Jesús Gil y Gil: el Trump español
Donald Trump, el ya ex presidente de Estados Unidos, se ha convertido en toda una figura política digna de estudio, independientemente de si se está de acuerdo o no con sus políticas o ideas. La peculiaridad del magnate ha desencadenado lo que analistas ya denominan trumpismo y que ha supuesto una ruptura en la forma de hacer política. No obstante, en España ya hubo un antecedente en los años 90: el siempre polémico y ya fallecido Jesús Gil y Gil.
¿Quién fue Jesús Gil?
Gregorio Jesús Gil y Gil fue un empresario y dirigente del Club Atlético de Madrid entre 1987 y 2003 que destacó ampliamente por sus polémicas en televisión y su populismo. Además, entre 1991 y 2002 fue alcalde de la ciudad de Marbella tras fundar su propio partido político: el Grupo Independiente Liberal (GIL), disuelto formalmente en 2007.
Murió dos años más tarde, salpicado por multitud de escándalos sobre delitos de corrupción y multitud de controversias alrededor de su figura que duran hasta el día de hoy.
El contexto de la época: la España de los 80 y los 90
Es importante entender que la década de los 90 destacó en España, entre otras muchas cuestiones, por la aparición de las cadenas y televisiones privadas y, por lo tanto, por la diversificación de los contenidos y de las demandas del público tras años de dos únicas cadenas de la televisión pública.
Fue también la época de la explosión del sensacionalismo, el amarillismo y la prensa rosa. Por poner un ejemplo, el tratamiento que se hizo a través de los medios del conocido Caso Alcàsser, donde tres niñas desaparecieron en 1992 para aparecer asesinadas con claros signos de tortura, fue pionero y escandaloso a partes iguales, algo que el reciente documental de Netflix, El Caso Alcasser (2019), refleja muy bien.
Célebres fueron también programas como Tómbola, pionero de la telebasura y de donde saldrían personalidades como Karmele Marchante o Belen Esteban, cuya fama dura hasta la actualidad; o la revista Pronto.
Hoy en día, en tiempos donde los límites de la ofensa y del derecho al honor han puesto barreras acerca de lo que se puede o no decir de según quién, no se entiende la laxitud con la cual se decían y hacían auténticas barbaridades en los medios de comunicación y se daban alas a personajes controvertidos y declaraciones que ahora supondrían la cancelación inmediata.
Así, los insultos, las descalificaciones, las acusaciones, el humor machista o racista y las mentiras descaradas estaban a la orden del día y en prime time en según qué programas. Del mismo modo, existía cierta permisividad con según que actos públicos y políticos. La España del “todo vale”, como algunos la llaman.
Los 90 fueron también una época de crisis económica, social y política, que, aunque más leve que lo que estaría por venir, reflejaron uno de los primeros desgastes del bipartidismo político español, encarnado en el Partido Popular (PP) y en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), tras unos años 80 difíciles y repletos de innumerables cambios, para bien o para mal.
En medio de ese panorama, destacaron en televisión diversos personajes por sus declaraciones polémicas y sus malas formas. Uno de ellos era Jesús Gil y Gil.
El nacimiento de Jesús Gil, el pionero
Los antecedentes de la vida de Jesús Gil no destacan por nada reseñable, más allá de haber abandonado en 1961 sus estudios en Ciencias Económicas para meterse en el negocio de la construcción como empresario y promotor, un sector además creciente en los últimos años de la dictadura de Francisco Franco, aprovechando que su padre tenía una empresa dedicada a las obras públicas.
Así, tras vivir un tiempo en Madrid comprando, reparando y vendiendo camiones, se lanzó a la promoción inmobiliaria, empezando por algunos solares de la capital y donde ya hizo su primera fortuna. Ya destacó, según afirman varias personas, por ser ostentoso y un mujeriego empedernido.
La fama le vendría más tarde cuando destacó por ser el promotor de la urbanización segoviana de Los Ángeles de San Rafael en 1965. Viendo la incipiente clase media que comenzaba a desarrollarse en España en aquellos años tras décadas de penurias económicas y ante el aumento de las segundas residencias, Jesús Gil vio en la creación de su propia urbanización una gran inversión.
Durante años, también dedicó dinero y tiempo en lo que sería su seña de identidad: la publicidad a base de bombo y platillo. Jesús Gil invirtió lo indecible y movió todos los contactos que había hecho en Madrid para llevar a artistas de renombre, como el cantante Rafael o Manolo Escobar.
Ya por aquel entonces lo describían como alguien muy ambicioso. Así, tras aprobar la ampliación de uno de sus restaurantes, adelantó la inauguración del mismo a donde quiso llevar en junio de 1969 la celebración de la convención de la cadena comercial Spar, en la propia urbanización.
Durante el banquete, el techo del edificio se derrumbó, dejando un saldo de 58 muertes y 147 personas heridas. Jesús Gil fue declarado culpable al haber adelantado la celebración para ese día con el edificio sin acabar, que no estuvo supervisado por arquitecto alguno y con “el cemento todavía fresco”, según declararon testigos.
Tras acordar una indemnización a las víctimas de un millón de pesetas de la época (unos 115.000 euros actuales) y recibir el indulto de la dictadura franquista, salió en libertad después de 27 meses de prisión del total de cinco que se le pedían. Periodistas de la época y allegados afirman que cuanto menos dinero y más tarde pudiera pagar en la indemnización, mejor, si bien finalmente lo hizo, quedando arruinado.
Pasado esto, Jesús Gil se acercó al Atlético de Madrid con la intención de hacer negocios. Sin embargo, analistas, periodistas y coetáneos también coinciden en que lo que buscaba Gil era el salto a la política utilizando el club de por medio. «Era alguien a quien ibas a entrevistar sobre fútbol y te daba una lección de una hora sobre comunismo”, palabras del periodista Rubén Uría.
Así, convenció al entonces presidente del club, Vicente Calderón, para llevar el equipo a la urbanización del que él había sido promotor. Su relación con el Atlético continuó hasta 1987 tras varios años siendo socio cuando falleció Calderón.
Jesús Gil urdió entonces una estrategia: usó sus influencias para fichar al jugador portugués Paulo Futre, entonces de gran fama y que generaba grandes expectativas para el equipo.
Junto a esto, vendió un discurso que lo acompañaría siempre y que a todo el mundo le suena: se presentó como un candidato antisistema, anticorrupción, contrario a “la mafia de los clubes deportivos”, que solucionaría “todos los problemas” y el gran endeudamiento del club y que lo llevaría “a lo más alto”. Por supuesto, Jesús Gil no tenía ni idea de fútbol.
En las elecciones a la presidencia del club, arrasó, siendo nombrado vicepresidente del mismo, cargo que duraría hasta 2003 y venciendo a veteranos del club.
Según cuentan, cuando un socio del club intentó registrar las papeletas de los votos para llevar un registro, Gil dijo: “Esas las puedes tirar al río, porque esta es la última vez que habrá elecciones en este club”.
Alcaldía de Marbella
Un año antes de hacerse con la presidencia del club, Jesús Gil vio un potencial de beneficios en la Costa del Sol, más concretamente en el municipio de Marbella, entonces con unos 60.000 habitantes.
Además de ser una zona turística, recibía de forma asidua a personalidades de calado internacional, como líderes políticos y empresarios, especialmente durante los años 60 y 70, donde acudían a veranear. Sin embargo, tras la caída del franquismo, Marbella fue perdiendo ese atractivo en virtud de otros lugares.
Así, Jesús Gil trató de construir viviendas, a ser posible de lujo, para tratar de rescatar aquellos “años de gloria” de la localidad andaluza. Sin embargo, pronto sus obras se vieron paralizadas una y otra vez, a pesar de haber pagado comisiones ilegales al gobierno local, entonces en manos del PSOE, algo que se supo años después y que él mismo reconoció. Esto se debía a un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que no permitía edificios de ciertas alturas o en zonas verdes.
Para superar este escollo, decidió, en 1991, presentarse a la Alcaldía de Marbella con un partido propio cuyas siglas conformaban su apellido: Grupo Independiente Liberal (GIL).
Por aquel entonces, Jesús Gil ya se había convertido en todo un personaje público que encajaba a la perfección con el sensacionalismo de la época. No era únicamente cuestión de carisma: Jesús Gil era malhablado, con una profunda incultura que se le notaba cuando intentaba expresarse, con un discurso simple e increíblemente populista, además de racista, xenófobo, machista y homófobo.
Al igual que tampoco tenía ni idea de fútbol, tampoco tenía ni idea de cómo funcionaba un ayuntamiento. Su discurso se centró en decir que iba a “limpiar de mierda” y de prostitutas las calles, que iba a dar seguridad, que iba a “tirar” a “la mafia” del ayuntamiento, a devolver “la gloria” a Marbella y, que sí, que él quería hacerse rico vendiendo pisos allí, pero que también haría ricos a sus habitantes.
A esto sumó un discurso profundamente victimista. Ya por aquel entonces, su gestión a cargo del Atlético, empezada casi cuatro años antes, estuvo sembrada de polémicas. Llegó a cambiar a tres entrenadores cada año y, en sus apariciones públicas, no se cortaba en insultar a jugadores y a árbitros. Los artículos de prensa en su contra los tachaba de ataques de “la mafia” que estaba en su contra por querer cambiar las cosas.
Se presentó a sí mismo como un candidato “antisistema” que rechazaba a la política y a los políticos, como un ciudadano de a pie que se rebelaba con el sistema, así como adalid de la anticorrupción. Llegó a declarar por ejemplo que limpiaría la ciudad de Marbella de “prostitutas, lesbianas y drogadictos”.
Jesús Gil sacó el 65,68% de los votos en las elecciones municipales de Marbella del 26 de mayo de 1991, obteniendo 19 de 25 concejales. Su alcaldía se prolongaría hasta el año 2002, mientras que su partido gobernaría hasta 2007 en este y otros municipios.
Gobierno, gestión municipal y discurso político
El gobierno de Jesús Gil se caracterizó, desde sus inicios hasta su marcha, por un incumplimiento sistemático de la legalidad vigente, la malversación de fondos y el enriquecimiento ilícito de su persona y socios favorecidos por una trama de corrupción creada alrededor del partido y que incluía a los propios Juzgados de Marbella, que archivaba constantemente las más de 200 denuncias que llegó a recibir antes de que en 1996 se creara la Fiscalía Anticorrupción.
Populismo e imagen política
De cara a la galería, Jesús Gil trabajó su imagen aprovechando su popularidad en televisión al máximo, dedicando discursos políticos polémicos e incendiarios, donde los insultos, descalificaciones y comentarios machistas y homófobos eran comunes.
Creó un programa de televisión llamado Las Noches de Tal y Tal, un corto show presentado por él en Telecinco que incluía entrevistas y humor bizarro que destacaba por su aparición en una piscina jacuzzi rodeado de mujeres en bikini opinando sobre política.
Sus intervenciones, siempre en la misma línea, incluyó declaraciones como que “a los homosexuales los respeto porque no tengo más remedio” o “si mi hijo fuera homosexual y mi hija lesbiana o prostituta, los querría siempre”.
El programa, impensable hoy en día, servía de plataforma política pagada por la cadena privada y llegó a superar el 40% del share en términos de audiencia.
Entre otras operaciones de imagen destaca el desvío de 450 millones de pesetas para que el Ayuntamiento de Marbella hiciera de esponsor para el Atlético de Madrid, que durante años llevó la palabra “Marbella” en medio de la equipación oficial. Esta malversación le serviría en 1996 a Anticorrupción para destapar toda la red mafiosa creada alrededor de la figura de Jesús Gil.
Por lo demás, ante las acusaciones de corrupción o de mala gestión municipal, siempre se defendió con vehemencia y alta dosis de victimismo, además de por fuertes ataques y descalificaciones a la oposición.
En un pleno, llegó a llamar “puta” a la líder de la oposición del PSOE, Isabel García Marcos, además de cortarle el turno de palabra, evitar que hablara en numerosas ocasiones y, por supuesto, negarle la documentación necesaria.
En televisión llegó a decir que la oposición al menos hacía entretenidos los plenos y comparó a García Marcos con un toro al que él capeaba sin problemas.
Por supuesto, en la línea del sensacionalismo y amarillismo imperantes de la época, todo el mundo quería entrevistar a Jesús Gil, por lo que se le dio continuamente un altavoz desde el que soltar sus proclamas y exabruptos con tal de aumentar la audiencia.
Sus polémicas, de hecho, solo hacían que aumentar la popularidad del empresario. Célebre fue el momento en el que, en marzo de 1996, durante una fuerte discusión a las puertas de la sede de la Liga de Fútbol Profesional, Gil propinó un fuerte puñetazo en la cara al entonces gerente del SD Compostela, José González Fidalgo. por el que recibió la condena y rechazo general por parte del fútbol español. Sin embargo, recibió el vitoreo de sus seguidores.
Por último, durante su primer año de gobierno, hizo un desembolso público importante para mejorar la imagen estética de Marbella, asfaltando calles, limpiando las principales vías y llenándolo todo de macetas y otras decoraciones y obras, como construir un gran portal a la entrada del municipio o un paseo marítimo (sin las licencias y permisos oportunos).
Características de su gobierno
Jesús Gil, según coinciden varios analistas políticos, gestionó el Ayuntamiento de Marbella como si fuera su propia empresa. Se rodeó de personalidades como Juan Antonio Roca, Pedro Román o José Luis Sierra (abogado) que se preocupaban de que sus proyectos saliesen adelante a pesar de no cumplir con la legalidad. Él mismo llegó a decir que la mejor manera de gobernar un ayuntamiento era aplicar los principios de la empresa a las instituciones públicas.
No solo privatizó todos los servicios públicos que pudo, sino que creó, a nombre de Sierra, diferentes empresas para cada una de las concejalías, a las cuales adjudicaba a dedo contratos de obra y servicio.
Además, su entorno creó otras empresas fantasma que creaban facturas falsas por servicios prestados a esas empresas que hacían los servicios públicos, justificando pagos que iban a parar a sus bolsillos, creando así una red que supuso, a la larga, un agujero negro para la administración.
Con esto y la aprobación de un nuevo PGOU, inició el boom inmobiliario y el modelo de negocio basado en el ladrillo que iba a caracterizar a la España de los años 90 y parte de la década siguiente, saltándose todas las normativas posibles utilizando las más diversas trampas.
Una de esas trampas, totalmente ilegal, era firmar “convenios” con empresas constructoras para que construyeran saltándose las leyes con el compromiso de “regularizar” después su situación.
Paralelamente, su otra forma de “limpiar” las calles fue instigar la persecución en las calles de consumidores de drogas y prostitutas, incluidas palizas y deportaciones de extranjeros de bajos ingresos, así como donaciones de dinero a personas sin hogar para que abandonasen la ciudad, haciendo un uso totalmente ilícito de la policía local.
Sus influencias llegaron incluso a los Juzgados de Marbella, donde la juez encargada de los mismos archivaba todas las denuncias que le llegaban.
Así, Jesús Gil se convirtió en una figura casi intocable que hizo y deshizo como quiso y cuanto quiso en Marbella, en función de ideas ultraconservadoras y medidas económicas propias del neoliberalismo incipiente, mientras se llenaba los bolsillos al tiempo que despotricaba contra el sistema.
Resaltable también que, el litoral de Málaga, especialmente los municipios bajo su influencia política y económica, se convirtieron durante los gobiernos de GIL en una discreta residencia de mafiosos británicos, italianos y rusos, además de convertirse en refugio de exiliados fascistas, como Otto Remer o León Degrelle, que intentaban evitar la extradición a sus países de origen.
Ganaría todavía varias elecciones más en Marbella: en 1995, 1999 y 2003 (ya inhabilitado de la política).
Ideología y línea política
Jesús Gil ha sido una figura interesante desde el punto de vista del análisis político. Autores como Xavier Casals, en su libro Ultrapatriotas: extrema derecha y nacionalismo de la guerra fría a la era de la globalización (2003), califica la ideología de Jesús Gil como de “populismo protestatario”, neoliberalismo municipalista, que sienta su antecedente en las políticas de Mario Conde y José María Ruiz-Mateos, es decir, un populismo derechista de carácter personalista y de apariencia antielitista, a pesar de provenir de personalidades ricas y famosas.
Casals también compara a Jesús Gil con Silvio Berlusconi en cuanto a su gestión política y la popularidad basada en desparpajo, la ostentación, la descalificación y las expresiones machistas y racistas.
Además de los insultos a la oposición de Marbella, Jesús Gil dedicó improperios de este tipo de manera continua. A modo de ejemplo, llamó “fracaso”, “negro” o frases como “a ver si lo matan de verdad” al jugador Adolfo Valencia del Atlético de Madrid por no dar la talla en el equipo.
Otro ejemplo puede verse cuando tras el partido de ida de un enfrentamiento de Liga de Campeones, entre el Atlético de Madrid y el Ajax de Ámsterdam, el presidente dijo que “los negros del Ajax… Eso parecía el Congo, dicho con todos los respetos. Mirabas a un lado y había cuatro negros calentando, mirabas a otro y había cinco, y en el campo, otros tres. Salían negros de todas partes, como si fuera una máquina de hacer churros. Y conste que no soy racista», lo que provocó un aluvión de críticas.
También declaró públicamente que rechazó para su equipo al alemán Jürgen Klinsmann porque le dijeron «que perdía aceite».
En septiembre de 1990, tras un partido de la Copa de la UEFA entre el Atlético de Madrid y la Fiorentina, al quejarse de la actuación arbitral, Jesús Gil llamó maricón y pedófilo al árbitro del encuentro, Michel Vautrot: “Es un maricón. Sé de muy buena tinta que después de quedar nosotros eliminados de la Copa de la UEFA a ese colegiado le buscaron los italianos un niño rubio de ojos azules.”
También era recurrente la exaltación a la figura de Francisco Franco y a la dictadura. Por ejemplo, en 1996, tras su polémica por el puñetazo al entonces gerente del SD Compostela, José González Fidalgo, declaró: «No pueden conmigo. Yo he dicho arriba Franco y arriba España. A lo mejor si estuviera Franco no habría tres secuestrados».
La alusión a conspiraciones de índole política y económica para defenderse de las acusaciones de periodistas, rivales políticos y las investigaciones policiales también era muy común.
Más allá de un discurso propio de Donald Trump, basado en mentiras, conspiraciones, racismo, machismo, xenofobia, descalificaciones, discurso antipolítico y de rechazo al establishment y al espectro clásico de izquierda y derecha, centrado en su figura y en la exaltación de lo patrio (y, por supuesto, anticomunista o contrario a la izquierda), Jesús Gil carecía de un programa electoral o de propuestas propias.
Así, su línea, reflejada en su gestión y en su partido político, se encuadran en una versión española de la nueva derecha radical más cercana a las manifestaciones que se han visto por parte de personalidades como Donald Trump, adelantándose unos cuantos años antes.
En palabras de su propia familia, Jesús Gil entendió que la combinación de polémica, deporte y construcción eran una combinación explosiva que lo haría alcanzar sus ambiciones.
La caída de Jesús Gil
La primera condena en firme de Jesús Gil por sus años de gestión le sobrevino en 1992 por un delito menor de estafa. Sin embargo, dicha condena le costó la inhabilitación para ejercer cargos públicos, incluyendo el de alcalde.
Sorpresivamente, en 1994, recibió el indulto del Gobierno de España, en ese momento en manos del PSOE, hecho que indignó a la agrupación local del PSOE de Marbella.
Al parecer, las comisiones ilegales por licencias de obras concedidas por el Ayuntamiento de Marbella a la empresa promotora Jesús Gil cuando el municipio estaba en manos socialistas, motivó el indulto por el miedo a que el propio Gil denunciara. Al menos esta es la versión que se desprende del documental de HBO sobre su vida, El Pionero (2019)
De hecho, en televisión, dejó entrever que el cobro de comisiones para la concesión de licitaciones era “una práctica habitual” que “todo el mundo sabía” y que él fue “víctima de una extorsión”, en referencia a que solo se le concedió el permiso una vez untó al gobierno socialista de Marbella.
Jesús Gil parecía de este modo una figura intocable: extremadamente popular, con éxito, poder, buenas influencias, que recibía el favor de gobiernos y jueces y el cariño de los medios de comunicación, entonces la principal ventana al mundo de la sociedad antes de Internet. Llegó a invitar a gastos pagados de lujo a ministros, jueces y magistrados para la celebración de eventos en Marbella.
Además, como presidente al frente del Atlético de Madrid, ganó una Liga (temporada 1995-1996) y tres Copas del Rey (1991, 1992 y 1996), consiguiendo en este último año el ansiado “doblete”, hitos históricos en el club.
Sin embargo, su gestión era una olla a punto de explotar, tanto en el Atlético de Madrid como en Marbella. Olla que, una vez explotó, precipitaría su rápida caída.
El Caso Atlético
Jesús Gil accedió al club en 1987 cuando el equipo pasaba por grandes penurias económicas, en la misma línea que otros clubes de fútbol. Así que, para poder conseguir grandes fichajes como Paulo Futre, Gil puso dinero de su propio bolsillo.
Tal y como él declaró públicamente: “He puesto dinero de mi propio bolsillo para traer fichajes al equipo y he dicho que asumiría todas las pérdidas, algo que no ha hecho ningún otro presidente en toda la historia del club”.
Esta táctica de adquirir fichajes de su bolsillo y cederlos al club la hizo también con otras muchas cuestiones, hasta el punto en el que el patrimonio y los bienes de Jesús Gil y del club eran indistinguibles. Por ejemplo, una de las cuentas bancarias del Atlético estaban a su nombre.
Con la conversión por ley en 1992 de los clubes de fútbol en sociedades anónimas, éstos pasaron de ser de propiedad de los socios a propiedad de unos pocos, en un intento por resolver el problema de la deuda de los clubes, pero convirtiéndolo en un negocio. El propio Gil defendió esto: “a los socios no les interesa el sueldo que cobra un fichaje o la gestión económica”, llegó a decir.
Así, Gil añadió a esta gestión una contabilidad “en B”. Para cada contrato, incluyendo a fichajes, había una versión en B para eludir cuestiones legales. Por ejemplo, aunque el contrato de los jugadores establecía retribuciones por valor de 100.000 o 200.000 pesetas, en verdad cobraban hasta un millón de euros o incluso más.
A pesar de las victorias del equipo, las polémicas empezaron a salpicarle por sus continuas descalificaciones y por su temperamento, que se reflejó en que, durante su presidencia, el equipo tuvo hasta 34 entrenadores y cambió de técnico hasta en 49 ocasiones.
También, durante la reorganización del equipo a raíz de los cambios legales en 1992, con el fin de recortar todo tipo de gastos, Jesús Gil tomó la decisión de cerrar numerosas secciones, incluidas todas las categorías inferiores del club a excepción del Madrileño, que militaba en Segunda B. Como consecuencia de ello, muchas jóvenes promesas debieron buscar nuevo equipo.
Sin embargo, lo que terminó por desencadenar su polémica más fuerte fue el hecho de que el Atlético de Madrid debía abonar la cantidad de 2.060 millones de pesetas para salvar su situación económica y constituirse como sociedad anónima. Se descubrió que Jesús Gil, en realidad, a pesar de haber puesto su patrimonio económico a disposición del club, no había resuelto ninguno de los problemas financieros del mismo.
No obstante, consiguió ese dinero gracias a que los socios compraron el 3% del club aportando en su totalidad unos 113 millones de pesetas y a que el Banco Banesto, presidido por Mario Conde, concedió un préstamo a Jesús Gil por valor de 1.300 millones de pesetas, mientras que el banco francés Credit Lyonnais prestó 600 millones al vicepresidente del club, Enrique Cerezo.
Entonces, ambos crearon una cuenta bancaria a nombre del club donde ingresaron el dinero justo el día de la fecha de vencimiento para poder sufragar los gastos de la conversión en sociedad anónima.
A los pocos días, sin embargo, ambos retiraron ese dinero y sufragaron el préstamo. Así, sin gastar nada, Gil y Cerezo se hicieron dueños del 95% del club. Solamente los socios desembolsaron dinero.
Y es que resulta que, Jesús Gil, había considerado como una deuda en B todas las concesiones de su patrimonio que hizo el club y esa era su manera de cobrársela.
Más tarde, en 2003, harían una ampliación de capital para que los hijos de Gil fueran propietarios también del club y no perder poder sobre el mismo. De hecho, hoy en día, el hijo de Jesús Gil, Miguel Ángel Gil Marín, es el propietario del 52% del club. Wang Jianlin, el hombre más rico en 2015 según Forbes, y Cerezo, poseen cada uno un 20%. Los propietarios del resto de las acciones son los socios del club, incluidos los abonados.
En 1996, la recién creada Fiscalía Anticorrupción comenzó a perseguir los desmanes de Jesús Gil al frente del club y del Ayuntamiento de Marbella.
Esto llevaría a que, en 1999, el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, decretara el cese de Gil al frente del Atlético de Madrid y la intervención judicial del club, nombrando como administrador a Luis Manuel Rubí, intervención que duraría hasta 2004, cuando el Tribunal Supremo concluyó que Jesús Gil se había apropiado indebidamente del club, pero las sentencias quedaron sin efecto porque los delitos del llamado “Caso Atlético” habían preescrito.
A pesar de que Jesús Gil fue restituido como presidente en el año 2000, ese mismo año el equipo bajó a segunda división por primera vez desde 1934 por sus malos resultados, subiendo de nuevo de categoría en la temporada 2001-2002.
Entre 1999 y 2000, se creó la asociación Señales de Humo, socios que protestaban por la penosa situación económica y deportiva del club y cuyas proclamas se dejaban ver en los propios partidos. Como después admitirían varios socios importantes, el club estuvo a punto de disolverse.
En 2003, a pesar de la ampliación del capital y de que seguiría siendo el dueño del club por las acciones compradas, sometido a una intensa presión por estos y otros escándalos, Jesús Gil dimitió de la presidencia.
Desde entonces, los socios han seguido en pleitos legales contra los accionistas actuales.
Corrupción en Marbella: el Caso Camisetas y el Caso Saqueo
En 1996, un año después de su segunda mayoría absoluta, una carta anónima llegada a la Fiscalía Anticorrupción con la contabilidad del Ayuntamiento de Marbella inició la primera de varias investigaciones tras la trama mafiosa detrás de la gestión municipal.
Todo comenzó por el desvío de unos 450 millones de pesetas del erario público municipal para la esponsorización del Atlético de Madrid. Las camisetas de la equipación tenían el rótulo de “Marbella”, un rótulo que llegó a aparecer en las camisetas del Sevilla y del Betis durante la misma época y, posteriormente, se acabó expulsando a varios ejecutivos de ambos clubes por corrupción.
A raíz de estos desmanes, al gobierno del GIL se le requirió numerosa documentación que Fiscalía consideró incoherente y en la que faltaban numerosos expedientes, informes, etc., lo que llevó a la paralización de obras en el municipio y de otros servicios públicos por contrataciones irregulares.
Paradójicamente, esto provocó una protesta en buena parte de vecinos y vecinas. Jesús Gil utilizó esto en su favor para cargar contra el Gobierno de España, presentándose como víctima de una conspiración: “No quieren al GIL, buscan mi inhabilitación”, dijo en numerosas ocasiones.
Sin embargo, en declaraciones más actuales, Manuel García Castellón reconocería que recibió órdenes superiores de proteger a Jesús Gil, por ejemplo, cuando pidió para él la prisión cautelar y se la denegaron.
Al respecto, hubieron dos puntos de inflexión. Uno de ellos fue cuando llegó a manos de la Fiscalía que los Juzgados de Marbella habían archivado más de 200 denuncias por corrupción dirigidas hacia Jesús Gil y su gobierno.
Así, con los indicios suficientes, se procedió a cambiar a la jueza a cargo de dichos juzgados (más tarde inhabilitada) por Santiago Torres, un juez que escapaba a la esfera de influencia de la trama de Gil.
Otro punto de inflexión vino cuando Jesús Gil trató de extender su proyecto político a otros municipios, incluyendo Ceuta y Melilla.
De hecho, Ceuta llegó a estar gobernada entre 1999 y 2001 por el GIL. Además, gobernó Estepona, Barbate, Manilva, Ronda, Casares, San Roque, Chipiona y la Línea de la Concepción. También anunció su intención de registrar el GIL como proyecto político para España, llegando a presentarse a las elecciones del año 2000 y donde obtuvo unos 72.000 votos, siendo la primera fuerza extraparlamentaria.
La posibilidad de que Jesús Gil aplicara su política mafiosa en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla en un momento delicado para la situación política de España e incluso de que diera el salto a la política estatal, cambió la opinión del gobierno entonces, ya en manos del Partido Popular (PP), quien además no tenía cuentas que rendir con él.
Así, en 1999, ingresó en prisión de forma cautelar. Esto provocó una reacción en cadena donde los socios de sus desmanes trataron o bien de esconderse de la justicia o bien de usurpar su lugar.
Según publicó el periódico El Mundo, entre 1991 y 1995, Gil y otros seis cómplices desviaron a cuatro empresas fantasma 35,2 millones de euros del Ayuntamiento de Marbella mediante el procedimiento de las facturas falsas y concesiones arbitrarias.
José Luis Jiménez, que era amigo de Gil desde que se conocieron en una celda de la cárcel de Segovia en la década de 1970 cuando ingresó por el derrumbamiento del restaurante, era el propietario de varias compañías inexistentes.
Por su lado, Juan Antonio Roca creó en 1993 dos empresas fantasma y las había puesto a nombre de su madre de 80 años, que vivía en otra ciudad y que ignoraba lo que estaba sucediendo.
El puesto oficial de Roca en el gobierno de Gil en Marbella era gerente de planificación urbana, una planificación que llevaba a cabo a través de una de las empresas fantasma, lo que le permitía calificar y recalificar terrenos al tiempo que negociaba acuerdos con los constructores mediante los famosos “convenios”.
El testaferro de Roca era Juan Hoffman, cuyo padre, Hans, había sido un destacado simpatizante nazi que había conseguido asilo para antiguos oficiales nazis en diversos lugares de la Costa del Sol.
Juan heredó la red de contactos de su padre y en ella figuraban políticos corruptos y élites económicas de toda Europa. El fallo del tribunal dictó que se había aprovechado de sus contactos para blanquear dinero obtenido gracias a esa estafa.
Para llevar a cabo su papel de gobernantes municipales, Jesús Gil y sus socios utilizaban una cuenta secreta desde la que realizaban ingresos falsos en sus diversas compañías. La investigación reveló que entre todos se hicieron con un total de aproximadamente 49,4 millones de euros.
A pesar de que Gil intentó culpar de todo a su abogado José Luis Sierra, Gil y otros seis de sus socios fueron finalmente acusados de estafa y malversación de caudales públicos.
Así, Jesús Gil llegó a ingresar en prisión hasta tres veces: en 1999 por malversación de caudales públicos, en el 2000 con 28 años de inhabilitación y seis meses de arresto por el Caso Camisetas y en 2002 por la malversación de 4.442 millones de pesetas del Ayuntamiento de Marbella acometida entre los años 1991 y 1995 en el Caso Saqueo, si bien Gil pagó la fianza y salió seis días más tarde.
Jesús Gil abandonó la Alcaldía de Marbella el 24 de abril de 2002 tras confirmarse la sentencia del Tribunal Supremo.
Julián Muñoz, teniente alcalde durante el gobierno de Gil, y Marisol Yagüe, alcaldesa de Marbella desde 2003 hasta 2006, fueron condenados a prisión años después por el famoso Caso Malaya, poniendo fin a la trama de corrupción iniciada en la época de Jesús Gil.
El 9 de mayo de 2004, Jesús Gil fue hospitalizado por un infarto cerebral masivo, muriendo poco después de un paro cardíaco.
El legado de Jesús Gil
Jesús Gil marcó una forma de hacer y entender la política, basada en el populismo empleado por la extrema derecha y por la corrupción sistemática que ha sido replicada en la administración de España, pero también en países como Italia de la mano de Silvio Berlusconi o Matteo Salvini.
Gil hizo de la corrupción, la descalificación y la incultura una bandera antisistema y reflejó la gran permisividad de la sociedad española hacia estas cuestiones en una época en la que sobrevino un enorme boom inmobiliario, una (falsa) bonanza económica y una tendencia a mirar hacia otro lado mientras la clase política robaba a manos llenas.
Jesús Gil fue, además, utilizado por el sistema político español para sus intereses. Todos los medios, partidos y personalidades buscaban acercarse a él debido a su popularidad y carisma hasta que fue demasiado tarde y hasta que su horrorosa gestión y sus terribles ideas se hicieron insostenibles.
Los casos de corrupción iniciados por Jesús Gil duraron hasta bien entrada la década de los 2010. De hecho, en 2005, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales informó que los ayuntamientos gobernados en su día por el GIL acumulaban aproximadamente la mitad de la deuda municipal con la Seguridad Social y Hacienda de toda España.
Aun a día de hoy, sigue siendo una figura controvertida, amada y odiada a partes iguales.
Como bien recuerda todavía la oposición durante su mandato e incluso algunos de los socios que se apartaron a tiempo: todo el mundo votaba al GIL, todo el mundo lo quería, aunque no se quiera reconocer. Era el rey de Marbella. El propio GIL llegó a decir: “después del Rey, el más conocido en España soy yo”.
De hecho, tras su inhabilitación, fue despedido entre aplausos y vítores, mientras que Santiago Torres, el juez de Marbella que lo investigaba, sufrió un acoso sin precedentes por sus propios conciudadanos. Se reflejaba lo que hoy en día buena parte de la sociedad española critica: mientras todo fuera bien, la corrupción no era importante.
Tras su muerte, su funeral se celebró en el estadio del Atlético de Madrid con unas 15.000 personas asistentes y se le dedicaron numerosos elogios y homenajes.
En resumen, Jesús Gil encarnó la figura del político demagogo, populista, antipolítico, inculto, machista, racista, homófobo, ultraconservador, ultranacionalista, autoritario y ladrón que, con alta dosis de influencias, dinero, poder y carisma, consigue engañar al poder para servir a intereses particulares.
Jesús Gil, de este modo, fue un pionero y un visionario de lo que estaba por venir con la nueva derecha radical. De este modo, el gilismo puede señalarse como antecedente del trumpismo.
A falta de un análisis riguroso sobre su gestión, Trump ha destacado precisamente por las mismas cuestiones, pero con un salto secular. Y, por fortuna, parece que correrán la misma suerte.
– Foto de portada: Afroamericano bebiendo de una fuente asignada a personas negras. Fuente: United States Library of Congress’s Prints and Photographs division
Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.