Europa

La Conferencia Fascista de Montreaux de 1934: cuando la extrema derecha europea intentó una ‘internacional fascista’

Vox, el principal partido de extrema derecha de España, ha vuelto a protagonizar portadas tras acoger la cumbre de líderes de la derecha radical europea en Madrid los días 28 y 29 de enero, en plena crisis diplomática entre la Unión Europa y Rusia. No es la primera vez que se reúnen. El pasado 4 de diciembre se dio la cumbre de Varsovia, en Polonia, y en julio en Budapest, Hungría. Y es que, en los últimos tiempos, la extrema derecha ha creado un potente frente internacional, con alianzas globales que reúnen a los ultraconservadores desde América hasta Europa.

Esta unión global ha dado resultado a unas estrategias, discursos y herramientas que han sido copiadas por el resto de estas fuerzas y utilizadas en sus contextos locales.

Además no es poco reseñable el hecho de que se den espacios y organizaciones comunes de actuación. Por ejemplo, esto es visible en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) estadounidense, el gran congreso de los conservadores que ha invitado a lo más granado de la extrema derecha occidental y de América Latina, y que se ha ido radicalizando desde la llegada de Donald Trump al panorama político.

O en los múltiples foros creados desde la extrema derecha del Europarlamento, como es el caso del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que realiza charlas y conferencias en estas áreas geográficas y además tiene a miembros externos a Europa como observadores, como el Likud de Benjamín Netanyahu o el Centro Democrático de Colombia, entre otros.

También hay nombrar cómo comparten organizaciones y entidades que participan en estos movimientos y actúan como pegamento o financiación como la Red Atlas, que financia a multitud de organizaciones (Fundación FAES, Instituto Juan de Mariana…) bajo el lema de la “libertad”; o la secta El Yunque, que se encuentra detrás de diferentes asociaciones del ámbito ultracatólico y ultraconservador y cuya relación con Vox es bastante importante.

Este sueño de unir a las extremas derechas de carácter eminentemente ultranacionalista es un proceso que se ha dado las últimas dos décadas, lo cual resulta bastante inédito. De hecho, el sueño de uno de los faros de la ultraderecha en Europa, Viktor Orbán (presidente del Gobierno húngaro), es unificar a todas las organizaciones de este lado del espectro, divididas en dos grupos parlamentarios, en uno solo, lo cual se antoja muy complicado.

Pese a la novedad, como suele suceder, este nuevo movimiento de derecha radical apenas ha innovado en realidad. En este sentido, ya hubo un intento, hace décadas, de tejer alianzas diplomáticas entre los diferentes partidos políticos fascistas que fueran más allá de lo meramente militar y/o económico.

Ya en los años 30, con el fascismo siendo una ideología de éxito en Europa, se intentó unificar al fascismo y consensuar sus valores en una auténtica internacional del odio, imitando el modelo de las internacionales obreras organizadas por los movimientos socialistas y comunistas.

Y este intentó se consagró en el Conferencia Fascista de Montreaux de 1934.

Antecedentes y objetivos

Imagen de la CAUR

La idea de crear una suerte de panfascismo no había tenido demasiada relevancia en la Italia de Mussolini. Este dictador fascista había tomado el poder por la fuerza usando las milicias del Partido Nacional Fascista, las «camisas negras», en la Marcha sobre Roma en 1922 y se había dedicado principalmente a los asuntos nacionales.

Esto cambió tras la victoria del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi) con Adolf Hitler como líder supremo y la puesta en marcha de un potente equipo de propaganda que empezó a atraer a distintas organizaciones fascistas.

Caber recordar que durante varios años, las relaciones con Alemania habían sido tirantes y las llegada de los nazis al poder lo empeoró, habiendo múltiples enfrentamientos por distintas desavenencias. No sería hasta 1937 cuando las relaciones entre ambas potencias se tornarían amistosas.

Así, Mussolini y los jerarcas fascistas empezaron a ver con buenos ojos la idea de un fascismo internacional, si bien queda por desentrañar si era una estrategia real o solo un ejercicio de propaganda.

En la Italia fascista no muchas mentes le habían dado la vuelta a la idea del fascismo internacional o el panfascismo. Uno de estas mentes fue el fascista Asvero Gravelli. Este hombre desarrollo cierta teoría del movimiento fascista como por ejemplo el intentar explicar las diferencias entre el fascismo italiano y el nazismo desarrollando una tesis alrededor latindad-cristianismo vs paganismo-protestantismo.

Pese a eso y su cercanía a Mussolini (algunos dicen que era hijo ilegítimo por su parecido) no fue a él al que se le encomendó la tarea el «fascismo internacional» si no a otro hombre cercano al Duce, el militar Eugenio Coselschi, bastante menos interesado en la ideología fascista.

Así, con el presunto objetivo de lograr la unión de las formaciones fascistas y crear finalmente una «internacional fascista» que se opusiera e hiciera frente a la Internacional Comunista (y que fuera un movimiento cercano al fascismo italiano) este movimiento dio los primeros pasos.

Por ello, en julio de 1933, el Duce creaba el Comité de Acción por la Universalidad de Roma (CAUR). Esta organización estaban constituidas como asociaciones culturales simpatizantes del fascismo italiano.

En Italia agrupaban a los extranjeros residentes y el resto de Europa reunían a grupos simpatizantes con el fascismo italiano dirigidos por notables de la época (también se buscaba que estos grupos se opusieran o no estuvieran de acuerdo con el nazismo). Además, se intentaba replicar la estructura del Comintern Comunista, contando con una estructura organizativa internacional compuesta por inspectores, equipo de inteligencia y de propaganda (sirviendo también para que el gobierno Italiano financiara a grupos extremistas afines).

Junto a estos objetivos, se encontraba la intención de identificar a los grupos fascistas fuera de Italia. Aquí el CAUR se vio con la dificultad de poder encuadrar a los grupos fascistas bajo una definición, debido precisamente a las grandes diferencias entre unos y otros. De hecho en sus informes finales hubieron quejas dada la amalgama de movimientos «fascistas» que aglutinaba, desde revolucionarios nacionalistas a grupos ultraconservadores y/o ultracatólicos.

Encontrar una definición de lo que es el fascismo, resulta relativamente fácil hoy en día, pero en aquel momento las líneas ideológicas de una corriente relativamente novedosa todavía no estaban del todo claras.

Pese a esto, logró superar este objetivo y, para abril de 1934, había identificado movimientos fascistas en al menos 39 países. Estos países eran: todos los países europeos menos Yugoslavia, Canadá, EEUU, Sudáfrica, Australia, cinco países asiáticos y seis de América Latina.

Así, esta organización planteó un primer encuentro para el 16 de diciembre de 1934. Nacía la Conferencia Fascista de Montreaux. Las expectativas estaban muy elevadas en aquel momento, bajo la creencia de que con una poderosa alianza podrían transformar el mundo hacia un nuevo orden.

Participantes, reuniones y primeros choques en la Conferencia Fascista de Montreaux

Eugenio Coselschi estrecha la mano de Umberto II tras el discurso pronunciado en la casa-museo de Alfredo Oriani. Autor: Desconocido, 22/10/1938. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY 3.0). Atribución a Alessio Panighi.

Así, a esta primera Conferencia Fascista de Montreaux participaron representantes de 13 países europeos: Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Irlanda, Noruega, Lituania, Países Bajos, Portugal, Rumania y  Suiza.

Algunos de los nombres reconocidos que participaban en la cita son los de Ion Mota de la Guardia de Hierro de Rumania, quien luchó y murió en la Guerra Civil española en el bando sublevado (y al que se le hace un homenaje nazi en Majadahonda todos los años); Eoin O’Duffy de la Guardia Nacional de Irlanda, quien también luchó en la Guerra Civil Española; o el líder fascista Marcel Bucard, quién moriría ejecutado por su colaboracionismo con los nazis.

La comitiva española fue llamativa por los intentos del fascismo español de estar presentes a la par que alegar que sus representantes actuaban por voluntad propia y no como representantes españoles, como fue en el caso de Ernesto Giménez Caballero, de las Juventudes de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), quién presidía el CAUR de Madrid.

Además, de las más notables ausencias hay que destacar a los principales representantes del fascismo europeo: el Partido Nacional Fascista Italiano y el Partido Nazi alemán. Ninguno de los dos pasó por allí finalmente.

Y es que la conferencia transcurría en un momento de especial tensión. Meses antes, Italia y Alemania habían hablado del futuro de Austria ante las exigencias del Partido Nacional Socialista y de Hitler de que Alemania obtuviera el control del país.

Tras infructuosas charlas, seis meses antes de la Conferencia Fascista de Montreaux, el gobierno de Hitler apoyó al Partido Nacional Socialista de Austria en un intento de golpe de estado, pero fracasó. Por el camino, asesinaron al líder del régimen austrofascista Engelbert Doffus. Las consecuencias tuvieron un coste diplomático y de credibilidad interna para Hitler dentro de Alemania en un momento en que se estaba afianzando en el poder, y que lo enfrentaron a Italia, por lo que optó por desligarse del acto.

Tampoco participó directamente el fascismo italiano. Mussolini estaba expectante ante la reunión y se dedicó a esperar a ver que resultados daba antes de darle su apoyo. Aunque su régimen estaba consolidado, tras más de una década, necesitaba victorias claras en su política exterior. Uno de sus mayores objetivos políticos y territoriales era, precisamente, Austria, con la que había firmado junto con Hungría en marzo de 1934 los Protocolos de Roma y cuyo gobierno controlaba a través de las Heimwehr (grupo paramilitar).

De hecho, cuando se sucedió el golpe de estado, Mussolini movió sus tropas a la frontera, preparado para defender sus intereses en el país, pero el gobierno de Doffus, temiendo que Austria se convirtiera en un auténtico campo de batalla, no lo permitió y optó por sofocar el alzamiento por sus propios medios, lo que consiguió a costa de su propia vida. Por aquellos años, Mussolini llegó a buscar alianzas con potencias como Reino Unido para satisfacer sus ansias expansionistas debido a las tensiones con Alemania.

Como otras ausencias destacables, cabe señalar, por una cuestión lógica, a los miembros del régimen austrofascista, así como a los de la Unión Británica de Fascistas (BNP), debido probablemente a que sus intereses se enfocaban más en los conflictos con la región del Ulster, en Irlanda del Norte.

Desarrollo, problemas y disputas de la Conferencia Fascista de Montreaux


Cartel propagandístico “AntiEuropa”.

Finalmente, la Conferencia Fascista de Montreaux tuvo lugar, a pesar de la delicadeza del momento. El desarrollo de la misma pronto mostró las grandes diferencias entre los puntos de vista de los participantes. Varios de estos puntos se centraban en aspectos centrales del fascismo en disputa como la apelación a la raza, el antisemitismo o el corporativismo, es decir, la postura de cada formación política con respecto a las teorías raciales y la organización de la actividad económica.

Por ejemplo, uno de los conflictos tuvo que ver con la prioridad de la agenda política. ¿Era más importante el supremacismo?¿O los asuntos económicos?

Así fue con el asunto del antisemitismo que enfrentó al presidente de el CAUR, Eugenio Colsechi con el bando de Ion Mota junto a daneses y suizos, que reclamaban la esencialidad del odio a los judíos. También se discutió el papel de la Alemania Nazi en este movimiento internacional, un tema que separaba a los italianos de otros grupos fascistas.

Pese a todo, son interesantes las conclusiones de la Conferencia, donde se reconocía que «la cuestión judía no puede convertirse en una campaña universal de odio contra los judíos” al tiempo que se hablaba de que muchos judíos conspiraban dentro de los estados, alimentando la idea de la gran conspiración judía de los Protocolos de los Sabios de Sion, y que se debía actuar contra ellos para salvaguardar el patriotismo y la civilización cristiana.

La Conferencia Fascista de Montreaux también concluyó casi por unanimidad en reconocer a Mussolini como “fundador y jefe del fascismo internacional” así como en su oposición al comunismo y a la Tercera Internacional.

Pese a esto, falló en concretar una definición valida de fascismo o en solucionar las graves diferencias entre sus miembros, finalizando el 17 de diciembre. De sus conclusiones, contradictorias en diferentes puntos, se deduce la falta de consenso pero el intento de reflejar puntos de vista diferentes.

Segundas reuniones y Primo de Rivera

Fotografía de Primo de Rivera. Autor: Desconocido. Fuente:Biblioteca Virtual de Defensa (CC0 1.0))

Tras la Conferencia Fascista de Montreaux, que llegó a pocos acuerdos, se sucedieron distintas reuniones cada pocos meses. Esta reuniones se produjeron en enero de 1935 en París, después en Ámsterdam el 29 y 30 de marzo de 1935, y una última reunión el 11 de septiembre de 1935 en Montreaux.

Un hecho interesante fue la posición del fascismo español en esta alianza. Aunque a la primera reunión, como se ha visto anteriormente, fue un representante de las JONS que declaró que iba a título personal y no de manera autorizada, a esta segunda reunión acudió José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española (FE) para explicar la posición del fascismo español. Para entonces, ya se había fusionado con las JONS para formar FE de las JONS, en un intento de convertirse en un partido de masas de inspiración fascista. Sus palabras en la conferencia quedaron registradas:

Presidente de la Conferencia: Primo de Rivera sigue desde hace mucho tiempo con simpatía a nuestra organización y si aún no forma parte de ella es por razones de política interna que él mismo explicará…

Primo de Rivera: Le agradezco sinceramente la emotiva bienvenida que me ha brindado, no a mí, sino a la Falange Española que lucha todos los días en las calles sangrientas de mi país. Me conmueve vuestra acogida y os devuelvo el más sincero saludo de Falange Española y mío. Estoy en mi deber, por el momento, de no tomar parte en el trabajo de su comisión. El presidente le ha dado las razones.

España aún no está lista para sumarse, a través de mí, a un movimiento que no es internacional, sino supranacional, sino universal.

Y esto no solo porque el carácter español es demasiado individualista sino porque España ha sufrido mucho por los internacionales. Estamos en manos de al menos tres internacionales: una masónica, una socialista, otra capitalista y quizás haya otras potencias, de carácter extranacional, que intervengan en los asuntos españoles.

Si se presentara ante la opinión pública española unido a otro movimiento, y ello sin una preparación lenta, profunda y difícil, la conciencia pública española e incluso la conciencia democrática protestarían.

Por tanto, es necesario preparar los espíritus en vista de estas obras supranacionales.

(…)

Pero creo que ante los peligros comunistas es necesario reconocer que los pueblos civilizados tienen el derecho y el deber de transmitir esta civilización a los pueblos atrasados.

Así, la actitud de los representantes españoles y del partido de Primo de Rivera fue premeditadamente vaga, para que este movimiento, que se vestía de revolucionario, no se pudiera encuadrar abiertamente en el fascismo.

Si bien Primo de Rivera no se sumó por razones prácticas, sí lo hizo Ramiro Ledesma, relevante intelectual de la derecha española y el nacionalsindicalismo, quién también sumó a la JONS.

De hecho este tema ha sido una división entre los falangistas, que intentaron incluso separar la figura de José Antonio del fascismo. Estos intentos quedan en el absurdo cuando se puede comprobar su presencia en la Conferencia Fascista de Montreaux, sus reuniones con Mussolini o el mismo hecho de que cobrase una asignación mensual del gobierno italiano.

Una internacional fascista fallida

Pese a los intentos de la extrema derecha de la época en establecer esta unión internacional, finalmente fracasó

El CAUR no consiguió una definición unánime de fascismo, ni separar la brecha que separaba a los que pujaban por el papel de la raza, la economía corporativista o la relevancia de la Alemania Nazi.

Otras teorías es que el CAUR nunca tuvo este objetivo y solo fue un aparato de propaganda para confrontar a Alemania (hecho que algunos autores señalan por la baja financiación de la CAUR).

Sea como fuere, el CAUR no contó con el respaldo del Partido Nacional Fascista de Italia. El ultranacionalismo, las brechas ideológicas en un momento de tensión política internacional evidente y un buen montón de intereses cruzados, evitaron una internacional de la extrema derecha.

De hecho, la política exterior fue muy paradójica, contradictoria, extraña e interesada durante los años siguientes hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Por ejemplo, Italia, viendo que no podía llegar a acuerdos con Reino Unido y Francia, finalmente se acercó Alemania a partir de 1936, poniendo fin a los Protocolos de Roma. Este fue el primer paso para la anexión de Austria por parte de Hitler en 1938.

Así, tanto Alemania como Italia entraron a ayudar a Francisco Franco y al bando sublevado en la Guerra Civil española (1936 – 1939), mientras Reino Unido y Francia acordaban un pacto para no interferir en los asuntos del país. En cambio, el bando republicano recibió apoyo de voluntarios de las llamadas Brigadas Internacionales, formado por varios países y con el apoyo de la URSS.

Por otro lado, Hitler llegó a acuerdos muy contradictorios, firmando tratados y pactos con Reino Unido, Francia y la URSS, que le permitieron anexionarse primero la región de los Sudetes de Checoslovaquia y, finalmente, el país entero (con el apoyo de Italia) en los llamados Acuerdos de Múnich. Con la URSS, se hizo un reparto de Polonia en el Pacto Ribbentrop-Molotov, que se consolidó con la invasión de ambos países a Polonia, desatando la chispa de la guerra.

Sea como fuere, el contexto del momento, sumado a las propias características de un fascismo en plena construcción, los intereses económicos y militares primaron por encima de los políticos/ideológicos. Se terminaron tejiendo pactos y alianzas por interés geoestratégico, a veces contradictorias, hasta conformar dos bandos diferenciados que se enfrentaron en uno de los conflictos armados más sangrientos de la Historia.

Ahora, quizá con las ideas más claras y en un ambiente un tanto menos tenso, la extrema derecha trata de tejer una nueva internacional del odio. Sin embargo, este lado del espectro es, hoy día, mucho más variopinto y diverso, aunando a una variedad de caracteres ultraconservadores que incluyen desde el neonazismo hasta el libertarianismo. No obstante, su hasta hace poco marginalidad, el aprendizaje histórico y la guerra cultural contra el progresismo parecen ser un pegamento eficaz que en los años 30 no estaba presente.

Ahora la extrema derecha plantea fuertes vínculos, con Vox intentando reunir a la extrema derecha de América Latina bajo la idea de la Iberosfera, Bolsonaro reuniéndose con buena parte de la extrema derecha europea, como la lejana Alternativa para Alemania, las convenciones financiadas por la Red Atlas o la acción del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos.

Y ahora esa unión en Europa va un paso más adelante. Las principales fuerzas de la extrema derecha ahora separadas en Identidad y Democracia (ID) y los Conservadores y Reformistas Europeos  se plantean crear un grupo único en el Parlamento Europeo que los convertiría en segunda fuerza solo por detrás del Partido Popular Europeo y que amenazaría con cambiar la correlación de fuerzas en la UE.

Esta voluntad se encuentra detrás de la cumbre que se ha celebrado este fin de semana en Madrid con Vox como anfitrión, reuniendo a lo más granado de la extrema derecha con líderes como Viktor Orbán o Marine Le Pen.

Es cierto que también han habido grandes ausencias, como los italianos de la Liga o los alemanes del AfD. Una coincidencia histórica con la Conferencia Fascista de Montreaux con el que esperamos que también comparta destino.

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

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