Opinión

Lo que queda 10 años después del 15M

«Lo llaman democracia y no lo es’’, ‘’que no, que no, que no nos representan’’ o ‘’esto no es una crisis, es una estafa’’ fueron algunas de las proclamas que recorrieron las plazas de toda España en la primavera de 2011, un día que daría nombre al Movimiento 15M, también llamado Movimiento de los Indignados.

La agonía del bipartidismo llegó junto a una crisis económica mundial, cómo hacía décadas que no se veía, y que sacudió especialmente a una España que, en palabras del entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, estaba en la “Champions League de la economía europea”, una crisis para la que el modelo productivo basado en la especulación inmobiliaria, el turismo y la hostelería no estaba preparado.

Los manifestantes se cogen de las manos en la Plaça de l’Ajuntament, Valencia. Autor: Marcos Saul Ortiz. 21/05/2011. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0)
Los manifestantes se cogen de las manos en la Plaça de l’Ajuntament, Valencia. Autor: Marcos Saul Ortiz. 21/05/2011. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0)

Se fue creando, pues, el caldo de cultivo perfecto para que estallara una impugnación generalizada del sistema político y económico que trascendería las fronteras de la península, extendiéndose por buena parte del mundo.

Desde entonces se ha hablado hasta la saciedad del 15M y solo hace falta pasarse por cualquier medio, sea de izquierdas, de derechas o de los que rompen su voto, para comprobarlo. Sin embargo, cuanto más se habla del tema menos capacidad transformadora parece tener. La revolución de los indignados se ha convertido en algo que ya no indigna a nadie.

La historia, o más bien las personas a través de la historia, es capaz de edulcorar toda chispa que alguna vez tuvo algo de revolucionaria. Están quienes lo hacen de forma consciente, reescribiendo las páginas de la historia sin sonrojarse, pero también los hay que caen en una nostalgia permanente, ensimismados en el ‘’todo pasado fue mejor’’.

Resulta tan tentador quedarse en esa inocua nostalgia, que hasta se le ha cambiado totalmente el significado que su autor quería darle a la frase anterior, ya convertida en refrán. Esta se le atribuye al poeta Jorge Manrique, que en sus famosas coplas diría ‘’cómo a nuestro parecer, todo pasado fue mejor’’. La falsa conciencia, ya que como decía Manrique, es solo a nuestro parecer, que idealiza desmesuradamente el pasado es una herramienta reaccionaria capaz de neutralizar todo elemento transformador.

Ante los que no esperaron ni a que se plegaran las esterillas para manosear el legado del 15M, pero también ante los que nunca han recogido la tienda de campaña y aún yacen en Sol rememorando viejas hazañas, es interesante realizar un análisis lo más objetivo del significado político y social del 15M, las consecuencias que tuvo para España y comprobar si las reivindicaciones de la Spanish Revolution aún tienen sentido, es decir, qué queda del espíritu del 15M diez años después.

Lo que fue y lo que no fue el 15M

Fotografía artística sobre las reivindicaciones del 15M titulada ‘Barriendo la mierda’. Autor: Gaelx. 21/05/2011. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0)
Fotografía artística sobre las reivindicaciones del 15M titulada ‘Barriendo la mierda’. Autor: Gaelx. 21/05/2011. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0)

Cuando a día de hoy se recuerda el 15M se suele escuchar la cantinela de que este fue tan transversal, que tuvo un significado radicalmente diferente para cada persona que participó. Se ha instalado la idea de que no había dos indignados o indignadas que lo estuvieran por la misma causa. Defender esto conlleva sustraer todo contenido al 15M, hacerlo inútil. Es pretender hacer pasar por apolítico un movimiento político.

Ciertamente, los indignados denunciaban la forma en la que los políticos estaban gestionando la crisis, la escasa representación de la sociedad en las instituciones o la corrupción estructural, en pocas palabras, el sistema político español en casi toda su extensión, así como buena parte de las inercias del libre mercado. Una denuncia muy bien resumida en el lema “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Ahora bien, en ningún caso se rechazaba lo político en sí, se defendía otra forma de hacer y de entender la política.

Hagamos un poco de memoria para comprender cómo era esta nueva forma de entender la política. Tras la manifestación convocada el 15 de marzo de 2011 en todo el Estado por la plataforma Democracia Real Ya y otros colectivos, unas cuantas personas decidieron acampar en la Puerta del Sol. Primero se les permitió hacerlo, pero en la madrugada del día siguiente la policía intentó desalojar las personas acampadas mediante el uso de la violencia, provocando una ola de solidaridad en todo el país. Esto se traduciría en manifestaciones masivas y acampadas en las plazas de todas las grandes ciudades.

En las plazas se formaron pequeñas comunidades que se asentaban sobre la cooperación y solidaridad mutuas. Como cuentan quienes allí acamparon, se prestaba todo aquello que se necesitara, ya fueran esterillas, almohadas o mantas, y se formó un espacio de participación y de intercambio de opiniones políticas en el que toda idea era escuchada. Relaciones y normas diametralmente opuestas a la tónica general en la política española del momento, además muy anclada en el bipartidismo de PP y PSOE.

Por estas razones, la sociedad pronto se puso a favor de las personas acampadas. En concreto, hasta un 80% de la población española apoyaba la revolución de los indignados. Además, se estima que desde que eclosionó la protesta hasta aproximadamente el año 2014, participaron entre 2 y 7 millones de personas, de un modo u otro.

Criminalizar a los manifestantes por violentos o por ’’perroflautas’’ ya no era una opción, por lo que tenían que pasar al plan B: vaciar de contenido el movimiento. Solo se hablaba de sus formas o de su transversalidad, olvidando todas sus reivindicaciones políticas. El 15M ahora molaba, pero el 15M ya no era nada.

Entre estas reivindicaciones estaban la reforma del sistema electoral español, la garantía de los derechos constitucionales como una salud y educación públicas o una vivienda digna, la reforma fiscal y bancaria, una mayor transparencia política, la derogación de leyes como la Ley de Extranjería, la Ley Sinde o el Plan Bolonia, y un largo etcétera. Es evidente el interés de algunos en que estas fueran olvidadas.

Lo que queda y lo que no del 15M

Acampada en la Puerta del Sol, Madrid, el 15M. Autor: Carlos Daniel Gomero, 18/05/2011. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)
Acampada en la Puerta del Sol, Madrid, el 15M. Autor: Carlos Daniel Gomero, 18/05/2011. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)

Se ha hecho común el pensamiento de que el 15M nació y murió en las plazas. A quienes se atreven a defender que algún movimiento, asociación o incluso partido comparten camino con la revolución de los indignados, se les contesta rápida e irreflexivamente que eso no tiene nada que ver con el 15M. Pero, ni los indignados brotaron de repente de los bancos de Puerta del Sol o de la Plaça de Catalunya, ni tampoco se quedaron allí ni ellos ni sus ideas.

Para empezar, ya fuera de España habían tenido lugar experiencias revolucionarias y cercanas en el tiempo de las que la Spanish Revolution se nutrió, como la revolución islandesa o incluso la Primavera Árabe. La crisis mundial que estalló con la quiebra de Lehman Brothers generó un contexto revolucionario internacional, con bastantes semejanzas al que vivimos ahora.

En España en concreto, se sucedían las denuncias, los manifiestos y las movilizaciones. En 2010 se convocó una huelga general contra la reforma laboral y contra la reforma del sistema público de pensiones promovidas por el gobierno de Zapatero, a la vez que se hacían llamamientos continuos a la revolución desde diferentes plataformas como Juventud Sin Futuro, Estado del Malestar o la ya mencionada Democracia Real Ya.

El 15M venía de lejos, y tuvo sus antecedentes y sus desencadentes.

Dicho todo esto, ¿qué queda 10 años después del 15M? En realidad, más bien deberíamos preguntarnos si hay algo que no fuera más allá de aquellas plazas. Es cierto que la situación generó un clima social de impaciencia revolucionaria, en el que todo lo que no fuera asaltar los cielos sabía a derrota, y así fue cuando nos dimos cuenta de que el cielo estaba más arriba de lo que pensábamos. Pero siempre que se siembra semilla brota algo.

El 15M ha dejado huella tanto en lo material como en lo subjetivo. Empezando por lo primero, se produjeron cambios palpables, aunque no radicales, en la política y en la sociedad. Hace unos años era inimaginable que en la gran mayoría de los partidos hubiera procesos de primarias más o menos democráticos o que hubiera listas cremallera. Cuando la corrupción imperaba e incluso se toleraba, la plataforma 15mparato consiguió sentar en el banquillo a los responsables de las tarjetas ‘black’ o del fraude de las preferentes.

Pero más allá de esto, el 15M despertó conciencias que yacían en un profundo sueño, de ahí su lema Dormíamos, despertamos. Conciencias que se traducen en un resurgir de los movimientos ciudadanos y del asociacionismo vecinal que fueron enterrados en la Transición. El movimiento antidesahucios, el ecologismo o el feminismo son herederos y comparten formas, contenido y lenguaje con la revolución de los indignados.

Además, también supuso un cambio progresivo de un modelo fuertemente bipartidista donde imperaba el voto útil, a otro más pluripartidista, donde se animaba a votar a formaciones minoritarias para restar poder a las dos fuerzas a las que se señalaba como culpables de todos los males. Esto, a su vez, propició que, cuando aparecieron partidos como Podemos o Ciudadanos, irrumpieran con fuerza en el tablero. De hecho, no se puede entender Podemos sin el 15M, aunque no sean lo mismo.

Al 15M también se le achaca el haber “llevado la política a la mesa”, es decir, a que fuera una cuestión que se volvía a tratar con naturalidad en familias no implicadas políticamente. Se vio el nacimiento de programas como Salvados, La Sexta Noche o Al Rojo Vivo, y el nacimiento de nuevos medios de comunicación alternativos como Spanish Revolution, elDiario.es, InfoLibre, elPlural y un largo etcétera, que buscaban cubrir esa nueva demanda.

Todas estas cuestiones no han muerto, sino que han tenido sus consecuencias a corto, medio y largo plazo. Tanto es así, que incluso la extrema derecha ha tratado de capitalizar ese descontento general y ese conato de rebeldía, aprovechando la falta de definición ideológica y el transversalismo propio del 15M, que llegó a agitar de manera orgullosa aquello de “ni de izquierdas ni de derechas”

‘’Lo que pensábamos muchos en esos días era que iba a haber un cambio clarísimo y radical, que de repente íbamos a cambiar de modelo social y político a raíz de aquello. Claro no ha sido así, pero yo no quiero estar decepcionado con eso. Ha evolucionado de otra forma. Ha movido conciencias y ha puesto en marcha ideas que si no hubiera habido ese encuentro, esa sensación de comunidad en Sol, no habría sido de esa forma’’, cuenta Miki, un indignado.

Las personas que acamparon en el 15M no detuvieron allí su lucha. La gran mayoría han seguido militando y construyendo poder popular en espacios diferentes, pero compartiendo una misma cultura y forma de entender lo político. Ahora, solo aguardan para volver a encontrarse, una causa por la que volver a indignarse.

Vicente Barrachina

Articulista. Apasionado por la Sociología y la Ciencia Política. Periodismo como forma de activismo. En mis artículos veréis a la extrema derecha Al Descubierto, pero también a mí.

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