Cultura

‘El Rompenieves’: un estado autoritario, lucha de clases y revolución

El Rompenieves es una serie de televisión basada tanto en la película homónima de 2013 como en el cómic original francés Le Transperceneige de 1982.

Aunque la película tiene según la crítica y público una mayor calidad dado el elenco de actores, la historia y su carácter de fábula que le evita caer en contradicciones, la serie El Rompenieves ha conseguido llegar a firmar una tercera temporada y situarse en el top 10 de Netflix con su segunda temporada. Actualmente emite un capítulo semanal en la conocida plataforma de contenidos.

La serie de El Rompenieves empieza con una animación en la que se informa que, por la acción humana, el mundo ha quedado congelado con unas temperaturas que hacen imposible sobrevivir en el exterior.

Este apocalipsis ya fue previsto por el visionario Señor Wilford, dueño de Wilford Industries. El Señor Wilford creó un tren con la tecnología más avanzada del momento que viaja por todo el mundo con un motor de movimiento perpetuo. El tren, El Rompenieves de 1001 vagones, es un perfecto ecosistema circular autosustentable donde hay toda una sociedad.

La poca humanidad que consiguió unirse al proyecto escapa del apocalipsis en la máquina. Pero el interior deja mucho que desear como hipotética sociedad utópica. La adquisición de los pasajes y la función dentro del propio el tren determinan la posición del individuo en los restos de la civilización humana.

A la cabeza del tren se encuentra el Señor Wilford, el eterno piloto de la máquina y la autoridad omnipresente en este tren.

Inmediatamente después, se encuentra la primera clase, formada por un reducido grupo de multimillonarios que apostaron por el proyecto del Señor Wilford y viven en una comodidad perpetua en la parte delantera del tren, omitiendo la realidad de escasez no ya de un mundo muerto sino del resto del tren, donde las desigualdades parecen bastante obvias.

Tras este vagón, se encuentra el de la segunda clase, formada por los profesionales más valiosos y distintos miembros de seguridad. Aquí hay ingenieros, técnicos y otras profesiones sin las cuales, se entiende, el tren tendría riesgo de no funcionar.

A continuación está la numerosa tercera clase, que ejerce la mayor parte de labores del tren, como las tareas de mantenimiento, limpieza, etc.

Por último, se encuentra una clase inesperada que no entraba en los planes del Señor Wilford: los colistas. Se trata de un numeroso grupo de personas que consiguió colarse en el tren antes de su partida. Se encuentran en los vagones finales, apilados y hacinados sin ser dueños de nada. Y, por lo tanto, sin derecho a nada.

Esta estratificación de los últimos reductos de la sociedad no deja de ser, obviamente, una alegoría más que clara a las clases sociales y la desigualdad del mundo. Más tarde, se convierte también en una alegoría de la lucha de clases contemporánea cuando los colistas piensan en empezar una revolución.

De esta manera empieza El Rompenieves. Lo que se narra a partir de aquí incluye distintos eventos donde se desvelarán aspectos de la trama de la primera temporada. Aunque se dejan sin nombrar suficientes eventos relacionados con tramas directas y de ciencia ficción para guardar algunos secretos, contiene spoilers.

La interrumpida revolución de los colistas

El Rompenieves empieza 6 años, 9 meses y 26 días después de la partida del tren del mismo nombre. Una primera visión del mismo nos enseña el paisaje ya descrito y los distintos personajes que tendrán presuntamente un papel principal.

De ellos destacan los dos protagonistas: Melanie Cavil, interpretada magníficamente por Jenifer Connelly, siempre vestida con la elegante gabardina azul del cuerpo de asistencia, encargado de las tareas diplomáticas y los cuidados a la primera clase. Melanie es además la voz del tren y por ende del poderoso Señor Wilford.

El otro protagonista es André Layton, interpretado por el afroamericano Daveed Digs. Layton es uno de los líderes de facto de los colistas. Estos, hartos de la condiciones en las que viven, pues vivir sin dignidad durante demasiado tiempo suele hacerse insoportable, preparan la revolución, planeando avanzar con violencia por los distintos vagones ya que actualmente se encuentran permanentemente confinados en la cola.

El inicio de la revolución se ve frenado en seco cuando aparece Ruth Wardell, la adjunta de Melanie Cavil en asistencia (y que aquí hace el papel homónimo a la soberbia Tilda Swinton en la película original, quedando algo deslucido aunque aceptable). Ruth Wardell informa de que buscan a André Layton por voluntad del Señor Wilford.

Resulta que se han dado una serie de asesinatos macabros sin resolver, posiblemente realizados por miembros de primera clase. André además revela su pasado como un inspector de homicidios, el último inspector vivo. Por lo que el Señor Wilford, siempre representado por Melanie Cavill, le necesita para resolverlos.

Esta manera de introducir al principal protagonista es tan eficaz para cualquier trama como manida y mil veces vista y en verdad puede desmerecer algo la serie, en especial el piloto. Pero, por suerte, El Rompenieves no se convertirá en una serie de capítulos de resolución de crímenes en la locomotora, sino que sirve únicamente como guía de la trama durante los primeros capítulos.

Aunque inicialmente el colista Layton va a rechazar la proposición, la revolución empieza sin esperarle, fallando al poco de empezar en parte por la escasa información que manejan los colistas, que se preparan para ser aplastados por el ejército de seguridad al mando del Comandante Grey, un hombre endurecido y cruel amante del orden, un arquetipo ya tristemente conocido tanto en la ficción como en la realidad.

Para impedir una masacre, Layton acepta el encargo del misterioso asesinato. Además, gracias a esto, tendrá la posibilidad recopilar información sobre todo el tren y así planear mucho mejor una futura revolución.

La trama del primer capítulo no acaba aquí, ya que se desvela que el Señor Wilford no está en el tren y que Melanie Cavill ha robado su papel conociendo este hecho solo los dos ingenieros que conducen la máquina con ella.

Revolución y reacción

La historia que se desarrolla en El Rompenieves es la historia de una revolución alimentada por la injusticia social. A través de la investigación, Layton va reuniendo la información suficiente para tramar su insurrección de los colistas y subvertir el orden establecido en el tren.

En esta investigación conoce a los principales dirigentes de primera clase, encarnado por el poderoso matrimonio Folger: Lilah y Robert Folger y su hija, la caprichosa LJ.

La historia del macabro crimen se empieza poco a poco a resolver, marcando a un miembro de primera y, parece ser, que a un confidente del Señor Wilford. Mientras, Layton aprovecha la investigación para moverse por todo el tren y así conocer su contenido y además, para alistar a los miembros de tercera a su revolución. Esta investigación sirve por supuesto también al espectador, que poco a poco conoce la organización social, política y económica que sustenta El Rompenieves.

Layton informa a Melanie Cavill de que sabe que es un miembro de primera y esta le anima a dar con él, pues teme que secretos pueda haber revelado.

La mente criminal tras los crímenes tras varios capítulos se revela como la hija del poderoso matrimonio de los Folger LJ, acostumbrada a tenerlo todo y que habría encontrado un nuevo hobby. Es decir, realiza estos crímenes sin objetivo alguno, por puro entretenimiento.

Este hecho desencadena una tormenta en primera clase y un conato de revolución de los privilegiados liderada por el matrimonio Folger, con una escasa acogida.

El suceso parece que va a terminar con un juicio de las dos primeras clases a LJ. Tras varios momentos de solo relacionarse con Cavil, Layton ya ha descubierto que ella en realidad es el “señor Wilford”.

Melanie es consciente de esto y muestra su carácter impasible, engañando y encerrando a Layton en las cámaras, unos aparatos de hibernación donde van los criminales (y que Melanie ha ido aumentándolos de tamaño año tras año, al igual que su tecnología).

Finalmente, la hija de los Folger es acusada formalmente y enjuiciada. Aunque originalmente el jurado iba a ser solo de primera y segunda, se añade un juez de tercera clase, mostrando que algo está cambiando en el tren para desagrado de los privilegiados. Y es que el hecho de que LJ se aprovechara de sus privilegios para asesinar a personas en un momento donde la población humana es tan reducida parece que cambia en algo el pensamiento general, como un desencadenante.

Este jurado determina que la joven es culpable. Entonces esta lanza un alegato que es una amenaza velada al supuesto señor Wilford con revelar cierta información secreta que solo algunas personas conocen.

Esto es lo que temía Cavil, confirmando sus sospechas de que los asesinos obtuvieran información privilegiada de su espía. Así haciendo uso de su poder absoluto, el “señor Wilford” la perdona, causando un revuelo en todas las clases sociales, incluyendo la primera, que consideran errática la actuación del soberano del tren.

Tras varios episodios, Layton vuelve a la libertad, provocando la ira de Melanie que sabe que conoce su secreto y movilizando a sus efectivos para encontrarle. Si se supiera que el Señor Wilford no existe, sin duda se acabaría el orden establecido.

Pero, mientras tanto, algo se mueve también en primera clase. Ante las extrañas decisiones del Señor Wilford, la omnipresencia de Cavil, los disturbios del tren y los aires revolucionarios, parte de primera clase encabezada por el matrimonio Folger y el líder del ejército, el comandante Grey, preparan su propia revolución conservadora contra Wilford, para garantizar sus privilegios y castigar a las clases inferiores.

El secreto de Cavil no seguirá siéndolo mucho más, ya que Layton lo desvela al resto de líderes de tercera. De la misma manera, Layton filtrará este secreto a LJ, la hija de los Folger, para que lo use a conveniencia, pensando que esto favorecerá la revolución de los colistas.

Momentos finales

Melanie Cavil es finalmente descubierta también gracias a la filtración de LJ. En su defensa aduce que nadie conocía de verdad al señor Wilford, pintándolo como un narcisista obsesionado por la adulación, el lujo y el poder, y que la Humanidad no hubiera sobrevivido con él cómo líder.

Aunque el espectador no conoce en ningún momento al Señor Wilford, esto es creíble por el diseño de su tren y por uno de los escenarios, el vagón nocturno, que actualmente es un cabaret festivo, pero que originalmente tenía un carácter más sexual.

Sus explicaciones no convencen a la primera clase, que la acusan de haber tomado un poder que no era suyo. Tras esto, es arrestada y condenada a una futura muerte. En estos momentos donde primera clase discute como reorganizar el poder, estalla la revolución de los colistas, ayudados por los miembros de tercera y encabezados por Layton.

Ahora, ambos bandos se preparan para enfrentarse ante el vacío de poder, desplegando sus estrategias y ocurriendo finalmente una sangrienta batalla donde ambos pierden multitud de efectivos a la vez que se ven obligados a retirarse, estando las fuerzas bastante igualadas en primera instancia.

Parece que el bando reaccionario, mejor pertrechado y preparado, va a ser el ganador. Los Folger ya piensan como tomar el poder sin saber que el Comandante Grey ya está preparando tomar el poder por la fuerza, haciendo su consorte a Ruth Wardell, la segunda de dirección. Además, descubren que puede aislar y matar al bando sublevado gracias a la tecnología, esparciendo un gas tóxico entre sus rivales.

Pero el destino gira y Melanie Cavill, que se preparaba para ser ejecutada al aspirar aire del exterior, es rescatada y ofrece su ayuda al bando sublevado, descubriéndoles como acabar con sus enemigos: conducir a sus rivales a un conjuntos de vagones y desengancharlos en un línea paralela próxima.

Así, ponen en marcha el plan, con Layton y Melanie, que tendrán que llevar a cabo partes cruciales de manera manual. Layton finge su rendición, para así poder atrapar a sus enemigos. El bando reaccionario se encuentra exultante y realiza los criterios formales para la capitulación, incluyendo un tratado firmado y documentos visuales, como si de una guerra histórica se tratase.

El plan de Melanie se encuentra en disposición mientras Layton es rescatado y se prepara para ejecutar el plan, descubriendo que en los vagones que debe soltar donde están sus enemigos, también se encuentran aliados capturados, poniendo en una muy difícil tesitura al protagonista.

Con el tiempo en contra para trazar el plan, Layton ejecuta su parte y suelta los Folger, el grueso de los soldados y a los prisioneros.

El Rompenieves de 1001 vagones se convierte en El Rompenieves de 994 vagones.

La fragilidad de la democracia y la derrota de los vencidos

Tras esto, el bando sublevado toma el control del tren. Melanie Cavil entrega voluntariamente al poder a Layton, que proclama la disolución de las clases, el fin de las restricciones del movimiento y la celebración de próximas elecciones, poniendo fin al conato de sociedad estamental implantado durante años.

Mientras tanto, ocurren por el tren saqueos, destrucción de mobiliario y recursos y, por supuesto, cierto revanchismo con los privilegiados miembros del antiguo orden.

Layton descubre la realidad del poder cuando tiene que mandar a varios de los suyos a prisión por estos hechos. Además, ahora habrá que redistribuir el espacio, causando heridas en los privilegiados y frustrando las expectativas de los oprimidos, en un difícil encaje entras las antiguas clases. Un nuevo orden en el que todo el mundo tiene algo que ceder.

Pero, en ese momento, se desvela que una señal de radio que llegaba al tren había sido ocultada por un ingeniero. Esta misteriosa señal de música de ópera, que podría ser de un búnker, se revela como Big Alice, el tren prototipo de 40 de El Rompenieves, usado posteriormente como tren de repuesto. Melanie sabe que conduciéndolo está el auténtico Señor Wilford, que será inclemente con su venganza.

Intentan huir de Big Alice, fallando mientras la maquina consigue acoplarse a la parte trasera. Así, Wilford toma el control electrónico de El Rompenieves.

El regocijo de los miembros de primera y del equipo de asistencia que creen ver a su salvador choca con los sublevados. Estos acuden armados a la cola para recibir a los invasores, mientras asistencia prepara una visita diplomática con un coro de niños para recibir al señor Wilford. En esos momentos, la puerta se abre y una joven sale del tren como portavoz de Wilford avisando de que, efectivamente, ahora El Rompenieves está bajo su control.

Y en estos momentos termina la primera temporada. Por lo que a continuación vienen detalles del primer capítulo de la segunda.

La joven que sale muestra una lista con exigencias algo banales, dando 20 minutos para cumplirla. Las declaraciones de Melanie no eran para tomárselas a broma. Se ve aparecer al señor Wilford, interpretado por Sean Bean, un personaje adicto a los lujos, los halagos y la servilidad, que tiene aterrorizado a su pasaje, en su justo papel de monarca absoluto.

Ante la amenaza, Layton suspende el plan democrático e instaura la ley marcial, con la consecuente decepción y rechazo interno.

Temiendo que primera clase y asistencia ayuden a Wilford, los sublevados montan un ataque sorpresa que solo es rechazado por la superior y misteriosa ciencia desarrollada por Wilford.

El carácter egoísta de este nuevo personaje se ve cuando, enfadado por el ataque, da luz roja para matar a todos los pasajeros de El Rompenieves anulando la calefacción.

Solo una trampa preparada anteriormente por Melanie evita esto, al activarse y hacer que ambos trenes no puedan soltarse. La venganza de Wilford tendrá que esperar.

Estado autoritario, sociedad estamental

Durante la serie se puede ver el interior de El Rompenieves y también la vida de sus usuarios, con sus condiciones políticas y sociales.

Indudablemente, el tren de Wilford representa a una nación autoritaria. La voluntad del señor Wilford como la de cualquier dictador es la ley. Existe un manual de actuación de donde emanan las leyes, una especie de carta otorgada más que una Constitución, pero el creador de la máquina tiene siempre la última palabra, con poca o nula discusión.

El Señor Wilford emana este poder de su conocimiento y su tecnología, pero también de la legitimidad que le otorga el resto de clases poderosas, ya que su conocimiento en sí no es mayor que los del resto de ingenieros. Es un símbolo y un estamento en sí mismo, un icono para el resto.

El Señor Wilford, de hecho, tiene un gran apoyo entre los miembros de primera clase. Este conjunto de ciudadanos y ciudadanas representan a empresarios y profesionales liberales de alto nivel que adquirieron los pasajes y ayudaron a financiar el proyecto de Wilford. Su rango les permite viajar con libertad por el tren gracias a los microchips que llevan en la mano, que es uno de los objetos más valiosos de El Rompenieves.

Aunque su gloria es pasada, detentan un poder real, influenciando al señor Wilford y tramando y conspirando. Algunos de ellos incluso ponen en duda de si el poder debe permanecer eternamente en manos de Wilford, de lo que se deduce que tendrían el poder de cambiar el orden establecido si lo desearan. De este grupo destacan: el matrimonio Folger, uno de los más influyentes; el Comandante Grey, líder de los militares; y Ruth Wardell, adjunta a dirección.

La segunda clase es una de las que más hay que imaginar, ya que su papel es el menor. Se intuye que además de los que compraron el billete en segunda, la conforman los profesionales de más alto nivel. Su nivel les permite caminar con bastante libertad por la máquina. A diferencia de una sociedad completamente estamental, aquí se ve cierta movilidad social en nombre del conocimiento.

Se intuye que otra de las bases del poder de Wilford ocupa la segunda clase. Esto son los soldados. Sin dejar a duda de las intenciones de Wilford cuando creó su máquina perpetua, existe un nutrido grupo de hombres de armas perfectamente pertrechados. Las sociedades desiguales requieren mucha seguridad para reprimir a los que no tienen nada que perder y el señor Wilford contaba con ello.

En tercera se encuentra el grueso de la población de El Rompenieves, siendo la gran mayoría de los trabajadores de las distintas áreas, con trabajos más manuales o de “cuello azul”. Sus condiciones están ligeramente por encima de la subsistencia, con un racionamiento y unos recursos limitados, además de un acceso restringido a muchas zonas del tren sino están relacionadas con sus labores.

Hay cierto equilibrio en el trato a esta clase, otorgándole ocio y lo suficiente para evitar una rebelión. Pese a eso, el señor Wilford ha demostrado ser implacable si es necesario y en los conatos de huelga (uno de ellos aparecido en la serie), Melanie Cavill no duda en usar la violencia si es necesario para conseguir que hagan sus labores, además de reducir sus recursos. En esta clase existe un floreciente mercado negro.

Sin duda, la tercera clase es una representación de la clase trabajadora de la actualidad, pero quizá la parte más cercana a las «clases medias» occidentales.

Por último, se encuentra la cola, clase social formada por los que se colaron en el tren. Como se ve en la serie, al principio los planes de Wilford no pasaban por otra cosa que no fuera dejar que la naturaleza siguiera su curso en un espacio sin acceso a comida ni agua como el final del tren. La cola representa a los grupos sociales más marginados, vulnerables y discriminados de la sociedad actual, que viven al margen incluso de muchas de las reivindicaciones de moda al no tener ni lo mínimo para subsistir o tener necesidades específicas no compartidas por la inmensa mayoría. Por ejemplo, es fácil identificarlos con la población migrante de los países occidentales.

Finalmente, algo cambió y la cola empezó a ser alimentada gracias a las barras de proteínas, unas barras de gelatina de aspecto negruzco.

Esta clase social se encuentra hacinada y marginada al final del tren, incapaz de moverse más allá de los pocos vagones que ocupan.

El tren usa a la cola para obtener mano de obra: para las tareas más ingratas, como las relacionadas con las heces, cuando se requiere un perfil determinado que cubrir o para obtener personal cualificado en cuanto alguna persona destaca como alguien con capacidad.

Así, la sociedad dibujada por El Rompenieves dibuja un paisaje entre la feudal, dividida por estamentos como el Antiguo Régimen, y las sociedades modernas con el conflicto de la lucha de clases en base a las condiciones materiales de cada capa social.

En relación a la feudal, el Rey es indiscutiblemente el Señor Wilford mientras que el Primer Estamento es la primera clase, el Segundo Estamento es la segunda clase (aunque posiblemente posee un poder menor que su paralela del Antiguo Régimen) y el Tercer Estamento lo conforman el resto de clases de la mayoría de las personas del tren.

Aquí, como de costumbre, las primeras clases, minoritarias en número, concentran la gran mayoría de los recursos y el poder, mientras que el resto sobreviven como pueden.

El Señor Wilford favorece a las primeras para que la garanticen su legitimidad. El pacto entre las élites y la voluntad todopoderosa de Wilford se puede apreciar cuando, tras un fallo de los tres miembros de un juicio a un miembro de primera, Melanie Cavil salva al personaje juzgado de su destino.

Además, como es costumbre, es gracioso señalar como a la clase más necesitada e indefensa como son los colistas, son tratados por el resto de pasajeros con desdén o desprecio, ya que en muchos casos consideran que consumen recursos que no les tocan y que hayan subido al tren es injusto, de forma análoga a lo que sucede con las minorías étnicas en la actualidad.

También es muy interesante cómo las clases privilegiadas son capaces de hacer frente a un conflicto armado mediante su propia revolución reaccionaria ante el vacío de poder y la posibilidad de perder sus privilegios, e incluso cómo el ejército, reflejado en el personaje de Grey, tiene sus propios planes para instaurar un nuevo orden, tal vez más basado en la fuerza y la disciplina, en recuerdo a las dictaduras militares de las décadas de los 70 y 80.

La recreación de la máquina

El paisaje imaginativo de El Rompenieves es también interesante. El vehículo con 1001 vagones tiene, como es obvio, vagones de todo tipo. Además, estos crean un ecosistema cerrado autosustentable: cada acción de un vagón tiene un significado que generalmente puede ser utilizado por los demás, por ejemplo la reutilización del metano emitido por las ventosidades de las vacas.

Así, el paseo por El Rompenieves permite ver toda una serie de vagones.

Se encuentran por ejemplo vagones jardín, donde se cultivan todo tipo de alimentos.

Los vagones de crianza animal, donde distintas especies se crían y engordan para alimentar a los habitantes.

El vagón acuario, donde este peculiar ecosistema cerrado permite recoger ciertas exquisiteces algunas veces al año, como el sushi o las almejas (y donde se puede percibir el carácter clasista de su creador).

El vagón médico, con los llamados cajones, donde se pone en estado de latencia a los prisioneros (y donde en la serie se descubre que, además, representan la última salvación de la Humanidad si ocurre un fallo catastrófico que solo permita salvar a unos pocos).

El vagón nocturno, un vagón cabaret con espectáculos de variedades y también una función terapéutica. Originalmente su creación por parte del Señor Wilford parecía tener un objetivo más sexual, como un prostíbulo.

Las cadenas, viejos vagones de tercera reconvertidos y decorados por gente joven en lo que parece ser una alegoría del movimiento hippie.

Y esto son solo algunos ejemplos, bastante imaginativos y agradables de ver.

¿Serie o película?

La serie de El Rompenieves viene de la película del mismo nombre dirigida por el oscarizado Bong Joon-Ho, director de Parásitos y conocido por tratar la lucha de clases en sus filmes.

Y la película es muy superior a la serie. En primer lugar, como es habitual en un blockbuster, la calidad visual, de la realización y efectos es superior. Además, el elenco de actores es bastante superior al de la serie, como el maravilloso papel de Tilda Swinton como una mezcla de los dos personajes de asistencia y ninguno a la vez.

Pero, sin entrar en detalles técnicos, la película funciona mucho mejor que la serie. Esto es porque la película intenta ser una alegoría a la lucha de clases en forma de cuento para adultos que no se preocupa por responder de manera científica a las mil y una contradicciones de El Rompenieves infinito.

Tampoco pierde un exceso de tiempo en tratar de dibujar a las clases sociales y la problemática del mantenimiento eterno de una clase privilegiada en un entorno de escasez con la Humanidad en peligro de extinción constante sin un poder material que los respalde.

Además, la película sorprende con momentos de una increíble fuerza narrativa y visual que hace que sea espeluznante, emocionante y excitante a la vez, con escenas y resoluciones quizá poco comunes para ojos occidentales: revelación sobre que las barras de proteínas con la que se salvaron a los colistas están hechas con millones de insectos triturados (hecho ignorado en la serie), el paisaje más visual que se dibuja dentro de El Rompenieves, los extraños e implacables asesinos del Señor Wilford, el uso que se les da a muchos colistas para que todo siga girando a la vez, la magia y el misterio que rodean a “la maquina”, quizás como una alegoría al film 2001: Odisea del espacio… Toda esta magia lamentablemente está desaparecida en la serie.

Así pues ,y lamentablemente, la serie no llega a la altura de la obra cinematográfica. Partiendo de una premisa original e inventiva, hay algo de cotidianeidad y de falta de innovación en cada plano y en la resolución de las distintas tramas, en especial en los primeros capítulos.

Pese a eso, hay que reconocer que la premisa es bastante original y casi única, por lo que una obra hecha con ella merece la pena de ser vista. Además el género de las distopías aunque se ha hecho más popular no es especialmente numeroso, y menos aún si responde a elementos de la realidad tan evidentes como en este caso.

Además el desarrollo de la historia va ganando enteros cuando avanzan los capítulos y olvida un poco los clichés de las series modernas.

Las actuaciones sin ser brillantes son aceptables (destacando a Jeniffer Conelly y saliendo algo mal parado Daveed Digs) y el resto de elementos de ciencia ficción salvan los típicos problemas de plantear escenarios demasiado caros para una serie.

Además, la crítica social y política a una clase que lo acapara todo es bastante visible. Quizás menos alegórica y trascendental que la de la película, pero con valor pese a todo. Y revela algo que seguro que es cierto en el carácter humano: incluso con el apocalipsis encima, la Humanidad estaría más ocupada por ver quien detenta el poder, aunque eso la llevase a la extinción.

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

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