Europa

¿Quién es Viktor Orbán? El líder autoritario del que Europa quiere librarse

Viktor Orbán necesita poca presentación. El que lleva siendo primer ministro de Hungría desde 2010, ha conseguido su cuarta mayoría absoluta obteniendo el 53,31% de los sufragios, venciendo a una coalición de seis partidos liderada por Péter Márki-Zay, que ha sacado el 34,89% de los votos, lo que los sondeos ya habían adelantado previamente.

Su protagonismo ha ido en aumento estos últimos años, desde sus críticas por su tibieza ante la invasión de Rusia a Ucrania debido a sus simpatías y alianzas con el gobierno de Vladimir Putin, pasando por sus medidas ultraconservadoras y autoritarias que lo han llevado a ser expulsado del Partido Popular Europeo.

Uno de los asuntos que le hicieron estar en el ojo de las críticas fue en julio de 2021 cuando copó las portadas de los periódicos de Europa y parte del mundo con la aprobación de la polémica “ley contra la pedofilia”, una nueva norma legislativa que, junto a medidas para restringir efectivamente los actos de pederastia, persigue directamente a las personas homosexuales, equiparando homosexualidad a pedofilia en ciertas directrices del texto.

Bajo esta ley no se puede hablar de homosexualidad en la escuela (prohibiendo de facto charlas, talleres y demás, aunque sean sobre sexualidad) o que se emita en televisión contenido que “promueva la homosexualidad”, es decir, que visibilice la homosexualidad y las identidades minoritarias.

Una vez más, la extrema derecha utilizaba la pedofilia como arma contra las personas LGTB, ocultando la cruzada que mantiene contra este colectivo, utilizando un chivo expiatorio ampliamente utilizado y ya solo del dominio de los sectores más ultraconservadores.

Y detrás de esta cruzada se encuentra la figura de Viktor Orbán, apodado como “Viktator” por el conjunto de la oposición húngara por sus dejes autoritarios y por una trayectoria política cada día más escorada a la derecha.

El presidente de Hungría y líder de Fidesz, la formación ultraconservadora que lo ha llevado al poder, ha renegado formalmente de la “democracia liberal”, transformando Hungría bajo su visión personal en un proceso que ha sido tildado como revolución conservadora por medios y expertos, en alegoría a los movimientos conservadores que nacieron en la Alemania de los años 20 en un intento por asentar las nuevas ideas conservadoras a costa de la calidad democrática.

Una «revolución» que copia a otro gran conservador y uno de sus principales aliados, Vladimir Putin. De hecho, la legislación contra las personas LGTB recuerda a la «ley contra la propaganda homosexual» aprobada en Rusia y que ha significado un retraso brutal en materia de derechos fundamentales.

Él es la figura clave en el reaccionarismo húngaro en el corazón de Europa que ha conseguido poner a un amplio conjunto de países, tanto gobernados por la derecha como la izquierda, en contra del líder magyar, al mismo tiempo que intenta conseguir una alianza de toda la extrema derecha europea para constituir un único grupo parlamentario que dispute el liderazgo de la derecha y la centro derecha conservadora tradicional y relegue a las fuerzas progresistas al ostracismo.

Los inicios de Viktor Orbán

Viktor Orbán en el funeral de Imre Nagy. Autor: desconocido, 1989. Fuente: HungarianSpectrum
Viktor Orbán en el funeral de Imre Nagy. Autor: Desconocido, 1989. Fuente: HungarianSpectrum

El que sería el futuro líder de Hungría nació el 31 de mayo de 1963 en Székesfehérvárm, en la Hungría comunista como país satélite de la Unión Soviética (URSS), como prácticamente toda Europa del Este.

Estudió inglés y Derecho, ejerciendo como sociólogo en el Instituto de Capacitación de Gestión del Ministerio de Agricultura y Alimentación.

En aquella época, el joven Viktor Orbán ya tenía un profundo interés por la política, fundando el 30 de marzo de 1988 Fidesz (Fiatal Demokraták Szövetsége o Alianza de los Jóvenes Demócratas), un partido de corte libertario de derechas y anticomunista, que no admitía entre sus integrantes a mayores de 35 años al ser una organización juvenil.

Una beca de la Open Society Foundations (la famosa ONG del magnate George Soros, con el que en el futuro llevaría una épica rivalidad) lo llevó a estudiar fuera de Hungría, en la Pembroke College, ubicada en Oxford, Reino Unido.

Los cambios políticos que estaba sufriendo su país lo hicieron retornar y ser parte protagonista de ese cambio entre el viejo orden comunista y el nuevo modelo de democracia liberal de Europa del Sur y Centro Europa.

En aquel momento, en plena caída del llamado «telón de acero» y a poco tiempo de la desintegración de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia, ya el 16 de junio de 1989, pronunció un atrevido discurso en la Plaza de los Héroes de Budapest, pidiendo elecciones y la retirada de las tropas de la URSS de Hungría.

Ese mismo año participaría en la Mesa Redonda entre el gobierno y la oposición, donde se negociarían las próximas elecciones libres entre otros asuntos relacionados con la incipiente democracia y donde se asentarían las bases del nuevo Estado.

En 1990, se celebraron las primeras elecciones generales donde se presentaron los siguientes partidos: el Partido Socialista Húngaro, el Partido Popular Demócrata Cristianoel Partido de los Pequeños PropietariosForo Democrático Húngaro, Alianza de los Demócratas Libres y la Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz).

Ese año, su formación obtuvo el 8,95% de los votos, convirtiéndose en antepenúltima fuerza y uniéndose en 1992 a la Internacional Liberal. En las elecciones de 1994, la formación decepcionó, obteniendo tan solo un 7,02% de votos, pasando a ser la última fuerza pero manteniendo la representación con la nada despreciable cifra de 20 asientos en la Asamblea Nacional, la cámara legislativa húngara.

Fue en este momento cuando el líder libertariano mostró su lado más conservador, moviendo el partido a la derecha y soñando con copar todo este espacio.

La imparable transformación del Fidesz

Visita de Viktor Orbán a Mariano Rajoy. Autor: Diego Crespo/Moncloa, 16/04/2013.  Fuente: Flickr (16/04/2013).
Visita de Viktor Orbán a Mariano Rajoy. Autor: Diego Crespo/Moncloa, 16/04/2013. Fuente: Flick

Fidesz, a pesar de su férreo carácter anticomunista, bastante habitual por otro lado en los países de la esfera soviética, se fue erigiendo como una formación liberal y conservadora al estilo de las democracias occidentales, e incluso con cierto aire de modernidad debido al carácter juvenil inicial de la organización.

No obstante, ya en las elecciones de 1998, Viktor Orbán llevó a su partido a un giro derechista que dio sus frutos en coalición con el Foro Democrático de Hungría (coalición permanente) y el Partido de los Pequeños Propietarios (FkgP, fuerza extraparlamentaria desde 2002), que finalmente lo llevarían a ocupar el puesto de primer ministro del país.

Ya desde entonces su gobierno empezó a mostrar tintes reaccionarios, poniendo en el centro la historia, la religión y las tradiciones autóctonas del país. Además, su posición mostraba cierto euroescepticismo y rechazo a la hora de la cooperación con organismos internacionales.

Otro de los ejes de su política entonces fue las reivindicar los derechos de la población magyar en los países vecinos, lo cual le crearía múltiples problemas diplomáticos, si bien por otro lado esa postura fue una constante en todas las formaciones nacionalistas de los países de la misma zona geográfica, como en Serbia o Croacia.

Fidesz, bajo la tutela de Viktor Orbán, abandonaría finalmente la Internacional Liberal de la que formaba parte y se uniría Partido Popular Europeo (PPE), confirmando su asentamiento en el conservadurismo europeo junto a la derecha y la centro derecha europea.

En las elecciones de 2002, aunque su partido resultó ganador, fue descabalgado del poder por una coalición entre socialistas y liberales. Orbán presentó la renuncia de sus cargos de Fidesz, hecho que fue derogado meses después, mostrando el intenso poder de Viktor Orbán sobre la organización.

Durante este tiempo, su posición se radicalizaría aún más. Empezó a utilizar un discurso muy agresivo junto a una serie de actividades de agitación social y protestas ciudadanas contra el ejecutivo socioliberal, organizando una oposición desleal, fuerte y contundente bajo acusaciones de ilegitimidad e incluso atacando la confianza de las propias instituciones húngaras. Una estrategia que recuerda bastante a la de la extrema derecha moderna.

Parte de estas protestas se movieron sobre la base de que el Partido Socialista Húngaro estaba realizando recortes tras su campaña izquierdista de 2002. Pese a esta intensa campaña, su formación volvería a ser derrotada en 2006. Este parecía el fin político de Orbán, pero entonces distintos escándalos salpicaron al gobierno de coalición, tras lo cual vino la desastrosa crisis financiera global de 2008.

Orbán, siendo coherente con su rechazo a la política de recortes que había criticado de la alianza progresista, supo ponerse como el principal político que rechazaba las medidas de austeridad impuestas por la «troika» europea (la UE, el FMI y el BCE), que dictaminaron que la salida de la crisis de los países de la Unión Europea debían llevar a cabo todo un programa de recortes y de aumento de la presión fiscal para cuadrar sus cuentas, un paquete de medidas auspiciado por las tesis económicas neoliberales y que supusieron un serio impacto en el viejo continente.

Por el contrario, Viktor Orbán señaló que la llamada «austeridad» debía producirse en los costes de la clase política y en las personas más privilegiadas, y que todo recorte presupuestario que se llevase a cabo debía preservar las medidas de protección social y los servicios públicos. En ese momento, ese discursó fue todo un acierto.

En el referéndum múltiple de 2009, promovido por Viktor Orbán, consiguió un triunfo reseñable, respaldándose con el 80% de los votos la revocación de las subidas tarifas en sanidad, en atención hospitalaria y educación superior.

Esto llevó a Orbán a pedir al pueblo húngaro una gran victoria que le permitiera transformar Hungría. Para ello necesitaba obtener dos tercios de la Asamblea Nacional, es decir, 258.

Así, se lanzó finalmente a por esta victoria sin nuevas coaliciones que pudieran evitar su dominio absoluto. En las elecciones de 2010, Fidesz de sería primera fuerza con 263 escaños de 386, lo suficiente para transformar el país a su imagen y semejanza.

La visión de Viktor Orbán

Audiencia de Viktor Orbán con Jair Bolsonaro. Autor: Marcos Correa/PR, 02/01/2019.  Fuente: Flickr (CC BY-NC-SA 2.0).
Audiencia de Viktor Orbán con Jair Bolsonaro. Autor: Marcos Correa/PR, 02/01/2019. Fuente: Flickr (CC BY-NC-SA 2.0)

La visión de la transformación conservadora y la guerra cultural sería el pilar del nuevo (y eterno) ejecutivo.

Nada más entrar al poder, Orbán modificaría la Constitución de Hungría, poniendo en un lugar especial y privilegiado a la familia tradicional y los valores cristianos, que constituirían el eje de las políticas llevadas a cabo en el país.

Esta retórica religiosa es habitual en el líder húngaro prácticamente desde entonces, que transmite en sus discursos y en su relato que se encuentra en una batalla para proteger las raíces de Europa y el cristianismo frente a la decadencia de los valores progresistas y modernos, más asentados en países occidentales, un discurso muy similar al de Putin, por otro lado.

Otro de los ejes del pensamiento de Viktor Orbán es su autoritarismo: el húngaro ha rechazado públicamente la forma de gobierno de las democracias de gobierno representativo que caracterizan a la mayoría de los Estados de Europa y América, y en buena parte del resto del mundo. En su lugar, ha resaltado el papel de las democracias iliberales, formas de gobierno donde la separación de poderes no se respeta ni se garantizan los derechos de las minorías, que quedan absorbidas por la cultura mayoritaria y/o hegemónica.

Es decir, Orbán se ha manifestado a favor de una forma de gobierno donde su organización tenga amplios poderes para hacer y deshacer a su antojo y donde los derechos de la sociedad se ven comprometidos con el argumento de que así se puede mantener la seguridad, la estabilidad y el «orden natural» de la sociedad.

Durante su mandato, reduciría a la mitad el número de diputados, creando un sistema que beneficiaría enormemente a los partidos mayoritarios, donde se encontraba el suyo, por supuesto. Además, crearía nuevos tribunales, obtendría el control de la mayoría de instituciones húngaras y reformaría un amplio conjunto de leyes con el rechazo de la Unión Europa, que a cada paso miraba con más recelo al país magyar.

Por ejemplo, creó los llamados tribunales administrativos, unos órganos tutelados directamente por el gobierno, que nombra y rechaza jueces a conveniencia, que se ocupa de juzgar casos relacionados con asuntos gubernamentales.

El presidente actuaría también contra la prensa, creando la ley de medios de comunicación que limita la libertad de expresión y pone a la mayoría de medios al servicio del Estado, dependiendo de facto su financiación de la proximidad ideológica al ejecutivo. Por ejemplo, esta ley estableció límites más estrictos a los contenidos informativos, de 45 minutos máximos, y amplió el contenido político del 25 al 35%.

Además, hizo posible que el mismo propietario pudiera operar más medios radiofónicos en la misma zona, lo que se tradujo en un aumento de la centralización de los medios en pocas manos, desplazando a medios independientes.

Estas reformas se incrementaron tras su segunda victoria de 2014, donde Viktor Orbán se lanzaría de lleno a por las cuestiones y aspectos culturales de Hungría. El líder crearía un nuevo organismo que vigilaría la financiación a las obras culturales, pasando a depender enteramente de su cercanía al color del gobierno de turno.

El dominio de la cultura también se exhibe en la persecución de lo que se considera contrario: en 2018, Fidesz ganó por mayoría absoluta un tercer mandato, dando señas de que el rumbo marcado ofrecía réditos.

Así, en junio de ese año, se lanzó en contra de la obra de Billy Elliot a pesar de que en el país se había eliminado al único personaje homosexual, por hacer “convertir en gais a los jóvenes”.

Los objetivos del discurso de odio de Viktor Orbán

Los soldados húngaros levantando alambre de púas tras la crisis de refugiados. Autor: Freedom House, 09/09/2015. Fuente: Flickr
Los soldados húngaros levantando alambre de púas tras la crisis de refugiados. Autor: Freedom House, 09/09/2015. Fuente: Flickr

Viktor Orbán ha centrado su campaña en los últimos años en la persecución de dos grupos sociales a los cuales culpa de buena parte de los males del país y a los que tacha de amenazar la seguridad y los valores de Hungría: las minorías étnicas, incluyendo a las personas migrantes, y las personas LGTB.

Por un lado, el rechazo a las etnias minoritarias del país es algo común en el líder ultraconservador, que las ha perseguido de manera constante. No obstante, el discurso xenófobo y racista se vio incrementado en 2015 con la llegada de refugiados de la Guerra Civil de de Siria, de forma análoga a otros partidos de extrema derecha europeos como Alternativa para Alemania o Vox.

El líder se negó a aceptar a refugiados, levanto muros fronterizos y criminalizó por ley el intento de ayuda a cualquier persona inmigrante en situación irregular, una decisión que puso en jaque a Europa y que fue aplaudida por la incipiente extrema derecha europea, que ganó enteros apoyándose en un discurso similar.

El líder del Fidesz hizo a su país tan desagradable para estas personas que el flujo migratorio, ya de por sí minoritario, se fue reduciendo hasta prácticamente desaparecer. Esto hizo muy difícil seguir sosteniendo durante más tiempo este discurso, especialmente después de finalizada la crisis de refugiados, por lo que Orbán necesitaba un nuevo enemigo ficticio al que culpar.

Y sobre esto aprendió de Polonia. Este país está gobernado por el Ley y Justicia (PiS), un gobierno con unas ideas muy similares y que es el principal aliado de Hungría a nivel europeo. Ley y Justicia emprendió una cruzada contra las personas LGTB pocos años después de su victoria de 2015, que Orbán también utilizó para su beneficio.

Si bien su ejecutivo siempre había sido hostil con las minorías sexuales, ahora estas son uno de los ejes del debate político, contra las que Viktor Orbán lanza ley tras ley.

Pese a eso, analistas coinciden en que el liderazgo de Viktor Orbán es mas pragmático que ideológico. Aunque Hungría está metida de lleno en su «revolución conservadora», el tacticismo y la estrategia guía cada paso del líder, a diferencia de su homólogo polaco, imbuido en su visión ultrarreligiosa de la sociedad, independientemente de si esto al final resultará útil para mantenerse en el poder o no.

La Unión Europea, el Partido Popular Europeo y Vox

Viktor Orbán conversando con Ángela Merkel y Mariano Rajoy. Autor: European People’s Party, 17/10/2012. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).
Viktor Orbán conversando con Ángela Merkel y Mariano Rajoy. Autor: European People’s Party, 17/10/2012. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).

Tanto si Viktor Orbán ha sido así desde el principio y ahora se ve su verdadera cara, como si simplemente se ha ido radicalizando con el tiempo, o si lo único que hace es buscar la mejor estrategia posible para mantenerse en el poder, la cuestión es que esta progresiva derechización ha ido agrietando sus relaciones internacionales.

La Unión Europea, por su lado, ha tenido una relación tensa con Viktor Orbán, considerado el “enfant terrible” de la política europea. La Comisión Europea y los tribunales europeos han dictaminado múltiples veces contra Hungría, que ha conseguido esquivar las resoluciones en su contra en la mayoría de ocasiones, gracias en parte al apoyo de Polonia.

Por otro lado, probablemente la propia UE tampoco ha querido polemizar en exceso, siendo en parte responsable de la deriva totalitaria de Orbán por permisividad y omisión de actuación frente a sus desmanes. Y en otros sentidos, ya que la buena marcha de la economía húngara no se entiende sin los generosos fondos comunitarios al ser Hungría uno de los países mas pobres de la Unión Europea.

Y es que la escasa actuación de la UE con Orbán se deba posiblemente ha sido su pertenencia al Partido Popular Europeo. Este grupo, que ha capitaneado la unión por décadas, ha sido reacio a actuar contra uno de sus miembros, hasta que a mediados de 2017 empezaron a dar avisos de que la deriva autoritaria y ultranacionalista no sería permitida (con un agrío debate, ya que Italia, España y Francia no querían actuar contra Hungría).

Esto llevó finalmente a la expulsión de Hungría del grupo y a la intención de Viktor Orbán de formar un grupo político en el Parlamento Europeo con las formaciones de extrema derecha, ahora agrupadas en los grupos parlamentarios europeos Identidad y Democracia y Conservadores y Reformistas Europeos.

Esta expulsión también venía dada por el giro internacional de las relaciones de Orbán, muy cercano a Vox en España, al PiS de Polonia o a La Lega de Salvini, participando en varias convenciones ultraconservadores pese a pertenecer a la familia popular.

Desde entonces, Orbán ha impulsado y acudido a varias cumbres de la extrema derecha europea: una primera en Budapest en julio 2021, otra en Varsovia en diciembre del mismo año, y la última en Madrid, en enero de 2022. Cumbres donde ha intentado aunar las agendas de formaciones políticas que, en realidad, presentan varias diferencias.

Una de estas diferencias se ha visto en la guerra de Ucrania, donde los dos eurogrupos donde la extrema derecha tiene representación se diferencian precisamente en su política exterior: Identidad y Democracia (Le Pen, Salvini…) es más cercano a Rusia, mientras que Conservadores y Reformistas Europeos (Vox, Ley y Justicia…) son más cercanos a la UE, a EEUU y a la OTAN.

De hecho, aunque la última cumbre finalizó con un manifiesto en rechazo a la guerra, al día siguiente Viktor Orbán acudió a reunirse con Putin para asegurarse su alianza con Rusia. Su campaña electoral ha destacado por una defensa de la neutralidad frente al conflicto, argumentando que es lo que económicamente mejor le viene el país (no en vano, la dependencia del gas ruso es alta en Hungría), y esto se ha visto con su rechazo a las sanciones a Putin o a dejar pasar armas hacia Ucrania por sus fronteras.

La difícil derrota de Orbán y el futuro de Hungría

Viktor Orbán acaba de obtener su cuarto mandato seguido tras tres cómodos gobiernos con mayoría absoluta donde ha podido llevar sin problemas su revolución conservadora, cambiando la Constitución más de nueve veces desde que accedió al poder.

Estas amplias mayorías vienen sustentadas por las reformas legales del sistema electoral húngaro, el control del funcionariado y del estado y la buena marcha económica sostenida por los fondos de la UE, que le han permitido realizar un programa liberal con ciertas protecciones sociales.

Este sistema electoral hace que derrotar al Fidesz sea muy difícil. Pero no imposible. En las elecciones locales de 2019, una alianza de todas las fuerzas opositoras (por coalición u abstención) permitió arrebatar la capital del país, Budapest, a Fidesz, lo que provocó la ira de Viktor Orbán.

La misma estrategia empleada por la oposición a Orbán, donde un total de seis partidos parlamentarios y tres sin representación (Partido Socialista, Coalición Democrática, Jobbik, Partido Verde, Diálogo por Hungría, Momentum, Partido Popular del Nuevo Mundo y Nuevo Comienzo) se han coaligado en la plataforma Unidos por Hungría en una mezcla ideológica que va desde la centro izquierda a la derecha conservadora.

Sin embargo, aunque esta vez no ha salido bien, la coalición sigue siendo una oposición a tener en cuenta. Cualquier desgaste o escándalo que salpique a un Orbán que lleva más de 20 años en el poder podría decantar la balanza.

Además, Hungría es uno de los países más eurófilos de la Unión Europea. Por eso la UE tendría que tener mucho cuidado en lanzar ataques contra el país, como el que se avisto por parte del presidente holandés Mark Rutte.

Si bien estos comentarios pueden ser necesarios, podrían hacer que Orbán optara por la retorica ultranacionalista con mas ahínco, convenciendo a los húngaros de que la UE es su enemiga (como de hecho, hace sutilmente) y provocando una deriva aun más reaccionaria tras una salida de la UE y una Hungría sin contrapesos hacia su líder absoluto. Como suele suceder, los organismos y las alianzas internacionales ponen obstáculos a la tiranía de posibles gobiernos autoritarios, y es por ello que la inmensa mayoría de la ultraderecha es reacia a los mismos.

El futuro no se ve fácil para derrotar a Viktor Orbán, que ya ha transformado su democracia en un régimen híbrido con cada vez menos garantías. Y de ahí a un modelo plenamente autoritario, solo hay un paso.

– Foto de portada: Viktor Orbán en una reunión del PPE. Autor: European People’s Party, 11/01/2013. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).

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Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

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