El capital del miedo
La vida actual en las sociedades occidentales se nos presenta como una vida repleta de inestabilidad. Esto se traduce en empleos cambiantes, relaciones fugaces, necesidades infinitas… De esta forma, en décadas pasadas, el progreso era una idea ligada al avance, a la seguridad y a la inevitable mejora de las condiciones de vida, objetivos unidos de manera indisoluble a la innovación tecnológica y científica. Hoy en día, la concepción de progreso ya no es la misma. El aumento de la velocidad en los aspectos sociales de la vida ha propiciado que el avance tecnológico conlleve el riesgo de quedarse excluido y, por tanto, en vez de garantizar un aumento de las condiciones de vida, augura una incertidumbre y un miedo constante.
Este aumento de la inestabilidad en nuestras vidas y de la aceleración de los procesos que las componen es una de las características principales de la Vida Líquida (2017). Este concepto fue elaborado por el sociólogo Zygmunt Bauman para explicar el proceso de cambio y aceleración que ha sufrido la vida individual y social del ciudadano actual.
Para Bauman, esta inestabilidad que caracteriza nuestras vidas y en general, la sociedad, viene dada por tres motivos concretos: en un primer lugar, la revolución de las TIC, la cual ha generado una transferencia de información a escala global que ha interconectado todo el globo a través de las nuevas tecnologías. En segundo lugar, la inmigración a escala masiva, una migración que jamás se ha visto en las dimensiones que se da hoy en día y que tiene capacidad para cambiar el contexto social y poblacional con más rapidez que antes. Y, en tercer y último lugar, el gran peso de las grandes empresas y corporaciones, las cuales, tienen igual o más capacidad de influencia que los propios estados, y que, además, han conseguido insertar sus lógicas neoliberales de aceleración, competencia y dinamismo propias del mercado económico en todos los niveles de la vida social.
Cada cerradura adicional que colocamos en la puerta de entrada como respuesta a sucesivos rumores de ataques de criminales de aspecto foráneo, cada revisión de la dieta en respuesta a un nuevo «pánico alimentario», hace que el mundo parezca más traicionero y temible, y desencadena más acciones defensivas (que, por desgracia, están condenados seguramente a desembocar en el mismo resultado). Nuestros miedos se perpetúan y se refuerzan cada vez más a sí mismos. – Zygmunt Bauman, Vida Líquida (2017), pág 94
¿Qué nos deja este contexto? Incertidumbre, inseguridad y miedo en nuestras vidas. Pero no hay que olvidar que la denominada «Vida Líquida» es vivida dentro de una sociedad de consumo. De esta manera, la propia inseguridad que genera el sistema capitalista actual es comercializada y usada en beneficio propio. Siendo el miedo y la búsqueda de seguridad uno de los principales motores de consumo del sistema (si no el principal) y, además, utilizado de manera exhaustiva por el marketing.
Ejemplos los encontramos a todas horas (anuncios de alarmas, defensa personal, seguros…) y no solo de temas relacionados con un posible asalto o agresión, si no de otro tipo de inseguridades. Por ejemplo, con los efectos de la vejez (cosméticos, dietas, gimnasios, deporte…). Además, esta venta al por mayor de inseguridad, también se lleva a cabo a través de los programas políticos y los propios medios de comunicación con sus relatos sobre las continuas amenazas sobre la seguridad personal.
En la actualidad, encontramos un claro ejemplo de alarmismo intencionado a través de la problemática de los «Okupas». Existe una clara evidencia de que no es un problema masivo, además de tener muchos matices de por medio y siendo cada caso de «ocupación» muy diferente. Sin embargo, cubre portadas, horas de televisión, discursos políticos y publicaciones masivas en redes sociales. Evidentemente, las grandes cadenas saben que un tema enfocado directamente hacia la integridad personal genera audiencia, aunque no sea un problema social y no exista la necesidad de alarmar a la población. Lo primero es lo primero. Y lo que da beneficio en este caso es generar un relato basado en el miedo, la incertidumbre y la inseguridad.
Por otro lado, existen otros agentes que se aprovechan de este proceso de generación de inseguridad, como por ejemplo los partidos políticos. La derecha y la extrema derecha, Vox y el Partido Popular (PP) en el caso español (pero os aseguro que es extrapolable a muchos otros países), utilizan el discurso de la okupación como arma arrojadiza, desviando la atención de las verdaderas problemáticas sociales, generando en su caso un contexto ficticio donde es muy fácil criminalizar y, sobre todo, prometer seguridad, llegando de esta manera a su único objetivo: obtener votos de cualquier forma posible y beneficiar a las oligarquías que están detrás de la financiación de dichos partidos.
Ojo, no estoy diciendo que no existan casos de «ocupación» claramente injustos, no, lo que quiero plantear es ¿realmente es un problema social a escala nacional? ¿Por qué no se analiza el potencial contexto que puede facilitar que la gente tome ese tipo de decisiones (crisis, aumento de la desigualdad, problema de viviendas vacías, desahucios masivos…)? ¿Es la mano dura y la represión la única/mejor solución? ¿Realmente una ley antiokupa de carácter coercitivo parará el problema? ¿Esta ley puede beneficiar a los bancos y fomentar que ejerzan desahucios sobre personas que no pueden pagar su hipoteca?
Creo que son reflexiones más que necesarias o nos podremos encontrar con un gran porcentaje de gente votando a partidos de extrema derecha por miedo a que un ficticio okupa le deje sin vivienda. Sin embargo, existe una posibilidad infinitamente más alta de que sea el banco el que acabe desahuciándolos y, entonces, la víctima se convertirá en un potencial criminal simplemente porque los medios y la propaganda política así lo quieren.
El mundo que se ve por televisión se parece a uno en el que los «ciudadanos/ovejas» son protegidos de los «delincuentes/lobos» por «policías/pastores». – Ray Surette, Media, Crime and Criminal Justice (1992), pág.43
Articulista. Sociólogo y gestor medioambiental, con suerte de poder compartir vocación y formación. Las Ciencias Sociales son una parte muy importante de mi vida. Considero la divulgación a través de la sociología como una gran herramienta para destapar las injusticias sociales y arrojar luz sobre la actualidad diaria contribuyendo así a ser un poco más libres y justos.