Josef Mengele, el Ángel de la Muerte: el nazi que experimentaba con prisioneros
Josef Mengele nació el 16 de marzo de 1911 en Günzburg, cerca de Ulm, en Alemania, y fue el mayor de los tres hijos de Karl y Walburga Mengele, cuyo primer descendiente había muerto al dar a luz esta última.
Karl Mengele era un próspero empresario fabricante de herramientas agrícolas y vivía junto a sus tres hijos y su mujer en Günzburg, una pequeña pero muy pintoresca ciudad a orillas del río Danubio. En el momento de nacer Josef, su padre, ingeniero de profesión, acababa de convertirse en el único propietario de una empresa dedicada a la fundición de la que se extraía maquinaria agrícola para la molienda, serrado de madera y segado de paja.
El negocio prosperó de tal manera, que Karl pudo permitirse la compra de un automóvil Mercedes Benz, algo que estaba fuera del alcance de la mayor parte de la población en la Alemania de principios del siglo XX.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, la fuerza de trabajo a la que daba empleo era nada menos que de treinta hombres. Esto nos puede dar una idea aproximada de hasta que punto la familia Mengele disfrutaba de unas condiciones materiales muy superiores a la media, y por añadidura, hay que tener muy presente que se trataba de una familia muy celosa de su fe católica, ambiente conservador en el que creció y del que fue, inconscientemente, alimentándose el pequeño Josef.
Una vez que Karl Mengele decidió alistarse para ir a luchar en el frente de la Gran Guerra, la madre, Walburga, se quedó encargada de la empresa familiar. A fuerza de tesón y disciplina consiguió que el negocio creciera aún más, logrando establecer un sabroso contrato con el Káiser con el objeto de fabricar un vehículo especial para el ejército alemán, denominado «Fouragewagen».
Con tales circunstancias familiares y económicas, del joven Josef Mengele se esperaba que tomara las riendas de la empresa paterna y prolongara la dinastía y el emporio económico del clan Mengele. Pero, al parecer, las ambiciones de Josef no discurrían por ahí, y así lo testimonia uno de sus compañeros de colegio, Julius Diesbach:
Josef era un joven muy ambicioso y con una gran necesidad de éxito. Quería conseguir la fama por sí mismo, aparte de la que hubiera ganado su familia. Y no es que simplemente quisiera tener éxito, es que deseaba destacar de la multitud. Sentía pasión por la fama. En una ocasión me dijo que un día yo podría leer su nombre en la enciclopedia.
Poco a poco, va aproximándose a esas ambiciones que ocupaban sus pensamientos y en 1935 obtiene el doctorado en antropología física por la Universidad de Múnich. En enero de 1937 se convierte en el asistente del Doctor Otmar Von Verschuer, que trabajaba por entonces en el Instituto de Biología Hereditaria e Higiene Racial de Frankfurt, un aventajado científico especializado en la investigación con los gemelos, su génesis, biología, embriología, genética y sus múltiples derivaciones biomédicas.
En la época en que Mengele cursa sus estudios en la Universidad, el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi) se destacaba por ser la segunda fuerza política dentro del Reichstag (parlamento alemán). Muy pronto, Josef Mengele descubrió que si quería seguir dando curso a sus grandes ambiciones, en forma alguna podría ignorar la importancia de este nuevo movimiento ultranacionalista de inspiración fascista. Es en su autobiografía, donde no deja lugar a dudas sobre la atracción que sobre él ejercía el ascendente nazismo:
Los estudiantes de la universidad, los que ya tenían edad para votar, contribuyeron a este éxito (nazi). Yo entonces no era lo suficientemente mayor. Mis inclinaciones políticas de entonces eran, creo que por razones de tradición familiar, nacional conservadoras… No me había afiliado a ninguna organización política. Aunque, sin embargo, me sentía fuertemente atraído por el programa y por toda la organización de los Nacional Socialistas. Pero, de momento, seguía siendo una persona particular, sin organizarme. De todas maneras, a largo plazo, era imposible quedarse al margen durante esos tiempos políticamente turbulentos o nuestra patria sucumbiría al ataque marxista y bolchevique. Este sencillo concepto político se convirtió finalmente en el factor decisivo de mi vida.
La estructura de su pensamiento. Primer contacto con los nazis
Indubitablemente, el contexto social, económico, religioso y la idiosincrasia familiar, fueron forjando lo que posteriormente sería el Josef Mengele adulto. Pero es necesario ahondar más, si cabe, en el proceso vital que dio lugar a la compleja, displicente y terrible personalidad del primogénito de los Mengele.
En 1931 es cuando se produjo una primera toma de contacto con un protofascismo, el representado por los «Cascos de acero», una organización paramilitar ultraderechista que en 1934 fue asumida en el seno de las milicias nazis Sturmabteilung, la Guardia de Asalto, más conocidas por sus siglas S.A.
En julio de 1938, la Universidad de Frankfurt le concedió a Mengele el tan ansiado título de medicina. La guerra aleteaba ya sobre toda Europa y Josef estaba deseoso de participar en lo que creía que podría llegar a ser uno de los episodios más gloriosos para Alemania. Puso todo su voluntad en ser aceptado en alguna de las SS, la guardia de élite del nazismo y, como trampolín, escogió realizar una serie de entrenamientos militares con la Wehrmacht, el ejército regular alemán, siendo destinado a la región montañosa de Snalfedon-Tirol.
Al cabo de tres meses de instrucción, Mengele regresó al Instituto Frankfurt para así poder retomar sus investigaciones bajo la tutela del profesor Von Verschuer. Precisamente en Frankfurt es donde entró en contacto con los principales defensores de la teoría de corte neodarwinista de «la vida sin valor».
Pero, ¿en qué consistía exactamente esta teoría? Según este darwinismo político-social-genetista, existen determinadas vidas que, ya sea por deficiencias genéticas, de aprendizaje, cognitivas, o incluso de procedencia social determinada, al no aportar nada al curso normal de la evolución, ni al desarrollo adecuado de las sociedades en las que se insertan, no merecen subsistir. Y, por tanto, han de ser eliminadas con la mayor de las diligencias.
Una de las principales influencias a las que se viera expuesto Josef Mengele es la del doctor Erns Rudin, a cuyas conferencias asistía con frecuencia. Rudin encarnaba a uno de los más acérrimos defensores de que los médicos, imbuidos de una aséptica y fría voluntad científica, tenían el deber de destruir «la vida sin valor».
El mismo Rudin, se convirtió en uno de los artífices de las «leyes de esterilización obligatoria» de Adolf Hitler, y que fueron promulgadas en julio de 1933.
Por otra parte, la Ley para la protección de la Salud Hereditaria establecía las condiciones mentales y físicas que los jueces y los funcionarios del estado tenían que valorar a la hora de decidir quien o quienes debían ser esterilizados. Entre ellas aparecían conceptos y patologías como la imbecilidad, esquizofrenia, depresión maniaca, epilepsia, ceguera hereditaria, sordera, deformidades físicas, enfermedad de Huntington y alcoholismo.
Es decir, un muy ambicioso proyecto de eugenesia social con vistas a depurar la «raza germánica o aria», si así se prefiere, con presupuestos y bases pseudocientíficas de amplio calado. Porque, de hecho, el tiempo demostró que tanto la eugenesia como el darwinismo social son pseudociencias.
Así mismo, para poder fortalecer las creencias que absorbía lenta y concienzudamente, Mengele inició sus estudios de antropología, una disciplina que en la Alemania Nazi totalitaria, terminó por conducir al ya menos ingenuo Josef hacia el espacio nuclear del pensamiento científico y filosófico nazi, el cual sostenía que era posible refinar, purificar, esclarecer y establecer una raza a la carta, el sueño prometeico hecho realidad.
En mayo de 1937 presentó la solicitud para ser miembro del Partido Nacional Socialista, otorgándole el número 5.574.974. Dada su condición de miembro liberado del partido, y contando con estimados apoyos y clientelismos, su rápido ascenso dentro de la jerarquía nazi estaba asegurada.
El último capítulo explica (…) los peligros biológicos que amenazan al pueblo alemán (…). Cuando se discute sobre las razas, sería de desear que se hubiera hecho un análisis más claro sobre los méritos y las características desfavorables de todas las razas europeas. También eché de menos una descripción adecuada de la relación entre las principales razas que se pueden encontrar en Alemania y de los logros culturales del pueblo alemán. También podía haber algo más de buen juicio al explicar los contenidos en vez de los aspectos de procedimiento de las leyes para evitar descendientes con enfermedades hereditarias y para la protección de la salud hereditaria de la nación alemana – Comentario de J.Mengele de 1940 sobre el libro titulado Fundamentos de Genética y la preservación de la raza.
La paradoja Irene
En el mes de julio de 1939, Mengele contrajo matrimonio con Irene, en la localidad de Oberstdorf. Este casamiento vino precedido de un obstáculo cuasi insalvable y que llegó a poner en verdadero peligro su carrera científica y militar. Es una de esas paradojas en las que suelen incurrir con frecuencia las personas que se erigen en los más puristas en lo que se refiere a la limpieza étnica, de clase o de cualquier otro posicionamiento político que se sustente sobre premisas irracionales o pseudocientíficas, y este fue el caso de Josef Mengele.
Hubieron serias sospechas sobre el posible origen judío de Irene, relacionada en lo que concierne a sus directos ascendientes, pero las investigaciones del cónsul alemán en los Estados Unidos fracasaron, no encontrándose ninguna evidencia que pudiera clarificar la situación.
Las fotografías de Irene y de sus antepasados, junto a los testimonios de sus amigos que juraban y aseguraban sobre su procedencia «aria» lograron desnivelar la balanza, acallar las sospechas y dar lugar a la celebración de los desposorios.
No obstante, Mengele sintió una gran frustración, ya que fue del todo incapaz de aportar al proceso las pruebas necesarias para demostrar que Irene tenía «sangre aria pura», no reuniendo tampoco los requisitos imprescindibles para conseguir un lugar en el «Sppenbuch», el Libro de Familia, reservado únicamente para aquellos individuos que demostraran fehacientemente que sus antepasados eran arios puros al menos desde 1750.
En resumidas cuentas, el que ha pasado a la historia como el gran paladín de la «higiene racial» y que además se propuso conseguir ese objetivo a costa y por encima de lo que fuese, secuestrando, torturando, experimentando y asesinando, no obtuvo jamás ese codiciado certificado donde se afirmará oficialmente que tanto su esposa, como sus hijos, eran racialmente limpios.
Los años en el campo de concentración Auschwitz
Al comiendo de la Segunda Guerra Mundial en 1939, Josef Mengele se presentó como voluntario para el servicio médico de las Waffen-SS, el brazo armado de las SS, en las que alcanzó el rango de alférez/subteniente donde permaneció hasta noviembre de 1940.
Seguidamente, recibió ordenes de acudir a otro destino, la Oficina de la Raza y el Reasentamiento de las SS en Posnania (la actual Poznan, una de las más antiguas y grandes ciudades polacas), donde se le encargó evaluar a los candidatos a la germanización, (extensión de la población, el idioma y la cultura alemana), es decir, examinar la idoneidad de quienes podrían ocupar los territorios conquistados al enemigo.
Mengele no obtuvo su bautismo de fuego hasta junio de 1941, cuando lo enviaron al frente ucraniano, donde a los pocos días lo premiaron con una de las condecoraciones más importantes del ejército alemán, la Cruz de Hierro de Segunda Clase. Su esposa Irene escribiría a una amiga lo siguiente:
Ahora, finalmente, tiene su ansiada llamada a filas. Se encuentra en Ucrania, supongo que en medio de todo el fragor. Le concedieron la EK2[ Cruz de Hierro de Segunda Clase]en los primeros días. La tensión debe ser tremenda. Sin embargo, su entusiasmo sigue tan alto como siempre ahora que se encuentran finalmente en la batalla[…]enfrentándose al archienemigo. Un abrazo y Heil Hitler…
Tras la aventura bélica en Ucrania, Mengele, apoyado siempre en sus numerosos mentores, solicita el traslado al servicio de campos de concentración, con la esperanza de que este medio fuera un campo abierto y fácil a la hora de realizar sus investigaciones genéticas.
Una vez conseguido esta su última petición, en mayo de 1943 llega al campo de Auschwitz, al sur de Polonia y muy cerca de la ciudad de Cracovia. Una vez allí, el jefe médico, Eduard Wirths, lo nombró director médico del Zigeunefamilienlager, un módulo dedicado exclusivamente a familias de etnia gitana.
A este respecto, es interesante destacar como en esta etapa de la historia moderna, los gitanos sufrieron uno de los peores genocidios que se conozcan. Se estima que en los diferentes campos de concentración murieron del orden de 1 millón y medio de gitanos, lo que posteriormente se ha denominado con el término «Porrajmos», que en la lengua romaní significa literalmente «devoración».
[…] Una inmensa chimenea cuadrada hecha de ladrillo rojo se elevaba como un huso hacia lo alto. Estaba especialmente atacada por las enormes lenguas de fuego que se elevaban entre las barras de iluminación[…]Intenté imaginarme qué guiso infernal requeriría ese fuego tan tremendo[…]. Una ligera brisa trajo el humo hasta mí. La nariz y luego la garganta se me llenaron del hedor nauseabundo de carne quemada y de pelo chamuscado. – Miklos Nyiszli, médico de las SS
Como muy bien describe el doctor Nyiszli, la humareda que surgía de los cinco crematorios de los que disponía el campo borraba la línea del horizonte, tanto las llamas como el humo negro se podían divisar a una distancia de 50 kilómetros.
Cuando Mengele arribó, Auschwitz estaba abarrotado de prisioneros, con más de 140.000, y era un inmenso campo cercado por alambradas de púas a lo largo de toda su extensión. Según el doctor Hoess, la capacidad que el campo tenía para la reclusión y exterminio era terrible, prácticamente industrial, puesto que el número total de personas gaseadas en veinticuatro horas podían llegar hasta las 9000:
La cifra se alcanzó en el verano de 1944,durante la actuación contra Hungría, utilizando todas las instalaciones excepto la número tres. Ese día, debido a los retrasos en la línea de ferrocarril, llegaron cinco trenes en vez de los tres que esperábamos y, además, los vagones estaban más atestados de lo normal. – Doctor Hoess
Conocido como el «Ángel de la Muerte» por el comportamiento que mostraba en la rampa de recepción de Auschwitz, en extremo cruel y violenta, Mengele es tradicionalmente asociado con la tarea de seleccionar a los presos nada más llegar: la izquierda significaba la muerte, la derecha, ser destinado a trabajos forzados y seguir con vida unas semanas o, tal vez, unos meses más.
Años más tarde, los supervivientes comentaban la impresión que les causaba Mengele, con su ceñido uniforme de las SS, sus botas impolutas, los guantes blancos, el bastón y toda la parafernalia nazi, cuando examinaba a sus prisioneros silbando una melodía operística, impertérrito y cruel.
En un determinado momento, se declaró un brote de tifus que afectó a miles de prisioneros. Es entonces cuando Mengele, como jefe médico del campo, determinó solventar la situación de forma radical. Para ello, tomó la decisión de enviar a las cámaras de gas a 1600 personas, entre gitanos y judíos (tanto hombres, mujeres y niños) que fueran sospechosos de tener algún síntoma de tifus, una decisión que según testimonios de algunos de los supervivientes, tomó con absoluta asepsia moral y frialdad.
Recurriendo a estos expeditivos recursos es como consiguió acabar con varias epidemias infecciosas, muy frecuentes, por otra parte, en el campo de Auschwitz, donde los prisioneros languidecían en barracones sin apenas espacio, luz o las mínimas condiciones sanitarias.
Envió a la cámara de gas a todo un barracón de judías, 600 mujeres, y lo hizo limpiar. Luego, lo hizo desinfectar de arriba abajo. Después puso bañeras entre este barracón y el siguiente y sacó a las mujeres del siguiente para que las desinfectaran y las envió al barracón limpio. Allí les dieron un camisón limpio y nuevo. El barracón siguiente se limpió de la misma manera hasta que todo quedó desinfectado. Fin del tifus. Lo terrible es que no pudiera meter en ningún lado a las 600 primeras. – Ella Lingens, médica austriaca enviada a Auschwitz.
No obstante, lo que más interesaba a Mengele, desde el punto de vista científico y también en lo personal, era la experimentación biológica con gemelos.
Para poder realizar estos experimentos, uno vez localizada a una pareja de gemelos (normalmente niños), estos eran conducidos al hospital de los hombres, Bloque 15 del Campo B2F. Allí, Mengele les obligaba a desnudarse y les sometía a exámenes físicos durante horas interminables. Cuando las revisiones puramente anatómicas terminaban es cuando comenzaban las torturas.
Se practicaban rudimentarias operaciones de cirugía, con frecuencia sin aplicar ningún tipo de anestesia local o general. Amputaciones, punciones lumbares, se les inoculaba el tifus o se infectaban de forma deliberada las heridas superficiales para así comprobar como evolucionaba cada uno de los gemelos por separado. Cuando uno de ellos moría de forma natural, el otro par era asesinado con la finalidad de hacer un estudio patológico comparado.
Un día, Mengele trajo chocolate y ropa especial. Al día siguiente, llegaron los hombres de las SS y se llevaron a dos niños. Eran dos de los que yo más quería, Tito y Nino. Uno de ellos era jorobado. Dos o tres días después, un hombre de las SS los volvió a traer en un estado lamentable. Los habían cortado. El jorobado estaba cosido por la espalda al otro niño, hasta las muñecas. Había un hedor insoportable a gangrena. Las cortaduras estaban sucias y los niños se pasaban las noches llorando. – Vera Alexander, testigo en Auschwitz
Pero aquí no terminaba, ni mucho menos, el catálogo de atrocidades médicas llevadas a cabo por Mengele. Mediante punciones de ciertos productos químicos, intentaba cambiar el color de las pupilas de algunos niños, para preservar la raza aria. Desarrolló novedosos métodos de esterilización en mujeres, en ocasiones, ciertamente dolorosos, incluso mortales.
Estudió la factibilidad de las transfusiones sanguíneas entre gemelos, les inyectó gérmenes letales para estudiar sus efectos sobre el organismo, realizó operaciones de cambio de sexo para comprobar sus consecuencias físicas y mentales y seccionó los muslos de varias prisioneras para utilizarlos como material de cultivo en su laboratorio. Todos estos experimentos se realizaban «in vivo», algo que lo que se enorgullecía de manera especial el doctor Mengele.
Descubrí que Mengele es una imagen de lo que sólo se puede describir como maníaco. Creía que se podía obtener una superraza como si estuviera hablando de la cría de caballos. Pensaba que se podía conseguir el control absoluto sobre toda una raza. El hombre es tan infinitamente complejo que nunca se puede producir ese tipo de control estricto sobre una población tan amplia. Fue racista y nazi. Fue ambicioso hasta el punto de ser absolutamente inhumano. Estaba loco con la ingeniería genética. Creo que pensaba que cuando hubiera acabado con la raza judía, empezaría con los polacos y, cuando hubiera acabado con todos, con otra raza. Sobre todo, creo que hizo lo que hizo por él mismo, por su carrera. Para terminar, creo que hubiera matado a su propia madre si le hubiera supuesto algún tipo de ayuda. – Doctora Puzyna. Prisionera en Auschwitz
La huida de Josef Mengele
El 17 de enero de 1945, ante el avance imparable del ejército rojo de la Unión Soviética, Josef Mengele huye de Auschwitz uniéndose al éxodo despavorido de soldados que se dirigían al oeste. En el momento justo en el que las primeras avanzadillas soviéticas entraban en el campo de Auschwitz-Birkenau, el 27 de enero a las tres de la tarde, Mengele ya había encontrado refugio en otro campo situado a más de 300 km al noroeste llamado Gross Rosen, en Silesia.
Sin embargo, su estancia en este lugar fue muy breve, ya que los soviéticos continuaban avanzando sin demasiada resistencia y el 18 de febrero salió de Gross Rosen en dirección más al oeste hasta llegar a unirse a unidad de soldados de la Wehrmacht. Durante dos meses estuvo bajo su protección hasta que finalmente cambió su uniforme de las SS por otro de oficial de la Wehrmacht y, de esa manera poder camuflarse entre los soldados alemanes. En aquel momento, se encontraban en la parte central de la antigua Checoslovaquia.
El 15 de junio, las tropas estadounidenses ocuparon la zona haciendo unos 10.000 prisioneros alemanes y, al cabo de pocos días, Josef Mengele fue capturado por estas. Este es el relato que de aquel momento hace el propio Mengele:
En las cercanías de la primera ciudad grande, nos detuvieron y nos llevaron a un campo de prisioneros americano. Los americanos nos trasladaron de un campo a otro, en el que las pequeñas raciones se redujeron aún más mientras crecía nuestra desesperanza.
Mengele estaba convencido de que solo era cuestión de tiempo el que le reconocieran como el médico de Auschwitz o como el «Ángel de la Muerte», tal y como le llamaban los prisioneros. Durante esos días, permanecía tan obsesionado que incluso llegó a padecer una depresión. Pero finalmente, los aliados no le identificaron debido a una serie de reiterados errores burocráticos y de organización, ya que hoy por hoy, no existen pruebas de que hubiera algún tipo de connivencia entre estos y Mengele.
A finales de junio de 1945 fue excarcelado y consiguió hacerse con documentación falsa con un nombre supuesto, Fritz Ulmann, trabajando como peón de campo cerca de Rosenheim, Baviera.
En lo que se refiere al resto de la familia Mengele, los estadounidenses no ejercieron ninguna presión sobre ellos, dando por buenas las declaraciones de la esposa de Josef indicando que no había tenido noticias suyas desde hacía más de un año.
En el ínterin y de forma asombrosa, Josef Mengele volvió a viajar a la zona ocupada por los soviéticos con la intención de recuperar una serie de efectos personales que podrían incriminarle, entre los que estarían sus notas de Auschwitz. De ahí se trasladó hasta Munich para ser acogido en casa de unos amigos y poder contactar con su familia.
Con los fondos que pudo recibir de su familia en Günzburg y amparado en una oscura red de antiguos miembros de las SS, atravesó los Alpes hasta llegar a Génova, donde recibió un pasaporte bajo el alias de «Helmut Gregor», un falso miembro del Comité Internacional de la Cruz Roja. Tras múltiples peripecias, por fin consiguió embarcarse rumbo a la Argentina de Juan Domingo Perón, de indudable vocación filonazi.
El final del Ángel de la Muerte
Durante ocho semanas, el «North King» surcó las aguas del Atlántico sur hasta que, finalmente, el barco atracó el 26 de agosto de 1949 en el puerto de Buenos Aires.
En la Argentina, la logística le falló, debiendo recurrir a la ayuda de dos pasajeros con los que había entablado cierta amistad. Estos le llevaron consigo, alojándose en un hotel de tercera clase llamado «Palermo».
Desde su llegada a la Argentina, cambió con frecuencia de domicilio y ocupación en un intento de despistar a unos hipotéticos captores, que siempre le obsesionaron hasta la neurosis.
En Günzburg, su familia mantenía en pie el emporio empresarial y gracias a esto pudieron financiar en parte y, clandestinamente, la vida y las diferentes actividades profesionales de Josef Mengele en Latinoamérica, esquivando las inquisitivas nuevas autoridades alemanas, sometidas a los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Tras prácticamente once años de peregrinaje por varios paises sudamericanos, Argentina, Paraguay y Brasil, el Mossad (servicio de inteligencia del Estado de Israel) preparó la operación de captura de Adolf Eichmann en Buenos Aires.
Dentro de los objetivos del comando secreto del Mossad, figuraba también el arresto de Josef Mengele, pero aunque consiguieron capturar a Eichmann y en los posteriores interrogatorios éste facilitara la dirección de un piso franco que servía de refugio a nazis fugitivos, los agentes no lograron localizar a Mengele. Se había esfumado de aquel lugar sin dejar un rastro claro que se pudiera seguir con unas mínimas garantías de éxito.
El 7 de febrero de 1979, durante una visita a unos amigos en la localidad costera de Bertioga en Brasil, Mengele sufrió de improviso un infarto cerebral mientras nadaba en el mar, lo que le provocó la muerte por ahogamiento.
Fue inhumado en el municipio brasileño de Embu das Artes, bajo una falsa identidad, la de Wolfgang Gerhard.
En la actualidad y, debido a la negativa de su familia a repatriar sus restos a Alemania, estos permanecen depositados en el Instituto Médico Legal de São Paulo, donde, paradojas del destino o de una justicia poética, son utilizados por los estudiantes de medicina forense.
Tal vez habrá personas que caigan en la tentación de pensar que el caso de Josef Mengele es historia, que forma parte de un pasado remoto y en nada tiene que ver con la actualidad del siglo XXI. Esto podría ser es un pensamiento errado por dos razones fundamentales:
En primer lugar, porque el ideario fascista que se encarnaba en la figura de Mengele sigue plenamente vigente, ya que la investigación médica y científica que abjure del sustrato moral y ético que se le presupone, puede convertirse en una seria amenaza para toda la Humanidad, véase bioterrorismo, prácticas eugenésicas, etc.
Y en segundo lugar, porque la condición humana es tan frágil, que Mengele es tan solo un ejemplo, un arquetipo histórico, de la aberrante distorsión a la que puede llegar un ser humano en su legítima búsqueda del conocimiento. Esto sirve para el pasado, para el presente y, por supuesto, para un futuro incierto que depende de la civilización en su conjunto.
Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario «Transido de un abismo» y de títulos de próxima aparición como «La poliantea de los sentidos» y «Crónicas claudinas».