Opinión

La democracia actual: necesitamos una ciudadanía crítica

Las primeras nociones de democracia se remontan a la Antigua Grecia. No obstante, la democracia actual tiene muy poco que ver con aquella forma de gobierno patriarcal y clasista de hace unos 2500 años donde, si bien la gente podía votar de forma directa sobre sus decisiones, únicamente una parte de la ciudadanía tenía ese derecho.

En la actualidad, el llamado sufragio universal concede el derecho fundamental de participación política a todo ciudadano y ciudadana independientemente de su clase social, etnia o género. De este modo, de las polis griegas hemos pasado a los estados-nación y los avances han sido enormes, no vamos a decir lo contrario, no únicamente en la posibilidad de tomar nuestras propias decisiones sino también en cuestión de igualdad y de derechos.

Los derechos fundamentales que se han negado a tantos colectivos como mujeres, inmigrantes u otras minorías durante tanto tiempo (hasta hace relativamente pocos años) se han ido asentando y consolidando a base de sudor, sangre y reivindicaciones (a pesar de todo el camino que queda por recorrer).

Por supuesto, esto hablando únicamente de las sociedades occidentales, ya que en otras partes del globo los sistemas democráticos aún tienen que avanzar hasta esta dirección, existiendo aún un gran número de países gobernados por dictaduras o por democracias que realmente no garantizan unos derechos y libertades fundamentales, o bien unos servicios que reduzcan la desigualdad.

“La ignorancia política se perpetúa a sí misma y, junto con la inactividad, constituye un material excelente con el que trenzar la cuerda que tan útil les resulta a quienes desean ahogar la voz de la democracia o atarla de pies y manos.” – Zygmunt Bauman, Vida Líquida, 2005.

Sin embargo, en el presente, a pesar de los avances descritos, los modelos políticos de Europa y América se están viendo tambaleados. Y es que el dominio de las élites y los grandes poderes económicos y políticos ejercen una gran influencia sobre el sistema democrático. Si bien es cierto ya no se muestran de una manera directamente coercitiva, actúan de una manera mucho más sutil a través de mecanismos de influencia de carácter persuasivo (esto no quiere decir que no puedan usar en muchos casos la fuerza para mantener sus intereses, pero no se suele dar el caso) o de carácter político.

De esta forma, los ideales de la clase burguesa sostenidos en el periodo conocido como Ilustración, que portan el baluarte de la libertad individual, así como los ideales más tempranos del socialismo perteneciente a la clase obrera, se han ido dinamitando y mostrando una democracia irreal, que hoy en día no resuelve los intereses de la comunidad y tampoco garantiza una libertad individual plena. Las democracias parlamentarias occidentales se ven envueltas en unas problemáticas de ineficacia y, en muchos casos, de gobiernos poco éticos que actúan en favor de intereses minoritarios de las élites o de grandes corporaciones.

De este modo, el sueño de un «gobierno para el pueblo» se ha ido diluyendo hasta la actualidad (si es que alguna vez fue real), donde nos encontramos con una gran crisis sistémica que es transversal a todas las estructuras de la vida social (económica, social, cultural y política). El capitalismo neoliberal se alza como un sistema en constante crisis, pero que sigue funcionando con gran éxito, ya que se nutre de la desigualdad para que una pequeña parte de la población con una cuota de poder muy superior a las demás siga acumulando beneficios a costa del resto de la ciudadanía, dejando a la democracia parlamentaria en jaque.

Se podría hacer (y se han hecho) una gran cantidad de reflexiones debido a la complejidad del tema. No obstante, me gustaría centrarme en una cuestión: para que la democracia parlamentaria funcione, se necesita una ciudadanía con un pensamiento crítico y con capacidad de discernir entre decisiones coherentes o no, es decir, saber que problemáticas son las que afectan a su vida y cómo su voto y participación política pueden ayudar a resolver y comprender mejor los problemas de la vida social.

En las sociedades postmodernas, altamente complejas, una ciudadanía crítica es la herramienta indispensable para crear desde abajo una democracia real. Si reflexionamos sobre el contexto actual, no tiene explicación lógica desde el punto de vista político/social que, por ejemplo en España, se siga votando en masa al bipartidismo Partido Popular (PP) – Partido Socialista (PSOE), con la cantidad de daño social, económico y político que han causado. De hecho, en países como Grecia, Islandia, Italia o Francia, este bipartidismo se ha roto tras las consecuencias de la crisis económica de 2008.

Sin embargo, aunque sí que es cierto que el mapa político ha cambiado, PP y PSOE siguen siendo las fuerzas más votadas. ¿Por qué ocurre esto?¿Por qué observamos un auge de la extrema derecha en partidos como Vox o en dirigentes como Donald Trump (EEUU), Jair Bolsonaro (Brasil), Salvini (Italia)… después de lo que sus ideologías protagonizaron en la Segunda Guerra Mundial? ¿No sería coherente que la ciudadanía no optara por estas opciones, puesto que existen pruebas históricas de lo que suponen para la sociedad? ¿Por qué se repiten la elección de estas opciones políticas frente a la evidencia y frente a otras alternativas políticas?

Las respuestas a estas preguntas son complicadas, pero es cierto que desde la sociología podemos abordarlas con cierto éxito. En primer lugar, debemos entender que como sujetos sociales somos altamente maleables por nuestro entorno, por lo que a través del proceso de socialización nos vamos creando como sujetos, es decir, generamos nuestra personalidad en base a las relaciones e intercambios sociales que se dan en el seno de los principales ámbitos de nuestra vida diaria (escuelas, grupos religiosos, deportivos, familia, trabajo, amistades, universidad…). Este proceso de socialización nunca para, nos moldea hasta que morimos, si bien ejerce su principal influencia en las edades más tempranas.

De esta forma, somos personas que nacen en un entorno determinado y las influencias y características generales de este entorno nos conforman como sociedad. En la actualidad, un porcentaje importante de la población entiende que existe una democracia desigual, injusta. Sin embargo, parece que es un sistema que se resiste a cambiar, al igual que se resistía en la edad media la sociedad estamental. O, al menos, se resiste a cambiar de forma significativa.

Pero es que realmente no es el sistema el que se resiste al cambio. No es algo abstracto: son las élites políticas y económicas, los grupos de mayor poder y goce de privilegios, familias y personas poderosas con nombre y apellidos, los que, con inmensas redes clientelares e influencias, tienen la capacidad para sostener las lógicas hegemónicas del sistema capitalista.

Esto no quiere decir que no se pueda transformar, pero nos indica que existen unas resistencias que van en una dirección muy concreta: mantener los privilegios de los que ostentan el poder.

Las claves de una ciudadanía crítica: educación y medios

Mapa de medios en España. Autores: Cristina Vicancos y Manuel Guerrero, 16/10/2017. Fuente: Gruposdecomunicacionenespana.wordpress.com
Mapa de medios en España. Autores: Cristina Vicancos y Manuel Guerrero, 16/10/2017. Fuente: Gruposdecomunicacionenespana.wordpress.com

Asimismo, para que no se tomen decisiones democráticas como las descritas en párrafos anteriores, una ciudadanía crítica sería el tipo ideal de población que hace falta para el buen funcionamiento de una democracia. Para esto, entran en juego dos instituciones clave que conforman los principales espacios de información de una sociedad: la escuela y los medios de comunicación.

Por un lado, la escuela debería mejorar como institución, evolucionar constantemente a la vez que se transforma el contexto social. No obstante, lo que nos encontramos ahora mismo es una educación estancada en un modelo hace décadas obsoleto, un modelo que no puede hacer frente a las problemáticas sociales que van surgiendo en esta era postmoderna, una era que se caracteriza por el aumento de la velocidad en los cambios tecnológicos, ambientales, sociales… debido a los procesos de globalización y la revolución de las TIC. Así pues, problemáticas como el cambio climático, la destrucción medioambiental, el racismo estructural, la discriminación de género, la desigualdad entre países… deben ser tratadas en profundidad a través de la educación.

He puesto estos ejemplos ya que son los más sonados en la agenda pública actual, pero lo importante en sí mismo es conformar personas críticas que sean capaces de aportar una visión realmente comprensiva de su entorno y poder así tomar decisiones en consecuencia. Para tener nociones sobre la realidad social y política se deberá enseñar Ciencias Sociales, Ética, Filosofía, Psicología, Historia… en general, Ciencias Humanas. Por otro lado, si se quiere enfocar la problemática ambiental, los alumnos y alumnas deberán entender los principios básicos de la ecología, la ingeniera ecológica y demás disciplinas que tienen como objeto de estudio esta problemática.

Lo que quiero decir con estas ejemplificaciones es que no podemos pretender obtener una democracia coherente con un sistema educativo enfocado únicamente en generar mano de obra, el cual ha dejado de lado la que debería ser su función real: dotar de herramientas a la ciudadanía para que puedan desenvolverse como personas libres y críticas.

“Si los estudiantes reciben una educación sólida en la historia, los efectos sociales y sesgos psicológicos de la tecnología, pueden llegar a ser adultos que usan la tecnología en lugar de ser utilizados por la misma.”Neil Postman, sociólogo y crítico cultural estadounidense.

Por la otra parte, nos encontramos con los medios de comunicación. No hace falta profundizar en la gran capacidad de influencia que tienen sobre nosotros y que cada vez se hace más omnipresente a través de las nuevas tecnologías. Los medios de comunicación son las instituciones que deberían ser la principal herramienta de obtención de información sobre los acontecimientos más importantes de nuestra sociedad. No obstante, el problema es que la gran mayoría de medios hegemónicos españoles se encuentran en manos de unos pocos grandes grupos vinculados a fortunas y corporaciones millonarias (como entidades bancarias) que ejercen su oficio de una manera manipulativa e intencionada, engañando a sabiendas, mintendo, manipulando, sesgando e inventando noticias. Por supuesto, esto pasa en más países, como en México.

Esto, a través de un canal de comunicación masiva de 24 horas diarias, se transforma en una percepción de la realidad por parte de la audiencia alejada de lo que realmente está pasando. Es un gran problema, uno de los mayores. En el caso de España, obtenemos una de las peores puntuaciones con respecto a la calidad informativa, un gran escollo para el avance a una democracia real.

La monarquía parlamentaria en España

Cronología de la corrupción de la Casa Real de España (1962 – 2020). Autor: Trabajo propio. Fuente: Medios de comunicación.
Cronología de la corrupción de la Casa Real de España (1962 – 2020). Autor: Trabajo propio. Fuente: Medios de comunicación.

Por último, me gustaría poner un ejemplo sobre un tema altamente tratado en la agenda pública actual: la monarquía. Ni el sistema educativo y ni los medios de comunicación explican con claridad el sistema parlamentario monárquico y su contexto en España de una manera objetiva o suficiente. Es obvio que en la escuela se nos enseña la monarquía (o más bien a Juan Carlos de Borbón y su familia) como una figura vinculada a la democracia y a la transición española, algo que se puede catalogar como sesgado, ya que la monarquía española actual (que sí que tiene un papel importante en la transición) tiene su origen en la dictadura de inspiración fascista de Francisco Franco.

Los medios de comunicación generan un discurso muy similar, alejado de la crítica y de la objetividad, lo que provoca que, pese a los gravísimos casos de corrupción que emanan de la Casa Real, la monarquía cuente con un gran número de personas perjudicadas por ella pero que la siguen apoyando.

“La televisión que pretende ser un instrumento que refleja la realidad, acaba convirtiéndose en un instrumento que crea una realidad.” – Pierre Bourdieu, sociólogofrancés.

Si un sociólogo diera una asignatura de sociología en el instituto o colegio, no podría apoyar la monarquía como forma de gobierno democrático, pues sería el equivalente a que un ingeniero argumentara que el motor de combustión es menos contaminante que el motor eléctrico: una mentira.

La monarquía, por el contrario, es una institución totalitaria, vinculada desde hace siglos al poder coercitivo, que además, representa el poder de unos pocos frente al resto por el simple hecho de su origen familiar y hereditario. Es decir, monarquía y democracia son conceptos que, aunque pueden coexistir, son contradictorios. Nadie debe tener más derechos que cualquier otro ciudadano simplemente por la familia a la pertenece. Es algo básico. La herencia de los cargos públicos no es un principio democrático y sería moralmente necesario contárselo así a lo más pequeños y a los más mayores. Si explicaciones y reflexiones a través de las Ciencias Sociales se dieran en los colegios y medios de comunicación, la cultura política y democrática de la gente se vería beneficiada. Esto supondría una gran herramienta de avance en cuanto a la toma de decisiones colectivas de las sociedades democráticas.

En conclusión, si a la ciudadanía se le dan las herramientas para entender la realidad social de manera crítica, la democracia mejorará y los cambios necesarios serán posibles. Nuestro primer paso en la actualidad es reclamar unas instituciones dignas de la palabra democracia. Hasta entonces, deberemos hacer el esfuerzo de deconstruirnos día a día y de navegar entre un mar de noticias falsas y una educación obsoleta e insuficiente.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto destacada: Referéndum sobre el Estatuto vasco-navarro del 5 de noviembre de 1933 en Éibar. Fue la primera ocasión en que votaron las mujeres durante la Segunda República Española, que en el resto del país pudieron hacerlo en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933. Autor: Indalecio Ojanguren, 05/11/1933. Fuente: Gipuzkoako Foru Aldundiko Kultura eta Euskara Departamentua (CC BY-SA 3.0.)

Álvaro Soler

Articulista. Sociólogo y gestor medioambiental, con suerte de poder compartir vocación y formación. Las Ciencias Sociales son una parte muy importante de mi vida. Considero la divulgación a través de la sociología como una gran herramienta para destapar las injusticias sociales y arrojar luz sobre la actualidad diaria contribuyendo así a ser un poco más libres y justos.

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