Opinión

El maléfico arte de lanzar costos

En los comienzos de la Alemania nazi, la estrategia del chivo expiatorio estaba dirigida contra los enfermos mentales. Entre otras tácticas, sacaban a relucir los costos que tenían éstos para la sociedad, como se ve en el siguiente cartel propagandístico de la época.

"60 000 RM de por vida cuesta a la comunidad esta persona con genética enferma. Camarada nacional, este también es tu dinero. costos / Lea "Nuevo Pueblo". La revista mensual de la oficina política de la raza del NSDAP"
«60 000 RM de por vida cuesta a la comunidad esta persona con genética enferma. Camarada nacional, este también es tu dinero. / Lea «Nuevo Pueblo». La revista mensual de la oficina política de la raza del NSDAP»

El cartel informa: «60 000 RM de por vida cuesta a la comunidad esta persona con genética enferma. Camarada nacional, este también es tu dinero». Adolf Hitler no llegó muy lejos en el esfuerzo de aglutinar seguidores con esta táctica, las familias alemanas de las personas enfermas mentales acabaron dándose cuenta de que sus familiares estaban siendo sistemáticamente asesinados y asesinadas. Este proceso que hizo el régimen está explicado en la magnífica exposición en Berlin Topographie des Terrors. Sabemos que el nazismo encontró un chivo expiatorio más idóneo para sus propósitos, este sí indefenso ante la embestida de la propaganda. El resto es historia.

Lanzar costos, detalles del presupuesto estatal, a relucir, sin contexto, sin historia, es una muy usada estrategia para manipular. Veamos otro ejemplo: en las campañas del tratado de paz de Colombia, la campaña del «No» tenía como meta que la gente votara «berraca» (con rabia), como gentilmente informó el jefe de campaña después de que el «No» ganó por un pequeño margen (y antes de quedar destituido por esta indiscreción).

Los métodos del marketing, donde el engaño es moneda común, todavía no se permiten oficialmente en la política. Uno de varios temas que se repitieron para «emberracar» a los incautos: se les iba a pagar un salario de 1800000 pesos colombianos a personas pertenecientes a las guerrillas que se acogieran al tratado. ¿Cómo cae esta «información» (tergiversada) en votantes cuya mayoría seguramente no logra cubrir los gastos del mes? Brutal fórmula, fundamentada en fomentar la envidia para un éxito político.

Santiago Abascal desinformando sobre los costos de las pensiones y los MENA. Autor: Vox España, 21/04/2021. Fuente: Flickr
Santiago Abascal desinformando sobre los costos de las pensiones y los MENA. Autor: Vox España, 21/04/2021. Fuente: Flickr

Veamos el cartel de Vox que supuso un revuelto durante las elecciones madrileñas. Las imágenes: está la figura que representa un menor extranjero no acompañado, un MENA, enmascarado, parece un malhechor que está siendo perseguido. A esto se reduce todo un colectivo de jóvenes inmigrantes. Por otro lado está la abuela, la «nuestra»: mira hacia abajo, triste.

El argumento central es la supuesta diferencia escandalosa entre lo que reciben de la arcas estatales el uno y la otra. Vox se ofrece a «proteger» y llama a votar «seguridad». Siguiendo la lógica de la protección, querrán que supongamos, pues el tema principal son los ingresos, que Vox defendería la subida de pensiones.

¿Será así? Este cartel, claro está, no da herramientas para juzgarlo. Tal vez, lo que se está ofreciendo es solo protección policial, como indica el otro valor propuesto: seguridad, y la pinta amenazante del MENA-bandolero. Sería lo lógico, pues la seguridad es uno de los pocos temas en los que los partidos de derecha permiten una fuerte injerencia estatal. Sea como sea, con este cartel ya hay una porción más de odio en la sociedad, pero no de datos o argumentos.

Siempre, lo vemos en los ejemplos arriba, es posible aislar cifras del presupuesto (cuando no se escoge mentir directamente) para demonizar al que se escoja. Sin su valor relativo a otros gastos, sin su contexto, se puede abusar de cualquier cifra. Solo hay que escoger a un colectivo indefenso, y al que se puede separar, construir como un «otro» amenazante, distinto a la población general.

El resultado: inocular a un sector de la población con una buena dosis de odio, mientras se exalta al supuesto salvador, sin que las políticas, ideología, valores, o intereses reales de éste último siquiera lleguen a considerarse. Se logran movilizar los más abyectos abismos del ser humano, no solo contra los «MENA», que son solo el medio para llegar al fin, sino contra un gobierno supuestamente responsable de apoyar monetariamente a criminales que además no son de los «nuestros». Pocas de las personas así convencidas en base a esta dosis de emocionalidad irán a buscar más información activamente. La convicción proviene de la rabia y el prejuicio, y pocos datos necesita, como ya se ha analizado en lo referente a las «fake news».

Después de un tiempo de familiarizarnos con campañas como éstas, ya no solamente los creyentes en estos partidos participan de los prejuicios, muchas veces defendiéndolos de manera agresiva (crear tanto odio y miedo tiene consecuencias). La temática propuesta se vuelve parte del sentido común y no hay vuelta atrás. Acabamos todos hablando de los temas y en los términos de los manipuladores. Y así, será normal que alguien diga: «pero es cierto que muchos de esos chicos roban». No vamos a entrar en estadísticas, el problema mas bien es que ya hemos empezado a pensar en términos de «esos chicos»…

Funcionamos en parte a través de prejuicios, son nuestros arcaicos cortocircuitos mentales que nos permiten reaccionar rápidamente. Toda persona, excepto posiblemente hombres blancos, heterosexuales y del primer mundo, en alguna ocasión ha sido víctima de algún prejuicio: se trata de una pertinaz presunción de falta aplicada al que es objeto del prejuicio.

Por ejemplo, una persona latinoamericana probablemente se encuentre una y otra vez bajo sospecha de que tortura a sus vecinos con bachatas permanentes a todo volumen (he oído algo parecido, en un comentario sobre «esa gente»); las mujeres constantemente tienen que demostrar sus saberes: si éstos son de los que se consideran masculinos, la presunción es de incapacidad; las personas LGTBI pueden estar bajo sospecha de querer seducir a algún indefenso; un africano en las calles de Europa tienen que andar demostrando que no está vendiendo drogas…

Muchos hemos tenido que lidiar en algún momento con prejuicios que no tienen nada que ver con lo que somos como individuos. Pero igualmente los aplicamos a miembros de otros colectivos. Gracias a generalizaciones como la de este cartel de Vox, a los jóvenes inmigrantes no acompañados, a todos ellos, se les ha metido en un cajón: el de los criminales.

Así, podemos decir de los MENA, englobando a jóvenes que seguramente tendrán poco en común: «estos chicos»; así, algún joven con aspecto magrebí no podrá andar tranquilo por la calle sin sentir miradas de desconfianza o algo peor. Así, en algún momento resulta casi natural dejar, o sacar, a «esa gente» por fuera de «nuestras» fronteras (o peor, como sucedió en la Alemania nazi), pues acaban pareciendo irremediablemente distintos, inferiores, a «nosotros».

Aquí lo único criminal son estas campañas. Podemos concienciarnos de estos fenómenos psíquicos y sociales, y contrarrestarlos con reflexión, empatía y saber. Los políticos que ya perdieron toda vergüenza se aprovechan de nuestra facilidad para prejuzgar, pero una sociedad no tiene porqué permitir estas manipulaciones.

Es un acto de ironía del destino el sufrido por la fotografía que representa al menor extranjero: la imagen, de libre uso público, la sacó Vox de las páginas de Unsplash, un sitio web de almacenamiento de imágenes, como informó elDiario.es.

Libertad sin fronteras para las fotos, idealismo al servicio del usufructo común… de esto hace uso Vox para defender el cierre de fronteras y exacerbar la envidia y el egoísmo. El autor, Ahnaf Piash, un fotógrafo paquistaní, no puede hacer nada contra el perverso uso de su foto. Así es el maléfico arte de lanzar costos.

Autora:

Gisela Ruiseco
Sitio web: https://fueradelmito.wordpress.com/

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