Europa

Crónica de las elecciones en Madrid: el triunfo del populismo

Desde que Isabel Díaz Ayuso convocara elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid el pasado 10 de marzo para evitar una inminente moción de censura que pusiese fin a su gobierno, el punto de mira de buena parte de la sociedad española estaba puesto en la capital.

Y no es para menos. Las elecciones autonómicas han sucedido en un contexto muy particular: en medio de un ambiente político polarizado, en pleno auge del discurso populista de la ultraderecha y con el peso de la crisis sanitaria detrás, entre otras variables.

Si las elecciones catalanas se vivieron en parte como un plebiscito del movimiento independentista y del apoyo popular a las fuerzas conservadoras catalanas, las elecciones madrileñas se han vivido como un ensayo de las próximas elecciones generales, justo en el ecuador de la actual legislatura, como un medidor del apoyo popular a las fuerzas que conforman el Gobierno de España.

Aunque evidentemente esta lectura presenta sesgos muy grandes, las candidaturas, agrupadas mentalmente y en la práctica en dos bloques ideológicos bien diferenciados, consideraban un punto de inflexión, una suerte de meta psicológica, el mantener Madrid en un caso o arrebatarlo en el otro. Y es que no se enfrentaban solo dos bloques ideológicos, sino dos formas muy diferentes de hacer y entender la política.

Finalmente, el resultado ha sido el augurado y esperado por prácticamente todos los sondeos y todas las encuestas: Ayuso, candidata por el Partido Popular (PP), ha arrasado con 65 escaños, lo que le permitirá gobernar si consigue el apoyo de la extrema derecha, pues Vox, liderado por Rocío Monasterio, ha superado las expectativas y obtenido 13 asientos en la Asamblea de Madrid.

Tampoco ha sido una sorpresa la desaparición de Ciudadanos de la esfera política, pero sí ha sido lo ha sido el sorpasso de Más Madrid al Partido Socialista (PSOE). Aunque ambos han obtenido 24 escaños, la formación liderada por Mónica García ha obtenido más votos que Ángel Gabilondo. Por último, Unidas Podemos también ha subido, obteniendo 10 escaños.

No obstante, lo que ha ocupado portadas hoy ha sido el anuncio de Pablo Iglesias: el exvicepresidente y líder de Podemos ha anunciado que abandona todos sus cargos y que deja la política, dando paso a Yolanda Díaz, actual ministra de Trabajo y uno de los rostros más populares de la formación morada.

Sin duda, 2021 está siendo un terremoto político que conviene la pena analizar con cuidado. ¿Qué ha pasado en Madrid?¿Qué significado tiene para la política española?

Antecedentes históricos: el contexto social y político madrileño

Granados y Aznar con Esperanza, Mitin en Valdemoro. Autor: Esperanza Aguirre Gil de Biedma, 1/03/2008. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)
Granados y Aznar con Esperanza, Mitin en Valdemoro. Autor: Esperanza Aguirre Gil de Biedma, 1/03/2008. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)

La Comunidad de Madrid es una región de España que lleva siendo gobernada por el PP desde las elecciones de 1995, cuando Alberto Ruiz-Gallardón consiguió mayoría absoluta con 54 escaños y el 50,98% de los sufragios, poniendo fin al gobierno de Joaquín Leguina y apartando para siempre al PSOE del ejecutivo madrileño.

Los años 90 fueron una época donde el PP estaba consolidándose como principal fuerza política en España. En 1996, de hecho, el PP liderado por José María Aznar ganó las elecciones generales, derrotando al PSOE de Felipe González.

Miguel Ángel Rodríguez y José María Aznar

En aquel momento, la estrategia de los populares era clara. Conocido como Alianza Popular solo unos años antes, fundado por Manuel Fraga, un antiguo ministro franquista, y con un componente importante de elementos ultraderechistas (el propio Aznar había militado en el Frente de Estudiantes Sindicalistas, una asociación falangista), se optó por adoptar un discurso basado en la moderación, la centralidad y la transparencia, tratando de aglutinar a todos los sectores posibles de la sociedad y de alejarse de la sombra de la dictadura de Francisco Franco (y de acercarse a la derecha demócrata internacional).

El principal autor de esta estrategia fue Miguel Ángel Rodríguez, experto en comunicación que ha pasado por varios medios y que fue de la mano de Aznar cuando accedió al gobierno de Castilla y León en 1987.

Miguel Ángel Rodríguez fue muy crítico con Aznar, pero terminó siendo su asesor. En aquel momento pocos daban valor a la candidatura de Aznar. Lo tildaban como un hombre seco, rígido pero hábil en los debates.

Sin embargo, el asesor transformó al personaje. Entró con un equipo de comunicación joven y muy critico con el presidente, rompiendo las viejas normas de la política y empezando a usar la política espectáculo que más adelante tendría tanto éxito y que ya había inaugurado en cierta medida Jesús Gil en Marbella (aunque sin llegar al extremo de este último) y otros políticos locales. Y les funcionó.

Para Aznar, la comunicación política se convirtió también en un aspecto importante. De hecho, en 1989, se creó la Fundación FAES, un think tank de derechas ligado al PP, que actualmente sigue presidido por Aznar y por donde han pasado varios cargos importantes del partido. Cayetana Álvarez de Toledo, considerada del ala más dura del PP, ocupa de hecho el Área Internacional de la fundación en la actualidad.

FAES forma parte, además, de ATLAS Network, una red de organizaciones dedicadas a impulsar e implantar el libre mercado y la agenda conservadora en todo el mundo, con sede en Estados Unidos. A ATLAS Network se le atribuye haber apoyado a dirigentes derechistas en América Latina llegando incluso a apoyar el golpe de estado contra Evo Morales en Bolivia mediante el establecimiento de redes de desinformación en Facebook.

Todo esto es importante para entender cómo se establecieron las bases del PP madrileño. Hoy se sabe que la Comunidad de Madrid fue la sede de la creación de redes clientelares y de corrupción que sostuvieron sucesivos gobiernos populares, como fue el caso también de Eduardo Zaplana (1993 – 2004), Francisco Camps (2004 – 2011) o la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá. Redes clientelares que se valieron también de poderosas alianzas internacionales, bajo el auspicio de Rafael Bardají, otro asesor de Aznar que allanó el acercamiento entre el entonces presidente y la administración de George W. Bush en Estados Unidos y cuyas redes de apoyo ha heredado ahora Vox.

La dinastía de Esperanza Aguirre

A Ruiz-Gallardón le sucedería Esperanza Aguirre, quien de hecho accedió a la presidencia de la Comunidad de Madrid debido a la ausencia de los diputados del PSOE Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez durante la sesión de investidura en el conocido caso como “tamayazo”. Documentos publicados por infoLibre reflejaron que el transfuguismo de estos diputados se debió a una trama orquestada por el PP y empresarios que habrían dado enormes prebendas a estas personas, si bien a día de hoy hay muchas cuestiones en el aire y sin aclarar.

Esperanza Aguirre enfrentándose a la estrategia de la moderación de Pablo Casado

Esperanza Aguirre pasó a la historia por sus privatizaciones de servicios públicos, especialmente de la sanidad de Madrid; por la manipulación mediática aprovechando la cadena pública Telemadrid, motivo por el cual se creó la plataforma Salvemos Telemadrid; y por su presunta implicación en las tramas de corrupción Gürtel y Púnica, mediante las cuales financió irregularmente su campaña electoral en 2003.

Pero también pasó a la historia por la familia política que llegó a apadrinar en plena capital del país y por un discurso y unas formas de hacer política que le ayudaron a revalidar sucesivas mayorías. Tras su enfrentamiento con Gallardón, apadrinó, entre otros, al propio Santiago Abascal, que en 2006 fundó DENAES, una organización de carácter derechista que, pese a su nula actividad, recibió cuantiosas subvenciones públicas del gobierno madrileño y puso en nómina a Abascal hasta 2014 llegando a cobrar más que el presidente del Gobierno.

Ignacio González, quien asumió la presidencia de la Comunidad de Madrid entre 2012 y 2015, siguió esta línea continuista. Sin embargo, la crisis financiera de 2008 y las sucesivas tramas de corrupción del PP llevaron que dominara el ala más moderada del partido, representada por Mariano Rajoy. González fue implicado en el caso Lezo e ingresó en prisión en 2017.

La caída del ala moderada del PP

Representante de esta ala moderada fue Cristina Cifuentes, quien gobernó la región entre 2015 y 2018, hasta que finalmente se vio obligada a dimitir por el caso del supuesto plagio de la tesis de su máster y por un vídeo filtrado por OkDiario de 2011 donde se veía a Cifuentes entregando unas cremas que presuntamente habría robado de un supermercado. Las especulaciones acerca de cómo es posible que en el momento más delicado de su carrera política un medio de extrema derecha filtrase un vídeo como ese han sido varias, incluyendo la posibilidad de que se tratara de una maniobra fruto de las luchas internas en el seno del PP.

Este triunfo del ala más moderada del partido llevó, entre otras razones, a Santiago Abascal a crear Vox en 2013 y a asumir poco a poco la agenda de la nueva derecha radical en una particular versión española.

En 2018, cae también Mariano Rajoy tras la moción de censura presentada por el PSOE de Pedro Sánchez y apoyada por Unidas Podemos tras nuevas polémicas por corrupción. De las primarias, salió ganador Pablo Casado, derrotando a Soraya Sáez de Santamaría, quien abogaba por una línea continuista, por lo que el ala más dura del PP regresaba al frente.

Y, ese mismo año, Vox ascendería vertiginosamente accediendo al Parlamento de Andalucía con 12 escaños en un claro éxito del discurso ultraderechista y de los nuevos medios que apostaban por esta relativamente nueva agenda, impulsado por el descontento social provocados por la izquierda tradicional, la nueva izquierda y el crecimiento del independentismo catalán, que alcanzó cuotas nunca vistas como se reflejó el referéndum del 1 de octubre de 2017.

De esta forma, en la Comunidad de Madrid existe un contexto muy determinado: primero, el PP ha asentado durante muchos años un pensamiento, unas formas de hacer política y unas redes clientelares difíciles de desmontar en poco tiempo; segundo, Madrid es el epicentro del conflicto entre el nacionalismo español y los nacionalismos periféricos, siendo el lugar donde el discurso nacionalpopulista puede tener mayor acogida por una cuestión lógica; y, tercero, se han dado los factores propicios para que calaran el resto de elementos del discurso de la nueva derecha radical de los que se valdría Ayuso para conseguir popularidad.

La estrategia de Isabel Díaz Ayuso: comunismo o libertad

Recreación de la imagen recreada por el equipo de Ayuso para la campaña de Madrid
Recreación de la imagen recreada por el equipo de Ayuso para la campaña de Madrid

Isabel Díaz Ayuso ingresa en la política madrileña apadrinada por Pablo Casado quien, entre 2018 y 2019, centró su estrategia en radicalizar el discurso del PP mediante la confrontación a la izquierda y al independentismo, acercándose a Vox para evitar que siguiera acaparando votos. Testimonio de esto se puede ver en la famoso fotografía del «trío de Colón».

Sin embargo, con el paso del tiempo, Pablo Casado ha ido buscando una ruptura con el populismo de derechas ante los desastrosos resultados de las elecciones de 2019, tanto las de 28 de abril donde consiguió 66 diputados, como las del 10 de noviembre, donde sacó 89 escaños, protagonizando un giro al centro más moderado, regresando así a parte de la estrategia comunicativa adoptada durante la época de Aznar y tratando de distanciarse de Vox.

También es probable que este giro haya sido motivado por la influencia del Grupo del Partido Popular Europeo, donde se encuentre representado el PP y cuya línea es distanciarse de la extrema derecha todo lo posible.

No obstante, el regreso de Casado marcó también el regreso de Miguel Ángel Rodríguez después de casi 20 años de inactividad más allá de polémicas en redes sociales, que se unió como el jefe de campaña electoral de Ayuso. Desde entonces, el tono de la que fuera administradora de las redes sociales del perro de Esperanza Aguirre, ha ido elevándose al igual que su popularidad, en una arriesgada estrategia de todo o nada que por el momento está funcionando para los populares madrileños.

La llegada de la pandemia por coronavirus en 2020 supuso, no obstante, un serio vuelco en el panorama político español.

La gestión de la pandemia por parte de Ayuso ha sido valorada, en líneas generales, como negativa.

Al desastre de la gestión de las residencias de la tercera edad, se une la privatización de servicios públicos, la adjudicación de contratos a dedo con sobrecostes y la mala planficiación de los hospitales Ifema y Zendal. A esto se le suma también la polémica por los menús infantiles de Telepizza, la bajada de impuestos a las rentas altas o las malas decisiones durante el temporal de Filomena. Por no hablar de sus declaraciones, que han levantado más de una ampolla, así como su permisividad al discurso de odio de la extrema derecha, entre otras muchas polémicas.

Es por ello que, durante los últimos meses de la pandemia, la estrategia de Ayuso pasó a ser la de confrontar al Gobierno de España, formado por PSOE y Unidas Podemos, especialmente en lo que se refiere a su oposición a las medidas de restricción de movilidad para frenar los contagios del coronavirus.

Mientras Madrid lideraba tasas récord de contagios, Ayuso desafiaba las restricciones, buscando una mayor laxitud, al tiempo que el Gobierno abogaba por ampliar dichas restricciones, especialmente teniendo en cuenta la situación de la región.

Así, mientras el discurso del Gobierno se centraba en la responsabilidad, la seguridad, la prevención y en los consejos de expertos, el discurso de Ayuso se centró en la libertad de los madrileños, en la necesidad de priorizar la economía (especialmente la hostelería y el turismo) y en combatir lo que, en su opinión, era una imposición. Y, por supuesto, en representar los anhelos de regresar a la vida normal de la sociedad madrileña. Mención especial requiere el conflicto que hubo con el toque de queda durante las fiestas de Navidad, donde cada vez que el Gobierno proponía una medida, Ayuso la rebatía.

Es decir, bajo el lema “comunismo o libertad”, asumió buena parte de las tesis defendidas por Vox durante abril y mayo de 2020 cuando la formación de extrema derecha alentó a la sociedad a manifestarse “por la libertad” en el momento en que empezó a votar negativamente contra el confinamiento domiciliario y el Estado de Alarma. Exactamente las mismas tesis defendidas por el expresidente de Estados Unidos Donald Trump o el actual mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro.

Ayuso se apoyó de esta forma en puntos del discurso de la extrema derecha, señalando como “comunismo” y como autoritarismo a toda la izquierda en bloque sin ningún tipo de base argumental más allá del imaginario sostenido por diferentes medios de comunicación a base de bulos y “fake news” y que se ha convertido en una tónica general en la ultraderecha mundial, hasta el punto en el que el propio Trump llamó a Joe Biden “socialista”, y señalando como “libertad” un programa electoral basado en pocas restricciones, bajadas de impuestos a ricos y recortes de gasto público. Estrategia clásica de la derecha tradicional y que se ha visto, por ejemplo, cuando José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) prohibió en 2004 fumar en los bares con la entonces polémica Ley Antitabaco.

Así, Ayuso se ha caracterizado por enarbolar la bandera del populismo conservador y por una gestión de la pandemia en la que se ha peleado por todo y con todos, tanto con la oposición como con sus socios de gobierno.

Todo ello lo ha hecho revestida de un victimismo constante, postulándose como la odiada por el progresismo y llegando a decir en la Asamblea de Madrid que ‘’nadie ha reconocido tampoco el trabajo que ha realizado como política humilde y honrada durante toda su vida’’; y de un “nacionalismo madrileño exacerbado, que ha mutado del ‘’El Govern d’Espanya ens roba’’ de los nacionalistas catalanes al ‘El Gobierno de España nos quiere arruinar’ de Ayuso.

Un victimismo que tuvo su reflejo a nivel pictórico, con las famosas fotografías de Ayuso posando de negro como una virgen mártir y que fue una fuente continua de memes y de bromas en las redes sociales y en varios programas de televisión.

Este discurso de «todos contra mí y yo contra todos» es utilizado con frecuencia por los líderes de la nueva derecha radical o alt-right, que buscan erigirse como los defensores de los «incomprendidos», de los que se preocupan por la inmigración o de los que desconfían de la clase política en general, consiguiendo aglutinar voto de diversa ideología a la vez que movilizan a su electorado.

Es por eso y por otras similitudes con este discurso que a Ayuso se le ha señalado en los medios como “la Trump española”, si bien es cierto que esta adopción del discurso populista no ha sido copiado en su totalidad, sino parcialmente.

En medio de este polvorín y con todos estos factores y antecedentes, se inicia la campaña electoral de las elecciones madrileñas.

La campaña electoral de las elecciones en la Comunidad de Madrid

Un manifestante de Bastión Frontal discute violentamente con los acompañantes de Pablo Iglesias en Madrid. Autor: Dani Gago, 30/03/2021 (imágenes cedidas para su uso por el autor @DaniGagoPhoto).
Un manifestante de Bastión Frontal discute violentamente con los acompañantes de Pablo Iglesias en Madrid. Autor: Dani Gago, 30/03/2021 (imágenes cedidas para su uso por el autor @DaniGagoPhoto).

El inicio de la campaña electoral estuvo marcada por la dimisión de Pablo Iglesias como vicepresidente segundo del Gobierno y el anuncio de su candidatura por parte de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid, además de su intención de presentarse en coalición con Más Madrid.

El objetivo real de Pablo Iglesias con este movimiento no se puede saber con certeza, pero varios analistas coinciden en que la formación morada se arriesgaba a quedarse sin representación en la Asamblea de Madrid, como ya pasó en Galicia en las elecciones autonómicas de 2020, cuando la coalición PODEMOS-EU-ANOVA apenas consiguió el 4% de los sufragios.

Los primeros sondeos tras lo que la prensa denominó el “efecto Iglesias” marcaban un resultado muy ajustado: el PP sacaría unos 55 escaños, el PSOE 37, Más Madrid 13, Unidas Podemos 12, Vox 12 y Ciudadanos 7. En marzo, la posibilidad de que Ciudadanos fuese la llave de un gobierno progresista o de revalidar la candidatura de Ayuso se planteaba como una cuestión real.

Las estrategias de los partidos

Sin embargo, el desarrollo de la campaña no siguió esta tendencia. Tras el pico de la tercera ola del coronavirus en enero de 2021, el inicio de la campaña de vacunación y la suavidad de la cuarta ola, el hartazgo de la gente por las restricciones parece haber acogido con fuerza el lema “comunismo o libertad”.

Ayuso basó su campaña prácticamente en reclamar el fin del estado de alarma y de las medidas para evitar contagios, en la bajada de impuestos y en relanzar la economía, marcando su opción como lo opuesto a las izquierdas y como la defensa de la libertad de los madrileños, reivindicando el “vivir a la madrileña”, apelando al sentimiento de pertenencia de la capital en un claro discurso emocional y tratando de potenciar su carisma, basado en el ya tan manido “hablar sin tapujos”. Aunque finalmente no usó la frase de “comunismo o libertad”, su lema de campaña fue “Libertad”, que refleja muy bien todo lo anterior.

Como a menudo sucede en quien lleva una amplia ventaja en los sondeos, Ayuso renunció a participar en debates políticos, a excepción del debate de Telemadrid del 18 de abril, donde remarcó su mismo discurso y donde varios analistas coinciden en la tibieza de sus intervenciones, si bien le bastaba con “empatar” para salir airosa.

También destacó por varios guiños a Vox, afirmando que no tendría ningún problema en llegar a un acuerdo de gobierno incluso cuando los sondeos todavía no daban garantías de que esto sería estrictamente necesario.

Por lo demás, ahondó en su intento de identificarse con el sentimiento madrileño imperante, de querer volver a la normalidad, de acabar con la incertidumbre de los pequeños y medianos negocios y de descontento con el Gobierno.

Ángel Gabilondo, el candidato por el PSOE, no destaca por su oratoria ni por su carisma. De una generación mayor que el resto de las candidaturas, ha tenido un protagonismo relativamente pobre tanto a lo largo de la gestión de Ayuso como durante la campaña. Su discurso, moderado, se basó en la crítica al gobierno del PP, en el respaldo a las medidas impulsadas por Pedro Sánchez en el Gobierno de España y, sobre todo, a la apelación a la diversidad, a la pluralidad y al sentimiento madrileño. “Hazlo por Madrid”, su lema de campaña, es un claro indicador de esto último.

Destacar que Ángel Gabilondo llegó a tantear a Ayuso para llegar a hipotéticos acuerdos, pero finalmente decidió apostar por identificarse con el bloque progresista. «Salimos a ganar las elecciones», le dijo a Pablo Iglesias durante el debate de Telemadrid. De hecho, Gabilondo protagonizó varias vueltas de tuerca a su discurso, pasando de un estilo moderado y un tanto equidistante al principio, a uno más beligerante hacia el final de la campaña, un gesto que quedó forzado.

Mónica García, si bien empezó siendo también un tanto desconocida, consiguió ganarse a su público mediante enérgicas intervenciones, apelando a su trabajo como sanitaria y apostando por un discurso basado en la buena gestión y en propuestas concretas en economía, ecologismo y feminismo, además de en el rechazo a Ayuso y al discurso de la ultraderecha, pero también sin identificarse con el ejecutivo de Sánchez. Siendo una de las principales críticas a Ayuso durante la pandemia, su lema fue: “Por lo que de verdad importa”

Pablo Iglesias, por su lado, centró su estrategia en propuestas basadas en la ampliación de los servicios públicos, su apoyo a los barrios tradicionalmente obreros de Madrid, el aumento de impuestos a las rentas altas, a la propaganda de las medidas impulsadas por el partido en el Gobierno y a la confrontación contra el PP por su corrupción, sus recortes y mala gestión, y muy especialmente contra Vox por su discurso de odio. El lema de Unidas Podemos fue “Que hable la mayoría”, que refleja la estrategia de la formación basada en provocar una movilización grande que decantara la balanza hacia el bloque progresista.

Rocío Monasterio, candidata por Vox, basó prácticamente toda su estrategia política en señalar a la izquierda y a la inmigración, especialmente a los menores extranjeros no acompañados, como se vio en el cartel que colgaron en el metro de Madrid, además de en buscar polémicas y confrontaciones, como también se vio en el altercado provocado en el barrio de Vallecas. En cuanto a sus propuestas, prácticamente se centró en cuestiones de índole económica y en pedir la reducción de diputados, privilegios, gastos políticos y “chiringuitos” en su habitual discurso antipolítico. Su lema fue “Protege Madrid”.

Edmundo Bal, candidato por Ciudadanos, con su lema “Elige centro”, basó su estrategia en distanciarse de la polarización de los bloques de izquierdas y de derechas, apelando a la moderación y al centro político y destacando la gestión llevada a cabo durante su paso por el Gobierno de la Comunidad de Madrid.

Los partidos no tardaron en identificarse en dos bloques antagónicos: uno formado por PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos, y otro por PP y Vox, al que a menudo se añadía Ciudadanos. La tendencia a no criticarse entre fuerzas cercanas y a adoptar discursos similares, además de las alianzas más plausibles que podrían perfilarse, terminaron por fijar esta tendencia, como bien reflejan los diferentes sondeos y las conclusiones de analistas políticos.

Además, ambos bloques tendieron a adoptar un discurso común.

Los sucesos que marcaron la campaña

La campaña electoral estuvo marcada por diferentes polémicas que, seguramente, influyeron en el voto posterior, ya que los sondeos fueron marcando una creciente polarización.

En primer lugar, los discursos de uno y otro bloque contribuyeron a la polarización y al antagonismo entre ambos. Mientras Ayuso insistía en su “comunismo o libertad”, las fuerzas de izquierdas llegaron a aceptar este marco de debate y a atacar a Ayuso señalando falacias de este tipo como estrategia política. A modo de ejemplo, Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, llegó a decir “comunismo es libertad”. Por supuesto, los medios de comunicación pusieron su granito de arena, llevando este falso dilema a entrevistas y a la opinión pública.

La aceptación de este marco de debate, que se dio de manera continuada, pudo dar alas al discurso de Ayuso al centrar la campaña en una premisa que la derecha tiene más que ganada en la capital del país, como es el miedo al comunismo, y la defensa de la libertad entendida en este contexto como prosperidad económica y respuesta al desencanto por las restricciones de movilidad.

De hecho, la apropiación de la palabra «libertad» por parte de la derecha del espectro político no es nueva y tiene profundas raíces históricas, a pesar de que es una falacia relacionar libertad económica con libertad individual, y de que los partidos de derechas a menudo se han opuesto a derechos y libertades fundamentales. La Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley Mordaza, o la oposición del PP a las leyes del aborto o al matrimonio igualitario son solo algunos ejemplos.

Además, el bloque de izquierdas, hacia el final de la campaña, acrecentó el gesto y el tono de sus intervenciones, volviéndose progresivamente más beligerante, llegando a enarbolar lemas como «fascismo o democracia» y adoptando el clásico discurso dicotómico entre ricos y pobres, empresarios y obreros, etc., mientras que Ayuso tendió a mantenerse firme y a reiterarse en su discurso. En este sentido, se tendió a ligar a Ayuso con la ultraderecha, como si fueran entidades comunes.

En segundo lugar, Vox protagonizó varias polémicas. Una de ellas fue un altercado en Vallecas cuando fue allí a realizar un mitin y Santiago Abascal optó por saltarse el cordón policial y dirigirse contra los manifestantes antifascistas que habían acudido a protestar contra su presencia, altercado que se saldó con una cargas policiales y del que, según las propias autoridades, se responsabilizó a Abascal.

Otra de ellas vino marcada por el cartel que la formación ultraderechista colgó en el metro de Madrid, donde rezaba: “Un MENA 4.700 euros, tu abuela 426 euros”. Este bulo lanzado por Vox acaparó portadas y publicaciones virales en redes sociales por la evidente xenofobia y racismo implícito en señalar como enemigo a un colectivo compuesto en total por unas 276 personas en toda la Comunidad de Madrid, hasta el punto que se llegó a comparar esta estrategia con las utilizadas durante el nazismo de los años 20 y 30 sobre la población judía.

Y otra fue a raíz de una publicación en las redes sociales oficiales de Vox en la que dijeron que deportarían a Serigne Mbayé, miembro de la lista electoral de Unidas Podemos y líder del sindicato de manteros de Madrid, a pesar de que Serigne tiene la nacionalidad desde hace años, lo que motivó que incluso Bertrand Ndongo, asesor de Rocío Monasterio, criticara a la formación por racista.

Y, en tercer lugar, Unidas Podemos sufrió también varios incidentes. El primero de ellos fue en Coslada, donde Pablo Iglesias y su equipo acudieron durante la campaña y fueron acosados por integrantes del grupo neonazi Bastión Frontal.

Sin embargo, el más sonado fue la amenaza de muerte por carta con cuatro balas de cetme en su interior que recibió tanto él como el ministro Fernando Grande-Marlaska y la directora de la Guardia Civil, María Gámez. Similares amenazas recibieron en los días siguientes José Luis Rodríguez Zapatero, la ministra de Industria María Reyes Maroto e incluso la propia Ayuso, siendo un total de ocho cartas (Gámez e Iglesias recibieron dos cada uno).

Señalar que, el 2 de abril, la sede de Podemos de Murcia sufrió un ataque con un cóctel molotov. Un ataque que, si bien sucedió lejos de la capital, influyó en el desarrollo de la campaña en Madrid.

El rechazo de Rocío Monasterio a condenar las primeras amenazas, dudando de su veracidad, provocó que Pablo Iglesias abandonara un debate en la SER el 23 de abril, invitando al resto de candidatos a no participar en debates con la extrema derecha. Aunque no se marcharon en ese momento, ningún partido volvió a participar en debates donde estuviera Vox presente.

Paralelamente, afines a Vox comenzaron a difundir la idea de que el voto por correo podría ser objeto de fraude electoral, copiando punto por punto la estrategia de Donald Trump en las elecciones estadounidenses de 2020, lo que llevó a la difusión de varios bulos.

Por otro lado, Ayuso fue sancionada por la Junta Electoral Central por utilizar actos institucionales en favor de su candidatura para las elecciones, sanciones que todavía siguen su curso.

Y, por último, como suele ser tristemente habitual, un completo compendio de bulos y noticias falsas sobre los candidatos y otros aspectos de las elecciones. Se llegaron a contabilizar hasta 53 bulos, desmentidos por medios y verificadores de información.

Todos los hechos anteriores, tanto a nivel de estrategia política de campaña como los eventos que se sucedieron, contribuyeron a ahondar en la polarización de ambos bloques, cada vez más distanciados, y cada vez más tendientes a la crítica al rival político.

Pablo Iglesias denunció, además de las amenazas, insultos y continuas referencias despectivas a su persona, acoso a su familia y una estrategia promovida por la extrema derecha basada en negar estos hechos o en culpar a militantes de izquierda, como sucedió en el ataque a la sede de Podemos en Murcia, en Coslada o en las amenazas.

Para finales de abril, los diferentes sondeos de intención de voto reflejaron esto mismo. Una media de todas las encuestas publicada por El Confidencial, daba al PP 62 escaños, al PSOE 28, a Más Madrid 20, a Vox 14, a Unidas Podemos 11 y a Ciudadanos ninguna representación.

Sin embargo, algunas encuestas, como la del CIS, se diferenciaban notablemente de otras. La mayoría de los análisis coincidían en cuatro cuestiones: que Ayuso ganaría las elecciones, que el bloque de derechas tenía ventaja, que Ciudadanos iba a desaparecer y que Más Madrid podía adelantar al PSOE en votos. En este sentido, también desde Al Descubierto se elaboró un análisis sobre las posibilidades de la victoria de unas y otras candidaturas donde se coincidía en estas mismas conclusiones.

Y estos pronósticos terminaron por cumplirse.

Los resultados de las elecciones a la Comunidad de Madrid

La jornada electoral transcurrió sin demasiada novedad. Desde afines a Vox, se difundieron varios bulos, aunque principalmente dos: el primero, que las papeletas del partido Volt habían sido colocadas al lado de las de Vox a propósito, o bien por orden del Gobierno, o bien por apoderados de izquierdas; el segundo, un supuesto vídeo de una “militante de izquierdas” con un taco de solicitudes de votos por correo.

Sin embargo, fueron rápidamente desmentidos y su repercusión fue mínima.

Circularon también varias fotografías destacando la alta participación en barrios con voto tradicionalmente de izquierdas, como Puente de Vallecas y, de hecho, así lo confirmaron los datos: el 76,25% de las personas censadas acudió a las urnas, un 12% más que los comicios anteriores y el dato de participación más alto registrado desde 1983.

Otro momento especialmente polémico fue cuando el polémico periodista Javier Negre, conocido por conducir el programa Estado de Alarma y por difundir bulos e ideas de ultraderecha, increpó a la ministra de Igualdad Irene Montero cuando se disponía a ir a votar. Su frase, «¡Venga, valiente?», se convirtió en Trending Topic en Twitter durante un buen rato.

Cerrados los colegios electorales, un sondeo de GAD3 para Telemadrid realizado a pocos días antes de las elecciones fue difundido, adelantando lo que vendría después, un sondeo que incluso daba a Ayuso una mayoría absoluta por el mínimo.

Finalmente, los resultados fueron los siguientes:

El PP obtuvo 1.620.213 votos, el 44,73% del total, pasando de 30 a 65 asientos, duplicando su representación. Además, la candidatura de Isabel Díaz Ayuso ganó en todos los distritos de la Comunidad de Madrid, siendo el primer partido político que lo consigue, incluyendo en las zonas tradicionalmente de voto progresista, como Puente de Vallecas, Villaverde o Vicálvaro.

Más Madrid consiguió 614.660 votos y el 16,97%, pasando de 20 a 24 asientos y superando al PSOE por un margen muy estrecho. Así, Más Madrid podría consolidarse como la principal fuerza de la oposición y llegar a disputar en un futuro próximo la presidencia de la región.

El PSOE, por su lado, con 610.190 votos y el 16,85% de los votos, se deja 13 escaños, pasando de 37 a 24 y cayendo a la tercera posición, siendo uno de los grandes perdedores de la noche.

Vox logró 330.660 votos y el 9,13% de los sufragios, aumentando un escaño. Sin embargo, fue eclipsado por Ayuso en los barrios y municipios de tradicional voto conservador y entre las rentas más altas, al tiempo que en las zonas más obreras y de menor renta ha visto un serio retroceso, cayendo en Móstoles, Fuenlabrada, Leganés y Getafe. Donde más ha caído el voto de la extrema derecha en comparación a las elecciones de 2019, es donde más se ha producido un trasvase al PP.

Unidas Podemos consiguió 261.010 votos y el 7,21% de los votos, pasando de 7 a 10 escaños, una subida que no ha sido suficiente, pero que ha servido para mantener a la formación morada con representación en la Asamblea de Madrid.

Por último, Ciudadanos, con 129.216 votos y el 3,57% de los votos, se convierte sin duda en el gran perdedor de la jornada, perdiendo 26 escaños y quedándose fuera de la Asamblea de Madrid.

En cuanto a la demografía de los resultados, en líneas generales, se siguieron las tendencias habituales. Los resultados demográficos y por municipios indica que el voto se ha repartido de manera desigual en la izquierda mientras que en la derecha ha tendido a concentrarse en Ayuso, y que esto ha sucedido por toda la demografía española con pocas excepciones.

Estos resultados confirmaron que, efectivamente, el PP había ganado las elecciones de manera abrumadora, aunque necesitará a Vox para gobernar. Ambos suman 78 escaños y casi 2 millones de votos, superando con holgura la mayoría absoluta, marcada en 69 asientos.

Reacciones a los resultados

Las reacciones a los resultados no se hicieron esperar durante las horas siguientes.

Por supuesto, portavoces y representantes políticos han felicitado a Díaz Ayuso por su victoria, como suele ser habitual, incluyendo el ejecutivo central, Pedro Sánchez. Una pequeña nota discordante la ha puesto Matteo Salvini, del partido ultraderechista La Liga, quien felicitó a la madrileña a través de Twitter.

Ayuso ha declarado que ahora su prioridad es formar gobierno, poner en marcha su plan de gestión de la pandemia, hacer las reformas fiscales prometidas y seguir “siendo un contrapeso y un contrapoder”, fiel a su estilo discursivo.

Las portadas también se han hecho eco de las declaraciones de Ángel Gabilondo, quien ha reconocido su amplia derrota. “Hemos sufrido una derrota que no esperábamos”, ha declarado. Por su parte, desde la ejecutiva del PSOE y desde el Gobierno, han tratado de restar importancia al suceso, argumentando que son solo unos comicios autonómicos y que no son extrapolables a unas elecciones generales, donde Ayuso no tendrá la capacidad suficiente como para marcar la agenda política. No obstante, fuentes socialistas indican que Gabilondo dejará la portavocía.

Mónica García y el entorno de Más Madrid, por supuesto, han celebrado sus resultados. A pesar de no haber ganado, la consolidación del partido como segunda fuerza en la región certifica la buena estrategia política seguida y el liderazgo de Mónica García.

Sin embargo, una de las reacciones de la noche la protagonizó Pablo Iglesias. A las pocas horas de cerradas las urnas, en prensa, anunció que dejaba todos sus cargos públicos y abandonaba la primera línea política. “Cuando uno deja de ser útil, debe de saber retirarse”, declaró. Además, hizo referencia a Yolanda Díaz como la próxima cabeza de Unidas Podemos: «Puede ser la próxima presidenta del Gobierno».

Las reacciones al abandono de Pablo Iglesias fueron, sin lugar a duda, uno de los platos principales en redes sociales y en televisión, donde recibió tanto adulaciones como críticas, además de múltiples memes y bromas, especialmente de parte de las filas del PP y de Vox. “No sé dónde irá y no me interesa, pero a hacer el bien estoy convencida de que no», dijo Ayuso.

Por su parte, Santiago Abascal, líder de Vox, además de anunciar que apoyará la investidura de Isabel Díaz Ayuso, ha solicitado elecciones anticipadas, alegando que “el Parlamento no representa la voluntad de la nación”.

Edumndo Bal, por último, además de agradecer los apoyos a la gente que confió en su candidatura, se ha lamentado del triunfo de los radicalismos: «La gente no se ha dado cuenta de que el futuro de España, el futuro de Madrid, está en esa moderación, en ese centro, en esa falta de radicalidad, en encontrar soluciones a los problemas de la gente. No hemos sabido convencer a la gente», reflexionó.

Pese a su sonora derrota, Inés Arrimadas, líder de la formación naranja, ha ascendido a Edmundo Bal a “número dos” del partido. Por otro lado, ha anunciado una convención del partido en julio de cara a presentar nuevas ideas y propuestas para “relanzar el centro liberal”.

Análisis de los resultados: el triunfo del populismo

Realizar un análisis de los resultados de unas elecciones siempre es difícil. Hay una parte de la población que se siente muy cómoda con ellos y que sostiene que la democracia y la voluntad de la mayoría ha triunfado. Por otro lado, hay quien no entiende del todo qué ha pasado, llegando incluso a referirse despectivamente a los votantes.

Por supuesto, también hay a quien le da igual, y hay quien intenta ofrecer una respuesta más razonada, que suele ser el caso de analistas y expertos en política y sociedad. En realidad, es muy difícil ofrecer una respuesta objetiva y científica, pues incluso estos analistas son susceptibles de sesgo ideológico y cognitivo, pero sí que se pueden ofrecer algunas pinceladas:

El discurso populista de la nueva derecha radical

En primer lugar, parece obvio que la estrategia de Isabel Díaz Ayuso ha triunfado. Ha sabido aprovechar su don de gentes y su carisma para seguir punto por punto parte del manual de la nueva derecha radical al presentarse como la víctima, el contrapoder al Gobierno, la que lucha por la libertad y, a fin de cuentas, la que “está en el lado bueno de la historia”, mientras calificaba de comunista, autoritario e incluso “el mal”, tal y como ella misma lo definió en el programa Espejo Público.

Pero, ¿por qué ha triunfado esta estrategia? En primer lugar, porque este tipo de populismo es muy efectivo cuando se dan las condiciones apropiadas. Todo el mundo se preguntaba por qué Jesús Gil sacaba mayorías absolutas en la década de los 90 en Marbella a pesar de una gestión nefasta, de su poca cultura y de ofrecer imágenes esperpénticas por televisión, amén de la vulneración sistemática de la legalidad vigente y sus declaraciones xenófobas y homófobas en prime time.

En un momento de descontento, con una crisis sanitaria galopante y la gente cansada de las consecuencias a nivel social, económico y mental de las restricciones sanitarias, es más permeable al discurso fácil, a que el discurso emocional pueda combatir al racional, a que la nostalgia de sentarte en un bar a tomarte una cerveza y la necesidad de abrir la persiana de tu negocio un día más puedan más que lo que es socialmente responsable. Buena parte de la sociedad madrileña necesitaba una respuesta, una salida a la situación actual. Y Ayuso ha acertado dándola.

Este discurso, aunque se denomine trumpista por haber sido el sello de Donald Trump, tiene su origen en Steve Bannon, asesor de campaña de Trump en 2016, que a su vez está basado en principios propagandísticos del fascismo de los años 20 y 30 adaptados a los entresijos y los métodos de las sociedades modernas: simplificar mucho el mensaje, crear un enemigo común lo más homogéneo posible, presentar a tus votantes como víctimas, crear culpables y prometer eliminarlos o culpar a tu rival de tus propios defectos son algunos ejemplos.

Miguel Ángel Rodríguez, asesor de Ayuso, ha comprendido muy bien este manual y ha sabido aplicarlo al mismo tiempo que se distanciaba de las propuestas más radicales de Vox.

Es decir, Ayuso no ha caído, al menos no tanto, en el discurso de odio y en señalar a colectivos vulnerables como las personas inmigrantes o las personas LGTB, pero sí ha aplicado la misma estrategia de crear dos bandos diferenciados, tachando de comunismo a toda la izquierda y presentándose a ella (y a la propia sociedad madrileña) como la víctima y la que se enfrenta “al poder”, al igual que Trump se presentaba como anti-establishment.

Evidentemente, a este discurso hay que sumarle otros factores.

  1. El contexto previo descrito al inicio de la crónica, donde el PP tiene asentadas profundas raíces sociales, políticas y económicas difíciles de eliminar de la noche a la mañana y que siempre le van a procurar un sustento de votos.
  2. Parte de los medios de comunicación, especialmente los más a la derecha, se han sumado a su campaña, contribuyendo a difundir falsedades y tergiversaciones sobre su gestión y sobre sus rivales políticos, como sucedió con la gestión de las residencias de mayores o las bajadas de impuestos (de hecho, Ayuso concedió a dedo un contrato al Grupo Planeta por valor de 14,5 millones de euros). Indirectamente, otros medios han contribuido a difundir mensaje, incluso por mera oposición pero aceptando su marco de debate.
  3. Los principales rivales políticos de Ayuso no parecen saber hacer frente a este discurso de forma eficaz, cayendo una y otra vez en las trampas del discurso populista, intentando demostrar con argumentos racionales y datos mientras ella se limita a llamar “comunista” y a decir que hay que “vivir a la madrileña”.
  4. La extrema derecha representada en Vox ha aceptado que Ayuso debía liderar este bloque ideológico y ha dado pie a la presidenta a desarrollar su estrategia política sin apenas obstáculos, reforzando con sus medios y sus recursos una campaña basada en la polarización y la división antagónica entre bloques muy opuestos.
  5. Se partía de un contexto previo de polarización política y de amplio descontento general que, además, se agravó durante la campaña por los sucesos narrados anteriormente, como las amenazas de muerte.

Otra prueba del triunfo de este discurso es que Vox ha bajado ahí donde Ayuso a triunfado, trasvasando más de 300.000 votos y disminuyendo su influencia tanto en los barrios obreros de Madrid como en los distritos con rentas altas.

El fracaso del ‘efecto Iglesias’

En segundo lugar, ha quedado patente que la figura de Pablo Iglesias está muy desgastada. Siendo en marzo el político peor valorado, según el CIS, y encadenando pérdidas electorales una tras otra, el esperado “efecto Iglesias”, y sin entrar a valorar en los motivos de este enorme desgaste político (una mezcla entre errores, contradicciones y ataques mediáticos y políticos) tenía visos de no tener el resultado esperado.

Aunque sigue moviendo votos entre las personas de izquierdas y en ciertas zonas de Madrid, es probable que también haya facilitado a Ayuso el discurso basado en la dicotomía “comunismo o libertad”, pues resulta mucho más fácil presentarse como “víctima de las medidas socialcomunistas” del Gobierno central si tu rival político es precisamente el que fue vicepresidente del mismo.

Esto podría haber ahondado en la polarización de la campaña y, al mismo tiempo, provocado la movilización del voto, especialmente del clásico voto útil. De hecho, prácticamente todas las polémicas que se suscitaron, como las amenazas de muerte, los sucesos de Coslada o de Vallecas, además de ensanchar el conflicto entre ambos bloques, contribuyeron en poner a Pablo Iglesias en todos los focos a pesar de que los sondeos auguraban que sería el partido con representación menos votado.

Por otro lado, es cierto que Unidas Podemos se arriesgaba a quedarse fuera del tablero político sin un revulsivo, lo que al a postre hubiera puesto un clavo en el ataúd de la formación morada. Así pues, resulta complicado saber si la estrategia fue la acertada, pues aunque permitió a Pablo Iglesias presentase como alguien capaz de renunciar a una vicepresidencia para ayudar a su formación, fue señalado por sus rivales políticos y por sus medios antagónicos como un machista y un egocéntrico al desplazar a la líder de UP en Madrid, Isa Serra, y tratar de ganar protagonismo en la campaña.

El propio Pablo Iglesias reconoció como motivos de su dimisión que su figura funcionaba como un «chivo expiatorio» de sus rivales políticos, por lo que es posible que esa lectura esté cerca de la realidad.

Solo el tiempo dirá si su dimisión y el inicio del trasvase del liderazgo a Yolanda Díaz marca un punto y aparte en la formación morada, que tiene mucho trabajo por delante si quiere tener algún futuro en el panorama político español.

La derrota de las estrategias basadas en la moderación

En tercer lugar, queda demostrado una vez más que mostrarse como una formación moderada, de centro y hasta cierto punto equidistante, no da resultados cuando la sociedad se polariza en bandos. El voto a Ciudadanos ha sido fagocitado en su práctica mayoría por el PP de Ayuso, un suceso que no ha sorprendido a nadie.

En tiempos donde el discurso de extrema derecha está ganando enteros, los debates electorales se asemejan más a tertulias de un plató de prensa rosa, los delitos de odio se multiplican cada año y los medios de comunicación y las redes sacan su particular tajada de promover el conflicto, no identificarse con nadie es una estrategia arriesgada, más aún cuando no has terminado de asentar dicha estrategia al haber estado acercándote demasiado a la derecha política, representada en PP y en Vox.

Falta de liderazgo y unidad en el bloque progresista

En cuarto lugar, resulta más que evidente que uno de los grandes fallos de la campaña llevada a cabo por el bloque progresista es la absoluta falta de liderazgo de Ángel Gabilondo, un candidato que ha tenido poca presencia pública, cuya oposición a Ayuso ha sido calificada de tibia y que enarbola un discurso sereno, correcto y racional, pero anticuado y carente del carisma y la emocionalidad de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

El PSOE de Madrid, de hecho, lleva arrastrando malos resultados en la región desde el famoso “tamayazo” y, desde entonces, ha sido incapaz de recuperarse, presentando candidatos que no terminan de despegar y sin conectar con el electorado más joven, que ha preferido votar a Más Madrid, perdiendo incluso sus feudos tradicionales.

Y, en quinto lugar, no se puede olvidar que la Comunidad de Madrid arrastra también un serio descontento con las fuerzas consideradas de izquierda. No solo las heridas del “tamayazo” perduran, sino también las disputas entre Más Madrid y Unidas Podemos en los anteriores comicios, amén de las disputas internas en Podemos y los problemas en el seno de Izquierda Unida, que han lastrado la construcción de un proyecto político alternativo que ilusione a la gente.

A esto se le añade el descontento general por no responder adecuadamente, sin entrar a valorar el motivo, a las necesidades de la mayoría de la sociedad. No hay que olvidar de que, amén de que fuerzas políticas como Unidas Podemos han estado en el punto de mira de los medios de comunicación y de la diana política de ciertos partidos, se ha instalado un imaginario de descontento y una sensación de frustración con este partido a raíz de errores, contradicciones, malas decisiones y la falta de respuesta política. Fallos que sus rivales políticos han sabido explotar y que, por lo tanto, han pagado más caro que nadie.

Y por supuesto, aunque ya se ha mencionado anteriormente, la falta de un discurso efectivo que enfrentara las posiciones de Ayuso. El bloque de izquierdas ha caído en el error también de atribuir a la sociedad madrileña y a la propia ciudad cuestiones negativas, trasladando el imaginario de que la izquierda «odia España» o «no le gusta España» tan repetido por las derechas, a la capital del país, y sin ofrecer todo lo que el discurso popular ofrecía.

Una nota discordante podría decirse en cuanto a la estrategia perfilada por Más Madrid. El partido, decidido a alejarse de Unidas Podemos y de la mochila de la gestión del Gobierno, inició su propia carrera política en solitario, con un discurso y un trabajo de base que, por lo visto, ha funcionado.

Conclusiones finales sobre las elecciones en Madrid

En resumen, el bloque de derechas, con todos los medios a su alcance y un contexto más que propicio, se ha puesto de acuerdo en asumir una misma estrategia y un discurso basado en unas pautas de sobra conocidas, mientras que el bloque de izquierdas ha estado más enfrentado, con un liderazgo más bien pobre, con un candidato desgastado, otro sin carisma y otra un tanto desconocida, con un discurso más racional, una estrategia poco eficaz y con todo el viento en contra.

No importan pues lo datos, los argumentos, la gestión, la corrupción, las bromas o las polémicas. Si no importó que se filtrara que Trump dijera que le gustaba agarrar de sus partes íntimas a las mujeres aprovechando que era rico, por poner un ejemplo rápido, poco importan los datos reales frente a la emocionalidad que suscita su figura y su discurso.

Quien vote a Ayuso, e incluso a Monasterio, repetirá como un mantra estos discursos, echando la culpa de todo «al coletas» y a su «casoplón» y a «los comunistas», dirán que la víctima es Ayuso, que todo es culpa del Gobierno que lo manipula todo y que incluso quien critica a Ayuso es por la envidia que suscita su gran gestión. Lo importante no es lo que dice o hace, sino lo que transmite. Y, por supuesto, lo que en realidad valora la gente a la hora de decir su voto, que a menudo se basa más en sensaciones que en una cuestión razonada.

Así, Ayuso ha personificado una victoria más del discurso trumpista que, sin embargo, se contrapone a la estrategia política adoptada por Pablo Casado desde que se distanció del populismo de Vox durante el debate de la moción de censura de Santiago Abascal en octubre de 2020.

Si bien Ayuso no es tan beligerante como lo fue Cayetana Álvarez de Toledo, en su momento el tono de esta última cuando era portavoz en el Congreso amenazaba las intenciones del líder popular de protagonizar un giro a la moderación y al respeto institucional, alejado del discurso de odio de la extrema derecha. Finalmente, fue cesada en agosto de 2020.

No obstante, Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso forman parte de la misma familia política, por lo que sería extraño que se diera un enfrentamiento entre ambos. Casado, pese a protagonizar la enésima vuelta al centro del PP, sigue perteneciendo al ala más conservadora de la formación. Y los intereses siguen primando por encima de los discursos. Iván Espinosa de los Monteros, además de otros analistas, coinciden, por otro lado, en que Ayuso terminará liderando el PP y apartando a Casado.

Por último, ¿tiene esto alguna repercusión en la política a nivel estatal, como sugiere Santiago Abascal? Todavía es muy pronto para decirlo. El triunfo del PP en las elecciones autonómicas obedece a una mezcla de factores y hechos que se dan tanto en la propia región como a nivel de toda la geografía española y también internacional. Pero es indiscutible que la propia figura de Ayuso y el contexto madrileño han tenido mucho que ver, por lo que es sesgado asumir que los resultados puedan ser extrapolables, como asegura la dirección del PSOE.

Es más, los resultados en las elecciones de cada autonomía han arrojado datos un tanto dispares. En Catalunya, Vox es cuarta fuerza política, superando al PP, mientras que en Galicia las fuerzas afines a Podemos se quedaron fuera, con la enésima mayoría absoluta de Feijóo, y nada de eso pareció alterar el tablero político. Ambas regiones tienen factores que polarizan y marcan la opción de voto de maneras muy distintas, pero también es cierto que son también áreas geográficas muy distanciadas de Madrid.

Como añadido, la paulatina desaparición de Ciudadanos a raíz del terremoto político provocado por la moción de censura presentada contra el Gobierno de Fernando López Miras, así como la marcha de Pablo Iglesias y la consecuente refundación de Unidas Podemos bajo el todavía hipotético liderazgo de Yolanda Díaz, sí que constituyen hechos que podrían alterar la opinión popular. Indiscutiblemente, el voto de Ciudadanos debe irse a algún lado, mientras que es probable que tanto Más País como Unidas Podemos puedan replantearse una mejora de sus resultados para dentro de dos años.

Está por ver, por lo tanto, qué sucederá lo que queda de legislatura antes de la convocatoria de las nuevas elecciones autonómicas y generales, si finalmente la Comunidad de Madrid seguirá aceptando una gestión liderada por Ayuso de la mano de la extrema derecha o si, después de 30 años, se abrirán las puertas a una alternativa política, y si la sociedad española sigue apoyando a las fuerzas que conforman el Gobierno de España y su gestión política.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto de portada: Isabel Díaz Ayuso durante la campaña electoral en Madrid. Autor: PP Madrid, 26/04/2021. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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