Entrevistas

Laura Méndez: «Hay una dinámica de retroalimentación entre fundamentalismo islámico, yihadismo y extrema derecha»

Laura Méndez es una escritora, investigadora y politóloga, experta en yihadismo, terrorismo y extrema derecha, con Máster en Inteligencia y Contrainteligencia, autora del libro Inteligencia contra el yihadismo y el crimen organizado, además de divulgadora en redes sociales.

Al Descubierto: Antes de empezar a entrar en materia, un poco para que la gente te conozca, ¿quién es Laura Méndez?¿Podrías hablar un poco de tu recorrido y trayectoria profesional?¿A qué te dedicas?

Laura Méndez: Soy graduada en Ciencia Política y Administración Pública por la Universidad de Salamanca (USAL) y tengo un Máster en Operaciones de Inteligencia y Contrainteligencia impartido conjuntamente por la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) y el Campus Internacional para la Seguridad y Defensa de España (CISDE).

Tengo formación en distintas materias relacionadas con el análisis de inteligencia, la ciencia política, el derecho y la criminología, y entre las que destacaría la perfilación psicológica y análisis de la conducta criminal. Especializándome primero en radicalización violenta y terrorismo de etiología yihadista, posteriormente profundicé en el estudio de la extrema derecha, un tema que siempre me había interesado.

Desde entonces he colaborado con distintivas instituciones como la Universal de Salamanca en calidad de panelista presentando una comunicación científica sobre terrorismo e inteligencia artificial que forma parte de una obra colectiva de Aranzadi. También he tenido la oportunidad de publicar un libro de investigación con la editorial Ediciones Idea que aborda la cooperación entre España y Marruecos desde distintos ámbitos frente a la amenaza del yihadismo en África.

He colaborado como profesional independiente con análisis y artículos de opinión en medios de comunicación del Grupo Prensa Ibérica como La Provincia – Diario de Las Palmas , El Día – Tenerife y El Levante – El Mercantil de Valencia tratando una amplia variedad de temas relacionados con la seguridad, la defensa, el terrorismo y la desinformación y recientemente en Hora 25 de la Cadena Ser donde pude hablar sobre conspiracionismo y extrema derecha.

En el último año he publicado artículos y trabajos académicos en think tanks nacionales como el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), el Centro de Análisis y Prospectiva de la Guardia Civil (CAP) y el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET).

Anteriormente organicé y moderé algunas Jornadas académicas y actividades de carácter formativo y divulgativo en Canarias como directora técnica impulsando un proyecto de creación propia, un Observatorio, con el objetivo de contribuir a la difusión de la cultura de Seguridad y Defensa. También he ofrecido servicios de consultoría en el ámbito de la inteligencia corporativa y los asuntos públicos y ahora estoy centrada en la preparación para la función pública y en un proyecto literario.

AD: Se te conoce, además de por una actividad creciente en redes sociales, por ser la autora de Inteligencia contra el yihadismo y el crimen organizado. Cuéntanos un poco, ¿de qué va el libro, cómo el fue la idea y el proceso de escribirlo, qué aprendiste, qué acogida tuvo?

LM: El libro comenzó como una ampliación de mi trabajo final de máster, pero ya había comenzado a trabajar en esta línea de investigación desde el último año de carrera con el trabajo de fin de grado, momento en el que tuve la oportunidad entrevistar a algunos expertos cuyas aportaciones aparecen citadas en este libro.

Coincidiendo con un momento positivo en las relaciones bilaterales, entonces me interesaba conocer las oportunidades y restricciones de los principales instrumentos de cooperación entre España y Marruecos en los ámbitos diplomático, policial, judicial y militar, al ser Marruecos un socio preferente de España en el Magreb y un aliado fundamental en la lucha contra el yihadismo.

En el libro también trato otras cuestiones como el control de la inmigración irregular y lucha contra el crimen organizado y los tráficos ilícitos que se inscribirían en la tradicional cooperación en seguridad con este país, además de las posibilidades de cooperación en inteligencia, un campo mucho más desconocido y de interés minoritario.

Al Qaeda y DAESH son actores no estatales que se mueven en un plano transnacional, caracterizados por una brutalidad y letalidad que además es mucho mayor en África y en Oriente Medio que en Occidente.

Como no había demasiadas publicaciones académicas que abordasen este asunto me pareció un reto apasionante, sobre todo porque mi intención, más allá de una profunda revisión teórica, era tratar de aportar algo de valor. En definitiva, generar conocimiento útil y especializado, promover el pensamiento estratégico y ofrecer una propuesta que pudiese contribuir a ampliar nuestras capacidades de anticipación como país.

De ahí que la originalidad del libro resida en una propuesta de Reserva de Inteligencia compartida entre las comunidades de inteligencia de España y Marruecos, una estructura de cooperación formalizada que tendría a Canarias como plataforma geoestratégica clave para España en sus relaciones con Marruecos y el África Noroccidental.

Respecto al proceso de elaboración del libro, fue una experiencia positiva que comenzó unos meses antes del verano del 2017, comenzando por una revisión teórica exhaustiva y desarrollando posteriormente entrevistas en profundidad. Por cada capítulo del marco analítico que aborda una dimensión de la cooperación conté con la aportación de un experto.

Por ejemplo: el periodista freelance en África Occidental José Naranjo en el capítulo sobre la tradicional cooperación en seguridad. Con él hablé sobre gestión de flujos migratorios irregulares, y el Cónsul de Marruecos en Las Palmas de Gran Canarias en el capítulo sobre instrumentos de cooperación en el ámbito diplomático como las consejerías del interior y los oficiales de enlace.

La investigación, de carácter cualitativo, no seguía una metodología especialmente complicada. Se publicó en una editorial que distribuye principalmente en las Islas Canarias y dentro de una colección que se llama Idea Global sobre política exterior y relaciones internacionales.

Publicándose en un contexto de pandemia con restricciones que no permitieron una presentación y promoción en condiciones normales, las librerías en Canarias sí pudieron distribuirlo sobre todo a península pero también a otros países europeos, teniendo una buena acogida entre profesionales e interesados en temas relacionados con la seguridad, la defensa y la inteligencia.

AD: Laura Méndez, eres de las pocas personas que abordan dos temas que, la mayoría de las veces, se tratan por separado, como son el yihadismo y la extrema derecha. De hecho, en varios hilos en Twitter, has hablado de que existen nexos comunes entre ambos. ¿Crees que esto es así? ¿En qué puntos el llamado “fundamentalismo islámico” y la extrema derecha occidental guardan relaciones?¿En qué crees que se diferencian?

LM: Ya que me interesa sobe todo el estudio de la radicalización violenta y el terrorismo, creo que es coherente que el investigador y el divulgador aborde, primero por separado, los dos fenómenos que más preocuparían en la actualidad. Ahora, por una parte, tenemos el yihadismo, que continúa representando la amenaza prioritaria, especialmente por su implantación en Europa Occidental.

Organizaciones terroristas como Al Qaeda y DAESH son actores no estatales que se mueven en un plano transnacional, caracterizados por una brutalidad y letalidad que además es mucho mayor en África y en Oriente Medio que en Occidente. Por otra parte, tenemos a la extrema derecha, un fenómeno más heterogéneo que en su vertiente violenta repunta en la última década y sobre todo desde 2015.

Es cierto que si atendemos al número de incidentes violentos de esta naturaleza que han sido tratados como acciones terroristas, este es relativamente bajo en relación con anteriores etapas donde se la violencia política de todo signo era mucho más intensa. Pero sí se observa claramente este repunte si atentemos por ejemplo al su actividad en la red, sobre todo desde el inicio de la pandemia, al aumento de las detenciones y tentativas, detectándose individuos cada vez más jóvenes.

Respecto a la extrema derecha, hay un elemento especialmente atractivo que se presta al análisis, las coincidencias ideológicas y discursivas entre los partidos políticos que se significan con este marco de acción y pensamiento (técnicamente denominados derecha radical) y la extrema derecha extraparlamentaria (donde encontramos desde grupúsculos violentos neonazis, neofascistas y ultranacionalistas, hasta una amalgama de grupos y asociaciones xenófobas y racistas que se autodefinen como movimientos sociales, algunos incluso presentándose con un barniz humanitario, dirigido exclusivamente a nacionales)

¿Por qué me parece interesante profundizar en esta línea de investigación? Porque esta nueva ola ultraderechista coincide con un momento en el que, desde el éxito de la alt-right estadounidense, estas formaciones que han entrado en el juego democrático sin dejar de cuestionarlo se están coordinando internacionalmente, aunque luego estas se adapten a su realidad nacional.

El resultado de todo esto un ecosistema global compartido de estrategias y tácticas asumidas por diferentes partidos. Sin olvidar que al mismo tiempo estas formaciones pueden encontrar cierto apoyo en aquellos que se sitúan en los márgenes del sistema y que tienen un planteamiento mucho más incendiario y explícito, pero con quienes comparten por ejemplo teorías conspiratorias propias de este ambiente.

En lo que respecta al al yihadismo y a la extrema derecha violenta, abordar estos fenómenos por separado, conocer las especificidades de cada uno, es lo que precisamente nos permite estudiar las dinámicas de retroalimentación que puedan existir entre ambos. Hay que tener en cuenta de todos modos que retroalimentación no significa equiparación. Que exista retroalimentación quiere decir que el crecimiento (o radicalidad) de un fenómeno estaría repercutiendo en el del otro, no que sean lo mismo.

Respecto a la extrema derecha violenta y el yihadismo sucede algo distinto, por lo que sería más correcto hablar de retroalimentación. Se asumen estrategias y muestras propagandísticas muy similares para la captación, adoctrinamiento y radicalización.

Diría que lo más importante a la hora de analizar esta relación es esa lógica involucionista que subyace a sus planteamientos, que estos se apoyan en narrativas autoritarias, divisorias y con potencial para incitar a la violencia, aunque estas narrativas (su contenido) sean distintas.

Porque el contexto, sus protagonistas y objetivos no son los mismos. En lo que coinciden claramente estos movimientos es en que viven de la otredad, es decir, ni quieren ni pueden gestionar la diferencia en el mundo diverso en el que vivimos y es ahí donde confluyen, en victimizarse y demonizar a un grupo externo.

De esta forma se construyen bloques homogéneos (Musulmanes vs. No Musulmanes, Islam vs. Occidente) se persigue y se consigue un clima de polarización extrema que muchos ciudadanos terminan percibiendo como un mal irreversible, como la consecuencia lógica de una enemistad a la que estos bloques estarían condenados. Interiorizar esa idea es muy peligroso.

AD: Haces una relación muy clara en tus escritos entre el crimen organizado, el terrorismo, el yihadismo y la extrema derecha. ¿Puedes explicar un poco cómo ves el nexo en común?

LM: Entre el yihadismo y crimen organizado el vínculo es absolutamente reconocible en áreas como el Sahel. En ese caso sí podemos hablar de un nexo crimen-terror y alianzas oportunistas a las que se han referido ya muchos autores. Pero respecto a la extrema derecha violenta y el yihadismo sucede algo distinto, por lo que sería más correcto hablar de retroalimentación.

En este sentido, observamos coincidencias significativas en los procesos de radicalización, desradicalización y en los métodos que ambos explotan (tanto en la propaganda como en la difusión de manifiestos ideológicos y manuales tácticos) pero los emisores y receptores son actores distintos, así como los objetivos de sus ataques y a quienes deshumanizan.

En el plano operativo y táctico, esta retroalimentación implica que se asumen estrategias y muestras propagandísticas muy similares para la captación, adoctrinamiento y radicalización.

Incluso en lo relativo a la formación y entrenamientos vemos un creciente interés en la ultraderecha en Europa en asistir a encuentros paramilitares, sesiones de supervivencia y entrenamientos con armas, según el último informe Tesat Europol publicado hace unos meses, evocando escenas que habitualmente identificamos con el yihadismo.

AD: Existe el debate de que colocar el extremismo islámico como una idea cercana a la ultraderecha occidental puede alentar el racismo y la xenofobia. ¿Cómo crees que habría que tratar esta cuestión desde posturas más moderadas?¿Cómo se puede combatir el integrismo islámico sin caer en lo que se denomina islamofobia y sin dar alas, paradójicamente, al discurso de ultraderecha?

LM: La islamofobia se ha convertido en una parte fundamental de la identidad de la extrema derecha contemporánea y esto es tan evidente como que en el fascismo el eje de confrontación religioso se acotaba al cristianismo vs. judaísmo.

El discurso xenófobo, racista o islamófobo puede introducirse como una falsa preocupación por la asignación eficiente de recursos públicos, escondiendo en esencia una actitud supremacista.

¿Por qué a veces percibimos cierta ambigüedad comunicativa? Porque interesa ir de menos a más, movilizar, pero no asustar demasiado al principio, hasta gozar de una posición de relativa estabilidad o estar consolidados políticamente. La radicalidad también se acentúa cuando el contexto es favorable a ello, es decir, cuando se dan las condiciones para poder incrementar la radicada del discurso.

En el caso de España la llegada masiva de migrantes por vía irregular ha sido una oportunidad para la extrema derecha, que mientras busca que incremente la percepción de inseguridad se autoproclama la única alternativa política, los únicos capaces de garantizar esa seguridad que supuestamente se estaría perdiendo, esa identidad española que supuestamente se estaría borrando con la acogida de migrantes.

Pero no hay que confundir la islamofobia con la legítima crítica a los postulados religiosos de cualquier confesión ni con los planteamientos que dentro del respeto a la libertad religiosa abogan por el reformismo y laicismo en nuestras sociedades.

La extrema derecha incide en una idea que no se sostiene, que las minorías históricamente oprimidas son hoy la clase dominante y una amenaza existencial, y lo hace señalando a colectivos que han sufrido a lo largo de la historia discriminación por su orientación sexual y señalando a minorías étnicas y religiosas.

Esta idea distorsionada logra imponerse sobre los hechos y los datos porque vivimos una época de intensos cambios y retos demográficos, de avance de la multiculturalidad (con sociedades cada vez más diversas, algo positivo, pero estas formaciones sobredimensionan los aspectos que no lo son) aprovechando que los flujos migratorios son más visibles que nunca.

Además, la extrema derecha solo entiende el mundo árabe y musulmán como un todo, sin ser capaces de diferenciar ambas realidades y sin pararse a contemplar las distintas corrientes y escuelas de pensamiento que existen ni de valorar las implicaciones de distintos contextos culturales alrededor de diversos continentes. Y se posicionan así de forma absolutamente categórica y errónea por prejuicios, intolerancia e ignorancia.

A esto se sumaría la aporofobia (el rechazo hacia las personas pobres) y esa herencia de un pasado colonial que en España de alguna forma revive en el discurso anti-inmigración y por la que se tiende a criminalizar especialmente a los marroquíes que llegan a nuestro país, independientemente de que lo hagan por vía irregular o no.

Cuando la realidad es que ni es serio vincular la migración irregular al terrorismo, los datos muestran que nos encontramos ante un fenómeno cada vez más endógeno.

Ni es serio identificar a todos los musulmanes con el wahabismo ni con las comunidades salafistas, con quienes ser tolerantes sí resultaría contraproducente y peligroso, sobre todo teniendo en cuenta la probabilidad de radicalización de segundas y terceras generaciones en Europa Occidental, la necesidad de prevención e integración que en muchos casos sigue siendo una asignatura pendiente.

Por lo tanto, posicionarse contra la ideología salafista no puede considerarse islamofobia. Islamofobia es identificar a todos los musulmanes con las comunidades salafistas. La única forma de hacer frente a la islamofobia que caracteriza a la extrema derecha contemporánea es conocer y reconocer esta diferencia, incidir en esta idea y hacer pedagogía para no caer en ideas preconcebidas erróneas, mitos y falacias. Y no tener ningún miedo a hacerlo.

AD: ¿Cómo proponer abordar el tema de la inmigración, que siempre está en el debate político, y ahora de nuevo con la acogida de refugiados de Afganistán? Siendo de Canarias, Laura Méndez, ¿cómo has vivido y qué opinas del flujo migratorio a las islas y cómo la ultraderecha intenta politizarlo, por ejemplo, pidiendo cosas absurdas como que el ejército las rodee con buques de guerra?

LM: La extrema derecha entiende el patriotismo en función de un nacionalismo excluyente que ha evolucionado desde el nacionalismo étnico al cultural y que sustituye el concepto de adversario por el de enemigo. De hecho podríamos decir que sus notas más características son el nativismo, el populismo y el autoritarismo como señala el profesor Cas Mudde.

Con el nativismo aluden a una especie de membresía nacional por criterios étnicos incidiendo en la asimilación cultural como única vía de inclusión, recurriendo al populismo como retórica y al autoritarismo como actitud, elemento que aparece representado en ese énfasis en la ley y orden y en las continuas referencias abstractas a la defensa de la seguridad y de las fronteras, mientras que no proponen soluciones reales.

Respecto a lo que está ocurriendo en mi comunidad autónoma, la realidad objetiva desmonta el discurso de la extrema derecha, desde las agresiones que se han registrado desde la reactivación de la ruta canaria tal y como reflejan los datos oficiales, hasta el resultado de las últimas investigaciones desarrolladas por los mayores expertos en terrorismo en España, mientras que la extrema derecha sobredimensiona las amenazas y riesgos.

Es llamativo que la extrema derecha política y la extraparlamentaria sostenga hoy que la izquierda quiere importar el islamismo radical a Europa. Y es llamativo precisamente porque su ultraconservadurismo, su exaltación religiosa y su visión de la mujer les posiciona más cerca del islamismo radical.

Que este discurso esté teniendo cierta acogida puede resultar sorprendente en un primer momento porque Canarias es una comunidad autónoma que se caracteriza precisamente por su multicultural, una sociedad tolerante y abierta cuya historia está ligada a las migraciones, pero también es una tierra de profundas desigualdades y altamente dependiente del turismo.

Por tanto este discurso, el triunfo de lo emocional sobre lo racional, no solo convence ultraconservadores y racistas convencidos, también ha conseguido atraer a gente que ha sido especialmente castigada por las restricciones derivadas de la pandemia y que necesitaban encontrar un culpable, aunque la atención que reciben los migrantes no esté relacionada con la situación de necesidad que puedan estar experimentando los residentes.

Me preocupa esta deriva, porque el miedo a ese enemigo que han construido eventualmente cristaliza en violencia. De hecho, este año hemos visto manifestaciones de xenofobia y racismo insólitas en las islas Canarias, algunas agresiones a plena luz del día a magrebíes y subsaharianos y conversaciones en grupos de Whatsapp donde se expresaba el deseo y la intención de ir a cazar magrebíes al sur de la isla donde se se han localizado la mayoría de alojamientos.

AD: Marine Le Pen, líder de la ultraderecha francesa, ha pedido recientemente crear “ciudades asilo” como condición para acoger a refugiados afganos. ¿Qué piensas de esta solución, que ha tenido gran acogida en Francia entre los sectores más conservadores?

LM: Esta es una estrategia dirigida a movilizar a los sectores más conservadores, aunque no exclusivamente a estos, también a los más vulnerables, a quienes sin una conciencia política fuerte o definida temen que su situación empeore y ven en estos entornos urbanos segregados que constituyen a todos los efectos un gueto una alternativa.

En este caso se produce la utilización de la Seguridad Nacional como comodín vaciándola de contenido tal y como se ha apelado al bien de la nación para legitimar a lo largo de la historia la acción contra el enemigo. Con esta estrategia, se apela a la Seguridad Nacional como un pretexto para la consecución de una posición de poder, no realmente a favor de la Seguridad Nacional.

Quienes perciben que su identidad nacional está desapareciendo, entendiendo que esa pulsión autoritaria es un rasgo psicológico subyacente en parte importante de la ciudadanía, serán más reacios al cambio y por tanto, más proclives a aceptar las consignas de la extrema derecha y esto puede suceder en barrios multiculturales e incluso en aquellos donde no existan problemáticas significativas, porque la percepción de inseguridad llegaría a desplazar a la inseguridad real.

Porque se habría movilizado efectivamente en torno al miedo. A todo esto, es llamativo que la extrema derecha política y la extraparlamentaria sostenga hoy que la izquierda quiere importar el islamismo radical a Europa. Hacen referencia a esto como respuesta a una realidad, la de los flujos migratorios irregulares. Y es llamativo precisamente porque su ultraconservadurismo, su exaltación religiosa y su visión de la mujer, les posiciona más cerca del islamismo radical.

AD: Hablando de Afganistán, Laura Méndez, ¿por qué crees que el integrismo islámico tiene cada vez mayor presencia en Oriente Medio? No solo en Afganistán, sino también en países como Irak, donde el DAESH llegó a tener una presencia importante, o en Turquía, donde Erdogan se radicaliza a marchas forzadas.

LM: La casuística en este caso es muy diversa y compleja. Lo que está claro es que se ha construido un relato en el mundo islámico de explotación de agresión por parte de Occidente y se ha colocado el eje religioso como un factor que ha sido capaz de movilizar pulsiones muy emocionales y primarias.

De esta forma se vuelve al eje de confrontación cristianismo vs. islamismo creando una épica liberadora que se ancla en los orígenes de la expansión del islam, no del origen del islam como fenomenología religiosa sino de la propia historia de quienes lo protagonizaron en su origen.

Existen determinados elementos de carácter regional que pueden servir de anclaje para darle verosimilitud a un relato global que el islamismo radical desdibuja intencionadamente y que va desde los aspectos derivados de las políticas postcoloniales en Oriente Medio, hasta las intervenciones occidentales en algunos países.

Sin plantear que Occidente no se haya movido nunca por intereses cuestionables en esta y otras regiones, que sería de una profunda ingenuidad, sí hay que tener en cuenta cómo se construye ese relato desde el islamismo radical. Mientras que cada territorio y cada ámbito cultural tiene su contexto y su historia, las nuevas generaciones de muchos de estos países, sobre todo los más vulnerables y excluidos, son más susceptibles de ser radicalizados.

Hablamos de lugares donde existe una profunda desigualdad económica y social y una extraordinaria pobreza, con un crecimiento democrático brutal y por tanto una población joven que no tendrá expectativas de futuro pese a las dinámicas de crecimiento.

A mi juicio lo más preocupante es que el islamismo radical está funcionando como un discurso unificador insertándose hábilmente en la dinámica de globalización de las comunicaciones, de la globalización de las ideas y del conocimiento.

La irrupción de la extrema derecha responde a una lógica histórica: incertidumbre, empobrecimiento de las clases medias, empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y del nivel de vida, crecimiento poblacional unido a la falta de expectativas y desigualdad y sobre todo, desencanto y desafección hacia las fuerzas políticas

Y esto por supuesto también atrae a segundas y terceras generaciones en Europa Occidental, con unas circunstancias socioeconómicas adversas o unas necesidades emocionales e identitarias que pueden no estar satisfechas y que no siempre se tienen en cuenta en términos de prevención.

Además, en Occidente estos pueden tener mayor contacto con factores excluyentes que aceleran el proceso de radicalización.

Al final vivimos en un mundo más polarizado y mucho más peligroso que hace 20 años y en parte ello responde también a esta dinámica de retroalimentación que comentábamos antes, cuanto más activos se vuelven los extremos, más se radicalizan.

AD: ¿Cómo crees que se puede abordar este problema sin caer en injerencias externas, que ya se ha visto que, tras 20 años de presencia política y militar, prácticamente ha tenido el efecto contrario?

LM: No hay una respuesta única al respecto porque no sabemos qué hubiera ocurrido si no se hubiese producido la intervención en Afganistán, la casuística no es la misma que la que rodeó la intervención en Irak, donde se articuló una relación con el terrorismo global que se demostró falsa.

Respecto a Afganistán, cabría preguntarnos entonces si se ha abandonado 20 años después el país con este balance porque la intervención estaba motivada realmente solo por la eliminación de un foco de combatientes porque representaban un peligro para EEUU, más que por contribuir a la estabilidad del país.

En cualquier caso parece que esto responde a una geopolítica distinta. Hay que tener presente que el terrorismo en su peor expresión puede surgir de una intervención que realmente no esté sustentada en una motivación legítima, Irak ejemplifica perfectamente esto con el nacimiento del DAESH.

La idea básica es que una intervención tiene que responder a una causa o guerra justa como concepto ya que intervienes sobre la soberanía de otro país y luego tienes que asumir tu responsabilidad como fuerza de ocupación, colocar a ese país en una vía que le convierta en un país viable que recupere una posición de estabilidad, y no en un Estado fallido donde reaparezca el talibán o aparezca el fenómeno de DAESH, un conflicto que además se regionalizó con la porosidad de las fronteras sirio irakí.

También puede darse una situación distinta y es que un país pueda solicitar la intervención de otros porque su territorio se haya convertido en foco de inseguridad para los países de la región como el caso de Mali en el Sahel, donde se realizan esfuerzos de formación y capacitación de tropas.

AD: De la misma forma, Laura Méndez, ¿qué opinas del aumento de la extrema derecha en Europa y en América, y en España, así como el aumento de los discursos y los delitos de odio?¿Qué crees que está pasando?

LM: La irrupción de la extrema derecha responde a una lógica histórica: incertidumbre, empobrecimiento de las clases medias, empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y del nivel de vida, crecimiento poblacional unido a la falta de expectativas y desigualdad y sobre todo, desencanto y desafección hacia las fuerzas políticas que nos representan en el ámbito publico.

Y esto es algo que ocurre en toda Europa. Estos movimientos y partidos amenazan hoy democracias mucho más consolidadas que los sistemas políticos a los que se opusieron directamente los fascismos del XX, de ahí que se subestime el peligro que representan. Frente al totalitarismo, -los fascismos del XX se opusieron abiertamente a la democracia liberal, pluralismo, y sobre todo al comunismo- el populismo autoritario no apuesta por abolir directamente las instituciones democráticas, pero sí ejerce un efecto corrosivo y normalizado en las mismas, capitalizando el descontento de las protestas que promueve.

Ante una situación insostenible esto podría allanar el camino a insurrecciones ya que a mayor desafección menor compromiso con la democracia, esto es algo que se teme especialmente en América Latina. Aunque actualmente hay algo que sirve de contención a los posibles levantamientos militares de derechas en la región y es que EEUU no los respaldaría.

En América Latina el temor a una insurrección de esta naturaleza es real, recientemente lo vimos en la movilización de los seguidores de Bolsonaro en Brasil, temiendo que ocurrirse algo similar al asalto al Capitolio. Sin embargo, la administración Biden no apoyaría un levantamiento militar de derechas como los que América Latina experimentó el pasado siglo, ya que no está alineado ni ideológica ni estratégicamente con la extrema derecha ni podría sostener un discurso mínimamente progresista o transformador con credibilidad si apoyase un evento de esas características.

Por otra parte, en Europa subestimamos la amenaza que representa este fenómeno porque creemos que tenemos unas democracias absolutamente sólidas y maduras, democracias garantizas, infalibles. Pero la democracia siempre ha estado amenazada. 

El componente conspiracionista también está presente, por eso a estas formaciones les interesa que la sociedad esté desinformada. Porque hay una estrategia del engaño. Se pretende derribar los hechos como fuente de conocimiento de la realidad porque cuando lo haces no queda nada y ahí puedes colocar cualquier mensaje.

En algunos países europeos, la derecha es reticente a la hora de afrontar la realidad de la violencia y del terrorismo de extrema derecha perpetuándose una especie de tabú y facilitando que esta entre a gobiernos

Hoy se recuperan y actualizan teorías conspiratorias como la «judeomasónica comunista» al hablar de unas supuestas élites progresistas globalistas. Hoy se continúa señalando a ese enemigo político e ideológico, ahora definido como «comunismo global», pese a que estas expresiones ya ni siquiera se corresponden con la realidad.

¿Por qué ocurre esto? Porque la extrema derecha quiere crear un contexto donde los símbolos tengan mucho que ver con un contexto que ya manejaron en el pasado, y lo hacen porque tienen donde apoyar ese discurso: en el miedo a la izquierda en general y en el resurgimiento de populismo de izquierda en particular.

El éxito de la extrema derecha en Europa no vendrá determinado exclusivamente por su capacidad de aglutinar a ultraconservadores convencidos sino por su habilidad para atraer eventualmente a un importante volumen de población que puede estar profundamente confundida con este fenómeno, que puede caer en la tentación autoritaria sin ni siquiera identificarla.

De ahí que sea necesario hacer mucha pedagogía. A este éxito también contribuiría una izquierda en crisis como sucede en algunos países europeos donde la izquierda no estaría ofreciendo cumpliendo con las expectativas depositadas en ella, favoreciendo así que la extrema derecha se presente frente a muchos como una alternativa política a tener en cuenta, y como la única alternativa posible.

Y finalmente respecto a los delitos de odio, el terrorismo de extrema derecha se sitúa en una frontera borrosa entre el crimen de odio y el crimen organizado.

Existe correlación entre la normalización del discurso del odio en la esfera pública con el auge de estos partidos y el creciente clima de animadversión hacia minorías racionales y étnicas en Europa, algo que también se traduce en el incremento de los delitos de odio. Esta es una idea que también se expresa en un informe de Naciones Unidas de 2019. 

AD: Laura Méndez, ¿crees que este auge de la extrema derecha es una especie de moda que terminará pasando, o realmente esta radicalización ideológica es peligrosa y requiere de soluciones activas?

LM: En Occidente podemos observar diferentes actitudes frente al yihadismo, supremacismo blanco y el terrorismo neonazi. Mientras existe un consenso para condenar y combatir el yihadismo, el problema de la extrema derecha no se aborda siempre con la misma firmeza pudiendo identificar diferencias entre países, actitudes que vienen condicionadas también por cada realidad nacional y su historia.

En algunos países europeos, la derecha es reticente a la hora de afrontar la realidad de la violencia y del terrorismo de extrema derecha perpetuándose una especie de tabú y facilitando que esta entre a gobiernos. Además, generalmente resulta más difícil condenar algo que nace de nuestra cultura y dice querer defender nuestra cultura que algo ajeno, algo que viene de fuera.

Superar esta limitación requiere un ejercicio de autocrítica profundo. ¿Qué consecuencias tiene esto? Pues que los movimientos de extrema derecha no siempre se identifican como amenazas reales y pueden subestimarse al centrar toda la atención en otros tipos de violencias.

Al margen del incremento de la actividad violenta ultraderechista, también se han registrado incidentes no asociados a ninguna categoría (actores solItarios, actos no reivindicados, etc) Por tanto, no es cierto que sea una amenaza ficticia pero no siempre se categoriza como terrorismo, ya que además existe un debate conceptual y metodológico en todo esto.

Igualmente creo que amenazas emergentes asociadas a subcultura digitales como los incels serán un reto importante de cara el futuro, porque aquí ya no hablamos de una organización terrorista estructurada con sus filiales y células.

En España es posible que la extrema derecha, si se dan las condiciones favorables para ello, avance con el tiempo hacia la defensa de una democracia tutelada, una democracia de naturaleza orgánica.

Esta vendría determinada por un partido único con la familia como institución natural, el municipio o la provincia como unidad territorial, con esa vuelta a la nostalgia que ya se va fraguando, ya nunca desde el Estado de las autonomías, y con un sindicato como elemento vertebrador que en esta lógica representase la fuerza de trabajo de todo el país.

Curiosamente todavía no han apelado a esto, no han formulado cuál sería su modelo de desarrollo democrático, qué presentarían como modelo evolutivo de nuestro marco constitucional. Y no lo hacen porque aprovechan el contexto de polarización para presentarse como abanderados de la Constitución Española del 78 aunque estén en contra de muchos de sus preceptos.

AD: ¿Qué se puede hacer para hacer frente a la ultraderecha, tanto a nivel individual, como desde el activismo social, como desde los gobiernos y la política, e incluso los medios?

LM: Lo principal es que tanto la aproximación al fenómeno y la profundización en este debe ser rigurosa. Hay que incidir en la realidad objetiva sustentada en la evidencia y acudir a fuentes solventes. También hay que comprender cómo funciona el intenso activismo digital desarrollado por outsiders mediáticos y esa dinámica de guerra cultural que transita de la guerrilla digital a programas de posgrado donde se adoctrina desde una calculada ambigüedad, generalmente tratando de mantener cierta apariencia de moderación.

En este contexto, los algoritmos explotan las vulnerabilidades psicológicas de los usuarios de redes favoreciendo la radicalización, que iría desde la polarización temática hasta la afectiva y social.

Es necesario entender cómo se esta aplicando la inteligencia artificial mas allá del ámbito comercial para segmentar a los usuarios y ofrecernos una información ya tamizada por un tercero donde la capacidad crítica se ve reducida y esto termina conformando al usuario ideológicamente de una manera unívoca.

Es decir, esto no nos permite tener una visión plural de la realidad, ya que nos dan la realidad de forma encapsula, tendenciosa y orientada, algo que no es sano provenga del espectro ideológico del que provenga y que el extremismo de derechas aprovecha ahora con mucha habilidad.

Hacer frente a la extrema derecha exige responsabilidad, la respuesta individual y colectiva siempre debe estar orientada al bien común, una respuesta anclada en el sentido de Estado, no en la táctica electoralista.

Por otra parte, ¿qué papel deben tener los medios de comunicación? Se ha debatido mucho sobre esta cuestión. Personalmente pienso que aislar completamente a una formación política de los medios puede resultar contraproducente, pero sí hay que saber diferenciar entre ofrecer un altavoz y las consecuencias que esto tiene, de la cobertura informativa, que debe ser plural, respetando distintas líneas editoriales.

Para mí el debate se sitúa más en cómo pueden los medios y los verificadores desmontar y contrarrestar de forma efectiva el discurso de estas formaciones, que en plantear que no puedan participar en tertulias y debates. El «cordón sanitario» tiene sentido en tanto que impide a una fuerza política a acceder a posiciones de gobierno y a condicionar la acción de gobierno, pero en los medios creo que el planteamiento debe ser diferente.

Sucede algo parecido cuando condenas a la ilegalidad o al ostracismo más absoluto a una formación que ya tiene un apoyo popular importante, porque la victimización será mucho más efectiva y con toda probabilidad saldrán reforzados. No hay que olvidar que estas formaciones se colocan estratégicamente dentro del sistema, aunque se muevan en una ambigüedad comunicativa, lo están.

Por tanto, la ilegalización en cualquier caso para estar debidamente fundamentada debería ser equiparable al caso de Amanecer Dorado en Grecia, contemplar formaciones manifiestamente violentas y antidemocráticas. Entendiendo además que en esto influye ser o no un modelo de democracia militante, y España no lo es.

Los partidos de izquierda mayoritarios tienen que tener claro que si su rival principal es la derecha clásica la estrategia para debilitar al rival no debería implicar que esta derecha quede tan atomizada que se produzca un trasvase de votos determinante más a su derecha.

AD: También has hecho más de una vez el énfasis en la cooperación entre países para hacer frente a estos problemas. ¿Cómo debería ser esta cooperación, a tu juicio?

Las fuerzas políticas comprometidas con la democracia y los derechos humanos deben hacer un frente común a la amenaza de la extrema derecha. La Unión Europea es una buena plataforma para ello pero el proyecto adolece todavía de importantes debilidades. En el marco de la UE no debería permitir ataques al Estado de Derecho que sus Estados Miembros se salten los compromisos comunitarios adquiridos. Si Hungría y Polonia actualmente fuesen candidatos a la adhesión a la UE, no serían aceptados por no cumplir unos mínimos. No es razonable que en el seno de la UE se puedan cuestionar los derechos LGTBI, como tampoco lo fue la posición de determinados países durante la crisis de refugiados de la Guerra de Siria que se produjo en el 2015.

Por otro lado, aunque es curioso que la extrema derecha busca y se alimenta del conflicto con el resto de países, esquivando estos acuerdos comunitarios, sí que está coordinada internacionalmente. Esto es algo que no se está dando prácticamente ni entre las fuerzas democráticas, ni entre la izquierda, que tiende a permanecer dividida.

Ahora mismo, uno de los puntos comunes que favorece que la ultraderecha esté unida es ese nacionalismo identitario excluyente donde confluye la islamofobia y el rechazo a la inmigración, a la que contraponen »la protección de la civilización occidental», algo que facilita que se coordinen y compartan recursos, tácticas y estrategias aprendidas de la alt-right estadounidense, con la utilización de símbolos que ya se han internacionalizado totalmente.

En mi libro lo que yo propongo es una coordinación de todas las dimensiones implicadas en la cooperación en seguridad como la judicial, la policial, la diplomática, la militar y la cooperación en inteligencia mediante el intercambio de información, para prevenir y contrarrestar la violencia y el terrorismo yihadista. Sin embargo, este planteamiento no se aplica al tratamiento de la extrema derecha ya que hablamos de un fenómeno doméstico, aunque no por ello menos importante. De hecho, EEUU y Alemania señalan que esta es su amenaza prioritaria.

Mientras tanto, la extrema derecha avanza en sus alianzas estratégicas. Entre otras iniciativas, cabe mencionar el ISSEP, el think tank de la sobrina de Le Pen que abrió su delegación en Madrid que ofrece una formación para líderes sustentada en el adoctrinamiento. Este es un planteamiento que además entra en contradicción con el populismo social que ha asumido la extrema derecha cuando se arroga el papel de defensor del pueblo frente a las supuestas élites globalistas.

AD: Laura Méndez, ¿qué crees que se está haciendo mal desde posiciones progresistas a la hora de combatir los extremismos de derechas, sean del tipo que sean?

LM: Creo que lo más importante es no alimentarlos desde el tactismo para generar una polarización que solo sea beneficiosa desde el punto de vista electoralista. Considero que esto es profundamente irresponsable, y especialmente grave cuando se ejercen actos de oportunismo político desde posiciones de izquierda.

Los partidos de izquierda mayoritarios tienen que tener claro que si su rival principal es la derecha clásica la estrategia para debilitar al rival no debería implicar que esta derecha quede tan atomizada que se produzca un trasvase de votos determinante más a su derecha.

Si sucede esto la derecha clásica quedaría demasiado debilitada y ese partido de izquierdas mayoritario podría formar gobierno con más facilidad. El resultado sería positivo desde el punto de vista electoralista para quien forma gobierno, pero a cambio la sociedad se encontraría con una extrema derecha mucho mas numerosa en la oposición, más fuerte, más preparada y con mayor capacidad de maniobra en los siguientes comicios.  Por lo tanto, hay que evitar alimentar a la extrema derecha desde el tactismo para generar una polarización que solo sea beneficiosa electoralmente.

Mientras tanto también se tiene que impedir que la derecha conservadora tenga la tentación de aprovechar electoralmente la mimetización que supone los postulados populistas de extrema derecha. Ese riesgo de radicalización de la derecha clásica, más conservadora que liberal, se traduciría en una extrema derecha beneficiada, mejor articulada y mucho más potente.

Y creo que incluso movidos por una intención honesta muchas veces las fuerzas progresistas se quedan en el enunciado del problema, cuando la clave reside en qué ofrecemos como alternativa.

No se puede concienciar y por tanto tampoco enfrentar el extremismo de derechas sin una alternativa política creíble, sin un proyecto solvente. Esto por supuesto es más difícil en un contexto donde hay dificultades para hablar de extrema derecha y donde se asume erróneamente que todo aquel que muestre interés, investigue y divulgue sobre esta amenaza es automáticamente un peligroso radical y un extremista.

AD: ¿Qué proyectos tienes pensado para tu futuro inmediato?¿Nuevos libros, ensayos…?

Ahora mismo estoy centrada en un proyecto literario. Se trata de una novela histórica y no está relacionada directamente con las temáticas que abordamos en esta entrevista, ahora mismo no estoy trabajando en un libro investigación pero sí me gustaría hacerlo más adelante.

En este sentido, me interesaría profundizar en el fenómeno de la manosfera, en las distintas subculturas misóginas que lo conforman, ya que es un fenómeno relativamente poco conocido en España todavía.

AD: Laura Méndez, ¿hay algo más de lo que te gustaría hablar o que te gustaría añadir para cerrar la entrevista? O algún tema importante que piensas que no se ha tocado…

LM: La verdad es que creo que hemos tocado los temas esenciales, las preguntas han estado bien planteadas y creo que ha sido interesante.

AD: Pues Laura Méndez, ha sido un verdadero placer contar contigo para esta entrevista, te invitamos a seguir escribiendo e investigando y, por supuesto, te invitamos a colaborar conjuntamente en futuros proyectos.

LM: Por supuesto ¡un placer!

Puedes saber más de Laura Méndez siguiéndola en sus redes:

Cuenta de Twitter: https://twitter.com/lmendezgr

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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