Sin estrategia para vencer al fascismo
En muchos blogs y portales de Internet, incluso en esta misma web, se ha hablado de la estrategia de la extrema derecha y del fascismo para crecer y perpetuarse. Es evidente que estamos en una nueva ola de populismo de derechas que amenaza con barrer la Unión Europa y América Latina, si es que no lo está haciendo ya.
La mayoría de los artículos se centran en cómo de bien los nuevos movimientos ultraderechistas saben emplear discursos, vender sus propuestas o conseguir que personalidades les apoyen. Se comenta una y otra vez cómo los partidos tradicionales se ven desplazados por mantras “políticamente incorrectos” y cómo la extrema derecha está siendo capaz de provocar una regresión en los derechos sociales conquistados a través de mensajes trasnochados disfrazados de modernidad.
Es indiscutible que la ultraderecha, la cual había permanecido al amparo de partidos neoliberales, o bien en la irrelevancia política, ha sabido aprovechar el momento y jugar sus cartas. Estamos asistiendo a una repetición de lo que pasó hace justo un siglo, con muchísimos paralelismos, incluyendo hasta una pandemia de gran alcance. Aunque se venía anunciando desde hace tiempo, victorias como la de Donald Trump en EEUU o la de Jair Bolsonaro en Brasil nos han pillado por sorpresa. Incluso que partidos como el Frente Nacional francés (ahora Reagrupación Nacional) o Vox en España hayan alcanzado esas cuotas de representación, es un hecho que parecía impensable hace tan solo unos años.
Sin embargo, esta sorpresa, por decirlo de alguna manera, ha ido acompañada de una falta de estrategia para contrarrestar los efectos del auge de la nueva derecha radical. Los partidos políticos de izquierda, sindicatos y otros colectivos parece que estén corriendo como pollo sin cabeza. No se aclaran si es bueno mencionarlos y señalar lo nefasto de sus discursos o si, por el contrario, es mejor ignorarlos y seguir a lo nuestro o si tenemos o no que contestar a cada fascista que nos encontramos por redes sociales… No hay una idea clara.
Y es normal. Los movimientos de izquierda en general llevan tiempo en la indefinición absoluta. Su discurso se dispersa en medio de la posmodernidad, elabora mensajes que casi nadie entiende y con los que casi nadie se identifica y, cuando consiguen tocar poder, terminan en muchos casos adoptando políticas no muy diferentes de los partidos tradicionales, como hemos visto con SYRIZA en Grecia.
Nadie duda de que elaborar un proyecto que defienda a las clases populares dentro de un sistema capitalista y, más aún, dentro de la europa mercantilista, plantea retos y contradicciones enormes. Claro que sí. Pero es que, además, estas dificultades llegan en un momento de división general de los colectivos de izquierdas. En España lo hemos ido viendo años atrás, pero se ha seguido viendo en EEUU, Canadá, Chile… y sí, poco a poco la unidad popular se ha ido construyendo, pero a costa de un desgaste inasumible. Mientras tanto, la derecha radical plantea mensajes claros, coherentes y con el que una persona trabajadora media se identifica. A costa de falsedades y blanqueamientos varios por parte de los medios, sí, pero ya se sabía desde el principio que enfrentarse al establishment tiene ciertos inconvenientes.
Llegados a este punto, ¿qué se puede hacer? Dudo mucho que alguien tenga la respuesta. Pero sí que se puede, para empezar, ver que estrategia funciona en otras partes. Me gustaría mencionar en este artículo tres casos particulares: Suiza, Grecia y Dinamarca, países donde la extrema derecha está experimentando un claro retroceso.
El caso suizo
Mapa esultados de las elecciones parlamentarias en Suiza en 2019 por municipio. Imagen: GBuvn para Wikimedia Commons, 21/10/2019 (CC-BY-SA 4.0)
En Suiza, el Partido del Pueblo Suizo (SVP) en 2015 se hizo con el 29,4% de la representación del parlamento suizo. Antaño un partido centrista, sus discursos contra la inmigración y sus posiciones reaccionarias lo han convertido en un partido de extrema derecha, elogiado por Steve Bannon, el que llevara a Trump al éxito mediante su campaña de fake news. Además, el SVP se convirtió en el partido que más referéndums populares convocaba aprovechándose del sistema de democracia semidirecta del país.
El año pasado, aunque mantenían su posición con respecto al resto de partidos, obtuvieron el 25,6% de la representación, al tiempo que las formaciones progresistas y ecologistas subieron. Además, un buen número de referéndums convocados por el SVP, incluyendo uno para expulsar a personas inmigrantes que cometieran delitos, fracasaron.
¿Qué sucede? Detrás de esto se encuentra la Operación Líbero, una iniciativa impulsada por gente joven de diversa ideología que trabaja para elaborar un relato propio que haga frente al de la derecha populista. La estrategia que utilizan es simple pero efectiva:
- Elaborar un discurso con agenda propia, en lugar únicamente limitarte a responder.
- El discurso debe de ser coherente y simple.
- Cambiar el marco del debate. La extrema derecha usa un discurso identitario en el que la gente se ve reflejada que puede ser aprovechado para apoyar otras premisas.
- Utilizar datos y hechos fácilmente comprobables.
- Emplear mensajes que llamen la atención: vídeos cortos, memes… impulsados mediante campañas en redes sociales.
- Rebatir al contrario siempre que sea posible, con convicción y contundencia.
- Evitar la superioridad moral y también evitar presumir de ella. El discurso de “somos mejores y más buenos que tú porque sabemos más y porque nuestras ideas son las éticamente superiores” no funciona.
Algo que también señalan las personas responsables de esta iniciativa es que existen estrategias que han demostrado fracasar, como tratar de comprar o acercarse al discurso de la extrema derecha. Es decir, aproximar tus posiciones ideológicas hacia las suyas, aunque a corto plazo pueda evitar la pérdida de votos, sólo postergas la derrota.
En lugar de moverte hacia la derecha en el espectro, hay que buscar nuevas formas de defender tus posturas ideológicas.
El caso griego
Manifestación en Komotini, Grecia, de Amanecer Dorado, en 2010. Imagen: Ggia para Wikimedia Commons, 19/12/2010 (CC-BY-SA 3.0)
Amanecer Dorado, un partido abiertamente neonazi y admirador de dictaduras, con un uso descarado de la violencia callejera, llegó a gozar de amplia popularidad. En 2014 se convirtió en tercera fuerza política con el 9% de los sufragios en las elecciones europeas. Y en 2015 con el 7% de los votos en las elecciones parlamentarias griegas. Hoy en día, está sumido en la irrelevancia política, con sus sedes cerradas y con un apoyo que no llega al 3%.
Con el descenso de la popularidad de SYRIZA, se podría esperar un crecimiento del partido neonazi. ¿Qué es lo que ha pasado?
La estrategia para frenar a la extrema derecha ha sido un tanto diferente al caso suizo.
En primer lugar, destaca el apagón informativo que sufrió Amanecer Dorado. Los medios de comunicación no sólo dejaron de “blanquear” al partido y presentarlo como una opción más dentro de la diversidad política griega, sino que hicieron como si no existiera. Únicamente se les mencionaba cuando provocan algún tipo de disturbio o conflicto social.
Al unísono, desde las instituciones se les fueron imponiendo diferentes trabas para poder celebrar actos públicos o para realizar según qué publicaciones orientadas a incitar el odio contra colectivos vulnerables. Una actuación que hay que agradecer principalmente a SYRIZA, pero también a otros gobiernos locales de ideología diversa.
En segundo lugar, destaca la rápida y contundente organización de los movimientos antifascistas griegos, especialmente a través de redes locales, sindicatos y el KEERFA. De manera similar a la Operación Libero, no sólo crearon un discurso alternativo, sino que aumentaron de forma considerable su presencia en las calles y en los barrios, ofreciendo ayuda, organizando contra-manifestaciones y recogiendo las demandas de las clases populares.
Y, en tercer y último lugar, la aparición de otro partido de extrema derecha, Solución Griega, cuyos métodos e ideas se alejan del neonazismo y de la agresividad de Amanecer Dorado, han terminado suponiendo la división del voto ultra y hecho añicos su discurso.
El caso holandés
Diagrama de Nolan con la situación en el espectro ideológico político de los principales partidos políticos de Países Bajos, 2012.
Países Bajos cuenta con el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders como máximo exponente del populismo de la derecha radical. Con un discurso llano y centrado en el euroescepticismo, la xenofobia y la antiinmigración, no ha dejado de crecer. Incluso ha formado parte del gobierno liberal de Mark Rutte, actual primer ministro, en 2010.
No obstante, aunque sigue teniendo representación y a nivel parlamentario cuenta con apoyo, en 2019 en las elecciones europeas pasó del 13,3% al 3,5% de los votos, perdiendo toda su representación en el europarlamento. En el Senado pasó del 11,6 al 6,5% de los votos. Todo indica pues que continuará perdiendo apoyo.
¿Cómo ha sido eso posible? Existe una diferencia clara a partir de la cual el partido ultra de Wilders va perdiendo apoyo. Es cuando el VVD, el partido de Mark Rutte, cambia de estrategia. Decide prescindir de él para gobernar y convoca elecciones en 2012, en las que termina pactando con el Partido del Trabajo (PvdA). Es decir, el PVV, que en su momento se configura como una escisión del VVD (tal y como ha pasado en España con Vox y el PP) y van de la mano en el gobierno, termina siendo rechazado por éste último y dando un giro hacia posiciones más progresistas.
Hoy, desde el año 2017, Mark Rutte se encuentra en su tercer gobierno, apoyado por D66, CDA y CU, en una clara coalición socioliberal con tintes conservadores.
En Países Bajos, lo que ha sucedido es que la totalidad de los partidos han apoyado una estrategia llamada “cordón sanitario”, poniendo freno desde las instituciones y desde los discursos políticos a la retórica antiinmigración, racista y eurófoba.
De hecho, en 2016, un nuevo partido ultraderechista, Foro por la Democracia, surgió para hacer del euroescepticismo su bandera y huir de posiciones tan xenófobas. Aunque tuvo representación, también terminó descalabrándose, además de dividir el voto.
Es decir, la estrategia que funcionó en Países Bajos fue unir todo el arco parlamentario contra el discurso populista y apartarlos de las instituciones.
¿Qué estrategia seguir?
Lo primero que se puede deducir es que no hay una estrategia unánime para combatir a la extrema derecha y a sus innumerables falacias. Dependerá de qué tipo de partidos se trate y de cuál sea el contexto político de cada pais.
Pero sí que podemos extraer algunas conclusiones interesantes que sí que parecen funcionar:
- Rechazar pactos políticos con partidos ultraderechistas que implique que accedan a puestos de poder.
- Negarles altavoces públicos, ya sea en medios de comunicación o a pie de calle.
- Hacerles frente en las calles y en redes sociales, rebatiendo su discurso y sus acciones.
- Presentar alternativas con un discurso basado en datos, con convicción y en base a las preocupaciones de la gente de a pie.
- No dejar que se apropien de conceptos e ideas que son patrimonio de todo el mundo. Es decir, no dejar que monopolicen el discurso identitario.
- Ofrecer un discurso alternativo claro, cohesionado, simple, entendible y en el que cualquiera pueda reflejarse.
- Actuar de manera unida, cohesionada y clara desde todas las fuerzas que rechacen el populismo derechista.
No se pretende sentar cátedra con este escrito pero, sin duda, seguir la estela de estos ejemplos podría ser una buena manera de empezar.
Fuentes, enlaces y bibliografía:
Foto destacada: Ελληνικά: Μέλη της Χρυσής Αυγής με σημαίες σε συγκέντρωση έξω από τα γραφεία της στην Αθήνα, 21 Μαρτίου 2015. Miembros de Amanecer Dorado agitando sus banderas con el logo de su partido a las afueras de su sede, Athens, Marzo 2015 Autor: DTRocks
Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.