, si vives en un país donde el riesgo de que sufras una agresión o incluso la muerte por parte de la policía varía drásticamente por tu color de piel, pues claro, al final la prioridad es la vida.

Pero divagaciones aparte, ¿acaso la lucha contra los estereotipos no es importante? Nadie nace siendo racista, ni machista, ni ultraderechista. Son aspectos ligados únicamente al contexto social y, por tanto, a la socialización de las personas. Es decir, son creencias que se aprenden, ya sea forma consciente o inconsciente.

No estamos hablando de debates ni de medias verdades, sino de un consenso mundial dentro de la ciencia social. Los procesos de socialización de las personas influyen de manera transcendental en la manera en que observarán y actuarán en el mundo a lo largo de su vida.

La etapa más importante de la socialización es la niñez y, por tanto, qué menos que poner los puntos sobre las íes: si la factoría de Disney en un pasado impregnó la vida de muchos niños y niñas de determinados valores racistas, clasistas o machistas, ¿qué problema puede existir en reconocerlo?¿Quién puede ser una víctima de un proceso de reconocimiento de estereotipos nocivos?

Pues bien, la derecha se autoproclama víctima de esta campaña de “censura” por parte de los “piel fina”, esos progresistas que molestan criticando los anuncios de los Conguitos y las clásicas películas de Disney.

Tal vez si se cuestionaran los estereotipos que les influenciaron en su infancia les iría mejor y comprenderían de una manera más clara por qué son personas con actitudes, ideas, pensamientos e incluso comportamientos racistas, clasistas o misóginos y no unas pobres víctimas de una censura inexistente.

El caso de los Conguitos

La polémica con la marca de chocolatinas de Lacasa se remonta al año 2003, donde María Frías, profesora de la Universidad de la Coruña, esbozó por primera vez lo inadecuado que era el diseño de marketing del producto los Conguitos, pues tenía unas claras interpretaciones racistas, fomentadas sobre todo en estereotipos negativos del pueblo africano.

No hace falta explicar mucho, pues el anuncio brilla por ser explícitamente racista y grotescamente estereotipado. Es más, hasta el propio diseñador del logotipo de la empresa, reconoció en su momento en una entrevista para el periódico de Aragón, que el diseño estereotipado de Los Conguitos se debía a una falta de información sobre la población africana en aquella época y que hoy en día no los habría diseñado de esta manera.

No obstante, el argumentario a favor de Los Conguitos como símbolo intocable de una generación y víctima de una censura no se sostiene.

La supuesta censura sobre la marca es falsa. Hoy en día la marca aragonesa sigue vendiendo el producto y, pese a los consejos de remodelar y cambiar su imagen para desmarcarse de estereotipos racistas (si bien es cierto que el logo ha cambiado ligeramente) sigue manteniendo muchos de los rasgos que se pueden considerar ofensivos.

No obstante, ¿quién tiene más la “piel fina”, quienes hacen una crítica constructiva hacia una marca que claramente se ha quedado anticuada, o quienes ponen el grito en el cielo por una opinión de una empresa que ni les va ni les viene?

La polémica con la “censura de Disney”

Victimización.. Cartel de la película de Disney Peter Pan. Autor: Jacques Cuarto (3 de septiembre de 1986). Fuente: http://www.j-sourth.com/index.php/galerie. Licencia: CC-BY-SA-4.0
Cartel de la película de Disney Peter Pan. Autor: Jacques Cuarto 03/09/1986. Fuente: J-sourth.com  CC-BY-SA 4.0)

Otra polémica relacionada con los estereotipos racistas es el debate que se ha abierto sobre las películas Disney. La empresa ha iniciado una campaña en cuanto a luchar contra estos imaginarios racistas que muchas de sus películas clásicas presentaban en su contenido, por otro lado, tal y como sucede con Conguitos, una cuestión tristemente habitual dada la época en que salieron dichas películas.

De nuevo, los partidarios de lo “políticamente incorrecto”, los autodenominados “revolucionarios”, han salido en tromba a defender los clásicos Disney, catalogando la campaña iniciada por la propia empresa como un movimiento de censura.

Posición que, aunque respetable, sigue siendo mentira, pues Disney no ha censurado ningún contenido en su plataforma digital Disney Plus, tan solo ha añadido avisos en las descripciones de las películas que tienen contenido o estereotipos racistas (películas clásicas como Peter Pan o Pocahontas son un ejemplo).

Además, se ha sumado a la polémica que envuelve a la compañía el despido de la actriz Gina Carano, la cual formaba parte del reparto de la conocida serie de Star Wars:The Mandalorian.

Carano ha sido despida por publicar en repetidas ocasiones mensajes antisemitas, burlándose del lenguaje inclusivo o llegando a comparar la persecución judía en la Alemania Nazi con una supuesta persecución de los republicanos en Estados Unidos.

En mi opinión, no hay debate: Lucasfilm despide a Gina Carano por sus mensajes en redes sociales y está en todo su derecho, pues es su empleada y si tu jefe no está contento contigo tiene el derecho de echarte a la calle a no ser que vulnere tus derechos. Parafraseando a esa nueva hornada de revolucionarios libertarianos, “es el mercado, amigo”.

Ahora bien, ¿qué tipo de censura hay en esto? Ninguna: la actriz podrá seguir publicando los mensajes que quiera, está en todo su derecho, pero ojo: que nos la presenten como una víctima del progresismo o de “los piel fina” me parece un poco disparatado (por ser bastante suave). Gina Carano es una racista y se le ha despedido por serlo públicamente y me parece bien.

¿Qué se esconde detrás de estos debates?

Sin duda la viralización de este tipo de debates tiene más trasfondo de lo que parece, pues nos encontramos con un ejercicio discursivo el cual nos presenta como víctimas a los opresores y como opresores a las víctimas ¿Qué tipo de duda cabe en que destapar los estereotipos de género, raciales o clasistas que anteriormente eran normalizados es un ejercicio liberador y generador de tolerancia?

Las personas que les molesta que se haya despedido a una actriz por comentarios racistas o que les incomoda y ponen el grito en el cielo por que Netflix u otras plataformas de series y películas estén primando la diversidad racial y de género en la composición de sus repartos actorales deberían plantearse realmente por qué están molestos.

Es decir, ¿qué mecanismos están actuando para justificar que algo que es positivo en todos los sentidos, sea algo con lo que la gente le cueste lidiar y le cause un profundo rechazo?

De este modo, para entender bien qué procesos guían la intencionalidad de estos debates, entiendo que debemos profundizar en las luchas discursivas y culturales.

Quien domina la cultura y la formación de imaginarios que conforman estereotipos tendrá una gran influencia en los esquemas y categorías mentales de las personas, por tanto, de definir la realidad social. Lo que Karl Marx llamó superestructura.

Estos debates aparentemente superfluos siempre coinciden dentro del conflicto de tres estructuras de poder (patriarcado, dominación racial y clase).

En primer lugar, el patriarcado. Hemos asistido a muchísimos debates sobre los micromachismos o el lenguaje inclusivo. No cabe duda de que, como ya he dicho antes, se puede discutir la importancia o la relevancia de estos aspectos dentro del movimiento feminista. Es más que respetable el debate sobre la prioridad de los diferentes aspectos de una misma lucha e incluso preferir centrarse en unos y descuidar los otros si se quiere.

No obstante, el contradiscurso que se lanza por parte del patriarcado es justamente mostrarse como una víctima. Es decir, por culpa de exigir un lenguaje inclusivo o poner en la diana los micromachismos (como los piropos callejeros), el hombre acaba siendo una víctima de esto. Al señalar conductas que son potencialmente dañinas (incluso aunque lo sean de un modo poco evidente), el enemigo es quien las señala y no quien las ejerce, que se ve privado de su libertad.

Nada más lejos de la realidad. Las víctimas del sistema patriarcal son en gran medida las mujeres, las cuales sufren violencia de género y muchos otros tipos de discriminación.

Si las personas no pueden aceptar que se ponga en debate códigos que antes eran normalizados pero que ahora se destapan como machistas, no es problema del feminismo. Esto no victimiza a nadie. Ningún hombre es una víctima por no poder lanzar piropos. O, más concretamente: ningún hombre es una víctima si, cuando lanza piropos, la gente tiene una respuesta negativa o es tachado de machista.

Victimización.. Manifestación en Madrid por el día de la mujer trabajadora. Autor: Nemo (8 de marzo de 2020). Fuente: Own Work. Licencia:CC-BY-SA-4.0
Manifestación en Madrid por el día de la mujer trabajadora. Autor: Nemo, 08/03/2020. Fuente: Wikimedia Commons (CC-BY-SA 4.0)

Parece un tema baladí pero no lo es, porque muchos de los discursos que están detrás de esto buscan desacreditar el feminismo, un movimiento que nace en contra de una injusticia social de carácter estructural y que genera víctimas reales cada día.

En segundo lugar, la dimensión de clase social. Sí, también nos encontramos estas lógicas de lucha cultural y discursiva en la dimensión de clase.

Hasta hace pocas semanas, nos encontrábamos con una avalancha de publicidad neoliberal donde los youtubers españoles se han presentado como víctimas cuando se les ha señalado el hecho de que se marchen a Andorra para pagar menos impuestos.

Han usado la victimización para poner sin duda encima de la mesa postulados liberales que intentan estigmatizar las ideologías de izquierda, en general, abogando por un posturas individualistas que priman el “mi esfuerzo y mi triunfo son míos” y el “yo vivo donde quiero y hago lo que quiero”.

No es lógico, que se presente a gente que aboga por eludir impuestos (por los motivos que sean) como supuestas víctimas de un sistema que les roba. Gente que, además, no está pasando por ningún tipo de necesidad material porque es rica. Es decir, se marchan para ser un poco más ricos.

Iker Jiménez llegó a decir en un debate con youtubers que había racismo y xenofobia contra ellos, presentando todo el debate sobre la cuestión de la tributación en un ataque personal contra los youtubers. Acusaciones que se suman a otras tantas, como que quien critica la cuestión es que es hipócrita, que tiene envidia, etc.

En tercer lugar, la dimensión racial y étnica. Esta dimensión la hemos observado en los casos presentados en el texto, tanto con la hipotética censura de Disney como con la polémica de los Conguitos.

Victimización. Manifestación Black Lives Matter en Estocolmo. Autor: Frankie Fouganthin (3 de junio de 2020). Fuente: Trabajo propio KulturSthlm. Licencia: CC-BY-SA-4.0
Manifestación Black Lives Matter en Estocolmo. Autor:  Frankie Fouganthin, 03/06/2020. Fuente: KulturSthlm (CC-BY-SA 4.0)

Existe una intención discursiva de sacar a la luz estos debates. Son una reacción directa de la hegemonía blanca a las reacciones antirracistas que se están promoviendo por todo el globo, como el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos.

Si acaso hay alguna víctima en esto son las poblaciones que han sufrido racismo desde hace siglos y que siguen sufriendo maltratos, asesinatos y todo tipo de discriminación.

Las víctimas de esto no son los indignados por que Disney reconozca que sus películas clásicas tienen contenido racista, ni la empresa Conguitos y los fans de su producto. No. Esto es una continua “vuelta a la tortilla” muy perversa y pilar central de la nueva derecha radical para construir un discurso populista y reaccionario.

Y es que estos discursos son claramente reacciones del poder establecido, el cual domina también el ámbito cultural y usa sus bazas para poner encima de la mesa su estrategia en esta guerra de discursos, una guerra abierta frente al discurso feminista, de clase y el discurso antirracista.

De esta manera, el discurso conservador se reviste como revolucionario, una revolución en contra del feminismo, del antirracismo o de la lucha obrera, pero es todo lo contrario. El economista ultraliberal Jano García ha llegado a decir públicamente que la revolución será liberal o no será”, como si estuviéramos a mediados del siglo XIX.

Es, al fin y al cabo, una fuerza reaccionaria que busca que los imaginarios colectivos se queden donde están y sigan favoreciendo al de siempre: al hombre blanco rico heterosexual, esa gran víctima del sistema que sufre desagradablemente porque no puede piropear por la calle ni ver un buen anuncio racista de Los Conguitos.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto de portada: Fotograma del vídeo de Iker Jiménez de presentación de un debate donde se ve la silueta del logotipo de Conguitos. Autor: Captura de pantalla realizada el 12/02/2021 a las 16:15h. Fuente. Cuenta de Twitter @navedelmisterio

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