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Conspiracionismo: el cajón de sastre de la antipolítica

El conspiracionismo o el mundo de las teorías de la conspiración es una cultura esotérica y/o política presente en la sociedad y con un impacto directo o indirecto con el que todas las personas, de una manera u otra, conviven. Es una suerte de movimiento pre-político y pre-científico cuyos orígenes se pierden en las rumorologías ancestrales que dan lugar a las leyendas y ficciones más célebres de la historia.

¿Qué es, cómo funciona y cuales son las principales corrientes detrás de esta cultura? Este fenómeno se ha estudiado desde diferentes disciplinas, principalmente la psicología, la política y la sociología. Además tiene una conexión con la narrativa de ciencia ficción e influencia en los ciclos de populismo político.

Una cultura narrativa válida

Primero de todo, la cultura conspirativa es una fuente narrativa inagotable que se relaciona con la ciencia ficción e incluso con el periodismo de investigación en ocasiones. Las principales victorias que se atribuye el conspiracionismo son las que refieren al asesinato del presidente estadounidense J.F.K y a la princesa Diana de Gales.

En el caso de España, es sin duda el caso del doble crimen contra las jóvenes de Alcasser en València. El sociólogo Álvaro Soler (Un sociólogo insociable, 2021) ya describió cómo este suceso supuso un antes y un después en el mundo de los medios de masas debido a su tratamiento morboso y especulativo. Una importante proporción de la sociedad todavía cree en una mitología narrativa que atribuye esta tragedia a una elaborada red de políticos y poderosos oligarcas, igual que en su ficción paralela castellonense del Caso Bar España, cuya narración perdura pese a haber fallecido su principal instigador y haberse desmarcado todos los supuestos testigos, no solo con diferentes continuadores sino incluso con nuevos políticos implicados que nisiquiera ejercían la actividad pública cuando comenzó el bulo.

Fuera del evidente daño que generan a la conversación política y a sus protagonistas, esta clase de narraciones han servido para inspirar obras de arte y de ficción novedosas e innovadoras. El mundo de la ciencia ficción y el arte interactúan y se retroalimentan en “el plano de la performance”, es decir el espacio creativo.

La divulgación y generación de narrativas conspirativas es una actividad creativa y no de análisis. Por ello no es de extrañar que artistas consagrados como Miguel Bosé, Kanye West, Enrique Bunbury o Javier Ibarra (Kase O) habitualmente recurran a este tipo de narratológicas, pues alrededor del mundo artístico y de la creación a menudo se desenvuelven filosofías místicas o de ciencia ficción que son una parte fundamental de la cultura creativa de estos artistas.

Por tanto el conspiracionismo es ante todo una cultura narrativa válida como campo de creación ficcional al cual podemos abstraernos para crear ficción, alegoría y arte. El problema de esta cultura es cuando traspasa las fronteras de la creación narrativa de ficción e interactúa con las esferas del mundo real pretendiendo aspirar a teorías que explican la realidad sin matices. Es el caso de grupos adeptos al conspiracionismo con teorías como QAnon en Estados Unidos, detrás del asalto al Capitolio de enero de 2021 y varios episodios de violencia relacionados con creencias conspirológicas.

Orígenes narrativos del conspiracionismo

Durante la revolución científica del siglo XIX muchas de las teorías científicas del momento fueron descartadas y sus principales referentes apartados. Esto incluía a grupos religiosos, aristócratas y científicos herederos de una tradición que sobrerepresentaba el crédito de las teorías aportadas por académicos de alta cuna, lo que generó resentimientos y escuelas científicas paralelas sosteniendo las más disparatadas teorías científicas; son propias de esta época ramas de estudio y disciplinas como la frenología, el catastrofismo, la lobotomía, la histeria femenina, el origen inorgánico del petróleo, el creacionismo o la fuerza odica.

Muy grosso modo, la fuente principal de sustento de esta filosofía se recoge de la teosofía. El estudio continuacionista de las ramas ocultistas de las diferentes culturas y religiones de la historia basada en la cosmovisión del universo y la divinidad como un todo absoluto (Brahman en el hinduismo, Dharma en el budismo) que implica una unidad subyacente de todos los individuos en una especie de “alma” unitaria que replica de manera cíclica la noción de tiempo y está sometido a las leyes hindúes del karma.

Según la teosofía los humanos tienen una esencia bidimensional que separa cuatro principios terrenales (Karma-rupa, Prana, Linga Sharira y Sthula Sharira: respectivamente deseo pasional, vitalidad, cuerpo astral y cuerpo físico) y otros tres inmortales que son las que perviven tras la muerte y se reencarnan (atman, buddhi y manas que conforman mente y alma).

Se inspira principalmente en las religiones asiáticas y precolombinas, además de elementos ocultistas y cabalísticos musulmanes y judíos así como aportes apócrifos de La Biblia y cristianos occidentales del siglo XVIII como Emanuel Swedenborg y Franz Mesmer.

De este estudio pseudoantropológico de las diferentes culturas ancestrales surge la idea mitológica de “Akasha”, una especie de paraíso multidimensional que esconde todos los secretos de lo existente, al que solo seres imaginarios llamados “seres de luz” pueden acceder.

Los mortales entrarían en contacto mediante la meditación y la experiencia creativa que da acceso a los “registros akáshicos”, una especie de “internet místico” que recoge todos los acontecimientos, pensamientos y hechos concebibles de la historia al cual se accede mentalmente a través de la propia creatividad cerebral. De esta fuente de sabiduría (cuyo acceso suelen ubicar físicamente en la glándula pineal o los chakras dependiendo de la versión) extraen la mayoría de sus conocimientos de manera similar a la que los sacerdotes de distintas creencias afirman comunicarse directamente con la deidad.

Rudolf Steiner fue uno de los fundadores de esta línea de filosofía mística pagana occidental basándose en los escritos del Budismo Esotérico (1883) de Alfred Percy Sinnett. Steiner afirmando conectar con estos registros Akáshicos, elaboró una revista esotérica de pseudociencia y pseudohistoria donde explicaba teorías sobre la Atlántida, Lemuria y la Tierra Hueca.

Estos mismos registros imaginarios fueron los que inspiraron a Edgar Evans Cayce para desarrollar la medicina holística que hoy conocemos como homeopatía. También inspiraron las teorías geopolíticas de La Tierra Plana o La Tierra Hueca junto con el primer impulso de los terraplanistas Samuel Rowbotham (1816-1884) y Samuel Shenton (1956) y los terrahuequistas Helena Blavatsky, Hwee-Yong Jang y Athanasius Kircher (1665).

Este enfoque místico rompe con la ciencia para crear toda una cultura precientífica paralela que abarca casi todas las disciplinas abdicando del método científico y acogiéndose a un método autorreferencial sostenido en última instancia por una sociedad imaginaria de seres mágicos que actúa como enciclopedia del verdadero conocimiento a través de la parte creativa de la psique. Esta primera tanda de autores son las fuentes originales de las siguientes generaciones que continúan renovándose y autocitándose entre ellos hasta nuestros días.

El zoologo Desmond Morris añade a esta tendencia una cultura antropológica basada en la comparación de los carácteres sociales y culturales con los hábitos de diferentes animales en El mono desnudo (1967) sugiriendo un origen biológico de las construcciones sociales.

Los pseudohistóricos Relatos de Belcebú a su nieto de Gurdjieff, autores de ficción como Jules Verne o Edward Lytton Butler y los textos de los principales libros sagrados han sido junto a la labor divulgativa de las sectas y subcorrientes religiosas a lo largo de los siglos las fuentes de inspiración narrativa del conspiracionismo.

Conspiracionismo geopolítico

Esta cultura opera en la base de la realidad tangencial, es decir, no actúan normalmente entidades mágicas o sobrenaturales excepto en las subramas relacionadas con la ufología y las teorías de dominación alienígena (que afirman que el mundo se haya controlado por una o diferentes especies de seres ya sean estos extraplanetarios o extradimensionales).

En el conspiracionismo geopolítico operan teorías nacionales y raciales habitualmente asimilables por las propagandas belicistas de los grandes bloques de poder militar. Su nivel más básico presenta las relaciones de poder académicas de forma relativamente científica pero introduce noticias falsas con el objetivo de potenciar o degradar a un aliado o rival geopolítico (ejemplos: bulos sobre las armas de destrucción masiva en Irak o sobre los laboratorios de armas biológicas en Ucrania).

El nivel más hegemónico y complejo es la teoría del “Nuevo Orden Mundial” de la cual existen demasiadas derivadas para condensar pero tiende a anunciar la unificación de todas las naciones, todas las religiones y todos los bancos y sistemas monetarios en uno solo dirigido por un grupo de poderosos como la base para la manipulación y la represión masiva del futuro con objetivos como exterminar a parte de la población mundial para hacer frente a “la sobrepoblación”.

En general el sustrato narrativo de esta conspirología viene a decir que los poderosos que ya controlan en cierta medida el mundo traman un plan de una inmensa complejidad y dificultad a escala mundial, con el absurdo objetivo de seguir controlando el mundo como hasta ahora.

Obras audiovisuales de referencia de esta vertiente son los documentales Zeitgeist Addendum, Agenda Esotérica y Thrive. Pequeñas derivadas de estos documentales además son muchos de los financiados por lobbies anticlimáticos relacionados con el patrocinio de energías fósiles como La gran farsa del calentamiento global producida por empresas pantalla relacionadas con petroleras británicas en 2007 o la neoantisemita “The American Dream Film” de Tad Lumpkin, producida por varios nombres habituales de la ultraderecha americana como Alex Jones, Ron Paul, Steve Bannon, Von Mises Institute, Our America, Freedom Watch, Cato, Right Network, C4L, Drudge Report, Libertarian o Stossel.

Las nuevas revisiones de este tipo de conspiracionismo han modificado la fórmula “nuevo orden mundial” por la palabra “globalismo” con la cual describen tanto al capitalismo como a cualquier clase de posicionamiento o evento relacionable con un ideario progresista.

Por ejemplo es “globalista” el Foro de Davos o el Banco Mundial pero también es “globalista” que el personaje de una serie sea mujer o LGTBIQA+. Las teorías extravagantes sobre la naturaleza de la Agenda 2030 son las que actualmente se encuentran de moda encabezando este sector y el documental español The Big Reset sobre la pandemia de 2020.

Uno de los orígenes de este conspiracionismo es la teoría antisemita. Los protocolos de los Sabios de Sión son un libro falso aparecido en Rusia en 1902 desde el entorno de la aristocracia zarista, que pretende emular las actas de una reunión clandestina entre judíos poderosos en la que se detallan los planes de una conspiración judeo-masónica y satanista para dominar el mundo.

Este incunable de la conspirología ha sido traducido a múltiples idiomas y llegó a Europa occidental a través de la diáspora de la nobleza y la burguesía rusa durante la revolución bolchevique, donde inspiró al nazismo, al fascismo, al franquismo y otros movimientos de ultraderecha. Las teorías de «El Gran Reemplazo», el Globalismo, el Nuevo Orden Mundial, el Big Reset y el Plan Kalergi son modernizaciones o actualizaciones de estas teorías que se integran en las corrientes misticistas o se quedan en las órbitas terrenales de lo científicamente posible dependiendo de doctrinas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, estas teorías fueron complementadas por el negacionismo del Holocausto comenzado por el colaborador nazi Harry Barnes y discípulos suyos como David Hoggan.

El conspiracionismo de transición entre lo geopolítico y lo místico, en el que podemos encuadrar al escritor JJ Benitez o a Iker Jiménez, incorpora a esta narración elementos esotéricos y de misterio. Aquí también se encuadran las teorías sobre la forma de la tierra y el dominio cósmico, teorías ufológicas, etc.

Todas estas están interconectadas entre si presentando un sentido común unívoco en el cual las teorías se sostienen la una a la otra de modo similar al de la ciencia objetiva pero obviando leyes o hipótesis sin intentar refutarlas. Por ejemplo, la teoría de los chemtrails, que se asienta sobre una premisa real (existen realmente aviones empleados por los ejércitos con una limitada capacidad de acción para alterar ligeramente el clima mediante la técnica conocida como “siembra de nubes”) sostiene que las estelas permanentes de los aviones (contrails) contienen elementos fumigados que buscan destruir la fertilidad de todas las especies vegetales y/o a los humanos que no estén modificadas genéticamente para resistirlos, se conecta con la teoría HAARP, unas antenas con las que EEUU monitorizaría el clima siendo capaz de generar tsunamis como el que atacó Japón y su planta de Fukushima en 2011 siendo estas estelas químicas el cableado que emplean las antenas HAARP para llevar su potencial destructivo a todos los puntos de la tierra.

Ambas teorías están conectadas también en una red de muchas otras existiendo escuelas distintas de conspiracionismo que discrepan y discuten las teorías más en alza.

Conspiracionismo místico

Es complejo disociar dónde termina y dónde empieza cada rama de la cultura puesto que habitualmente se entremezclan y se dividen por etapas de adoctrinamiento. Las principales teorías que rompen con la capa geopolítica y entran en el confuso terreno de la anticiencia son las que discuten la cosmogonía básica: la forma plana o hueca de La Tierra, la verdadera naturaleza de La Luna o incluso la teoría de la evolución.

Habitualmente surgen del rechazo al método científico desde los círculos exteriores de la academia y el descrédito científico desde los interiores a teorificaciones científicas que no son capaces de superar los exigentes filtros de la búsqueda de la verdad científica. En este primer nivel encontramos hoy ampliamente extendidas las teorías sobre la pandemia que van desde sus enfoques geopolíticos más y menos certeros hasta las más disparatadas ideas respecto a vacunas y origen del virus.

En un nivel mas profundo encontramos todo un sistema cultural abstracto y desestructurado de filosofías alternativas o “new age«. Desde Centros Sociales Okupados y Ecoaldeas hasta Herboristerías, Centros de Día o carísimos cursos al alcance de unos pocos donde gurús que mezclan diversas formas de creencias teosofistas inspiradas en las filosofías orientales (desde el Chakra hasta el Yogismo) así como precolombinas y eslavas (como Gurdjieff, Vasin y Sherbakov o las culturas maya y azteca) en una suerte de antropología práctica que trata de construir mitos paganos contemporáneos.

Esta comunidad se organiza en centros de meditación y sectas en muchos casos destructivas, centros de reiki, librerías alternativas, etc. Terminan siguiendo pautas e ideogramas que recuerdan a grupos extremistas religiosos de signo radical. Realmente son estos grupos quienes impulsan los movimientos que se oponen a la medicina mal llamada “occidental” e impulsan los movimientos antivacunas.

En España existen como referencias más comunes a Josep Pamies y Rafael Palacios. Es la parte fija y poco cambiante filosófico-científica de la teoría conspirativa cambiante geopolítica que acude como complemento novedoso y atrayente a estas ya antiguas y desgastadas filosofías místicas.

Conspiracionismo nacionalista

El conspiracionismo es en resumen una herramienta de creación narrativa ficcional con alto potencial para dirigir un discurso político que fácilmente sea asequible y asumible por la sociedad. Todas las ideologías se valen o se han valido de movimientos de esta clase para desplegar mensajes. En el caso de la izquierda, un sector cercano a las teorías altermundista New Age fueron una parte de las acampadas del llamado Movimeinto 15-M. Fundamentalmente el movimiento Zeitgeist (relacionado con su documental homónimo) y sectores relacionados con las bases sociales del Partido Pirata y Anonymous.

No obstante, como se ha demostrado ya ampliamente, son los movimientos de extrema derecha quienes mejor controlan esta herramienta narrativa. Todas las variantes del fenómeno presentan el propio sistema capitalista como un plan hábilmente diseñado por las élites mundiales donde todo encaja con todo hoy llamado “globalismo”.

Frente a este sistema global elitista la propia nación política y el estado se presentan como una garantía soberana y el propio carácter político de la nación y el estado como parte fundamental de estas mismas “élites globales” se atribuye a una mala orientación del mismo o de una perversión de estas élites mundiales sobre el propio estado.

El gobierno legítimo (cualquiera y en cualquier circunstancia) estaría siendo subvertido y tomado por unas élites mundiales abstractas que dependiendo de narración y narrador pueden llegar a tener nombres y apellidos (en algunos casos con especial preferencia por apellidos judíos como pudieran ser Rothschild o Soros, en otras versiones con otra clase de sesgos).

La ultraderecha ha moderado o suprimido sus posiciones antisemitas y potenciado posturas islamófobas desde finales del siglo XX, lo que se ha sostenido también sobre teorías conspirativas antimigratorias.

De entre estas la más popular es la del reemplazo migratorio demográfico. Esta teoría sugiere que la sociedad nativa está siendo o ha sido ya suprimida por la sociedad migrante de forma controlada y planificada por élites políticas en la sombra. La más conocida es el Plan Kalergi que alerta de un reemplazo demográfico islámico en Europa pero existen variantes de toda clase; en Reino Unido los habitantes del sur de Europa serían reemplazadores para la ultraderecha de UKIP, en Estados Unidos serían los hispanos según QAnon y por ejemplo en Cataluña, el FNC plantea una versión de esta teoría respecto a la inmigración castellanohablante.

No obstante todas estas corrientes coinciden en su adscripción a las teorías islamófobas.

Conspiracionismo y política

A menudo se presenta la idea de las fake news de la ultraderecha como un orden caótico de desinformación sin cuerpo ni sentido común estructurado, diluido de hecho en la propia noción de fake news como idea de desinformación.

Y esto nos aleja de la comprensión de su uso de esta herramienta de construcción narrativa y la implementación del conspiracionismo. No es el mismo fenómeno “la desinformación” como idea que la estrategia de desinformación de la ultraderecha” como campo de análisis del fenómeno político ultra.

Los medios de comunicación de masas tienden a presentar un relato propio en favor de determinados intereses habitualmente recurriendo a la desinformación y la manipulación para guiar a la opinión pública. En este juego la izquierda y la derecha discuten con medios de mayor o menor veracidad y rigor. Sin embargo la ultraderecha abdica del debate del rigor puesto que su estrategia se apoya totalmente sobre estas estructuras narratológicas.

Cuando Santiago Abascal hace referencias a la Agenda 2030 como un plan maligno elaborado, cuando habla de globalismo o explica teorías de reemplazo migratorio, habla a todo un cuerpo cultural y simbólico que trasciende fronteras de politización elemental que entiende que existe un plan maquiavélico para cometer tremendos crímenes imperdonables por medios surrealistas y propios de las obras de ficción.

La explicación infantilizada del poder como un ente inconcreto cuya sabiduría es inabarcable porque procede de las entrañas del mismo mal, frente a alguna clase de autoridad abstracta, emergida del pueblo como ente autolegítimo, cuya comprensión también escapa de los límites de lo racional es la estructura narrativa con la que el fascismo y la ultraderecha emergieron a principios del siglo XX recuperando teorías obsoletas y pseudocientíficas elitistas para su causa. Y es un punto de conexión entre su narrativa política y el absurdo existencial intrínseco a los sistemas de poder contemporáneos.

Cuando la ultraderecha apela al conspiracionismo, aunque sea de forma aislada y superficial, se hace referente de todo un cuerpo cultural inmenso en el que bucean desde las grandes piezas de ficción de nuestros tiempos hasta importantísimas obras de hip hop, arte pop, religiones o narradores y lectores de la autoayuda.

Buscando disputar el sentido común en un terreno que por definición abdica de la razón y busca respuesta sencillas a problemas complejos y que solo se les puede discutir señalando sus circunstanciales lazos con el poder económico mal llamado “globalista”.

La interpretación de la psicología política

Karl Popper acuñó el concepto de teoría conspirativa en su desarrollo de la idea de falsabilidad, esto es, la capacidad de una teoría o hipótesis de ser sometida a potenciales pruebas que la contradigan.

La psicología política general propone que la base argumental de la teoría conspirativa es el sesgo de confirmación, que sería la tendencia a buscar, investigar y reinterpretar de forma favorable a las propias creencias previas la base argumentativa o experimental de la teoría intentando defenderla en lugar de comprobar su validez mediante la falsabilidad de Popper y otras metodologías universalmente homologables del método científico. Además, la compulsión a la creencia en teorías conspirativas ha sido señalada como síntoma habitual en diferentes trastornos y enfermedades mentales.

Christopher Hitchens considera que las formas heredadas del estudio de la metafísica y la racionalidad falaz aplicada a los actuales ecosistemas de saturación y manipulación informativa generan inevitablemente esta clase de populismo precientífico que parte del cinismo y la desconfianza de la sociedad en las instituciones hegemónicas y autoridades civiles, políticas y científicas.

Phillip Zellikow y Graham Allison proponen que la clave del teorema del conspiracionismo está en su necesidad explicativa sobredimensionada. Pretenden que todo acontecimiento, suceso o causa presente en el mundo ordinario o extraordinario tenga una explicación racionalizada, descartando la irracionalidad o los sucesos ajenos al racionalismo humano.

Del conspiracionismo también se sale

Es posible abandonar estas filosofías pero la intención ha de partir de uno mismo desde el reconocimiento propio de formar parte de este sesgo, a lo que el ex-neonazi David Saavedra se refiere en sus memorias autobiográficas como “salir de la burbuja”.

Lo que no es siempre fácil cuando puede suponer la pérdida de amistades o la marginación de una comunidad, por no hablar del conflicto de identidad que supone. Además, incluso liberado de las corrientes doctrinales mayoritarias siempre es posible volver a caer en alguna tendencia puntual de los movimientos del conspiracionismo creyendo estar a salvo. Al final, nadie está libre de los tentáculos de esta filosofía.

Las principales entidades definidas como sectas en España son: El Opus Dei (con un importante papel en la sociología política de la derecha), El Yunque (germen de vox), Testigos de Jehová, Mormones, Moon (la iglesia anticomunista), La Cienciología, Niños de Dios, Hare Krishna, CEIS, Meditación Trascendental, Nueva Acrópolis, Nueva Era, la Iglesia Cristiana del Palmar, Ágora, Arco Iris, Curso de Milagros, Vipassana y Raschimura. Además, muchas pymes de herboristería terminan ocultando sociedades de esta clase bajo una apariencia afable e inofensiva.

Las Cortes Valencianas aprobaron en 2019 la petición al gobierno de una reforma del código penal para una ley anti-sectas desprendida de la PNL Marian Campello. No obstante la regulación actual permite a las sectas que emplean esta narratología prosperar y colonizar el juicio de alrededor de 400.000 personas en España. Partidos neonazis como Alianza Nacional, España 2000, Democracia Nacional, Hogar Social Madrid, Bastión Frontal o la Falange Española recogen varias de estas ideas místicas y se nutren de grupos esotéricos o geo-conspirativos siendo definidos habitualmente como sectas.

También se han definido como sectas (no sin polémicas o controversias) grupos de izquierdas o autodenominados de izquierdas cercanos a estos esquemas como el Frente Obrero (hoxhista), la UCE (maoista) o Sendero Luminoso (sandinista). En mundos pseudoacadémicos como el de las criptomonedas existen sectas financieras como IM Academy que se dedican a generar grupos de inversores jerarquizados. El portal HemeroSectas.org trata de reunir información sobre todas estas organizaciones y sus métodos para captar y lavar el cerebro a sus miembros.

Para evitar que el sesgo de confirmación se cierre entorno al individuo conspiranoico es necesario que se sienta acompañado en el proceso de transición hacia la racionalidad ordinaria. El estudio de la ciencia divulgativa y las dinámicas de socialización positiva pueden ayudar si bien a día de hoy las ciencias de la pedagogía no son capaces de abordar terapias objetivas que además terminan siendo contraproducentes, retroalimentando los sesgos y corren riesgo de vulnerar los derechos políticos y de creencias de la persona en proceso de sumergirse en el conspiracionismo.

La industria «magufa»

Los documentales conspirativos suelen abusar retóricamente de la máxima del periodismo de investigación “tras el rastro del dinero” para presentar sus argumentos o acusaciones. Aplicándoles esta doctrina, se observa que existen inmensas fortunas que se benefician directa o indirectamente del negocio: en un primer nivel están los autores.

Archiconocidos divulgadores como Deepak Chopra, Rhonda Byrne, Jiddu Krishnamurti, Bob Proctor, George Carlin. John Perkins, Jacque Fresco (ya fallecido), Alex Jones, Skye Byrne, Joe Vitale, Jesse Ventura, David Icke, Daniel Estulin, John Taylor Gatto, Pedro Baños, Nassim Haramein, James Gilliland, Giorgio A. Tsoukalos, Erich von Däniken, Steven M. Greer, Nick Pope, Alejandro Jodorowski, Enric Corbera, Ron Paul o youtubers como el español José Luis Camacho Espina y otros de los antes mencionados amasan (o amasaban) fortunas en el mundo de las novelas de autoayuda y no-ficción, documentales y otras formas de participación en venta directa de productos relativos a la conspirología.

Los herederos de la multinacional Procter & Gamble, Foster y Kimberly Gamble, son grandes inversores de esta clase de divulgación y autores del documental Thrive que incluye a muchas de estas personalidades. Peter Joseph, autor de Zeitgeist constituyó un movimiento político actualmente en decadencia que se conspira con el movimiento pirata con guiños evidentes a la ultraderecha antisemita y se adscribía en sus inicios al Proyecto Venus de Jacque Fresco, una empresa tecnológica que se dedica a las criptodivisas, la Inteligencia Artificial, la tecnoingenieria urbana y el desarrollo de Smart Cities.

Además participan de este negocio firmas como Contacto Interactivo Somos Consciencia propietaria de empresas tecnológicas y de homeopatía además de Pijamasurf (el principal portal conspirológico en español). También muchas firmas editoriales como Deseret Company de la iglesia mormona, las empresas asociadas a la Cienciología y distintas sectas, u otras grandes del negocio como Penguin House.

El documental negacionista de la pandemia, The Big Reset, es la aportación española a este mundo cinematográfico. Se inspira en la propuesta económica (ya en vía muerta) del “Gran Reinicio” del Foro Económico Mundial presentado por Carlos III de Inglaterra y su director Klaus Schwab en 2020 como respuesta ante la crisis sanitaria para acusar un complot mundial dirigido por China detrás de la pandemia.

Las empresas patrocinadoras que anuncia en su portal web son varias firmas homeopáticas como Pronatural o dreamsseler.org, desangrepura.com (vinculada a Josep Pamies), además de agencias de criptomoneda como Fractal Founds, el civil-mercantil Salinero Abogados, la empresa noruega 1o1 Barbers y otras firmas vinculadas a Falun Gong, un grupo de presión budista opositor al comunismo chino.

En la práctica, todos los grupos editoriales y empresas de productos homeopáticos (como Navarro) mantienen en mayor o menor medida una estructura financiera que oxigena esta cultura. Ya sea organizando charlas pseudocientíficas o editando material cultural, la oferta conspirológica conforma un mercado cultural que incluye también hasta espacios televisivos como Cuarto Milenio y Horizonte de Iker Jiménez en Mediaset, La Reunión Secreta del Doctor Gaona e innumerables documentales sobre ocultismo, pseudohistoria y ufología en cadenas secundarias del grupo A3Media como Dmax solo en el espacio de la TDT.

En Estados Unidos, la oferta televisiva es mucho mayor llegando a mezclarse en muchas ocasiones con la prensa de actualidad y teniendo presencia en prácticamente todos los canales de divulgación científica mainstream.

Imaginar una gran estructura planificada detrás de la conspirología que la emplea para ocultar alguna verdad oculta sería acabar cayendo en el mismo esquema mental conspirativo y en la metaconspirología. Por el contrario, la realidad es que opera más bien como un nicho de mercado que sostiene fortunas inmensas basadas en la retórica o directamente el discurso religioso.

Como tal, atrae a fortunas interesadas en el potencial de este mercado y, como marco narrativo, es instrumental a la asimilación social de determinados discursos políticos y religiosos. Igual que el funcionamiento tangible del sistema, la propia conspirología no tiene su origen en un gran complot desinformativo sino en un caótico encuentro de desinformaciones funcionales a determinados poderes aislados a lo largo de los siglos que absorben creencias de distintos sistemas culturales vigentes y que también evolucionan.

Este cajón desastre de creencias basadas en el sesgo de confirmación en cualquier caso ha generado a su alrededor una industria cultural que mueve grandes sumas de dinero y tiende a enroscarse en capitales religiosos y políticamente vinculados a la derecha y la extrema derecha, con honrosas excepciones.

Como pequeño contraejemplo de utilización doctrinal y divulgativa de esta cultura audiovisual y narrativa aprovechando los mismos cauces para hacer una crítica de izquierda socialdemócrata clásica al neoliberalismo de la Escuela de Chicago, tenemos a la periodista y cineasta quebequesa Naomi Klein.

Ella utiliza estos mismos códigos narrativos del populismo usado por el conspiracionismo para explicar en su libro y documental La Doctrina del Shock las estrategias geopolíticas y económicas de los economistas neoliberales. Incluso instruye al gran público desideologizado en conceptos contemporáneos de la economía política como la quiebra del keynesianismo o la participación del consenso neoliberal en el golpe de estado de Pinochet en Chile.

Otros como Cowspiracy de Kip Andersen i Keegan Kuhn se enmarcan también en ese ámbito de creación narrativa para explicar el impacto de la ganadería en la sostenibilidad ambiental.

Foto de portada compuesta de:

Conspiracionismo: el cajón desastre de la antipolítica

Denis Allso

Articulista. Estudiante de Ciencias Políticas. Activista y cofundador en varias organizaciones sociales y sindicales de izquierda valencianista. Primer coordinador de BEA en la UMH y ex-rider sindicado. Analizar al adversario es la única forma de no perder la perspectiva de lo que se hace y es un deber moral cuando de ello dependen las vidas de las personas más vulnerables.

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