Europa

Vatileaks: sexo, poder y traición en el Vaticano de Benedicto XVI

Aunque no cabe ninguna duda de que la figura de Joseph Ratzinger, más conocido como Benedicto XVI, ha sido uno de los miembros más capacitados intelectualmente de la Iglesia Católica de Roma, al menos, en los últimos años de su ya prolongada existencia, tampoco debería ser un obstáculo a la hora de contar las lagunas oscuras que rodearon y amenazaron su pontificado hasta su definitiva renuncia el 11 de febrero de 2013.

En los evangelios, más concretamente en Mateo 16:18, se advierte que ni las puertas del hades ni los poderes de la muerte prevalecerán contra Pedro, símbolo de la Iglesia universal. Desde una perspectiva de pura supervivencia, esta profecía se ha cumplido con creces; ahora bien, si, por el contrario, se acude a una postura estrictamente crítica, ética, incluso desde la fe de un creyente de a pie, habría que deducir que tal profecía no se ha cumplido, ya que han sido numerosos los episodios históricos y escándalos de todo tipo ocurridos entre los muros vaticanos y cuyas consecuencias han llevado al centro del gobierno del catolicismo más allá de las puertas de ese hades que se menciona en el evangelio.

A lo largo del pontificado del recientemente fallecido Benedicto XVI, han tenido lugar grandes escándalos, relacionados todos ellos con las luchas intestinas por el poder mediático, apostólico y político, siempre teniendo en cuenta que durante buena parte de este pontificado, al frente de la República italiana se encontraba una de las ramas más virulentas y corruptas de la extrema derecha en ese país, la liderada por el magnate de la comunicación Silvio Berlusconi.

Primeros escándalos y el caso Dino Boffo

En el año 2009 se produce un extraño suceso, que a día de hoy sigue sin ser del todo aclarado. Corrían los últimos meses del gobierno presidido por Silvio Berlusconi, conocido por manejar los hilos del entramado mediático en Italia y en otras partes del mundo. Éste acababa de romper definitivamente con el lobby católico y fue entonces cuando el periodista Dino Boffo, director de medios católicos como el Avvenire, comenzó a verse fustigado y atacado por una serie de difamaciones dirigidas desde las páginas del diario Il Giornale, y que más tarde le obligaría a dimitir de todos sus cargos.

Un tiempo después, Boffo reaccionó enviando una serie de cartas de descargo direccionadas tanto al presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Bagnasco, como también al secretario privado de Benedicto XVI, el padre Georg Gänswein. Este acaba de sacar un libro contra el Papa Francisco que casualmente obvia la mayoría de escándalos de los que formó parte. Volviendo a la misivas, estas cuentan lo ocurrido, explican las motivaciones y señalan con nombres y apellidos de los que el cree que son los responsables de las calumnias y, en consecuencia, de su muerte profesional.

Reverendísimo Monseñor:

Usted posiblemente sabrá qué me ha ocurrido entre finales del mes de agosto y hoy, o sea, la dimisión de la dirección del Avvenire y de los otros medios de comunicación de la CEI, a la que he sido obligado a causa de una campaña denigratoria, y de la retractación de estas mismas acusaciones por parte de su principal divulgador, el doctor Vittorio Feltri, director de Il Giornale.

En los contactos informales que precedieron a la decisión del doctor Feltri de retractarse, y culminado con la visita de mi abogado al director de Il Giornale para examinar todos los papeles relativos al caso en cuestión, y especialmente en los contactos que desde entonces se han sucedió con varios representantes de ese periódico, he sabido de un fundamental trasfondo, es decir, que quien transmitió a Feltri el documento falso referido a mí fue el director de L’Osservatore Romano, el profesor Gian María Vian.

El cual no sólo ha filtrado materialmente el texto de la carta anónima que a principios del pasado mes de mayo había circulado por los ambientes de la Universidad Católica y de la curia romana, orientada a obstaculizar mi confirmación en el órgano de control de la misma universidad, o sea, el Comité Toniolo, sino que ha dado la total seguridad de que el hecho judicial al que correspondía aquél folio concernía a ciertas vicisitudes de homosexualidad, que me habían visto como protagonista, al ser yo-según aquel odioso cotilleo-un homosexual conocido en diversos ambientes, comenzando por el eclesiástico, donde había disfrutado de culpables encubrimientos para desarrollar sin molestias el delicado papel de director responsable de cabeceras relacionadas con la Conferencia Episcopal italiana.

Dino Baffo

En esta carta, dirigida a Georg Gänswein, el citado secretario privado de Benedicto XVI, Dino Boffo acusa nada menos que al director de L’Osservatore Romano, Gian María Vian (que había sido elegido directamente por Benedicto XVI para su cargo), de ser el principal instigador de las difamaciones vertidas sobre su persona en la prensa italiana.

Mientras tanto, en el interior de la curia romana se están viviendo momentos de gran tensión. Benedicto XVI se da cuenta que no todos los artículos sobre elcaso Boffo son incluidos en su personal reseña de prensa preparada, como siempre, por la secretaría de Estado. Decide entonces abrir una encuesta o investigación interna sobre todo lo ocurrido y se la confía, precisamente, a su secretario privado, el padre Gänswein.

Pero, los acontecimientos no se terminan ahí, de una de las cartas que Dino Boffo había enviado se filtra la acusación que el propio Boffo realiza contra el mismísimo Tarcisio Bertone, el por entonces Secretario de Estado Vaticano y camarlengo de Benedicto XVI. Al parecer, Boffo le señalaba como uno de los iniciadores de la campaña de difamaciones contra su persona, acusándole de ser el cerebro orquestante de las calumnias.

Finalmente, nunca salieron a la luz los resultados de la encuesta interna solicitada por el propio pontífice, pero todos los datos apuntaron a que la brutal campaña mediática dirigida contra el periodista católico Dino Boffo estaba basada en bulos y datos falsos, siendo finalmente archivada.

En cualquier estado del mundo que no sea el Vaticano, si Boffo había dicho la verdad en lo que a las graves acusaciones contra el cardenal Bertone y Gian María Vian se refiere, estos hubieran sido depuestos de sus cargos fulminantemente. Pero no fue así, muy al contrario, Benedicto XVI decidió la permanencia de Bertone como secretario de Estado Vaticano y la continuidad de Vian al frente del periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano.

En resumidas cuentas, estos fueron los lodos en los que se forjaron los barros de los conocidos Vatileaks, que vendrían poco tiempo después.

El escándalo Vatileaks y el adiós de Benedicto XVI

Emblema de la Santa Sede y el Papado.

A finales de enero del año 2012, durante la emisión de un programa de la televisión italiana llamado Gli intoccabili (los intocables), salió a la luz otro escándalo más, el de las cartas dirigidas al Papa por quien fuera el secretario de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, Carlos María Viganó. Estas cartas fueron desveladas por el periodista italiano Gianluigi Nuzzi.

En ellas, Viganó pedía a Benedicto XVI no ser trasferido tras haber denunciado una serie de corruptelas en el interior de la Santa Sede, sobrecostes millonarios sobre los que nadie, en los benditos pasillos vaticanos, pareció tener control.

La historia no quedo solo así. Estas cartas contenían mucha información y conversaciones del Papa con su secretario personal Georg Gänswein. Estas se filtraron al resto de la prensa italiana, que empezaron a analizar con detalle. Lo que se reveló en ellas eran los vericuetos de la Santa Sede, que demostró ser un semillero de peleas entre facciones por el poder.

Benedicto XVI ordenó una investigación bajo la justicia del vaticano a tres cardenales. Esta comisión estaría encabezada por el Julián Herranz junto a Salvatore de Giorgi y Jozef Tomko. Estos realizaron una investigación criminal siguiendo el hilo de las pistas.

Lo que encontraron los cardenales fueron casos de sobornos y chantajes hacia curas homosexuales. Muchos de ellos implicados en casos de sexo homosexual privado y también orgías que los ponían en el punto de mira para ser chantajeados.

El grupo investigador siguiendo las pistas encontró al filtrador de las cartas, Paolo Gabriele, quien fuera mayordomo del Papa desde 2006. Fue arrestado y juzgado por la justicia vaticana.

Gabriele argumentó que solo quería luchar contra «el mal y la corrupción», poniendo al Vaticano «de nuevo en marcha». Fue condenado a 18 meses de reclusión y al pago de los gastos legales. Sorprendentemente, el 26 de octubre de 2012, mientras cumplía condena, fue visitado por Benedicto XVI quién lo perdonó.

Las investigaciones internas sobre el Vaticano siguieron al tiempo que la prensa seguía recopilando información y hablando del escándalo sexual en el Vaticano. Benedicto XVI renunciaba al papado unos meses después, el 28 de febrero de 2013.

El conjunto de las cartas fue publicado en un libro llamado Su Santidad: los papeles secretos de Benedicto XVI, escrito por Gianluigi Nuzzi.

La Santa sede y la extrema derecha

Misa funeral Benedicto XVI-18-L.Millan. Autor: Fotografías ArchiMadrid.es, 08/01/2023. Fuente: Flickr / CC BY-NC 2.0

La sede vaticana, principal e histórico centro de gobierno y doctrina sobre millones de católicos en todo el mundo, ha sido desde tiempos inmemoriales un nido de espías, topos, sacro santas alianzas contra los infieles, orgías de poder y de otras muchas naturalezas, asiento de eclesiásticos corruptos, de otorgadores de coronas, imperios y propiedades de todo signo y condición. El escándalo Vatileaks es solo uno más de los muchos perpetrados además del más moderno conocido.

Lo paradójico también es que se ha constituido como principal batallador contra lo que la doctrina católica y romana ha venido considerando como “el mal que acecha al hombre”, algo que no parece haber impedido a los insignes purpurados y a los príncipes de la Iglesia el haber negociado el reparto del poder temporal y material con elementos de la extrema derecha como fue el caso del gobierno dirigido por Silvio Berlusconi o, si cabe peor aún, con el régimen fascista de Benito Mussolini y sus camisas negras, del que el conocido como Tratado de Letrán constituiría un claro ejemplo a tener en cuenta.

Su relación con el fascismo no acabó ahí, siendo la intercesión del Vaticano y sus purpurados un elemento clave para la huida de los nazis de Europa y su reacomodo en buena parte de América Latina a través de lo que se conoció como la «Ruta de las Ratas»

En lo que respecta al recientemente constituido gobierno de Italia, con la ultraderechista y descendiente ideológica del fascismo italiano, Giorgia Meloni y sus Fratelli d’Italia, parece que aún es pronto para poder establecer cuales serán los vínculos y las estrategias de poder que estos nuevos actores se plantearán en sus relaciones con el Vaticano.

Máxime mientras Francisco siga en el poder y su corriente de cariz progresista gobierne. Muchas voces susurran que este período no durará mucho más en el tiempo y que los cardenales conservadores conspiran para que acabe cuanto antes.

Permítanme que comience mis reflexiones sobre los fundamentos del derecho con un breve relato tomado de la Sagrada Escritura. En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso.

En cambio, suplica: “Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal” (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. “Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?”, dijo en cierta ocasión San Agustín [1].

Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente.

El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede, por decirlo así, hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.

Discurso de Benedicto XVI

Si nos tuviéramos que atener a la buena voluntad que Benedicto XVI demostraba tener en sus densos discursos, apelando al derecho natural y a la justicia salomónica, nada de lo que hemos relatado, ni de lo que llegaría a ocurrir un tiempo después, debería haberse dado. Pero, de esto tendríamos que deducir, que no sólo de buena voluntad vive el ser humano, sino de ser congruente con sus propios pensamientos y creencias.

Vatileaks: sexo, poder y traición en el Vaticano de Benedicto XVI

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

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