Lula da Silva favorito en las elecciones de Brasil en medio de un clima de violencia y la sombra de golpe de Estado
El próximo domingo día 2 de octubre tendrá lugar una de las fechas electorales más trascendentales a nivel político y social de todo el año 2022: las elecciones de Brasil. Cerca de 160 millones de personas llamadas a votar ejercerán su derecho soberano sobre múltiples cuestiones que definirán un nuevo equilibrio de poder dentro del país tras el turbulento y polémico Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
En primer lugar, elegirán a los 513 miembros que conforman la Cámara de Diputados y a 27 de los 81 escaños que constituyen el Senado nacional. Actualmente, la coalición entre fuerzas de ultraderecha y de derecha poseen mayoría en ambas cámaras, contando con 358 apoyos en la cámara baja y 61 en la cámara alta. Una mayoría que ha sostenido, con sus más y sus menos, al ejecutivo ultraconservador.
En segundo lugar, decidirán sobre la distribución regional del poder en los 27 territorios que conforman Brasil, tanto a nivel ejecutivo como legislativo.
Finalmente, probablemente la cuestión más importante, tendrán que votar por su nuevo presidente, siendo los principales candidatos a la presidencia el actual y conocido presidente Bolsonaro, y el anterior presidente de tendencia izquierdista, Luis Innácio Lula Da Silva.
El enfrentamiento entre ambos significará un nuevo capítulo de la pugna internacional entre ultraderecha y democracia en la que buena parte de los países del mundo se encuentran envueltas desde hace ya varios años, principalmente desde los ascensos al poder de Donald Trump y del propio Bolsonaro en 2016 y 2018, respectivamente. Una pugna que ha marcado también los comicios más recientes en América Latina y que se han saldado con victorias del ala política más progresista.
Lula Da Silva: favorito en todos los sondeos
A fecha de 28 de septiembre, y con un debate televisivo crucial a la espera, el candidato izquierdista lidera todas las encuestas y sondeos de intención de voto.
El Instituto Demoscópico IPEC de Brasil publicó esta misma semana una encuesta en la que afirmaba que Lula se encontraba en cifras de intención de voto sobre el 48%, superando por bastante margen a Bolsonaro, a quién la encuesta otorgaba un 31%.
Por otro lado, la encuesta también afirmaba que el rechazo al líder ultraderechista alcanzaba cifras del 51%, aumentando en un punto con respecto a la anterior encuesta. De igual forma, también habría aumentado el rechazo al candidato sindicalista Lula, quién habría pasado del 33% de rechazo a un 35%, si bien se sigue quedando lejos de su rival.
Según los datos de esta encuesta (con un 95% de tasa de confiabilidad y un 2% de margen de error), Lula Da Silva rozaría la victoria en primera vuelta, para la cual tendría que obtener más de la mitad de los votos válidos emitidos, aunque la actual polarización político y lucha de bloques en el país dicha posibilidad parece improbable, siendo más probable que tenga que darse una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados.
La encuestadora prevé esta posibilidad en su sondeo afirmando que, de darse una segunda vuelta entre Lula y Bolsonaro, la cuál se celebraría el día 30 de octubre, el ex presidente alcanzaría el 54% de intención de voto frente al 35% del candidato ultraderechista, lo cual le convertiría por segunda vez en presidente del país.
En la misma línea apuntan casi todas las encuestas, las cuáles difieren ligeramente en las cifras, pero coinciden en situar a Lula primero en la carrera presidencial con un rango de entre el 42 y el 48 por ciento de los votos emitidos, y a Bolsonaro segundo con un rango de voto entre el 31 y el 41 por ciento, en el mejor de los escenarios.
Unas elecciones de Brasil marcadas por la violencia ultraderechista
Las elecciones de este domingo parecen enfrentar únicamente a dos candidatos, Lula y Bolsonaro, pero la realidad es que hasta 12 candidatos se presentarán a los comicios electorales. En la práctica, su presencia se vaticina irrelevante.
Todas las encuestas coinciden en que el duelo electoral será a dos, y que el resto de las opciones políticas, en el mejor de los casos, podrían llegar a sumar conjuntamente un 15% de los votos totales, lo cual refleja hasta qué punto está la sociedad brasileña polarizada alrededor de dos únicas opciones políticas, que además son muy diferentes.
Así pues, las encuestas posicionan en tercer lugar a Ciro Gomes, candidato del Partido Democrático Laborista (PDT) de centroizquierda, con un 7%; en cuarto lugar, con un 4% de los votos, a Simone Tebet, del Movimiento Democrático de Brasil (MDB); tras de ellos, y con menos del 1% de los votos encontraríamos al resto de fuerzas políticas.
La polarización ha conformado dos grandes bloques: el bloque político de Lula Da Silva y el bloque político de Jair Bolsonaro, por lo que la estrategia electoral de ambos candidatos a lo largo de la campaña ha sido la de intentar atraer a los pocos votantes moderados o no significados que quedaban en Brasil.
De esta forma, Bolsonaro, ha suavizado el tono de su discurso a lo largo de la campaña, disculpándose incluso por acciones inmorales o reproblables que ha realizado a lo largo de sus mandatos. Por otro lado, Lula Da Silva ha llevado su estrategia más allá incluso, seleccionado como su teórico vicepresidente a Geraldo Alckmin, ex rival de Lula en pasadas elecciones y de ideología centrista o moderada.
Sus intentos de moderación no han tenido grandes efectos en la población general, ya que el clima que se respira en Brasil es el más polarizado que se recuerda, mucho más incluso que en las pasadas elecciones de 2018, cuando Bolsonaro se alzó con la victoria.
Y es que, desde el inicio de la campaña electoral tres personas han sido asesinadas en el país por motivos ideológicos, todas ellas por partidarios del político ultraderechista.
El primer asesinato ocurrió el pasado julio en Foz de Iguazú, cuando un agente penitenciario federal asesinó a un dirigente del Partido de los Trabajadores, Marcelo Arruda. El político celebraba su fiesta de cumpleaños con una camiseta con la cara de Lula Da Silva, y fue disparado al grito de “acá manda Bolsonaro”.
El segundo asesinato ocurrió hace unas semanas, el día 9 de septiembre, en una fábrica de Confresa. En esta ocasión el asesinato se dio entre dos trabajadores de la fábrica, uno partidario de Lula y otro de Bolsonaro, acabando el segundo asesinando al primero con un hacha.
Finalmente, la tercera víctima mortal falleció el pasado sábado en un bar de Fortaleza, en la zona noroeste del país, a causa de un asalto con arma blanca. En esta ocasión el agresor, condenado por violencia doméstica y partidario de Bolsonaro, entró al bar preguntando a los presentes si eran partidarios de Lula, y tras responder uno de ellos afirmativamente, se lanzó contra él, apuñalándolo.
Ninguno de los dos grandes candidatos ha hecho alusión a estos eventos, previsiblemente para evitar una escalada de violencia política en el país, pero sí que han acudido a todos los actos de campaña electoral portando chalecos antibalas ante posibles atentados contra su integridad física, un hecho sin precedentes que da una idea de hasta qué punto están las tensiones a flor de piel.
Este miedo se trasmite en todos los extractos sociales del país, afirmando una encuesta realizada este mismo mes por el Instituto Datafolha, por encargo de la Red de Acción Política para la Sostenibilidad y el Foro Brasileño de Seguridad Pública, que el 67,5% de los brasileños tienen miedo a ser agredidos a causa de sus opciones políticas y partidistas, confirmando otro dato: en los últimos 30 días un 3,2% de la población sufrió episodios de violencia por motivos políticos o ideológicos.
Conspiraciones, bulos y un posible golpe de Estado
Los resultados de las elecciones, así como la reacción y discurso de los vencedores y perdedores de la jornada, pueden acrecentar la violencia política en el país, así como poner en jaque la legitimidad misma del sistema democrático. Esto podría suceder teniendo en cuenta precedentes como el de Donald Trump, su derrota en las elecciones de Estados Unidos de 2020 y el posterior asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
En este sentido, Bolsonaro, ante una más que posible derrota, ha comenzado a agitar el fantasma de la conspiración contra su persona, diciendo que es “víctima de persecución política”, poniendo en duda la fiabilidad de las elecciones, eso sí, afirmando que respetará los resultados en caso de que sean unas “elecciones limpias”. Y es que el presidente ultraderechista, como hiciera Trump antes de las elecciones, lleva tiempo cuestionando la validez del proceso electoral, diciendo que habrá fraude electoral y señalando como posible elemento de dicho fraude al sistema electrónico de voto, el mismo que le llevó a la victoria en las pasadas elecciones.
La más que previsible derrota de Bolsonaro le ha llevado incluso a amenazar con suspender las elecciones el año pasado y a hacer exhibiciones públicas de cuestionamiento al orden público, a las instituciones o al sistema judicial hasta el punto que el Tribunal Superior de Justicia ha amenazado con procesarle por estas acciones, a lo que Bolsonaro contestó denunciando al juez que dijo estas palabras.
Durante un discurso tan solo el pasado día 7 de septiembre, con motivo del Día de la Independencia, dijo que «la historia se volvería a repetir» mientras repasada hechos históricos importantes de Brasil que incluía el golpe de Estado de 1964. Sus seguidores respondieron pidiendo una intervención militar, cerrar el Parlamento y destituir a los jueces del Supremo.
Además, Bolsonaro, ya desde el principio de su mandato, ha buscado granjearse el apoyo del ejército. No solo les ha dado puestos de poder en su Gobierno hasta punto en multiplicar por tres la presencia de militares en la administración, sino que incluso instó los militares a vigilar el proceso electoral, supuestamente para evitar que hayan irregularidades. Además, cerca de 1.500 militares se presentan a las elecciones de este domingo.
Y es que, a lo largo de su legislatura, el sector militar se ha visto ampliamente beneficiado, especialmente los altos cargos, pero también en líneas generales. Por ejemplo, se sabe que hubo un desvío de recursos destinados a la compra de vacunas en favor del presupuesto de mantenimiento de aviones del ejército, así como existen fuertes indicios de participación de militares activos y en retiro en la compra de vacunas a sobreprecio, incluyendo el ex ministro de Salud de Bolsonaro, el general Eduardo Pazuello.
Mientras Bolsonaro azuzaba la crispación social con su discurso, al tiempo que llevaba al desastre al país con su gestión de la pandemia y con su cuestionamiento constante de las instituciones públicas, principal motivo de su bajada progresiva de popularidad, hay pruebas que evidencian que el presidente brasileño podría haber estado preparando el terreno para no reconocer las elecciones y no entregar el poder. Así coinciden varios analistas políticos y expertos en política de Brasil.
Por otro lado, no está tan claro que el ejército vaya a apoyar a Bolsonaro en este sentido. De hecho, en marzo de 2021, la cúpula militar de las Fuerzas Armadas de Brasil dimitió en bloque por sus discrepancias con su Gobierno, acontecimiento que sucedía por primera vez en la historia del país. Por lo tanto, es posible que el actual mandatario ultraderechista, que se ha ido quedando cada vez más solo a medida que transcurría su mandato, tan solo esté apoyado por un núcleo duro y cercano de incondicionales que sea insuficiente para tomar el poder por la fuerza. Además, la administración estadounidense ya advierte que no respaldará acciones antidemocráticas en este sentido.
Queda pues por ver si considerará los próximos comicios como limpios y no, y si, por tanto, y de perder, respetará los resultados y facilitará la transición en el poder al próximo presidente brasileño.
Articulista. Estudiante de cuarto de Ciencias Políticas y apasionado de la investigación. Experiencia en movimientos estudiantiles y sociales. En mis artículos intento ofrecer un enfoque analítico más orientado a las ideologías y teoría política.