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Raperos «fachas»: ¿la ultraderecha al asalto del hip hop?

El hip hop nace en los Estados Unidos a mediados de la década de los años 60 como un movimiento contracultural y artístico con diferentes manifestaciones: musicalmente apareció el funk. el rap, el blues, o el DJing; rítmicamente surgieron disciplinas como el hustle, el uprocking, el lindy hop, el popping o el locking; y el aerosol, bombing, murals, y political graffiti nacieron como formas de expresión artística callejera.

No se puede señalar una fecha exacta para su nacimiento, pero s se sabe que sus raíces se encuentran en las fiestas clandestinas, o “block parties”, celebradas en barrios marginales de las grandes ciudades norteamericanas; principalmente del Bronx, Queens o Brooklyn

La incapacidad para poder acceder a las grandes fiestas, celebradas en reconocidos pubs y discotecas de las grandes ciudades, accesibles únicamente para personas de una elevada clase social, fue el principal factor que empujó a la población de dichos barrios (fuertemente castigados por la pobreza, la desigualdad, y la exclusión) a celebrar estas quedadas clandestinas en sus barrios.

Es muy importante realizar una aproximación histórica a la este movimiento cultural, centrarse en sus orígenes, figuras más representativas y evolución, al mismo tiempo que realizar un análisis de las condiciones materiales y los factores que motivaron su surgimiento, para poder entender así el motivo por el cual suele vincularse o asociarse con determinados valores sociales, y también qué estrategia está empleando la ultraderecha para apropiarse y beneficiarse del mismo.

El desarrollo de la cultura hip hop

A pesar de que la cultura hip hop suele vincularse con el baile, este únicamente representa una de las muchas corrientes artísticas que la forman. Así, se puede hablar de que está compuesta principalmente por cuatro elementos: el Rap; el DJing o “Turntablism”; el Breaking: y el Graffiti

Respecto a sus orígenes, una serie de nombres aparecen normalmente señalados como “pioneros” o “padres fundadores”. Estos son DJ Kool Herc, Afrika Bambaataa y Grandmaster Flash. Son conocidos como la “Santísima Trinidad” del Hip Hop.

Kool Herc, un humilde inmigrante jamaicano, desarrolló la técnica DJ “The Merry-Go-Round” adaptando la música dub original de Jamaica. Esta consistía en reproducir dos copias de un mismo disco con dos tocadiscos diferentes, buscando alargar la sección de percusión, o pausa. Gracias a esto, y durante dichas pausas, diferentes bailarines podían formar círculos en los que compartían sus movimientos.

El músico denominó a dichos bailarines como “B-Boys” y “B-Girls”, abreviatura de las palabras Break-Boys y Break-Girls. Del mismo modo, Kool Herc reclutó a su amigo Coke la Rock para realizar juegos de palabras y rítmicos aprovechando sus composiciones, inspirándose también en una técnica de origen jamaicano, el “toasting”.

Ese estilo de baile fue evolucionando y expandiéndose a lo largo de los años hasta formar toda una disciplina independiente y una subcultura dentro de la propia cultura hip hop, mientras que se considera a Coke la Rock el primer MC, o “Maestro de Ceremonias”, y pionero de la posterior disciplina del Rap.

Por su parte, Afrika Bambaataa fue uno de los primeros organizadores de las “Block Parties”, el concretamente las celebraba en el barrio del Bronx. Además, es la mente detrás de la categorización de los “cuatro elementos” de la cultura Hip Hop.

Imagen de Afrika Bambataa en el año 2009. Autor: docmonstereyes, 30/04/2009. Fuente: Wikimedia Commons  (CC BY 2.0).

Finalmente, Grandmaster Flash y su grupo Furious Five tienen el honor de ser el primer grupo de Hip Hop inducidos al Salón de la Fama del Rock and Roll, reconocimiento que obtuvieron en el año 2007. Grandmaster Flash fue un revolucionario en las técnicas del DJing, ejecutando movimientos y maniobras nunca antes vistas hasta la fecha.

Con posterioridad, a comienzos de los años 90, aunque también podríamos incluir los últimos años de los 80s, comienza la conocida como “Edad de oro del Hip Hop”, unos años en la que la cultura Hip Hop se expandió exponencialmente, tanto en público, como en estilos y artistas, como en lo referente a su calidad e innovación técnica.

Estos años vieron nacer y popularizarse a la mayoría de las figuras más influyentes de la historia de esta cultura: Tupac Shakur, Big E. Smalls o “The Notorious B.I.G”, Beasties Boys, Jungle Brothers, N.W.A (compuesto por Dr. Dree, Ice Cube, Easy-E, MC Ren y DJ Yella), Public Enemy, Eric B & Rakim, etc.

Además, aquí aparecen los principales hits o “himnos” de la cultura Hip Hop, canciones que influenciaron enormemente a las posteriores generaciones de raperos y a la música urbana en general, así como uno de sus géneros más populares, el “Gangsta Rap”.

Graffiti en honor a Tupac Shakur, uno de los mayores referentes de la “década de oro” de los 90. Autor: Чигот, 4/05/2014. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY SA 4.0).

A finales de esta década la música Hip Hop se convirtió en el género musical más vendido en el mundo, apareciendo una nueva generación de exponentes que llevarían a esta cultura a un nuevo nivel de comercialización y popularidad. Algunas de estos nuevos nombres fueron Snoop Dogg, Nas, Jay-Z, 50 Cent, Kendrik Lamar, Drake o Eminem.

Los datos avalan esta afirmación, y es que en el año 2007 la música Hip Hop superó en ventas e influencia al género musical hegemónico hasta el momento, el Rock and Roll.

Del mismo modo, y debido al avance de las nuevas tecnologías y las redes sociales, este género musical ha conseguido diversificarse e influenciar a otros estilos musicales, ocupando los primeros puestos de todas las listas de reproducción del mundo, ya sea de manera directa o indirecta.

La situación de desigualdad, racismo y discriminación de los barrios estadounidenses

La cultura Hip Hop surge en un contexto político, social y estructural determinado, concretamente, en los Estados Unidos de los años 60 y 70; en otras palabras, en un país fuertemente afectado por la desigualdad, la pobreza y el racismo estructural. Una serie de indicadores ayudan a evidenciar la fuerte relación entre la desigualdad y el racismo en el país:

Según el Buró del Censo de EEUU, en la década de los 60-70, el porcentaje de afroamericanos en situación de pobreza rondaba el 45-30% según el año, encontrándose el porcentaje de población blanca en valores del 10%; por otro lado, en la década de los 60, el porcentaje de población afroamericana con estudios superiores no superaba el 5%, muy alejada del 25% que representaban los blancos.

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Estos indicadores afectan directamente a la calidad de vida y a la igualdad de oportunidades, derivando en situaciones de desigualdad más que evidentes: en ese periodo de tiempo (y paradójicamente, al igual que en la actualidad) la disparidad de riqueza familiar entre blancos y no blancos era de siete veces favorable para los primeros. La población afroamericana sufría una tasa de desempleo mayor que la blanca (entre un 5 y un 10%), y los salarios de la población no blanca representaban de media un 60% de los ingresos salariales totales de la población blanca.

Además, el racismo estructural no solo afectaba a las condiciones materiales de vida, sino que también a los derechos políticos, civiles y culturales de la población no blanca: no tenían acceso a la cultura general, no podían consumir el mismo nivel o forma de ocio que la población blanca, su representación política e institucional era mínima o incluso inexistente, y sufrían episodios de discriminación directa o indirecta en su día a día.

Este contexto estructural sucedió en una época de grandes flujos migratorios de población procedente de países latinoamericanos y centroamericanos, principalmente de Puerto Rico, la cuál comenzó en los años 50 pero se agravó en las posteriores décadas.

Este cambio demográfico tuvo un fuerte impacto en el reparto de las comunidades por barrios, los cuáles se distribuían en base a características étnicas. Estas separaciones urbanísticas siguen vigentes a día de hoy, en mayor o menor medida según la ciudad.

De este modo, existían (y existen) barrios donde se localizaban a las comunidades irlandesas, italianas o judías, separados de los barrios de lo que se entendía (y que aún se entiende en muchos casos) como población originaria del país: los colonos cristianos protestantes.

Por otro lado, los barrios de población afroamericana, los también conocidos como “guettos”, estaban fuertemente apartados del resto de barrios, y especialmente de los barrios ricos, donde mayoritariamente residía la población blanca.

La población inmigrante puertorriqueña acabó desembarcando en su mayoría en estos barrios, viéndose ambas comunidades forzadas a tener que compartir sus espacios vitales y a convivir. Esta “convivencia forzada” acabó generando una gran mezcla cultural y artística por el camino.

Así, por ejemplo, en los barrios neoyorquinos del South Bronx, Harlem o Bedford-Stuyvesand, las comunidades latinas y afroamericanas eran mayoritarias, al igual que en los barrios de Compton, Watts o South Central de la ciudad de Los Ángeles.

El intrínseco carácter reivindicativo del hip hop

Muy comúnmente se puede encontrar contenido político o social en las letras de las canciones del género rap, así como en las diferentes expresiones de su cultura. Los principales artistas del género, tanto en la actualidad como históricamente, han defendido una interpretación combativa de las letras, pintadas y símbolos de su cultura, aunque en los últimos años, y desde determinados planteamientos y discursos políticos, se ha tratado de implantar la idea en el imaginario colectivo de la “no politización” de la música; y, de manera concreta, de la música rap.

   Imagen de un puente pintada con graffiti, uno de los elementos fundamentales de la cultura Hip Hop. Autor: Ermell, 9/8/2019. Fuente: Wikimedia Commons (Dominio Público).

A pesar de que no necesariamente el rap debe de tener un carácter progresista y combativo per se (ya que, dejando planteamientos esencialistas de lado, el rap es un género musical y como tal su objetivo es la creación artística personal), no se puede negar la evidente relación entre la cultura hip hop, e indirectamente del rap, como uno de sus componentes fundamentales, y una serie de valores e ideas de carácter político y social.

Esta vinculación entre la cultura hip hop y determinadas ideas y valores (normalmente asociadas a perspectivas antifascistas o izquierdistas) existe, y su existencia puede vislumbrase atendiendo a dos grandes argumentos:

Primero, el propio origen e historia del hip hop avala lo anteriormente expuesto; y es que nace como una forma de expresión y lucha contra una multitud de situaciones de injusticia social. Para comenzar, el “breaking” o, en sus inicios, “uprocking”, funcionaba como una forma de expresión artística y cultural alternativa al mundo de las drogas, las pandillas y los problemas del día a día de estos barrios marginales.

Imagen de un bboy durante uno de sus bailes. Autor: Bellaevaidosa, 1/06/2014. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0).

Estas pandillas callejeras o “gangs” eran propias de los barrios segregados de las ciudades norteamericanas, y estaban formadas por jóvenes con problemas económicos o familiares que se enfrentaban entre sí para tomar control de zonas de su territorio. El objetivo era controlar una zona de su barrio para obtener influencia y/o beneficios económicos, normalmente vinculados con el mundo de las drogas y la delincuencia

Así, las “block parties” y los bailes de los “b-boys” y “b-girls” surgieron como una forma de protesta o rechazo a las características música disco y fiestas privadas de las discotecas de la ciudad, accesibles solo para una minoría de personas blancas o adineradas.

Del mismo modo, funcionaban como una forma de socialización alternativa para los jóvenes de los barrios, buscando alejarles del mundo delictivo mediante formas de competición y expresión no conflictivas y enfocadas al desarrollo personal y la unión.

Y segundo, por las interpretaciones e intenciones de sus “padres fundadores”.

Afrika Bambaataa es el mayor ejemplo del hip hop entendido como lucha y reivindicación, y es que desde sus comienzos trató de orientar y utilizar la cultura hip hop para combatir las injusticias sociales y para unir y apaciguar a los habitantes de los barrios segregados. Bambaataa, que era un destacado miembro de la pandilla Black Spades, propuso crear una organización musical que acogiera a miembros de diferentes pandillas para resolver las diferencias mutuas mediante el uso de la cultura musical.

Toda una comunidad de individuos que sufrieran los mismos problemas y opresiones, y que conjuntamente pudieran canalizar su furia y descontento de forma artística y no violenta. De esta forma nació Universal Zulu Nation en 1973, fundada por el propio Bambaataa, el primer intento de unir a la cultura hip hop bajo una misma bandera.

Finalmente, es importante señalar que no por nada la obra más conocida de Grandmaster Flash and the Furious Five es The Message, disco donde se encuentran criticas constantes y contundentes a las condiciones de vida de la comunidad negra en los guettos.

Esta canción fue revolucionaria puesto que introdujo un enorme cambio respecto a las tradiciones cantos rítmicos del género: a partir de entonces la crítica social y la lírica reivindicativa se convirtieron en un habitual en la música rap.

Grandmaster Flash en mitad de una de sus actuaciones. Autor: Bine Bardi, 17/10/2008. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY 2.0)

Además, y sumado a lo anterior, la interpretación reivindicativa y social de la cultura hip hop no queda únicamente circunscrita a épocas pasadas, sino que a lo largo de los años y con la llegada de nuevas generaciones estas interpretaciones se han mantenido. Actualmente, se pueden encontrar multitud de artistas hip hop que siguen lanzando letras y mensajes reivindicativos y a favor de una serie de valores sociales determinados.

Casos como los de Kendrick Lamar, M.I.A, Run the Jewels, Childish Gambino, J.I.D, o Eminem, en EEUU, cuyas letras lanzan consignas antirracistas, contra las élites y el poder y en contra de la guerra y la ultraderecha, demuestran como en la actualidad el hip hop sigue manteniendo ese marcado carácter social.

Pero ese hecho no solo se puede observar en EEUU, país pionero y más avanzado en cuanto a la música hip hop, sino también en otros muchos países. En España, por ejemplo, es otro país donde el hip hop y, concretamente, la música rap, tiene un enorme peso. Y, curiosamente, se da exactamente este mismo fenómeno.

Así, los mayores representantes de la cultura hip hop han mantenido, y mantienen, un fuerte compromiso con el carácter reivindicativo y social de la cultura. Los ejemplos tradicionales serían CPV, Violadores del Verso, Nach, El Chojín, ZPU, Charlie de Hijos Bastardos… pero también hay una nueva generación de artistas (Ayax y Prok,, Hard GZ, Anier, Natos y Waor, Delaossa, Kaze, Mayo 214, Swit Eme…)

Hip hop, izquierdas y cambio social

Según Roberto Bobbio, filósofo italiano de referencia mundial, a pesar de que el espectro ideológico actual es muy amplio y de que las ideologías políticas han perdido un gran peso en la vida política y pública, la tradicional dicotomía entre “izquierda” y “derecha” sigue siendo plenamente operativa y es importante para que ciudadanía y políticos comprendan y ordenen el juego político.

En este sentido, y a pesar de que existen multitud de diferencias reseñables, el autor identifica un elemento como fundamental para diferencia ambas corrientes: la idea de igualdad.

Bobbio señala que todas las corrientes, teorías e ideologías que desde el siglo XIX se agrupan dentro de lo que conocemos como “izquierda” comparten un común denominador: plantear un proyecto político que intente disminuir las desigualdades sociales existentes, entendidas como cuestiones estructurales inherentes del sistema social, económico y cultural imperante, y no como mero resultado de las voluntades individuales.

Por otra parte, las diferentes corrientes que conforman la familia de las “derechas” perciben las desigualdades sociales como constitutivas de la sociedad, por lo que su proyecto político no se enfoca en eliminarlas, sino a garantizar exclusivamente la “libertad negativa”, es decir, que las personas puedan desarrollar su vida sin injerencias externas. Desde las derechas se entiende que las desigualdades, o bien se justifican en la naturaleza del individuo, o bien son producto de las decisiones individuales, por lo que no existe un contexto que las perpetúe, sino que es producto de la propia persona. Por lo tanto, tratar de corregirlas es ir contra natura y/o restringir la libertad individual.

Desde este punto de vista, ampliamente aceptado por numerosos académicos, se concibe a la izquierda como promotora principal de los grandes cambios sociales y como principal defensora de la eliminación de los obstáculos que conviertan a las personas en socialmente desiguales.

En definitiva, la izquierda, y los valores que promueve, es socialmente percibida como igualitarista, emancipadora y defensora del cambio social, mientras que la derecha se sobreentiende como defensora de la libertad, del orden y del status quo.

Como se ha visto anteriormente, la cultura hip hop opera como una corriente contracultural frente a dos formas de opresión: primero, a la opresión racial sufrida por las personas afroamericanas y negras respecto a la población blanca; y, en segundo lugar, pero no menos importante, a la opresión de clase, reflejada en sus pésimas condiciones materiales.

Esto último debe ser matizado para evitar posibles malentendidos que deformen la realidad de la lucha de la cultura hip hop.

Efectivamente y en un primer momento, ésta emergió como un vehículo contracultural propio de la población negra y/o racializada, por lo que el componente racial era sin duda el más palpable. Pero, a pesar de ello, y de que no se atendiera tan evidentemente a esta cuestión, el componente de clase se encontraba presente de igual manera en sus letras, reivindicaciones y pretensiones. Es decir, no tendrían sentido emitidas por una persona privilegiada.

Con su avance y expansión, el componente racial fue manteniéndose como un elemento central (como sigue siendo en la actualidad), pero a medida que la población blanca comenzó a formar parte de la cultura se hizo evidente que el hip hop no era un simple movimiento antirracista, sino algo más profundo.

A día de hoy, y a pesar de que siguen existiendo resistencias internas para aceptar el cambio, el hip hop ha comenzado a introducir otra serie de luchas igualitaristas en su seno, como es el caso de las luchas feministas o de la lucha por los derechos y visibilidad LGTBI+. Así, han aparecido letras reivindicativas que buscan visibilizar los problemas del machismo, la homofobia o la transfobia.

Graffiti en honor a Gata Cattana, una de las mayores representantes femeninas del Hip Hop español. Autor: DLV, 22/01/2021. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY 2.0).

Por lo tanto, a pesar de que en sus inicios el hip hop surgiera como una forma de expresión y de lucha de la población negra en Estados Unidos, el componente de clase y las pretensiones igualitaristas han estado igualmente presentes en la historia del movimiento.

Teniendo en cuenta lo expuesto sobre la imagen de la izquierda en el imaginario colectivo y el análisis sobre las pretensiones emancipadoras de la cultura hip hop, no es de extrañar que exista una suerte de identificación entre ambas, lo que tiende a posicionar tanto al movimiento como a sus integrantes en posiciones más vinculadas a posiciones izquierdistas.

Rap y derecha radical: un nuevo asalto en la batalla cultural

La nueva derecha radical está obsesionada por ganar lo que ellos mismos denominan como “batalla cultural” o, en otras palabras, la lucha de poder por redefinir y resignificar los valores y creencias de la sociedad para que así su agenda política sea aceptada en contraposición a los valores y políticas progresistas. Es una batalla por definir lo que es el “sentido común”. La nueva extrema derecha mundial es lectora de Antonio Gramsci, de eso no cabe duda, y su estrategia de batalla cultural se basa claramente en los postulados del marxista heterodoxo italiano.

El trabajo de Gramsci (de manera muy superficial) defendía que, en las sociedades industriales avanzadas, a diferencia de países de bajo desarrollo industrial, la lucha por el poder no dependía exclusivamente de conquistar el poder político y económico, sino que era fundamental realizar una penetración cultural en su seno.

Fotografía de Antonio Gramsci, filósofo italiano marxista heterodoxo. Autor: Desconocido, 26/04/2007. Fuente: Wikimedia Commons (Domino Público).

Dicha penetración cultural requería luchar por reemplazar los paradigmas imperantes en todos los ámbitos en los que se desarrollan y discuten (la educación, el arte, el cine, el periodismo, etc), para lograr modificar en última instancia lo que se percibe colectivamente como lógico, razonable o justo.

Las primeras personas que empezaron a aplicar las tesis gramscianas en la derecha radical fueron los adeptos al think tank GRECE, fundado en Francia por Alain de Benoist, que más tarde en 1981 escribiría el libro La Nueva Derecha. A partir de Benoist nacieron diferentes corrientes que buscaban redefinir a la extrema derecha para hacerla aceptable socialmente, incluyendo autores como Paul Gottfried en Estados Unidos o Alexander Duguin en Rusia, entre otros muchos.

De este modo, en la actualidad y alrededor de todo el mundo existe una maquinaria mediática, que sin tener que entablar necesariamente una relación de cooperación directa (aunque en muchos casos si ocurre), se retroalimenta conjuntamente para tratar determinados temas e influir en la opinión pública.

Medios de comunicación con líneas editoriales sesgadas o directamente generadoras de bulos (Breitwart News, Radix Journal, o Infowars en EEUU; Actuall, Alerta Digital, Estado de Alarma, Caso Aislado, La Gaceta de la Iberoesfera, Mediterráneo Digital, OKDiario, etc, en España), influencers y creadores de opinión en el ámbito de las redes sociales (Federico Jiménez Losantos, Juanfran Escudero, UTBH, InfoVlogger, Álvaro Bernad, Javier Negre, Alvise Pérez, Roma Gallado, Wall Street Wolverine…), o agrupaciones profesionales con una enorme red de contactos y de recursos materiales (Hazte Oír, El Yunque, Abogados Cristianos…), tratan cada día de posicionar en la agenda los temas sobre los que hablar, y lo más importante, la forma sobre como pensarlos.

Su principal objetivo es lo que definen como “ideología progresista” o «consenso progre», y contra ella dedican horas de actividad para lanzar ataques contra el feminismo, la lucha LGTBI+, las ideologías “izquierdistas” (socialdemocracia, comunismo, socialismo…), o las reivindicaciones de las minorías sociales, entre otras que puedan suponer un ataque a sus privilegios. En los últimos años, han incorporado el negacionismo del cambio climático y la oposición a las medidas para frenar la pandemia.

Además, con su actividad desplazan la Ventana de Overton, teoría que explica como la sociedad pasa a aceptar progresivamente ciertas ideas, haciendo poco a poco ver razonables ciertos temas que años atrás hubieran sido socialmente repudiados: la defensa de los derechos humanos, el derecho al aborto, la pena de muerte, el mantenimiento del Estado de Bienestar y de los servicios públicos universales, o incluso, la legitimidad del propio fascismo.

En este sentido, la derecha radical ha puesto en los últimos años su ojo sobre la cultura hip hop y el género del rap. ¿El motivo de este movimiento? Pues es sencillo: tratar de frenar la socialización de jóvenes en los valores sociales o progresistas propios de la misma.

La cultura hip hop está innegablemente asociada a la juventud (la mayoría de las personas jóvenes actuales son oyentes habituales o seguidores de figuras que se enmarcan dentro de diferentes ramas de esta cultura), por lo que negando la relación entre estos valores y la cultura Hip Hop, o de manera más directa, reivindicando a determinados artistas vinculados a ideas ultraderechistas, consiguen desgastar y desarticular la percepción del Hip Hop como cultura reivindicativa; evitando consecuentemente la socialización de los jóvenes en dichos valores.

G. Babe, Santaflow y demás raperos «fachas»

De esta forma, existen múltiples ejemplos de como se está intentando llevar a la práctica lo anteriormente expuesto.

Por ejemplo, durante las pasadas elecciones autonómicas para la Comunidad de Madrid, elecciones altamente politizadas y de cobertura estatal, el partido ultraderechista Vox sorprendió a todo el mundo con un spot de final de campaña no muy tradicional, con un marcado tono urbano, donde varios grafiteros aparecían pintando un mural donde su lema de campaña, “Protege Madrid”, aparecía junto con la bandera española.

De fondo se podía escuchar una canción de rap con letras contra el Estado de Alarma, contra las restricciones sanitarias producto de la crisis del Covid19 y contra la clase política.

Este spot fue catalogado en un primer momento en redes sociales como un intento “triste” y “fallido” del partido ultraderechista de acercarse a la población joven de la comunidad y de intentar dejar atrás su halo conservador y reaccionario.

Pero otra serie de personas identificaron acertadamente que más allá del carácter o acierto del video promocional, este tenía una intencionalidad tras de sí: comenzar a abrir un nuevo frente en la batalla cultural, un frente contra el hip hop.

De esta manera, y al cabo de unos meses, estas sospechas parecieron materializarse, y es que en el Viva21 del partido ultraderechista, celebrado en octubre en la feria de Ifema con el objetivo de funcionar como una suerte de “convención” del partido, dos artistas fueron invitados como estrellas: los raperos G.Babe y Santaflow.

G. Babe es un reconocido artista extremista de derecha, en cuyas letras podemos encontrar consignas neonazis, negacionistas y ultranacionalistas. Su contenido artístico funciona como un tipo de “rap de derechas” contra los políticos y las ideologías de izquierdas.

Algunas de sus letras son las siguientes:

“Como un misil les hago blando en sus logias. Y lucharé hasta el final como en Berlín”

“En un mundo al revés no ves sus secretos. Una señora de 90 años sin techo porque su empleada le ha privado su derecho. Le ocupa la casa y nadie mueve un dedo por eso”

La invitación del artista extremista desató la polémica y el aplauso entre los sectores radicales de derecha en redes sociales, quienes veían en la invitación del rapero a este evento una oportunidad de poder difundir el mensaje extremista y conspiracionista; algunos incluso iban más allá, señalando incluso la posibilidad de desplazar la Ventana de Overton aún más a la derecha, pudiendo hacer socialmente viables los discursos fascistas.

Por otra parte, el segundo invitado tiene un enfoque radicalmente opuesto al anterior artista, y representa otra cara necesaria de la guerra cultural. Se trata de Santaflow, rapero que encaja perfectamente con la cara más sutil y moderada de la nueva “derecha alternativa”,

Mientras que G. Babe es un ejemplo de figura polémica, radical y abierta en sus planteamientos políticos, Santaflow representa un perfil aparentemente diferente, pero que responde a la misma lógica: se presenta como políticamente incorrecto y justifica sus planteamientos políticos e ideológicos en base a una teórica “guerra” contra el pensamiento posmoderno.

Se presenta a si mismo como “rapero de derechas” y en sus letras y mensajes busca constantemente la provocación y denuncia una teórica “censura” por parte de la izquierda.

Crítico con los impuestos y el Estado, contrario al feminismo (al cual señala como “feminazismo”), a la denominada por ellos como “ideología de género”, y abiertamente defensor de los proyectos políticos de Vox o Trump, realiza una función muy similar a la que realizan otras figuras inspiradas en el modelo de la “alt-right” norteamericana (Steve Bannon, Milo Yiannopoulos, Ben Shapiro…entre otros)

Dos caras de una misma moneda, una más moderada y otra más radical, con un mismo objetivo: funcionar como desarticuladores de los valores progresistas vinculados a la cultura hip hop como miembros del movimiento.

No se trata de ver «fachas» por todas partes. Se trata de ser consciente en cada momento a quién estás apoyando, por qué y para qué intereses. No tiene absolutamente nada de malo, en el mundo en el que vivimos, indagar e investigar un poco antes de que tengas que arrepentirte.

Raperos "fachas": ¿la ultraderecha al asalto del hip hop?

Álvaro Soler

Articulista. Sociólogo y gestor medioambiental, con suerte de poder compartir vocación y formación. Las Ciencias Sociales son una parte muy importante de mi vida. Considero la divulgación a través de la sociología como una gran herramienta para destapar las injusticias sociales y arrojar luz sobre la actualidad diaria contribuyendo así a ser un poco más libres y justos.

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