Por qué la realidad no es como en mis redes sociales y cómo beneficia a la extrema derecha
En multitud de ocasiones, desde la izquierda política, aunque también desde otros lados del espectro ideológico, parece existir sorpresa con la reacción del conjunto de la ciudadanía frente a ciertos fenómenos o eventos sociales, como si la gente no actuase según lo esperado, bien se trate de la opinión pública generalizada acerca de los indultos a los presos del «procés» o de unos resultados electorales desfavorables, como en el caso de las elecciones madrileñas del pasado mayo.
Y esto no solo sucede a nivel de partidos políticos, sino en el día a día de las personas que tratan de influir, aunque sea un poco, en la opinión pública en favor de una determinada opción política. De algún modo, esto denota una cierta incomprensión de la cultura política del país o, en el mejor de los casos, de los ánimos de una parte de la población. Sea como fuere, pareciera que un sector de la izquierda se pregunta (o más bien no sabe dar respuesta) a lo siguiente: ¿Por qué la realidad social no es cómo en mis redes sociales?
Rescatando el ejemplo de las elecciones madrileñas, la candidata del Partido Popular (PP) Isabel Díaz Ayuso consiguió imponerse como ganadora absoluta, consiguiendo incluso más votos que el conjunto de los tres partidos de izquierdas. Una derrota sin paliativos en unas elecciones que muchos votantes y simpatizantes progresistas habían tomado prácticamente como un plebiscito.
Así, existió las semanas previas una suerte de autoconvencimiento acerca de la falsedad de las encuestas, afirmándose en redes sociales que se estaba viviendo una movilización histórica (que no estaba siendo contabilizada) de votantes que romperían con su tradicional abstención para evitar que el fascismo pasara en Madrid. De este modo, se fue creando un inconsciente colectivo que, retroalimentándose en las redes sociales, afirmaba que la izquierda tenía enormes posibilidades sumar para gobernar, incluso cuando todas las encuestas decían lo contrario. Incluso el lema de la campaña de Unidas Podemos lo reflejó muy bien: «Que hable la mayoría». Y vaya, si habló.
No es la primera vez que esto sucede, ni tampoco será la última. Cuando estalló el Movimiento 15-M en España en 2011 tras la confluencia de diferentes movimientos y grupos de protesta que llevaban gestándose prácticamente desde el inicio de la crisis financiera de 2008, también se creó una burbuja colectiva compartida por los activistas del entonces incipiente movimiento que, si bien tuvo su influencia, no evitó que Mariano Rajoy ganara las elecciones con mayoría absoluta, ni tampoco que las volviera a ganar en 2015, aunque esta vez fuera con mayoría simple.
Desde dentro, muchos activistas más afines al 15-M creían que lo cambiarían todo. Años después, incluso hay quien pone en duda si realmente sirvió todo el esfuerzo invertido en aquellos años.
Disonancia cognitiva y formas de abordarla
En psicología, el término disonancia cognitiva alude a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones, es decir las cogniciones, que percibe una persona cuando un pensamiento o comportamiento entra en conflicto con sus opiniones. Dicho de un modo más simple: es cuando dos ideas chocan, una que la persona tiene ya interiorizada y otra que viene dada como estímulo, produciéndose un desajuste en la persona fruto de la contraposición de ideas, que son de contenido opuesto o, al menos, parcialmente contradictorio.
Un ejemplo de disonancia clásico es el representado por la fábula de La zorra y las uvas de Esopo. El cuento relata la historia de una zorra que intenta alcanzar unas uvas de un árbol y, cuando se da cuenta de que no las puede coger, entonces decide que, en realidad, no las quería desde un principio, poniendo como excusa que estaban verdes.
En los casos descritos anteriormente, la idea interiorizada sería la de que un partido puede ganar o de que un movimiento tiene mucho poder, mientras que la idea-estímulo exterior la constituirían las evidencias que indicaban que esto muy probablemente no sería así.
Tal y como se puede imaginar, esta disonancia cognitiva provoca tensiones en el interior de la persona, que puede sentir una cierta incomodidad o incomprensión acerca de la situación, por lo que tratará de ofrecer una respuesta a este problema con el fin de reducir la tensión creada, intentando hacer que los elementos que conforman su pensamiento encajen entre sí y sean coherentes. Esto se puede conseguir de varias formas:
Una de ellas sería la de la paulatina asimilación por medio de la síntesis. En consecuencia, no se negaría ni la idea ya interiorizada inicialmente ni la nueva idea que viene en forma de estímulo externo. De este modo, lo que se intentaría hacer en este caso es la de reducir, sofocar o solventar los aspectos más discordantes de ambas ideas con el fin de encontrar puntos comunes que ayuden a cohesionarlas y doten de coherencia al pensamiento de la persona.
Otra opción para terminar con la disonancia cognitiva es la de romper con la idea u opinión preestablecida, dado que la nueva idea-estímulo que ha llegado, bien sea de forma brusca o por una acumulación de informaciones contradictorias, acaba por superar cualitativamente al viejo pensamiento, con el cual se rompe para acomodar el adquirido. Así, esta opción correspondería a la del cambio de opinión debido a que la cantidad o la calidad de la nueva idea-estímulo ha acabado por vencer la resistencia de todo individuo al cambio y de convencerlo acerca de la veracidad de la misma.
Finalmente, una tercera opción, es la de superar la disonancia negando la idea-estímulo exterior y reafirmando la idea o pensamiento preconcebido. Es aquí donde la explicación se conecta con lo ocurrido en Madrid, donde muchas personas de izquierdas se autoconvencieron de que era posible la victoria aún cuando ni la opinión pública, ni las encuestas, ni la tendencia histórica ni ningún otro elemento objetivo cuantificable o medible acompañaba a este optimismo. Es decir, todo o casi todo indicaba que Ayuso arrasaría, pero mucha gente se negaba a verlo. También sería el caso de la zorra en la fábula de Esopo.
Esto se hace a partir de distintas técnicas cognitivas. Una de ellas es lo que en Psicología se denomina la asimilación sesgada, que se refiere a la evaluación sesgada de la evidencia contraria al propio sistema de creencias, lo que provoca que aquello que es contrario a las concepciones previas se analice de manera más crítica, siendo así más difícil que en el proceso de asimilación de la idea se produzca también una aceptación de su contenido.
Cabe destacar que, además, una continua actualización sesgada del sistema de creencia provoca un refortalecimiento de las posiciones vigentes, siendo cada vez más excluidas y excluyentes de las demás. Evidentemente, la asimilación sesgada se puede hacer de distintas maneras, siendo algunas de ellas minimizar la fuerza o envergadura del contenido, desacreditarlo o restarle veracidad o utilidad.
Así, en el ejemplo de las elecciones madrileñas, al observar encuestas contrarias a la idea vigente, se tendía a restarles valor o a ponerlas en tela de juicio, lo cual, si bien en ocasiones puede ser acertado debido a que las grandes encuestadoras tienden a intereses privados, no debería implicar que ninguna encuesta trate de ofrecer unos resultados veraces. De este modo, surgen contraargumentos, como los que en este caso alegaban la existencia de un votante silencioso que iba a salir de la abstención para votar a la izquierda.
Otra técnica es lo que se podría considerar superación por desbordamiento. Aquí, una vez se ha generado esa disonancia entre el pensamiento interiorizado y las nuevas ideas-estímulo, con el fin de acabar con la tensión que se ha producido, se trata de encontrar nuevos argumentos, ejemplos y, en definitiva, información, para potenciar y reforzar el propio criterio y superar la contradicción.
Este refuerzo de actitudes frente a evidencias contradictorias suele recibir el nombre de “razonamiento motivado”, que es la explicación de por qué las personas tienden a buscar información agradable y a aprenderla más fácilmente que aquella que es contraria. Dentro de esta atención selectiva se encuentra el cherry picking, también conocida como falacia de evidencia incompleta, por el cual se tienden a recolectar y reproducir solo aquellas evidencias que afirman la concepción inicial. El cherry picking es conocido por ser una herramienta muy empleada por estudios pseudocientíficos para dar validez a hipótesis no demostradas Y/o disciplinas sin fundamento, como la astrología.
Esto, a su vez, puede llevar a nuevos errores analíticos. Cabe destacar que uno de los factores que aumenta la credibilidad en noticias falseadas es la reiteración y repetición de las mismas, en lo que se conoce como “verdad ilusoria”, por lo que ante actitudes y reacciones como las aquí explicadas y que permite y acrecienta Internet, es más probable acabar dando por cierta una mentira, lo cual se ve favorecido por el ambiente endogámico que permiten las redes sociales, que no obliga a la confrontación ontológica.
¿Cómo afectan las redes sociales?
Los sesgos de razonamiento producidos por la resolución de la disonancia cognitiva son todavía más probables con la aparición Internet y, posteriormente, de las redes sociales. Así pues, las redes sociales, a pesar de su práctica infinidad de estímulos, lo que terminan por desarrollar, al menos en su vertiente política, es lo que el filósofo Byung-Chul Han denominó “infierno de lo mismo”, esto es, un espacio no físico en el que, lejos de estar representadas de manera correcta todas las ideas políticas existentes en una sociedad, se tiende a sobrerrepresentar aquellos pensamientos y cosmovisiones con los que se tiene una mayor coincidencia ideológica, debido a que comúnmente, por lo ya visto, se tenderá a tener más interés en conocer y reproducir aquellos discursos que sean similares o encajen con el que uno o una misma formula.
Por el contrario, las redes sociales facilitan la posibilidad de aislarse de aquellas ideas y personas que no encajan con el sistema de valores y creencias que una persona determinada profesa. En consecuencia, se puede observar que, a pesar de que las redes sociales también permiten que una persona intercepte de forma disruptiva a otra con un discurso diametralmente opuesto, comúnmente su efecto mayoritario es el de favorecer y potenciar unas relaciones altamente endogámicas.
Además, con el aumento de la polarización, inestabilidad y crispación social y políticas, tendemos a leer y escuchar menos a las personas que no piensan igual y priorizar las relaciones que refuerzan las ideas originales. Al final, se crean verdaderas cámaras de eco, donde las personas tienen un reflejo muy equivocado de la realidad social, más aún teniendo en cuenta de que en redes sociales solo se encuentra un porcentaje reducido de la población.
En este contexto, es fundamental señalar algunos potenciales problemas:
Primeramente, se corre el peligro de avanzar hacia una sociedad disociada de una parte de sí misma. La posibilidad de evitar en gran medida al «otro» está haciendo peligran los pilares de la comunidad democrática moderna, uno de los cuales es precisamente el reconocimiento de discursos, ideas, pensamientos y razonamientos contrarios, el reconocimiento del «otro» como un interlocutor válido.
Por otra parte, este tipo de situaciones provocan que exista un mayor riesgo de desinformación debido a la creciente homogeneización entre los perfiles que una persona común puede seguir en redes sociales pero, sobre todo, a una excesiva confianza respecto a aquellos discursos que apoyan y refuerzan el propio, en tanto que resultará más difícil creer que pueden estar manipulando o incluso simplemente equivocándose, siendo así más complicado percibir mentiras y «fake news» o, en su vertiente más moderada, datos, imágenes o relatos seleccionados intencionalmente con información parcial, incompleta o alterada.
Esto, evidentemente, se encuentra altamente vinculado con lo que se denomina la posverdad, que señala que poco a poco van desapareciendo las verdades universales construidas de las interacciones personales (si bien con relaciones de dominación y desequilibrios de fuerzas) en pos de la construcción de versiones y relatos cada vez más particularizados e individualizados, si bien dentro de los grandes marcos que permite el contexto social y político del momento.
¿Cómo aprovecha esto la extrema derecha?
Todo lo anterior supone un terreno fértil para la extrema derecha, que parece conseguir cada vez más apoyo a través de redes sociales. De hecho, el nacimiento de la nueva derecha radical o alt-right no puede entenderse sin las herramientas digitales, donde asienta parte de sus pilares ideológicos y estratégicos.
Detrás de esto se encuentra, empezando por lo último dicho, su capacidad para crear comunidades cada vez más sesgadas, las cuales, gracias a la interacción de sus miembros, se van fortaleciendo y homogeneizándose a la vez que los individuos se auto convencen colectivamente. Paradójicamente, en la nueva extrema derecha, la cual se presenta como anti-establishment, cae en una extraña paradoja: aquellas personas que tienden a ver manipulaciones y mentiras en prácticamente todos los discursos (especialmente en los oficiales) es más probable que tiendan a interaccionar en redes sociales con información intencionalmente falsa sin darse cuenta.
Así pues, se puede observar cómo la extrema derecha aprovecha el carácter endogámico de las redes sociales para reforzar el pensamiento y compromiso de sus acólitos. Además, la extrema derecha se ve beneficiada de los algoritmos de las principales redes sociales, que tienden a favorecer el contenido más polémico, viral y emocional, además de favorecer el refuerzo de la propia opinión sugiriendo siempre contenido similar.
No obstante, esta no es la única forma en la que la extrema derecha aprovecha la naturaleza de las redes sociales.
Así, probablemente, la nueva extrema derecha sea de los movimientos que mejor comprende esta relación de opuestos y el propio algoritmo y modo de funcionamiento de las redes sociales, aprovechando esto para difundir su mensaje. De este modo, al introducir mensajes y discursos materialmente falsos, contrarios a la ley o simplemente polémicos, consiguen recibir un gran número de interacciones, las cuales si bien serán mayormente negativas, sirven para hacer que su discurso sea más visto y conocido.
En consecuencia, emplean una técnica en la que difícilmente pueden salir perdiendo, en tanto que si el antifascismo no planta cara y rebate sus discursos puede correrse el riesgo de que una parte de la población los tome como verdaderos al no ver oposición a los mismos. Sin embargo, al hacer lo contrario, esto es, rebatir las ideas de extrema derecha, lo que se provoca involuntariamente es que el mensaje tenga más repercusión, existiendo también la posibilidad de conseguir así nuevos seguidores.
Así, cuando esta estrategia se organiza a escala global y con una magnitud considerable, lo que se hace gracias a las redes y la financiación que hay tras la extrema derecha moderna, que llegan incluso a crear cuentas falsas y bots para crear opinión pública e influir hasta en procesos electorales de otros países, sumando la normalización a la que se ha visto sometida por parte de los medios tradicionales, se llega a una situación muy complicada de revertir.
Conclusiones
Decía el filósofo Karl Marx en sus famosas Tesis sobre Feuerbach (1845) que “es en la práctica donde se debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad del pensamiento.” Probablemente, poco le quede al conocimiento racional más allá de esto. En la sociedad de los microcosmos existentes en las redes sociales, es más necesario que nunca volver a generar espacios de interacción verdaderamente sociales, y evidentemente terrenales, los cuales permitan por medio de elementos y fenómenos medibles y, en consecuencia, objetivables, expulsar del debate público aquellas ideas de sean directamente contrarias a la propia realidad, así como aquellas que se contraponen a la construcción de una realidad social más democrática e igualitaria.
No en vano, el discurso ultraderechista se ha acrecentado durante la crisis sanitaria, no únicamente por el conflicto que supone en sí mismo, sino también porque las medidas de confinamiento han reducido a la mínima expresión la interacción personal, limitándose a la virtual. De hecho, las cuotas de polarización y crispación social que se vive actualmente así lo atestiguan, viviendo hechos como el asalto al Capitolio de Estados Unidos el pasado 6 de enero, el aumento de delitos de odio o el tono de los debates políticos.
En cuanto al asalto al Capitolio, por ejemplo, no solo no hubo manera de hacer entender a los seguidores de Donald Trump que no había pruebas de que hubiese fraude electoral a través del voto por correo por mucho que él lo asegurase, sino que, actualmente, siguen pensándolo: la mayoría de los votantes del Partido Republicano creen que a Trump le robaron literalmente las elecciones.
Del mismo modo, para enfrentarse a esto, es necesario atender a la terrenalidad y la pluralidad de la realidad para poder realizar análisis acertados acerca de los problemas de la sociedad y de sus orígenes. De lo contrario, en un mundo tan complejo y poliédrico, seguirá habiendo una parte de la izquierda y de las personas demócratas que observe sus redes sociales preguntándose por qué el conjunto de la ciudadanía no piensa igual que en su Twitter.
Creo que el activismo en las redes sociales está bien, pero tiene muchísimas limitaciones. Y hay que decirle a la gente que hay que levantarse del ordenador y salir a las calles, que es donde se ganan las batallas. Entre otras cosas, porque Twitter es una herramienta marginal. De mi círculo de amigos de diez personas, soy el único que tiene Twitter. La mayoría de la gente no tiene Twitter. Twitter es una inmensa caja de eco, donde la gente se crea un micromundo y se piensa que eso es la realidad.
PabloMM, periodista y activista político, entrevista en Al Descubierto
Si yo hubiera hecho una encuesta en Twitter sobre quién iba a ganar las elecciones en Madrid, habría salido Stalin.
Articulista. Activista por el derecho a la vivienda y los servicios públicos. Convencido de que la lucha contra la ultraderecha es condición de posibilidad para una democracia plena.