Black Lives Matter y el racismo estructural
El homicidio de George Floyd, un hombre negro de 46 años, a manos de un agente de policía blanco por estrangulamiento mediante una maniobra de inmovilización en la calle a plena luz del día en la ciudad de Minneapolis, Minnesota, en Estados Unidos, ha hecho estallar el país en la indignación absoluta. Protestas, concentraciones y disturbios de todo tipo han sacudido todo el territorio estadounidense. Incluso se han vivido manifestaciones de apoyo en otros países del mundo en contra del racismo. De entre todos los lemas coreados, uno resuena con especial fuerza: Black Lives Matter, que en castellano significa “Las Vidas Negras Importan”.
Resulta evidente que un país no se incendia de esta manera por un único hecho. En realidad, el caso de George Floyd no ha sido sino la chispa en un mar de gasolina. No se trata únicamente de que los datos sobre abusos policiales a la población negra sean considerablemente mayores que sobre las personas blancas (datos de 2016 reflejan que, de todos los asesinatos cometidos por la policía estadounidense, aproximadamente el 26% correspondían a personas afroamericanas). Tampoco se trata de la increíble lista de asesinatos con amplia impunidad pertrechados por policías a gente negra que no había hecho nada ni era sospechosa de cometer delitos.
Estos ejemplos son únicamente la punta del iceberg de toda una serie de desigualdades que sufren las personas en Estados Unidos en función de su color de piel y que impregna todos los ámbitos de la sociedad estadounidense. Es decir, el racismo no es un problema puntual o individual, sino que es estructural. Que es lo que denuncia el movimiento Black Lives Matter.
Hay datos que indican que el 21% de personas negras viven en situación de pobreza, en contraste con el 8% de la población blanca. Otra serie de trabajos concluyen que el racismo estructural genera desigualdades en el tipo de barrio en el que residen, en el nivel de riqueza, en los efectos de la crisis económica de 2008, a la hora de pedir un crédito al banco, en el centro escolar, en recibir castigos por parte del profesorado, en detención de delitos por posesión de drogas (a pesar de que la población blanca consume más), en la longitud de las sentencias de prisión o en conseguir un empleo.
Lo que cabe preguntarse es de dónde procede este racismo estructural y por qué, en pleno siglo XXI, sigue dándose y muy especialmente en la población negra por encima de otros colectivos racializados como la gente hispana o asiática.
La esclavitud en la América del norte
Es de conocimiento general de que entre los siglos XVII y XIX la esclavitud era legal ya en la América británica, cuando Estados Unidos todavía pertenecía al Imperio Británico. Los colonos que se asentaron en la costa este del continente transportaban mano de obra esclava principalmente desde África para realizar labores del campo, trabajar la tierra y/o realizar tareas domésticas.
Se estima que la población esclava importada a Estados Unidos desde 1619 hasta 1863 (cuando la esclavitud fue abolida) fue de 597.000 personas negras, aproximadamente un 5% del total del continente. No obstante, la mayor calidad de vida en esta parte de América con respecto al Caribe español y al Brasil portugués hizo que la tasa de crecimiento fuera considerablemente más elevada.
Los cálculos indican que, aproximadamente, en Estados Unidos había 1.300.000 esclavos negros a mediados de la segunda década del siglo XIX, sobre un total de 8.500.000 de habitantes (es decir, 15%). Solamente unas 200.000 personas negras eran libres. La mano de obra esclava, además, crecía a una velocidad muy superior a cualquier otro estado europeo
Además, la esclavitud tenía una distribución geográfica desigual, siendo testimonial en los Estados del norte frente al sur, donde en Estados como Virginia podían llegar a ser la mitad de su población.
La población esclava no disfrutaba de ningún derecho civil. Podían ser vendidos como un objeto. No podían ejercer acciones legales, como contratos, casarse o tener propiedades. Su situación vital dependía enteramente de la voluntad de sus “amos”. Por supuesto, no podían abandonar su puesto.
A pesar de que finalmente el comercio de esclavos se abolió en 1807 con el Acta del Comercio de Esclavos, el tráfico de seres humanos continuó, pues la economía sureña se basaba en el sistema de plantaciones de algodón y tabaco, totalmente dependiente de mano de obra esclava. Plantaciones en manos de unas pocas familias ricas terratenientes que dominaban la economía y la sociedad de esa parte del continente.
Es a lo largo de estas décadas cuando se cimentó una serie de valores e ideas que arraigaron en la cultura norteamericana y que sentaron un poderoso precedente que conviene conocer para entender el racismo de hoy en día. Los estados del sur prácticamente no cuestionaron que su riqueza procediera de la explotación y, más bien al contrario, construyeron sus propios argumentos políticos e ideológicos para justificar esta discriminación, argumentos basados en la supuesta superioridad racial y religiosa. Que, a su vez, sentaría todo un precedente para el desarrollo de la ultraderecha en Europa. Básicamente, los negros eran inferiores a los blancos y la esclavitud era por obra y gracia de Dios. Como siempre, la pseudociencia va de la mano con este tipo de alegatos.
Por su parte, aunque en el norte apenas existía esclavitud, la población negra sí que sufría discriminaciones basadas en la segregación racial. Esto se reflejaba en, por ejemplo, la separación de los espacios públicos y la restricción de determinados derechos. Pese a ello, la mentalidad contraria al esclavismo cobró fuerza y en 1833 se creó la Asociación Anti-esclavista Americana, también en consonancia por otras luchas por los derechos civiles y la igualdad que destacaron en la época.
Unos años antes, en 1820, se llegó al compromiso, a través de la conocida línea Masson-Dixon, de diferenciar entre Estados esclavistas de no esclavistas en un intento por resolver este inevitable choque de trenes. Sin embargo, la progresiva expansión de los Estados Unidos hacia el oeste provocó una carrera para expandir el territorio de cada bando.
En 1854 se aprobó que sería la gente de cada Estado la que decidiera el modelo a seguir, pero eso también provocó fuertes divisiones.
La victoria de Abraham Lincoln en 1860 por parte del Partido Republicano, entonces abanderado de la causa anti-esclavista, desembocó en una guerra civil llamada Guerra de Secesión (1861 – 1865), en la cual los Estados del sur intentaron crear su propia nación para proteger sus privilegios, los Estados Confederados de América. En 1865 perdieron y la esclavitud fue abolida.
No obstante, las causas de la guerra escondían también innumerables intereses económicos. El sur era partidario de abrir el comercio al exterior y poseía una amplia industria y mano de obra que los hacía mucho más autosuficientes. El norte, por otro lado, era dependiente del sur y asumía una política más proteccionista. Por lo tanto, a la postre, la situación de la población negra no mejoraría sustancialmente.
La Reconstrucción y la generalización de la segregación racial
Durante los siguientes años, el Partido Republicano aprobó leyes para mejorar la situación de la población negra, aprovechando su victoria en la Guerra Civil. Así, se aprobó la Ley de Derechos Civiles de 1866 y en 1868 la Decimocuarta enmienda de la Constitución les otorgó la ciudadanía. Con la Decimoquinta enmienda, pudieron empezar a votar. Es lo que se llamó la Era de la Reconstrucción.
Esto fue demasiado al parecer para cierto sector conservador de la población que se empezó a agrupar alrededor de organizaciones supremacistas blancas como la Liga Blanca, las Camisas Rojas o el Ku Kux Klan. Estos colectivos, apoyados por terratenientes y familias ricas, provocaron actos violentos y agresiones racistas, buscando activamente la restricción de los derechos de las personas negras como, por ejemplo, el derecho a portar armas.
En 1877, sucedió un evento que lo cambió todo, el llamado Compromiso 1877. Las elecciones sufrieron diversas irregularidades y, ante el tenso clima que impregnaba todavía la sociedad, el Partido Republicano pactó con el Partido Demócrata la presidencia, con su candidato Rutheford B. Hayes, a cambio de asumir buena parte de las exigencias demócratas.
Estas exigencias suponían la restauración de la influencia de los estados en las leyes de discriminación y segregación racial. Hay que recordar que esto ya era legal y permitido en los estados del norte, por lo que, sin la tutela de dichos estados establecida a raíz de su victoria en la guerra civil, el Partido Demócrata impuso leyes que ahondaron en la marginación de la población negra, las llamadas leyes de Jim Crow. El lema era “Separate but equal” (Separados pero iguales, en castellano). Racismo en toda regla.
Así, los gobiernos de estos estados se preocuparon de apartar a la gente negra de todos los estamentos sociales, no solamente físicamente sino también financiando, apoyando e impulsando más aquellos espacios donde la población blanca ejercía sus derechos. Por ejemplo, a la ciudadanía negra se le dificultaba mucho ejercer su derecho a voto.
Una cuestión importante a tener en cuenta es que a lo largo de esas décadas se había construido una cultura y una sociedad ampliamente racista que aceptaba de manera conformista estos hechos. Incluso cuando las leyes no lo explicitaban como tal, se daba por hecho que personas negras y blancas iban por caminos distintos. Se trata de siglos de racismo pasados de generación en generación y reflejados tanto en la cotidianeidad como en las expresiones culturales y artísticas.
La aparición de las tesis del darwinismo social y de la eugenesia, hoy consideradas pseudociencias, facilitaron que esta segregación, así como otras discriminaciones a lo largo del mundo, se revistieran de argumentos científicos, justificando medidas tan horribles como la esterilización de la población no considerada apta (casualmente gente no blanca).
La segregación racial no desaparecería hasta 1964.
El Movimiento por los Derechos Civiles. ¿El primer Black Lives Matter?
La lucha de la población afrodescendiente de Estados Unidos para acabar con el racismo siempre ha existido, de un modo u otro, en forma de acciones como boicots, concentraciones y demás, especialmente entre los años 30 y 40. De hecho, en 1909 se fundó la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP, en castellano Asociación Nacional por el Avance de la Gente de Color). Antecedentes pueden verse incluso desde el mismo comienzo de la esclavitud. No obstante, es acabada la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) cuando la cuestión empezó a tornarse más seria.
En este contexto, se vivieron diversas circunstancias que favorecieron la aparición del Movimiento por los Derechos Civiles. Una de ellas es que la guerra, por un lado, había dejado a las principales potencias europeas sumida en una profunda crisis económica, social y política; y, por otro lado, el fascismo y el nazismo hundieron en la impopularidad cualquier ideología afín a la ultraderecha, incluyendo el racismo.
Este hecho provocó que se diera en todo el mundo un proceso de descolonización que ya había empezado el siglo anterior pero que ahora se hacía inevitable. No se trataba únicamente de que las principales potencias mundiales ya no podían mantener sus ínfulas imperialistas, sino que tratar de hacerlo implicaba una profunda contradicción con los valores que supuestamente promulgaban. ¿Con qué cara una auto-proclamada democracia que se vanagloriaba de haber derrotado al fascismo podía seguir permitiendo el dominio de territorios a través de colonias?
Otra de las circunstancias que tuvo gran importancia fue que en la guerra había participado también un alto porcentaje de población negra. Debido a este servicio militar y a haber sacrificado sus vidas del mismo modo que la gente blanca, comenzaron a argumentar que se habían ganado tener también los mismos derechos. De hecho, en 1948 se aprobó el fin de la segregación racial en el ejército.
Así, tras la guerra las reivindicaciones contra el racismo sufrieron un aumento exponencial.
El hito lo marcó la conocida activista Rosa Parks quien, en 1955, decidió no levantarse del asiento de un autobús público en Montgomery que estaba reservado para personas blancas. Debido a esto, fue condenada y sentenciada por desorden público. Un joven pastor llamado Martin Luther King organizó junto a otros líderes activistas negros un boicot a la empresa de autobuses que duró 381 días, hasta que se abolió la segregación en el transporte, restaurantes, escuelas y otros lugares públicos. Los boicoteadores fueron objeto constante de agresiones físicas, pero el conjunto de los 40.000 negros de la ciudad siguieron con su protesta, llegando en ocasiones a caminar hasta 30 kilómetros para desplazarse. Había nacido el Movimiento por los Derechos Civiles para combatir el racismo.
En medio de un tenso y violento ambiente callejero, un clima político acalorado e inquisitivo debido a la Guerra Fría y a la Guerra de Vietnam y la existencia de una amplia corriente contracultural que desafiaba el establishment estadounidense, el Movimiento por los Derechos Civiles protagonizó manifestaciones, concentraciones, marchas, protestas, ocupaciones de lugares públicos, disturbios, huelgas y un sinfín de alegatos que marcaron para siempre la Historia del país. La violencia y la impunidad policial fueron una constante. Personalidades como Martin Luther King o Malcom X se convirtieron en portavoces visibles del movimiento, al tiempo que otras como John Lennon y su grupo The Beatles, aunque blancos, contribuyeron a visibilizar el movimiento a nivel internacional y entre la gente no negra.
Las movilizaciones en el Mississipi, el movimiento de Albany, la campaña de Birmingham o la marcha sobre Washington fueron sus acciones más conocidas y en las que se consiguieron objetivos históricos, movilizando a cientos de miles de personas. En esta última, el 28 de agosto de 1963, y que culminó en el Lincoln Memorial (hace unos días repleto de militares) es donde Martin Luther King pronunciaría su famoso discurso “Yo tengo un sueño”.
Entre los años 60 y parte de los 70 también se utilizó el eslogan Black Power (Poder Negro) simbolizado con el puño en alto para enfatizar el orgullo racial de pertenencia a la identidad negra y que se reflejó en el desarrollo de actividades, expresiones artísticas y culturales y el fomento de la autonomía de colectivos racializados. Es decir, se puso el énfasis no en querer ser iguales a las personas blancas, sino en conseguir los mismos derechos conservando su propia identidad, valores y cultura. Los métodos asociados a Poder Negro tuvieron gran impacto e influencia en los métodos empleados por movimientos posteriores, como el feminismo o el Black Lives Matter.
El cambio de signo del Partido Demócrata, gracias en parte al presidente John F. Kennedy y su sucesor Lyndon Johnson, llevó a la aprobación en 1964 de la Ley de Derechos Civiles y en 1965 la Ley de Derecho al Voto que supusieron el fin de la segregación racial y un gran avance en la lucha contra el racismo.
Un dato interesante y que refleja el clima de la época es que buena parte de los nombres citados en el artículo, como Martin Luther King, Jhon Lennon, Malcom X o John F. Kennedy murieron asesinados.
Racismo y años 70, 80 y 90
Tras las numerosas victorias contra el racismo conseguidas por las protestas civiles, la situación se fue calmando. Por un lado por los logros conseguidos, por otro lado porque el fin de la segregación no supuso el fin de las desigualdades, así que buena parte de la población blanca simplemente lo aceptó.
Estados Unidos continuó arrastrando una poderosa realidad: la pobreza, la falta de educación y de cobertura sanitarias, la disfuncionalidad familiar, los gethos… no iban a desaparecer con la aprobación de unas leyes, sino que se encontraban profundamente arraigados en la población no blanca tras siglos de discriminación y de anclaje de estereotipos racistas.
La crisis de los años 70 debido a la subida de precios del petróleo hizo que se diera una vuelta de tuerca a la situación política, llevando al poder a partidos que esgrimían políticas sociales y económicas muy conservadoras, auspiciadas por la Escuela de Austria y de Chicago, en lo que se conoce como neoliberalismo. Estas políticas tuvieron sus máximos representantes en Margaret Tatcher en Reino Unido y en Ronald Reagan en Estados Unidos.
Esta vez, la desigualdad también ahondó en la población blanca, que tuvo que coexistir con el hecho de que las personas negras ya podían acceder a sus mismos puestos de trabajo, sus mismos barrios o comprarse un coche mejor. Este fin progresivo de diferenciación entre “clases medias” y “clases bajas” en función del color de la piel trajo un sinfín de tensiones raciales de nuevo, así como el auge de grupos ultraderechistas. Urbanizaciones y ciudades, en la práctica, favorecieron la separación de barrios en función del porcentaje de población no blanca. Baltimore o Ferguson son claros ejemplos de esto.
Célebre es el caso del taxista Rodney King, quien en 1991 fue grabado siendo apaleado por la policía estando esposado. Los vídeos recorrieron el país generando indignación, especialmente ante el veredicto de absolución para los agentes, provocando disturbios durante seis días en 1992.
Así, durante los 80 y los 90 se produjeron una serie de disturbios relacionados con casos de racismo entre la policía y las comunidades minoritarias. Los disturbios de Miami en 1980 fueron catalizados por el asesinato de un automovilista afroamericano por cuatro policías blancos de la policía de Miami-Dade. Posteriormente fueron absueltos por cargos de homicidio involuntario y manipulación de pruebas.
Destacar que, durante estas décadas se vivieron expresiones artísticas y culturales muy diversas, especialmente en la música con el rap y el hip hop, o en cine y televisión como diferentes series de comedia de situación o sitcom protagonizadas por personas negras, entre las que destaca The Bill Cosby Show, Family Matters o The Fresh Prince of Bel-Air, donde se abordaron estas temáticas desde un punto de vista lúdico.
También en estas décadas se vive cierta interseccionalidad en las luchas sociales, concepto acuñado en 1989 que defiende que las opresiones y discriminaciones sociales comparten nexos comunes. Surge así por ejemplo el feminismo negro.
Black Lives Matter
La elección presidencial de Barack Obama en 2008 fue todo un acontecimiento en la Historia de Estados Unidos, siendo el primer presidente negro en llegar a la Casa Blanca.
No obstante, como él mismo hizo notar en un discurso en 2012, esta elección no significaba que el racismo estructural hubiera desaparecido en el país.
El movimiento Black Live Matter comenzó en el año 2013 con la absolución de George Zimmerman, el agente de policía que fue absuelto de asesinar de un disparo a Trayvorn Martin, un chico negro de 17 años que regresaba comenzada la noche a casa de unos familiares después de haber salido a comprar un refresco y una bolsa de dulces en 2012. Conscientes de la tremenda injusticia que sufría él y en general la población afrodescendiente, se llamó a una protesta en redes sociales con el hastag #BlackLivesMatter.
Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi, tres líderes de la comunidad afro-americana que se conocieron en el Black Organizing for Leadership & Dignity (en castellano Organización Afroamericana para el Liderazgo y la Dignidad) decidieron promover esta campaña para responder al caso de racismo de Trayvorn a modo de protesta. En aquel momento, Estados Unidos y muy buena parte del mundo vivía oleadas de protestas con motivo de los efectos de la crisis financiera de 2008, como el movimiento #OccupyWallStreet, además de un crecimiento de movimientos como el feminismo o el activismo LGBT, que empezaban a copar la agenda social y política.
Así, empleando tácticas parecidas (que empleaban principalmente las redes sociales, como Twitter y Facebook) e inspiradas en el Movimiento por los Derechos Civiles y en la idea de Poder Negro, tuvieron un notable éxito.
En agosto de 2014, miembros de Black Lives Matter organizaron su primera protesta en todo el país, en forma de una «Caravana por la Libertad, Black Lives Matter» en Ferguson, Missouri, después del asesinato de Michael Brown. Más de 500 personas asistieron para participar en las manifestaciones. Black Lives Matter fue uno de los grupos mejor organizados y más visibles, llegando a ser reconocido como un símbolo.
Entre 2014 y 2020, han organizado más de 1.000 acciones de protesta, generalmente tras alguna injusticia manifiesta relacionada con el racismo, como homicidios de personas negras a manos de agentes de policía. Casos como el de Eric Garner, Breonna Taylor o Freddie Gray son algunos notables ejemplos.
No obstante, el movimiento Black Lives Matter también se ha caracterizado por su interseccionalidad. Así, ha apoyado causas como el activismo LGTB, a las personas con diversidad funcional, migrantes, las mujeres y otros colectivos minoritarios. Así lo ha expresado de manera contundente una de sus fundadoras, señalando que la «violencia del Estado» se manifiesta en múltiples formas y en discriminaciones.
En resumen, Black Lives Matter no es más que la respuesta de la sociedad ante el racismo instaurado en la sociedad y la cultura de Estados Unidos. Una respuesta que traspasa fronteras y trata de hacer recordar que ese mismo racismo estructural lo sufre el mundo entero como consecuencia inevitable de su oscuro pasado y de ciertos grupos que hacen lo posible por no perder sus privilegios azotando los impulsos y los miedos más primarios de la gente con todos los medios que tienen a su alcance.
Porque sí, todo el mundo entiende que todas las vidas importan. Pero, en la práctica y por desgracia, unas importan más que otras.
Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.