Alt-right: cuando la extrema derecha se disfraza de modernidad
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016 fue toda una sorpresa para la sociedad estadounidense y para casi todo el mundo. Alejándose de la típica imagen del fósil político ultraconservador y con un discurso irreverente e incluso antisistema, consiguió lo que el Tea Party no logró con su férrea oposición al ex-presidente Barack Obama. Y es que, todo movimiento político evoluciona si quiere sobrevivir. Esto es la alt-right, una derecha radical adaptada a los nuevos tiempos.
Parece que atrás queda la clásica imagen de la ultraderecha como un señor mayor vestido como en los años 70 o como un joven de estética skinhead que grita en conciertos consignas racistas. Todo parece haber cambiado: los símbolos, el mensaje, la imagen, los métodos… todo excepto el contenido.
Asentada sobre ideas racistas, machistas y antidemocráticas pero disfrazada de rebeldía y contraria al establishment, impulsada por gente joven a través de las redes sociales, la alt-right a influenciado notablemente en la política de Estados Unidos, trasladándose después a Europa y al resto del mundo.
Historia de la alt-right
Aunque el término alt-right o “derecha alternativa” se usó por primera vez en 2008, en realidad sus orígenes son más lejanos.
Antecedentes ideológicos y teóricos de la alt-right
El antecedente ideológico más cercano puede observarse en el libro La Nueva Derecha (Nouvelle Droite) del escritor francés Alain de Benoist, publicado en 1982. Los años 70 y 80 estuvieron marcados a nivel político por un renacimiento de las políticas económicas derechistas, de la mano de la Escuela de Austria (Friederich August Von Hayek) y la Escuela de Chicago (Milton Friedman) que propugnaron las teorías económicas liberales modernas basadas en recortes presupuestarios, exoneraciones fiscales a grandes empresas o reducción de servicios públicos, lo que se conoce como neoliberalismo.
Alain de Benoist buscó, con su libro, desarrollar los principios de una derecha alejada de estas posiciones, que consideraba neoconservadoras y alejadas de la realidad. Es decir, propuso una derecha alternativa, enfrentada al statu quo.
Esta oposición al neoconservadurismo fue heredada por lo que se ha llamado paleoconservadurismo. El mayor exponente de esta idea es Paul Edward Gottfried, un escritor y columnista estadounidense que propugna un pensamiento conservador basado en el proteccionismo económico, el rechazo al intervencionismo militar, el regionalismo o la oposición al multiculturalismo, a la inmigración, a los servicios de protección social y a las leyes igualitarias. Puntos en los que discrepan con el neoconservadurismo o el conservadurismo moderno, que Paul Edward y otras personalidades considera que se ha vendido a la causa progresista.
Precisamente, este escritor fue el primero en utilizar el término “derecha alternativa” en una de sus charlas.
Orígenes de la alt-right como movimiento político
La alt-right como movimiento social y político aparece exclusivamente a través de Internet. Parece que su origen tiene lugar durante la crisis económica y financiera del año 2008 a raíz del profundo descontento de la población más joven debido principalmente al aumento del desempleo, al trabajo precario y al alto nivel de endeudamiento de la sociedad estadounidense.
En esos años, se disparó el uso de las redes sociales y foros de Internet para expresar el descontento, especialmente a través Twitter y Facebook, pero también en foros donde se preservaba el anonimato, como 4chan, 8chan o Reddit. El uso de memes, chistes, gifs o montajes de imágenes se popularizó rápidamente para descargar frustraciones y dar rienda suelta a todo ese descontento, una práctica que, de hecho, sigue existiendo.
En poco tiempo, dada la capacidad y alcance en comunicación de la red, comenzaron a desarrollarse grupos e hilos de opinión e incluso alguna que otra acción de protesta en Internet a través de envíos de peticiones masivas a sitios web (ataques DDoS), floodeos (inundar un foro ajeno de publicaciones para saturarlos) y otras acciones de trolleo. En un principio, a pesar del carácter racista, machista, xenófobo y homófobo de muchas de las bromas, estaban carentes de contenido e intencionalidad netamente política. Como decían entonces, se hacía fortheLulz, es decir, “por las risas”.
Sin embargo, parte de esa comunidad comenzaría a hacer declaraciones y acciones políticas. Una parte, de hecho, dio origen al movimiento de Anonymous, encaminando esas mismas conductas al activismo social. Otra parte, utilizaría Internet como método de difusión de plataformas como OccupyWallStreet, un fenómeno que se extendió también a nivel global con las protestas del 15-M en España, YoSoy132 en México o la Primavera Árabe en Oriente Próximo y Medio. Es decir, protestas que contribuyeron a extender una cultura progresista desde la llamada generación millenial (nacida entre 1985 y 1995, aproximadamente).
Al mismo tiempo, aquella parte de la comunidad con ideas conservadoras y que no tuvieron su acogida en los movimientos anteriormente mencionados fue capitalizadapor el Tea Party, un partido político estadounidense neoconservador que agrupaba principalmente a la generación babyboomer. Esto mismo sucedió en otros países, donde la derecha o la extrema derecha tradicional trató de oponerse a la creciente ola de descontento pero utilizando las viejas tácticas de siempre.
Así, mientras la izquierda posmoderna asentaba sus bases y sus métodos apoyándose en populares marchas contra las medidas neoliberales emprendidas a raíz de la crisis económica, aquella masa de millenials que se identificaba con el rechazo a la inmigración, al feminismo y al movimiento LGTB, el nacionalismo y la antiinmigración (entre otras ideas), quedó desamparada.
Breitbart News y Radix Journal: los referentes mediáticos de la alt-right
Con todo este caldo de cultivo, era de esperar que surgiera tarde o temprano algún referente público que saliera del anonimato.
En 2007, Andrew Beitbart funda el portal Breitbart News, un medio de noticias, opinión y política que ha destacado por su línea editorial ultraderechista, por publicaciones xenófobas, homófobas y machistas que, en 2016, bajo la dirección de Steve Bannon (quien fue director de la campaña electoral de Donald Trump y se hizo director de la revista en 2012) se declaró abiertamente afín a la alt-right.
Por otro lado, Richard B. Spencer, un supremacista blanco que ha participado en multitud de controversias por comentarios racistas y cuyas conferencias están vetadas en muchos países del mundo, crea en 2010 el portal alternativeright.com, en 2012 el sitio de noticias Radix Journal y, en 2017, altright.com. Por ello, se considera que es una de las cabezas más visibles del movimiento. Él mismo se atribuye haber inventado el concepto de alt-right, al menos desde su perspectiva más actual.
Radix se encuentra a su vez vinculada al National Policy Institute (NPI), un think tank supremacista blanco, dirigido también por Spencer, desde el que se dedica a la renovación ideológica del racismo como principal objetivo. Es por ello que se considera que Radix Journal es el medio ideológico de la alt-right, especialmente en su vertiente más racista y afín al concepto de identidad racial.
Ambos medios han generado incluso corrientes de opinión distintas dentro de la alt-right.
Breitbart se caracteriza por su carácter mediático, rodeándose de personalidades como Steven Crowder, el tertuliano Ben Shapiro o el escocés Gavin McInnes, conocido como «el hipster de la alt-right». Aunque las dos figuras que más han destacado son el youtuber Milo Yiannopoulos y el propio Steve Bannon. Son personas más bien de clase media alta y cercanas al discurso neoconservador, tomado del politólogo Samuel P. Huntington de El choque de civilizaciones para adoptar una visión xenófoba de la sociedad, donde lo importante no sería tanto la identidad de la “raza blanca” como propugna Richard B. Spencer, sino la cultura, la religión y “la nación”. Así, todo lo que no sea cristiano y occidental es algo que amenaza la libertad de Estados Unidos (y, por lo tanto, del mundo).
También hacen énfasis en el concepto de libertad y la reducción del intervencionismo del estado en los asuntos sociales y económicos y, por lo tanto, de las leyes que garanticen la igualdad. Esto les ha llevado a tener como principal enemigo al feminismo, al que le dedican muy buena parte de su discurso. Su premisa más utilizada, que se ha popularizado en todo el mundo, es la lucha contra “la dictadura de lo políticamente correcto”.
La popularidad y alcance de la creación de contenido a través del portal YouTube ha sido probablemente uno de los medios más utilizados por la alt-right más mediática. Milo Yiannopoulo es uno de los ejemplos, al menos en habla anglosajona: tiene 800.000 suscriptores en su canal y tenía más dos millones en Facebook y aún más Twitter (hasta que sus cuentas fueron cerradas).
Milo es un griego que emigró a Reino Unido cuando era pequeño. Es, además, medio judío (por parte de su madre) y abiertamente homosexual. Aunque por su estilo y sus orígenes pareciera poder ser objetivo de la ultraderecha (inmigrante, judío, gay…), se ha convertido en su estrella mediática. Es famoso por conceder entrevistas a medios y protagonizar charlas en universidades con un tono provocador, irónico y cínico, trasladando el espíritu transgresor de los orígenes de la alt-right para transformarlo en un producto televisivo.
Su machismo, sus ataques a las mujeres lesbianas y su racismo son nás que evidentes, al tiempo que alega ser respetuoso con todo el mundo, con la manida excusa de que como es gay y se acuesta con personas “de otras razas”, ya no puede ser ni machista ni racista. Pese a lo ridículo que pueda parecer, ha demostrado ser capaz de convertir ideas controvertidas en tendencia viral en las redes, tener habilidad en el debate público y capacidad para transformar el lenguaje político en conceptos que todo el mundo puede entender.
Radix Journal, en cambio, es más cercano a Paul Gottfried y al paleoconservadurismo (los orígenes más directos de la alt-right), centrándose en factores identitarios, como la raza, utilizando todo tipo de argumentos pseudocientíficos para justificar el racismo estructural estadounidense y del mundo entero. También difiere de Breitbart con sus métodos: mientras que Radix opta por elementos más tradicionales (instituciones, conferencias, propaganda…) y por dar cuerpo político a la alt-right, desde Breitbart se utiliza más la ironía, el humor irreverente, el meme, el anonimato y la espontaneidad.
Así, por ejemplo, las personas más afines a Spencer rechazan a figuras mediáticas como Milo por considerar que pervierten el mensaje, que ofrecen una imagen poco seria de la alt-right y que existen amplias contradicciones en que una persona medio judía y homosexual sea un portavoz de la derecha. Para Spencer, la alt-right es nacionalista, etnocentrista blanca, colectivista, antidemocrática, antiliberal, neopagana y favorable al aborto (por motivos eugenésicos) mientras que, lo que él llama «alt-light«, es todo lo contrario: más libertaria, cristiana, contraria al aborto y con un concepto de nación centrado en el territorio y no en la raza. Además, Spencer considera que la alt-right debe ser profundamente antisonista y antisemita, mientras que en ese sentido, personas afines a Steve Bannon o Milos apoyan la existencia del Estado de Israel.
Las personas como Mike Cernovich y Milo Yiannopoulos no tienen una ideología; ni siquiera tienen propuestas que puedas criticar. Son fanáticos de Trump vagamente conservadores y un poco neoconservadores. Se limitan a quejarse feministas y los SJW (guerreros de la justicia social); en otras palabras, recogen la fruta baja. – Richard B. Spencer.
Pese a estas diferencias, que el propio Spencer califica de facciones internas de la alt-right, lo relevante de estos referentes es la proyección política de las dinámicas que se daban en esos foros de Internet y redes sociales y de todas esas personas que habían quedado huérfanas desde un punto de vista político. Gente que hacía sus chistes racistas amparadas en un monitor o, como mucho, en la barra de un bar, ahora podían cubrirse con un paraguas de legitimidad ante el ataque de medios tradicionales (tanto de derecha como de izquierda) y ante la mirada inquisitiva de sus iguales.
Otros exponentes de la alt-right son Greg Johnson, redactor de Counter Currents Publishing; Jared Taylor, quien preside la revista American Renaissance; y Kevin B. MacDonald editor del journal The Occidental Quarterly.
Definición y rasgos de la alt-right
Se han ofrecido muchas definiciones de la alt-right, pero podría decirse que es un movimiento, esencialmente juvenil, que comprende un conjunto de ideas de derecha y de extrema derecha que se organizan a través de Internet y que rechazan abiertamente el conservadurismo moderno por haber asumido lo que consideran ideales progresistas o de izquierdas que argumentan que van en detrimento de la población blanca y nativa, así como de los hombres heterosexuales.
Desde los partidarios de la alt-right, se argumenta que la sociedad, el gobierno, los medios de comunicación e incluso las empresas han interiorizado una agenda política progresista que supone una amenaza para la libertad individual. Consideran que el statu quo, incluyendo a la derecha conservadora tradicional, ha aceptado y asumido esta agenda, impregnando todos los aspectos y ámbitos de la sociedad.
Por ejemplo, la alt-right se rebela contra el uso de la bandera LGTB que de manera generalizada se ve (por ejemplo) durante el Día Mundial Orgullo LGTB, que se les ataque o censure por hacer chistes machistas o racistas o que no puedan expresar abiertamente sus opiniones sin tener una reacción muy fuerte en contra, que consideran desmedida. Así mismo, se quejan de que las películas, las series o los videojuegos también asumen una agenda política al visibilizar (de manera forzada, según la alt-right) las minorías étnicas, las identidades sexuales o a las mujeres.
Asumen que existe una hegemonía cultural desde la izquierda con la que no solo no coinciden, sino que les censura, les aparta y que, además, evita que se hablen de “los problemas reales” de la sociedad. A menudo, elaboran teorías de la conspiración donde supuestas redes de poder que hunden sus raíces en élites políticas mantienen esta agenda progresista por interés propio y no pensando en el bienestar general.
De esta forma, utilizan un discurso antisistema para justificar la reivindicación de valores machistas, racistas, homófobos y ultranacionalistas. Para ello, utilizan un discurso renovado con un vocabulario propio y métodos y estrategias asentadas en Internet, apropiándose de los mismos espacios empleados por la izquierda posmoderna para llevar a cabo su activismo, un terreno que la derecha tradicional no había conquistado al centrarse en población de edad más avanzada y en los métodos de siempre.
Así, la alt-right son grupos de jóvenes, sin jerarquías ni líderes, que se apropian de las herramientas y de parte de las premisas de los movimientos sociales progresistas para robarles su espacio público y marcar su propia agenda política. Es la extrema derecha de siempre, con las ideas de siempre, pero con un lavado de cara.
Al menos en sus orígenes, la columna vertebral ideológica de la alt-right es el nacionalismo y los derechos de las personas blancas. También reivindican los derechos de los hombres, especialmente de los hombres heterosexuales. Por lógica, destacan por su anticomunismo, antisocialismo y antifeminismo.
Símbolos, vocabulario y discurso de la alt-right
Si bien Richard B. Spencer con los medios a su alcance trata de argumentar la superioridad de las personas blancas, incluso él asume un discurso disfrazado para no ser tachado de racista. De la misma forma, la alt-right se caracteriza por sostener un argumentario en el que dicen rechazar el racismo, la xenofobia y la homofobia. Con excepciones, o al menos en público, predican estar a favor de la igualdad entre todas las personas, que todo el mundo tiene los mismos derechos y reivindican la democracia y la libertad.
Para poder superar esta contradicción, se han dotado de un vocabulario y una simbología propia. Por ejemplo, argumentan que el feminismo actual no es feminismo, sino hembrismo. Y que, por lo tanto, todas las medidas y reivindicaciones del movimiento feminista actual no buscan la igualdad, sino someter a los hombres. Por eso hablan de “feminismo supremacista” o de “feminazismo”. De hecho, es habitual etiquetar a los movimientos progresistas de “fascistas” o de “nazis”, por considerarlos intransigentes e impositivos, dándole la vuelta al discurso izquierdista.
Por otro lado, reivindican el “masculinismo” como alternativa feminismo. Una forma de dar contenido a una postura política para no basarse únicamente en el rechazo a las ideas contrarias, sino en una reivindicación propia que le otorgue una imagen positiva y atractiva. De ganar iniciativa y marcar agenda política.
Otro ejemplo lo vemos a la hora de justificar el racismo. Desde la alt-right se alude a los derechos de las personas nativas, a hipotéticos datos que demuestran que las personas extranjeras provocan problemas, que quitan empleos o que se aprovechan de la asistencia social del gobierno. También aluden a los datos de mayor encarcelamiento de personas negras para asumir que es debido a que delinquen más, sin tener en cuenta el racismo estructural. Otro argumento muy utilizado es la reivindicación de la biodiversidad humana. Es decir, no es que exista desigualdad, es que la gente es biológicamente diferente y por eso hay diferencias en capacidades y méritos. De hecho, acudir a la biología para explicar aspectos socioculturales es muy común en la alt-right.
Acerca de las personas LGTB, suelen señalar que ya gozan de todos los derechos habidos y por haber, que ya pueden casarse y adoptar y que no tienen nada por lo que luchar, ignorando todos los datos acerca de la discriminación de estas personas.
Para poder sostener este argumentario, o bien se basan en medios alternativos profundamente sesgados ideológicamente o que directamente fabrican bulos o fake news (como Breitbart o Radix de hecho, lo que podría ser OkDiario en España), o bien niegan la evidencia de otros datos objetivos de organismos oficiales por considerarlos afines al establishment. De este modo, la alt-right llega a negar en muchas ocasiones la evidencia científica al tacharla de partidaria de intereses favorables a las élites o de no ser imparcial.
Conjuntamente, tienden a mostrar su respeto y admiración por los movimientos sociales de hace décadas. Suelen argumentar, por ejemplo, que el verdadero feminismo es el de los años 20 y que la lucha LGTB tenía su sentido en la década de los 50 y no ahora. Esto también lo aplican a la hora de apoyarse en la ciencia para sostener sus premisas, citando estudios ya anticuados o a teorías hoy ya descartadas, como el darwinismo social, la eugenesia o el determinismo biológico. Sí, exactamente igual que el fascismo y el nazismo de los años 30 que dicen rechazar.
En resumen, sus creencias son las objetivas, las verdaderas y las que tienen sentido, mientras que todo lo demás es ideología izquierdista que conduce a una nueva dictadura encubierta. De ahí que surjan términos como “ideología de género” o “dictadura progre”.
En cuanto a la simbología, cabe decir que la alt-right no se organiza en partidos políticos, asociaciones u otro tipo de colectivos, sino que es una mezcla más informal y heterogénea que coincide en una serie de puntos comunes que lo dotan de cierto cuerpo político, por lo que no existe un logotipo o símbolo identificativo. No obstante, el más comúnmente aceptado es el de “Pepe the Frog” (la rana Pepe). Se trata de una rana antropomórfica de color verde salida del dibujante estadounidense Matt Fury en 2005 que empezó a ser usada como meme en portales de Internet como MySpace, hasta se la apropió la alt-right para sus chistes y discursos de odio. Para 2016, ya estaba tan íntimamente ligada al movimiento que la Liga Antidifamación la incluyó en su lista de símbolos racistas.
Al año siguiente, Matt Fury mató al personaje en uno de sus cómics para evitar que se siguiera usando de esta forma.
Además de todo lo anterior, existe una variada terminología que fue recogida en un manifiesto en 2016, como por ejemplo, Social Justice Warriors (SJW, personas que señalan a otras en Internet su teóricamente mal comportamiento al hacer, por ejemplo, humor negro), Normies (personas que se adhieren a la hegemonía cultural de la izquierda), Man Right Activists (MRA, hombres que luchan contra una hipotética discriminación hacia los hombres), etc.
La expansión de la alt-right: de Internet a las instituciones y al mundo
Por el propio carácter de la alt-right, que se define en parte por sus métodos y estrategias, se ha argumentado que no se organizan en partidos políticos. Sin embargo, sí que existen personalidades u organizaciones políticas que, o bien se identifican con sus ideas, o bien la comunidad señala a estas personalidades como simpatizantes de la alt-right, o bien en sus discursos y sus políticas reflejan sus rasgos identitarios.
El caso más conocido es el de Donald Trump, llamado por analistas “el caballo de Troya” de la alt-right. Aunque sería incorrecto decir que Donald Trump es en sí mismo alt-right como tal, sí que ha existido una simbiosis entre ambos y se han utilizado mutuamente, al menos durante la campaña electoral de 2016.
Por otro lado, es más que obvio que el auge de la ultraderecha de los últimos años bebe directamente de este nuevo discurso alternativo. Con sus particularidades en cada estado, un análisis de los discursos de partidos como Alternativa para Alemania (Alemania), Vox (España) o el Partido de la Libertad (Países Bajos) han conseguido romper el tradicional techo electoral de la derecha radical y conseguir un apoyo popular sin precedentes gracias a un discurso irreverente, antisistema y reaccionario.
Además del carácter global inherente a estas ideas en parte gracias a Internet, existe un contacto claro entre la extrema derecha estadounidense y la europea. Robert B. Spencer e intelectuales seguidores de la Nouvelle Droite de Alain de Benoist siguen en permanente contacto como se deduce de las publicaciones que han realizado en los años de crecimiento de la alt-right; por otro lado, personalidades mediáticas de la alt-right como Milo son europeas y han contribuido a extender el ideario por el subcontinente y a tender puentes ideológicos. Además, las referencias a la política europea en los principales portales y revistas afines a la alt-right como Breitbart News ha ido en exponencial aumento.
La influencia de la alt-right no solo ha llegado a los nuevos partidos (o no tan nuevos) y movimientos ultraderechistas, sino también a otros partidos del espectro, que se ven obligados a variar sus posiciones y sus estrategias. Esto a llevado en muchos casos a romper el consenso social y político que existían sobre diferentes temas. Por ejemplo, se ha visto en el caso de España como el conservador Partido Popular ha dado un giro a la derecha después de un tiempo tratando de moderar sus posiciones para poder capitalizar parte del discurso alt-right. Víctima de esto ha sido también el partido Socialdemócratas de Dinamarca, que ha incorporado a su agenda política el rechazo a la inmigración ante la sangría de votos que le esperaba, logrando así mantener la presidencia del país.
Otros acontecimientos, como la victoria del referéndum por la salida de Reino Unido de la Unión Europea de 2016, se considera también un triunfo de la alt-right, ya que el principal argumentario enarbolado desde la ultraderecha fue el rechazo a la inmigración.
Por último, analistas consideran que el aumento de los delitos de odio (racistas principalmente) en varios países, como España, Alemania o Francia, se debe precisamente a la legitimidad que están ganando estos discursos radicales al amparo de medios y partidos que hace años eran condenados al ostracismo.
Al final, la alt-right no es más que un movimiento reaccionario capitalizado por la ultraderecha para mantener el poder de las élites económicas que tanto dicen criticar. Esta hipotética rebeldía e irreverencia no es más que una reacción clásica, consciente o no, ante la pérdida de los propios privilegios y no encaminada a la búsqueda de derechos, en base a un imaginario creado artificialmente (en parte por esas mismas élites) en el que las víctimas son los verdugos y los privilegiados son los discriminados. Un imaginario en el que el fascista es el que trata de reivindicar la desigualdad que sufre por pertenecer a un colectivo vulnerable y el discriminado es el privilegiado que quiere seguir diciendo sin consecuencias que los negros nos quitan el trabajo.
Muchas de las personas simpatizantes, tanto en redes como en manifestaciones públicas o cuando son vistos en privado, han caído en la simbología, en los mensajes y en las actitudes de siempre. No es raro encontrarse a partidarios de la alt-right agitando banderas nazis o confederadas, haciendo el saludo fascista, implicados en polémicas relacionadas con delitos de odio, como agresiones racistas, machistas o antisemitas, o con un largo historial de pertenencia a grupos neonazis. Por ejemplo, en una conferencia de Spencer, celebraron la victoria de Donald Trump al grito de «Hail, Trump!».
Es el fascismo de siempre, con una buena capa de maquillaje.
Fuentes, enlaces y bibliografía:
– Foto destacada: Dibujo de Donald Trump con un doble suyo caracterizado como Pepe The Frog. Autor: Desconocido. Fuente: LaSexta.
– Alt Right: radiografía de la derecha del futuro: https://ctxt.es/es/20170222/Politica/11228/Movimiento-Alt-Right-EEUU-Ultraderecha-Marcos-Reguera.htm
– Trump, la rana Pepe y la «derecha alternativa»: https://www.huffingtonpost.es/2016/10/07/trump-rana-pepe_n_12386476.html
Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.