Cultura

La gramática del odio: cómo la ultraderecha manipula el lenguaje para dividirnos

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El lenguaje no solo describe nuestra realidad. La construye. Nos ayuda a comprender el mundo, pero también a interpretarlo desde distintos marcos ideológicos. Y en un tiempo donde los discursos de odio se propagan a golpe de video viral y tertulia, cada palabra —cada pausa, cada estructura gramatical— puede ser una herramienta de convivencia o una bomba retórica.

La extrema derecha lo sabe. Y lo aprovecha.

No es casualidad que las expresiones utilizadas en discursos xenófobos, lgtbifóbicos o sexistas estén cargadas de intención política, aunque suenen «neutras». Hablar de “invasiones”, “ilegales”, “ellos”, “nosotros”, “proteger nuestras tradiciones” o “recuperar el control” no es solo un asunto de vocabulario: es estrategia discursiva.

Y ahí entra la gramática. Por ello, entender cómo funciona el lenguaje —desde las preposiciones hasta la voz pasiva— es clave para desenmascarar narrativas tóxicas que se disfrazan de sentido común.

“El otro” como construcción gramatical

Uno de los mecanismos más antiguos y efectivos de cualquier ideología excluyente es la creación de un enemigo: la otredad o simplemente el “otro”. Un grupo difuso, muchas veces deshumanizado, del que se dice que amenaza nuestra seguridad, nuestra cultura, nuestros valores. Pero este “otro” no existe sin un “nosotros” previo que lo delimite, y eso se hace con palabras. Fijémonos en cómo se articula este discurso:

“Ellos están en nuestras calles.”

¿Quiénes son “ellos”? ¿Qué significa “nuestras calles”? ¿Quién decide la pertenencia?

Hay barrios donde ya no se puede caminar.”

Pasiva impersonal, sin sujeto claro. ¿Quién no puede caminar? ¿Por qué? ¿Dónde están los datos?

“Nos invaden desde dentro.”

Aquí, la preposición “desde” añade una capa emocional: amenaza interna, traición. No es lo mismo que decir “vienen de otros países”. La primera suena a complot.

Incluso aspectos gramaticales aparentemente técnicos, como las preposiciones, pueden tener un efecto psicológico poderoso. Cambiar una sola palabra puede girar completamente el significado de una frase. Por ejemplo:

“En Europa” no implica lo mismo que “sobre Europa”, ni que “contra Europa”.

Decir “personas en situación irregular” no es igual que decir “personas irregulares”, aunque se parezcan.

El lenguaje importa. Y la precisión, más todavía. Por eso, incluso cuando aprendemos idiomas extranjeros, vale la pena prestar atención a estas pequeñas pero decisivas piezas del engranaje lingüístico. Por ejemplo con las preposiciones en inglés: dominar el uso de  in, on y at puede ayudarte a expresarte con claridad y evitar confusiones. Algo crucial si trabajas, estudias o comunicas en entornos internacionales.

Eufemismos, exageraciones y pasivas: cuando la gramática encubre la violencia

Una de las tácticas favoritas de la extrema derecha es camuflar sus discursos agresivos bajo un barniz de normalidad. Lo hacen con ayuda de eufemismos, hipérboles, construcciones pasivas y una manipulación calculada de los tiempos verbales.

A) La voz pasiva: escondiendo al agresor

“Se produjo una agresión.”

“Un joven fue apuñalado por un inmigrante.”

Fíjate cómo el agente del acto violento desaparece o se convierte en adjetivo. No se dice “un simpatizante de un grupo neonazi agredió a un menor marroquí”, sino que se opta por estructuras que ocultan la responsabilidad.

La voz pasiva permite difuminar la autoría, desdibujar los hechos y centrarse en el resultado emocional: miedo, indignación, deseo de “justicia”.

b) Hipérboles emocionales: el lenguaje que grita

“Avalancha de inmigrantes.”

“Oleada de crímenes.”

“Asedio a nuestras fronteras.”

Estos términos evocan caos, peligro, urgencia. Pero ¿responden a la realidad? Generalmente no. Son palabras diseñadas para activar emociones antes que pensamientos.

Además, se usan sin contexto ni datos. ¿Qué tipo de crímenes? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Aumentan o disminuyen en relación con años anteriores?

Sin contexto, la palabra “crimen” se convierte en munición política.

c) Eufemismos y retórica “cultural”

Muchos mensajes de odio ya no se presentan como racismo explícito, sino como “defensa de nuestras raíces”, “respeto por nuestra cultura” o “protección de las tradiciones”. Pero, al analizarlos gramaticalmente, encontramos generalizaciones, supuestos no verificados y estructuras que atribuyen características fijas a colectivos enteros:

“Los musulmanes no respetan nuestros valores.”

“La ideología de género borra la identidad natural.”

Estas oraciones enuncian absolutos sin base y utilizan tiempos verbales y artículos definidos para enmarcar el mensaje como hecho objetivo, cuando es opinión sesgada.

Detectando y desmontando la manipulación en el lenguaje

No hace falta ser filólogo para identificar cuándo alguien usa el lenguaje para manipularnos. Basta con entrenar la mirada crítica y prestar atención a ciertos patrones. Aquí te dejamos algunas claves para aprender a reconocer y desmontar los discursos que disfrazan el odio de sentido común:

1) Pregunta siempre quién habla, sobre quién habla y desde dónde

Un titular como Los extranjeros cometen más delitos deja fuera información clave: ¿qué tipo de delitos? ¿cuántos? ¿comparado con qué? ¿en qué contexto? ¿qué nacionalidades? ¿con qué sesgo se recogieron los datos? La generalización sin matices es una bandera roja.

2) Desconfía de frases impersonales o pasivas sin sujeto

“Se ha producido una agresión.”

“La cultura occidental está en peligro.”

¿Quién agredió? ¿Quién amenaza? Las pasivas eliminan la responsabilidad y crean una sensación de inevitabilidad o fatalismo. Oblígate a reconstruir la frase: ¿quién hace qué a quién?

3) Pide datos, no impresiones

Muchos discursos de odio se basan en “sensaciones”: “Hay una inseguridad brutal”, “No te dicen la verdad”, “Todo el mundo lo ve”. Pero el miedo no es un argumento. La evidencia sí. Pregúntate: ¿esto lo puedo contrastar? ¿Hay estudios? ¿Estadísticas? ¿Fuentes?

4) Fíjate en las preposiciones y las relaciones espaciales o temporales

“Vienen contra nosotros” no es lo mismo que “vienen a buscar trabajo”.

“Están en nuestras calles” no es igual que “viven con nosotros”.

Cambiar una preposición cambia el marco emocional: de convivencia a invasión. Aprender a detectar estos matices te ayuda a identificar cómo se siembra el miedo desde estructuras aparentemente neutras.

5) Identifica los binarismos forzados: “ellos vs. nosotros”

La mayoría de discursos que dividen el mundo en dos bloques (los buenos y los malos, los de aquí y los de fuera, los normales y los desviados) merecen sospecha. El lenguaje inclusivo, preciso y contextualizado es más complejo, pero también más justo.

6) Revisa las metáforas y analogías

“Avalancha migratoria”, “plaga”, “virus”, “infestación”, “lavado de cerebro” …

Estas expresiones no describen: deshumanizan. Comparan personas con fenómenos naturales incontrolables, con animales o con enfermedades. Son metáforas pensadas para generar rechazo inmediato.

Hay que entrenar una mirada crítica sobre el lenguaje. Revisar cómo lo usas tú mismo. Corregir expresiones cotidianas que has aprendido sin cuestionarlas. Aprender idiomas no solo para comunicarte mejor, sino también para descubrir nuevas formas de pensar y de entender el mundo. Porque quien domina el lenguaje… tiene el poder de construir realidades más justas.

La resistencia empieza por el lenguaje

En un mundo lleno de ruido y desinformaciones que apelan al miedo o al odio, el lenguaje se convierte en un campo de batalla siendo un objetivo clave en la guerra cultural de la extrema derecha. Y no hablamos solo del vocabulario que usamos, sino también de cómo estructuramos nuestras ideas, cómo elegimos los verbos, qué decimos y qué ocultamos.

No es casual que quienes promueven discursos de odio dediquen tanto esfuerzo a moldear sus palabras. La manera en que una frase se formula puede determinar si se difunde con aceptación o con rechazo. Por eso, no basta con indignarse ante la manipulación: hay que entender cómo funciona.

Aprender gramática como forma de política, como forma de estrategia, como forma de defensa.

Ya sea que estemos escribiendo un artículo, participando en un debate o aprendiendo un idioma extranjero, usar bien el lenguaje es también usarlo éticamente. La precisión puede ser resistencia.

Y sí, incluso saber cuándo usar las preposiciones con certeza ayuda a construir mensajes más claros, más respetuosos y menos manipulables. Frente a quienes gritan con consignas hay que responder con argumentos.

La gramática del odio: cómo la ultraderecha manipula el lenguaje para dividirnos

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Graduado en Ciencias Políticas y de la Administración. Máster en Política Mediática. Analista político. Colaborador de medios. Investigando discursos de odio, tecnopolítica y far-right.

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