Las principales derrotas y retrocesos de la extrema derecha europea
La segunda década del siglo XXI ha venido marcada por un constante crecimiento de los partidos de la derecha radical a nivel global. Europa no ha sido inmune a la aumento del apoyo popular de estas formaciones, ya fuera mediante la irrupción de nuevas fuerzas políticas o el crecimiento de otras ya existentes, que desde 2010 penetraban en el panorama político siendo la extrema derecha europea un actor más de la política comunitaria.
Los años han ido pasando con un creciente apoyo para este tipo de partidos políticos, pero fue especialmente a partir 2015 aproximadamente cuando comenzaron a amenazar con ocupar importantes puestos de poder en distintos gobiernos de Europa. En algunos casos, como en Polonia o Hungría, han conseguido incluso gobernar con una amplia mayoría.
No obstante, en medio de este mar de victorias y crecimiento también han aparecido sonoros fracasos e incluso leves retrocesos en varios países. Ya casi en 2021, su hasta ahora aparentemente imparable avance queda puesto en duda, al menos en estos casos.
A continuación, se muestran cronológicamente ordenadas las derrotas y retrocesos más llamativos de la extrema derecha europea en este 2020 y 2021.
Alemania
La formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha ido creciendo constantemente, convirtiéndose en un serio problema para los conservadores de la presidenta Angela Merkel, que han participado en el «cordón sanitario» contra este partido que cuenta con una historia relacionada con el neonazismo.
La peligrosidad de Alternativa para Alemania y el crecimiento de su facción más neofascista hizo que los servicios de espionaje alemán pusieran a la formación bajo vigilancia por “amenaza potencial a la democracia”.
Esto tenía sentido dado el constante crecimiento de la formación, que llegó a convertirse en tercera fuerza en el país. Pero ahora, se encuentra sumida en una grave crisis fruto de la desafección de la ciudadanía y sus peleas internas.
Los distintos encuentros electorales han revelado la fortaleza de la CDU/CSU de Angela Merkel, que se mantiene como primera fuerza de la derecha en las distintas regiones.
En las recientes elecciones de Sajonia-Anhalt, los conservadores se han obtenido un 37,1%, muy lejos de la AfD (20,8%), que quedó segunda. Estos resultados se ven desde una óptica estatal, dada la cercanía de las próximas elecciones generales, pensadas para 2021.
Pero los resultados no parecen nada halagüeños para la formación ultraderechista. Según la media de las encuestas, de ser tercera fuerza del país y contar con más de 80 diputados, la AfD pasaría a ser quinta fuerza, por detrás del resto de formaciones de la derecha y del centro izquierda, superando tan solo a la izquierdista Die Linke.
Unos resultados que, de confirmarse, marcarían la espiral de crisis que ha supuesto estos dos últimos años para la formación populista de derechas.
Italia: la triple derrota de Matteo Salvini
En 2018 se conformaba un extraño gobierno en Italia, configurado por el antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5S) con un 32,7% de los votos emitidos y la ultraderechista Liga Norte (rebautizado La Liga) con un 17,3% de votos.
Este gobierno fue rápidamente dominado por La Liga que, con su carismático líder y Ministro del Interior, Matteo Salvini, sacó en las elecciones europeas de 2019 el 34,3% de los votos, mientras el M5S sacó el 17,1%. Un total intercambio de posiciones para un gobierno estrafalario e infructuoso, fruto de un constante choque entre ambas formaciones que solo compartían su identidad antisistema, pero con un marco ideológico casi contrapuesto.
Así, con unas encuestas que lo aupaban como gran ganador y sabiendo que el M5S mantenía una fuerte rivalidad con socialdemócrata Partido Democrático (PD) de Italia y que las fuerzas de derecha no pactarían con el M5S, Salvini rompía con sus socios en verano de 2019, se lanzaba a una campaña electoral en la playa y reclamaba elecciones generales donde según todas las previsiones arrasaría.
Este fue, sin embargo, su primer error. Viendo el peligro que suponía Salvini, el M5S negoció un gobierno con el que había sido su gran enemigo, el socialdemócrata Partido Democrático de Italia. Surgió entonces un improbable pacto que se erigió como el nuevo Gobierno de Italia. Una primera derrota para el otrora Ministro del Interior, pero no la única.
Salvini, furioso, reclamó infructuosamente elecciones contra el acuerdo, además de declarar con una seguridad casi total que el Gobierno duraría poco. Una reacción que recuerda a la que tuvo el partido ultraderechista Vox en España cuando el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidas Podemos (UP) pactaron para formar gobierno en 2019.
Así, el líder de La Liga preparó una gran ofensiva contra el Gobierno Italiano para debilitarlo y forzar su dimisión.
En enero de 2020, Italia celebraba elecciones regionales. Entre las plazas que se jugaban, la más importante por simbólica era el Bastión Rojo de Emilia Romaña, de carácter partisano y gobernada por la izquierda desde hacía décadas.
Salvini lanzó toda su maquinaria electoral y se concentró en arrebatar esta región. Llegó incluso a plantear este tema como un referéndum sobre su liderazgo y anunció la “conquista” de este territorio.
¿El resultado? Una derrota para Salvini. El candidato saliente Stefano Bonaccini, de centro izquierda, mantuvo su puesto con el 51,8% de los votos. La candidata de centro derecha, Lucía Borgonzoni, obtuvo el 41,5%. Aunque también se celebraron elecciones en Calabria donde la derecha ganó, esto entraba en lo esperado y el resultado de Emilia Romaña opacó las discusiones políticas durante días. Ya era la segunda derrota de Salvini.
Hemos hecho todo lo humanamente posible y aún más – Matteo Salvini tras su derrota
Todavía llegaría una tercera. El 20 de septiembre se celebraron comicios regionales en siete regiones de Italia. Esto fue interpretado por analistas políticos como una prueba para ver la popularidad del Gobierno tras lo más duro de la crisis sanitaria por coronavirus y si la dura oposición de Salvini había servido.
Además, entre estas había una región especialmente interesante: la Toscana, otro bastión izquierdista donde Salvini había puesto sus esperanzas y mandado la maquinaria del partido. Para dicha región había elegido una candidata popular, Sussan Ceccardi, apodada La Leona, caracterizada por sus fieros discursos contra población inmigrante y homosexual. Salvini anunciaba un 7-0 contra la izquierda.
Tras las elecciones, el revés para la extrema derecha era evidente: de las siete regiones en juego, la derecha solo gobernaría en tres (una más de las que ya tenían) y Sussan Ceccardi fue derrotada por el PD, dejando la Toscana en manos de la izquierda.
Además y lo que es peor para Salvini, uno de sus principales rivales internos, Luca Zaia, consiguió una previsible victoria en Veneto, aumentando el debate sucesorio tras la constante pérdida de influencia de La Liga.
Pero resulta que 2021 ha sido todavía peor para el líder ultranacionalista. Desde 2020, Fratelli D’Italia, la formación de Giorgia Meloni y aliada de Vox, ha ido creciendo constantemente. Este partido ultraconservador servía como refuerzo a Salvini, pero poco a poco se ha convertido en un duro competidor.
Si Salvini tenía en el verano de 2019 encuestas que lo situaban con un 36% de intención de voto, hoy ese porcentaje queda muy lejano. La Liga ha descendido gradualmente a una intención de voto del 21,5%, que ha recogido Fratelli D’Italia (Hermanos de Italia), la formación liderada por Giorgia Meloni, que tiene ahora un 19,4% de intención de voto.
Por supuesto hay algo que sí resulta en una victoria para la extrema derecha, y es que las dos principales fuerzas del país son ultraderechistas. Aun así, necesitarán al europeísta y más moderado Silvio Berlusconi de Forza Italia para alcanzar el gobierno.
Francia: unas elecciones municipales agridulces
En Francia, el partido de extrema derecha Agrupación Nacional (antes Frente Nacional) de Marine Le Pen sigue con una lenta progresión marcada por las derrotas.
En junio de 2020, se celebraba la segunda vuelta de las elecciones municipales, postergadas en marzo por la pandemia de Covid19. En esta importante cita, la población francesa estaba llamada a elegir a representantes de 5000 ayuntamientos.
Para entender las esperanzas de Agrupación Nacional, hay que entender el sistema electoral francés. En este sistema, las elecciones son a doble vuelta, es decir, primero se hace una tanda de votación de todas las candidaturas donde las dos más votadas pasan a una segunda vuelta. Después, la candidatura más votada de estas dos se convierte en ganadora.
A esto hay que añadirle la existencia en Francia del llamado “Frente Republicano”, un cordón sanitario contra el partido de Marine Le Pen que consiste en que, si este pasa a una segunda vuelta, el resto partidos aconsejan votar a su rival. Una estrategia que lleva amargando a la Agrupación Nacional casi desde su mismo nacimiento y que, además, ha sido replicada en otros países, como Alemania o Dinamarca.
Pese a esto y con unas encuestas favorables, la fuerza ultraderechista parecía que obtendría una importante victoria con la conquista de algunos de los grandes ayuntamientos franceses.
Además, muchos de sus candidatos pasaron la barrera del 10 % de votos y se mantendrían en la segunda ronda en un total de 229 municipios de más de diez mil habitantes, yendo 17 de sus candidatos a la cabeza de la primera vuelta. El partido tenía posibilidades de gobernar en Avignon, en Forbach, en Marsella, en Perpiñán e incluso en París.
Con todas estas perspectivas favorables, el resultado fue agridulce. Y no llegó a ser decepcionante solo por una razón.
Para poder entender bien lo sucedido, es importante señalar que estas fueron unas elecciones atípicas marcadas por distintos factores. El primero de ellos es que hubo una abstención record, que se sitúa cerca del 60%. Lo segundo es una sorpresiva ola verde, cabalgada por los partidos ecologistas franceses, que se hicieron con cientos de ayuntamientos (y que refleja el éxito de los verdes en Europa). El tercero es la caída del partido del presidente Emmanuel Macron, que tuvo un resultado lamentable. El cuarto es el refortalecimiento de la izquierda, en una posición precaria durante los últimos años. Y, por quinto y último lugar, la conquista de Perpiñán por parte de Agrupación Nacional.
Este es el único hecho remarcable para la formación ultraderechista y aunque es un hecho histórico y una victoria, ya que es la mayor ciudad que gobierna en 25 años, las elecciones apenas han aumentado su poder. Además el candidato por Agrupación Nacional en esta ciudad es Louis Aliot, un candidato que ejemplariza la moderación y ocultó los logos del partido en campaña, de forma similar al candidato del Partido Popular (PP) Alberto Núñez Feijó en las elecciones autonómicas de Galicia en junio de 2020.
Además, pocos analistas consideran lo de Perpiñán un ejemplo extensible al resto del país, ya que su rival, el conservador Jean-Marc Pujol, estaba golpeado por los escándalos y no consiguió apoyos para el “Frente Republicano”. Un resultado decepcionante en estas municipales pese a esta última victoria.
Ahora, las elecciones regionales francesas han traído un nuevo disgusto a los de Le Pen. Todo parecía favorecer a la líder del RN, que ahora parecía la favorita en primera vuelta para las elecciones contra Macron en 2022.
Estas nuevas elecciones se celebraban en 13 regiones de Francia y en 5 territorios de ultramar para renovar las asambleas regionales y departamentales.
Muchas encuestas situaban al RN con una fuerte subida y ganador en 6 de las 13 regiones en disputa tan solo en la primera vuelta. Los resultados han sido muy distintos.
Agrupación Nacional ha quedo en segundo lugar en estas elecciones con un 19%, pero a más de 5 puntos del Los Republicanos, el histórico partido de la derecha tradicional francesa que ha obtenido un sorpresivo 24% de los votos, lo que le garantiza la victoria en muchos territorios.
Además, los socialistas también han dado un sorprendente repunte al 16% del porcentaje de voto, tras su casi desaparición en 2016.
La sorpresa de estos resultados, calificados por la prensa internacional de derrota, llevó a la líder ultra a cargar contra los medios y a la movilización de “los patriotas” para intentar salvar la segunda vuelta. Todos estos resultados alejan a Le Pen del Elíseo. Y, posiblemente, si la líder ultraderechista no logra alcanzar la codiciada plaza en 2022, es más que posible que se vea obligada a dimitir de la dirección del RN, de la que lleva siendo candidata y líder desde 2011.
Hungría: derrota electoral y pugna con George Soros
La extrema derecha europea ha intentado verse reflejada en Hungría, que está gobernada por el ultraderechista Viktor Orbán del partido Alianza Cívica Húngara (Fidesz) desde 2010, con una racha de constantes victorias a costa de ir radicalizándose con el paso de los años, siendo en sus inicios una fuerza conservadora hasta reflejar tintes ultraconservadores, ultranacionalistas, xenófobos, homófobos y autoritarios. Tintes además reforzados por su pacto con Alianza de Solidaridad Húngara (KDNP), el tradicional partido conservador del país.
Esta espectacular cadena de victorias se vio rota en las elecciones locales de 2019. En ellas, toda la oposición se unió contra Orbán (a veces de manera oficial, otras absteniéndose) para intentar derrotar a Fidesz en varias ciudades importantes y especialmente en la capital.
El resultado de esta estrategia fue exitoso ya que Budapest, la capital del país, le fue arrebatada al partido del Gobierno y está ahora gobernada por Karácsony Gergely, del liberal Párbeszéd.
Esto ha provocado la ira del ejecutivo nacional, que ha pensado en reducir las competencias de los ayuntamientos, asfixiar económicamente a la ciudad e incluso en cambiar la capital de lugar a Debrecen.
Pero no ha sido la única derrota cercana de Orbán. Aunque esta otra derrota es jurídica y no política, sigue siendo importante por su relevancia, ya que le ha venido por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
El gobierno de Fidesz mantiene una dura pugna con el multimillonario George Soros, nacido en Hungría, con el que Orbán mantiene una disputa personal. Como buen partido de extrema derecha, Fidesz culpa al multimillonario de todos los males basándose en un buen conjunto de teorías de la conspiración, incluso planteando un paquete de medidas denominado “Stop Soros”. De hecho, este uso de Soros como cabeza de turco es incluso peor que en la ultraderecha y derecha del resto de países del mundo.
Fidesz aspira así a dominar intelectualmente todas las corrientes que no pertenecen a la izquierda.
Siguiendo esta estela, en 2017, el gobierno húngaro aprobó la Ley Nacional de Educación Superior, en teoría para regular las universidades, pero que estaba hecha a medida para expulsar del país a la CEU, la Universidad Central Europea financiada por Soros, motivo por el cual éste se querelló contra el gobierno, llevando la medida a Estrasburgo.
Finalmente, en octubre de 2020, el Tribunal de la UE ha dado la razón a la CEU y considera ilegal la ley que prohibió universidades financiadas desde el extranjero en el país.
Falta ver si Hungría acepta este mandato o lo recurre de algún modo.
Austria: derrota ante los verdes y escándalos de corrupción
En Austria, la estela de avance de la extrema derecha europea estaba en curso. El ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) parecía imparable. En unas elecciones atípicas a la presidencia del país, en la elección a doble vuelta, los dos partidos tradicionales del bipartidismo, el Partido Socialdemócrata y el Partido Popular de Austria, quedaban eliminados por primera vez en la Historia y dejaban a dos contendientes nuevos.
Por un lado. Norbert Hofer, candidato por el FPÖ y, por el otro, Alexander Van der Bellen, el candidato de Alternativa Verde. Ambos rivales estaban enfrentados con programas casi opuestos.
El primer domingo de diciembre, las urnas hablaron y dejaron como ganador al ecologista Van der Bellen, reconociendo rápidamente el FPÖ su derrota. La primera del partido.
Peste a esta primera derrota, el FPÖ seguiría con una estela creciente. Tanto es así que, en las elecciones parlamentarias de 2017, se convertiría en tercera fuerza con 51 escaños. Para sorpresa de toda Europa, el ganador de las elecciones, el conservador Sebastián Kurtz, ofreció a la derecha radical un gobierno de coalición, rompiendo con la tradición del cordón sanitario sobre este tipo de fuerzas políticas.
Durante casi año y medio, ambos partidos gobernaron, mientras distintos escándalos salpicaban al FPÖ y ponían a prueba la solidez de dicho pacto.
Finalmente, en mayo de 2019, este acuerdo se daba por acabado cuando surgieron los videos del Ibizagate: un video secreto grabado al líder del FPÖ y vicecanciller Heinz-Christian Strache donde, hablando con un oligarca ruso, se mostraba dispuesto a favorecerle políticamente a cambio de una compensación económica.
Esto supuso la convocatoria de elecciones anticipadas y un batacazo para el FPÖ, que pasó de 51 a 21 diputados. Actualmente, permance en la oposición.
Grecia: la victoria del antifascismo
En 2012, Amanecer Dorado irrumpía en el Parlamento Heleno. Esto causó una conmoción en Grecia ya que Amanecer Dorado no era solo un partido más de la extrema derecha europea, sino una formación abiertamente neonazi de corte fascista, que alababa al ex-dictador filofascista Ioannis Metaxas y se mostraba partidario del legado de Adolf Hitler.
Además, este peligroso partido contaba con una estructura paramilitar inmiscuida en violencia, como los asesinatos del caso Kazakos y el caso Periandros. En adición a esto, el partido ha sido denunciado múltiples veces por su buena relación con la policía, que hacía que esta no actuase contra ellos en casos de violencia o que incluso los ayudase.
Esta peligrosa organización bien conectada se convirtió en 2015 en tercera fuerza de Grecia.
En lo que podía ser un fulgurante ascenso, el partido se vio envuelto en polémicas por distintos casos de violencia y asesinatos, llevando a decenas de sus cargos ante la justicia.
Además, hubo una constante presión antifascista a todos los niveles contra Amanecer Dorado, una oposición judicial que tenía en juicio a más de 60 de sus líderes y un rechazo en los grandes medios de comunicación a darles cobertura.
El resultado de toda esta presión y lucha dio su fruto y, en las elecciones de 2019, el partido desapareció del Parlamento al no superar la barrera del 3% de los votos. Así, el que fuera el tercer partido de Grecia y referente de un buen número de partidos ultraderechistas en todo el mundo, desapareció en poco más 4 años.
Sus dos escisiones Griegos por la Patria y Conciencia Popular Nacional han sido incapaces de recuperar su electorado, si bien otras formaciones más similares a la nueva derecha radical han aparecido en Grecia, dejando a un lado las formas neonazis y sumándose al lavado de cara, discurso y estrategias de la alt-right, como es el caso de Solución Griega.
Países Bajos: el freno de Mark Rutte
En 2017, Países Bajos era convocada a las elecciones con la más que posible llegada al poder de Partido por la Libertad (PVV), capitaneado por Geerts Wilders, una fuerza política de derecha radical con un discurso abiertamente xenófobo y ultraconservador. Algunas encuestas daban a la formación populista como ganadora de las elecciones.
El resultado, no obstante, fue muy distinto. El ganador de las elecciones fue el saliente primer ministro, Mark Rutte del Partido Popular por la Democracia y la Libertad (VDD), de centroderecha, con 33 escaños. Geert Wilders quedó segundo, muy detrás de lo que sugerían las encuestas, con 20 escaños, solo uno más que los democristianos del CDA y perdiendo cuatro de los que tenía.
Así, la estrategia de pactar con el presidente Mark Rutte en 2010 para, dos años después, romper dicho pacto y distanciarse de él, solo salió bien para los partidos alternativos (D66, Los Verdes y el CDA). De hecho, Rutte se alió con parte de ellos para formar gobierno después de dejarse 8 escaños por el camino.
Así, la extrema derecha se quedó muy lejos de poder gobernar.
¿Un retroceso de la ofensiva ultraconservadora?
El éxito que las fuerzas de extrema derecha estaban acumulando tanto en América como en Europa (aunque especialmente en Europa) parecía casi inevitable desde 2015, donde año tras año crecía.
Llegados a 2021, si bien todavía es pronto para hablar de que esta ola ultraconservadora se haya frenado, sí que parece percibirse cierto agotamiento de estos partidos en cuanto a sus formas, sus discursos y sus estrategias. Además, en muchos países les está costando superar su techo electoral y, en los que consiguen aumentarlo, el tradicional cordón sanitario aguanta, pese a casos como el de Austria.
Así, su crecimiento, que había resultado exponencial, parece haber llegado a un límite o al menos, convertirse en lineal.
Un ejemplo de esto fueron las elecciones europeas de 2019. En ellas, la extrema derecha europea y las formaciones populistas soñaban con bloquear la Unión Europea, dejando patente su euroescepticismo mediante una reivindicación de corte ultranacionalista. Aunque su resultado fue bueno consiguiendo casi un 25% de los escaños de la eurocámara (168 de 751) han quedado muy lejos de poder bloquearla, teniendo además victorias asimétricas con grandes éxitos en Italia y resultados malos en Austria o Países Bajos.
Los factores que explican este leve freno no están del todo claros, pero podría esgrimirse la hipótesis de que quizás su formas de llamar la atención, su tono bronco o el uso de distintas estrategias poco éticas como las fake news hayan alcanzado ya su tope de efectividad. O, mejor dicho, el resto de partidos, organizaciones sociales y la sociedad en su conjunto sepan combatirlas mejor. Al fin y al cabo, no se puede engañar a alguien eternamente.
Unido a esto, quizás estas formaciones no representan ya ninguna novedad para el público general, por lo que pierden el factor sorpresa. De hecho, es algo muy típico que formaciones que aparecen y crecen muy rápidamente, después experimenten serios retrocesos. Esto no sucede, por ejemplo, con formaciones más arraigadas como el RN en Francia o Fidesz en Hungría.
También se puede suponer que sus distintas experiencias de gobierno demuestran que estas formaciones que intentan representar la antipolítica y triunfan con discursos antisistema, también sufren los desgastes de la gestión y el choque de los discursos populistas contra la realidad.
El ejemplo más actual se vio con la sonada derrota de Donald Trump en noviembre de 2020, donde la confrontación ideológica no valió para frenar al virus y donde recurrió a todo tipo de argucias y falacias para no asumir que había perdido las elecciones, hasta el punto de provocar que sus seguidores tomaran el Capitolio el pasado 6 de enero para impedir la ratificación de Joe Biden como presidente.
Habrá que esperar para comprobar si este es el principio del fin para la extrema derecha europea o, por lo contrario, solo un breve cambio de tendencia.
Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.