Europa

Porrajmos: así fue el holocausto gitano

La operación de persecución y asesinato sistemático que durante años planeó el nazismo, sólo se puede entender se contextualiza y se sitúa dentro de la larga «corriente antigitana» que ha contaminado la sociedad y la política occidental históricamente y que ha provocado que este grupo étnico sufra de una discriminación estructural patente a lo largo de los siglos.

El antigitanismo, en absoluto se puede contemplar desde una perspectiva simplista. Al igual que el antisemitismo, en puridad, se trata de un fenómeno muy complejo, con múltiples aristas y vertientes.

Breve historia del antigitanismo

Gitanos fuera de la ciudad de Berna (Suiza). Autor: Diebold Schilling, 1445
Gitanos fuera de la ciudad de Berna (Suiza). Autor: Diebold Schilling, 1445

Existen unos hechos objetivos e historiográficamente comprobados hasta la saciedad, desde que allá por la baja Edad Media, sucesivas olas migratorias romaníes llegaran hasta Europa, el trato que las naciones europeas han concedido a esta minoría étnica ha estado caracterizado por un constante hostigamiento, el rechazo de su cultura y la negación per sé de su derecho a coexistir con otras formas sociales, culturales o raciales.

En consecuencia, cuando el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi) alcanzó el poder en Alemania se encontró con un panorama que, previamente, y durante décadas, había sido pergeñado de estigmatización contra el colectivo gitano por considerarle peligroso, ignoto y fuera de control, entre otras lindezas.

Todos estos estereotipos y prejuicios negativos, de forma similar a como sucedió en la población judía, facilitaron el genocidio, más conocido dentro de la cultura gitana como «porrajmos«, que se produjo en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y del que más adelante trataremos en profundidad. Porrajmos, en lengua romaní, se podría traducir como «devoración».

Un ejemplo del ambiente antigitano del que estuvo impregnada toda Europa y, particularmente España (y en general los países del sur y del este de Europa), es la conocida como «Pragmática de Medina del Campo de 1499» decretada por los Reyes Católicos Isabel y Fernando, que no por desconocida, es menos contundente en sus premisas que el edicto que en su momento cursaran para la expulsión del territorio de Castilla de judíos y moriscos:

Mandamos a los egiptianos que andan vagando por nuestros reinos y señorios con sus mujeres e hijos que….no anden juntos viajando por nuestros reinos como lo hacen, o dentro de 60 días primeros, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores, juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos y por la segunda vez los corten las orejas y estén 60 días en la cadena y los tornen a desterrar

Pragmática de Medina del Campo de 1499

Años más tarde, se sucederían las «Pragmáticas de Felipe III de 1619″, » la de Felipe IV en 1633″, » la de Felipe V en 1717″ o la de Carlos III en 1783″, todas ellas, fraguadas en el mismo molde que las de los Reyes Católicos y, por consiguiente, con muy semejantes directrices en lo que al hostigamiento de los gitanos sobre suelo hispano se refiere.

Esta discriminación hacia la población gitana continuó a lo largo del tiempo, pero se acrecentó durante el periodo franquista, caracterizado por perseguir, torturar y asesinar a todos aquellos colectivos que no entraran dentro de su ideario, entre ellos, por supuesto, la comunidad gitana.

Durante el régimen totalitario de Francisco Franco, que comenzó en 1939 tras provocar y ganar la Guerra Civil y que finalizó en 1975, se extendió, si cabe más aún, el clima de criminalización del pueblo romaní en el ámbito ibérico. De ello existen numerosas pruebas documentales, como por ejemplo el reglamento que durante el mandato nacionalcatólico y xenófobo estaba vigente para la Guardia Civil:

Artículo 4: Se vigilará escrupulosamente a los gitanos, cuidando mucho de reconocer todos los documentos que tengan, confrontar sus señas particulares, observar sus trajes, averiguar su modo de vida y cuanto conduzca a formar una idea exacta de sus movimientos y ocupaciones, indagando el punto al que se dirigen en sus viajes y el objeto de ellos.

Artículo 5: Como esta clase de gente no tiene por lo general residencia fija, se traslada con mucha frecuencia de un lugar a otro, en los que son desconocidos, conviene tomar de ellos todas las noticias necesarias para impedir que cometan robos de caballería o de otra especie.

Artículo 6: Está mandado que los gitanos y chalanes lleven, además de su cédula personal, la Patente de Hacienda que les autorice para ejercer la industria de tratante de caballerías. Por cada de éstas, llevarán una guía con la clase, procedencia, edad, hierro y señas, la cual se entregará al comprador. Los que no vayan provistos de estos documentos o, los que de su examen o comprobación resulte que no están en regla, serán detenidos por la Guardia Civil y puestos a disposición de la autoridad competente como infractores de la Ley.

Reglamento de la Guardia Civil durante el franquismo

En lo que respecta al resto de Europa, las políticas que se han seguido en cuanto a los gitanos han sido si no idénticas a la española, sí al menos muy semejantes en sus formas y en sus objetivos.

A lo largo de la Edad Media europea se produjeron tal acumulación de pragmáticas, leyes, directivas sancionadoras, etc, que no daría para detenerse en ellas, por lo que corresponde tratar directamente las bases del antigitanismo y su desarrollo ya en el siglo XX.

Desde fechas muy tempranas fructificó un considerable aumento del control y el acoso policial en toda Europa. De igual forma, los discursos jurídicos, políticos e incluso, los de índole científica, estuvieron encaminados a socavar y denigrar la dignidad misma del pueblo romaní.

El propio Michael Zimmerman, profesor de filosofía en la Tulane University de Estados Unidos, señalaría en su momento que el hostigamiento policial y político provocó que la conocida como «teoría política de asimilación» fuera en la práctica una política de expulsión de los gitanos.

Imagen idealizada de una gitana y su hijo Autor: Willian Adolphe Bouguerau, 1879
Imagen idealizada de una gitana y su hijo Autor: Willian Adolphe Bouguerau, 1879

Directivas como la prusiana de 1906 Bekämpfung der Zigeunerplage, estaban pensadas, según sus propios precursores, para la lucha contra lo que ellos llamaron textualmente la «plaga gitana» y, sobre todo, para dificultar al máximo el comercio itinerante y un posible establecimiento de los romaníes en cualquiera de las ciudades que pudieran visitar para tal efecto.

Otro tipo de medidas, como las promulgadas en Suiza en los primeros años del siglo XX, causaron un daño irreparable a muchas familias gitanas. Destrozos que se materializaron en forma de desarraigo familiar, ya que separaron a los hombres de resto del clan para internarlos en el Campo de trabajo forzado de Witzwil. En 1926 , la Fundación Pro Juventute arrancó a sus hijos de la mano de sus padres romaníes que fueron considerados «no aptos» a causa de su nomadismo.

La ciencia, por desgracia, se utilizó como otro de los baluartes o fundamentos de esta política de hostigamiento contra los gitanos.

La antropología física es una de las disciplinas científico-humanistas que más intervinieron en la creación de una opinión pública desfavorable a los romaníes. En concreto, el famoso criminólogo italiano Cesare Lombroso, en su conocida obra L’Uomo delinquente, llegó a afirmar con absoluta rotundidad que la tendencia genética a la delincuencia era reconocible en la fisonomía de los individuos, de forma que un detallado estudio del rostro y de la estructura craneal de cada persona, podría llegar a determinar las posibilidades de que alguien en concreto se convierta o no en delincuente y que grado de violencia podría emplear.

Como consecuencia de estas consideraciones pseudocientíficas, en el año 1912, Francia introdujo lo que dieron en llamar el «carnet antropométrico» para nómadas, que incluía, junto a fotografías de frente y de perfil, huellas dactilares y medidas antropométricas del cráneo y el torso.

Años más tarde, en Suiza se creó un registro específico para gitanos, mientras en Hungría, Checoslovaquia y Austria, implementaron carnets especiales para la etnia gitana.

La psiquiatría es otra de las disciplinas científicas que no quiso quedarse atrás en cuanto a la conformación del cuerpo ideológico y jurídico en pos de la absoluta marginación de los gitanos.

August Forel, un destacado psiquiatra Suizo, se encargó de teorizar con una aviesa intención, situar al mismo nivel a prostitutas, criminales, alcohólicos, vagabundos, judíos, negros, chinos y gitanos. De hecho, Suiza ostenta el triste añadido de haber sido el primer país europeo en aplicar la esterilización de aquellos individuos que según estas teorías étnico-científicas eran estimados como «no deseables», «asociales» o «undesirable class».

Estas concepciones antropológicas y psiquiátricas enraizadas en lo racial consiguieron adquirir gran predicamento entre la población del viejo continente, desembocando, indefectiblemente, en discursos dominantes la supuesta necesidad de higiene social y la eugenesia, que poco a poco fueron adquiriendo más y más fuerza hasta extenderse por toda Europa, de este a oeste, junto a otras pseudociencias como el darwinismo social.

El discurso que en un inicio promulgaban el liberalismo y la Ilustración, consistente en convertir a los gitanos en buenos ciudadanos a través de su asimilación social y cultural, fue perdiendo fuerza frente al discurso que argumentaba la peligrosidad de los gitanos.

Se impuso por tanto, la idea de que las formas de vida propias de los gitanos, el nomadismo, entre ellas, eran del todo incompatibles con la condición social civilizada de la ciudadanía europea en general. Y que, por lo tanto, debían ser erradicadas.

El enigma migratorio

Los gitanos llegaron a Europa procedentes de algún lugar del nordeste de la India, de donde partieron en un momento indeterminado de la Edad Media rumbo a diversos territorios del antiguo Imperio Bizantino. Una primera parada se produjo en Asia Menor y algo más tarde, en la península Balcánica.

Cuando el empuje de los turcos conquistó estas zonas de asentamiento, los «egipcianos» (uno de los nombres por los que se les conocía en Europa por creer que provenían de Egipto), los gitanos comenzaron a extenderse por todo el continente, Moldavia, Hungría, Valaquia, Suiza, Alemania, Países Bajos, Francia, Inglaterra y España.

Con el tiempo alcanzarían, incluso, las costas del nuevo mundo.

El enigma migratorio de este pueblo estriba en el gran vacío documental que existe al respecto, el que apenas se dispongan de testimonios escritos, estudios antropológicos o de tipo socio-geográfico en cuanto a saber qué es lo que provocó su salida de la India y el por qué de su desplazamiento hacia el oeste y no en dirección al oriente, como supuestamente, hubiera resultado más lógico.

A tener en cuenta también, la inmensa paradoja del más que probable linaje ario de este pueblo, algo que en el siglo XVIII el investigador y erudito alemán Grellmann ya teorizó. Ni que decir tiene, que esta circunstancia traería de cabeza a los más furibundos defensores de la teoría racial y antigitana de los nazis.

El genocidio gitano bajo el nazismo

Deportación de gitanos en Alemania. Autor: Desconocido, 22/05/1940. Fuente: Bundesarchiv, Bild 244-48 (CC BY-SA 4.0)
Deportación de gitanos en Alemania. Autor: Desconocido, 22/05/1940. Fuente: Bundesarchiv, Bild 244-48 (CC BY-SA 4.0)

El 2 de agosto de 1944, en la sección gitana del Campo de exterminio de Auschwitz se hizo un silencio impresionante, ya que en el transcurso de varias horas había tenido lugar uno de los hechos históricos más desconocidos para el común de los ciudadanos. Un total de 2897 mujeres, niños y hombres fueron conducidos a las cámaras de gas aquella nefanda noche. Desde entonces es conocida como «La noche de los gitanos«.

Pero lo más sorprendente es que, previamente a estos hechos, en concreto el 16 de mayo de aquel mismo año, las familias gitanas se organizaron con el fin de tratar a toda costa de evitar su inminente ejecución. Las únicas armas a su alcance fueron los palos y las piedras que pudieron encontrar y, por increíble que parezca, la resistencia alcanzó tal nivel que los nazis se vieron obligados a posponer las ejecuciones programadas para ese día. Todo un ejemplo de dignidad, tenacidad y resistencia.

Pero antes de entrar de lleno en lo que fue y significó propiamente el «porrajmos», u «holocausto gitano», conviene hacer un poco de memoria con el fin de establecer cada uno de los episodios que dentro de la Alemania nazi se fueron sucediendo y que desembocaron fatalmente en el genocidio final.

Una vez instalados en el poder, los nazis retomaron los tópicos estigmatizadores que ya llevaban en circulación desde muchos lustros atrás. Según estos tópicos, el estilo de vida basado en el nomadismo y la falta de enraizamiento nacional atribuidos a los romaníes, tenían que ser interpretados como claros síntomas de traición y antipatriotismo.

Sin embargo, detrás de estas apreciaciones, subyacía escondida una concepción antropológica fundamentada en lo racial y, en consecuencia, desde la perspectiva del estado nazi, a los gitanos se los consideró como sub-humanos y, por extensión, susceptibles de poder ser eliminados en cualquier momento.

La definición, el estudio y la clasificación de los gitanos estaba por hacer, y para ello se creó una unidad especial dirigida por el psiquiatra y neurólogo alemán Robert Ritter. Las investigaciones de Ritter se dirigieron en el sentido de localizar a la población gitana que en aquellos momentos vivía en el país, pero tanto el aparato policial como el judicial no esperaron al resultado de tal investigación, obrando por su cuenta y concentrando a grandes cantidades de población romaní en los Campos de Marzahn y Dachau.

En 1933 se decretó una ley para la prevención de la descendencia con enfermedades genéticas que abrió la puerta a la esterilización de los gitanos, otras minorías étnicas y personas con minusvalías físicas y psíquicas, entre otros grupos marginales.

Se estima, que ya en 1934, aproximadamente unos quinientos romaníes soportaron la esterilización forzosa, una práctica quirúrgica que conforme avanzaba el tiempo se fue extendiendo a más miembros de la comunidad romaní.

La intención de los nazis quedaba patente y en ningún momento ocultaron su propósito de liquidar biológicamente a los gitanos, entre otros motivos, por creerles traidores al Reich e inferiores en cuanto a las cualidades que se le presuponen a un ser humano.

En 1935, se promulgan las conocidas como «Leyes de Nuremberg«:

Ley de ciudadanía del Reich y Ley para la protección de la sangre y el honor alemanes del 15 de septiembre de 1935.

El Reichstag ha sancionado por unanimidad la siguiente ley, que queda promulgada por la presente.

Imbuidos de la conciencia que la pureza de la sangre alemana constituye la condición imprescindible para la continuidad del pueblo alemán y animados por la voluntad indeclinable de asegurar el futuro de la nación alemana por todos los tiempos, el Reichstag ha sancionado por unanimidad la siguiente ley, que queda promulgada por la presente:

1. Quedan prohibidos los matrimonios entre judíos y ciudadanos de sangre alemana o afín. Los matrimonios celebrados en estas condiciones son nulos aún si hubieren sido.

Artículo 1:

1. Será considerado ciudadano con todas las responsabilidades inherentes todo aquel que disfrute de la protección del Reich alemán y quepor ello seté en especial deuda con él.

2. La ciudadanía se adquiere de acuerdo a las normas que establecen las leyes del Reich y de ciudadanía nacional.

Artículo 2:

1. La ciudadanía del Reich se limitará a los connacionales de sangre alemana o afín que hayan dado debida prueba, a través de sus acciones, de su voluntad y disposición de servir al pueblo y al Reich alemán con lealtad.

2. Los derechos de ciudadanía del Reich se adquieren mediante la obtención de la carta de ciudadanía del Reich.

3. El ciudadano del Reich es el único titular de todos los derechos políticos de acuerdo con lo establecido por la ley

Artículo 3:

El Ministro del Interior sancionará, previo acuerdo del representante del Fürher, los reglamentos jurídicos y administrativos necesarios para hacer cumplir y complementar la ley de ciudadanía del Reich.

Núremberg, 15 de septiembre de 1935

El Fürher y Canciller del Reich Adolf Hitler

Extracto de las Leyes de Nuremberg

Estas leyes consistían en un corpus jurídico pensado para limitar los derechos fundamentales de los ciudadanos en general y con vistas a garantizar la «protección sanguínea» y el «honor nacional alemán».

 Deportación de gitanos en Alemania. Autor: Desconocido, 22/05/1940. Fuente: Bundesarchiv, Bild 244-52 (CC BY-SA 3.0)
Deportación de gitanos en Alemania. Autor: Desconocido, 22/05/1940. Fuente: Bundesarchiv, Bild 244-52 (CC BY-SA 3.0)

Tanto el enunciado como el posterior desarrollo de estas leyes surgieron del congreso del Partido Nazi celebrado en Nuremberg en 1935. En un principio no incluía a los gitanos dentro de sus severas restricciones, pero más adelante, si lo hicieron los diversos comentarios, interpretaciones y la jurisprudencia generada a partir de dichas leyes.

Entre 1935 y 1939, las autoridades municipales de Alemania obligaron a las comunidades romaníes de sus respectivas localidades a desplazarse hasta espacios expresamente preparados para ellos, situados en las afueras de las ciudades.

Estos espacios eran una combinación entre gueto y campo de concentración, siendo los más representativos los creados en las afueras de Colonia, Dusseldorf, Essen, Fráncfort y Hamburgo, entre otras ciudades alemanas y austriacas.

Las personas forzadas a vivir en estos campos recibían regularmente las visitas de los equipos científicos de Ritter, los cuales se dedicaban a fotografiarlos, tomar muestras de sangre, realizar medidas craneométricas, etc.

Ni que decir tiene que las condiciones de vida en estos guetos improvisados eran «infrahumanas», ya que estaban ideadas para mantener reservas de trabajadores esclavos y, por supuesto, para las prácticas de esterilización ya mencionadas.

La fuerza policial a la que fue encomendada la persecución y detención de los romaníes no era otra que la «Oficina Central de la Policía Criminal o también conocida como la RKPA. Esta unidad fue creada en 1936 y su dirección le fue encargada a una de las personas de la máxima confianza de Adolf Hitler, podría decirse que su principal lugarteniente y más que posible candidato a sucederle, el terrible Reinhard Heydrich, y que a su vez, tenía como subordinado y principal gestor a Arthur Nebe, quien a posteriori, y siempre según las investigaciones del historiador Gilat Margalit, sería el responsable de la mayor masacre de romaníes perpetrada por los nazis en la URSS.

En diciembre de 1938 apareció el decreto titulado «Para combatir la plaga gitana», suscrito por el mismo Heinrich Himmler, jefe de la Gestapo y de las SS. Este decreto se habría preparado, redactado y elevado a categoría de ley con el objeto de dar una solución definitiva a la «cuestión gitana», por tanto, se le podría comparar con la Conferencia de Wansee y la Solución Final, en los que a los judíos se refiere.

La policía criminal nos medía la nariz y las orejas, y anotaba el color de nuestro cabello y muchas cosas más. De mí dijeron que era india de pura raza. A otros los clasificaron de mestizos, aunque su padre y su madre fueran verdaderos sinti los dos

Philomena Franz. Superviviente del holocausto gitano

Ritter y su equipo científico elaboraron un sistema de clasificación racial de la población romaní que se empleó en el decreto de 1938. Los gitanos se dividían y subdividían en distintas categorías y, dependiendo del grupo en el que fueran incluidos éstos recibirían un documento de identidad diferente.

La clasificación se hace de la siguiente manera:

Por un lado, los gitanos puros, en cuyas fichas policiales se pondría la letra Z (de zigeuner) y, por otro, gitanos mestizos (ZN, zigeuner mischlinge), cuyas fichas estaban cruzadas por una raya azul en diagonal.

El 16 de diciembre de 1942, Himmler dio la orden de deportación de todos los romaníes susceptibles de ser eliminados, siendo su destino el temible campo de Auschwitz. No obstante, se da la paradoja de que el propio Himmler recomienda que algunos gitanos, los más puros, sean mantenidos con vida amparándose en la «Ley de Protección de Monumentos históricos», para que así pudieran ser estudiados por equipos científicos especializados en genética y antropología.

Esto se debió a que algunos nazis como el propio Himmler se mantenían en la creencia de que el origen indio de los romaníes les convertía en posibles portadores del «gen ario» y, por tanto, constituían parte esencial del origen de la «arianidad». Por eso, aquellos gitanos que mayor pureza racial presentaran, debían ser salvados y preservados para el estudio antropológico y con el fin de determinar si eran o no huéspedes biológicos de ese primordial huevo ario.

Estas elucubraciones y fantasías metafísicas de Himmler no tuvieron gran aceptación entre las autoridades locales de cada uno de los territorios en los que se dividía Alemania. Por esta causa, el número de gitanos salvados de la gran deportación al este, fue escaso.

En 1944, aproximadamente 4000 gitanos fueron asesinados en las cámaras de gas de Auschwitz en una sola noche. A esa noche se la conoce históricamente como la «Zigeunernacht» (noche de los gitanos).

Al final de la Segunda Guerra Mundial, se calcula que entre un 70% y un 80% de la población gitana ha sido asesinada por los nazis y sus aliados.

Hay que llamar la atención sobre la extraña circunstancia de que ningún gitano fue llamado a testimoniar en el «Juicio de Nuremberg«, donde los máximos jerarcas del régimen nazi fueron juzgados en un tribunal internacional, a lo largo del cual, ninguno de los intervinientes en calidad de testigos, fiscales o jueces, hablan en favor del pueblo gitano ni siquiera para recordar su sufrimiento.

Los romaníes no recibirían compensación alguna a modo de indemnización por los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos contra ellos, como si tuvo, por ejemplo, el pueblo judío.

El reconocimiento de su persecución, martirio e intento de liquidación biológica llegó muchos años después, quizá demasiado tarde para tratarse de un crimen de tales dimensiones y que demuestra hasta qué punto los prejuicios étnicos hacia la población gitana estaban (y están) tan arraigados.

Erna Lauenburger, un caso particular

Triángulo marrón que se bordaba en la ropa de los reclusos gitanos en los campos de concentración nazis

Lamentablemente, los datos acerca del holocausto gitano no son muy abundantes. El caso más conocido es el de Erna Lauenburger «Unku», una niña romaní que nació en Alemania el 4 de marzo de 1920, más concretamente en la ciudad de Berlín. Erna adquirió gran popularidad porque sirvió de inspiración para el protagonista de un cuento infantil publicado en 1931 por la escritora Grete Weiskopf-Bernheim.

En los años 20, Erna y su familia vivían en Berlín, pero en la década de los 30 se trasladaron a Magdeburgo por razones de trabajo. Allí, ella contrajo matrimonio con Otto Schmidt, que en 1938 fue detenido y deportado al campo de concentración de Buchenwald, donde murió en noviembre de 1942.

Pero, antes de eso, el 12 de abril de 1939, Erna es citada por la policía judicial, la someten como a todos a un intenso interrogatorio, le toman las huellas dactilares y le hacen pruebas craneométricas. Finalmente, todos sus datos y el resultado de las pruebas quedan registrados en el archivo de la «Unidad para la investigación de la Higiene Racial«, al frente del cual se encontraba el anteriormente mencionado el doctor Robert Ritter.

Tras la promulgación del decreto del 17 de octubre de 1939, Erna es obligada a firmar un documento en el que figuraba la expresa prohibición de cambiar de lugar de residencia.

Una vez que sus datos y características raciales fueron analizados y sintetizados, los nazis clasificaron a Erna como «gitana mestiza», algo que en absoluto la beneficiaba en vistas a una posible liberación, ya que de inmediato fue internada en el campo de concentración para gitanos de Magdeburgo.

Desde allí, y ya en 1943, sufre junto al resto de su familia la deportación al campo de Auschwitz-Birkenau, en Polonia.

A su llegada a Auschwitz, Erna perdió su identidad pasando a ser la prisionera Z-633, y sus hijos, Marie y Bärbel, fueron marcados con los identificativos Z-635 y Z-634, respectivamente.

Transcurrido un tiempo indeterminado, su hija Marie murió, un hecho que afectó profundamente a Erna, sumiéndose en un estado depresivo que fue deteriorando de manera progresiva todas sus facultades, de tal manera que la trasladaron a la enfermería del campo donde murió el 2 de julio de 1943.

Lamentablemente, el holocausto gitano es uno de los hechos históricos más injustamente olvidados. Las leyes, las persecuciones, las esterilizaciones, las expulsiones, la permanente estigmatización del pueblo romaní, les ha llevado a refugiarse, como último recurso, en su propia cultura, una forma tan legítima como noble de defensa activa contra tantas agresiones de las que han sido víctimas propicias .

Hay momentos en los que cuesta entender el por qué de las distancias, el por qué de los abismos que a veces se abren entre diferentes etnias o culturas, pero tal vez, las respuestas a estas y muchas otras preguntas residan en el dolor causado de manera tan gratuita a otros pueblos, a otras formas de entender el mundo y de permanecer en él.

Así, es importante hacer memoria y no olvidar el daño irreparable que le fue causado al pueblo gitano desde los inicios de su presencia en suelo europeo, nunca perder de vista el todavía desconocido «holocausto gitano , en el que medio millón de personas perdieron la vida de forma atroz, en el que fueron literalmente devorados.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto de portada: Mujer gitana con un policía y el psicólogo nazi Robert Ritter. Autor: Desconocido, 1936. Fuente: Bundesarchiv, Bild 244-71 (CC BY-SA 3,0)

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

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