EEUU y Canadá

Una teoría de la conspiración para gobernarlos a todos

La distopía alcanza a su culmen. Cuando la intoxicación informativa llega a niveles de saturación máximos las poblaciones son incapaces de discernir la ficción de la realidad. Eso no quiere decir que finalice el debate. Estas confrontaciones dialécticas prosiguen intercambiando percepciones manipuladas, conocimientos parciales, análisis sesgados y conclusiones erróneas. Un totum revolutum con sobrecruzamientos y reproches muchas veces tronchante de no ser que muchas veces tienen implicaciones en el mundo real cuando estas creencias suponen decisiones críticas.

Decimos bien que la infoxicación llega a su culmen. El resultado no puede ser otros que un descrédito generalizado percibido como falta de confianza en todo: instituciones, empresas, personas y conocimientos. Descrédito de ciencias, religiones, filosofías e ideologías. Una situación anómala en la historia, creciente y de consecuencias imprevisibles.

Mientras, los analistas del big-data, la otra cara del sistema de desinformación, no necesitan creencias, opiniones o teorías: revisan los meta-datos y extraen conclusiones a tiempo real. Compran, venden y trasladan capitales a velocidades de vértigo por todo el planeta. La desigualdad arrecia en la misma medida que lo hace la concentración de capitales móviles. Tal vez para cuando la sociedad quiera despertarse de la alucinación colectiva sea demasiado tarde para recuperar el control del sistema. 

Un país profundamente dividido: hoy en día no hay un debate común en los Estados Unidos; la teoría de la conspiración de una persona es la verdad de otra.

Ninguna sutileza de pensamiento sobrevive en la cultura de la sinrazón. «El espacio público está poblado de figurantes, intoxicadores e impostores. Del discurso público, con algunas excepciones, la mayor parte del tiempo no merece la pena ni preocuparse». Patrick Lawrence: ‘Obituario por el Russiagate

Existe la teoría de la conspiración de que la CIA introdujo la propia expresión en el uso general para desacreditar teorías alternativas sobre el asesinato del presidente Kennedy. Puede que sea cierta, hay un documento de la CIA, pero la expresión exististe desde hace mucho tiempo. En cualquier caso, se ha convertido en un insulto para desacreditar a los opositores políticos. La acusación reemplaza el debate racional.

Ha habido conspiraciones reales en la historia. Hubo una conspiración para asesinar a César. Y asesinar a Anwar Sadat. Los bolcheviques conspiraron para tomar el poder y también Guy Fawkes. A veces lo lograron, a menudo sorprendiendo a los conspiradores, y otras veces no. Muchas veces los conspiradores pensaron que el hecho en sí era todo lo que se necesitaba hacer, pero César fue reemplazado por César y Sadat por su sucesor elegido. Probablemente haya menos conspiraciones de las que la gente imagina, pero existen.

Hoy abundan las teorías de la conspiración en los Estados Unidos. Pero, debe quedar claro desde el principio de este discurso que hay dos tipos diferentes de teorías de conspiración: las inaceptables y las aceptables. 

Un ejemplo del primer tipo es la afirmación de que hicieron trampas a Trump con votos falsos en áreas clave. La afirmación es «infundada», impulsada por la «extrema derecha» y los «creyentes«; ha sido «desacreditada» en detalle; sus supuestos argumentos son «bulos, ninguno creíble«; no hay «evidencia» y así sucesivamente. Todo el peso de los medios corporativos se opone a esta idea y solo florece entre la maleza.

No obstante, el 29% de los estadounidenses en una encuesta de marzo [prri.org] estuvo de acuerdo «completamente» o «en su mayoría» en que las elecciones le habían sido robadas a Trump (66% de los republicanos, 27% de los independientes y 4% de los demócratas). Con lo que esa teoría de la conspiración particular tiene un apoyo significativo.

Otras teorías de la conspiración son respetables: por ejemplo, la de que los rusos consiguieron que Trump fuera elegido la primera vez. Sonoramente pregonadas por los medios corporativos durante la totalidad de su mandato, la acusación de una de las principales fuentes del famoso expediente debería haberla liquidado.

Pero no: para los creyentes, la revelación de que un fundamento clave de la teoría de la conspiración era un fraude inventado y pagado no marca ninguna diferencia: “Incluso si cada palabra del expediente Steele fuera incorrecta, eso no cambiaría el hecho de que los rusos intentaron manipular las elecciones estadounidenses ”; «No fue un engaño«; el hecho de que fuera falso era una prueba más de que estaba gestionado por el Kremlin.

Y así, la población estadounidense está dividida entre quienes piensan que Putin ganó las elecciones presidenciales de EEUU de 2016 y quienes piensan que Trump ganó las elecciones de 2020. No hay terreno común.

La falsabilidad de la conspiración

Mucho se ha escrito sobre las teorías de la conspiración, de el cómo y el por qué de ellas; aquí hay una y muchas más. Pero algo que rara vez se menciona en estas discusiones es la falsabilidad

Como argumentó Karl Popper, una teoría real debe poder probarse como falsa. Debe haber algún dato empírico imaginable que lo pueda refutar. A veces, como con la adición de las ecuaciones transformadas Lorentz a las transformadas newtonianas/galileanas, una vieja teoría se demuestra ser acertada pero incompleta. A veces, una vieja teoría es completamente refutada como lo fue la teoría del éter por el experimento de Michelson-Morley (que obviamente salió mal). Pero todas las teorías reales son falsables. 

Una teoría científica, en resumen, es cierta hasta que alguien prueba que no lo es. Como dijo Richard Feynman: “La ciencia es la creencia en la ignorancia de los expertos”. Y, como observó otro gran físico, estos cambios no se logran necesariamente mediante un argumento racional: «Una nueva verdad científica no triunfa al convencer a sus oponentes… sino más bien porque sus oponentes eventualmente mueren» (Principio de Plank).

Seguidor de QAnon. Autor: Elvert Barnes, 14/11/2014. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0)

Este principio también se puede aplicar a las teorías de la conspiración. Por ejemplo, si se pudiera establecer que las máquinas de votación ‘Dominion’ no se pueden conectar a Internet, ese hecho sería un golpe fatal para uno de los pilares de la historia de la victoria de Trump. Del mismo modo, si se pudiera establecer que una fuente fundamental del Dossier fue una falsificación, caería un pilar de la historia de Putin eligiendo a Trump.

Una teoría que no puede ser falseada es una tontería. Del mismo modo, una teoría cuyos creyentes nunca aceptarán ninguna evidencia contraria es una tontería. QAnon continúa durante años prometiendo la Completa Revelación siempre ‘mañana’ o ‘pasado mañana’; la teoría de la conspiración de Russiagate sigue mutando según sea necesario. Cuanta más evidencia contraria, más firmemente se aferran los creyentes a ellas. Por lo tanto, las teorías de conspiración reales no son falsables porque son todas conspiración y no teoría.

Si son falsables, entonces, las “teorías de la conspiración” son solo teorías; sin modificador. Los ejemplos en el artículo citado anteriormente (Pizzagate, Q-Anon, el lugar de nacimiento de Obama y Soros) resultan ser teorías que violan el saber popular y, por lo tanto, son arrojadas a la papelera de la teoría de la conspiración por los inclinados a lo convencional.

Típicamente, el autor no menciona una teoría de la conspiración que ocupó mucho más espacio y esfuerzo y tuvo un efecto mucho mayor en el mundo real que cualquiera de estas. Y eso se debe a que Trumputin era saber popular, impulsada todos los días por los medios corporativos, y los otras no lo fueron. Se dijo que de Trumputin había «una montaña de evidencias» y «pruebas«; las demás fueron descartadas sin consideración.

En resumen, mejor que utilizar el inútil y manido apelativo de «teoría de la conspiración», sería más acertado decir que las «teorías contra el saber popular» abundan hoy en los Estados Unidos. Algunas de ellas, como QAnon, fallan en el test de falsabilidad, otras no. Algunas han recibido suficiente atención como para hacerlas más o menos probables, otras no.

Big-Media sin crédito

A este respecto, conviene analizar lo qué piensan los estadounidenses de sus medios de comunicación. Para la generación de más edad, «Lo leí en el periódico» significaba algo, pero la encuesta de Gallup de octubre nos dice que hoy día ya no significa mucho. En «confianza» solo el 7% de los adultos encuestados tenía “gran sensación” y el 29% “bastante” (36% en total); los «confiados» fueron superados en número por el 29% que no tenía «nada en absoluto» y el 34% «no mucho» (63% en total); en 1997 los confiados eran el 53%.

¿Alguien espera que ese declive revierta? Otra encuesta (Poynter.org) mostró que EEUU ocupa el último lugar en confianza en los medios de entre 86 países. Una más muestra una importante división política. Nadie debería sorprenderse: los principales medios de comunicación estaban llenos de una teoría de la conspiración e ignoraron la otra.

Islas de opinión

La COVID19 es otra muestra de que hay dos islas de opinión separadas. Tomemos, por ejemplo, la simple pregunta fáctica, sí o no: ¿la organización del Dr. Fauci financió experimentos de «ganancia de función» en el laboratorio de Wuhan? Un asunto bastante importante, se podría pensar. El verificador Snopes, ese fidedigno defensor del status quo, lo dio por «no probado» en mayo 2021 en un largo artículo.

Negado por Fauci en mayo: «El NIH nunca ha financiado ni ahora financia la investigación de ganancia de función en el Instituto de Virología de Wuhan». Dos Pinochos dijeron en el WaPo. Pero finalmente admitido en octubre: “una alto cargo de los Institutos Nacionales de Salud ha admitido que, contrariamente a las repetidas afirmaciones del Dr. Anthony Fauci, el NIH sí financió una investigación altamente peligrosa de ganancia de función sobre los coronavirus transmitidos por murciélagos en el Instituto de Virología de Wuhan «.

Y más: “El informe anual describió el trabajo del grupo desde junio de 2017 hasta mayo de 2018, que implicó la creación de nuevos virus utilizando diferentes partes de coronavirus de murciélago existentes e insertándolos en ratones humanizados en un laboratorio en Wuhan, China. El trabajo fue supervisado por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los NIH, que está dirigido por Anthony Fauci «. Y así, la teoría de la conspiración de mayo se convirtió en un hecho de octubre.

¿Se escapó el virus de estos experimentos financiados por Estados Unidos? Nadie lo sabe, pero no se puede descartar. En cuanto al propio Dr. Fauci, es posible que se haya extralimitado al decirles a sus críticos que «Él representa la Ciencia«; cuando incluso el Washington Post tiene un artículo titulado «Fauci no debe usar la ciencia para disculpar sus pasos en falso«, puede que su fecha de caducidad esté cercana. A pesar de las velas de oración. 

A este respecto, el destino del libro de Robert Kennedy, ‘The Real Dr Fauci’, es indicativo; un número uno en Amazon con un 96% de calificaciones cinco estrellas. Esto es aún más notable debido al ataque a gran escala al que le han sometido los medios de comunicación establecidos: es «el Kennedy más tonto» (nypost.com) “’Documental‘ (vanityfair.com) de cebo racial y desinformación para promover teorías falsas y sembrar el sentimiento antivacunas”; “Historia documentada de la promoción de teorías desacreditando las vacunas” (forbes.com); prohibido en las redes sociales.

Tucker Carlson (foxnews.com), en «una nueva escalada de su retórica anti-ciencia«, tuvo una entrevista «con el teórico de la conspiración anti-vacunas Robert F. Kennedy Jr. «No obstante, mucha gente lo está comprando y leyendo. Estas campañas mediáticas no funcionan tan bien como solían hacerlo. De hecho, ese 29% que no tiene ninguna confianza en absoluto seguramente crea lo contrario de lo que dicen los medios convencionales. Lo sé: si todos gritan lo mismo, lo tomo como poderoso un indicador de que lo contrario es lo cierto. Deberíamos leer los medios occidentales como los soviéticos lían los suyos.

Intentos de crear teorías de la conspiración de consenso

Sin embargo, hay implacables intentos de crear teorías de conspiración en las que toda la población estadounidense puedan estar de acuerdo. Durante años hemos tenido la teoría de la conspiración de que Putin está detrás de todo lo malo; en su manifestación actual está a punto de invadir Ucrania (o como dijo el secretario de Defensa de Estados Unidos: «una incursión de la Unión Soviética en Ucrania»). 

Vladimir Putin y Donald Trump. Autor: Kremlin.ru, 07/07/2017. Fuente: Kremlin.ru (CC BY 4.0)
Vladimir Putin y Donald Trump. Autor: Kremlin.ru, 07/07/2017. Fuente: Kremlin.ru (CC BY 4.0)

Otro conjunto de teorías de conspiración en rápido crecimiento se centran en China, siendo un ejemplo la el «escape del laboratorio de Wuhan«. (Peligroso debido a la financiación de Fauci de la investigación del GoF en Wuhan). China está a punto de invadir Taiwán o los hambrientos Uyghers se ven obligados a atiborrarse de carne de cerdo (son musulmanes) o los jugadores de tenis desaparecen; estas teorías de la conspiración son más seguras. Uno de los principales impulsores de la primera teoría de la conspiración (daylimail.co.uk) está cambiando a la otra: siente el cambio en la línea del partido. 

Y siempre está Corea del Norte, donde las ratas se comen a los bebés y los bebés se comen a las ratas.

Las teorías de conspiración contra China parecen estar funcionando: una encuesta de la Fundación Reagan 2021 encontró que el 52% ve a China como la «mayor amenaza» para EEUU (Rusia muy por detrás con un 14% y Corea del Norte justo detrás con un 12%). Tres años antes, Rusia era del 30% frente al 21% de China. Más llamativo es que China haya ganado veinte puntos desde febrero. ¿Se puede salvar la división Putin-ganó-2016/ Trump-ganó-2020 con una teoría de la conspiración de Chinadunnit [China-lo-hizo]?

Pero ponerse de acuerdo en un enemigo común es una cosa, y las divisiones internas son otra. A este respecto, la encuesta de la Fundación Reagan citada anteriormente es indicativa. Encuentra que la incredulidad se está extendiendo rápidamente en la población estadounidense: la confianza en todas las instituciones está disminuyendo; la confianza en el ejército estadounidense está cayendo; el apoyo al liderazgo global activo está cayendo. Una encuesta reciente [hardvard.edu] muestra que una ligera mayoría de jóvenes estadounidenses considera que su democracia está en problemas. No es la base más sólida para más aventuras en el extranjero.

Un país profundamente dividido: hoy en día no hay una conversación común en los Estados Unidos; la teoría de la conspiranoia de una persona es la verdad de otra.

Artículo original: Americans Need a Conspiracy Theory They Can All Agree on — Strategic Culture, por Patrick Armstrong. Traducción de tarcoteca.

Patrick Armstrong fue analista en el Departamento de Defensa Nacional de Canadá especializado en la URSS / Rusia desde 1984 y Consejero en la Embajada de Canadá en Moscú en 1993-1996. Se jubiló en 2008 y desde entonces ha estado escribiendo sobre Rusia y temas relacionados en la Red.

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