Masculinidad tóxica y extrema derecha: dos dimensiones entrelazadas
La extrema derecha es un fenómeno político camaleónico. Existen muchos matices y diferencias internas dentro de las propias organizaciones, un abanico de discursos y posiciones que pueden ir desde los neofascismos (herederos directos de los fascismos del siglo XX), hasta la nueva derecha radical, movimiento del siglo XXI que, aunque revestido de modernidad, también defiende postulados y objetivos similares. No obstante, las organizaciones de extrema derecha se suelen caracterizar por ciertos rasgos básicos, algunos de ellos presentes en casi todas las agrupaciones ultraderechistas. Por ejemplo, la xenofobia, es decir, el odio al extranjero, junto con el racismo en general son unos de los rasgos prácticamente universales. También existen otros, como el ultranacionalismo, el tradicionalismo… o la defensa de la masculinidad como uno de los elementos que ayudan a vertebrar las posturas antifeministas y machistas.
Como se observará a continuación, la masculinidad es un concepto abstracto y sociológico, ligado de manera trascendental a los imaginarios sociales. Por tanto, no sería objetivo achacar una relación entre masculinidad y extrema derecha, sino más bien la construcción y la posterior instrumentalización de una masculinidad nociva e intolerante por parte de las organizaciones de ultraderecha.
Una estrategia política que sin duda es fundamental para comprender el auge y la estructura de los discursos de dichas agrupaciones políticas.
La disputa por construir la masculinidad
Desde un punto de vista sociológico, la masculinidad es un conjunto de características y atributos físicos y psicológicos (carácter o personalidad) que las sociedades o distintos grupos sociales proyectan sobre los hombres. Por tanto, a través de dicho ámbito se define lo que debe ser un hombre en un entorno social determinado.
Básicamente, la masculinidad sería uno de los pilares que cimentan el rol de género masculino, esto es, lo que se espera socialmente a una persona leída y etiquetada como hombre en diferentes ámbitos: comportamiento, conducta, actitud, forma de vestir… Así, la masculinidad no solo define una identidad personal, sino que, dentro de la construcción social de género, designa los roles de los varones en las sociedades.
Asimismo, desde los inicios de las civilizaciones y el surgimiento de la división sexual del trabajo, es decir, la asignación de tareas dependiendo del sexo biológico de las personas, los valores masculinos heterosexuales han sido los predominantes en la mayoría de sociedades humanas hasta la actualidad. Esta preponderancia de dominación masculina frente a los demás géneros de una sociedad en un sistema social es definida como patriarcado.
De esta manera, la masculinidad como valor no es ni mucho menos monopolio de la extrema derecha, incluso de una masculinidad negativa y opresora como la que se ha dado en el seno de las sociedades patriarcales.
Además, si se hace referencia a las sociedades actuales, existen otro tipo de construcciones sobre la masculinidad, más bien deconstrucciones de esta. Al ser la masculinidad un constructo social, en las sociedades patriarcales solo se visibiliza la masculinidad propuesta por el patriarcado.
No obstante, existen otras propuestas de masculinidad provenientes del feminismo, las cuales plantean una reestructuración de los valores asignados históricamente a los géneros. Por ejemplo, ¿por qué no puede una mujer ser fuerte, valiente e independiente? Valores que siempre se han ligado a la masculinidad. Por otro lado, ¿por qué no puede un hombre ser sensible, maternal, delicado o afectuoso? Valores ligados patriarcalmente a las mujeres.
Por supuesto, la existencia del patriarcado y los valores sujetos a la masculinidad hegemónica no imponen una restricción conductual evidente. Es decir, un hombre puede ser sensible y, por ejemplo, llorar sin problemas viendo una película; y una mujer puede sin problemas ser ruda y trabajar en la obra, por poner otro ejemplo. Sin embargo, la reacción social a estos comportamientos que se salen dentro de lo esperado en función de un rol de género tienden a ser negativas y llenas de prejuicios y juicios de valor.
Esto lleva a que un hombre que lleve falda, vista de rosa, se maquille o muestre en exceso sus emociones pueda ser tildado de femenino o incluso de «poco hombre» o de «maricón», mientras que una mujer independiente, que no se depile ni maquille y que no le guste llevar vestidos pueda ser leída como «poco femenina», «lesbiana», «marimacho»… Hablando siempre de generalidades y tendencias que pueden variar de un contexto a otro y de un individuo a otro.
Como se observa a través de estas cuestiones, las asignaciones de comportamiento van ligadas a diferentes propuestas ideológicas. El feminismo, movimiento social, histórico y político que persigue la igualdad entre hombres y mujeres en una sociedad desigual para las segundas, propone otro tipo de masculinidad. Es por este aspecto, entre otros, que genera rechazo en las posiciones más conservadoras, las cuales están construidas en muchas ocasiones sobre una masculinidad hegemónica.
La propuesta del feminismo para la deconstrucción de la masculinidad (que en realidad podría reflejarse en varias propuestas y no una única) no solo tiene que ver con la redefinición de los roles de género para subvertir las relaciones de poder existentes entre hombres y mujeres, sino también por una cuestión de libertad individual y colectiva. Es decir, que cada cual pueda comportarse, ser y actuar como quiera sin represalias.
La extrema derecha, consciente del pilar que supone para las posturas conservadoras la masculinidad patriarcal, expone un tipo de masculinidad más extrema y tóxica. ¿Qué quiere decir esto? Se debe ir por partes.
La masculinidad tóxica puede existir fuera de la extrema derecha, de hecho, existe. Sin embargo, muchas veces se presenta de manera inconsciente. Los hombres pueden adoptar comportamientos tóxicos sobre su masculinidad cuando se relacionan a través de los atributos masculinos que van aprendiendo de una manera negativa; un varón se puede ver estigmatizado si no cumple con los cánones concretos de lo masculino, tanto en atributos físicos como psicológicos.
Además, también existe la posibilidad de que los hombres se vean totalmente adoctrinados y cegados por los cánones patriarcales, que en la mayoría de los casos son machistas, misóginos y con tendencias cercanas a la dominación, la competencia e incluso la violencia. Este cóctel de dimensiones negativas traspasadas por su normalización en una sociedad machista, es un factor fundamental para entender porque la masculinidad y su lado más nocivo es un arma ideal para posturas ideológicas de extrema derecha.
De esta forma, la extrema derecha consciente de la potencialidad de la dimensión masculina ligada a la dominación, la violencia, la confrontación y la intolerancia, no ha dudado históricamente en pugnar por este relato, intentando imponer los postulados más reaccionarios de dicho ámbito. No es casualidad que el feminismo y las propuestas de la teoría queer sobre la construcción del género sean uno de sus enemigos ideológicos clásicos, unos de los que más odio y reacciones provocan en la ultraderecha.
El machismo como herramienta de unión en la extrema derecha
Que la ultraderecha tiene una fijación especial sobre las cuestiones de género y la disputa cultural por imponer un relato sobre estas es bastante obvio. En gran parte, el presente factor se relaciona con que la extrema derecha históricamente ha sido un movimiento violento, belicista y con intenciones de dominar a las propuestas ideológicas rivales. Unos valores fáciles de reproducir en el imaginario machista, ya que en este ámbito también se transmiten con frecuencia.
Existen dos conceptos muy interesantes en ciencias sociales que pueden arrojar luz sobre lo descrito. Por un lado, “la pedagogía de la crueldad”, concepto acuñado por Rita Segato, antropóloga argentina. A través de dicha expresión, Segato afirma que en la construcción psicológica y sociológica de un niño, mientras se va educando y relacionando, los valores masculinos patriarcales acaban legitimando la normalización y en muchas ocasiones el uso de la violencia.
Concretamente, esto ocurre porque la violencia se presenta en la socialización masculina como un recurso que los hombres pueden y deben utilizar para exhibir su hombría, siendo por tanto un instrumento para resolver conflictos que acaba naturalizándose.
Un conflicto simplemente puede significar tener que afrontar que otras personas o grupos tengan puntos de vista, intereses o propuestas diferentes a las propias. Así pues, la normalización de la violencia que se adquiere si alguien se socializa a través de patrones machistas, puede ser un poso de cultivo ideal para que los ejercicios de deshumanización y justificación de la violencia frente a ciertos colectivos sean más fáciles de aceptar.
Como cuenta la socióloga Beatriz Ranea, existe un verdadero problema social en cuanto a la socialización masculina. Los hombres en muchas ocasiones tienen problemas de analfabetismo emocional, son más impulsivos y muchos más proclives a la violencia. Una tesitura que la extrema derecha no deja escapar e instrumentaliza a su favor.
Además, existe un segundo concepto muy interesante para entender como el machismo es un canal de comunicación idóneo para los ultraderechistas. El politólogo Peter Merkl utilizó el término “la revuelta del hombre blanco” para describir el descontento que ha generado la ruptura del orden social tradicional, donde el hombre estaba situado en una posición de dominación frente a los demás miembros de la familia.
Dicho descontento ha sido generado por las reivindicaciones feministas, las cuales han logrado avances en occidente en los ámbitos sociales y también en las políticas de muchos gobiernos. De esta forma, la extrema derecha ha instrumentalizado dicha realidad, presentándose como una solución y una especie de salvavidas de aquellos hombres que no quieren ni aceptar una sociedad igualitaria ni ceder en sus privilegios. Lo que en Estados Unidos se ha llamado el «white angry men» (hombres blancos cabreados)..
Es decir, la extrema derecha ha fabricado un relato donde precisamente los sectores más privilegiados de la sociedad, los hombres blancos heterosexuales, son la víctima frente a los movimientos sociales que precisamente buscan la igualdad. Una instrumentalización que ha incrementado los aspectos más negativos de la masculinidad y que ha generado un espacio tóxico, caldo de cultivo para actitudes agresivas, violentas y poco éticas.
Así pues, todos aquellos ámbitos que propongan un cambio en los roles tradicionales: igualdad de la mujer, nuevos modelos familiares, la comunidad LGTBI, familias multiculturales, etc. Todos ellos, son vistos como enemigos y peligros que pueden hacer desaparece y poner en peligro al hombre blanco heterosexual.
Es la victimización del que en realidad es el opresor (el hombre blanco heterosexual), como se verá a continuación, el punto de partida de muchos de los discursos que se dan en el nuevo entorno de comunicación de la extrema derecha.
El entorno digital y el machismo: dos herramientas de la extrema derecha
Tanto los postulados más neofascistas como la nueva derecha radical han encontrado en los foros y las comunidades virtuales un espacio idóneo para transmitir sus valores culturales. Espacios en internet como los foros 4chan y 8chan son claves para entender como a través del humor, los memes y un lenguaje propio se han transmitido, fundamentalmente sobre hombres jóvenes, imaginarios culturales sobre el machismo más extremo, el nacionalismo blanco y el racismo.
Estas comunidades virtuales no solo han sido un espacio fundamental para la captación de seguidores y la transmisión de la cultura de extrema derecha, sino que también han sido el origen y la motivación de muchos atentados ultraderechistas.
Cabe hacer especial atención sobre los INCEL (involuntarily celibate, célibe involuntario), una suerte movimiento social surgido en redes de esta tipología y que ha sido adoptado dentro de las filas de la extrema derecha. Este movimiento está compuesto por hombres que reivindican su derecho al sexo y hacen apología del odio hacia las mujeres. Estos hombres acusan a las mujeres y al feminismo de su situación de rechazo en el plano relacional/sexual, justificando así la violencia sobre estas.
A pesar de ser un movimiento minoritario, han protagonizado múltiples atentados desgarradores con numerosas víctimas y constituyen la máxima expresión de la masculinidad tóxica unida al discurso ultraderechista.
Además, la expansión de esta cultura misógina en la red no solo es algo residual o que únicamente se observa en estos foros. En la actualidad, existen discursos abiertamente antifeministas en canales como YouTube, Twitch e incluso en los medios de comunicación hegemónicos. En España han cobrado gran popularidad youtubers como Roma Gallardo o UTBH (Un Tío Blanco Hetero), personas que focalizan una parte muy importante de su contenido hacia discursos antifeministas.
Dichos comunicadores han llegado incluso a tener espacio televisivo en programas de máxima audiencia como Horizonte, presentado por el periodista afín Iker Jiménez, quien también ha dado voz a otras ideas de extrema derecha como a la teoría de la conspiración del Plan Kalergi.
Lo expuesto en el párrafo anterior es la prueba de que la instrumentalización del machismo como discurso por parte de la extrema derecha está consiguiendo expandirse hacia otros canales de comunicación, los cuales además tienen más audiencia, haciendo del contexto presentado un verdadero problema, pero también demostrando que el feminismo es más necesario que nunca si se quiere seguir avanzando hacia una sociedad igualitaria.
El voto masculino en la extrema derecha
Todas las encuestas sobre estimación de voto dentro de los partidos de extrema derecha muestran un balance claramente inclinado hacia los hombres.
La preponderancia del voto masculino es una tendencia habitual en las organizaciones de extrema derecha. Poniendo ejemplos, en España el partido de extrema derecha Vox presentó en las últimas elecciones generales un 64% de votantes hombres, en contraposición a un 35% de mujeres, estadísticas que demuestran la importancia del voto masculino en el partido.
Dichas estadísticas son entendibles teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente. Sin embargo, la extrema derecha también está intentado captar voto femenino e incluso de la comunidad LGTBI. El ejemplo idóneo para describir esta estrategia se encuentra en Marine Le Pen y su partido el Frente Nacional (FN). Marine Le Pen, con un discurso mucho mas tolerante con algunas premisas del feminismo, la igualdad o la comunidad LGTB, ha conseguido captar una gran cuota de votantes de ambos grupos. Tanto ha sido su éxito que ya en las elecciones de 2012 tenía un numero prácticamente igual de voto femenino y masculino.
La estrategia de Le Pen se debe a una instrumentalización del feminismo para reforzar su discurso racista y alarmista frente a la hipotética inseguridad que puede causar la inmigración. La preocupante islamofobia creciente en Europa y especialmente en Francia a servido de catalizador para que muchas mujeres e incluso un porcentaje bastante alto del colectivo LGTB, sobre todo hombres homosexuales, hayan optado por confiar su voto a la extrema derecha. Sin duda, la instrumentalización del miedo y la inseguridad han sido un factor clave para que se dieran estas condiciones. Es lo que algunos autores llaman «feminacionalismo» y «homonacionalismo», respectivamente.
Dicha estrategia también ha sido acatada en parte por Vox en España, aunque con diferencias muy sustanciales. El partido español está lejos de declararse feminista, como ha hecho alguna vez en ciertas declaraciones Le Pen, ya que es un partido profundamente misógino, rasgo que tiene sus raíces en el nacionalcatolicismo de la dictadura franquista, donde la misoginia y la homofobia eran características que conformaban la ideología franquista.
Sin ir más lejos, Vox tiene como unos de sus principales argumentos la negación de la violencia de género, uno de los argumentos más radicales que enarbolan a diario.
Sin embargo, Vox también ha empezado a usar de manera clara y continuada la baza del peligro de la inmigración, principalmente de origen islámico, como catalizador para captar voto femenino.
Además, han utilizado dicho argumento para arrogar grandes dosis de racismo sobre problemáticas como las violaciones, el maltrato y los feminicidios. Paradójico sin duda, ya que niegan este tipo de violencia estructural, pero parece que acaben reconociéndola únicamente si es perpetuada por alguien de origen o descendencia inmigrante.
Conclusiones
La extrema derecha comparte unos rasgos característicos que se repiten en muchas de sus formaciones. Además del nacionalismo, el racismo o la xenofobia, el machismo y la masculinidad nociva es una característica igual o mas importante para comprender los discursos y las estrategias de dichas ideologías reaccionarias.
Además, como se ha visto en el ejemplo de Marine Le Pen y el FN o la imitación parcial de Vox, la extrema derecha es experta en sacar rédito político de las situaciones más violentas y comprometidas de las sociedades, intentando aumentar la alarma social para obtener votos a través del miedo, una distorsionada percepción de inseguridad, el racismo y la xenofobia.
Para acabar, es necesario mencionar la importancia del feminismo como contrapeso al machismo y a la instrumentalización de este por parte de la ultraderecha. El feminismo aporta una mirada alternativa, igualitaria y pacífica para generan una nueva masculinidad que, sin duda, deberá ser deconstruida y remodelada no solo para llegar a la igualdad real, sino para ser más resistente a ideologías reaccionarias.
Articulista. Sociólogo y gestor medioambiental, con suerte de poder compartir vocación y formación. Las Ciencias Sociales son una parte muy importante de mi vida. Considero la divulgación a través de la sociología como una gran herramienta para destapar las injusticias sociales y arrojar luz sobre la actualidad diaria contribuyendo así a ser un poco más libres y justos.