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Y el congreso tocó fondo: crónica de la moción de censura

El Congreso de los Diputados ha vivido por segunda vez esta legislatura un trámite de moción de censura contra el gobierno, presentada a poco más de medio año de las elecciones, contra Pedro Sánchez. El candidato de esta moción de censura no ha sido otro que el histórico de la Transición Ramón Tamames a iniciativa del partido de ultraderecha Vox.

Tamames es un candidato lleno de claroscuros que, revivificado por el aura misteriosa de los hombres de la transición democrática, ha recordado cuan oscuro y turbulento fue ese momento, con una historia personal llena de transfuguismo y pasión por el dinero.

Sin ninguna sorpresa y como se esperaba, la moción ha sido sonoramente rechazada, recabando 53 votos a favor, 201 votos en contra y 91 abstenciones. Un resultado de lo más previsible ante una moción que se preveía como un juego de Vox, una oportunidad para captar la atención de los focos durante unos meses tras los constantes problemas que ha atravesado la formación ultraderechista.

Muy en contra de sus planes, la moción de censura puede no haber servido de nada a los ultraconservadores y, en cambio, si ha servido para reforzar a sus rivales políticos a un lado del espectro u otro.

Una moción de censura para la historia negra

La sexta moción de censura de la democracia reciente ha sido sin lugar a dudas la que más desventuradas páginas deje para la historia y las actas del diario de sesiones. La moción de 1980 sirvió como puerta a un nuevo sistema político que apartaría al presidente Adolfo Suárez encumbrando a Felipe González y Manuel Fraga que la utilizaron de punto de inflexión para hegemonizar sus espacios, dando lugar al bipartidismo PP-PSOE que existe a día de hoy en España.

La de 1987 de Hernández Mancha era hasta ahora la moción más nefasta para sus proponentes por detalles minuciosos a vista de hoy como la confusión del aspirante de los términos en latín “miles” y “militantes”. La de Pablo Iglesias en 2017 quedó lejos de ser una jugada política eficiente pero salvó los muebles gracias al apoyo de la periferia política de la izquierda.

En 2018, Pedro Sánchez llegó a la Moncloa gracias a la primera moción de censura triunfadora de la historia de España. En 2020, Abascal cosechó una moción de censura bronca y gris en un tono conspirativo que tampoco recibió más apoyos que los de su propio grupo parlamentario.

La moción que de este 21 al 22 de marzo de 2023 ha sido la primera en la historia definida como bochornosa por analistas profesionales y amateurs de todo color político. Ya antes de desarrollarse el trámite, amigos personales del propio profesor como Pedro Jota Ramírez tachaban el trámite de “mascarada” por su mero planteamiento.

El partido de Santiago Abascal embarró a la hora de buscar candidatos para la moción de censura tras el fracaso mediático que siguió a la suya propia de 2020, trámite al que en algún momento se sumó Inés Arrimadas y que nacía con la negativa del PP desde el principio. En las conversaciones, en las que Vox buscaba algún perfil relevante e histórico como Leguina, Felipe González o Alfonso Guerra, los de Abascal pudieron medir la soledad en la que vive actualmente el proyecto en las negativas de tantos hombres importantes que frecuentan sus cenas y reuniones privadas.

Aunque en los últimos tiempos se abunde mucho en la bajeza dialéctica en la cámara baja, en esta ocasión se ha podido presenciar dos sesiones insoportables en las que puede haber tocado fondo. El diputado Ferrán Bel del PdCat ironizó al respecto que «Nunca jamás volveré a decir que en este Congreso ya lo he visto todo”.

Y es que el candidato divagó sin presentar programa alternativo alguno convirtiendo la sesión en una clase magistral de incoherencias, falsedades y egocentrismo.

Hablan los líderes

El editorial en el que el director de El Español imploraba a Tamames no prestarse a esta moción ha resultado benevolente respecto al espectáculo presenciado. La introdujo Abascal en un tono calcado a cualquiera de sus intervenciones parlamentarias anteriores que prácticamente han sido la misma intervención repetida una y otra vez recuperando grandes éxitos conspirológicos como la Agenda 2030 y el coronavirus creado en China.

Sánchez mantuvo un perfil bajo en una intervención demasiado larga y medida, saliendo muy vivo y arropado por el sentido común de la cámara. Fue inéditamente interrumpido por el candidato proponente quien se mostró desubicado en todo momento y afeó al presidente que su intervención era “demasiado larga”, momento que hoy ha aprovechado para reprochar al aspirante que a diferencia de este “se toma en serio al parlamento”.

La gran beneficiada de la moción según las principales corrientes mediáticas fue la vicepresidenta Yolanda Díaz quien se apartó de la imagen comedida en el liderazgo de Sumar y recordó en su desenvoltura a su etapa autonómica como azote parlamentario de Alberto Núñez-Feijóo en Galicia.

Además reivindicó con especial énfasis la gestión de las ministras Montero y Belarra y ofreció un rol de liderazgo en la izquierda parlamentaria nunca antes escenificado que mostró una cohesión interna también sorprendente: se vio a Joan Baldoví (Compromís) más subversivo, a Íñigo Errejón (Más Madrid) más clásico, a una Irene Montero que sacó sus garras al PSOE pidiéndole mayor valentía frente a la ultraderecha y a Gabriel Rufián (ERC) y la Maite Aizpurua (EH Bildu) más pedagógicos siendo afectuosamente recibidos por la bancada de Podemos. La izquierda se vistió de gala para la ocasión y ungió el liderazgo de Díaz.

La derecha por el contrario mostró una gran quiebra interna: Inés Arrimadas, impulsora inicial de la moción, quedó desdibujada en sus dos intervenciones en las que puso énfasis en borrarse y recurrió a lugares comunes del discurso electoral. El Partido Popular ha intentado mostrar su perfil más bajo, Alberto Núñez-Feijóo se borró del acto y Cuca Gamarra intentó diferenciar al máximo al candidato y grupo proponente en una estrategia totalmente opuesta a la moción de censura de Santiago Abascal en 2020 en la que Pablo Casado fue visto como ganador con una retórica firme contra Vox.

El delirante discurso de Tamames

El candidato Tamames fue claramente el menos comedido de la derecha. Afirmó en su primera intervención que la Guerra Civil comenzó en 1934 instigada por Largo Caballero, que España “regala agua a Portugal” y tropezó una serie de propuestas de corte panhispanista sin ningún hilo conductor programático que daban una sensación de absoluto caos de ideas y ocurrencias poco lúcidas.

Un momento de especial espanto fue cuando, bebiendo de los mitos fundaciones del nacionalismo español, utilizó a Isabel la Católica como ejemplo de igualdad y ariete contra el feminismo. Una intervención con muy poco rigor y con ideas inconexas que no servían de argumento pero que valían para recoger el aplauso de Vox por la simple mención de esta.

En su última intervención ha llegado a comparar su invitación por parte de Vox al Congreso con “cuando los militares invitaron al economista brasileño Celso Furtado a hablar cuando la dictadura militar” comparando al partido de Abascal con la dictadura militar de Humberto de Alencar Castelo Branco.

Sorprendía el propio Tamames al rechazar el apelativo «fascista» para referirse a Vox y la extrema derecha, aceptando en cambio el adjetivo «elitistas» o «neoconservadores», aceptando a su vez por ende cómo estas formaciones están aquí para la extensión y defensa de las élites sociales. Algo lógico pero rechazado en el argumentario de la extrema derecha, que se hace pasar por popular.

Además, repasó otros lugares comunes de la ultraderecha llegando a contradecir la jerarquización étnica panhispanista de Vox con declaraciones racistas como que los hispanoamericanos nada más llegar encuentran trabajo a diferencia de los españoles o que “las bandas latinas” son un problema social de primer orden atribuyéndoles “7 víctimas mortales en 2022”.

Destacó también Iván Espinosa de los Monteros, generalmente buen orador, al no entender el funcionamiento del ciclo del agua y pensar que el fin de los ríos en el mar significa desaprovechar recursos de manera intencional. Un desconocimiento de física básica a la altura del negacionismo científico que la formación ultraderechista suele gastar.

Una moción de censura dirigida por Fernando Sánchez-Dragó y producida por Pedro Sánchez

La moción de Vox probablemente iba a quedar en el olvido al contrastar sus planes con su impotencia para llevarlos a cabo pero Pedro Sánchez tendió una trampa a los de Abascal con el desafío clásico de la masculinidad frágil: “no tienes lo que hay que tener” les vino a reprochar durante la sesión de control de finales de enero su dilación para presentar la moción de censura con un “espabile, que se les echa el tiempo encima” que puso en alerta máxima la credibilidad pública del partido.

En una comida con Abascal, Fernando Sánchez-Dragó, amigo de Tamames desde hace 70 años y con quien fue detenido durante los sucesos de 1956, tuvo la idea del golpe de efecto: podía convencer al catedrático para encabezar la última gran performance dirigida por el escritor esotérico.

Ramón Tamames como ya expusimos en su biografía crítica tiene antecedentes tránsfugas en mociones de censura como cuando en 1989 se unió a la CDS después de ser elegido por IU para desalojar al alcalde socialista Juan Barranco del cargo.

Un personaje que vio su última oportunidad de figurar en la historia de España y que aceptó ser candidato por un partido con el que difiere en bastante puntos. Pero quizás no solo era un tema de vanidad, si no también de negocio, poniendo a la venta hoy mismo su moción de censura en formato libro y asegurando que escribirá un libro sobre el tema.

Parece que Tamames será uno de los pocos que ha sacado provecho de la moción, no como un Vox que sigue en caída y un bloque de izquierdas que se ha fortalecido por la inútil mascarada ultraderechista.

Y el congreso tocó fondo: crónica de la moción de censura 

Denis Allso

Articulista. Estudiante de Ciencias Políticas. Activista y cofundador en varias organizaciones sociales y sindicales de izquierda valencianista. Primer coordinador de BEA en la UMH y ex-rider sindicado. Analizar al adversario es la única forma de no perder la perspectiva de lo que se hace y es un deber moral cuando de ello dependen las vidas de las personas más vulnerables.

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