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Por qué a Vox le preocupa la derrota de Trump

Las elecciones de Estados Unidos de 2020 se están convirtiendo en una de las más reñidas de la Historia del país. Donald Trump, candidato del Partido Republicano, se enfrenta a Joe Biden, candidato del Partido Demócrata. Elecciones donde la derrota de Trump es, cada vez más, una posibilidad.

Aunque ambos candidatos parecen a primera vista de un perfil similar, hombres blancos de cierta posición y a pocos años de cumplir los 80, en realidad son distintos.

Biden es miembro del llamado “establishment demócrata”, un político de carrera que ha asumido diferentes cargos políticos desde los años 70 y que fue vicepresidente durante la administración de Barack Obama entre 2009 y 2017. Forma parte del ala más moderada del Partido Demócrata, recogiendo el testigo de Obama en materias como educación y sanidad, pero distanciándose del izquierdismo de Bernie Sanders.

Trump, en cambio, es un empresario popular en Estados Unidos por su participación en diversos shows televisivos que nunca ha ostentado cargo político alguno a excepción de la presidencia de Estados Unidos desde 2016 hasta la actualidad. Es considerado por diversos analistas como de ultraderecha y populista, siendo el máximo exponente de la nueva alt-right y seguidor del discurso comunicativo y la estrategia política ideada por Steve Bannon (relacionado con el portal de derecha radical y emisor de bulos y “fake news” Breitbart News) y que ha marcado la línea a seguir por la extrema derecha en todo el mundo.

Biden tiene ahora mismo una clara ventaja con 264 compromisarios. Hay que recordar que quien reúne 270 gana las elecciones. Biden solo debe asegurar Estados donde va ganando (Nevada y Arizona) para llegar a los 270. De hecho, la victoria podría ser mayor, ya que aún podría darle la vuelta a Pensilvania y Georgia, donde va ganando Trump y ser presidente con más ventaja. Aun así, hay que esperar al último voto para confirmar la victoria.

En un momento de crisis sanitaria, con cientos de preocupaciones en mente, es fácil preguntarse por qué las elecciones presidenciales en un país tan lejano como es Estados Unidos deberían preocupar a cualquier persona que viva en otro lugar, ya sea en Chile, México, España, Italia, India o Japón y más a un partido político que no compite en nada con este

Habrá quien argumente que lo que suceda en otro país no afecta o no tiene por qué afectar a lo que suceda en el suyo. Y aunque fuera así, al fin y al cabo, también se puede pensar que, en el fondo, Biden y Trump no son tan distintos. O que la política del país norteamericano está en última instancia dirigida por poderes fácticos y no tanto por el residente de la Casa Blanca.

Y si bien todas estas premisas tienen al final su parte de razón, aun así, a nadie deberá resultarle indiferente una hipotética victoria de Joe Biden debido a las numerosas implicaciones que esto tiene. Y menos a la extrema derecha que desde hace 24 horas ha entrado en modo pánico intentando desacreditar la victoria del demócrata acusándole como viene siendo costumbre, de un pucherazo. Y es que Vox (y la extrema derecha) tienen bastante que perder por las siguientes razones.

Estados Unidos y su alcance como potencia mundial

Por desgracia, lo que sucede en Camerún (por poner un ejemplo) no impacta de la misma manera que lo que sucede en EEUU. Pese al declive de los últimos años, el país es todavía la primera potencia mundial, tanto por cuestiones económicas, como militares, como socioculturales, una posición que se espera que mantenga durante, al menos, diez años más.

Estados Unidos, a través de sus influencias, redes de alianzas y acuerdos comerciales, de entre los cuales destaca la OTAN, la ONU (como miembro permanente), el G8 y el G20, además de otras. En la práctica, esto le da la posibilidad de hacer de intermediario en muchos conflictos e incluso promover injerencias, lo que se refleja en su elevado presupuesto en Defensa y Política Exterior.

De hecho, históricamente, el país ha sido criticado por sus ínfulas imperialistas al medrar en la política de países de todo el mundo, destacando la llamada Operación o Plan Cóndor, un elaborado plan en el cual Estados Unidos se aliaba con fuerzas de derecha y de ultraderecha para derrocar gobiernos izquierdistas o bien impedir la expansión de alternativas de izquierdas.

Videoclip de Amerika, donde se ve la colonización cultural del mundo por parte de EEUU. Autor: Rammstein. Fuente: Youtube, cuenta de Rammstein Oficial.

También ha sido señalado por sus injerencias en Oriente Medio, donde ha medrado para preservar sus intereses, destacando la Guerra del Golfo (1990 – 1991) y la Guerra de Irak (2003 – 2001). En esta última, el presidente George W. Bush (Partido Republicano) mintió de manera descarada acusando a Irak de poseer armas de destrucción masiva.

Sin embargo, donde más ha destacado el país ha sido por su hegemonía cultural en Europa y América Latina. A través del cine, la música, los medios de comunicación y la economía, Estados Unidos ha exportado su contexto sociocultural a todo el mundo. Ya no solo por Hollywood, sino también a través de modas en Internet, grupos de música o productos como la CocaCola, Estados Unidos ejerce de centro de la cultura occidental.

Esto último significa que las tendencias sociales y culturales terminan, en mayor o menor medida, condicionando las de los países dentro de su área de influencia. Aunque evidentemente esto no es una ciencia exacta y tanto Europa como Latinoamérica tienen y mantienen sus propias características, es evidente que su influencia es enorme. Y esto sucede también en la política.

Las relaciones entre Trump y la ultraderecha europea

La extrema derecha en Europa y en América Latina posee lazos con la de Estados Unidos en muchos ámbitos, al igual que también en Rusia y en otros países.

Esto de por sí no solo es lógico, sino que no es nada extraño. De hecho, viene de lejos. La participación de España con el gobierno de José María Aznar (Partido Popular) en la Guerra de Irak tuvo que ver con estas redes, en aquel momento representadas por Rafael Barjadí, asesor de Aznar, columnista del diario ultraconservador Libertad Digital, director de política internacional de la Fundación FAES (un think tank neoconservador) y actual miembro destacado de Vox.

Bardají fue el primer español en pisar la Casa Blanca tras la victoria de Donald Trump en 2016. Anteriormente, había conseguido influencia en los sectores más radicales de la derecha estadounidense mediante la creación en 1987 de la Fundación Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), un think tank similar a FAES pero en suelo americano.

Gracias esas alianzas, Vox se ha ganado su asiento en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), evento que reúne anualmente desde hace 40 años a la derecha estadounidense, así como a otras personalidades internacionales del mundo conservador: en 2018 estuvo presente Marine Le Pen (líder del partido ultraderechista francés Agrupación Nacional) y en 2020 han acudido Eduardo Bolsonaro (hijo del presidente brasileño Jair Bolsonario, también de derecha radical), Nigel Farage (exlíder del Partido de la Independencia de Reino Unido, el UKIP), o el propio Donald Trump.

A esta reunión también asisten diversas asociaciones y think tanks internacionales, como, por ejemplo, la Asociación Nacional del Rifle, Heritage Foundation, AEI, International Republican Institute, Proyect for the American Future, o Friends of Israel, todos de tendencia derechista.

El objetivo de estos encuentros, además de tejer alianzas amistosas y económicas, es aunar estrategias comunes. Una prueba de esto es ver como en países como Brasil, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido o Polonia, han copiado sistemáticamente los pasos dados por la estrategia de la nueva alt-right e incluso copiado parte de su discurso.

Tweet de Santiago Abascal sobre un encuentro internacional. Autor: captura de pantalla realizada el 05/11/2020 a las 14:16. Fuente: Twitter, cuenta de @Santi_ABASCAL .
Tweet de Santiago Abascal sobre un encuentro internacional. Autor: captura de pantalla realizada el 05/11/2020 a las 14:16. Fuente: Twitter, cuenta de @Santi_ABASCAL .

Pero aún hay más. La estrecha relación entre Bardají y Steve Bannon fue fundamental para que el partido recibiera asesoramiento del “gurú de la alt-rightestadounidense, ayudándole a forjar y reforzar sus alianzas europeas: Vox ha asistido en 2020 a la Conferencia Nacional de Conservadurismo en Roma, a la que también asistieron otros líderes políticos europeos como Viktor Orbán (presidente de Hungría y líder del partido Alianza Cívica Húngara), Matteo Salvini (líder del partido ultraderechista La Liga) o Marion Maréchal, sobrina de Marine LePen, que ha abierto una filial de la organización ultraderechista ISSEP, llamada la “escuela de la futura élite ultra”.

Así, Santiago Abascal, líder de Vox, ha criticado con crudeza a la Organización Mundial de la Salud (OMS), señalado al multimillonario George Soros como parte de una conspiración “progre” o acusado a los antifascistas de violentos siguiendo la estela de Trump. Por no hablar, por supuesto, de la continua defensa que hace Abascal de la figura de Trump y que no se molesta en ocultar.

Destacar también la fundación Friends of Israel, presidida por el propio Bardají, impulsada por Aznar y, según el BOE, entre sus 4 miembros fundadores está Pablo Casado. Fundada en 2010 y, desde entonces, ha tenido y tiene entre sus miembros a múltiples ex-jefes de Estado de países como Canadá, Australia, Colombia… e incluso al ex-consejero de Seguridad Nacional de la Administración Trump: John Bolton. A datos de 2016, la fundación habría recibido donaciones cercanas a los 10 millones de dólares, acabando 700.000 dólares de ese fondo en una o varias fundaciones españolas no especificadas y otros cientos de miles repartidas por toda Europa.

Así, Trump, a través de la enorme influencia estadounidense y las alianzas tejidas entre la élite política y económica más escorada a la derecha, está marcando los pasos a seguir por la extrema derecha en casi todo el mundo. La derrota de Donald Trump marcaría un retroceso y sobretodo, la caída del mayor referente de la alt-right y la nueva extrema derecha así como de constatar que su estrategia que parecía imparable contra la supuesta “izquierda posmoderna”, tiene fallos evidentes, lo que lleva al punto siguiente.

El triunfo de la estrategia de la nueva extrema derecha y su primer gran fracaso

Salvo excepciones como el neonazi Amanecer Dorado en Grecia, declarado organización criminal por el Tribunal de Atenas, la extrema derecha ya no recibe apoyos cuando se emplean símbolos y formas demasiado reconocibles. El uso de la esvástica, ciertos conceptos demasiado estrambóticos o una estética agresiva ya no convencen a casi nadie.

Debido a esto, desde los años 60, los sectores más radicales de la derecha han estado intentando una nueva estrategia para vender estas ideas a las generaciones venideras, al principio de la mano de las Escuelas de Austria y de Chicago, que buscaban confrontar modelos económicos neoliberales con las políticas de intervención económica del modelo keynesiano (asumidas por la izquierda moderada) y, más tarde, profundizando en el paleoconservadurismo y el identitarismo sociocultural.

Así, en 1969 se fundó en Francia GRECE, un think tank creado por Alain de Benoist, que más tarde escribió el libro La Nueva Derecha (1981), tratando de generar una alternativa a la derecha clásica alejada de las posiciones neoliberales asumidas por la derecha tradicional.

Alain de Benoist buscó, con su libro, desarrollar los principios de una derecha alejada de estas posiciones, que consideraba neoconservadoras y alejadas de la realidad. Es decir, propuso una derecha alternativa, enfrentada al statu quo.

Esta oposición al neoconservadurismo fue heredada por lo que se ha llamado paleoconservadurismo. El mayor exponente de esta idea es Paul Edward Gottfried, un escritor y columnista estadounidense que propugna un pensamiento conservador basado en el proteccionismo económico, el rechazo al intervencionismo militar, el regionalismo o la oposición al multiculturalismo, a la inmigración, a los servicios de protección social y a las leyes igualitarias.

Puntos en los que discrepan con el neoconservadurismo o el conservadurismo moderno, que Paul Edward y otras personalidades considera que se ha vendido a la causa progresista.

Richard B. Spencer (izquierda) en una conferencia en 2016. Autor: Vas Panagiotopoulos, 19/11/2016. Fuente: Filckr. (CC BY 2.0.). Steve Bannon (derecha) en 2018. Autor: Mike Licht. Fuente: Flickr. (CC BY 2.0.).
Richard B. Spencer (izquierda) en una conferencia en 2016. Autor: Vas Panagiotopoulos, 19/11/2016. Fuente: Filckr. (CC BY 2.0.). Steve Bannon (derecha) en 2018. Autor: Mike Licht. Fuente: Flickr. (CC BY 2.0.).

Sin embargo, quien profundizó en la estrategia comunicativa de estas ideas fue Steve Bannon y, en menor medida, Richard B. Spencer, especialmente a través de los sitios web Breitbart News y Radix Journal y con la ayuda de influencers y youtubers como Milos Yiannopoulos, que inclusó llegó a elaborar un diccionario de la alt-right.

La estrategia, en el fondo, no tiene nada de nuevo: se basa en explotar el miedo, los prejuicios y las frustraciones existentes para crear un discurso basado en el odio a una serie de enemigos comunes, agrupados como una sola entidad homogénea, a la que se le culpa de todos los males.

Al mismo tiempo, se tacha al rival político de todo aquello que se le acusa, al mismo tiempo que se apropia de todo aquello que pueda ser positivo de su rival.

Así, en nombre de la libertad y de la democracia, se carga contra la población migrante, contra los movimientos que luchan por la igualdad como el feminismo, el antirracismo o el antifascismo acusándolos de dictatoriales, totalitarios y censores y contra todo aquello que vaya con la idea de “nación” defendida, basada precisamente en los tradicionales idearios ultraderechistas basados a su vez en el supremacismo blanco y cultural, el ultraconservadurismo, el ultranacionalismo y en el autoritarismo.

Para apoyar todo esto, se adopta un discurso favorable a las clases bajas y medias, al tiempo que se crean elaboradas teorías de la conspiración sin fundamento alguno apoyadas en bulos y la fabricación de noticias falsas. Todo apoyado por una red de medios de comunicación y un discurso uniforme con su propio vocabulario y las mismas mentiras que se repiten una y otra vez.

Conceptos que han traspasado fronteras, como llamar “ideología de género” a la lucha por la igualdad, “feminazis” al feminismo, “dictadura progre” a las leyes que buscan corregir desigualdades estructurales o “dictadura de lo políticamente correcto” al hecho de señalar discursos ofensivos para ciertos colectivos, se originaron en Estados Unidos.

La alt-right o la nueva extrema derecha, en el fondo defiende lo mismo de siempre, pero actualizado a los nuevos tiempos. Lo mismo que hizo Adolf Hitler al señalar a la población judía, se repite una vez más.

El triunfo de Trump revalidaría estas premisas que convierten a las víctimas de la sociedad, las personas más vulnerables, en verdugos. Daría alas a un discurso falaz, de falsa rebeldía y de anti-establishment que no es tal, ya que las grandes fortunas nacionales tienen potentes vínculos con la extrema derecha.

Y de la misma manera, el triunfo de Biden pondría fin a esta criminalización y persecución de los grupos oprimidos que por primera vez ven que su situación mejora. Su victoria podría poner fin a la imparable polarización y la libre circulación de los discursos de odio en redes como Facebook, donde sabiendo que los republicanos más radicales estaban en el poder, habían permitido que este odio corriera por las redes sin hacer nada.

Además, las formas irreverentes, toscas, burlonas, ofensivas y antidemocráticas que solo sirven al ultranacionalismo más rancio (siempre a favor de su agenda), no se verían respaldadas ahora por la sociedad internacional, mostrando que en política no todo vale.

Antipolítica, populismo y polarización

Donald Trump hablando con simpatizantes en un mitin de campaña en Fountain Park en Fountain Hills, Arizona. Autor: Gage Skidmore, 19/03/2016. Fuente: Flickr. (CC By-SA 2.0).
Donald Trump hablando con simpatizantes en un mitin de campaña en Fountain Park en Fountain Hills, Arizona. Autor: Gage Skidmore, 19/03/2016. Fuente: Flickr. (CC By-SA 2.0).

La antipolítica ha sido una condición dominante de la gestión de Trump y de la extrema derecha. Se entiende por este término una actitud destructiva de censura a todos y todo lo relacionado con la política (políticos, instituciones, decisiones anteriores, limitaciones de poder, …) pidiéndolo sustituir en general esto por un orden nuevo más puro y libre de corrupción.

La antipolítica destaca por el uso de las instituciones y los altavoces públicos como arma contra el sistema, pero no desde un punto de vista constructivo, sino destructivo. No se quiere llegar a nuevos consensos, sino destruir los existentes.

Aunque desde luego la política esta denostada, este nuevo concepto es solamente un camino estético para llegar al poder haciendo una falsa critica a la élite política (ya que lo que lo usan también sostienen una estructura política) para una vez en el poder aplicar su agenda. Esta estrategia es similar a la que usaron los fascismos de los años 20 y 30 para llegar al poder: criticaron a la misma oligarquía en la que se apoyaron para reprimir a la población.

Y, en un momento de razonable desconfianza hacia las instituciones y a los cargos electos, parecía estar funcionando. Esto se une al populismo, es decir, a intentar cambiar la actuación del Estado en base a hechos y necesidades, por unos teóricos sentimientos de las masas, que generalmente a su vez, vienen manipulados desde este mismo estamento político.

No es raro ver a la extrema derecha o a Vox, decir que “todos pensamos”, “somos el pueblo”, “el pueblo está despertando”, intentando hacer creer que sus ideas son genéricas, cuando en la mayoría de casos están lejos de ser mayoritarias.

Vox ha adoptado también un discurso basado en el ataque y en la crítica constante aprovechando sus posiciones políticas y mediáticas. Hasta sus socios de gobierno en algunas autonomías, como es el PP, los ha criticado por la dificultad que presentan a la hora de llegar a acuerdos, amenazando constantemente con abandonar sus compromisos. Sus réplicas en los parlamentos han sido criticadas también por estar carentes de contenido y de propuestas y por votar sistemáticamente en contra de casi todo, sin buscar acuerdos.

Además este populismo (aunque es más correcto nacionalpopulismo) es falso, ya que no busca imponer la voluntad mayoritaria, sino usar la voluntad mayoritaria cuando le venga bien a su agenda y sustituir lo que no convenga por su ideología ultraconservadora, avivando miedos y temores en esta dirección.

Esta misma estrategia es la que usa Vox y la mayor parte de la extrema derecha. Que Joe Biden, un político a la antigua, moderado y con voluntad de escuchar a todos gane, es un absoluto rechazo a estas formas de hacer política y un bálsamo al polarizado paisaje político estadounidense. Posiblemente una rebaja de la tensión en EEUU podría servir de espejo y moderar las formas políticas que llevan radicalizándose una década.

Es decir, una victoria de Biden mandaría la señal de que este discurso destinado a crispar, a polarizar a la sociedad y a embarrar el debate político, es cada vez menos bienvenido.

El negacionismo y el anti-intelectualismo

Dos grandes estandartes de la extrema derecha podrían quedarse seriamente tocados tras la victoria de Biden: el negacionismo y el anti-intelectualismo.

Donald Trump (y la extrema derecha en su conjunto) han sido negacionistas de la pandemia, bien sea porque no creen en ella, en su peligrosidad o porque consideran que la economía debe ir primero.

Con esto en mente han desarrollado una agenda para evitar el cierre de sus naciones, a costa de ocupar los primeros podios de muertos. Pero ni siquiera han salvado la economía.

Varias negacionistas del covid19 se manifiestan. Autor: Becker1999, 18/04/2020, 21:07. Fuente: Flickr. (CC BY 2.0).
Varios negacionistas del covid19 se manifiestan. Autor: Becker1999, 18/04/2020. Fuente: Flickr.(CC BY 2.0).

Esta estrategia nace de sus intereses personales y se basa en un profundo descrédito de los expertos, que es la base del antiintelctualismo. Junto a esto niegan cualquier autoridad a los las instituciones, fomentan las conspiraciones, la desconfianza de los datos oficiales… lo que no es un hecho casual.

Dado que su ideología está en minoría, es profundamente ideológica y además causa mucho rechazo, solo pueden crecer convenciendo de que todos los demás mienten, sumergiéndose en una guerra permanente que arrastra a todo el mundo a la polarización.

Con este enfoque, Trump combatió la pandemia, desoyendo a los expertos y convirtiendo a su país en el primero en número de muertos (hecho que probablemente le haya costado las elecciones), mientras criticaba a los medios, a la comunidad científica, a los organismos internacionales, etc…

Esto puede aplicarse también al negacionismo del cambio climático, que también ha sido un estandarte constante de Trump generando no pocas polémicas declaraciones al respecto. Por supuesto, también ha dado alas a estrambóticas teorías de la conspiración, como la QAnon o el Pizzagate, que han sido desacreditadas en varias coasiones.

Joe Biden representa todo lo contrario a esto. El demócrata ha prometido escuchar a los científicos, a los expertos y a guiarse por su consejo. Ha sido un defensor de las medidas de confinamiento y de la restricción de movilidad Posiblemente su mandato se apoye en las instituciones de conocimiento y los expertos, restituyendoles cierta honorablidad,

Una postura que debilita el negacionismo que ha exhibido Vox toda la pandemia y dejando casi solo a Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, en su estrategia laxa contra el virus después de que Reino Unido, Suecia y Nueva Zelanda cambiaran también sus posturas.

Además, la lucha permanente contra la cultura y el uso de “fake news”, posiblemente se vean debilitadas por un presidente que no va a tolerarlas como manera de hacer política.

Ultranacionalismo y el orden multilateral

Otra característica de Trump y la extrema derecha es el ultranacionalismo y unilateralismo.

Con esta visión, plantean sus “naciones” como el eje de todo lo que importa y que debe dirigir su relación con los demás. Una postura insoportable si todas las naciones hicieran lo mismo y que llevaría rápidamente a conflictos, como históricamente ha sucedido, de hecho.

Esta manera de ver la realidad está perfectamente ejemplificado en el “Make America Gret Again” (hacer América grande otra vez) o “American First” (América primero). Eslóganes que luego fueron copiados tanto por Bolsonaro como por Vox, mostrando la dependencia intelectual de estos movimientos, pero que también tienen su origen en lemas y frases de los fascismos de los años 20 y 30.

Por lo tanto este ultranacionalismo encuentra su peor enemigo en el teórico “globalismo” o para mayor exactitud, en el orden multilateral. El orden multilateral representa la coordinación a nivel internacional de los países, representados en diferentes organizaciones (ONU, OMS, Europa) y con organismos internacionales propios (Organización para la Cooperación y el Desarrollo, Organización Mundial del Comercio, etc…).

Bandera de la Organización de las Naciones Unidas. Autor: Naciones Unidas, con modificaciones Denelson83, Zscout370 ve Madden. Fuente: Wikimmedia.
Bandera de la Organización de las Naciones Unidas. Autor: Naciones Unidas, con modificaciones Denelson83, Zscout370 ve Madden. Fuente: Wikimedia Commons.

Estas organizaciones han tomado un renovado protagonismo en un momento donde la economía mundial esta interconectada y los retos son ya más globales (cambio climático, desigualdad económica, migraciones, …) que solo locales. Además, estas organizaciones intentan velar por los derechos humanos (en mayor o menor medida) y en respetar ciertas reglas del juego comunes a todos los actores,

La extrema derecha en cambio reniega de estas reglas, a la vez que de la misma concepción de los derechos humanos. También afirma de que estas organizaciones están llenas de “marxismo cultural” y que intentan imponer “una agenda progresista”.

En el fondo lo que sucede es que estas organizaciones imponen reglas que no les conviene cumplir, por lo que su objetivo es minimizar al máximo el poder de estas, no implicarse en ellas y desacreditarlas, ya que se enfrentan a su agenda.

Este enfrentamiento había llegado al máximo exponente con un presidente como Trump, que había renegado de la misma OMS en un momento de mayor necesidad, retirado fondos para la ONU y que había sido muy crítico con toda la sociedad internacional.

En España se pudo ver también a Abascal criticar a la ONU, a Europa, a la OMS y al globalismo en el fallido debate de la moción de censura, copiando punto por punto el discurso de Trump.

Una victoria de Trump aceleraría estas críticas y posiblemente una mayor retirada de EEUU del orden multilateral y un debilitamiento de la cooperación entre países precisamente en un contexto en el que son más necesarias que nunca para hacer frente a los grandes retos del presente.

Biden va justo en la dirección contraria y cuenta con un equipo de más de 100 expertos en relaciones internacionales para reparar el mandato de Trump. Por ejemplo, ya ha prometido que, de ser presidente, haría que Estados Unidos regrese al Acuerdo de París contra el calentamiento global y a la OMS.

El daño a las organizaciones de la extrema derecha que reniegan de todos estos organismos y que habían visto como se debilitaba su influencia en estos cuatro años, se verán golpeado por la nueva agenda internacional del presidente. La vuelta de Estados Unidos al panorama internacional en este sentido perjudicará la agenda política aislacionista del resto de los países, incluyendo las posiciones euroescépticas o contrarias a la Unión Europea.

En el caso de Vox esto es aún más hiriente, ya que el partido estaba en plena expansión internacional y se escudaba en que si un país tan importante como Estados Unidos mantenía esa posición, es que era digno de ser escuchado. Sin Trump de referente, Vox está más solo y sus posiciones más frágiles.

La Iberoesfera o el sueño imperial frustrado

Vox sorprendía a propios y extraños con una nueva palabra, Iberoesfera, que empezó a introducir en sus discursos.

Este concepto resuena al sueño del Imperio Español redimido, hablando de unir a España con América, siempre claro, con España en el centro de todo (de ahí inventar un nuevo término y no usar el término Iberoamérica, por ejemplo).

Esta teoría tiene mucho sentido dentro de su ideología. Estados Unidos tenía un presidente de extrema derecha. América del Sur ha vivida una época reaccionaria, con la caída de la mayoría de gobiernos progresistas y un fuerte sentimiento liberal y anticomunista presente en la sociedad, con un nueva extrema derecha muy beligerante.

Así, alejarse de la “progre” Unión Europea y acercarse a América Latina y su nuevo neoconservadurismo era una estrategia.

Logo de la Gaceta de la Iberosfera. Autor: LA Gaceta de la Iberosfera. Fuente: https://gaceta.es/
Logo de la Gaceta de la Iberosfera. Autor: LA Gaceta de la Iberosfera. Fuente: https://gaceta.es/

Con esto en mente, la fundación Disenso de Vox había lanzado este octubre de 2020 “La Gaceta de la Iberoesfera” un nuevo proyecto comunicativo para “luchar contra a hegemonía cultural de la izquierda en España y América”.

Y parece que no ha elegido el mejor momento. La enorme victoria del Movimiento Al Socialismo (MAS) del expresidente Evo Morales fue el primer triunfo de la izquierda en tiempo, a lo que siguió en Chile la victoria de las protestas sociales contra el presidente Sebastián Piñera, consiguiendo el cambio de la Constitución neoliberal de Pinochet a una más garantista.

Como colofón para este año, una victoria de Biden en la región dejaría de dar alas a los gobiernos reaccionarios que habían encontrado en Trump su mejor aliado y alejaría a Vox del sueño de esa América baluarte del conservadurismo y su unión con España. La victoria de Biden no podría llegar en peor momento para el partido ultraderechista.

¿Batalla cultural contra la izquierda posmoderna? La victoria de la gran coalición de la diversidad

Pero sobre todo lo que afecta a Vox y a la extrema derecha es lo cultural. La extrema derecha trata de convencer que en el presente o bien en un futuro próximo, la sociedad se enfrenta un paisaje apocalíptico, donde se da “un pensamiento único” que evita disentir, donde no hay “libertad de expresión” y donde los colectivos oprimidos son ahora verdugos.

En realidad, no es más que una estrategia propagandística para poder defender una agenda ultraconservadora donde las personas LGTB, migrantes o incluso ideologías contrarias a la suya como el feminismo o el antirracismo, no tienen cabida. Como se ha dicho anteriormente, ciertos símbolos o argumentarios ya no venden y hay que actualizarlos a los nuevos tiempos.

De ahí que se centren en combatir lo cultural, lo que denominan la hegemonía cultural de la izquierda, marcando en general a los grupos oprimidos como sus enemigos. Es decir, buscan romper con las conquistas sociales y los consensos conseguidos en materia de igualdad y avance social, acusándolos de haber provocado la corrupción de la sociedad y de haber causado todos los males, cuando no de antinaturales.

En este camino, encuentran extraños compañeros de cama, como esa izquierda reaccionaria de nuevo cuño, que se les une en una crítica a la “izquierda posmoderna”, argumentando que la estrategia de la izquierda ha perdido el apoyo del trabajador medio al trasladar la lucha del clásico eje de poder entre proletariado y burguesía, por otro tipo de luchas contra la opresión ejercida por otros muchos ejes de poder a colectivos minoritarios, como a las personas LGTB, racializadas, etc. Y que el hecho de que la izquierda acoja estas y reivindique estas luchas en lugar de centrarse principalmente en los derechos de la gente trabajadora, es una pésima estrategia.

Esta crítica parece ignorar que los datos no señalan que la izquierda haya abandonado al obrero. De hecho, en la mayoría de países durante los últimos 30 años, es la izquierda la que ha capitaneado las conquistas de derechos de las personas trabajadoras en prácticamente todo el mundo, con honrosas y destacables excepciones.

La realidad es que, en un mundo que veía el crecimiento de las clases medias, la clase trabajadora dejaba de sentirse identificada con este concepto. Esto se puede ver en partidos comunistas tradicionales, que en la Europa de los años 80 tenían papeles relevantes y donde se vieron llevados al mínimo exponente en las últimas décadas, pese a defender en muchos casos una agenda estrictamente obrerista.

Aunque es evidente que hay muchos otros factores que han provocado la debacle de los partidos comunistas más tradicionales en casi todo el mundo, demasiados como para abordarse en este artículo, parece lógico pensar que, al igual que la derecha y la ultraderecha se han ido adaptando al contexto sociopolítico actual, las izquierdas también se han visto obligadas a hacerlo.

Y parece que a Biden le ha ido bien capitaneando lo que en EEUU llaman la gran coalición de la diversidad”, que suma a un heterogéneo grupo de personas pertenecientes a minorías, como LGTB o migrantes, con gran presencia femenina. Básicamente los grandes enemigos de la extrema derecha. Este grupo vota masivamente por Biden al tenor de los estudios y se suma al voto urbano y al voto progresista en general, habiendo sido clave en dar la presidencia a Joe Biden.

En el caso español, hay que recordar que el PSOE que gobierna en España con 117 escaños, es una de esos partidos de la supuesta “izquierda posmoderna”, o al menos así es calificado por la ultraderecha. Desde luego las críticas a que este modelo no funciona no parecen corresponderse con la realidad sino más bien a responder a lecturas sobre ciertos ciclos políticos de manera sesgada.

Es más, el Partido Popular (PP), tradicional partido de derecha conservadora en España y que ha asumido ciertos consensos progresistas como el matrimonio homosexual, por lo que es acusado de haberse vendido a la “dictadura progre” y es llamado “derechita cobarde” por Vox, tiene bastantes más votos que el partido ultraderechista.

Un grupo de izquierda y LGTB se manifiesta en Cataluña contra un libro homófobo. Autor: Brais G. Rouco . Fuente: Cristianos Gays  (CC BY-NC-ND 3.0).
Un grupo de izquierda y LGTB se manifiesta en Cataluña contra un libro homófobo. Autor: Brais G. Rouco . Fuente:Cristianos Gays(CC BY-NC-ND 3.0).

Vox ha mantenido una guerra beligerante con el colectivo LGTB, con el feminismo y un rechazo total a la inmigración. Postura que encontraban cobijo en Trump y en su agenda global. Biden posiblemente haga un cambio importante en estos conceptos, suponiendo un ataque a esa lucha contra la supuesta hegemonía cultural de la izquierda.

Así, con la derrota de Trump y Biden al frente, la estrategia de la ultraderecha para ganar esa teórica batalla cultural habrá sufrido una de sus más sonoras derrotas, condicionando el discurso y la agenda del resto de partidos de extrema derecha, incluyendo a Vox.

Un futuro diferente para EEUU, un golpe a la extrema derecha

La derrota de Trump supondrá un impasse en el orden internacional y en los profundos cambios que han ocurrido estos 4 años.

Buena parte de su primera legislatura consistirá en desmantelar el legado de Trump. Este legado que es cultural, legal e internacional, había hecho mella en el mundo, no solo en EEUU, y había servido de sustento a la extrema derecha global.

Su desaparición del mapa político (posiblemente no del mundo mediático) supone un duro revés. De hecho, la extrema derecha se queda sin su principal referente internacional, con serias dificultades para construir otro personaje polarizador de su relevancia.

En el caso de Vox, el seguidismo a Trump durante toda la oleada de la pandemia había sido evidente, hasta el punto de copiar el lenguaje del presidente, como referirse al coronavirus como “virus chino”. También fue durante este año cuando Vox había estrechado vínculos con el Partido Republicano.

Si bien no se puede saber lo que pasará, que un presidente de Estados Unidos dure solo una legislatura es bastante extraño, de hecho, solo ha pasado cinco veces en cien años. Posiblemente el Partido Republicano cierre filas tras este experimento y escoja a uno de los suyos para dentro las próximas elecciones, posiblemente un conservador tradicional como lo fue, por ejemplo, John McCain. Es decir, que la derrota de Trump podría traducirse en dar la espalda a posiciones radicales, tal y como ha sucedido en muchos partidos de derecha conservadora en Europa.

Estos líderes pueden tener más recelos a tener una alianza total con personajes como Abascal o Bolsonaro, y son más proclives a entenderse con el viejo liberal-conservadurismo de siempre, rechazando las tesis, las formas y la estrategia de la alt-right, al menos en parte.

Además, es casi seguro que las relaciones de EEUU con Europa retomen su cauce. Vox, que es abiertamente eurófobo, ha vendido siempre el descrédito de la Unión Europea. Que Trump rechazase la UE fortalecía esta línea de pensamiento, al igual que el rechazo de Boris Johnson a la unión, el Brexit de Reino Unido y el acercamiento del mandatario británico a Trump.

Ahora, un acercamiento internacional entre estos antiguos aliados será perjudicial para esta visión de descrédito internacional.

Aunque es obvio que Joe Biden está lejos de ser un candidato modélico, que proviene del llamado “establishment demócrata” y que, por lo tanto, no va a suponer grandes cambios en el país, que seguramente siga manteniendo un sistema capitalista reticente a ofrecer servicios públicos amplios a la población y mantenga una política exterior agresiva, la derrota de Trump en su conjunto pues, se traduce en una derrota sin paliativos para la extrema derecha global y también para Vox, que deberá buscará otro espejo en el que mirarse, por mucho que durante los siguientes días se dedique a decir que «solo le importan los españoles».

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

2 comentarios en «Por qué a Vox le preocupa la derrota de Trump»

  • Y esta “RAZONABLE desconfianza en las instituciones y los cargos electos” de la que habla este artículo, ¿no viene de la falsedad de la actual política de estas instituciones y de estos cargos electos?
    Cierto es que esta nueva derecha no es muy intelectual, y no es capaz de analizar a fondo los problemas, pero ¿no tiene razón en que estos problemas EXISTEN?

    Un científico del PSOE, Joaquín Leguina, sí que lo ha visto, y dijo:
    “El éxito de Vox se debe a su ataque directo al corazón de la corrección política, que es una ideología censora, buenista y radical que ha invadido no sólo a la izquierda, también al conjunto del debate político”

    LEGUINA, DEMÓGRAFO: Ocurre que Leguina es demógrafo, y ES EVIDENTE que ve que esto de la “IGUALDAD” es un timo.
    Y también lo de la “POBLACIÓN MÁS VULNERABLE”:
    En España nacen un 6% más niños que niñas, y si hubiera igualdad, habría 1.400.000 varones más que mujeres. Pero hay 900.000 menos.
    ¿POR QUÉ? Pues porque su mortalidad PREMATURA es DOBLE a partir de los 16 años de edad.
    Entonces, ¿cuál es la “POBLACIÓN MÁS VULNERABLE”?
    Los hombres se suicidan 3 veces más, y hay más de 2.000 suicidios/año de varones. Y 20 veces más muertos por accidente laboral, la mayor parte de los “Sin Techo” son hombres, los fracasados en la escuela, los presos, los asesinados, etc.

    Claro, un CIENTÍFICO como Leguina no confunde “IGUALDAD” con “GALANTERÍA”.
    Se necesita NO SER CIENTÍFICO, ni marxista, para creer que el actual feminismo “de género” quiere la igualdad y proteger a los “más vulnerables”.

    LOS MARXISTAS DENUNCIARON LO QUE AHORA DENUNCIA VOX HACE MÁS DE 30 o 40 años:
    Por ejemplo, Teresa Pàmies, mujer de Gregorio López Raimundo, en su libro “Maig de les Dones” (1976) denuncia la “LIVIDEZ ENFERMIZA” de las entonces jóvenes feministas radicales, y ese “ODIO” al macho “que no puede ser sólo ideológico” (pág. 20).
    Además, también en el diario AVUI denunció, también en 1976, cómo estas feministas “organizadas como un destacamento” sabotearon las Jornadas organizadas por las feministas tradicionales, con silbatos y trompetas para no dejarlas hablar.

    Lo que ocurrió fue que la demagogia se ha impuesto sobre la Ciencia en la izquierda, que ya no es izquierda “de clase”, sino “de género”. O sea, que no es izquierda.
    En cuanto a la inmigración, está relacionada con la BRUTAL caída de la natalidad en España, caída que ya fue denunciada por la izquierda marxista hace 30 años, y que la derecha, mucho menos intelectual, no ha descubierto más que recientemente.
    Un ejemplo lo tenemos en: http://edipo.info/Doc/poblacio/Natnorentabl.htm
    Esta caída está relacionada CON LA AUSENCIA DE UNA IZQUIERDA VERDADERA.
    http://edipais.wordpress.com

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  • Leguina lleva más de media década saliendo solo en programas de extrema derecha, atacando a la izquierda y diciendo que Viva el rey. De izquierdista le queda nada.

    Y que usted le de valor a Leguina como científico social cuando la mayoría de ciencias sociales dicen que lo que dice usted es una barbaridad y opiniología. Pero claro, lo de Leguina le interesa porque piensa igual que usted, que no ha acertado ni una.

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