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Marroquíes, racismo y colonialismo: cómo el mundial ha recordado la cara amarga de Europa

El día que jugaba Marruecos contra España en el Mundial se creó una alarma antifascista. Grupos ultra del fútbol habían convocado varias concentraciones en Madrid, Barcelona, València y otras ciudades para, según ellos, «defender las calles», lo que se interpretó como una llamada a la violencia tanto por parte de colectivos antifascistas y periodistas, como desde el propio Ministerio del Interior.

Frente al miedo a que neonazis violentos salieran a las calles, Marruecos tomó las plazas de Madrid, las Ramblas y la estatua de Colón en Barcelona de forma pacífica para celebrar la victoria de su equipo en el Mundial. Marruecos salió a las calles de Europa, porque Marruecos ya no es un área geográfica, y el fútbol nunca fue solo fútbol para Marruecos.

Confundir Marruecos con el país, confundir a los nacidos en Marruecos con el poder alauí o con el Makzén, o simplemente, confundir a un migrante del país vecino con la dictadura del país del que salió, no sólo es trazar una línea gruesa entre lo que es intelectualmente aceptable y lo que no, es simplemente conveniente. Criticar el triunfo de Marruecos en el mundial con la bandera saharaui denota cierta incomodidad. Que moleste la celebración de la afición de Marruecos dice más de quien le molesta que de la afición magrebí.

En 2010, España se encontraba la peor crisis económica del país en democracia. A los recortes en sanidad o en educación, se le sumaron los casos de corrupción generalizada y la dolorosa imagen de familias enteras desahuciadas, entre otros muchos problemas. Los jóvenes españoles no tuvieron elección y, muchos de ellos, migraron. El triunfo de la selección española en el mundial aquel año no sólo inundó las calles de España. Los españoles de todo el mundo salieron a la calle con la bandera española.

La conocida Trafalgar Square en Londres aquel día se llenó por la celebración de la afición española.

Como añadido, determinados medios y personalidades han realizado un trato diferenciado de lo que supone la celebración de la afición magrebí con respecto a otras aficiones, como si ésta última fuera especialmente violenta y/o problemática.

Una diferenciación a la que se suman una buena cantidad de bulos que traspasaron las fronteras de los reductos ultraderechistas habituales hasta llegar a las televisiones y cadenas más conocidas, cuando la realidad es que, con muy pocas excepciones, la afición de Marruecos no se comportó de forma muy diferente que el resto de aficiones durante sus celebraciones. Por no mencionar la violencia ligada a los grupos ultra del fútbol en España.

¿Dónde está el problema entonces? El problema reside, con toda probabilidad, en el racismo y la xenofobia venida a raíz del encuentro, así como de la relación entre Marruecos, España y otros países como Francia, y la gran deuda histórica que existe.

A Marruecos se les vació de identidad

La colonización de Marruecos por parte de España se considera, histórica y jurídicamente, más bien un protectorado en lugar de una colonia. Sin embargo, la diferencia entre protectorado y colonia supone una distinción de tipo administrativa, por lo que en términos humanos es complicado diferenciarlos. Lo que significa un protectorado es una promesa de temporalidad, mientras una colonia es permanente. La potencia ocupante se compromete a ocupar el territorio “temporalmente” hasta que los habitantes de la tierra puedan “administrarse por sus propios medios”. Y, supuestamente, se ocupa de los asuntos exteriores, la defensa y el orden público, dando autonomía en otros asuntos.

En este artículo se usará el término colonialidad defendida por el filósofo Nelson Maldonado, que se define como “la normalización de las relaciones ontológicas coloniales, así como a las prácticas, instituciones, tanto culturales como sociales, y formaciones epistemológicas a las que dieron lugar”.

Lo interesante de Marruecos y su reparto territorial es que, a diferencia de otros países invadidos por potencias europeas, este país se repartió entre dos países: Francia y España. El sur y el norte de lo que hoy se conoce como Marruecos, lo que hoy sería el Sahara y el Rif, estarían bajo control español, todo el territorio restante bajo el mando de Francia, con todas las implicaciones administrativas y humanas que podía suponer dividir un territorio con escuadra y cartabón.

Así, en un relativamente corto periodo de tiempo, comunidades que vivían de forma conjunta, con sus recursos materiales y humanos, fueron separadas prácticamente a la fuerza por ambas potencias. Estos problemas, comunes a prácticamente todo el continente africano, sigue siendo hoy en día causa de conflictos sociales, políticos, económicos y bélicos.

La colonización y todo lo que acarrea tiene su origen en Europa. E incluso es difícil entender la prosperidad y avance de Europa sin el colonialismo primero y el imperialismo en segundo lugar. Decía Cesaire que Europa es indefendible. Solo hay una defensa para Europa, los Derechos Humanos, pero desde aquí se pregunta, ¿quién es humano para Europa?

Nelson Maldonado reflexiona sobre los Derechos Humanos y su relación de vertical entre Dios y los seres humanos. El padre de la Declaración Universal de los DDHH fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

En esta época, las revueltas contra las monarquías hereditarias, la nobleza y las jerarquías comenzaba a dibujar un tenso debate en el que se preguntaba cuál era el papel del hombre, porque la mujer no tenía cabida, en el mundo. Sin embargo, el debate era mucho más amplio: lo que se debatía en realidad era la posición de los seres humanos en relación con lo divino.

Maldonado se desplaza a la obra de Aristóteles y la “cadena del ser” que, como función lógica, clasificaba en vínculos graduales desde el nivel más elevado del ser a el más bajo. Los europeos adoptaron la cadena del ser entendiendo al Dios cristiano como el eslabón más elevado. Bajo este esquema de pensamiento, los seres humanos, cristianos, eran lo más cercano a la divinidad. Los Derechos del Hombre nacen bajo este esquema de pensamiento en un proyecto humanista y laico que establece “líneas de demarcación y distinción entre lo divino, lo humano y el mundo animal”.

Siguiendo con Maldonado Torres, con el tratado de los Derechos del Hombre, los humanistas europeos trataron de justificar el terror colonial. La línea colonial ontológica creó dos zonas: “una zona de salvación” que permite explotar cuerpos y recursos que “están ahí para nosotros’”, y una zona de condenación, que justifica la violencia de sus cuerpos y almas y “cuya existencia misma se considera problemática y peligrosa”. La zona de la condenación implica una esclavitud “naturalizada” y justifica cualquier forma moderna “de vigilancia, control, explotación, violencia y aniquilamiento”.

De este esquema de pensamiento, esta línea de demarcación entre lo que merece ser salvado, lo que merece una justificación a la violencia, se enfrenta todo aquel ser humano que justificamos su explotación y violencia. Gracias a este esquema de pensamiento la celebración del mundial marroquí se planteó como un problema de seguridad nacional pero la matanza en la frontera española-marroquí de migrantes no ha dado lugar ni a presión en las calles ni a dimisiones en la cúpula policial o política. Por esta línea de demarcación ontológica justificamos la ley de extranjería y no nos escandaliza la presencia policial en los guetos.

En 2016, La APDHA en colaboración con la Universidad de Granada realizaron un estudio muy interesante sobre las identificaciones de policía en la estación de autobuses de Granada.

De su estudio se concluyó que de todos los grupos étnicos identificados, los hombres magrebíes, gitanos y africanos era la población que “arbitrariamente”, recibía más paradas por la policía para pedir su documento identificativo. Concretamente, los magrebíes tenían 10 veces más probabilidades de ser identificados por la policía que un hombre étnicamente caucásico. Un africano, se entiende que un hombre de piel negra, tenía 42 veces más de probabilidad.

El colonialismo fue el padre del nazismo

En el año 1897, el geógrafo de estado Friedrich Ratzel que trabajaba para en diseño de las colonias alemanas en África, acuñó el término Lebensraum (espacio vital, en castellano), que culminó en una gran teoría con tres componentes. En primer lugar, el geógrafo determinó lo que según él era el espacio necesario que debe sostener un Volk (pueblo). En segundo lugar, entendió que el pueblo debe expandirse por el territorio a través de la migración, la colonización y la conquista como resultado del aumento de población y el desabastecimiento de recursos. Finalmente, su teoría sostiene que solo aquel Volk con una base fuerte de agricultura podía “florecer”.

Con estos tres componentes, Ratzel entendió que la diferencia entre las poblaciones que fracasan, que son pobres y “sin ley”, y las poblaciones avanzadas, es que estas últimas encuentran los mejores lugares para crecer mediante la colonización.

Friedrich Ratzel. Autor: desconocido. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-R35179 / CC-BY-SA 3.0.

Ratzel tuvo una notable influencia en la Alemania de Adolf Hitler, quien en 1891, “se convirtió en el miembro fundador de la Liga Pangermana del pro-imperio”. Se trata de una organización de extrema derecha que introdujo muchos de los elementos que más tarde se incorporarían al Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSADP o, simplemente, partido nazi), como el pangermanismo, el imperialismo, el antisemitismo o el anticomunismo. O incluso el propio concepto de Lebensraum, que Adolf Hitler mencionaría en su libro Mein Kampf (Mi lucha).

Asimismo, la justificación del colonialismo llevó a las élites económicas y políticas alemanas (y europeas) más conservadoras a apoyar argumentos pseudocientíficos que justificaran el dominio de otros pueblos considerados inferiores, como el darwinismo social, la eugenesia selectiva o el origen puro del pueblo alemán y/o caucásico.

Así, la Liga Pangermana pedía abiertamente la «higiene racial» contra las minorías polacas o eslavas del territorio alemán, así como lanzarse a la ocupación por la vía militar de nuevos territorios para colonizar.

Entre 1917 y 1918, durante la Primera Guerra Mundial, quisieron dar el salto a la política fundando el Partido de la Patria, financiado directamente por los altos mandos del ejército y llegando a tener más de un millón de miembros. Tras la Revolución de Noviembre, que transformó el país en una república (la denominada República de Weimar), el partido se disolvió. La mayoría de sus integrantes constituyeron el Partido Nacional del Pueblo Alemán (DVNP) que durante los años 20 fue el principal partido de extrema derecha en Alemania.

Otro de sus integrantes, Anton Drexler, fundador de la sociedad ocultista y supremacista Sociedad Thule, fundaría el Partido Obrero Alemán (DAP) en 1919, que en 1921, con el liderazgo de Adolf Hitler, se convertiría en el partido nazi. Sin embargo, la coincidencia entre todas estas organizaciones en varios puntos los llevó a aliarse brevemente en el parlamento en 1931 en el llamado Frente de Harzburg. Aunque breve y poco operativa, esta y otras acciones conjuntas permitirían al nazismo hacerse con el control de Alemania en 1933. Durante los años 30, el partido nazi integraría a todas las formaciones de extrema derecha.

Por una memoria histórica de la colonización española

Por supuesto, todo esto no quiere decir que el pueblo marroquí, rifeño, amazigh, bereber y saharaui, durante la época de colonización, fueran sujetos pasivos. Los pueblos que habitan lo que hoy se conoce como Marruecos siempre han sido pueblos rebeldes: ya se datan enfrentamientos entre los pueblos bereberes y los romanos en la antigüedad para defender su autonomía y su derecho a existir.

Sin la intención de re-victimizar a la población magrebí, es importante, en un ejercicio de transparencia democrática, volver a recordar lo que ya se denunció en este mismo medio, las denuncias de la deuda histórica que tiene España, junto con Francia y Alemania, para con el pueblo Rifeño, son conocidas y amplias, pero es necesario refrescar la memoria. Se está hablando, como no puede ser de otra forma, del bombardeo con armas químicas de destrucción masiva sobre el Rif.

Mohamed Abdelkrim El Khattabi, el que sería el líder que unificó a todos los pueblos del norte para luchar contra la colonización española y que culminó en el Desastre de Annual para España en 1921, es una figura muy importante tanto para la población de este lugar como para entender la historia entre Marruecos y España. Es importante recordar que España, tras la derrota de sus soldados en el norte de Marruecos, con la ayuda de Francia y Alemania, lanzó gas mostaza, lo que se conoce como iperita, fosgeno, difosgeno y cloropicina, sobre todo lo que contenía vida en las ciudades del Rif.

Como apunta Casqueiro para El Pais “casi el 80% de los adultos y el 50% de los niños enfermos de cáncer atendidos aún hoy en el hospital de oncología de Rabat proceden de la misma zona del Rif donde la aviación del Ejército español estrenó mundialmente el mortífero uso del gas mostaza”. Es decir, el pueblo rifeño sigue sufriendo las consecuencias de lo que entonces el gobierno.

Esto es importante a la hora de entender el pasado común que une a ambos países, la relación colonial que ha existido y las consecuencias que derivan en diferentes ámbitos en los dos casos. Que se siga sin recuperar esta historia reciente de España, que no se estudie, que no se conozca, es también un buen síntoma de la presencia de esta línea de demarcación ontológica que sigue presente en nuestra forma de entender y de relacionarnos. 

El fútbol nunca fue sólo fútbol para Marruecos

L’Hirak, un movimiento democrático nacido en 2016 tras el asesinato del pescador Mohsine Fikri en las manos de la policía marroquí, demandaba entre sus reivindicaciones la construcción de un hospital oncológico en el Rif, que a día de hoy sigue sin construirse.

Y es importante mencionarlo porque en Marruecos no sólo se ha festejando el mundial en las calles. En el Rif aún siguen saliendo a las calles el Movimiento Rifeño pidiendo libertad para los presos políticos.

El movimiento, que se levantó contra la Hogra, término complicado de traducir ya que no le hace justicia a un simple desprecio en español, utilizó para el movimiento una popular canción de fútbol. La canción, compuesta por los hinchas del equipo de Raja, en Casa Blanca, ensordeció a el mundo árabe. Un extracto de la canción dice lo siguiente:

Estamos pasando momentos duros en nuestro país
Pidiendo misericordia
Que Dios nos proteja,
Ellos (Gobierno) nos drogaron con el hachís de Ketama
Nos dejaron como huérfanos
Seréis juzgados el Día del Juicio
Talentos que habéis destruido, por culpa de las drogas
¿Cómo queréis que brillen?
Habéis robado todo el dinero del país
Y se lo habéis dado a los extranjeros.

Los aficionados del Raja no solo criticaron al gobierno magrebí con la que es ya un signo de resistencia, sino que le dedicaron una canción a Palestina, que volvió a enmudecer el campo de fútbol en Marruecos:

El fútbol es pues, para algunos aficionados marroquís, no solo un deporte, sino un medio para la denuncia, para el cambio en el país vecino. Entender la importancia del fútbol para los aficionados marroquís como un medio de protesta es también entender que, quizás, España forma parte de la denuncia.

Más que un Mundial: brutalidad policial, racismo y vergüenza

Desde aquí no se va a compartir los tweets sobre el famoso hashtag que se hizo viral en Twitter la noche que España perdió contra Marruecos en el Mundial. Ellos tuvieron la visibilidad que buscaron, pero no la tuvieron las víctimas.

Desde el comienzo de este partido, los comentarios racistas en prensa fueron abundantes, como en este programa de radio en Cadena Ser donde el periodista directamente vertía expresiones como invasión marroquí o aseguraba que Catar estaba regalando entradas a ciudadanos magrebíes en el Mundial para que acudieran al partido:

Los vídeos de chicos marroquís en Bélgica se hicieron virales, pero la brutalidad policial en Francia hacia los chavales magrebíes, o en Ceuta contra mujeres que festejaban el triunfo de Marruecos en el Mundial, se quedaron en segundo lugar:

Una imágenes de tensión emanada desde la policía que fueron en buena parte silenciadas.

Una brutalidad no reconocida contra la población marroquí que pudo verse en buena parte de las calles de Europa. Pese a eso, las terminales mediáticas de la extrema derecha vendían el relato contrario, en una celebración tras las victorias en el Mundial que fue en grandísima parte la Unión algo ejemplar.

El proceso de colonización no terminó con las guerras de independencia, siguió en las políticas de fronteras, en la ley de extranjería, en el mantenimiento de gobiernos títeres, en no reconocer las tiranías de los gobiernos de los pueblos vecinos, en el desmantelamiento de los recursos de las colonias, en Telefónica en Latino América y en los Fosfatos en Marruecos.

El proceso de colonización fue como un virus que comenzó inundando territorios y culminó con una reformulación moral, ética, que justificó la violación de los cuerpos, de las tierras y de las mentes. España, como constructo nacional, se fundamentó en la identidad cristiana, europea, vencedora, en contraposición al musulmán, árabe que perdió.

Que moleste la celebración del pueblo magrebí por su selección pero no la celebración del pueblo argentino por la suya, es una respuesta. Que no se convierta en una cuestión de seguridad ciudadana, ni se inunden cabeceras periodísta, que incluso se justifique la celebración del mundial del pueblo argentino, pero que se castigue, se persiga, no se entienda la celebración del pueblo marroquí, es una respuesta. Que siga Grande-Marlaska, ministro de Interior, en activo después de la matanza de de Melilla y que se siga midiendo centímetros en un territorio de nadie para asumir la responsabilidad de 134 muertes, es una respuesta:

Que sigamos arrojando los Derechos Humanos contra Catar pero que en España existan CIES, es una respuesta. Que en Francia matasen a un chico de 14 años tras el partido que enfrentó a Marruecos y Francia, y que solo exista un violento silencio, sigue siendo una respuesta:

A modo de conclusión, el racismo y la xenofobia siguen presentes en todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo en el fútbol y, por supuesto, en el Mundial de Catar, como se ha podido ver en un encuentro entre España y Marruecos que, por suerte o por desgracia, fue mucho más que simple fútbol.

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Tatiana Fernández

Articulista. Socióloga mediocre y Politóloga de mercadillo. Doctoranda en la Universidad de la Calle y azote de la academia universitaria. Como trabajadora precaria he sufrido a tu cuñado, a tu prima la moderna del pueblo y a tu colega que pasaba el tiempo en 4Chan y hoy hace guiños a la ultraderecha.

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