Europa

Revisionismo histórico: la batalla por el ayer para ganar el mañana 

Lo pasado, pasado está. Sin embargo, a veces el pasado es también determinante para el futuro. Es incluso condición de posibilidad del mismo. Sin el pasado, no se puede crear futuro. Un físico explicaría que la materia no se crea de la nada, sino que surge a partir de la misma materia. Esta tesis, llevada al plano ideológico, significa que una idea tampoco puede surgir por creación espontánea, sino que esta debe sustentarse en una o varias ideas previas que mediante uniones, separaciones o modificaciones, den lugar a otra nueva.

Este proceso de formación de las ideas no siempre es comprendido, pero se muestra evidente cuando se analiza. Tomando como ejemplo las teorías que más han transformado el panorama político-social en los últimos tiempos: la filosofía de Karl Marx. El mito de este autor alemán lo presenta como el creador de una ideología revolucionaria jamás vista anteriormente.

A pesar de la veracidad de esta afirmación, pocas veces se menciona que su pensamiento está formado esencialmente a partir de la síntesis de tres doctrinas previas: los postulados de la economía política de la mano de autores como Adam Smith o David Ricardo, de algunas tesis hegelianas como la dialéctica y de la herencia de la filosofía kantiana. Esto, en ningún caso significa un demérito, sino que evidencia el proceso de formación de toda idea, por muy novedosa o revolucionaria que esta sea. 

Así pues, el pasado forma irremediablemente parte del futuro. No sorprende, por lo tanto, la insistencia y dedicación de algunas personas por conocer el pasado y por controlar la imagen que se tiene del mismo, con la intención última de poder legitimar proyectos políticos presentes y futuros.

En el caso particular de España, tras el final de la Guerra Civil, se inició de nuevo otra guerra, pero en esta no se utilizaban armas de fuego, sino que comenzó una encarnizada disputa por determinar el relato del conflicto que se instalaba en el imaginario colectivo. Gracias a los instrumentos estatales de propaganda de los que dispuso el régimen durante los 39 años de dictadura, el bando franquista también ganó de forma aplastante esta batalla.

Así pues, a día de hoy, aún perduran en la sociedad muchas de las mentiras que el régimen franquista se propuso difundir. Primero, porque casi cuatro décadas de adoctrinamiento dejan huella en varias generaciones y no se pueden revertir de la noche a la mañana; y, segundo, porque hay sectores políticos y económicos a los que no les interesa que los mitos del franquismo sean desmentidos.

De este modo, cuando se insiste en que “es mejor no abrir heridas”, lo que se pretende es que se perpetúe el relato de la dictadura y no se pongan en evidencia las mentiras del régimen que mucha gente todavía desconoce. En otras ocasiones, directamente se reproducen discursos con pruebas o datos falsos con la intención de manipular la opinión pública y crear una imagen colectiva sesgada de la historia.

En general, en un intento de mantener o perpetuar este imaginario falso que puede existir alrededor de los hechos del pasado, se pueden optar por dos estrategias: o bien oponerse y criticar a cualquier intento de hacer justicia con la historia, por ejemplo a través de leyes de memoria histórica, debates objetivos o la investigación; o bien ahondar en dichas mentiras mediante un corpus teórico, la tergiversación de los datos o difundiendo aún más los mitos que se crearon en su momento.

Esto último es lo que se suele llamar revisionismo histórico.

¿Qué es el revisionismo?

Pío Moa, autor de Los mitos de la Guerra Civil, obra considerada de revisionismo histórico. Autor: FDV, 07/11/2008. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 2.0)

Es importante aclarar primero de qué se habla cuando se habla de revisionismo para comprender estos mitos y estrategias de manipulación. No se trataría, en este caso, del concepto de revisionismo que tiene la escuela marxista para referirse a aquellos autores que trataron de actualizar o revisar las tesis de Marx, en la mayoría de las ocasiones negándolas o abandonándolas, considerando que ya no se ajustaban a su tiempo. 

En realidad se trataría del revisionismo historiográfico, pero incluso aquí presenta dos significados diferentes y, en realidad, opuestos. Todo historiador o historiadora que se precie es revisionista en tanto que indaga en los hechos históricos tratando de desmentir mediante pruebas aquello que se da por conocido. Es decir, realiza investigaciones con una metodología empírica para poner en cuestión las verdades actuales, haciendo que el conocimiento histórico e incluso la ciencia se actualicen y avancen. 

Por ejemplo, hasta ahora, historiadores y científicos coincidían en que en la prehistoria las sociedades humanas se organizaban de tal forma que las mujeres se dedicaban al cuidado de los más pequeños y los hombres se encargaban de la caza. Sin embargo, gracias al hallazgo de una investigación de la Universidad de California en Davis, se ha descubierto que también había mujeres que se dedicaban principalmente a la caza. Se calcula que entre un 30% y 50% de las personas que cazaban eran mujeres. Este sería un claro ejemplo de revisión o actualización histórica fundamentada en datos y pruebas concluyentes.

Por el contrario, el significado de revisionismo historiográfico más extendido en la actualidad es aquel que hace referencia a ese grupo de historiadores (aunque a menudo no son historiadores de profesión) que se dedican a negar hechos históricos contrastados sin aportar pruebas fehacientes y negando otras pruebas sin evidencia que corrobore sus afirmaciones.

Es decir, se trataría de oponerse a las versiones de la historia sobre las cuales existe consenso debido a la abrumadora evidencia a su favor sosteniendo versiones alternativas, a menudo totalmente contradictorias, tergiversadas y falsas, apoyadas en datos falsos, una extrapolación o generalización de datos veraces, datos de fuentes muy dudosas o, directamente, en teorías de la conspiración sin fundamento.

El caso más internacional y conocido de revisionismo histórico de este tipo es el de los negacionistas del Holocausto, que cuestionan el genocidio de la población judía por parte de la Alemania nazi, a veces matizándolo (por ejemplo, diciendo que no asesinaron a tantos como se sostiene) y otras negándolo directamente.

Los negacionistas del Holocausto se autodenominaron revisionistas en un intento de legitimarse, gracias al significado positivo que tenía en la academia el revisionismo, pero al final se quedaron con el apodo y con la connotación peyorativa que este adquirió. De este modo, los negacionistas del Holocausto, así como los miembros de las corrientes historiográficas negacionistas de países como Argentina o España, son conocidos como revisionistas históricos.

El historiador español y Premio Nacional de Historia Enrique Moradiellos defiende que estosautores no merecen el apodo de revisionistas, ya que no aportan nuevas interpretaciones basadas en un trabajo historiográfico riguroso, sino que se limitan a repetir viejas narrativas.

Así, autores como Harry Elmer Barnes o Paul Rassinier (considerado el padre del negacionismo del Holocausto) gozaron de gran repercusión en los años 60 limitándose únicamente a reactualizar la propaganda antisemita de la posguerra

Al fin y al cabo, sea merecido o no el apodo, este conjunto de revisionistas históricos han ido aumentando en número y fama en las últimas décadas, sabiendo pasar desapercibidos como historiadores neutrales y rigurosos, al mismo tiempo que conseguían traer a la agenda pública antiguos debates y resucitar propagandas de tiempos pasados. 

Contexto y redes revisionistas

A la hora de analizar el revisionismo histórico, el primer elemento al que se debe atender es el contexto en el que este se ha desarrollado. El historiador e hispanista británico Sebastian Balfour afirma que desde finales de los años 90 estamos se está dando una ofensiva política global de la derecha que pretende capitalizar las inseguridades surgidas de fenómenos como la globalización.

Esta ofensiva se ha construido a partir de una consistente red política y mediática que ha permitido que estos pseudohistoriadores que no se atrevían a presentar sus tesis en los círculos académicos porque carecían de cualquier consistencia empírica, hayan podido hacerlo en estos medios en los que no había filtro de ningún tipo y que buscaban precisamente ese discurso reaccionario. Así, mientras muchos de los mejores historiadores e historiadoras se recluyen en la academia, los revisionistas han sabido llegar a la gente de a pie.

Como explica el catedrático de la Universidad de Valencia Justo Serna, ‘’los llamados revisionistas han redescubierto el valor de la agitación y la propaganda y han advertido que el valor de sus ideas sólo podrá certificarse con la eficacia de la comunicación. (…) Mientras los revisionistas ocupan el ciberespacio, los historiadores serios, profesionales y dengosos suelen manifestar sus reparos a la Red, dejando que otros vendedores ocupen el mercado de la historia.’’

En España, el cambio de ciclo originado con la victoria electoral de José María Aznar en 1996 fue el inicio de la contraofensiva revisionista, que para Balfour fue una respuesta a las labores de memoria histórica que se habían empezado a llevar a cabo en el país, como la apertura de fosas comunes de represaliados por la dictadura o la concesión de la nacionalidad a brigadistas internacionales.

El Partido Popular y su FAES (presidida por Aznar), junto a medios de comunicación como Libertad Digital, la COPE, el ABC o El Mundo, y editoriales como La Esfera de Los Libros, han sido algunos de los actores principales de esta contraofensiva revisionista que se extiende hasta hoy en día.

Los autores de cabecera del revisionismo histórico español han sido hasta ahora Pío Moa y César Vidal, que han conseguido vender cientos de miles de ejemplares de sus obras sobre la historia de España aunque ninguno es historiador de profesión.

Estos se han dedicado a recuperar las tesis de la historiografía franquista, sabiendo presentarlas como nuevas interpretaciones que pretender superar el ‘’sentimentalismo’’ que envuelve la Guerra Civil y que tratan de desmontar las tergiversaciones de la izquierda, cuando no del comunismo o la masonería. 

En esta tarea les han acompañado historiadores como Stanley G. Payne, Luis Eugenio Togores o Ángel David Martín Rubio y periodistas como José Javier Esparza, José María Zavala o el conocido Federico Jiménez Losantos, entre muchos otros. Es importante conocer sus nombres y trayectoria porque su mayor baza y principal estrategia comunicativa es parecer historiadores o periodistas neutrales, cuando todos y cada uno de ellos están directamente relacionados con la extrema derecha. 

Federico Jiménez Losantos, cofundador de Libertad Digital. Autor: Jorge Álvaro Manzano, 30/11/2020.
Fuente: Flickr (CC BY-NC-ND 2.0)

Por ejemplo, el historiador estadounidense Stanley G. Payne puede pasar por un autor más, desconocido por el gran público y sin ideología declarada. Sin embargo, Payne es un autor cercano a la formación de ultraderecha Vox, que recientemente participó en una obra conjunta titulada Memoria Histórica, amenaza para la paz en Europa que ha sido promovida por el periódico de Vox, La Gaceta de la Iberosfera y en la que también participaron los anteriormente mencionados Togores o Martín Rubio y el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch, entre otros.

Togores es un historiador especializado en historia militar que ha publicado la biografía de militares franquistas como Juan Yagüe Blanco, Agustín Muñoz Grandes o José Millán Astray, siendo acusado por otros historiadores como el catedrático Núñez Seixas de hacerlo parcialmente y ‘’bajo una luz favorable’’, si es que eso es posible con un personaje como el fundador de La Legión; mientras que Martín Rubio es un sacerdote e historiador que se ha dedicado a publicar obras sobre la represión republicana con la intención, dice él, de combatir el proyecto de ‘’reivindicación del bando frentepopulista y de proscripción de los principios sostenidos por el Alzamiento’’.

Por lo que respecta a los periodistas revisionistas, estos han llevado a cabo dos funciones principales: publicar obras revisionistas con menor rigor histórico si cabe que los pseudohistoriadores y, la más importante de ellas, proporcionar su altavoz mediático a historiadores revisionistas para promocionar sus tesis. 

 Con todo ello, se observa una extensa red de revisionistas que participan en las mismas tertulias políticas, que se citan recíprocamente en sus obras y que, gracias a los empresarios dispuestos a financiarlos y también a un público dispuesto a comprar obras que les digan aquello que quieren escuchar, dedican su actividad profesional a reescribir la historia.

Estrategias desde el revisionismo

Discurso de Franco en Eibar. Autor: Indalecio Ojanguren, 1949
Fuente: GipuzkoaKultura (CC BY-SA 3.0)

Son muchas las estrategias que desde el revisionismo se usan para que su discurso cale, pero la mayoría utilizan las mismas por lo que es sencillo identificarlos si se conocen previamente.

Como si fuera una norma entre ellos, siempre dicen que van a hablar de un tema ‘’polémico’’ y que no dejará a nadie ’’indiferente’’. Si este es el preámbulo en la contraportada de un libro y además el autor manifiesta su intención de ir contra la ‘’verdad oficial’, es muy posible que se trate de una obra revisionista. Los historiadores no suelen empezar nunca con este tipo de prólogos, ni utilizar párrafos cargados de tintes sensacionalistas.

Ya en las tesis del libro, se puede encontrar unos recursos discursivos y de manipulación recurrentes en las obras revisionistas. Serna explica que cuando estos autores indagan en los archivos o documentos históricos, si encuentran algo que confirma sus teorías entonces lo citan en sus obras sin cuestionarse su veracidad, pero cuando incluso en los mismos testimonios que antes habían citado encuentran pruebas contrarias deciden ignorarlas o tildarlas directamente de falsas

Así pues, en lo que a la documentación de sus obras respecta, buscan dotarse de legitimidad citando a otros historiadores. Sin embargo, como explica el historiador y profesor Cristián Cerón Torreblanca, los revisionistas actuales se dedican a citar sistemáticamente a historiadores de los años 60, cuando solo se permitía publicar a aquellos que no contradecían al franquismo, e ignoran toda la producción posterior a la muerte del dictador que no sea de revisionistas como ellos.

Cuando no les basta con utilizar las estrategias anteriormente mencionadas, los revisionistas emplean estrategias discursivas como la de la inversión de discursos que tan de moda está actualmente entre la alt-right o nueva derecha radical.

De este modo, se presentan como los reveladores de verdades ocultas, como la supuestamente nunca contada represión del bando republicano, cuando en realidad esta fue contada y exagerada ininterrumpidamente durante las décadas posteriores a la contienda, o acusan de totalitarios a la izquierda y a los nacionalismos periféricos, queriendo hacer pasar a Franco por simplemente autoritario.

También se hacen servir del relativismo moral, como explica Balfour, para restar importancia a las atrocidades cometidas por el bando franquista y para defender que nadie está en posición de juzgar las acciones de los demás.

Argumentan que todo país ha cometido bombardeos y violaciones de derechos humanos, en una defensa acérrima del ‘’todos son iguales’’, y ponen así al mismo nivel la violencia franquista y la republicana durante la guerra, cuando los historiadores serios sostienen que la última se hizo al margen de las instituciones y trató de sofocarse, mientras que la violencia contra los civiles estaba directamente instigada por los dirigentes del golpe de estado. 

De esta forma, mediante este entramado de recursos argumentativos y gracias al entramado mediático que los apoya los revisionistas tratan de extender su discurso e imagen sobre la historia, o al menos de sembrar alguna duda que impida que la verdad quede al descubierto.

Esta ofensiva por controlar el relato histórico a través del revisionismo no responde a una voluntad espontánea de que la población tenga una imagen menos mala del nazismo o del franquismo, sino que atiende a un proyecto político presente. Quienes la promueven no desconocen que, como decía Weber, la legitimidad tiene un importante componente de tradición, por lo que la imagen que tiene la sociedad de sus antecesores políticos condicionará las probabilidades de éxito de su proyecto en el futuro, incluso aunque este no sea el mismo.

Saben que el pasado forma irremediablemente parte del futuro. Saben que tienen que dar la batalla por el ayer para ganar el mañana.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto de portada: Visita de Franco a Barcelona en 1942. Autor: Carlos Pérez de Rozas, 1949. Fuente: w151.bcn.cat (CC BY-SA 2.0)

Vicente Barrachina

Articulista. Apasionado por la Sociología y la Ciencia Política. Periodismo como forma de activismo. En mis artículos veréis a la extrema derecha Al Descubierto, pero también a mí.

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