Europa

Cien años de la Marcha sobre Roma

En el año en curso se cumplen 2.071 años desde el día en que Julio César atravesó junto a sus legiones el río Rubicón, con lo que dio comienzo la segunda guerra civil de la República romana y sentó los fundamentos necesarios para la instauración del Imperio, una nueva forma de gobierno basada en el autoritarismo de un solo hombre.

La alusión a esta efemérides histórica recuerda vagamente a la marcha militar que los escuadristas del Partido Nacional Fascista de Benito Mussolini (las llamadas camisas negras) iniciaron en dirección a Roma (llamada, de hecho, Marcha sobre Roma) miles de años más tarde en que se atreviera a hacerlo el mismo Julio César. Eso sí, a pesar del tiempo transcurrido entre ambos acontecimientos, los fascistas se sentían anacrónicamente imbuidos del antiguo sentimiento de romanidad, de sus valores imperialistas, de orgullo patrio, del férreo sentido nacional y hasta de raza, podría decirse.

No en vano, el fascismo italiano se había apropiado de símbolos del Imperio Romano, incluyendo el saludo de las legiones romanas (el conocido saludo del brazo en alto, hoy identificado de forma inevitable con la fascismo y el nazismo, o las fases romanas como iconografía para su partido político. Una simbología nada casual que vino acompañada de un discurso de glorificación de un pasado mejor en contraposición a una hipotética decadencia actual.

Sin embargo, todo empezó unos años antes.

Antecedentes de la Marcha sobre Roma

Benito Mussolini con las camisas negras del Partido Nacional Fascista. Autor: Desconocido. Fuente: Digger History website
Benito Mussolini con las camisas negras del Partido Nacional Fascista. Autor: Desconocido. Fuente: Digger History website

En 1919, en la ciudad lombarda de Milán, Benito Mussolini fundó los Fasci Italiani di Combattimento, que estaban formados por antiguos veteranos de la Primera Guerra Mundial y algunos grupúsculos nacionalistas, a quienes se les unieron, algo más tarde, numerosos estudiantes y miembros de la pequeña burguesía.

Mussolini, que había sido expulsado del Partido Socialista Italiano (PSI) en 1914, tras su participación en la guerra, buscó hacer frente a la izquierda, a la que culpaba del descalabro social de la Italia de finales de la década. Una izquierda que, consciente del descontento popular por la participación de Italia en la Gran Guerra, organizaba huelgas y protestas de forma continua, buscando transformar la sociedad a través de la movilización social.

De forma paralela, algo similar sucedía en la Alemania de entreguerras, donde veteranos de la guerra se organizaron en las Freikorps y se enfrentaron violentamente contra socialistas, comunistas, anarquistas e izquierdistas en general, desbaratando el Levantamiento Espartaquista de principios del año 1919. Estos grupos fueron ilegalizados e integrados en la Sección de Asalto (SA) del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi) de Adolf Hitler, lo que sucedería más tarde en Italia con Mussolini.

A finales de ese mismo año, ya sumaban 31 secciones o fasci con aproximadamente unos 900 miembros en total y, a mediados de 1920 su número ascendía ya a 118 secciones y la cifra de militantes superaba los 27.000. El 9 de noviembre de 1921 se convertirá en la fecha más señalada hasta ese momento, para el movimiento fascista, ya que en la ciudad eterna de Roma se constituyó formalmente el Partido Nacional Fascista (PNF).

Durante estos primeros meses, desde su creación, los escuadristas o camisas negras (squadristi), merodearon por toda Italia con el objetivo de reprimir la creciente efervescencia obrera y reventar con inusitada violencia las huelgas y manifestaciones promovidas por una población que había resultado enormemente empobrecida, precarizada y humillada tras el fin de la Gran Guerra.

Por otra parte, y muy a tener en cuenta, los escuadristas, manu militari del fascismo de Mussolini eran financiados directamente por los grandes empresarios y terratenientes del país transalpino, muy preocupados por el avance y la influencia del movimiento obrero y de las ideas llegadas desde la Rusia bolchevique, que había acabado con el absolutismo zarista en 1917, instaurando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Pero esta bolchevización no la podían permitir, así que se pusieron manos a la obra unificándose con un mismo fin y financiando bajo cuerda al fascismo sin importarles las consecuencias, algo muy recurrente en los países de economía capitalista en cuanto ven peligrar su status quo.

Así, mientras el fascismo clamaba contra el liberalismo y el capitalismo, en realidad recibió el favor de los sectores liberales. De hecho, Benito Mussolini fue detenido por las autoridades policiales por tenencia ilegal de armas y explosivos, pero fue puesto en libertad gracias a la medicación del periodista y senador liberal Luigi Albertini (que, paradójicamente, perdió su trabajo en 1925 al oponerse al gobierno fascista de Mussolini).

Se habla mucho de la actividad violenta de los fascistas. Nos arrogamos para nosotros solos el derecho de controlarla y, si el caso llega, de eliminarla(…..). Entre tanto y mientras lo consideremos necesario, seguiremos golpeando con mayor o menor intensidad los cráneos de nuestros enemigos, es decir, hasta que la verdad haya penetrado en ellos(…..). El programa de la política exterior del fascismo comprende una sola palabra: expansionismo

Benito Mussolini. Fragmento de un discurso. 1921

Comienza la Marcha sobre Roma

Antes de la constitución del Partido Nacional Fascista, las Fasci Italiani di Combattimento se presentaron a las elecciones de mayo de 1921 en la coalición Bloques Nacionales junto al Partido Liberal Italiano, la Asociación Nacionalista Italiana y el Partido Democrático Social, lo que se tradujo en 36 escaños para los fascistas y 105 para el total de la candidatura, convirtiéndose en la tercera fuerza del Congreso, si bien como primer ministro fue nombrado Ivanoe Bonomi, del Partido Socialista Reformista Italiano (centro izquierda).

Como la correlación de fuerzas empezaba a estar cada vez más a favor del Partido Nacional Fascista y sus escuadristas, en el seno partidista se inició un fuerte debate sobre cómo deberían alcanzar el poder. Dos opiniones se enfrentaron vivamente; o conseguir la victoria política mediante las las urnas por una parte, o el camino de la insurrección armada por otra.

Entre quienes preferían y optaban por la vía insurreccional se encontraban los militantes del fascio Italo Balbo y Cesare Farinacci, miembros ambos de la cúpula de poder del PNF, así como el secretario general de esta misma organización política, Michele Bianchi.

A la hora de tomar una decisión sobre cuál de los dos caminos a seguir, si el de la violencia o el del reformismo parlamentario, el historiador Emilio Gentile nos ilumina y clarifica cuando escribe lo siguiente sobre qué pudo pesar más en el seno del Partido Nacional Fascista para que finalmente se decantara por la insurrección escuadrista y violenta:

Lo que definiría la naturaleza del Partido Fascista era su organización armada y sus acciones de violencia y dominación, el fanatismo político que identifica al fascismo con la nación .

Emilio Gentile

No en vano, el germen del fascismo había sido la violencia, el militarismo, la agresividad y la confrontación directa. Además, sus ideas sobre la jerarquización social, la sumisión totalitaria del Estado y la imposición ideológica no parecían muy compatibles con la democracia y el debate parlamentario. El contexto social y político de la época tampoco era propicio, el llamado Bienio Rojo, con una convulsión y una violencia callejera por otro lado muy característica de la posguerra (con desempleo, inestabilidad económica…), y caracterizada por la reacción antirrevolucionaria de la ultraderecha bien alimentada por las oligarquías de turno.

Así, muy pronto, tanto Benito Mussolini como el PNF, comienzan a hacer públicas sus intenciones de cara a un futuro próximo y, el 24 de septiembre de 1922, en la ciudad de Cremona y ante cientos de miles de camisas negras y simpatizantes, declara:

Desde las orillas del Piave hemos iniciado una marcha que no puede detenerse hasta alcanzar su meta suprema: Roma.

Benito Mussolini

Semanas más tarde, ya en Milán, el centro neurálgico de las operaciones del PNF, Benito Mussolini convoca una reunión con los líderes del partido Emilio Bono, Italo Balbo y Cesare Maria de Vecchi, con la idea de organizar un órgano de mando central al que llamarán, rememorando una vez más la antigua romanidad,, “cuadriunvirato”. En las siguientes horas, todo iba a quedar perfectamente engrasado para la entrada en acción de los miles de escuadristas ansiosos de hacer historia.

Escuadras repartidas por toda Italia se dirigirán a Perugia y, desde allí, a las ciudades de Santa Marinella, Monterotondo y Tívoli. Desde estas tres poblaciones, los escuadristas saldrán en tren, automóvil y todo medio de transporte a su alcance hacia el destino final, Roma.

El cuadriunvirato había preparado un plan de acción con una primera fase que consistía en la ocupación de las prefectura, estaciones de ferrocarril, emisoras de radio, periódicos, correos y telégrafos, círculos antifascistas y las sedes de los principales sindicatos. Es decir, los puntos y sectores más estratégicos a la hora de controlar un país como era la Italia de aquel momento histórico.

La orden de movilización está ya preparada y en la madrugada del 27 de octubre se lanza una proclama que dice así:

La hora de la batalla decisiva ha llegado.

Benito Mussolini

Y efectivamente, así fue: los escuadristas del fascio o camisas negras estuvieron preparados, vestidos con sus uniformes, provistos de identificación y con alimentos secos para al menos tres días de marcha.

El asalto dio comienzo ocupando, en primer lugar, las principales ciudades de la Toscana. Al medio día del 27 de octubre, Pisa se convirtió en la primera ciudad en ser apresada por los fascistas, donde se ocuparon de cortar las líneas telegráficas y telefónicas, tal como estaba previsto. Mientras tanto, afines y simpatizantes fueron llamados a concentrarse y manifestarse en las principales ciudades de Italia, mayoritariamente armados. Esto tuvo éxito especialmente al norte del país, donde fueron expulsados la práctica totalidad de dirigentes izquierdistas.

Lo que nos separa de la democracia no es el programa-puesto que todos los programas se asemejan-sino nuestra concepción del desarrollo futuro de la historia, del que deriva nuestro pensamiento y nuestro método. Porque cada vez estamos más convencidos de que el mundo se desplaza hacia la derecha, incluso a través de la reacción más inverosímil… La democracia tiene una concepción de la vida esencialmente política, el fascismo tiene una visión esencialmente guerrera.

Benito Mussolini

Otro de los principales objetivos a abatir por parte de los fascistas eran los cuarteles militares y, en muchos casos, el ejército no intervino para nada, requisando las milicias fascistas locales todo el material militar disponible. Esto les dio una considerable fuerza a pesar de ser una minoría palpable.

La única excepción a este respecto se produjo en la ciudad de Cremona, donde las fuerzas de seguridad reaccionaron provocando tiroteos dispersos e incontrolados, con el resultado de cuatro muertos y un número de heridos sin determinar. También parte de las autoridades policiales se resistieron al avance de la Marcha sobre Roma en varios puntos, con mayor o menor éxito.

Mientras tanto, la ciudad de Perugia fue ocupada por aproximadamente unos 2.000 escuadristas, siendo designada como cuartel general de la insurrección fascista. En el transcurso de los días 27 y 28 de octubre, el gobierno legítimamente constituido puso en marcha un plan de defensa de la capital, de cuya organización estuvo al frente el general Emanuele Pugliese e, inmediatamente por encima, los ministros de Interior y de Guerra.

El plan consistía, básicamente, en que los dos trenes en los que viajaban los escuadristas debían ser interceptados en diferentes puntos. Teniendo en cuenta su procedencia, unos serían detenidos en Civitavecchia, otros en Viterbo y Orte y, el resto, en Avezzano y Seguí. Igualmente, el gobierno preparó un doble cordón de defensa en torno a la capital, apoyándose en militares y cuerpos policiales.

Más allá del plan de defensa gubernamental, es importante resaltar que el mismo 27 de octubre a las 17:00 horas, se reunió el Consejo de Ministros, decidiendo por unanimidad la propuesta del “estado de sitio” al rey Víctor Manuel III. Sin embargo y, de forma sorpresiva, el rey se negó a firmar el decreto del estado de sitio y este no se pudo aplicar de forma efectiva. Otro golpe a la débil monarquía parlamentaria que favorecería a los autores de la Marcha sobre Roma, ya que impidió una movilización masiva de las fuerzas armadas y de las autoridades policiales.

La Marcha sobre Roma. Autor: Desconocido, 28/10/2022. Fuente: Ilustrazione Italiana
La Marcha sobre Roma. Autor: Desconocido, 28/10/2022. Fuente: Ilustrazione Italiana

Escasas horas más tarde, Benito Mussolini recibía este telegrama en Milán :

Su Majestad el Rey le ruega diríjase de inmediato a Roma deseando ofrecerle la misión de formar el Gabinete.

Nada más recibir el mencionado telegrama, el Duce (Guía, como así se hacía llamar) emprendió viaje hacia Roma, siendo acogido triunfalmente a su llegada.

Posteriormente, acudió al Palacio del Quirinal, sede de la residencia oficial del rey. El 31 de octubre de 1922, un desfile con amplia parafernalia fascista recorrió las calles de Roma durante cinco largas horas para celebrar la victoria final del totalitarismo sobre la democracia, de la fuerza bruta sobre la inteligencia, de la masa inerte sobre el individuo.

En total, habían participado unos 30.000 militantes fascistas. Solo tres años después, y tal y como hará Adolf Hitler en el partido nazi con las SA, vació de poder las milicias callejeras en el último congreso del partido, aprobando después una reforma de los cuerpos policiales que se encargarían de servir al Estado fascista.

El ascenso del fascismo de Benito Mussolini

La esperanza de liberales y conservadores moderados, así como la del rey Víctor Manuel III, era la de poder mantener controlado al fascismo al tiempo que favorecían sus intereses, buscando evitar lo que consideraban una probable guerra civil. Al fin y al cabo, seguían constituyendo una fuerza parlamentaria pequeña con un apoyo social desigual, y no gozaban de experiencia en los tejemanejes políticos. Eran, a su modo de ver, una suerte de perro de presa que poder soltar en el momento propicio. Un error que también cometerían los partidos políticos de la República de Weimar en Alemania.

Sin embargo, Benito Mussolini usó su posición de poder para asegurarse el camino al dominio absoluto del fascismo, obteniendo recursos económicos por un lado y desplegando por otro su maquinaria represiva. El punto determinante fue la aprobación de la llamada Ley Acerbo, redactada por Giacomo Acerbo, el secretario de Estado, una ley electoral mediante el cual se otorgaba dos tercios del Congreso a la fuerza política que obtuviera más del 25% de los votos.

La ley fue aprobada gracias al apoyo de la derecha y la centro derecha italiana, la ausencia o abstención de parte de la cámara y la única oposición de los sectores izquierdistas en 1923, tras varias deliberaciones y enmiendas fallidas. Al año siguiente, en las elecciones de 1924, el Partido Nacional Fascista se presentó en la llamada Lista Nacional, coaligada con partidos liberales, conservadores y moderados, elecciones en las cuales se utilizó una campaña sucia de intimidación y represión que se tradujo en una gran mayoría absoluta y en el casi total control del Congreso por parte del Partido Nacional Fascista.

Giacomo Matteotti, líder del Partido Socialista Unido, pronunció un famoso discurso en el que atacó con fuerza a Benito Mussolini y pidió que se repitieran las elecciones por sus numerosas irregularidades. Su asesinato a manos del fascio poco después provocó una crisis en el gobierno de Mussolini, que trató de ocultar el asesinato y la creciente violencia de la militancia del partido, sin éxito.

Ante la respuesta débil de la oposición y la dejadez del monarca, el 31 de diciembre de 1924, la cúpula del Partido Nacional Fascista y de las camisas negras le dijeron a Benito Mussolini que tomarían el poder por la fuerza si no actuaba ya. Así, el líder fascista tomó la delantera y, el 3 de enero de 1925, pronunció su famoso discurso que se considera el fin de la democracia italiana, pues a este le siguieron las leyes que transformaron Italia en una dictadura totalitaria.

Para finales de 1926, el Estado se había hecho con el control de todas las organizaciones sociales, sindicales y políticas, con los medios de comunicación, se habían aprobado leyes contra la libertad de prensa y de información, se había prohibido el derecho a huelga y se había establecido el Partido Nacional Fascista como el único partido legal.

Tras la reforma electoral de 1928, en 1929 se celebraron unas elecciones totalmente controladas por el fascismo, donde la población solo tuvo que decidir si validaba o no la lista presentaba por el PNF, que fue revalidada por el 98% de los votos. Además, solo pudieron votar los hombres, y aquellos miembros de las asociaciones legalmente aprobadas por el Estado. Italia no vería unas elecciones democráticas hasta 1946.

El resurgir neofascista

Casi cien años después, también en Italia, el neofascismo de los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, volvió a marchar sobre Roma, dejando un amargo y cruel sabor de boca a toda Europa y buena parte del mundo. Militante de las juventudes del Movimiento Social Italiano (MSI), partido considerado heredero del fascismo de Mussolini, ha terminado llegando al poder de la mano de ultraderechistas y conservadores con un discurso populista que recuerda vagamente al que fuera su mentor ideológico.

De izquierda a derecha: Matteo Salvini (La Liga), Silvio Berlusconi (Forza Italia) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia). Autor: Nick.mon. Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 4.0
De izquierda a derecha: Matteo Salvini (La Liga), Silvio Berlusconi (Forza Italia) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia). Autor: Nick.mon. Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 4.0

Los antiguos griegos nos advertían sobre el carácter cíclico del tiempo, pero también de los acontecimientos políticos y sociales. En tiempos más recientes, el historiador británico ArnoldJ. Toynbee, nos hablaba sobre la naturaleza pendular de la historia. Es posible que estuvieran en lo cierto, de las generaciones actuales depende opacar sus teorías sobre el tiempo y tomar las riendas de la historia.

Cien años de la Marcha sobre Roma

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *