AsiaEuropa

Putin y Vox: las redes que les unen y la resistencia interna a condenarle

El pasado día 30 de marzo, el pleno del Ayuntamiento de Madrid votó una iniciativa que entre otras peticiones, exigía retirar la Llave de Oro de Madrid a Vladimir Putin, una distinción municipal que se otorgó al mandatario ruso en 2006. Parecía que todos los grupos políticos iban a votar a favor, cuando de pronto Vox votó en contra de retirarle la Llave de Oro. Su portavoz, Javier Ortega Smith, utilizó excusas de lo más peregrinas para intentar defenderse.

El también secretario general de Vox argumentó que la Llave de Oro de Madrid pertenecía al pueblo ruso y no a Putin. Un falsedad que había quedado desmentida en comisiones de gobierno días antes por el propio secretario del Ayuntamiento, que tenía a su disposición el acta de la sesión plenaria donde se aprobó.

La realidad es que la Llave de Oro pertenecía a Putin y Vox votó conscientemente en contra. Un voto en contra que se suma a otras propuestas como las de los parlamentos catalán, aragonés y madrileño de condenar la invasión a Ucrania o la de acoger a refugiados ucranianos.

Y es que Vox, que suele jactarse de hablar claro y “tener una posición que defiende igual en todas las partes de España”, está teniendo posiciones variadas según el territorio en lo que respecta al conflicto bélico.

También puede extrañar cómo el partido que suele pronunciarse con contundencia sobre temas que molestan y atacan a sus enemigos exagerando la realidad, está teniendo una posición de lo más esquiva y una presencia tibia sobre la guerra de Ucrania.

Y es que aunque el partido sabe que la posición que mejor les viene es oponerse a Putin, este ha sido un referente para la extrema derecha internacional durante años, incluyendo a Vox. Así, Putin sea uno de los mejores aliados de la extrema derecha europea, amén de tener importantes vínculos con Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, o con Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, siendo sus principales referentes en América.

Esta herencia no puede borrarse por directiva política, mucho menos de un día para otro, y la formación está encontrando fuertes resistencias internas.

Putin y la “revolución conservadora” rusa

El término revolución conservadora se ha usado en muchos campos y tiene distintos significados. Algunos historiadores, utilizan este concepto para definir los procesos políticos guiados por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes gobernaron en Reino Unido y en Estados Unidos respectivamente en los años 80. Otros más modernos hacen referencia a Víctor Orbán o al fenómeno político de Putin en Rusia. Asimismo, se ha usado también en otros momentos históricos y políticos.

Sea como fuere, este término es parte de la realidad rusa, ya que se puede considerar que desde que Putin obtuvo el poder, la sociedad se ha movido hacia al conservadurismo, hasta el punto que la Rusia de 2022 es mucho más conservadora que la del año 2000.

Este proceso ha cabalgado sobre varias piezas, a simple vista incluso contrarias, pero que Putin ha sabido conjugar y que recuerda mucho a los movimientos de extrema derecha modernos (con algunas salvedades): la reafirmación de la Iglesia Ortodoxa como pilar del estado y la reverencia a un pasado glorioso, escenificado entre la dinastía de los zares, el Imperio Ruso y los grandes logros de la URSS.

Putin ha alimentado el ultranacionalismo ruso, que anhela el sueño imperial y dibuja un escenario plagado de enemigos internacionales manteniendo la lógica de la Guerra Fría. Es decir, buscando mantener su esfera de influencia a nivel geopolítico para perseguir sus intereses económicos, sociales y políticos.

Además junta elementos contrapuestos como puede ser la gloria a la URSS y el de las dinastías monárquicas. Por supuesto, lo que se alaba son los grandes períodos imperiales, no su contenido. Se busca citar el imaginario colectivo sobre momentos gloriosos del pasado por su capacidad de conmover y apelar a la gente en lo emocional pero desplazando todo lo demás (puesto que Putin ni es monárquico ni es comunista, ni lo pretende).

Así, el uso de elementos de la Unión Soviética (como los llamamientos a «desnazificar» Ucrania) en ningún momento pretende colectivizar la economía o limitar las desigualdades en Rusia, uno de los países más desiguales económicamente del mundo, sino jactarse de momentos históricos de gran valor como la derrota del nazismo. Tampoco parece que limitar el poder de la extrema derecha en Ucrania (bastante limitado ya en la realidad) vaya a ser un objetivo político principal en la empresa bélica iniciada por Putin y su gobierno.

Del mismo modo, tampoco se busca rehabilitar a la monarquía, si no reencarnarla en la figura presidencial de Putin, que ha ido aumentando sus poderes y que tras las últimas reformas constitucionales podrá eternizarse en el poder hasta 2036.

La otra pata de esta revolución conservadora es el importante papel de la Iglesia Ortodoxa. Tras la caída del comunismo, la iglesia ha sabido llenar ese hueco con Putin reforzando constantemente su labor y situándola como un pilar del estado moderno ruso.

Sus valores vertebran ahora la sociedad y legalidad rusa, ensalzando en la Constitución el papel de la familia o la importancia de la natalidad.

La lucha contra la modernidad

Bartolomé I, Patriarca de la Iglesia Ortodoxia. Autor: Administración del Presidente de Ucrania, 3/11/2018. Fuente: President.gov.ua (CC BY 4.0).

Esto ha llevado a Putin a promulgar toda una guerra contra los valores de la igualdad de la modernidad, hasta tacharlos de ajenos a Rusia y pertenecientes al mundo occidental. Es decir, mientras ligaba sus propias ideas a un imaginario de un pasado glorioso y deseable, relacionaba la defensa de los derechos humanos y los valores progresistas a sus enemigos en el plano político y global.

Posiblemente el colectivo LGTB ha sido el más afectado. En 2012, la Duma Estatal rusa aprobó la intencionadamente mal llamada “ley contra la propaganda homosexual” que prohíbe de facto cualquier visibilidad de personas LGTB en Rusia.

Con esta ley resulta un delito cualquier muestra o información de “relaciones no tradicionales” en espacios donde puedan estar menores de 18 años, como la calle. Esto ha conllevado a la desaparición a estas personas de la realidad rusa y un considerable aumento de la homofobia. El equivalente a meter de una patada en el armario cualquier muestra de diversidad sexual supone una regresión sin precedentes, pues el castigo por lo contrario se dirime en unos juzgados poco conocidos por su imparcialidad.

La igualdad de las mujeres y el feminismo es otro de los grandes damnificados. En la época soviética, si bien no era tampoco paradigma ni ejemplo de igualdad suprema, a las mujeres se le reconocían derechos laborales. La URSS fue pionera en el reconocimiento de diferentes derechos que, si bien sufrieron un grave retroceso durante la época de Iósif Stalin (1927 – 1955), en los años 60 y 70 regresaron con fuerza.

Putin ha permitido, aparato del estado mediante, una beatificación del papel tradicional de la mujer y su expulsión del campo del trabajo y los altos puestos jerárquicos, reforzando el rol de género tradicional de las mujeres que parecía romperse en los tiempos modernos.

En 2016, Rusia ocupaba el puesto 75º del mundo en igualdad de género. La violencia de género ha desaparecido de las estadísticas del estado y es sistemática.

El proceso incluso ha ido a más: en 2017, la violencia de género dejó de ser parte del código penal y pasó a ser una sanción administrativa. El acoso y persecución por parte del estado a las feministas es constante (y casi cualquier forma de disidencia, en general).

En materia de racismo, el país también ha sufrido una gran involución. Desde la URSS, el país contaba con una enorme tolerancia (en perspectiva) por sus ideales internacionalistas. Aún así, había cierta fobia a regiones internas étnicamente diferentes, como los habitantes del Tártaro o las regiones de mayoría musulmana.

El gobierno de Putin de hecho ha mantenido la multietnicidad del estado ruso. Pero esto ha chocado frontalmente con los ideales ultranacionalistas. El lema “Rusia para los rusos” de la época zarista se ha vuelto a poner de moda.

Y es que los partidos nacionalistas rusos son los grandes aliados de Putin y compañeros de su agenda política, influyendo a la sociedad. Uno de estos partidos de extrema derecha, el Partido Liberal Demócrata de Rusia (LDPR), es una de las fuerzas que más ataca a las minorías étnicas y culturales del país, un partido que además tiene bastante presencia en las calles, organizando marchas y concentraciones.

El racismo hacia etnias externas es más común. Por ejemplo, hace poco la Duma aprobó un listado de agencias marcadas como estafadoras. El nombre dado fue “listado de gitanos”.

Todos estos valores se están institucionalizando en la legalidad rusa, al punto que la constitución marca la “fe en Dios” como un principio del país, la apelación al “pueblo ruso” como vertebrador del estado o la unión de un hombre y una mujer como única forma de matrimonio.

Putin y Vox: las alianzas de la extrema derecha internacional

Esta agenda cultural y social que ha derechizado el país ha sido vista por la ultraderecha internacional como una guía de acción y un ejemplo. Hasta la fecha, multitud de partidos de extrema derecha han mostrado sus simpatías por el Kremlin, viajando incluso a Rusia para coordinar agendas, hacer tratos y alabar a Putin.

A cambio, muchos han conseguido un trato de favor por parte del gobierno ruso.

Sin ninguna sorpresa, esta red de aliados une a Putin y Vox, partido que tiene a varios de sus grandes referentes como los mejores aliados del mandatario ruso en Occidente. Pese a eso, los hilos que unen directamente a Putin y Vox parecen más endebles a simple vista de lo que son.

Y es que el grueso de los apoyos de Putin se encuentra en el grupo parlamentario europeo de Identidad y Democracia (ID), uno de los eurogrupos de extrema derecha del Parlamento Europeo que agrupa a los distintos partidos de este signo.  Allí se encuentran partidos que han asumido las formas de la nueva extrema derecha y destacan por su eurofobia.  En este grupo están formaciones como La Liga, Agrupación Nacional o Alternativa para Alemania.

En el plano geopolítico, Identidad y Democracia es más cercano a Rusia y opta por distanciarse de Estados Unidos y sus alianzas internacionales, incluyendo la OTAN o la propia Unión Europea. Así, las formaciones políticas que lo integran son las más euroescépticas y prorrusas, con distintas excepciones y matices.

Vox, el partido de extrema derecha de España, forma parte del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), donde se encuentra la extrema derecha con postulados más ultraconservadores y donde el cristianismo es un eje esencial de su acción política.

Este eurogrupo, a diferencia de ID, es atlantista y opta por acercarse a Estados Unidos y la OTAN, además de optar por una postura reformista en cuanto al proyecto europeo. En este grupo las simpatías hacia Rusia son variadas, desde el rechazo al reconocimiento.

Matteo Salvini, un gran admirador de Putin

Una de las personalidades que relaciona a Putin y Vox es el líder de la Liga de Italia, el ultraderechista Matteo Salvini.

Desde hace años, Salvini ha mostrado su admiración por Rusia, optando por acercarse al país y alejarse del resto de las potencias occidentales. Matteo Salvini ha viajado en repetidas ocasiones a Rusia a ver a al líder ruso, hasta el punto que han realizado ponencias juntos para formar una alianza conservadora, exaltando el cristianismo ruso. Bastante popular se ha vuelto la fotografía de Salvini con una camiseta con el rostro de Putin frente al Kremlin, y que ha llegado a llevar también a otros lugares.

Sin embargo, estos lazos van más allá de los meramente ideológico: el Kremlin ha desarrollado varias operaciones para financiar a la Liga.

Una de ellas, investigada en 2019, acusaba a la Liga de financiación ilegal por parte de Rusia.

En 2018, el popular empresario ruso Yakunin y el dirigente de la Liga, Gianluca Savone, se reunieron para hablar de los beneficios de tres millones de euros en una importante transacción comercial de la petrolera estatal Rosneft y cómo estos financiaran la campaña de Salvini.

El chascarrillo, que apareció en 2018 sin más confirmación, se agudizó cuando se difundió un audio sobre el tema y la implicación de la energética ENL para desviar varios de estos millones a la Liga.

Pese a la veracidad de estas informaciones, el proceso no se completó, por lo que no tuvo más recorrido legal, aunque se sospecha que los contactos internacionales de financiación prosiguieron más allá de 2018.

Salvini ha sido un de las personas que más apoyó a Vox en sus primeros éxitos de 2019, fotografiándose y reuniéndose con Santiago Abascal, su cofundador y líder actual.

Finalmente, la posición de la Liga favorable al movimiento independentista catalán distanció a ambos líderes conservadores.

Francia, de Le Pen a Zemmour

Marine Le Pen se reúne con Vladimir Putin. Autor: The Russian Presidential Press and Information Office, 24/03/2017. Fuente: Kremlin.ru (CC BY 4.0).

La extrema derecha francesa es otro de los grandes aliados internacionales de Putin.

Marine Le Pen fue durante años uno de los referentes de la extrema derecha europea, al tener un histórico partido de esta corriente y una base social asentada.

De hecho, la estrategia que está tomando Vox de intentar seducir al voto obrero tiene el nombre de “lepenización”, por el mismo proceso que realizó el entonces Frente Nacional (FN), ahora Agrupación Nacional (RN), el partido que lidera Le Pen.

Y Le Pen ha sido una de las grandes aliadas de Putin en Europa. De hecho, ha sido investigada por la financiación rusa. Aunque se estima que puedan ser decenas de millones los que han llegado al RN, se sabe a ciencia cierta que al menos fueron 9 millones. Este dinero fue concedido por el  banco ruso First Czech Russian Bank (FCRB), muy cercano a Putin y con sede en Moscú

De hecho, en 2017, el parlamentario estadounidense James Turner denunció ante los servicios de inteligencia de EEUU que el FN había pedido otros 30 millones de euros al FCRB. La retirada de la licencia por parte del estado acabó con esta operación.

Posteriormente, otra persona muy cercana a Putin financió a Le Pen, el presidente del Gobierno húngaro Víctor Orbán, considerado el mejor aliado del ruso en Europa. Orbán medió para que el RN recibiera 10,6 millones de euros de del banco húngaro MKB. Este banco es propiedad de Lrinc Mészáros, empresario  gasístico, la mayor fortuna húngara y amigo íntimo de Víctor Orbán.

Esto por supuesto no ha sido gratis. Le Pen se ha posicionado a favor del referéndum y anexión de Crimena por parte de Rusia y también de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, en la región del Donbass de Ucrania, que proclamaron su independencia en 2014 y que de momento solo han sido reconocidas por Rusia, Siria, Nicaragua y Bielorrusia, además de por otros estados con reconocimiento limitado como Abjasia u Osetia del Sur.

El mismo presidente de la Duma estatal rusa viajó a Francia para un acto conjunto. También Le Pen, que no ostenta un cargo propio aparte del de diputada, ha viajada en repetidas ocasiones a Rusia.

De hecho, por esto ha ocurrido uno de los episodios más sorprendentes en las elecciones presidenciales francés. Allí el RN ha tenido que destruir 1,2 millones de folletos para la campaña electoral porque salía en una foto con Putin.

Su rival, Eric Zemmour, no tiene estos vínculos tan claros, pero ha elogiado enormemente a Putin. Ha dicho de él que es el mejor aliado de Francia y que sueña con un “Putin francés”.

De hecho, Zemmour ha declarado una fascinación personal por el mandatario al considerarlo un “baluarte” contra el “imperialismo” y “la última resistencia al huracán políticamente correcto que, partiendo de América, está destruyendo todas las estructuras tradicionales, la familia, la religión, la patria”. 

Víctor Orbán, aliado de Putin y Vox

 
Víktor Orbán en el Europarlamento. Autor: Pietro Naj-Oleari, EP, 18/01/2012. Fuente: Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

A Víctor Orbán se le considera el mejor aliado del mandatario ruso en Europa.

Este líder ultraderechista es también uno de los grandes referentes de Vox, expresado en repetidas ocasiones por los de Abascal. No solo ha sido la estrella invitada en las cumbres de la extrema derecha europea celebradas por diferentes partidos políticos, sino que, hace poco, miembros del sindicato de Vox, Solidaridad, fueron a una concentración en Budapest a favor de Orbán, donde por cierto corearon el Cara al Sol, himno falangista, entre cánticos a Abascal y varios «Arriba España».

Orbán mantiene unas excelentes relaciones con Putin que le han ocasionado un gran recelo por parte de sus socios europeos.

En primer instancia, el mandatario húngaro ha desarrollado desde que llegó al poder en su país una “revolución conservadora” que copia punto por punto los mecanismos de control que Putin ha creado en Rusia para, aunque parezca que es una democracia, se considere un autoritarismo competitivo o democracia iliberal.

Hungría y Rusia mantienen unas excelentes relaciones comerciales muy favorables a Rusia: en noviembre de 2021, Rusia exportó 256 millones de euros, mientras que importó 178 millones de euros. Una balanza comercial favorable de 78,7 millones de euros.

Además, Orbán resultó ser el gran escollo en la última cita de la extrema derecha europea en España, celebrada el 24 de enero, para hablar de la posibilidad de crear un único grupo parlamentario europeo, uno de los principales objetivos de las cumbres ultraderechistas que se han venido celebrando.

El resto de formaciones le “convencieron” para firmar una resolución condenando las acciones de Rusia en la frontera ucraniana, en aquel momento en plena escalada de tensiones. Pese a firmar a regañadientes, al día siguiente viajó a Rusia para afianzar sus relaciones.

Durante la guerra de Ucrania, ha pesar de que su gobierno ha condenado la guerra y se unió a la primera ronda de las sanciones, Orbán ha impedido que el armamento militar pase por Hungría y ha llevado a su país a la neutralidad, en un gesto más hacia el líder ruso.

De hecho, la hasta ahora gran alianza entre Hungría y Polonia, dentro del llamado Grupo de Visegrado (que incluye también a República Checa y Eslovaquia) se ha resquebrajado por las buenas relaciones de Hungría con Rusia ante la guerra.

Una cosmología de pequeñas afiliaciones

Otros líderes de la extrema derecha europea también han mostrado su simpatía hacia el ruso.

Este es el caso de Alternativa para Alemania, el principal partido de extrema derecha del vecino germano. Frauke Petry, presidenta del partido entre 2015 y 2017, viajó a bordo de un jet privado ruso para acudir a la convención nacional del partido en un vuelo valorado en 25.000 euros, lo que fue todo un revuelo.

Tampoco es un secreto que el líder de las juventudes del partido ha viajado en numerosas ocasiones a Rusia y mantenido reuniones con cargos públicos su gobierno y de Rusia Unida.

El ultraderechista Partido Liberal de Austria (FPO) quien gobernó con el conservador Partido Popular de Austria desde 2017 hasta 2019, firmó con Rusia Unida en 2016 un acuerdo de cooperación por cinco años para fomentar el nacionalismo en la juventud.

Dirigentes de ambos partidos y gobiernos se les ha visto juntos también en eventos lúdicos e íntimos. Se sabe que esta relación ha favorecido diplomáticamente a Rusia. La relación es tan evidente que ha escandalizado a la opinión pública austríacaperdiendo más de 100.000 votos en las elecciones de 2019.

También en América: Trump, Bolsonaro, Putin y Vox

Existen dos figuras referenciales junto a Víctor Orbán para Vox: Donald Trump y Jair Bolsonaro.

El primero fue durante su mandato la referencia de la extrema derecha internacional, copiando sus estrategias, marcos y discursos. Como cabeza visible del movimiento de la «derecha alternativa» o alt-right, de la mano de su asesor Steve Bannon, marcaron la agenda ultraconservadora mundial. Y aunque Trump perdió las elecciones frente a Joe Biden y Bannon se alejó de su antiguo aliado, son figuras clave para entender la evolución de la extrema derecha moderna.

Así, al igual que multitud de partidos, líderes e influencers, Vox fue discípulo en esta materia, y uno de los más aventajados, copiando punto por punto lo que decía el expresidente, incluso aunque eso le hiciese caer en grandes contradicciones.

Por ejemplo, en 2020, fue llamativo cuando Vox criticó duramente al gobierno por no seguir desde el principio las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto a la gestión de la pandemia de la COVID19.

En marzo, cuando Donald Trump dijo que la OMS había obrado mal y que era un agente a las órdenes de China, la posición de Vox cambió radicalmente para adaptarse a este nuevo relato conspiracionista y sin sentido. De hecho, 14 de abril, Estados Unidos suspendió su financiación a la OMS y, el 25 de ese mismo mes, Vox pidió que España hiciera lo mismo.

Trump se ha declarado un férreo admirador del mandatario ruso. Ante de la campaña electoral de 2016 ya hablaba de mejorar las relaciones con Rusia. De hecho, Rusia apoyó la campaña del mandatario estadounidense (y se sospecha que la de 2020) con espías informáticos y un ejército de bots contra su rival Hillary Clinton.

La llamada trama rusa acabó con una investigación especial del fiscal S. Muller que Trump intentó detener.

Además, pese a que Trump encontró mucha resistencia interna para no mejorar las relaciones con Putin, el americano hizo lo posible, celebrando cumbres con gran cordialidad para solucionar temas internacionales.

Días antes de la invasión a Ucrania, Donald Trump dijo que Putin era un “portador de la paz” y que estaba haciendo algo “maravilloso” en Ucrania.

El caso de Jair Bolsonaro es parecido. Además la relación entre Vox y el clan Bolsonaro es más intensa que con Trump.

Eduardo Bolsonaro, el hijo del mandatario brasileño, fue uno de los primeros firmantes de la Carta de Madrid, un manifiesto que refleja distintos puntos de la agenda reaccionaria internacional y que es uno de los pilares ideológicos fundamentales de la Iberosfera, un concepto social, político y cultural inventado por Vox para tejer alianzas con América Latina. Abascal se ha reunido varias veces con ellos, incluso yendo a Brasil para apoyar electoralmente al líder brasileño.

Bolsonaro ha intentado fortalecer la unión con la Rusia de Putin, tanto a nivel comercial como ideológico. De hecho, solo una semana antes de la invasión, Bolsonaro realizó una gira conservadora para unir relaciones con Putin y con Víctor Orbán. También reprendió a Hamilton Mourao, vicepresidente del gobierno, por condenar la guerra.

Hazte Oír, Putin y Vox

Además de todos los lazos comunes que unen a Vladimir Putin y a Vox en cuanto a las alianzas comunes que sostienen y las ideas que comparte, existe también una relación algo más directa y que, aunque es más difusa, es igualmente reseñable.

Por un lado, existe una admiración desde los cuadros y aparato de Vox al mandatario ruso. Diversos concejales como los de Vox en Ceuta pusieron al ruso como un ejemplo de buena hacer político y valores.

También el mismo Abascal, que citó a Putin en uno de sus tuits. Este rastro ha intentado ser borrado por Vox, eliminando cientos de tuits de su cuenta en febrero para hacer desaparecer cualquier mención positiva de Putin.

Posiciones similares han sido defendidas por el neonazi Jordi de la Fuente, ex miembro de Hogar Social Madrid y asesor de Vox, que en una charla en 2019 explicaba como Rusia era un centro de espiritualidad para Occidente y que deseaba una invasión de la cultura y el espíritu ruso.

Además, la embajada rusa habría intentado reunirse con Vox en 2015. Esto está publicado en el libro España Vertebrada del polémico escritor de Vox Fernando Sánchez Dragó, libro escrito en 2019, bastante antes del choque de trenes entre Europa y Rusia por la cuestión ucraniana, por lo que puede ser tenido como fuente fiable.

En entrevistas con Abascal, este reconoció que Putin quería reunirse con él, pero que declinó esta invitación por “prudencia”, ya que los aliados de su grupo en el Europarlamento no tienen las mejores relaciones con Rusia, aunque señaló que no tenía animadversión o rechazo personal hacia el líder conservador ruso.

Pero a todo esto se le añade que la Rusia de Putin tiene un vínculo muy claro con Vox: Hazte Oír.

Hazte Oír es una asociación española ultraconservadora y una de las muchas pantallas que usa la secta paramilitar El Yunque, una organización de guerreros de Cristo que intenta traer el reino de Dios a La Tierra mediante la modificación de las leyes terrenales, según han reflejado varias investigaciones, sentencias judiciales y filtraciones.

Esta organización creó Citizen Go, su plataforma internacional, que replicó el exitoso modelo de Hazte Oír, encargándose de difundir ideario ultraconservador, reunir firmas y financiar iniciativas.

Además, esta organización es uno de los centros neurálgicos del ultraconservadurismo internacional, recaudando cientos de millones para después financiar a iniciativas conservadoras de toda índole a través del desarrollo de campañas, congresos y actividades conjuntas, o bien compartiendo financiadores y personalidades.

Sus vínculos con Rusia están más que claros. Uno de sus grandes patronos y miembro de la ejecutiva es Alexey Komov. Este ruso es el representante de la oligarquía conservadora rusa y en especial de Konstatin Malofeyev, conocido como el “Oligarca de Dios” y presidente del Foro Mundial de la Familia. Komov es, además, patrono de CitizenGo, lo que implica que existe una financiación directa.

Komov, en declaraciones, piensa que, igual que las potencias occidentales ayudaron al pueblo ruso a librarse de la URSS, ahora Rusia tiene que hacer lo propio con el progresismo, lo que considera una «revolución social» impulsada por EEUU que está llevando a Occidente a la decadencia.

La cercanía de Malofeev con el Kremlin se debe a su relación con Igor Shchegolev, un asesor de Putin, y a su amistad con Tikhon, sacerdote ortodoxo que también sería próximo al mandatario ruso. Así lo relata el autor Anton Schekhovstov en su libro Russia and the Western Far Right: Tango Noir«.

La fortuna de Malofeyev ha regado al ultraconservadurismo y a Citizen Go, que ha recibido decenas de millones. Todo se remonta a 1995 con la organización del Congreso Mundial de las Familias en Moscú que, desde 1997, organiza eventos internacionales de forma anual. Hazte Oír/CitizenGo es miembro del club y montó el encuentro de 2012 en Madrid.

En 2014, Ignacio Arsuaga y Pablo Santana, de Hazte Oír, acudieron al Congreso de las Familias (que cambió de nombre por el estallido de la anexión rusa de Crimea). Sus billetes fueron pagados por Natalia Yakunina a través de una de sus fundaciones. Su marido, Vladimir Yakunin, es otro magnate ruso, viejo amigo de Vladimir Putin. En futuros congresos, como en 2017, Yakunina compartió cartel con Arsuaga y otros de Hazte Oír.

Pues en esto hay que recordar que su filial madre, la española Hazte Oír, fue la organización que con más fuerza promocionó a Vox durante el período 2014-2019, cuando la formación aún era desconocida. Y no solo la promocionó. Según más de 17.000 documentos filtrados de Hazte Oír, ayudó a financiar al partido en sus inicios a través de actividades y campañas participadas por ambos y donde varias personalidades empresariales españolas habrían donado ingentes cantidades de dinero.

Otro de los grandes financiadores de Vox, la familia Ariza, detrás del Grupo Intereconomía, también pidió ayuda económica al Kremlin en una carta personal para poder cubrir ciertos actos de Putin.

En resumen, no se puede decir que Rusia financiara directamente a Vox, pero sí que es probable que haya sucedido de forma indirecta.

Las resistencias internas para condenar a Putin

Indudablemente, Putin y Vox están unidos por una densa red de financiadores y aliados comunes que conforman parte de la extrema derecha internacional.

Esta unión se fundamenta en una visión similar de las sociedades, compartida por un modelo de vida tradicional, con un papel fundamental del cristianismo, la lucha contra la modernidad y el ultranacionalismo

Esto explicaría cómo puede ser que pese a las órdenes de la central de Vox para cambiar el relato, intentar dibujar a Putin como un dictador comunista y hacer duras declaraciones contra él en el Congreso de los Diputados, las distintas delegaciones de Vox estén optando por hacer lo contrario y actuando de manera tibia contra el líder ruso.

Esto por ejemplo ha ocurrido no solo en la inexplicable negativa, si no es por afinidad, de negarse a quitarle la Llave de Oro de Madrid a Putin, además de en otras iniciativas institucionales.

Durante este mes, los distintos parlamentos regionales han lanzado declaraciones para condenar la guerra de Ucrania. Vox ha boicoteado estas declaraciones en al menos tres lugares.

En Aragón, Vox se negaba a apoyar una declaración institucional de condena a la guerra presentada por Ciudadanos. La explicación fue que lo consideraban un tema muy complejo y que preferían no pronunciarse.

En Cataluña, la Junta de Portavoces lanzó un comunicado condenando la guerra. Vox prefirió no apoyarlo, y posteriormente lanzó un comunicado condenando la guerra desde sus redes, sin ningún valor institucional.

En la Asamblea de la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio se negaba a apoyar una condena a la guerra. El motivo aducido fue que la condena la guerra también incluía aumentar el apoyo a los refugiados ucranianos.

Esta explicación fue sorprendente ya que solo unos días antes Abascal había defendido totalmente en el Congreso de los Diputados acoger refugiados ucranianos.

Algo similar ocurrió en Andalucía y también de forma posterior a las palabras de su líder, Santiago Abascal, donde Vox se negó a ampliar las ayudas para acoger refugiados.

Estas negativas solo pueden explicarse por unas pocas razones. O bien los distintos departamentos del partido están mostrando resistencias internas por la afinidad histórica que tienen hacía Putin, o bien esto es un plan conocido por la dirección central, que trata de limitar los daños al mandatario.

Y es que aunque ahora Putin sea oficialmente el «villano de la película», lo que explica este giro de 360 grados de sus alianzas políticas, sigue siendo una pieza clave para la guerra cultural de la extrema derecha.

De hecho, Rusia ha servido de ejemplo a otras naciones ultraconservadoras con varias de sus leyes como la ley rusa contra la propaganda homosexual o el mismo modelo de país autocrático con el que fantasea la ultraderecha y que Orbán ha copiado.

Una ruptura provocada por los acontecimientos pero que en el fondo la extrema derecha desea que pase lo más rápido posible para que la influencia ultraconservadora rusa siga fluyendo.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto de portada: Portada: montaje hecho de izquierda a derecha: Marine Le Pen en el parlamento de Estrasburgo. Autor: Claude TRUONG-NGOC, 01/07/2014. Fuente: Wikimedia Commons (CC-BY-SA-3.0)/ Vladimir Putin. Autor: Kremlin.ru, 8/07/2014. Fuente: Flickr (CC BY-SA 3.0 Unported)./ Santiago Abascal en Vistalegre. Autor: Vox España, 08/02/2020. Fuente: Flickr (Dominio Público)/Visita oficial de Víctor Orbán a la OCDE. Autor:  OECD, 07/04/2016. Fuente: Flickr (CC BY-NC 2.0)./ Matteo Salvini en el Parlamento Europeo. Autor: Parlamento Europeo, 26/04/2017. Fuente: Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

Caras pintadas de verde, civiles atados a farolas: organizaciones gitanas denuncian racismo contra los gitanos de Ucrania

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *