Disenso: el ‘think tank’ de Vox para la batalla cultural
El partido ultraderechista Vox de España mantiene el horizonte de seguir aumentando su organización creando nuevas estructuras dependientes del mismo. Además de anunciar recientemente la creación de Solidaridad, su propio sindicato de trabajadores, el partido ultraderechista ha formalizado la creación de Disenso.
Disenso será una nueva fundación que servirá de think tank para Vox. Este es un término anglosajón para definir a los laboratorios de ideas que realizan un trabajo de carácter exclusivamente intelectual y de reflexión, generalmente relacionados a ciertas áreas como la política, la cultura, la economía o el ejército. Pueden estar ligados o no a un partido político, aunque la mayoría de think tank son proclives a una ideología, no agentes neutrales.
España tiene tradición de think tanks ligados a formaciones políticas, como la Fundación FAES del expresidente José María Aznar que estuvo ligada al conservador Partido Popular (PP) o la Fundación Pablo Iglesias, ligadas al socialdemócrata Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Así, el contenido teórico de los programas, las estrategias o los discursos de personaldiades de estas fuerzas políticas hundían parte de sus raíces en estas organizaciones, además de servir de lanzadera de futuros cargos públicos.
Con esta nueva fundación, Vox pretende confirmar las declaraciones de su líder Santiago Abascal en el congreso de Vistalegre de la formación del pasado 8 de marzo de este 2020, en las que dijo que Vox apostaba por penetrar en sectores sociales alejados de sus tradicionales núcleos para aumentar su base de votantes.
Curiosamente, el nombre de «Disenso» ya existió a finales de los 80 y durante los 90 en Madrid para aglutinar a estudiantes de las universidades de tendencia neofascista ligados al colectivo político Bases Autónomas (BBAA), de la misma ideología, que hacían oposición tanto a las asociaciones de estudiantes de ultraizquierda como de derechas. Es por ello que la prensa les etiquetaba en ocasiones como “anarco-nazis”. Más tarde se integrarían en la Coordinadora de Estudiantes Nacional-Revolucionarios (CENR).
Así, si Solidaridad sirve para hacer crecer sus apoyos en los barrios más humildes y obreros, Disenso permitirá aumentar su base intelectual con nuevas ideas y estrategias para incrementar su alcance. O, al menos, esa es su intención.
Objetivos fundacionales de Disenso
La labor de todo think tank es, en referencia a los párrafos anteriores, la de servir de fuerza intelectual para una ideología concreta.
Por ello, esta fundación se dedicará al análisis y estudio de la situación actual para producir informes e ideas que sirvan para allanar el camino a Vox y ser añadidos a la agenda del partido.
Junto a esto, dirigirá también la formación de sus cargos políticos, muchos de ellos novatos aún, alejados de experiencia política y llegado recientemente a sus nuevas tareas. Para esto usará además de la creación de contenido cultural, la realización de actos, seminarios y cursos de formación.
Además de este objetivo, otro hecho que no ha pasado desapercibido es el control interno de la ideología de la formación que realizará la fundación. Con este movimiento, Santiago Abascal se asegura el control de las corrientes ideológicas de su partido y sobretodo, de la formación de los nuevos cargos bajo un ideario supervisado.
La estructura de Disenso
Aunque la organización está en proceso de consolidarse, ya está registrada legalmente ante el Ministerio del Interior. Al ser su forma jurídica la de una fundación, contará con su propio patronato, es decir, su máximo órgano de gobierno, representación y administración, que por ahora contará con los siguientes nombres:
Santiago Abascal, que ocupará el cargo de presidente de Disenso, por lo que aunque habían algunas voces que hablaban de que la fundación mantuviera cierta independencia de Vox, esto no parece posible al coincidir el presidente de ambas organizaciones.
Jorge Martín Frías, que será el director de Disenso. Este antiguo miembro del PP es un ideólogo de corte liberal que participó en la fundación de la Red Floridablanca, un think tank liberal-conservador que intentó mover a la derecha al PP durante la época del liderazgo de Mariano Rajoy, con escaso éxito.
El escritor Fernando Sánchez Dragó, antiguamente ligado al PP y al periódico El Mundo, en los últimos tiempos ha dado su apoyo firme a Vox. No exento de polémicas y controvertidas declaraciones, como en las que aseguró haberse acostado con niñas de 13 años, también formará parte de este patronato.
José María Marco, fundador de Libertad Digital, medio afín a Vox y uno de los pesos pesados tras la derecha radical mediática en España.
Puede encontrarse también el nombre de alguno de los cargos internos del partido para este patronato, como el diputado por Sevilla Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho o el siempre polémico periodista Hermann Tertsch, ahora eurodiputado de la formación de extrema derecha en Bruselas.
El nombre conocido que cierra la plantilla ha sorprendido a propios y extraños. Se trata de Carlos Bustelo ex-ministro de la Unión de Centro Democrático (UCD) y ex-presidente de la Comisión del Mercado de Valores (CMT). Bustelo formaba parte en los años 80 del ala socialdemócrata de la UCD, un partido que gobernó durante la transición española de la dictadura de Francisco Franco a la monarquía parlamentaria actual (entre 1977 y 1982). Sus posturas se fueron derechizando hasta alcanzar un cargo en el PP en manos de Esperanza Aguirre, antigua líder de la formación en Madrid.
Como se puede observar, exceptuando a Carlos Bustelo, el resto de nombres provienen de la cúpula Vox o de las fuerzas que durante estos años han apoyado a la formación.
El ‘consenso progre’ y la batalla cultural
Disenso nace, según palabras de sus fundadores, para ir contra la opinión y la doctrina dominante. Una crítica común en la extrema derecha, que denuncia la adopción, en mayor o menor medida, de la mayoría del resto de partidos postulados de integración, tales como la no discriminación de las personas LGTB, la búsqueda de políticas de igualdad hombres y mujeres o el antirracismo.
Esto es lo que llaman “el consenso progre” (o también «dictadura progre«) aludiendo a que todo tipo de formaciones políticas, empresas e instituciones supranacionales (la Unión Europea, la ONU, etc…) que han aceptado estos postulados, además de acepciones peyorativas a los partidos conservadores tradicionales, como cuando Vox llama al PP «derechita cobarde«.
Esto ha llevado a tildar a organizaciones poco sospechosas de izquierdistas, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o empresas transnacionales, de ser “marxistas culturales”, término nacido a su vez de una teoría de la conspiración de sectores ultraconservadores de los años 90 sobre la infiltración del marxismo anticristiano en distintas áreas y sectores de la política y de la sociedad.
Luchar contra este “consenso progre” es uno de los claros objetivos del Vox y de su Disenso, llevando la batalla de las ideas al seno de la sociedad. Esto se une además con otro término relacionado que es recurrente en las intervenciones de la nueva extrema derecha: la batalla cultural.
Esto significa la confrontación en el plano de las ideas contra las ideas progresistas. Según la extrema derecha y la nueva derecha alternativa, los partidos conservadores habían dejado este plano de lado, centrándose en el área económica y dejando el camino libre a la izquierda. Esta interpretación de la realidad ha sido la que ha movido la creación de la nueva extrema derecha internacional y de la alt-right.
Por supuesto, lo que la extrema derecha obvia intencionadamente es que estos consensos (parciales) sobre determinados temas han llegado a través del avance intelectual proveniente de las universidades y de las investigaciones en áreas de ciencia y ciencias sociales, tales como la biología, la psicología y la sociología, desarrollándose estudios de género y de estratificación social entre otros. Estos estudios que usan una profunda documentación y análisis de datos han permitido no ya ver la discriminación a ciertos sectores de la población, sino cuantificar cómo afecta a estos sectores y percibir las dificultades asociadas a la que se enfrentan para después proponer soluciones.
Además, muy buena parte de estos conocimientos han sido llevados al área política después de años e incluso décadas de activismo social, de reivindicaciones y de organizaciones nacidas de gente normal y corriente que buscaba una mejora en sus derechos en algún sentido. Por lo tanto, no se trata de una burda conspiración basada en una agenda política oculta de «las élites», sino de simple progreso social, histórico a lo largo del paso de los siglos.
Por supuesto, la extrema derecha tilda a todo este conocimiento científico como “marxista cultural”, vendiendo anti-intelectualismo y desconfianza en las instituciones que velan por el conocimiento, un rasgo clásico de los movimientos de la derecha radical. Ya antaño se culpaba a la masonería y a la población judía, por lo que no solo se trata de una estrategia típica, sino además inherente a la ultraderecha.
Sus intenciones de ir contra una imaginario “consenso progre”, que no es otra cosa que el consenso científico en muchos casos y no por la hegemonía política y social de la izquierda, se vende además como un acto de rebeldía, cuando no es más que reaccionarismo.
El resultado de los think tanks partidistas en España
Por ahora los laboratorios de ideas han tenido una efectividad de lo más discreta en nuestro país.
Aludiendo algunos casos conocidos y posiblemente el más influyente, la Fundación FAES tuvo un éxito moderado. Esta institución, cuyo objetivo teórico era el fortalecimiento de la libertad, la democracia y el humanismo cristiano, tuvo influencia mientras duró el segundo gobierno del expresidente Aznar. Tras su derrota en 2004 por el PSOE, su ideario conservador fue constantemente desoído por el gobierno de Jose Luis Rodríguez Zapatero, aunque se movió en entornos de apoyo a las empresas privadas.
A la vuelta al poder del PP en 2011, las diferencias entre Rajoy y Aznar mermaron la posición de la fundación, hasta el punto que rompió con el PP en 2017. La elección de Pablo Casado como líder del partido conservador en 2018 significó la vuelta del aznarismo, que apremiaba con recuperar su influencia. Pero, tras la fallida estrategia de derecha dura, FAES ha perdido la poca influencia que recuperó en el PP.
Otra fundación ligada al PSOE es la “Fundación Ideas para el Progreso” (IDEAS). Se creó en 2008, reuniendo al resto de fundaciones ligadas al partido como la mencionada Fundación Pablo Iglesias o la Fundación Jaime Vera. La influencia tras la derrota del PSOE no fue relevante ya que en 2014 cesó su actividad.
Otras fundaciones más modernas son el Instituto 15M vinculado a Podemos que ha sufrido diversas remodelaciones, aunque ha creado cierto sustento cultural. La Fundación Concordia y Libertad del PP creada en 2018, apenas ha tenido actividad pública.
Así pues, los think tank políticos españoles no han acabado de funcionar o al menos tener una influencia visible. De hecho, a muchos de ellos se les acusa de ser una estructura paralela más para el clientelismo político y para poder alojar cargos que ya no ostentan representación, gozando de bastante poca popularidad.
En resumen, el futuro de Disenso como una estructura clientelar más o como una que revista utilidad será cuestión del futuro. El hecho de que nazca en un momento de ebullición del partido, con un grupo promotor cohesionado en ideas y con un claro objetivo ideológico, puede servir para mantener unido el proyecto y que pueda servir para los fines pensados. Por ahora, Disenso tendrá que ir contra el resultado histórico de los think tanks.
Enlaces, fuentes y bibliografía:
– Foto destacada: Fernando Sánchez Dragó. Autor: Mutari, 23/04/2008. Fuente: Wikimedia Commons / Santiago Abascal en la tertulia HO dedicada a ‘La crisis de la derecha en España’ . Autor: Hazte Oir. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 2.0.) / Tertulia sobre Libertad Religiosa. Autor: HazteOir.org, 09/04/2015. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY SA 2.0.)
Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.