Europa

El asesinato de Salvador Seguí: pistolerismo y lucha de clases

Si hay que hablar de una figura relevante del anarquismo español posiblemente muchos señalen a Salvador Seguí. Anarcosindicalista, líder del sindicato Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), pintor, intelectual y político. Una figura de espíritu renacentista que se movía tanto en ambientes obreros como intelectuales, pugnando por la educación del proletariado para liberarse de sus cadenas.

Pero Salvador Seguí también nació en una época increíblemente convulsa. Una época llena de enfrentamientos, de cambios sociales, crispación política… en parte fruto del fracaso del Estado liberal, del nacimiento del socialismo y el comunismo y, en su reacción conservadora, el fascismo.

Este contexto marcaría inevitablemente toda su existencia y también lamentablemente su final. Pero hay que hacer memoria y empezar por el principio para entender lo que vendría después.

Antes de Salvador Seguí: burguesía española y lucha obrera

Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, en 1918, se imponía la necesidad de reorganizar económicamente la sociedad española, a lo que se opusieron de forma obstinada el mundo empresarial y la burguesía, que no deseaban perder sus tasas de beneficios. Y es que, a pesar de que España no participó en la entonces llamada Gran Guerra, sus efectos en la configuración social y política del mundo fueron inevitables: el nacimiento de la Unión Soviética, la disolución del Imperio Otomano, la fragmentación del Imperio Austrohúngaro… y un movimiento obrero cada vez más incipiente y creciente que, en España, tuvo su reflejo en el sindicalismo.

Ante esta tesitura histórica, las élites y las oligarquías económicas no vieron otra posibilidad de evitar estas transformaciones demandadas por un amplio espectro de la clase obrera que obstaculizar y, en último término, eliminar las organizaciones obreras, entre las que se encontraba la propia CNT, un sindicato anarquista fundado en 1910 en la ciudad de Barcelona que, en su apogeo, llegó a contar con alrededor de millón y medio de afiliados, lo que equivaldría entre el 5 y el 7% de la población española de entonces.

Esta situación política sólo dejaba a la clase obrera dos opciones: las huelgas y algaradas callejeras y la práctica sindical cotidiana; o bien, la adopción de la lucha armada como el último de los recursos. El movimiento anarcosindicalista terminaría en diferentes puntos decantarse por esta última opción.

Sigan las clases poderosas y los patronos el camino que les plazca. Cuantos se opongan al desenvolvimiento de la vida, al desarrollo de las colectividades, pierden el tiempo y realizan un acto criminal. Sigan, sigan el camino que quieran; nosotros también seguiremos el nuestro.

El problema social no es de violencia; es un problema – lo dije anoche-de capacidad económica después de serlo de justicia.

Salvador Seguí

Desde este preciso momento comenzaron a sonar los primeros disparos de esta guerra entre patronal y obreros. En concreto, tuvieron lugar en el otoño de 1917, en el barrio de Clot, del actual distrito de Santa Martín (Barcelona).

Pero esta batalla venía incluso de más atrás. A lo largo de la Primera Guerra Mundial, entre el 1914 y el 1918, la burguesía española se había enriquecido vendiendo materias primas y productos manufacturados a los países contendientes y, gracias a esto, habían contemporizado y transigido con las demandas más esenciales de los trabajadores, siempre y cuando esto sirviera para evitar mayores problemas en el seno de las fábricas.

No obstante y, a pesar de esta cierta laxitud, la patronal se dedicaba a combatir a organizaciones como la CNT, ya fuera por vías legales o por medios del todo ilegales, como la violencia pistolerista del sicariato contratado para tal fin, fenómeno de hecho llamado como pistolerismo y que dejó una cifra oficial de al menos 200 trabajadores asesinados entre 1918 y 1923.

Influenciados por los primeros indicios de la Revolución Rusa, ante la que el Zar Nicolás II se vio obligado a abdicar, tanto los sindicatos como los partidos de la izquierda se lanzaron a las calles en el mes de agosto de 1917, en lo que se conoció como la Semana Cómica. Sin embargo, este intento de revuelta obrerista fue aplastada sin piedad y sus responsables reprimidos con dureza.

Reacción obrera y pistolerismo

Manifestación obrera ¡A la huelga! . Autor: Mariano Foix.

La patronal y las burguesía habían vencido momentáneamente y la situación de precariedad, explotación y alienación se vio agravada de manera notable. Tomando en cuenta las circunstancias, un grupo de “anarquistas de acción” comenzaron a organizarse en pequeñas células y decidieron recurrir a la violencia para combatir las actividades políticas de los patronos.

La primera víctima en caer bajo su fuego fue el empresario Juan Tapias, acribillado a tiros el 7 de octubre de 1917 por haber dirigido un boicot contra la acción sindical.

A última hora de la tarde del 7 de octubre de 1917, cuando Juan Tapias caminaba hacia el paso a nivel que cortaba la calle Muntanya, donde residía, dos obreros le disparaban causándole la muerte. Tapias había iniciado una cruel campaña para que les fuera negado el trabajo a los sindicalistas y había participado en el “lock-out” en la industria de blanqueo y aprestos, siendo ésta la herramienta para que despidieran ocho obreros.

Con el asesinato de Juan Tapias, comenzó lo que se podría llamar una guerra civil soterrada, que tenía como escenario privilegiado las estrechas callejuelas de la Barcelona más antigua, pero también las amplias avenidas del ensanche.

En el bando de la burguesía patronal la lucha adquirió dos aspectos fundamentales. Uno de carácter oficial, en el que estaban involucradas las autoridades de la ciudad y las gubernamentales, que trataban de mantener el orden legalmente constituido; y otra de tipo oficioso, del que formaban parte las bandas de sicarios y mercenarios a sueldo de la patronal barcelonesa.

Con el fin de la Gran Guerra y la consecuente crisis económica para los patrones y el tejido empresarial en general, entre los empresarios se produjo un debate en vistas a decidir como librarse del influjo de los sindicatos y, por consiguiente de los derechos laborales que, según su parecer, impedían la adecuada prosperidad de sus negocios.

Hartos de tener Gobiernos que no gobiernan, el Comité de la Confederación integrado por 17 regiones, acordó fueran ellos los que gobiernan, no para escalar el poder, sino para procurar el bien de la patria. La segunda finalidad del Congreso es combatir a los actuales gobiernos, pues, hay que decirlo, estamos hartos de sufrir gobiernos que no gobiernan. Debemos imponerle el Gobierno que conviene a España.

Francisco Junoy. Presidente de la Confederación Patronal Española

Una parte de la patronal quería negociar directamente con sus trabajadores, prescindiendo de la CNT, mientras que otro numeroso grupo de patronos optaban por guerrear frontalmente con las organizaciones obreras para, de esa forma, lograr eliminarlas del teatro de operaciones de una vez por todas.

Llegados a este extremo se puede comprobar cómo históricamente las organizaciones patronales han sido de todo menos democráticas, como han fingido ser fuerzas del orden, poniéndose en muchas ocasiones en contra del interés general y utilizando para ello métodos violentos.

Representantes de ambas tendencias patronales se reunieron a petición propia con el jefe del gobierno instituido en aquel momento, el Conde de Romanones, que muy aviesamente tomó una aparente decisión salomónica, ordenando que se abriera una investigación sobre las condiciones de vida de los trabajadores y suspendiendo al mismo tiempo las garantías constitucionales en Barcelona. Tomó como excusa para ello las continuas algaradas callejeras de los catalanistas. Esta suspensión constitucional permitió a las autoridades decretar la prohibición de la CNT y detener a todos sus dirigentes.

Entierro del inspector de policía Antonio Espejo en Barcelona en 1921.

Un pistolero, el falso Barón de König

Una de las bandas de pistoleros que los empresarios habían armado y financiado era la conocida como “Brabo Portillo”. La lideraba un delincuente habitual llamado Fritz (o Rudolf) Stallman, cuyo nombre supuesto era el de Barón de König. Este delincuente estaba al servicio de la patronal pero, además, actuaba por cuenta o bajo la protección del jefe de la policía, el general Miguel Arlegui y Bayonés.

König consiguió labrarse un buen prestigio como uno de los matones de la patronal y, su banda, la Brabo Portillo, pasó a convertirse de un grupo de meros confidentes a un grupo que auxiliaba a la policía a la hora de preparar y ejecutar los atentados contra los dirigentes obreros que ellos consideraban como un blanco apropiado.

Entre los anarquistas de acción y la banda de König se produjeron dos fuertes encontronazos en la plaza del Peso de la Paja con el resultado de varios heridos de diferente consideración, provocando un escándalo de tal calibre que causó la expulsión del Barón de König del país. Los miembros de su banda que no consiguieron escapar y fueron liquidados uno por uno por los grupos de acción.

En paralelo a los hechos señalados, parte de la burguesía catalana no descansó hasta conseguir la destitución del por entonces Gobernador Civil de Barcelona, el siniestro conde de Salvatierra, con el que ya habían chocado por motivos políticos en múltiples ocasiones.

Vida y muerte de Salvador Seguí

Tumba de Salvador Seguí. Autor: Yeza, 06/11/2005. Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0
Tumba de Salvador Seguí. Autor: Yeza, 06/11/2005. Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0

Salvador Seguí había nacido en Lleida en 1887, llegando a ser con los años pintor de profesión.

Siempre se destacó por poseer una voz gruesa y contundente, inspiradora de gran respeto entre sus correligionarios. Amaba la cultura y la lectura de autores como Kropotkin o Sorel y nunca ocultaba su devoción y admiración por la Escuela Moderna del pedagogo de inspiración anarquista Francisco Ferrer i Guardia.

Fue uno de los principales promotores de la huelga general de 1917 tras conseguir que el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) y la CNT actuaran como un frente unido siendo vocal de Solidaridad Obrera para la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora.

En el Congreso Regional de la CNT, celebrado en Santa en 1918, Salvador Seguí es elegido secretario general de este sindicato en Cataluña, manteniendo en todo momento una postura contraria a las acciones más violentas y radicalizadas que estaban llevando a cabo algunos sectores de la CNT. Ya por entonces se le conocía como Salvador Seguí, el «noi del sucre« (el chico del azúcar).

Esto no evitó que estuviera recluido en prisión en varias ocasiones por defender sus ideales libertarios, como así sucedió durante la famosa huelga de la Canadiense en 1919, gracias a la cual se consiguió la jornada laboral de 8 horas al día, que se hizo extensiva a todo el país.

Un funesto 10 de marzo de 1923, en un contexto laboral y social ciertamente negro, dado el clima de terror impuesto en Barcelona por el gobernador Severiano Martínez Anido, Salvador Seguí fue asesinado de un disparo en la esquina de la calle Cadena con Sant Rafael, en pleno barrio del Raval de Barcelona. Siempre se ha sospechado que sus ejecutores fueron pistoleros a sueldo del Sindicato Libre, y que lo asesinaron en represalia por la muerte del que fuera dirigente de este mismo sindicato, José Martín Arbonés.

Hoy en día, Salvador Seguí es considerado uno de los impulsores de Solidaridad Obrera y más tarde, de la CNT, así como el haber sido el principal enlace entre el movimiento obrero de Barcelona y el de Madrid.

¿Se repite la historia?

Todo el proceso de organización del sicariato y del pistolerismo al servicio de la patronal, de las muertes y represión como las de Salvador Seguí nos hace caer en la cuenta de que no hay un sólo fascismo, que los fascismos y sus violencias adquieren múltiples y diversas formas a lo largo de la historia.

Si bien en Europa estas actuaciones están totalmente fuera de lugar, no se puede obviar que Amazon ha pagado activamente a especialistas antisindicalistas, que Starbucks es un rodillo contra los derechos de sus trabajadores, que los líderes activistas medioambientales se cuentan por cientos de muertos anuales en América Latina o que los sindicalistas han sido activamente perseguidos en Colombia.

Las ideas todas sin los hombres que las crean, no son nada. Ahora bien, con cuánta más fe se luche y cuánto más íntegramente sea planteada la lucha, más pronto y más felizmente se llegará a la realización de las ideas. El anarquismo dio lugar al sindicalismo. El sindicalismo es la base, la orientación económica del anarquismo. El anarquismo no tiene un origen material, no nace en un punto para morir en otro, es propio de la inteligencia y del sentimiento, es la suma de perfecciones humanas.

Salvador Seguí

La violencia estructural ejercida contra el movimiento obrero y el anarquismo nos obliga a plantearnos y a concebir el fascismo y a la extrema derecha como una hidra de varias cabezas, ahistórica, atemporal.

Es evidente, así mismo, que son diversos y variados los actores que intervienen en la conformación del martillo fascista: patronal, sindicatos libres, verticales, amarillos, diferentes organizaciones disfrazadas de entes de clase y que perviven hasta nuestros días, gobernadores civiles, alcaldes, primeros ministros, clase funcionarial, milicias y un sinfín de intervinientes supeditados y orientados a un objetivo común, el establecimiento por la fuerza de una pedagogía de la dominación, de la violencia como medio supremo, del aplastamiento de una clase social por otra. En definitiva de la dominación de unas élites tras una infructuosa lucha de clases.

¿No recuerda algo a la situación que se vive actualmente?

El asesinato de Salvador Seguí: pistolerismo y lucha de clases 

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

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