‘Un mundo feliz’: la oscura trama de un futuro incierto
Título: Brave New World (Un mundo feliz)
Autor: Aldous Haxley
Categoría: Novela
Tema: distopía
Temática: Ciencia ficción distópica
Idioma: Inglés
Fecha de publicación: 1932
Aldous Huxley vio por primera vez la luz en Godalming, Surrey, Inglaterra. Tuvo la posibilidad de iniciar sus estudios superiores en las universidades de Eton y en la archiconocida Oxford.
Desde muy pronto descubrió su vocación literaria, escribiendo en distintos periódicos y publicando hasta cuatro libros de poesía antes de que en 1921 se imprimiera su primera novela titulada Los escándalos de Crome. Más tarde le seguirán Heno antiguo en 1923, Contrapunto en 1928 las cuales describen el ambiente y la mezcolanza del «bon vivant», cinismo y nihilismo vital que se entretejieron a lo largo de los años 20.
En 1932 aparecerá por fin la novela Un mundo feliz, que ofrece una perspectiva profética de un futuro sumergido en la más amarga de las humanizaciones. A pesar de que esta es, de lejos, la novela más reseñada de Huxley, otras novelas destacables son Ciego en Gaza de 1936, Viejo muere el cisne, de 1939, Mono y esencia (1948) y La isla en 1962. Esta última se hizo también muy popular, considerándose una especie de contrapunto de Un mundo feliz.
Huxley se internará igualmente en el género ensayístico con Un Pilatos burlón (1926), Mañana y mañana y mañana (1956), Nueva visita a un mundo feliz (1958), y Literatura y ciencia (1963).
Otra de las temáticas con las que se atrevió fueron la crítica y el comentario en los campos científico, filosófico y social con obras como El arte de ver (1932), La filosofía perenne (1946) y Los demonios de Loudon (1952).
A partir de un determinado momento, Aldous Huxley comenzó a mostrar un vivo interés por cuestiones relacionadas con el misticismo, la parapsicología y los estados alterados de conciencia, de este periodo surgirían libros como Las puertas de la percepción (1954) y su posterior continuación Cielo e infierno (1956). Este acercamiento a lo que más tarde se llamó la contracultura New Age se ven claramente reflejadas en La Isla.
Huxley nació y se desarrolló en el seno de una familia de clase media-alta y poseedora de una gran tradición intelectual, un hecho que, por supuesto, le marcó necesariamente en su vida literaria y de investigación, siendo también fuente para la creación de algunos de sus personajes. Para ser más exactos, era nieto del destacado biólogo Thomas Henry Huxley e hijo de Leonard Huxley, biógrafo y editor de la revista Cornhill. Además, su madre era descendiente del célebre crítico y poeta victoriano Matthew Arnold.
Una serie de fuertes aflicciones consagraron y modelaron el carácter de Aldous Huxley. Cuando contaba con apenas 14 años, su madre murió de cáncer, y poco después tuvo que soportar el suicidio de su hermano Trevenan que, aquejado de una fuerte depresión nerviosa, se vio abocado a terminar con su vida. Así mismo, una enfermedad ocular le afectó tan gravemente que apunto estuvo de provocarle una ceguera total.
Estas circunstancias vitales y familiares impregnaron de tal manera al joven Huxley que se podría decir que fueron la forja donde se cimentaron su filosofía, su visión del mundo y su rico mundo interior, sin el que un escritor no sería tal, en absoluto alcanzaría a crear otros mundos, metauniversos, realidades paralelas y las visiones proféticas que más tarde imaginaría.
Con el paso de los años el interés de Huxley por todo lo relativo al misticismo, las posibles vías de redención de los hombres y su siempre compleja relación con la tecnología, fue agrandándose y esto tiene mucho que ver con Un mundo feliz, ya que en su mundo interior, Huxley contraponía las diferentes amenazas que los avances de la técnica iban a suponer para la sociedad a la necesidad espiritual y de introspección en vistas a un pleno desarrollo humano de estas mismas personas, sujetas cada vez más a la potencia alienadora de una ciencia no siempre provista del necesario contenido ético.
Es por esto mismo que el libro que más vínculos filosóficos puede tener con Un mundo feliz es «La filosofía perenne», al que se podría describir como un compendio de las tradiciones espirituales orientales orientadas al reencuentro del espíritu humano con su verdadera esencia, con su verdad, con el gozo de sentirse vivos y en plenitud.
Es evidente, por tanto, que a nuestro autor de hoy, Aldous Huxley, le preocupaban hondamente la posible desaparición de la vivencia de una trascendencia, del genuino sentido en medio de un mundo hipermecanizado, desfigurado hasta el punto de no reconocerse a sí mismo.
Como corolario y, después de este repaso general a su obra escrita, podemos concluir que la narrativa de Huxley se enmarca dentro de lo que se conoce como «la novela de tesis o de ideas», en las que el contenido se impone sobre la forma. El objetivo es casi meramente didáctico y esto condiciona de forma importante la creación y caracterización de los personajes, buscando suscitar debates de tipo ideológico sobre determinadas materias, ya sean sociales, ya sean políticas o, incluso, de índole moral y de la actitud de los individuos ante la problemática de la existencia.
Un mundo feliz, una distopía diferente
Nikolái Aleksándrovich Berdiáyev, el autor del breve texto que el autor de Un mundo feliz escoge para encabezar la novela, fue un escritor y filósofo ruso de profundas convicciones religiosas y que durante toda su vida se opuso al siempre brutal autocratismo del régimen zarista, lo que le supuso un largo destierro en algún lugar del norte de la madre Rusia.
Las utopías aparecen como más alcanzables de lo que se creía en otro tiempo. Nos encontramos actualmente frente a una cuestión muy angustiante: ¿Cómo evitar que se conviertan en realidad? Las utopías son alcanzables. La vida marcha hacia las utopías y puede ser que comience un nuevo siglo, un siglo donde los intelectuales y la clase educada soñarán los medios de evitar las utopías y de retornar a una sociedad no utópica, menos perfecta y más libre.
Nikolái Berdiáyev
Por otra parte, ni que decir tiene que el texto está escogido a conciencia para comenzar llamando nuestra atención sobre el peligro de ciertas utopías artificiosas, forzadas al extremo, impuestas desde un irracionalismo y que terminan por desembocar en el mayor de los infiernos, la alienación absoluta del hombre por el hombre.
Es evidente que Berdiáyev hace referencia a este tipo de utopías falsarias y un ejemplo diáfano sería la «utopía tecnológica o cientificista».
El hombre y la mujer, en tanto que seres humanos, van a tener una naturaleza caída o, si se prefiere, imperfecta y, por tanto, el hecho de buscar la perfección por medios mecánicos, químicos, tecnológicos o transhumanistas, supone un absurdo imponderable.
Esta será la tesis sobre la que girará el grueso de la novela Un mundo feliz, la lucha entre el humanismo por un lado y el pragmatismo utopista totalitario, por otro.
En un futuro indeterminado, tecnificado hasta el paroxismo, la felicidad de la población está basada en la selección genética, la manipulación de óvulos y espermatozoides, proyectos de embrión, incubación y en un ultimísimo esfuerzo el condicionamiento y la decantación fisio-psicológicos a través de extensos programas controlados por el gobierno.
El mundo se halla bajo la vigilancia de este gobierno mundial comandado por diez controladores que ostentan el poder absoluto.
Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Sobre la entrada principal se lee: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y, en su escudo, la divisa del Estado Mundial: ‘Comunidad, Identidad, Estabilidad’
Curiosamente, las divisas o lemas que identifican a esta organización socio-política supuestamente feliz, en nada o en casi nada tienen que ver con los lemas revolucionarios o de emancipación que han caracterizado a los movimientos utópicos de la historia: «Libertad, fraternidad, igualdad».
Este mundo feliz dispone de un calendario propio, siendo el año 1 el de 1908, coincidiendo con la aparición del primer modelo T de Ford (fue un modelo barato fabricado por la Ford Motor Company de Henry Ford desde 1908 a 1927).
Partiendo de este hecho, los periodos históricos se dividen en «antes de Ford» y «después de Ford«, una peculiaridad en la que algunos críticos o hermeneutas de la obra de Huxley han creído ver que se escondía otro personaje como Sigmund Freud, pero sobre esto no hay consenso. Detrás de esta forma de medir y dividir el tiempo se esconde el pragmatismo economicista que un visionario como Aldous Huxley nos anticipó al describirnos la colmena social que aparece en Un mundo feliz.
Un pragmatismo que tiene mucho que ver con el modo de producción industrial fordista, la mecanización, la productividad y la consiguiente y perturbadora alienación del ser humano, ya que el fordismo se convirtió en uno de los principales catalizadores de la alienación de la clase trabajadora en todos los ámbitos de la vida, el laboral, el social, el económico, el relacional, el sexual, el afectivo, el ideológico, etc.
Paradójicamente, la sociedad feliz que se nos describe a lo largo de la novela está atravesada por un sistema de castas perfectamente engrasado donde cada clase de individuos tendrán sus propias atribuciones, su propio lugar y sus exclusivas características que les diferenciarán del resto de clases, tribus o castas, y que guarda relación con la manipulación genética.
Estas cinco categorías de población son:
Los Alpha, considerados como los más inteligentes y representantes de la élite gobernante.
Los Betas, que son los ejecutivos.
Los Gammas, que son los empleados de rango inferior o subalterno.
Y, por último, los Deltas y los Epsilones, que son el escalafón más bajo de la sociedad y los encargados de realizar los trabajos más duros y penosos.
¿ Les suena de algo esta estratificación social?.
Se frotó las manos. Estaba muy claro que ellos no se limitaban a incubar embriones; cualquier vaca podría hacerlo. También predestinamos y condicionamos. Decantamos nuestros embriones como seres humanos socializados, como Alfas o Epsilones, como futuros poceros o futuros… – ba a decir futuros interventores mundiales, pero rectificando a tiempo añadió- …futuros directores de incubadoras.
Un mundo feliz
Los seres humanos son incubados, son determinados y condicionados en aras de la felicidad comunitaria con técnicas de condicionamiento neo-pavlovianas (Ivan Petróvich Pávlov fue un fisiólogo ruso, célebre por haber formulado las leyes de aprendizaje del condicionamiento clásico a través de una serie de experimentos con perros. Años más tarde, sus estudios fueron completados con las leyes del condicionamiento operante de Burrhus Frederic Skinner, bastante más cercanas a la realidad del ser humano, pero en los años 20 y 30 aún no se conocían.
Una vez convertidos en individuos adultos, son obligados a consumir el «soma» (una sustancia psicoactiva, probablemente análoga a los antidepresivos) para evitar así cualquier tentación de melancolía, cualquier puesta en duda de la organización social. Todos los sujetos deben atenerse y procurar la estabilidad propia y la de los demás miembros del cuerpo social a través del entretenimiento y los bienes de uso y consumo que la oligarquía dominante pone a su disposición y, muy bien podría esto entroncar con la actual deriva psiquiatrizadora de la sociedad, donde a cada individuo se le hace único responsable de su estado emocional, dejando en la sombra cualquier otra causa, sobre todo si es de carácter sistémico.
La esperanza de la rebeldía
De esta forma, la ficción está servida, la dictadura es un engranaje casi perfecto y apenas quedan resquicios para el disenso o cualquier tipo de pensamiento abstracto que pudiera plantear una vida alternativa a la socialmente aceptada y predeterminada.
La historia transcurre a través de dos protagonistas principales: Lenina Crowne y Bernard Marx (una referencia nada casual de Vladimir Lenin y Karl Marx, personajes históricos relacionados con el comunismo). Ambos son de la clase más alta, pero Lenina representa a la ciudadana que se ha adaptado por completo a la sociedad e incapaz de reconocer sus contradicciones. Por el contrario, Bernard, debido a que es más inteligente que la media y a un defecto genético que le ha otorgado algún defecto físico, adopta una visión más inconformista.
Es a través del conflicto entre estos dos personajes que el argumento se va desarrollando.
– Quiero poder mirar el mar en paz- dijo- . Con este ruido espantoso ni siquiera se puede mirar.
Un mundo feliz
-Pero ¡si es precioso! Yo no quiero mirar.
-Pues yo sí- insistió Bernard-. Me hace sentirme como si fuese más yo mismo y no una parte de algo más, ¿me entiendes?. No sólo como una célula del cuerpo social. ¿Tú no lo sientes así Lenina?
Pero ella estaba llorando.
-Es horrible, es horrible- repetía una y otra vez-. ¿Cómo puedes hablar así? ¿Cómo puedes decir que no quieres ser una parte del cuerpo social? Al fin y al cabo, todo el mundo trabaja para todo el mundo. No podemos prescindir de nadie. Hasta los Epsilones…
Lenina se escandalizó ante aquella exclamación blasfema»
Por suerte y, en medio de este ámbito de oscuridad y tiniebla, el autor hace aparecer a Bernard, un personaje heterodoxo, rebelde, que se niega a tomar «soma», la droga de la felicidad, que desea, ante todo, sentir la alegría de vivir, la carga de la existencia y el dolor cotidiano sin ambages ni parapetos, a pecho descubierto, sintiendo en toda su plenitud el diario acontecer, sea el que fuere.
Hacia la mitad de la novela, Bernard consigue convencer a Lenina de que la lleve a la Reserva Salvaje, un área donde vive gente fuera de la sociedad de Un mundo feliz y sus normas. Allí aparece un tercer personaje, John el Salvaje, hijo de dos habitantes del mundo civilizado pero que por un error accidental en el proceso de incubación fue desechado.
Tras conocerse, optan por llevarlo a la sociedad, donde se hace una comparación entre ambos mundos. Aquí, Aldous Huxley trata de señalar las mayores contradicciones de esta supuesta sociedad idílica, donde la manipulación y el fin del libre albedrío parecen ser condiciones necesarias para que todo vaya bien. John señala que la felicidad impuesta de forma artificial tiene poco sentido, y que el dolor y la tristeza son emociones necesarias para darle sentido.
Al final, Bernard decide que lo mejor es exiliarse, alejarse de la sociedad, y vivir junto a su amigo Watson. Por su parte, John trata de hacer lo mismo, iniciando una vida de ermitaño en un viejo faro, intentando no sucumbir a la vida que se le ofrece en Un mundo feliz, pero es acosado constantemente por paparazzis hasta desencadenar en un paradójico y terrible final.
Conclusiones
Con Un mundo feliz, tal vez y sólo tal vez, Huxley nos quiso enviar un mensaje, no sólo de vocación profética, sino de esperanza más allá de los grises bordes de cualquier totalitarismo de orden social, político, económico o cientificista, la esperanza que aguarda al doblar cualquiera de las esquinas de cualquiera de los periodos históricos en lo que se ha dividido nuestro transcurrir como especie.
Lo que más nos puede sorprender de Un mundo feliz son los paralelismos entre las circunstancias que en la novela se describen y la vida contemporánea, la profunda deshumanización de ambos universos, el de la ficción y el de nuestra realidad, la del siglo XXI, los horrores de una organización social fundamentada en el consumo, en el fetiche de la mercancía, en la mercantilización de las relaciones humanas.
Asombra comprobar como hace casi cien años, Aldous Huxley profetizó el cuerpo y el contexto de un futuro incierto, de un hombre y una mujer atemorizados, afligidos por la potencia alienante de los medios de comunicación de masas y del entretenimiento.
Un futuro contrario a la filosofía, sometido a una aculturación galopante, enemigo del sentido crítico, de la heterodoxia, la disensión y la diversidad. Un mundo aterradoramente homogéneo, agazapado en una felicidad ficticia y tendenciosa.
-Verás- dijo, tartamudeando y sin mirarle-, supongo que soy bastante diferente a los demás. Si uno es diferente se ve condenado a la soledad. Los demás le tratan brutalmente. ¿Sabes que a mí me han mantenido alejado de todo? Cuando los otros muchachos fueron enviados a pasar la noche en las montañas, donde sueñan con su respectivo animal sagrado,a mí no me dejaron ir, tampoco me revelaron ninguno de sus secretos. Pero yo lo hice todo por mí mismo- agregó-. Pasé cinco días sin comer absolutamente nada y una noche me marché solo a aquellas montañas.
Un mundo feliz
Aldous Huxley padeció a los 16 años una enfermedad ocular que le provocó una ceguera parcial durante dieciocho meses. Durante este tiempo adquirió las capacidades de leer en braille y tocar el piano, pero de seguro que, necesariamente, debió recrear su propia interioridad, sus ojos espirituales, su profunda intuición y el resto de sus sentidos de suerte que se atreviera a plantearnos un relato tan ultramundano y visionario como el que nos ofrece en Un mundo feliz.
Cabe reseñar que el libro sufrió de censura. En 1932, fue prohibido inicialmente en Irlanda por considerar que atacaba la religión y a la familia tradicional. En 1967, también lo fue en la India, donde se acusó a Huxley de ser «pornográfico». En 1980 fue retirado de las aulas en Miller, Missouri. En China está permitido, pero las referencias al país han sido eliminadas.
Por contra, ha sido considerada una de las obras cumbre de la literatura. En 2019, la BBC la situó como una de las 100 novelas más influyentes de todos los tiempos. En 2020 se hizo una adaptación a miniserie que dividió bastante a la crítica.
Y es que Huxley alertó sobre una posibilidad más que factible: que si nos dejamos llevar por el puro pragmatismo, la desgracia caerá sobre nuestras conciencias, la inhumanidad se adueñara sin remisión del mundo, la certeza de la muerte de todo lo hermoso que hay en nosotros, se mostrará como implacable.
Leer a Huxley es un ejercicio intelectual, un placer grotesco, una alabanza literaria, acercarse a la comprensión de lo incomprensible.
Al leer Un mundo feliz, se evocan aquellos versos del poeta inglés W.H.Auden:
Acerca del dolor, nunca se equivocaron los maestros antiguos: qué bien comprendieron su sitio en nuestra vida…
Comprender la demoledora soledad del individuo contemporáneo, Un mundo feliz, y se adentrarán en las simas más profundas de la condición humana, nuestra condición, la única que poseemos, al menos, de momento.
Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario «Transido de un abismo» y de títulos de próxima aparición como «La poliantea de los sentidos» y «Crónicas claudinas».