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Criptomonedas: ¿herramienta de la extrema derecha?

En los últimos años, el fenómeno de las criptomonedas ha ido ganando notoriedad en nuestras sociedades, pasando de ser un producto de nicho a hacerse mainstream y que decenas de miles de personas estén interesadas en adquirir este producto digital, el cual no solo es comprado por su valor de (inter) cambio sino también por su valor especulativo de cara al futuro. Es decir, como un valor de inversión para venderlo posteriormente y perseguir beneficios.

Así, se ha llegado incluso a formar una subcultura entre la gente afín o interesada en este tipo de productos financieros, que pretenden en ocasiones formarse e invertir conjuntamente, si bien ello no está exento de riesgo, tal y como desde Al Descubierto explicamos ya en este otro artículo. De hecho, las criptomonedas, que tienen como máximo exponente a Bitcoin, han sido objeto de todo tipo de controversias, engaños y estafas, además de mucho debate sobre sus ventajas y desventajas que sigue vigente a día de hoy.

¿Existe relación entre el fenómeno de las criptomonedas con la ultraderecha política y mediática de todo el mundo? Para ello, se abordará la cuestión a partir de una explicación general para posteriormente pasar a exponer casos concretos en los que, efectivamente, ambos elementos han ido de la mano.

Criptomonedas y auge de la extrema derecha

Evidentemente, hay muchas maneras de contribuir a que un movimiento crezca: una centrada en posibilitar su acción, otra en legitimar su discurso y la última en ayudar a cumplir sus objetivos, en ese orden.

En primer lugar, hay una cuestión que destaca por evidente, y es la opacidad que a día de hoy existe respecto a las criptomonedas y su creación y transferencia. En muchas ocasiones, los grupos de ultraderecha encuentran problemas de financiación al emplear las vías de capitalización convencionales, dado que éstas permiten un mayor seguimiento de los flujos de capitales y, si fuera necesario, un mejor rastreo de la procedencia de determinados recursos.

De este modo, en aquellos casos en los que ha cometido un delito de odio, poder demostrar la procedencia de la financiación es fundamental para resolver el conflicto de una forma satisfactoria, así como para evitar que situaciones así se puedan dar nuevamente. Esto, en cierta medida, se puede conseguir cuando la financiación viene de vías consideradas tradicionales.

Con las criptomonedas, sin embargo, la cuestión es más compleja, dado que el nivel de control que se tiene sobre ellas es mucho más reducido. En consecuencia, una primera forma de ayudar al auge de la extrema derecha es posibilitando su actuación, tal y como hacen las criptomonedas por medio tanto de su opacidad como de la prestación de sus servicios en aquellos casos en los que las autoridades públicas han cerrado las cuentas bancarias tradicionales con las que operaban grupos antidemocráticos.

Es decir, las criptomonedas facilitan la actividad ilícita de personas y grupos, y ese hueco es aprovechado también por grupos de carácter ultraderechista que operan en los márgenes de la legalidad. Puede ir desde un delito de odio hasta la adquisición de armas. Este ejemplo se vio hace poco en Alemania con un grupo que planeaba secuestrar al ministro de Sanidad.

No obstante, más allá de facilitar su acción política, las criptomonedas podrían estar contribuyendo a la legitimación y consolidación de parte la ideología ultraderechista (y de sus discursos) de otros modos sobre los cuales también cabría imputarle cierta responsabilidad. O, como mínimo, considerar que esto podría estar dándose.

En esta dirección, las criptomonedas fomentan una tendencia existente desde el surgimiento del neoliberalismo, que es la de ir trasladando competencias y funciones del Estado a la empresa o, dicho de otro modo, de la política a la economía.

En consecuencia, detrás de los discursos de coaching y superación de las empresas o brokers de éxito que muchos jóvenes siguen, lo que muchas veces hay es una deslegitimación del sistema parlamentario del que se han dotado las sociedades occidentales, una suerte de discurso contra el Estado, contra lo público y contra lo político.

Indudablemente, estos sistemas políticos presentan importantes carencias en su dimensión material, lo cual explica en parte la desafección de muchos jóvenes interesando por el “mundo cripto”. No obstante, la salida debe ser más democracia, no el viraje a lo que el economista griego Yanis Varoufakis calificó como tecno-feudalismo.

Tal y como se ha demostrado históricamente, en aquellos contexto en los que la política, entendida de forma amplia, es vista como una actividad negativa o prescindible, la ultraderecha tiene mucho más fácil el llegar al poder.

Además, el término empleado por Varoufakis incide en una cuestión esencial, y es que detrás de la supuesta descentralización que prometen frente a la centralización de los Estados, lo que se encuentra son unos niveles de desigualdad no conocidos en ningún país del mundo.

Así, tal y como explica Isa Ferrero para el periódico El Salto Diario, atendiendo al índice de Gini, que mide la desigualdad, se puede observar un hecho muy relevante: si en una escala del 0 al 1, el 0 sería una sociedad totalmente igualitaria y el 1 representaría una sociedad en la que toda la riqueza se concentra en una sola persona, se calcula que el Bitcoin tiene un índice de Gini que supera el 0’8.

Esto es el doble de lo que tienen países enormemente desiguales como EE UU (0’414) o México (0’454). Por lo tanto, las criptomonedas, con su aparición, lejos de contribuir a una sociedad descentralizada, han ayudado a la acumulación de capitales en muy pocas manos, lo que fomenta la desigualdad económica entre individuos que defiende la ultraderecha neoliberal al entenderla como natural y sana.

Es decir, las criptomonedas, que por definición operan de de forma ajena a la desregulación y que sirve como activo de valor especulativo, ha encontrado parte de su defensa en el discurso de extrema derecha, y muy especialmente en su vertiente «libertariana», donde la defensa de esta herramienta sirve de cabeza de turco para atacar a los impuestos, al Estado, al gobierno o a los partidos políticos.

Se puede ir incluso un poco más allá: mientras empresas y magnates de distinta naturaleza compran más y más criptomonedas y «granjas de minado», se ha señalado también la poca eficiencia y el alto coste medioambiental de mantener la infraestructura y la generación de las divisas digitales. Así, el discurso negacionista del cambio climático y contrario a las tesis ambientalistas de la extrema derecha tiene una gran acogida en la subcultura cripto.

Una vez planteados, de forma general, los tres motivos por los que las criptomonedas contribuyen al auge de la extrema derecha, vale la pena detenerse en distintos casos concretos que han ocurrido en los últimos años y que dan fe de la estrecha relación de ambos fenómenos.

Del asalto al Capitolio de EEUU a Vox.

En primer lugar, probablemente el caso más sonado sea el del asalto al Capitolio del año 2021. Según el informe de la web de análisis e investigación Chainalysis blockchain, parte de los disturbios ocurridos fueron financiados con Bitcoin, la principal criptomoneda tanto por flujo como por reconocimiento. El donante fue un millonario francés que, el 8 de diciembre, envió a 22 carteras vinculadas con la ultraderecha un total de 28’15 BTC, lo que en el momento del ingreso eran más de 500.000 dólares.

Entre los beneficiados del ingreso se encontraban varias personas que posteriormente fueron identificadas en el Capitolio el día de los disturbios, como el supremacista blanco Nick Fuentes o el propietario del foro neonazi Daily Stormer. La plataforma Gab, un espacio empleado por la extrema derecha, también recibió financiación del millonario francés.

Centrando la atención en el Daily Stormer, es relevante su elevada cantidad de contenido, la mayor parte basado en el odio hacia colectivos discriminados. Así, ha contribuido a inspirar tres asesinatos por motivos raciales desde su creación.

Por lo que hace a su creador, Andrew Anglin, ha recibido más de 100 Bitcoin en los últimos años gracias a sus seguidores (y financiadores), lo cual en la actualidad serían cerca de 5 millones de dólares. La mayor de estas donaciones fue de cerca de 60.000 dólares y se produjo en agosto de 2017, pocos días después de los disturbios de Charlettesville.

Como se podrá ver posteriormente, tras estos sucesos hubo muchas transferencias de criptomonedas en el espectro ultraderechista.

Además, en el caso de Anglin (no es el único), está abocado a las criptos debido a que desde las instituciones del Estado le han cerrado las cuentas bancarias tradicionales y prohibido otras fuentes de capitalización como por ejemplo PayPal debido a que debe más de 18 millones de dólares en juicios a personas a las que él y sus seguidores amenazaron.

Anglin, además, llegó incluso a escribir una guía sobre el Bitcoin en la que narraba, entre otras cosas, que su foro, el Daily Stormer, fue financiado durante cuatro años por esta moneda digital. Sin embargo, el pasado año se deshizo de esta criptomoneda a favor de Monero, bastante más desconocida pero más opaca en su funcionamiento y más estable en cuanto a su valor monetario.

En esta dirección, el líder supremacista Chistopher Cantwell también ha afirmado usar Bitcoin desde 2013, a pesar de que ahora también se ha pasado a Monero, a la que ha llegado a denominar “la moneda oficial de la ‘derecha alternativa‘”.

Por otra parte, el organismo mundial de vigilancia de la delincuencia financiera, el Grupo de Acción Financiera Internacional, publicó en julio de 2021 un informe titulado “Ethnically or Racially Motivated Terrorism Financing” (financiación del terrorismo por motivos étnicos o raciales), el cual documenta cómo distintos miembros y grupos ultraderechistas han empleado criptomonedas para sus fines.

Uno de los nombres más conocidos que aparece en el documento es el de Brenton Tarrant, responsable del tiroteo de la mezquita de Christchurch en 2019 que pondría fin a la vida de 51 personas y heriría a otras 40. Al parecer, Tarrant estaba en posesión de cantidades relativamente grandes de Bitcoin que, tras los sucesos, decidió donar a grupos y personas extremistas del extranjero, como por ejemplo Generation Identitaire o el radical autríaco Martin Sellner.

Este sujeto, Sellner, es el colíder del Identitären Bewegung Österreich (Movimiento Identitario de Austria) y, al igual que otros líderes ultraderechistas, también acepta Bitcoin como medio de donación. Además, junto a su pareja, la activista ultraderechista Brittany Pettibone, contribuyó a la campaña xenófoba y racista “Defend Europa”.

Muchas de las personas que formaron parte de dicha campaña recibieron donaciones, como es el caso de la canadiense Lauren Southem, que durante ese periodo llegó a ingresar hasta 60.000 euros en Bitcoin.

Este mismo informe también cita a Schild and Vrienden, un grupo ultraderechista belga que aumentó sus recursos con Bitcoin, al igual que Nordfront, también conocido como “Movimiento de Resistencia Nórdico”

Otro caso paradigmático es el de la editorial neofascista Counter-Currents, “Contracorrientes”, que ha recibido un total de 47 transacciones en Bitcoin por un valor final de 115.000 dólares.

En este sentido, tanto por el tamaño como por la frecuencia de los ingresos pareciera que se trata de donaciones de individuos que comparten objetivos con la editorial. El momento de mayor flujo fue tras los disturbios de Charlottesville dado que, al igual que en casos anteriores, al perder otras fuentes de ingresos como PayPal, el editor empezó a centrar sus esfuerzos en la obtención de criptomonedas, si bien ya había recibido cantidades relevantes en un pasado.

Por otra parte, a pesar de ser un hecho de distinta naturaleza que los anteriores, también vale la pena conocer la polémica que tuvo (y tiene) Jeffrey Berns, CEO de Blockchain. Este empresario, que ha acumulado un enorme capital en los últimos años, pretende que el Gobierno de Nevada conceda a las empresas del sector digital la posibilidad de formar gobiernos locales en sus terrenos, creando comunidades humanas cuya identidad común sea la pertenencia a la empresa.

Así pues, esta empresa pretende que el Gobierno cambie la ley para permitir la creación de una de las denominadas “zonas de innovación”. Si la propuesta cuenta con el respaldo de los legisladores, las empresas tecnológicas que cuenten con el terreno mínimo establecido y el capital necesario podrán crear zonas de autogestión, con unas características similares a las de un condado, donde la mayoría de los dirigentes serán miembros de la empresa.

Todo esto se hace con el pretexto de la libertad y el aumento de la flexibilidad para optimizar los recursos, evidentemente, si bien cualquier persona trabajadora puede imaginar lo que supondría convivir todo tu tiempo –tu vida- con una empresa.

Finalmente, por lo que hace al Estado español, de momento no se ha podido demostrar que ningún grupo de ultraderecha violento haya sido financiado con alguna de las distintas criptomonedas existentes, dado que el boom del fenómeno llegó más tarde a España que a otros países. A pesar de esto, sí que han sido muchos los creadores de contenido ultraderechistas que se han posicionada a favor del uso y la compra de este tipo de productos financieros, como por ejemplo Rubén Gisbert o el youtuber ‘Libertad y lo que Surja’.

Además, hay varios dirigentes de Vox que tienen inversiones en criptomonedas, siendo el caso más llamativo el del diputado Carlos Fernández-Roca Suárez, quien tiene cerca de 15.000 euros en la moneda digital XRP.

En consecuencia, en el caso español parece que se trate de un fenómeno en auge, por lo que desde las instituciones públicas se deberá prestar mucha atención a cómo avanzan los acontecimientos para evitar que suceda lo que ya se ha producido en otros países.

Sí que se ha visto ya esta mezcla de ideas en empresas como IM Mastery Academy, investigada por presunta estafa piramidal gracias al youtuber Carles Tamayo, que elaboró un reportaje donde diversos testimonios daban fe de cómo el discurso ultraliberal, ultraconservador, antiestablishment y conspiracionista de la derecha radical moderna se entremezclaba con el supuesto objetivo de la empresa: aprender a invertir en activos financieros y en criptomonedas.

Conclusiones

Tal y como se ha observado a lo largo del artículo, la relación entre la ultraderecha y las criptomonedas es cierta y está demostrada, tanto por una cuestión política, como interesada y contextual. Son muchos los ultraderechistas que se financian o invierten en criptomonedas y, a su vez, son muchos los traders que comulgan con parte del discurso promulgado por la alt-right o derecha alternativa, basado en el anti-estado y el egoísmo individualista.

Al respecto de esto, a pesar de que los Estados pueden cometer excesos contra los que hay que mostrar un contundente rechazo (como en el caso Pegasus), no se puede olvidar que las administraciones públicas son una de las pocas herramientas con las que cuentan las clases populares para frenar el poder de las grandes empresas, que con un menor control público tratarían de maximizar sus técnicas de capitalización a pesar de que para ello se vulneraran los derechos de la ciudadanía.

En cualquier caso, es el deber de ‘lo público’ ofrecer una perspectiva de futuro que mejore el presente de la ciudadanía y que, a su vez, sirva para combatir la utopía tecnocrática en la que se basa parte de la ideología ultraderechista contemporánea.

Y es que, tras el sueño del progreso digital, lo que muchas veces se esconden son proyectos que encajan a la perfección con los intereses de la élite económica y del pensamiento reaccionario, cuyos miembros tratan de llevar a cabo sus viejos objetivos con instrumentos nuevos, que pueden resultar atractivos en un contexto de tecno-fascinación.

Frente a esto, la única vía posible para ganar es la de recuperar el impulso utópico para recuperar también así la gestión de las frustraciones del presente y, mediante reformas que consoliden los derechos actuales y los amplíen más allá del marco de actuación presente, conseguir que la alternativa el neoliberalismo no sea la reacción sino un horizonte democrático e igualitarista en el que los afectos y el medio ambiente estén en el centro.

Tomás Alfonso

Articulista. Activista por el derecho a la vivienda y los servicios públicos. Convencido de que la lucha contra la ultraderecha es condición de posibilidad para una democracia plena.

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