Entrevistas

Iago Moreno: «Hay una izquierda acomplejada con los youtubers fachas»

Iago Moreno es graduado en Sociología y máster en Sociología Política y Económica por la Universidad de Cambridge. Ha dedicado su actividad investigadora a estudiar a la extrema derecha, el impacto social de las nuevas tecnologías y algunos fenómenos culturales como la música o los memes. Es colaborador de diferentes medios como CTXT, Revista LaU o Vozpópuli.

Al Descubierto: Antes de comenzar, desde Al Descubierto solemos dejar la primera pregunta para que la persona entrevistada se presente. ¿Quién es Iago Moreno?¿Cómo te describirías o qué contarías de ti?

Iago Moreno: Bien, yo soy Iago Moreno, tengo 23 años y soy sociólogo. Hice mi carrera y el máster de análisis político y sociológico en la Universidad de Cambridge. Desde hace unos años vengo colaborando con diferentes medios de comunicación escribiendo y analizando el surgimiento de nacionalismos populistas y de la nueva derecha radical.

AD: Para empezar, quería interesarme por tu visión de los fenómenos sociales como sociólogo, ¿cómo definirías la sociología y qué crees que puede aportar a la comprensión de la extrema derecha?

IM: En pocas palabras, la sociología es un ángulo de partida a la hora de estudiar lo que nos rodea centrándonos en cómo funcionan las relaciones sociales entre las personas y grupos de personas en un determinado contexto político.

Por ello, los sociólogos, las sociólogas y les sociólogues lo que aportan en el estudio de la extrema derecha, frente a otro tipo de análisis más historicistas, es su capacidad para poner el foco en por ejemplo cómo funcionan sus discursos, qué tipo de tecnologías utilizan o en qué grupos sociales se puede encontrar una cámara de resonancia, entre otros.

Es cierto que los investigadores de la extrema derecha, o el nacionalismo en mi caso que es algo más amplio, solemos tener muy poco que ver entre nosotros y estar en desacuerdo en casi absolutamente todo. Aun así, a mí me gusta pensar que eso ayuda también a ver las cosas de otra manera y al progreso del conocimiento sobre este o cualquier fenómeno.

AD: Es curioso como algunos de los referentes intelectuales de la extrema derecha tienen una amplia formación en sociología, como el filósofo francés Alain de Benoist o el analista ruso Alexander Dugin, fundador del Partido Nacional Bolchevique y posteriormente expulsado del mismo por fascista, así como algunos líderes ultraderechistas como el propio Santiago Abascal que es graduado en Sociología. ¿Piensas que hay un interés por parte de la ultraderecha por comprender los fenómenos sociales y aumentar su hegemonía?

IM: Lo llevamos viendo desde el 68 donde hay un esfuerzo muy grande, sobre todo de la nouvelle droite francesa, tanto por buscar sus formas de articular explicaciones sobre el mundo cambiante en el que llevamos varias décadas atrapados como de ser capaces de aprovechar los códigos estéticos, los lenguajes y los discursos que le han servido a las izquierdas.

En lugar de ser un espacio de acercamiento y encuentros, las redes han acabado configurándose como paisajes moldeados por algoritmos que empujan a la polarización, al enfrentamiento y que dan cierta cobertura a las maniobras que siempre ha utilizado la ultraderecha.

Esto no deja de ser lógico, ya que es imposible transformar la sociedad sin entenderla y yo creo que sería muy arrogante por nuestra parte, por parte de quienes hacemos ciencias sociales desde la izquierda, pensar que tenemos un monopolio de esa aproximación a los hechos y a la política.

AD: En relación con esto, ¿qué papel opinas que deben jugar los sociólogos y sociólogas para poner el conocimiento, como se suele decir, al servicio del mal?

IM: Siendo honesto creo que lo más importante que podríamos hacer sería organizarnos, crear sindicatos y salvaguardar el papel social que tiene la universidad. No creo mucho en la moda de convertir las intervenciones académicas en una suerte de cruzadas políticas y, a diferencia del lugar donde le gustaría a la extrema derecha que estuviésemos, creo en una universidad partisana pero sin la necesidad de ser panfletaria.

Se insiste mucho desde algunos sectores en que las universidades se están convirtiendo en centros de la propaganda política del ‘’marxismo cultural’’ cuando en realidad la mayor preocupación de un sociólogo, como la de cualquier investigador social, es la de mantener su puesto de trabajo y seguir aportando desde el mismo.

Luego evidentemente eso requiere unos compromisos deontológicos con tu disciplina que implican salvar una gran cantidad de planes de estudio y temarios que hoy en día se ponen en jaque por parte de las nuevas derechas como la teoría crítica de la raza o los estudios de género.

Yo creo que ahí en esas cosas concretas es donde debemos intervenir, y en el debate público quizás lo que tengamos que decir no vale más que lo que tengan que decir los colectivos de barrio, los colectivos antirracistas y las personas migrantes, en definitiva quienes día a día sufren las violencias y los señalamientos de estos grupos políticos.

AD: Iago Moreno, también has centrado tu actividad investigadora en el análisis de los fenómenos digitales, ¿en qué medida ha cambiado el tablero político la llegada de las nuevas tecnologías, es decir, la era digital?

IM: Siempre me ha interesado este tránsito complejo mediante el cual lo que antes eran tecnologías redentoras que iban a convertir internet en una especie de arcadia anárquica y feliz en la que todos íbamos a ponernos de acuerdo y compartir nuestros códigos de programación, nuestras ideas y nuestros proyectos de futuro, algo así como una aldea pitufo, ha acabado convirtiéndose poco a poco en un cenagal, un lugar bajo bombardeo y fuego napalm.

Creo que las nuevas derechas y nacionalismos han sabido demostrarnos que ese tipo de ilusión era muy naif, no era sincera, y que de la misma manera que unos defendían que las redes sociales, precisamente por conectarnos globalmente, iban a promover identidades posnacionales y un desarraigo hacia lo propio y hacia la cultura nacional, en realidad se han convertido en un dispositivo fundamental para la promoción del mito nacional desde el Estado pero también desde la sociedad civil.

A través por ejemplo de los videojuegos, como explica muy bien Alberto Venegas, o a través de cualquier red social que conozcamos, desde Twitter o Facebook hasta TikTok o VK, no siendo este un fenómeno exclusivamente occidental.

De la misma manera que se han truncado esas ilusiones de que las redes acabasen con el nacionalismo, ha ocurrido lo mismo con la extrema derecha y los discursos del odio. En lugar de ser un espacio de acercamiento y encuentros, han acabado configurándose como paisajes moldeados por algoritmos que empujan a la polarización, al enfrentamiento y que dan cierta cobertura a las maniobras que siempre ha utilizado la ultraderecha.

AD: Iago Moreno, ¿podrías hablarnos un poco de cómo funcionan estos algoritmos y por qué favorecen a cierto tipo de discursos?

IM: Los algoritmos de las redes sociales están pensados para minar el mayor número de datos posibles de las personas que invierten su tiempo en ese espacio. Las redes sociales necesitan que tú estés enganchado y que gastes la mayor cantidad de tiempo frente a la pantalla, básicamente porque lo que pasa fuera, como no lo puede convertir en datos y, por tanto, en mercancía, no le interesa.

Partiendo de aquí, observamos que los algoritmos de las redes sociales, más que cumplir una función social, como buscar el entretenimiento o poner cortapisas al odio, al final lo que están haciendo es buscar la electrificación constante del debate público y que esa conversación pública, cada vez más agitada, se mantenga siempre al rojo vivo. Es una dinámica que no es nueva y es de sobra conocida, que también se da en los medios tradicionales, pero que en las redes se mezcla con muchas más cosas e incrementa su complejidad.

Por otro lado, nos gusta hablar de los algoritmos porque son cajas opacas cuyo funcionamiento es muy complicado descifrar y eso permite que se conviertan en el chivo expiatorio para sustentar críticas superficiales a las redes sociales.

Así pues, creo que al igual que de los algoritmos, debemos hablar de otros temas igualmente importantes como la cultura troll, que no es exclusiva de la derecha, de la microsegmentación y de escándalos como el de Cambridge Analytica, que se han repetido en nuestro país y entorno más cercano y de cómo pueden estas tecnologías servir a la acción social.

Una reflexión interesante al respecto la plantea la socióloga turca Zeynep Tufekci en Twitter and Tear Gas: The Power and Fragility of Networked Protest donde sostiene que, por un lado, las redes sociales nos dan un poder de difusión sin precedentes a lo largo de la historia y esto permite que el momento cumbre de los movimientos sociales, como la marcha de Martin Luther King o la marcha de los zapatistas, ahora tengan lugar casi al principio, porque presentarse en sociedad ya no es el fin sino que es el comienzo de todo.

Sin embargo, el problema es que en este camino las redes sociales no solo nos acercan a los objetivos sino que también nos alejan. De este modo, la construcción organizativa, la implicación política o el levantamiento y saneamiento de espacios sociales para la discusión pública no son incentivados por las redes sociales.

Los vídeos por ejemplo antifeministas o antiizquierdistas, que cada vez triunfan más en plataformas como Youtube o Twitch, por lo general no construyen su discurso en base a la defensa de ideas de extrema derecha o a la apología del franquismo, sino más bien a partir de críticas veladas a las contradicciones del feminismo o a las políticas de la identidad.

Por todo ello, creo que los algoritmos no deberían convertirse en un cajón de sastre que aleje la atención de otros problemas que se dan en las redes sociales igualmente importantes.

AD: En los últimos años estamos viendo cómo la derecha radical está siendo capaz de llegar a un público joven que antaño se le escapaba. ¿Es esto gracias a la difusión de su mensaje a través de las redes sociales?

IM: Soy muy reacio a pensar que el uso más o menos inteligente de las redes sociales pueda cambiar la composición demográfica de tu voto. Es decir, puedes ser más o menos efectivo en llegar a la gente o en electrificar el conjunto del debate social, pero de ahí a explicar que haya sectores enteros de la sociedad que se sientan atraídos hacia a ti a gracias al uso de una tecnología u otra, hay un buen trecho.

Si la población joven masculina tiende a optar mayoritariamente por la extrema derecha, no solo en España sino en muchos otros lugares, con casos extremos como el de Suecia donde un 23% de los varones menores de 24 años manifiesta querer votar a la extrema derecha frente a un 3% de mujeres, se debe a otra serie de dinámicas que no responden al modo en que estos partidos usan TikTok o Twitch.

Parece contradictorio, porque me dedico a estudiar a la extrema derecha siguiendo su discurso en redes, pero lo hago porque me parece que las redes tienen una capacidad reveladora para sintetizar las lógicas de su discurso, no porque crea que hay una especie de poder mágico en ese discurso digital que lo poner por encima del resto.

Por eso creo que aquí tenemos una doble confusión: primero, pensar que las redes tienen una capacidad para transformar lo social, que en realidad no poseen, desde arriba o desenmarañadas del resto de relaciones sociales; y, segundo, creer que el acercamiento de las capas más jóvenes a discursos radicales se basa en cosas espúreas.

Lo cierto es que no, se trata de un discurso con mucha capacidad de atracción, que se está colando con mucha fuerza en los institutos y que tiene formas de presentarse más allá de su digitalización que lo hacen muy atractivo. Una especie de nuevo punk que tiene consecuencias terribles, no solo para el futuro de la democracia, sino para la vida de un hijo de un inmigrante latinoamericano o para un adolescente que ya no sabe si se puede sentir seguro a la hora de salir del armario.

AD: ¿Qué papel crees que está teniendo esta nueva camada de youtubers afines al espectro ultraderechista en la conformación de este mensaje?

IM: La capacidad que tienen para penetrar en un público varón joven es impresionante. Salen fuera de su propia burbuja política y consiguen romper con el encapsulamiento digital. Los vídeos por ejemplo antifeministas o antiizquierdistas, que cada vez triunfan más en plataformas como Youtube o Twitch, por lo general no construyen su discurso en base a la defensa de ideas de extrema derecha o a la apología del franquismo, sino más bien a partir de críticas veladas a las contradicciones del feminismo o a las políticas de la identidad.

Se trata de expresiones pueriles del liberalismo, como es el caso de Javier Milei en Argentina, que reformulan un discurso que antes tenía muy poco atractivo social haciéndolo muy entretenido y morboso y explotando un tipo de predisposición a consumir cierto tipo de productos digitales que no tiene la gente de izquierdas pero sí que tienen millones de personas en nuestro país.

Yo creo que ese es su papel fundamental. Crean grandes burbujas que irradian fuera de sus propias fronteras un argumentario muy bien ensamblado a través de formatos que son muy fáciles de consumir porque resultan excitantes, ideológicamente reforzantes y dan una sensación de superioridad moral frente al adversario.

AD: Iago Moreno, ¿crees que Ibai es una excepción que confirma la regla dentro de los creadores de contenido o youtubers?

IM: Si tenemos una perspectiva general sobre cómo funcionan las redes y qué es de lo que más se habla en ellas, obtenemos otra imagen. Las cuentas más seguidas de Twitter son las de fútbol y en las cuentas de los adolescentes es mucho más fácil encontrar fotos de vacaciones o frases nostálgicas de canciones de Nick Jonas que reflexiones políticas.

Más allá de los comentarios más o menos politizados que hagan Ibai o Alexelcapo o por el otro lado The Grefg o Ricky Edit, estos no son remotamente comparables a que haya youtubers que se dediquen a hacer streams de 4 o 5 horas en contra del sindicalismo, de los grupos universitarios de izquierdas, etc.

Lo que pasa es que hay una izquierda acomplejada con los youtubers fachas, que en su mala lectura de qué papel tienen estos creadores de contenido afines a la derecha está ávida de referentes y necesita proyectar los deseos más ingenuos o menos políticamente preparados que tiene hacia figuras de moda y en Ibai ha encontrado el matrimonio perfecto.

Pensar que la solución política a grandes problemas sociales se puede alcanzar cambiando la conducta de un entorno social muy pequeño como es la militancia de izquierdas, es como pensar que podemos frenar la crisis climática dejando de utilizar pajitas de plástico.

AD: Entonces, ¿dirías que la derecha ha entendido mejor cómo difundir su mensaje a través de las redes sociales o, por el contrario, este éxito se debe más a la coyuntura política que a sus aciertos individuales?

IM: Si bien Julián Macías por ejemplo estudia la desinformación digital poniendo el acento en los entramados políticos y financieros que hay detrás de la misma, mi énfasis suele estar más en cómo las dinámicas de esos espacios digitales favorecen a la derecha.

Hablando en términos generales, no creo que este éxito se explique a través del estudio y la planificación estratégica. Obviamente ellos cuentan con una poderosísima red, y aquí ya no estoy hablando de youtubers, estoy hablando de los grupos de comunicación que hay detrás de la derecha, que no solo estimula la organización de base, sino que genera altavoces automatizados a través de redes de bots que estimulan la cultura troll.

Pero la mayoría de políticos de Vox o de periodistas de OkDiario no posee un gran conocimiento sobre el funcionamiento de las redes. El debate sobre las redes sociales y la radicalización política es en todos lados muy superficial y quizás lo sea más en el campo de la derecha, que también tiene sus propios temores.

Bastó con que le bloqueasen la cuenta de Twitter temporalmente a Trump para catapultar este delirio tecnófobo dentro del espectro ultra en el que pretendían emigrar todos de Twitter a Gab o Parler.

Por el lado de la izquierda, no comparto la mayoría de las críticas que le suelen hacer a las redes, algunas sí. Puedo compartir la iniciativa de la red de creadores de contenido que ha sacado UGT y que me parece una contribución valiente y oportuna al debate. Pero otras como las de nolesdescasito o hate blockers me parecen poco efectivas.

En definitiva, en esta correlación de debilidades, más llena de episodios lamentables que de momentos de lucidez, creo que nosotros salimos ligeramente mejor parados. Ahora la cuestión es si realmente tenemos interés en llevar el debate a un punto donde sea más que un instrumento arrojadizo contra el otro y queremos entender cómo funcionan las redes, pero eso implicaría, como punto de partida, ir más allá de la desinformación digital o el odio en las redes.

AD: En línea con esto, ¿no crees que caemos en la trampa que nos pone la extrema derecha en tuits o fenómenos virales y acabamos amplificando su mensaje?

IM: Sin duda. El problema es que pensar que la solución política a grandes problemas sociales se puede alcanzar cambiando la conducta de un entorno social muy pequeño como es la militancia de izquierdas, es como pensar que podemos frenar la crisis climática dejando de utilizar pajitas de plástico.

Puedo sentirme identificado con la reivindicación pero no creo que en sí mismo vaya a cambiar las cosas. Si lo piensas, Un Tío Blanco Hetero (UTBH) creó su canal en 2017, son ya cuatro años creando contenido y sabemos que le funciona. No es una invención, aunque haya sido aupado por determinados grupos mediáticos o haya coincidido con tal o cual cosa, funciona, y con indignarse y señalarlo no vamos a frenarlos.

Y con inventarlos lo que dicen y tacharlos de nazis tampoco, tienen otras formas de proceder que les hacen funcionar y por eso son peligrosos pero no funcionan de una manera tan burda. Necesitamos yo creo que un poco más ir hacia adelante y ser sinceros con cómo funcionan las cosas y cuales son los problemas reales que tenemos.

Hace poco el entorno de En Comú Podem ha querido sacar una tele con el nombre de La Futura Channel cuyo mensaje era algo así como que querían acabar con el odio, con la desinformación, etc. Puedo respetar a quien esté ahí, pero es una idea de mierda, es una idea completamente ingenua. Si tu única aproximación al tema es me parece mal lo que dice el adversario, si la única capacidad que tienes de aglutinar a la gente es con una denuncia moralizante de lo que es el otro o criticar a tu propia gente porque no apoya suficiente el contenido que tú creas tenemos un problema.

Esto tiene mucho que ver con la preferencia por fomentar espacios de visibilidad y no la organización de base, barrial, en los sindicatos, en las facultades, en los institutos, etc. Yo creo que ahí, aunque no mole o no sea tan atractivo es donde hay que dedicar más esfuerzos.

Tampoco hay que hacer nada del otro mundo, en Brasil por ejemplo han dado con formatos que están sirviendo para hacer una muy buena crítica social al avance del bolsonarismo a través de vídeo ensayos. Simplemente tenemos que experimentar y construir más colectiva que individualmente hasta acabar dando en las teclas adecuadas.

Miquel Ramos, por ejemplo, estaba antes en un grupo de música. Joder, yo prefiero más Miquel Ramos que tiktokers. Organízate en tu asamblea de barrio, haz un grupo con los colegas, dedícate a escribir artículos, haz lo que quieras, lo que te motive de verdad y que tenga un público concreto y compañeros a tu alrededor.

El tipo de mensajes que se van a vehicular en el futuro en las redes sociales no van a ser los más bonitos, no porque no me gusten, me paso todo el día en ellas, sino porque están gobernadas por grandes grupos de poder que no tienen interés en poner límites a ese tipo de desarrollos porque sacan rédito de ellos

Lo contrario, montarse pajas mentales con que esta es la verdadera forma de llegar a la gente como ente vaporoso y que vamos a acabar con la desinformación, esa serie de discursos maximalistas acaban fracasando estrepitosamente, como estamos viendo.

AD: También te has interesado particularmente por la política latinoamericana, ¿podrías hablarnos un poco de cómo funcionan allí las redes sociales y de alguna dinámica que consideres importante, tanto por parte del antifascismo como por parte de las nuevas derechas?¿Qué se puede aprender de allí?

IM: Yo creo que tanto en Brasil como en el mundo anglosajón el formato del nuevo ensayo es un elemento al que debemos prestar mucha atención. Lo está usando aquí PutoMikel, por ejemplo. Lo que sería una charla de dos horas en un local del PCE con Arsenio de 55 y Puri de 63 hablando de la unidad de la izquierda ellos lo convierten en un show performance entretenida, que no devalúa el nivel de la conversación intelectual ni necesita jugar con códigos estéticos y formas moralizantes más propias de la derecha, y sin embargo llega a mucha más gente.

Pero más allá de llegar, tiene una huella concreta en la forma en que tu entorno piensa y se aproxima a las cosas. Hay muchos comunicadores sociales interesantes en Latinoamérica, pero la izquierda española no quiere mirar a Latinoamérica y se lo pierde.

AD: ¿Eres de los que piensa que left can’t meme?

IM: Hay determinados discursos políticos que tienen más capacidad para reírse de sí mismos que otros y eso se trabaja y se construye. Quien más se pone en una posición de antagonismo con el otro, quien más libertad tiene para ocupar ese papel, como podía tener la izquierda antes de entrar al gobierno de Sánchez, pues tiene más recursos que quien está atado por el pragmatismo más cortoplacista.

Eso no quiere decir que porque la izquierda institucional no tenga esa capacidad, no puedan salir formas populares de comunicar a través de memes, no debería ser así. Pero por un lado hay que trabajarlo y fijarse en quien lo hace, hay hasta memes de temática indígena o de nacionalismo indio y chino.

Y, por otro lado, no todo cabe dentro del meme. ¿Me imagino a un socialdemócrata haciendo memes? Pues no, pero eso no quiere decir que la socialdemocracia esté condenada a desaparecer. Si tú entras a la cuenta de TikTok del secretario general de las juventudes socialistas de Madrid lo tienes que hacer con un almax en la mano porque sabes que te va a provocar un terrible dolor de estómago porque sabes que la personalidad propia de un militante socialista es muy incompatible al humor que triunfa en la red.

Hay otras cosas que sí que se pueden trabajar, hay memeros de izquierdas que molan un montón como Neuraceleradisima o Culomala, pero es eso hay que currárselo.

AD: Para acabar, Iago Moreno, ¿hacia dónde crees que van a ir las redes sociales en los próximos años?

IM: Las redes son tan impredecibles… si a mí me hubiesen dicho que Al Qaeda y el ISIS se iban a poner a trabajar en programadores para hacer mods del GTA con los que reclutar propagandísticamente a jóvenes a través de las redes o me dijesen que los memes se iban a convertir en uno de los aparatos de guerra ideológicos más utilizados por grupos indígenas o me dijesen que el trap y el KPop se iban a volver medios de difusión del mensaje de campaña de la extrema derecha chilena no lo hubiese podido predecir.

Me parece que el tipo de mensajes que se van a vehicular en el futuro en las redes sociales no van a ser los más bonitos, no porque no me gusten, me paso todo el día en ellas, sino porque están gobernadas por grandes grupos de poder que no tienen interés en poner límites a ese tipo de desarrollos porque sacan rédito de ellos, aunque no necesariamente los apoyen o incluso se escandalicen con sus actos como es el caso de Twitter.

Pero también nos van a regalar experiencias de participación colectiva, de guerra informativa y de militancia política y van a seguir siendo parte de la militancia y de la implicación política de cualquier proyecto que valga la pena.

Si nos vamos a reunir en el metaverso en asambleas de inquilinos o no, ya no lo sé, pero con que nos reunamos y recuperemos la movilización social a mí ya me vale.

Puedes saber más de Iago Moreno siguiéndole en sus redes:

Cuenta de Twitter: https://twitter.com/IagoMoreno_es
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Vicente Barrachina

Articulista. Apasionado por la Sociología y la Ciencia Política. Periodismo como forma de activismo. En mis artículos veréis a la extrema derecha Al Descubierto, pero también a mí.

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