Trump reemplaza a altos cargos del Pentágono tras su derrota electoral
Donald Trump ha demostrado en los últimos días que no sabe aceptar la derrota. Su intento de aferrarse al poder por todos los medios posibles ha pasado por diferentes etapas: primero anunció que pondría en manos del Tribunal Supremo los resultados electorales por presunto fraude, posteriormente se ha negado a facilitar a Biden los informes de Inteligencia, como es tradición en el proceso de transición entre administraciones estadounidenses, y ahora está designando nuevos dirigentes civiles en el Pentágono. El temor generalizado es que, incapaz de admitir su legítima salida de la Casa Blanca, intente utilizar el ejército en las calles.
El simple hecho de que quepa esta posibilidad parece poner a Estados Unidos al nivel de países con procesos democráticos débiles. Trump acaba de poner en duda que su país sea el principal adalid de las libertades y del respeto a la voluntad de sus ciudadanos, cualidades de las que Estados Unidos ha presumido durante décadas.
El Departamento de Defensa estadounidense
La súbita destitución del secretario de Defensa, Mark Esper, que el presidente anunció a través de Twitter el pasado lunes, intenta poner en jaque el traspaso de poder en una acción inusual en el relevo de la presidencia. Posteriormente, otros tres cargos técnicos del Pentágono sufrieron reemplazos. Tanto la jefa de gabinete de Esper, Jen Stewar, como el subsecretario de política, James Anderson, y el de inteligencia, Joseph Kernan, presentaron su renuncia ante la desconfianza hacia el nuevo jefe interino, Christopher Miller.
Los sustitutos son republicanos extremistas que también podrían considerarse trumpistas leales. A Miller, exdirector del Centro Nacional Controterrorista, se le reprocha su inexperiencia; el nuevo jefe de gabinete, Kash Patel, fue una de las piezas clave para desacreditar la injerencia rusa de las elecciones presidenciales de 2016; Anthony Tata, quien en su día calificó a Barack Obama como “líder terrorista”, es un general de brigada retirado, novelista y ex colaborador de la Fox, intentó conseguir la aprobación del Senado para optar a un alto cargo en el Pentágono pero no la consiguió por los tweets islamofóbicos que había publicado; y Ezra Cohen-Watnick fue ayudante del primer consejero de seguridad de la administración Trump, Michael Flynn, quien se declaró culpable de perjurio.
Estos apropiados desplazamientos del poder en el Pentágono para Trump se unen al control que ejerce sobre el Departamento de Justicia, las 17 agencias de Inteligencia de Estados Unidos, el Departamento de Estado y su partido, donde 49 de los 53 senadores republicanos no reconocen la victoria electoral de Biden. La importancia del Departamento de Defensa estadounidense es sustancial, dado que se trata de la fuerza militar más poderosa del mundo, cuyo presupuesto es el 37% de todo el gasto militar del planeta, según el Instituto para la Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI).
Las reacciones
Los demócratas están alarmados ante estas modificaciones de última hora e inmediatamente pidieron explicaciones. “Nos encontramos en un escenario inexplorado”, afirmaba el senador Mark Warner, máximo dirigente demócrata en el comité de Inteligencia de la cámara. Pero también un amplio sector republicano reprueba el comportamiento del actual presidente.
Muchos ven que el miedo a que Trump despliegue el ejército en las calles no es descabellado, dado que ya lo intentó cuando Esper entró en el terreno de la enemistad con el presidente, tras su negativa a aplicar la Insurrection Act, ley excepcional de 1807 que otorga al presidente la potestad de enviar soldados para resolver conflictos internos, con la cual pretendía reprimir las protestas contra el racismo del movimiento Black Lives Matter. “Estos son movimientos de dictador”, ha declarado un oficial del ejército estadounidense a la CNN.
No obstante, cabe señalar que, según los expertos en defensa, estos nombramientos no tendrán mucho recorrido a la hora de utilizar sus cargos para beneficiar al actual presidente. Por lo general, los militares evitan implicarse en asuntos como el relevo de de la presidencia, que podrían considerarse domésticos.
Aunque, al mismo tiempo, Trump podría engrosar la lista de destituciones. Entre los posibles perjudicados se encuentran el máximo responsable de la Junta de Jefes de Estado Mayor, el general Mark Milley, quien pidió disculpas por acompañar al presidente a hacerse una foto con la Biblia en una iglesia cercana a la Casa Blanca el pasado 1 de junio; el director del FBI, Christopher Wray, cuyo cuerpo es la única policía a nivel nacional de Estados Unidos y que lucha contra ataques no militares dirigidos contra la seguridad nacional; y la presidenta de la CIA, Gina Haspel, cuya agencia se encarga de buena parte del espionaje en el extranjero.
Por otro lado, algunas fuentes señalan que otra posible razón para esta reestructuración urgente podría encontrarse en efectuar una retirada inmediata de Afganistán y Oriente Medio, operaciones que el Pentágono había desaconsejado.
La base de estas destituciones es una Orden Ejecutiva, emitida seis días antes de las elecciones, que capacita al presidente para cesar a unos 100.000 altos cargos políticos funcionarios de carrera hasta el 20 de enero, momento en que transferirá el cargo a Joe Biden, “que no demuestren el necesario temperamento, perspicacia, imparcialidad y solidez de juicio” según la perspectiva del presidente. Los más acérrimos seguidores de Trump ya están preparando, además, una manifestación masiva en Washington para el fin de semana. Entre los asistentes se encontrarán miembros de grupos neonazis como los Proud Boys, los Three Percenters y los Oath Keepers. La convocatoria espera reunir a un millón de personas.