Reseñas

El Nuevo Zar: ascenso y reinado de Vladímir Putin

Título: El Nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin

Autor: Steven Lee Myers

Categoría: Ensayo

Temática: Política

Idioma: inglés

Fecha de publicación: 2015

Steven Lee Myers es un periodista estadounidense que trabaja para The New York Times desde 1989. Tras haber pasado por corresponsalías tan importantes como la de Moscú o durante siete años en Bagdad, ha cubierto la información sobre la Casa Blanca, él Pentágono y la Secretaría de Estado en Washington. En la actualidad ocupa la corresponsalía en Pekín para este mismo periódico.

The New York Times es un diario que en su día se destacó por haber sido un importante contrapeso al poder político estadounidense. En 1971 empezó a publicar los conocidos como Pentagon Papers” , una serie de documentos secretos del gobierno norteamericano y que supuestamente contenían los verdaderos motivos de la implicación de la Casa Blanca en la guerra del Vietnam entre 1945 y 1967.

La publicación de estos documentos provocó una gran controversia, pero, sobre todo, un escándalo descomunal en el seno de la sociedad civil, ya que demostraban que el gobierno había mentido a la ciudadanía y al Congreso en cuanto a las verdaderas intenciones, causas y consecuencias de la implicación del gobierno de los Estados Unidos en la guerra del Vietnam.

El gobierno decidió demandar al periódico y momentáneamente consiguió paralizar la publicación de los embarazosos documentos. No obstante, posteriormente se desbloqueó la situación y lograron continuar con las publicaciones.

Para Steven Lee Myers está muy claro qué Vladímir Putin no es un comunista, sino más bien un ultraconservador declarado. El nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin ofrece la sensación de que Vladímir Putin, el actual Presidente de la Federación Rusa, es una persona y un político de perfil ultraconservador, e incluso más allá.

Al terminar el libro, es fácil permanecer aturdido durante unos cuantos minutos, intentando asimilar la gran cantidad de información que su autor brinda, todas y cada una de las peripecias que tienen que ver con el ascenso al poder político máximo de Vladímir Putin aturden hasta el extremo de asquear, su encamaramiento personal y su falta de escrúpulos, su nihilismo ideológico y su personalidad gélida son tan descarados que hieren al lector ya desde sus primeras páginas.

Uno acaba por concluir que es un hombre eminentemente conservador, pero no de un conservadurismo cualquiera. Es un conservadurismo ultranacionalista unas veces, nihilista en otras ocasiones, con ciertos tintes de liberalismo cuando le conviene y con sesgos planificadores o, se podría dar en llamar, sovietizadores, cuando el cálculo y la geoestrategia lo piden. Pero nunca, en ningún caso, comunista.

Homo sovieticus

Vladímir Spiridónovich Putin se asomó lentamente por entre los cráteres del campo de batalla junto al río Nevá, a unos 48 kilómetros de Leningrado. Las órdenes que traía parecían suicidas. Debía hacer un reconocimiento de las posiciones alemanas y, de ser posible, capturar un buche; en la jerga, un soldado para interrogar. Era el 17 de noviembre de 1941, ya hacía un frío penetrante y el degradado ejército de la Unión Soviética ahora luchaba con desesperación por evitar su completa destrucción a manos de la Alemania nazi.

El nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin

Este es tan sólo un ejemplo de las historias que Vladímir Putin escuchaba siendo aún niño, los diferentes relatos de la Gran Guerra Patriótica, que como su propio padre, Vladímir Spiridónovich, vivieron en primera persona.

Es desde aquí como se empezó a conformar la que sería parte de la personalidad, de la sovietización, del sentido nacional y patriótico de Vladímir Putin. Relatos de heroísmo y sufrimiento que dejarían en él una huella indeleble el resto de su vida.

Vladímir Putin creció en un abarrotado piso comunitario de la entonces llamada Leningrado, había nacido en el seno de una familia de gente sencilla pero orlada de relatos heroicos en referencia a la resistencia frente a los nazis, que mantuvieron un sitio feroz y cruel sobre su ciudad natal.

La participación del patriarca de los Putin en esa resistencia constituiría una fuente de orgullo inextinguible para toda la familia y, en concreto, para Vladímir Putin.

En 1965 , el vigésimo aniversario de la victoria en la Gran Guerra Patriótica contra los nazis llegó en medio de una nueva ola de nostalgia por aquel episodio decisivo en la historia del país. Una de las novelas más populares de la década fue el relato de espionaje titulado “El escudo y la espada”.

Su autor, Vadim Koyévnikov, fue corresponsal de guerra en el diario Pravda y su experiencia profesional le otorgó al relato grandes visos de realidad. Tres años más tarde, la novela fue llevada al cine convirtiéndose en la película más vista de la Unión Soviética en 1968, siendo un homenaje en toda regla a los servicios secretos, es decir, al KGB.

Por entonces, Vladímir Putin ya contaba con dieciséis años y el film le hechizó de tal forma que tanto él como sus amigos del momento vieron la película varias veces. Le impresionó tanto que a partir de aquel año abandonó sus viejos sueños infantiles y comenzó a sentirse fuertemente atraído por esa posición de vocación patriótica y de poder que experimenta un agente secreto:

“Se convertiría es espía, y se imaginaba a sí mismo como el futuro Mayor Belov y Johann Weiss a la vez: apuesto, esbelto y empoderado por propia cuenta para cambiar la historia. ‘Lo que más me admiraba era como los esfuerzos de un solo hombre podían lograr más que ejércitos enteros’ recordó años después con la misma apreciación romántica que había tenido en su juventud. Un espía podía decidir el destino de miles de personas”.

El nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin

En 1967, Yuri Andrópov asumió el cargo de director del KGB con el objetivo de renovar la agencia por dentro y de reinventarla de cara a su imagen pública, presentándola no como una temible fuerza policial, responsable de actos de terror y represión política, sino como una organización paladín de la gran nación soviética, la gran madre laica defensora del sovietismo y la particular forma de entender el comunismo que tenía el partido, un estado centralizador, burocratizado, estandarizado, milimétricamente medido y propulsor de una disciplina estajanovista, entre otras cosas.

«El derecho lo atraía igual que lo habían atraído las artes marciales. Le imponía reglas y orden , que llegó a respetar más que cualquier ideología. Dijo no haber trabajado nunca para el KGB- ni siquiera haber oído de su existencia- siendo estudiante, aunque la colaboración con los servicios secretos era frecuente entre universitarios. En consecuencia, cuando el reclutamiento que él tanto había anhelado finalmente llegó en 1974, durante su cuarto curso, lo hizo, según dijo, como una sorpresa».

El nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin

Podemos decir que este fue su primer toma de contacto con los servicios secretos, una relación que, a lo largo de su vida y carrera política, mantendrá en mayor medida. 

Es curioso comprobar igualmente y, esto lo recalca el autor de esta biografía, Steven Lee Myers, en más de una ocasión, como Putin tuvo desde sus inicios una clara preferencia por la reglamentación, el orden y la disciplina, ya fuera a nivel personal, como a nivel administrativo, estatal o de organización de una nación, por encima de cualquier consideración ideológica. De hecho, cuando alcance la cima del poder en Rusia, esta será una de sus banderas, alternando según convenga a sus intereses y los del país, estatismo y liberalismo en lo que tiene que ver con la forma de estructurar la economía.

Una vez realizado su primer contacto con los servicios de seguridad de la antigua URSS, donde ascendió hasta el rango de teniente general, en la década de los 70 fue destinado a una plaza secundaria en la ciudad de Dresde, en la República Democrática de Alemania, donde pasó algún tiempo con su esposa e hijas hasta que en 1990 se produjera la caída del Muro de Berlín y, por tanto, la disolución de la URSS. 

A su vuelta del periplo alemán, que le marcó profundamente, dejándole una sensación de desasosiego puesto que se había sentido abandonado por las autoridades de la Unión Soviética, Vladímir Putin cogió las riendas de algunas cuestiones que tenían que ver con la política municipal en su ciudad natal, Leningrado, en el período en el que era alcalde su gran amigo Anatoli Sobchak, considerado por todos los analistas como un gran liberal y que por entonces gozaba de enorme popularidad.

Mientras tanto y, como decíamos con anterioridad, Putin no perdió su contacto con los servicios secretos ya que fue nombrado jefe del Servicio Federal de Seguridad (SFS), que pertenecía a los servicios de disidencia interna, el conocido como Quinto Directorio del KGB.

Su participación en los entresijos de la política municipal de Leningrado le granjeó la oportunidad de estar muy cerca de los grandes oligarcas vinculados con esa ciudad. A partir de aquí, su devenir político y sus correrías vitales estarán íntimamente vinculadas con los grandes oligarcas de esa nueva Rusia que se vislumbraba tras el colapso de la URSS. 

Precisamente, sus dos primeros y fundamentales mentores políticos, los que de alguna manera le iniciaron en la política rusa fueron ni más ni menos que Sobchak y el oligarca económico Anatoli Chubáis, padre de las privatizaciones que ya se empezaban a dar en los albores de ese período de la historia de Rusia.

«Ahora la mayoría de los rusos asociaba su democracia con la deshonestidad, la delincuencia y la injusticia que la propaganda soviética les había hecho temer. Rusia se había vuelto, en palabras de un historiador, ~una visión de pesadilla de Occidente~. Vladímir Putin, como parecía evidente, compartía esta visión.»

El nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin

Unos años más tarde, el por entonces presidente de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, nombró a Putin primer ministro, sugiriendo a todo el país sus intenciones de concederle el honor de ser su inmediato sucesor. Esto provocó un gran desconcierto en la opinión pública y en los círculos políticos ya que Putin pasaba por ser un gran desconocido.

A pesar de ello, el 31 de diciembre de 1999, Boris Yeltsin dimitió y Putin accedió a la presidencia en funciones, ganando las elecciones presidenciales en el mes de marzo del año siguiente con poco más del 50% de los votos emitidos.

Desde este momento, su liderazgo fue afianzándose lenta, pero en progresión aritmética, puesto que se vio beneficiado por su mano dura en cuanto a la guerra de Chechenia y al auge de los beneficios debidos a las exportaciones de petróleo y gas.

El alma de Putin

A lo largo de este relato biográfico y político que de la figura de Vladímir Putin nos hace el autor, éste se involucra en un muy loable intento de escudriñar la verdadera naturaleza del alma de Putin.

Para este fin, Steven Lee Myers ahonda con gran detallismo en los acontecimientos más importantes, en los hitos que de alguna manera han determinado el periodo presidencial de Putin, como fueron la crisis de rehenes del teatro Dubrovka de Moscú que fue asaltado por entre 40 y 50 terroristas de origen checheno el 23 de octubre de 2002 y donde perdieron la vida al menos 170 personas.

El naufragio del submarino K-141 Kursk en el mar de Barents y ante el cual las autoridades rusas mantuvieron una aptitud temeraria y de absurdo orgullo patrio no aceptando la ayuda internacional hasta que ya fue demasiado tarde. Como consecuencia, murieron los 118 tripulantes de a bordo.

Y por último, el asalto a un colegio en Beslán por un comando terrorista checheno y que se saldó con 334 muertos. 186 de ellos eran niños.

De igual forma, nos describe sus tumultuosas relaciones con los posibles opositores que le van saliendo al paso como el oligarca petrolífero Mijaíl Jodorkovski, el líder del movimiento Solidárnost, Borís Nemtsov, que resulta tiroteado y muerto en las cercanías del Kremlin o el caso del ex oficial de los servicios secretos rusos, Aleksandr Litvinenko, reconocido crítico del régimen de Putin y que sufriría un horrible final al ser envenenado con Polonio 210 por dos desconocidos.

El intento del autor por desencriptar el alma de Putin era muy de admirar, puesto que es comparable a la de los vampiros cuya imagen nunca se refleja en los espejos, volatilizándose a cada momento, se licuan, se hacen gaseosos o se solidifican a conveniencia y según el contexto y las circunstancias que puedan surgir.

Cabría concluir que el alma de Putin, de la misma manera que el aliento ruso, es huidiza, adaptable, camaleónica hasta la extenuación, no desentrañable.

El homo economicus. Conclusiones

Puede que este libro, El nuevo Zar: Ascenso y reinado de Vladímir Putin, en un inicio le resulte al lector un tanto denso, pero una vez que se comienza a leer consigue enganchar desde el primer capítulo hasta la página 585 en que finaliza. Es cierta manera, retrata a Vladímir Putin como un político y estadista de acero, como un hombre que consigue mantener su vida privada bajo un halo de hermetismo. Asimismo, nos presenta al personaje dispuesto a adaptarse a cualquier infortunio o revés de la historia, a distorsionar cognitivamente la mirada de los rusos sobre los grandes problemas de la nación, en esto, la verdad, no se diferenciaría en demasía del resto de los líderes políticos de occidente.

Mientras la vida de las naciones, en particular y, la de todos sus componentes, la de todos los hombres y mujeres, en general, estén centradas en el desarrollo económico; la existencia de éstos será una permanente orgía de violencia porque ya no se trata del antiguo concepto de «oikonomía» sino de la deliberada confrontación a muerte con el competidor, con el contrario, en lo que se refiere a los recursos naturales disponibles.

En Rusia, al igual que en occidente , la política y la propia vida cotidiana de sus súbditos, se ha visto transformada y supeditada a una lucha puramente economicista basada en una ecuación tan sencilla como la suma de producción y consumo como equivalencia de guerra contra todos y la política y cultura enemigas subyugadas.

Parafraseando al escritor y pensador español Pedro García Olivo, mientras producir y consumir siga siendo la clave de bóveda de la existencia de las gentes, mientras las personas organicen sus vidas en torno al cálculo económico (comprar, vender, ahorrar, invertir, rentabilizar, etc.), mientras todo esto ocurra, más desfalleciente se hallará el anhelo de libertad.

Se nos ofrecen «instrucciones de uso» para la vida, «modos de empleo» de nuestros días. Seguir tales prescriptivas nos convierte en «humanidad económica», cementerio de la autonomía, de la crítica y de la libertad. En su momento, el poeta ruso Fiódor Tiútchev, nos advirtió que a Rusia no se la podía entender desde los parámetros del intelecto, que para comprenderla habría que estar dispuestos a ir mucho más allá.

Este libro es un intento de ahondar en ese intrincado laberinto, no sólo de la vida de Vladímir Putin, sino de la madre Rusia en toda su extensión política, oligárquica, social y cultural. En todo caso, la kremlinología de Steven Lee Myers ha bebido de múltiples fuentes, desde el español Víctor Sergue, continuando Robert Furr o Richard Pipes, entre otros.

La kremlinología, en términos estrictamente políticos no es una ciencia exacta, se presta a interpretaciones, especulaciones e, incluso, a cierta práctica metafísica, porque, no lo olvidemos, Rusia y sus dirigentes, los de todos los tiempos, desde el zarismo autócrata hasta la Duma de partido único, son formas metafísicas, cuasi incomprensibles para la mente de un occidental.

El Nuevo Zar: ascenso y reinado de Vladímir Putin

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *