Cultura

Harry Potter: una historia sobre la derrota del fascismo

Aunque muchas personas se resisten a reconocerlo, la política está presente en todas las facetas de la vida. Se podría sostener lo contrario si solamente se entiende por política lo que hacen o dejan de hacer los políticos, pero la política es mucho más que eso. En toda acción o producto hay aspectos políticos que salen a la luz. A veces son muy claros, pero otras tantas son bastante sutiles y es necesario prestar mucha atención. Es el caso de la saga Harry Potter.

Sigue habiendo quien defiende que no todo es político y acusan al resto de querer ‘’politizarlo’’ todo. Estas acusaciones se hacen a menudo desde la ignorancia o la incomprensión de lo que representa lo político en su conjunto, pero también las hay que tienen una intención política muy clara: tratar de hacer pasar por ‘’apolíticas’’ cuestiones que no lo son.

Por ello, siempre resulta interesante buscar los escondites de lo político. Primero, porque es un ejercicio que puede ayudar a comprender cómo es realmente el mundo y, además, porque suele molestar bastante a aquellos que enarbolan la bandera de lo apolítico.

Uno de esos escondites de lo político es el mundo del entretenimiento y, dentro de este, el universo cinematográfico. Desde que el cine se popularizara en las primeras décadas del siglo XX, numerosos artistas han contado sus historias en la gran pantalla, transmitiendo su forma de ver la vida y ahí, por supuesto, hay política, como en otros tantos tipos de arte.

Sin embargo, miles y miles de espectadores acuden a las salas de cine pensándose en un espacio neutral al que simplemente van a divertirse a pesar del mensaje profundo que pueden llegar a esconder las películas en ámbitos muy diversos.

Una de las sagas cinematográficas más taquilleras de todos los tiempos, Harry Potter, no escapa de lecturas políticas. Esta serie de novelas del género de la fantasía, que más tarde darían el salto a la gran pantalla, se ha convertido en la tercera serie más exitosa de la historia solo por detrás del Universo Marvel y de Star Wars, y ha llevado a su creadora, la escritora J. K. Rowling, a convertirse en la mujer más rica de Reino Unido en 2003.

Sin embargo, la mayoría de fans de la saga ignoran que tras las aventuras del joven mago de Hogwarts se esconden numerosos mensajes y alusiones políticas. Lo más destacado, que se repite tanto en las películas de Harry Potter como en las nuevas entregas de Animales Fantásticos, son las recurrentes referencias al fascismo 

Desde Lord Voldemort hasta Gellert Grindelwald, pasando por Dolores Umbridge o Lucius Malfoy, en todos estos antagonistas se pueden apreciar rasgos de la extrema derecha, y también se pueden extraer algunas enseñanzas de la historia que Rowling trata de contar.

El Tercer Reich de Voldemort

Los acontecimientos narrados en Harry Potter se desarrollan principalmente en el Reino Unido, donde a lo largo de las ocho entregas de la saga (siete en la versión literaria) tiene lugar una encarnizada guerra entre Voldemort y sus secuaces, los mortífagos, y el resto de personas que se oponen al régimen que el Señor Tenebroso pretende instaurar, entre los que se cuentan Harry Potter y sus amigos Hermione Granger y Ronald Weasly.

Básicamente, el argumento de la saga es ese: un bando, en el cual se encuentran los protagonistas, que trata de evitar que el otro venza, dentro de un mundo mágico que permanece oculto ante el resto de los seres humanos, la inmensa mayoría, denominados muggles por la comunidad mágica.

Esta disputa puede ser entendida como la clásica batalla entre el bien y el mal que la Humanidad lleva contando mediante diferentes formas y escenarios desde siglos atrás.

Así pues, en Harry Potter, al igual que en la mayoría de historias que son contadas a día de hoy, se pueden encontrar herencias de la propia Biblia, como esta lucha interminable entre lo bueno (amistad, amor, altruismo, cooperación…) y lo malo (odio, violencia, agresividad, orgullo…) o como la representación de Harry como un héroe que se sacrifica por sus amigos y más tarde renace, como hiciera Jesús según la Biblia.

Al fin y al cabo, lo que tiene éxito se imita hasta que deja de funcionar: Harry Potter es una saga que bebe de la cultura de su tiempo y de las raíces históricas del país y de la autora que lo vio nacer. Así, se repiten muchos recursos, giros y guiños que caracterizan a otras historias de aventuras, como El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien.

Por otro lado, el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería recoge rasgos de los centros educativos británicos, como el uniforme, la división por casas o incluso la decoración.

Aun así, en el mundo mágico no hay solo herencias milenarias, sino que también se pueden encontrar herencias más cercanas en el tiempo. A diferencia de narraciones como Star Wars, que se ubica en un pasado “muy muy lejano”, o de otras como Los Juegos del Hambre que directamente transcurren en un mundo ficticio, las aventuras de Harry Potter suceden en una copia del mundo real, pero donde la magia existe, pero oculta ante los ojos de la gran mayoría de la sociedad. Dos mundos que conviven, uno ocultándose del otro.

No obstante, el mundo mágico comparte rasgos con el mundo muggle y se nutre de él. En este se pueden encontrar desde entidades de crédito o escuelas para aprender magia hasta cárceles como Azkaban y Nurmengard, o estructuras políticas como el Ministerio de Magia, órgano de gobierno de la comunidad mágica en cada país, que además es de las pocas instituciones en contacto directo con el mundo muggle, concretamente con el gobernante en cuestión.

Por ello, no resulta extraño que en el mundo mágico se observen discursos políticos contemporáneos. La crítica a la ineficacia y la corrupción de las estructuras burocráticas del Ministerio de Magia es una constante en la saga, del mismo modo que lo son las alusiones a la ideología fascista.

En las primeras entregas estas referencias son difíciles de encontrar, debido a que la mayoría de los diálogos están destinados a presentar el mundo mágico y, especialmente, a que las primeras películas están dirigidas a un público más infantil, por lo que son más sencillas.

De este modo, Hagrid, el guardabosques del colegio de hechicería que recoge a Harry Potter y le habla por primera vez del mundo mágico, presenta a Voldemort en su conversación con él en la cantina como simplemente un mago que “se malogró hasta más no poder” y atrajo a sus seguidores “al lado oscuro”.

En un principio, nada especialmente complejo. Sin embargo, a medida que Harry va creciendo de forma paralela a sus fans, los libros y, por tanto, las películas, adquieren más y más complejidad, incluyendo el aspecto político.

Ya en la segunda entrega, Harry Potter y la cámara secreta, la trama discurre en torno a la persecución por parte del monstruo de la cámara, el basilisco, de los mal llamados sangre sucia.

Resulta que, en el mundo mágico, los progenitores de un mago o bruja no deben ser necesariamente magos, sino que la magia puede estar escondida en sus familias durante generaciones y manifestarse por primera vez en sus hijos, por lo que “sangre sucia” es el término mediante el cual se denomina a los magos que tienen padres muggles, ya sea uno o los dos.

El concepto puede llegar a ampliarse si han existido ancestros muggles, es decir, que la llamada “pureza de sangre” se extiende también a linajes familiares concretos. Por ejemplo, la familia Malfoy, una de las principales aliadas de Voldemort, y también muy adinerada, desciende de magos y brujas sin “mezcla de sangre”.

Así, el término “sangre sucia” utilizado de forma despectiva por los magos obsesionados con la pureza de la raza maga y que se llaman a sí mismos sangre limpia. Aquí reside el primer rasgo del fascismo que aparece en Harry Potter: una suerte de racismo.

Harry Potter, al haber crecido en una familia muggle, desconoce estas cuestiones, lo que ayuda al espectador y al lector a ir comprendiendo las dinámicas sociales, culturales y políticas del mundo mágico. En una escena de la segunda película, Draco Malfoy, el hijo de la familia Malfoy, le llama sangre sucia a Hermione, pues sus padres son muggles.

Hagrid le explicará más tarde a Harry Potter que hay magos que se creen mejores por conservar la pureza de la sangre, y vinculan este rasgo biológico a un mayor poder y capacidad mágica. Y, por lo tanto, a su derecho a reclamar la superioridad de su estatus.

Sin embargo, el propio Hagrid opina que esto es absurdo: no solo sin la mezcla de sangre se habrían extinguido los magos, sino que la propia Hermione, a pesar de descender de una familia de muggles, es de los personajes más poderosos y hábiles de la saga en el uso de la magia.

El asunto de la pureza de la sangre se va revelando como un asunto muy serio. Uno de los fundadores de Hogwarts, Salazar Slytherin, quería solo una escuela de magia para magos sin mezcla de sangre, pero como los otros tres fundadores se negaron, Slytherin se dedicó a perseguir a los “sangre sucia” y a asesinarlos usando el basilisco.

Con el paso de los siglos, líderes tenebrosos como Gellert Grindewald y, más tarde, Tom Riddle (renombrado a sí mismo como Voldemort), persiguieron estos mismos ideales, incluso ir más allá: dejar de esconderse frente a los muggles y establecer un nuevo orden social basado en la pureza de sangre, estando en la punta de la pirámida los magos puros, después los magos mestizos y, por último, la gente no mágica.

Es imposible no hacer un paralelismo entre estos ideales y los del supremacismo racial que propugna el nazismo.

Lo curioso es que se termina revelando que magos tenebrosos, como Severus Snape e incluso el propio Lord Voldemort, no son de sangre pura a ser uno de sus padres muggle.

Este racismo está presente en las relaciones entre magos, pero también hay racismo de magos hacia otras criaturas, que habitualmente es protagonizado por los secuaces de Voldemort.

De esta forma, Lucius, padre de Malfoy y mortífago, es quien representa el racismo de muchos magos hacia los elfos domésticos, que padecen una situación de esclavitud que la mayoría de la comunidad mágica justifica a pesar de ser tan inteligentes o más que los humanos; y Dolores Umbridge, colaboradora de los mortífagos, que consideraba a los centauros “criaturas de inteligencia semi-humana”, cuando no lo son.

Pero el racismo no tiene por qué estar necesariamente acompañado de fascismo. Umbridge, por ejemplo, podría ser considerada como una ultraconservadora y obsesa del orden, pero no intrínsecamente fascista. Para que se pueda hablar de fascismo son necesarias otras consideraciones como el totalitarismo, el culto al líder, el militarismo, el nacionalismo o el anticomunismo.

Posiblemente lo que esté menos presente de todo esto en Harry Potter sea el nacionalismo, ya que toda la trama tiene lugar en Reino Unido y no se manifiestan intenciones imperialistas, y el anticomunismo, debido a que las referencias a la lucha de clases no son abundantes, más allá de que se identifique a los “malos” con personajes adinerados como los Malfoy y a los “buenos” con personajes más humildes como los Weasley.

No obstante, Voldemort y sus seguidores, así como Grindewald en la saga de Animales Fantásticos, propugnan de algún modo un “nacionalismo mágico”, pues buscan la construcción de un nuevo estado que desplace a la gente no mágica y su forma de entender el mundo.

Por otro lado, el culto al líder es una regla básica entre los seguidores de Voldemort, aunque lo temen más que lo veneran. En esta línea, hay teorías que apuntan que J. K Rowling se inspiró en Hitler para confeccionar al personaje de Voldemort.

La progresión de los dos villanos es similar: de jóvenes hacían uso de sus habilidades de oratoria y convicción para conseguir sus objetivos, pero a medida que crecen y consiguen poder van cayendo en una progresiva paranoia y el miedo se convierte en su principal herramienta, en tanto que nadie se atrevía a contrariarlos.

Además, ambos caen en la misma contradicción. Por su lado, Hitler era un ultranacionalista alemán, pero su madre era de origen austriaco y se especula con que tuviera ascendencia judía. Voldemort, por su parte, obsesionado con la pureza de la sangre maga, era hijo de madre bruja y padre muggle y, por lo tanto, mestizo.

En lo que respecta al militarismo, este se hace evidente a medida que se presentan los mortífagos, su indumentaria y sus símbolos. Estos se rigen por una estricta disciplina, se les exige una obediencia total y todos ellos tienen tatuada en el brazo la marca tenebrosa, al estilo de los tatuajes nazis

Asimismo, los mortífagos portan una indumentaria característica, compuesta por túnicas negras, máscaras y sombreros puntiagudos negros, muy parecida a los trajes del Ku Klux Klan. 

En último lugar, pero no menos importante, el totalitarismo es esencial tanto en la ideología fascista como en Voldemort. Todo aquel que no comulgaba en lo más mínimo con el Señor Tenebroso era perseguido y eliminado físicamente, y en su intento de dominar por completo el mundo mágico se infiltró en la prensa, a través del diario El Profeta, y en las instituciones políticas, introduciendo a sus mortífagos en ellas.

Esta faceta totalitaria se muestra claramente en una de las últimas escenas de Harry Potter y las reliquias de la muerte, Parte 2, cuando los mortífagos entran en Hogwarts con Harry muerto sobre los brazos de Hagrid y Voldemort dice: “Venid y uníos a nosotros o morid”.

Pero son solo dos ejemplos. Durante toda la saga, muy especialmente durante las tres últimas películas, Voldemort y su ejército de mortífagos conquistan poco a poco el mundo mágico a base del uso de la fuerza, la persecución, el miedo, la manipulación, el asesinato y el uso desmesurado del poder, hasta que finalmente terminan haciendo un golpe de estado y aniquilando a prácticamente todos sus enemigos.

Por todo ello, estando presentes en Voldemort y sus mortífagos tanto el totalitarismo y el militarismo como el racismo y el culto al líder, podemos afirmar que estos tienen una marcada ideología fascista y que el régimen que Voldemort, al igual que el de Grindwald pretendía instaurar en Gran Bretaña no difiere mucho del Tercer Reich soñado por Hitler.

Como nota de curiosidad, Drumstrang, una escuela de magia donde el estudio de las Artes Oscuras no está prohibido (al contrario que Hogwarts o Beauxbuttons), se encuentra en Alemania, y es donde estudió Grindewald en su adolescencia. ¿Coincidencia?

La Orden del Fénix: la resistencia antifascista

De la misma forma que los personajes antagonistas de Harry Potter, los mortífagos, están construidos a partir de muchos rasgos del fascismo, también se puede ubicar a los protagonistas, los aurores y los miembros de la Orden del Fénix, en el bando de la resistencia antifascista de la Segunda Guerra Mundial.

Las similitudes con la historia humana reciente no son pocas, ya que como le pasó a Alemania en la Primera Guerra Mundial, el Señor Tenebroso fue derrotado primero en la Primera Guerra Mágica al no lograr acabar con Harry Potter, y se rearmó durante los años posteriores para una segunda contienda aún más cruenta que, como los alemanes también perdió. Ni Voldemort pudo con Harry Potter ni los nazis pudieron con los antifascistas.

Pero, antes de que esto ocurriera, como los mortífagos controlaban el Ministerio de Magia, la Orden del Fénix tuvo que pasar a la clandestinidad durante la Segunda Guerra Mágica, que es la que se narra en la saga literaria y en la cinematográfica, como tuviera que hacer la resistencia antifascista cuando las tropas alemanas invadieron Polonia, Bélgica, Dinamarca o Francia, entre otras.

Con ello, el fascismo siempre ha demostrado su odio a toda expresión de opinión crítica o inteligencia. La quema de libros del 10 de mayo de 1933, en la que ardieron ejemplares de autores judíos, marxistas y demás escritores considerados “peligrosos” por los nazis, o la conocida frase del militar franquista y fundador de la legión Millán Astray que decía “muera la inteligenica” y “viva la muerte”, son algunos ejemplos de ello.

Por su parte, la Orden del Fénix, como los antifascistas, se ha caracterizado por, además del compañerismo o la tolerancia, el amor por la cultura y la palabra. El propio Dumbledore diría: “Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo”.

Grindelwald, una aproximación más certera al fascismo

Tras la última entrega de la saga, Harry Potter y las reliquias de la muerte, Parte 2, los fans del mundo mágico pensaban que estaban condenados a revisionar melancólicamente una y otra vez las ocho películas de la saga de. No obstante, los productores no iban a dejar pasar la oportunidad de seguir rentabilizando el universo creado por Rowling. La saga de Animales Fantásticos llegó a la gran pantalla, ambientándose en los hechos anteriores a la historia descrita en los libros.

En las dos entregas de esta precuela de Harry Potter, cuya tercera entrega se ha retrasado por la pandemia, se narran las aventuras de Newt Scamander, un mago amante de los animales que pisó esta tierra unos 80 años antes que Harry Potter, a inicios del siglo XX.

Este tiene que enfrentarse, además de a una sociedad mágica que no comprende la realidad del resto de criaturas mágicas que conviven con ellos, al mago oscuro Gellert Grindelwald.

En el nuevo villano de la saga, ya mencionado varias veces en las películas originales, se conjuran muchos de los rasgos que habían caracterizado hasta ahora a los magos tenebrosos, como el totalitarismo o el racismo hacia los magos hijos de muggles, pero también reúne algunas novedades

La más destacada, y que lo diferencia por completo de Voldemort, es su capacidad de apelar al lado emocional de las personas para manipularlas. Voldemort, por su parte, es completamente maniqueo, un archivillano rematadamente maligno desde la infancia y cuyo único objetivo es asesinar a Harry Potter, utilizando para ello la violencia física y la coacción.

Aunque persigue la dominación del mundo mágico y la superioridad de las personas mágicas, está totalmente dominado por sus impulsos, instintos y emociones, haciendo honor al hecho de que se le identifique con el símbolo de una serpiente. La parte política, en este caso, a menudo queda oculta por su deseo personal de venganza y su sed de sangre.

Sin embargo, aunque los objetivos de Grindelwald se presentan como igualmente reprochables, este no se sirve tanto de la violencia como de sus habilidades de convicción para perseguir sus fines. Así, apelando a la parte irracional y emotiva de las personas, el mago oscuro consigue que los demás hagan exactamente lo que él quiere, incluso cosas que les eran impensables, pero que ahora creen que responden a sus intereses.

Por ello, Grindelwald representa una aproximación más certera que Voldemort al fascismo, ya que el fascismo, además de la violencia y la coacción, también se basa en el uso hábil del discurso, de la manipulación, del engaño y del populismo para apoyarse en la parte más irracional de los seres humanos y convencerles de ideas tales como que los judíos o los inmigrantes son los culpables de todos sus males y que es necesario acabar con ellos o, como mínimo, relegarlos a un segundo plano.

Por supuesto, hay otros aspectos y detalles que hacen referencian al fascismo. Por ejemplo, que Grindewald o la familia Malfoy sean de piel clara y rubios, en referencia a los rasgos de la “raza aria” y de la pureza racial que defendían los nazis.

Otro ejemplo puede verse en la incompetencia de los gobiernos británicos del Ministerio de Magia para controlar la crisis de la creciente amenaza de los mortífagos hasta el punto en el que, Cornelius Fudge, el ministro de Magia durante prácticamente toda la saga y el gobernante de facto de la comunidad mágica británica, usa sus influencias y presiones políticas para negar el regreso de Voldemort a partir de la quinta entrega, llegando incluso a arrestar a quienes luchan contra él.

Esta crítica se ha hecho innumerables veces en la vida real. Tanto durante los años 30 como en la actualidad, se ha señalado el poco papel activo de los gobernantes en la lucha contra el auge de la extrema derecha y del nazismo hasta que fue demasiado tarde, como de hecho sucede en la saga de Harry Potter.

Conclusiones

La esencia de Harry Potter es la infinita lucha entre el bien y el mal, pero también es la lucha entre un proyecto totalitario e individualista y un proyecto tolerante y solidario, entre la intransigencia y la amistad. Al fin y al cabo, entre el fascismo y el antifascismo.

Así, a pesar de que muchos piensan que el cine de masas es un aparato alienante que transmite valores conservadores, como diría Vallín, se demuestra que este, en tanto que producto de sus circunstancias, no es más que el reflejo de la dirección, guionistas, cámaras, actores, actrices y el resto de personas que en él participan, y también de su visión de la vida. 

Por ello, queda comprobado que lo político puede hallarse en los lugares más insospechados y que detrás de una inofensiva película de magos y brujas pueden esconderse lecciones antifascistas de primer orden: solo hay que dejarlas Al Descubierto.

Fuentes, enlaces y bibliografía:

– Foto de portada: Montaje con el logotipo de la franquicia Harry Potter. Fuente: Wikimedia Commons / Dominio público (Limitado para ciertos casos)


Vicente Barrachina

Articulista. Apasionado por la Sociología y la Ciencia Política. Periodismo como forma de activismo. En mis artículos veréis a la extrema derecha Al Descubierto, pero también a mí.

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