Europa

Cómo grupos paramilitares neonazis radicalizan y reclutan miembros en Ucrania

Artículo original de Amy Gunia y Madeline Roache para TIME: Like, Share, Recruit: How a White-Supremacist Militia Uses Facebook to Radicalize and Train New Members

El conflicto sociopolítico y bélico en Ucrania lleva arrastrándose décadas. Aunque ocupa portadas desde hace relativamente poco tiempo, el gobierno ucraniano libra una guerra dentro de su propio territorio con apoyo de la Unión Europea y de la OTAN desde 2014, cuando el ejecutivo de Víktor Yanukovich fue desplazado por las violentas manifestaciones organizadas en buena medida por grupos paramilitares neonazis.

Desde entonces, el gobierno a institucionalizado a aquellos grupos, como el Batallón Azov o Sector Derecho, haciéndolos formar parte del ejército y colocando a sus líderes en puestos de poder y en cargos políticos. Como era de esperar, esto se ha traducido en importantes violaciones de derechos fundamentales y de crímenes de odio en la región del Donbass, donde dos autoproclamadas repúblicas, Lugansk y Donetsk, tratan de defender su soberanía.

Más aún, Ucrania se ha convertido en un punto de encuentro y de unión entre grupos neofascistas de todo el mundo, donde reciben armamento y entrenamiento, no en vano, están regados de dinero institucional, con la connivencia necesaria de las alianzas políticas, económicas y militares occidentales.

En este punto, desde TIME hicieron un espléndido reportaje sobre cómo el Batallón Azov, uno de estos grupos paramiliares neonazis, aprovechaba las redes sociales, Facebook más concretamente, para captar a miembros. Facebook ha sufrido muchas polémicas por su débil reacción contra el discurso de odio y las apologías al fascismo que han recorrido sus entrañas, víctima de Peter Thiel, uno de los elementos más conservadores que, hasta hace pocas semanas, todavía continuaba en su junta directiva.

Así, Facebook ha sido aprovechado por la extrema derecha para favorecer la radicalización de la sociedad y para manipular campañas políticas, como pasó con el caso de Cambridge Analytica y la campaña del Brexit, o durante la pandemia, por citar solo dos ejemplos.

El Batallón Azov, clave en la red global neonazi

La nieve acababa de derretirse en las calles de Kiev, la capital de Ucrania, cuando Shawn Fuller, un veterano de la Marina de los EEUU, llegó a principios de la primavera de 2018. En el borde occidental de la ciudad, encontró la dirección que su reclutador le había enviado a través de Facebook, un albergue de mala muerte con unas dos docenas de camas, cada una reservada para un combatiente extranjero.

Batallón Azov posando con una esvástica y la bandera de la OTAN. Autor: Desconocido. Fuente: Twitter
Batallón Azov posando con una esvástica y la bandera de la OTAN. Autor: Desconocido. Fuente: Twitter

Los hombres que Fuller conoció en el interior eran en su mayoría de Europa, al igual que su reclutador, un noruego fumador empedernido llamado Joachim Furholm, que había sido condenado por robo a un banco en Noruega en 2010. Los dos se habían conocido a través de Facebook y llegaron a conocerse intercambiando experiencias en el plano militar, cada uno en su ámbito.

Cuando finalmente se encontraron, Fuller se dio cuenta de que su nuevo compañero tenía una esvástica tatuada en la mano izquierda. No hubo ninguna sorpresa, pues Furholm no había ocultado en ningún momento sus simpatías por el nacionalsocialismo. Y es que Furholm, según revela TIME, era el punto de contacto dentro de una red global de extrema derecha que, a su vez, le sirvió a Fuller para encontrarse con el Batallón Azov, el grupo paramilitar neonazi mencionado anteriormente y que ha servido de inspiración a grupos similares en todo el mundo.

Desde 2014, muchos grupos paramilitares neonazis han servido a la causa ucraniana. No solo han servido: han formado su espina dorsal y organizado a las fuerzas armadas del país, así como los movimientos que derrocaron al gobierno ese año en el mal llamado «Euromaidán». De entre todos ellos, el Batallón Azov es uno de los más significativos: tiene su propio partido político, dos publicaciones, organizan un campamento de verano juvenil y tienen una división, el «Cuerpo Nacional», una fuerza de vigilancia que patrulla las calles integrado en la Guardia Nacional, una fuerza policial del país.

Tiene un ala militar con al menos dos bases de entrenamiento y un gran arsenal de recursos: armas, drones, vehículos blindados, artillería… todo lo que un grupo supremacista puede soñar para llevar a cabo sus sueños más húmedos.

Como se ha indicado anteriormente, el Batallón Azov es el nexo común entre una red global de grupos supremacistas que alcanza una gran variedad de países tanto de América, como de Europa, e incluso de Oceanía. Un nexo sobre el que se apoyan para compartir recursos, estrategias, información, entrenamiento… y también para reclutar a jóvenes entusiastas que desean empuñar un rifle en nombre de ideas perversas.

Ali Soufan, consultor de seguridad y exagente del FBI que ha estudiado a este grupo, estima que más de 17.000 combatientes extranjeros han llegado a Ucrania en los últimos seis años desde 50 países. Eso supone el 7% de los efectivos regulares, si contar la reserva. Es decir, casi 1 de cada 10.

Este patrón de reclutamiento, tal y como Soufan declaró a TIME, responde al mismo patrón que Afganistán en la década de 1990, cuando las fuerzas talibanes se hicieron cargo del país tras la retirada del ejército soviético.

En una audiencia del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes en septiembre de 2019, Soufan instó a los legisladores a tomar la amenaza más en serio. Al mes siguiente, 40 miembros del Congreso firmaron una carta pidiendo, sin éxito, que el Departamento de Estado de los EEUU designara al Batallón Azov como una organización terrorista extranjera.

“Azov ha estado reclutando, radicalizando y capacitando a ciudadanos estadounidenses durante años”, decía la carta. Christopher Wray, el director del FBI, confirmó más tarde en su testimonio ante el Senado de los Estados Unidos que los supremacistas blancos estadounidenses ‘en realidad viajan al extranjero para entrenar'».

Facebook y las redes sociales, la clave

El reportaje de TIME, en un intento por entender cómo pudo ser que lo que empezó como un pequeño grupo paramilitar se convirtiese en una de las organizaciones neonazis más influyentes del mundo, entrevistó a varios líderes y reclutas del Batallón Azov. ¿La conclusión? La clave, entre otras muchas variables, estaba en las redes sociales, especialmente Facebook. “Facebook es el canal principal”, dijo Furholm, el reclutador.

Por su lado, Facebook se ha defendido citando sus intentos recientes de lidiar con la proliferación de extremistas de derecha, diciendo que ha prohibido más de 250 grupos de supremacía blanca, incluido Azov. “A medida que evolucionan sus esfuerzos para regresar a la plataforma, actualizamos nuestros métodos de aplicación con tecnología y experiencia humana para mantenerlos alejados”, dijeron en un comunicado.

No obstante, parece claro que la red social de Zuckerberg llega tarde y mal. Es cierto que el Batallón Azov fue clasificado como «organización peligrosa» en 2016, pero las cuentas y páginas vinculadas al grupo supremacista siguieron activas hasta 2020. Estas son las conclusiones de una investigación del Centro para Contrarrestar el Odio Digital publicada en noviembre de 2021.

Incluso en diciembre, el ala política del movimiento Azov, el Cuerpo Nacional, y su ala juvenil mantenían al menos una docena de páginas en Facebook. Curiosamente, la publicación del reportaje de TIME coincidió con la eliminación de estas páginas.

El Batallón Azov es solo un ejemplo de cómo las redes sociales, tanto Facebook, como Twitter o YouTube, han hecho una gestión pésima a la hora de combatir el discurso de odio y la radicalización de extrema derecha. Estudios han demostrado que los algoritmos de YouTube facilitan el proceso de radicalización política. E incluso Twitter en un estudio reconoció que su algoritmo favorecía el contenido de derechas, aunque afirmó que no sabía por qué.

A pesar de que estas redes se defienden diciendo que castigan este tipo de contenido en sus normas comunitarias, hay cierto consenso en que este juego de ir encontrando cuentas y mensajes e ir eliminándolos a menudo se siente arbitrario e ineficaz, e incluso contraproducente. Y la realidad es que la radicalización no ha hecho más que aumentar: el terrorismo de extrema derecha es ahora la principal amenaza para la seguridad nacional en países como Estados Unidos o Alemania, y una creciente amenaza para la democracia por encima del terrorismo islámico.

Después del peor ataque de este tipo en los últimos años, la masacre de 51 personas en Christchurch, Nueva Zelanda, en 2019, un brazo del Batallón Azov ayudó a distribuir el manifiesto del terrorista, impreso y en línea, buscando glorificar sus crímenes e inspirar a otros a hacerlo. En los 16 años que siguieron a los ataques del 11 de septiembre, los grupos de extrema derecha fueron responsables de casi las tres cuartas partes de los 85 incidentes extremistas mortales que tuvieron lugar en suelo estadounidense, según un informe publicado en 2017 por la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de EEUU.

En su carta al Departamento de Estado en 2019, los legisladores estadounidenses señalaron que “el vínculo entre Azov y los actos terroristas en Estados Unidos es claro”. Las autoridades ucranianas también han tomado nota. En octubre, deportaron a dos miembros de Atomwaffen Division, un conocido grupo neonazi que intentaba colaborar con Azov para adquirir “experiencia de combate”, según un informe de BuzzFeed News que citaba a dos funcionarios de seguridad ucranianos.

La institucionalización del Batallón Azov

Entre los aliados estadounidenses más cercanos de Azov se encuentra el Movimiento Rise Above, o RAM, un grupo de extrema derecha, algunos de cuyos miembros han sido acusados ​​por el FBI de una serie de ataques violentos en California. El líder del grupo, Robert Rundo, ha dicho que su idea para RAM provino de la escena neonazi de Ucrania. “Esta es siempre mi inspiración para todo”, dijo en un podcast de derecha en septiembre de 2017, refiriéndose a Azov como “el futuro”. “Realmente tienen la cultura allá afuera”, dijo. “Tienen sus propios clubes. Tienen sus propios bares. Tienen su propio estilo de vestir”.

Andriy Biletsky se dirige al Segundo Congreso del Patriota de Ucrania, Kharkiv. Autor: Patriotas de Ucrania: 12/04/2008. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)
Andriy Biletsky se dirige al Segundo Congreso del Patriota de Ucrania, Kharkiv. Autor: Patriotas de Ucrania: 12/04/2008. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

El principal centro de reclutamiento de Azov, conocido como la Casa Cosaca, se encuentra en el centro de Kiev, un edificio de ladrillos de cuatro pisos cedido por el Ministerio de Defensa de Ucrania.

En el patio hay un cine y un club de boxeo. El último piso alberga una sala de conferencias y una biblioteca, llena de libros de autores que apoyaron el nazismo alemán, como Ezra Pound y Martin Heidegger, o cuyas obras fueron reapropiadas por la propaganda nazi, como Friedrich Nietzsche y Ernst Jünger. En la planta baja hay una tienda llamada Militant Zone, que vende ropa y llaveros con esvásticas estilizadas y merchandising neonazi para todos los gustos.

Olena Semenyaka, cabeza de la gestión de los contactos internacionales del Batallón Azov, reconoció a TIME que la misión de Azov era formar una coalición de grupos de extrema derecha en todo el mundo occidental con el objetivo final de tomar el poder en toda Europa.

Esta influencia en la escena supremacista mundial destaca con el poco apoyo electoral que tienen y que han tenido históricamente en Ucrania, no en vano, fue un país invadido por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y con una fuerte influencia de Rusia. De hecho, ningún grupo de extrema derecha ganó escaños en las elecciones pasadas ¿Cómo pueden coexistir estas realidades?

Esto se debe a la institucionalización que se ha dado de estos grupos paramilitares neonazis. El gobierno surgido en 2014 concedió la amnistía de 23 presos, entre ellos destacados líderes de extrema derecha como Andriy Biletsky, de Patriotas de Ucrania, condenado por asesinato. Este grupo fue el brazo armado de Svoboda, uno de los principales partidos de extrema derecha de Ucrania y heredero de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), organización fascista ucraniana que se enfrentó a la URSS y a la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial.

En 2007, dejaron Svoboda y acabaron integrados en Azov en 2014 cuando Biletsky fue liberado, tras reorganizar el grupo. La integración de Patriotas de Ucrania en el Batallón Azov marcó el inicio del despegue del grupo, incluyendo su simbología: el «wolfsangel» y el «sol negro«, iconos empleados por el nazismo alemán. Además de Patriotas de Ucrania, voluntarios de otros grupos de extrema derecha integraron el grupo, como Sector Derecho.

Para hacer frente al conflicto que sucedió en Crimea y en la región del Donbass, dominados mayoritariamente por población de etnia rusa, que se opusieron a este cambio de gobierno por la fuerza, el ejecutivo se apoyó en estos grupos paramilitares neonazis que habían liderado el «Euromaidán». De entre ellos, el Batallón Azov fue uno de los más destacados. Su nombre se derivó de la costa del Mar de Azov, donde vio por primera vez un gran combate.

Varios testimonios aseguran que el desempeño y la disciplina de Azov en el frente bélico fue destacado. Petro Poroshenko, entonces presidente de Ucrania, elogió al Batallón Azov en una ceremonia ese mismo año. «Estos son nuestros mejores guerreros», dijo.

Por lo tanto, una de las decididas claves de este crecimiento exponencial fue el apoyo institucional del gobierno ucraniano. De hecho, a partir de este punto, la popularidad del Batallón Azov atravesaría fronteras. Durante el primer año de la guerra, la milicia de Biletsky fue absorbida oficialmente por la Guardia Nacional, convirtiéndose en un regimiento dentro de las fuerzas armadas de Ucrania.

Ese estatus vino con un arsenal que ninguna otra milicia de extrema derecha en el mundo podría reclamar, incluidas cajas de explosivos y equipo de combate para hasta 1.000 soldados. En los programas de entrevistas en horario de máxima audiencia en Ucrania, Biletsky y sus lugartenientes fueron tratados como auténticos héroes, y utilizaron su fama como trampolín hacia la política.

Biletsky ganó un escaño en el parlamento a fines de 2014, durante las primeras elecciones legislativas que siguieron a la revolución. Sus ambiciones pronto crecieron más allá de Ucrania. A través de discursos y videos de propaganda publicados en YouTube y ampliamente compartidos en Facebook, el Batallón Azov comenzó a cultivar un perfil en línea y una estética distintiva. Los clips a menudo presentaban marchas iluminadas con antorchas y escenas de guerra, mostrando el acceso del movimiento a la artillería pesada.

Facebook, espacio de reclutamiento

No fueron los únicos extremistas que abrazaron las redes sociales en 2014. Cuando el DAESH declaró un califato en el Medio Oriente ese año, comenzó a publicar propaganda en las redes sociales, mezclando memes, versos religiosos y escenas de violencia gratuita. El enfoque tomó a las plataformas por sorpresa, y durante un tiempo el califato pudo atraer a una clase de jóvenes musulmanes descontentos para luchar.

Manifestación Unite the Right. Autor: Anthony Cride, 09/04/2018. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)
Manifestación Unite the Right. Autor: Anthony Cride, 09/04/2018. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

Para 2017, tanto Facebook como YouTube habían desarrollado algoritmos para detectar material extremista islámico, luego de enfrentar una presión significativa de los gobiernos occidentales para actuar. Una presión que, por algún motivo, no se ha ejercido de forma similar en las redes neofascistas.

En algunos casos, los algoritmos de Facebook empujaron a los usuarios a unirse a estos grupos. En una presentación interna en 2016, sus analistas observaron los grupos políticos alemanes en la plataforma donde prosperaba el contenido racista.

Encontraron que dentro de este segmento de Facebook, el 64% de las personas que se unían a grupos extremistas los encontraban a través de las propias herramientas de recomendación de la plataforma. “Nuestros sistemas de recomendación aumentan el problema”, afirma el análisis, según un informe del Wall Street Journal que cita el documento interno.

Los grupos de Facebook eran un campo de acecho para reclutadores como Furholm, el noruego con el tatuaje de la esvástica. En el apogeo de sus esfuerzos en 2018, pertenecía a 34 grupos dedicados al ámbito ultraderechista, según la base de datos compilada por Megan Squire, profesora de informática en la Universidad de Elon en Carolina del Norte.

Entre los nombres de los grupos que frecuentaba Furholm estaban “Comprender el nacionalsocialismo”, “Fascist New Man of Third Millennium” y “National Socialist News”.

27 de ellos, incluidos esos tres, han desaparecido de Facebook, pero quedan siete. Uno se describe a sí mismo como “identidad pro-blanca” y muestra como su imagen principal un sol negro con un águila encima, imágenes abiertamente nazis. Otro, revisado por TIME en diciembre, contiene montones de publicaciones antisemitas y racistas. TIME informó a Facebook sobre los grupos que aún están en línea, y la compañía dijo que estaba completando una revisión del contenido.

Mientras Furholm revisaba las publicaciones y los comentarios en estos grupos, buscaba a hombres jóvenes que fueran, como él dice, «el tipo», lo suficientemente maduros para ver los riesgos de unirse a un grupo militante como Azov pero lo suficientemente imprudentes como para unirse a ellos.

El 11 de agosto de 2017, el problema de Facebook con la derecha radical se volvió mucho más difícil de ignorar. Una procesión de neonazis y supremacistas blancos marchó ese día por la ciudad de Charlottesville, Virginia, portando antorchas y banderas confederadas en una manifestación llamada Unite the Right.

Al día siguiente, uno de ellos golpeó y mató a un contramanifestante con un automóvil. La manifestación fue organizada, en parte, en Facebook.

Para muchos, la violencia en Charlottesville fue un momento decisivo, una muestra descarada de cómo el supremacismo blanco había entrado en la corriente política principal de EEUU con el apoyo implícito del entonces presidente Donald Trump. Los activistas dicen que no debería haber sido una sorpresa, especialmente para la red social más grande del mundo.

En 2012, Beirich, quien entonces era el director del proyecto de inteligencia del Southern Poverty Law Center (SPLC), comenzó a proporcionar listas de grupos de odio a Facebook. Aunque sus moderadores ocasionalmente eliminaban algunos, «no pudimos obtener ninguna tracción sobre la necesidad de eliminar sistemáticamente las ideas extremistas hasta Charlottesville», dice ella.

Poco después de la manifestación Unite the Right, Facebook (junto con YouTube y otras plataformas) prohibió varias páginas, perfiles y grupos supremacistas que hasta entonces se habían librado. Facebook también se comprometió a ser más diligente en esta cuestión, pero para la mayoría de activistas estas palabras cayeron en saco roto.

Al año siguiente quedó claro que esos cambios no eran suficientes. El atacante de la mezquita de Christchurch, que transmitió en vivo la atrocidad en Facebook, se había radicalizado por material de extrema derecha en gran parte en YouTube y Facebook, según un informe del gobierno de Nueva Zelanda publicado en diciembre de 2020.

Pasó un tiempo en Ucrania en 2015 y mencionó planes para trasladarse al país de manera permanente. “Sabemos que cuando estuvo en esa parte del mundo, se puso en contacto con grupos de extrema derecha”, dice Andrew Little, ministro responsable del Servicio de Inteligencia de Seguridad de Nueva Zelanda.

Hasta el momento, 48 países y la mayoría de las principales plataformas tecnológicas se han sumado a una iniciativa de Nueva Zelanda que pide a las empresas de redes sociales que hagan más para vigilar a los grupos extremistas.

Después de Christchurch, Facebook prohibió “el elogio, el apoyo y la representación del nacionalismo blanco y el separatismo blanco” e introdujo medidas destinadas a desradicalizar a los usuarios que buscan términos relacionados con ideas neonazis. Pero, como se ha dicho antes: tarde y mal.

Ahora, grupos como el Batallón Azov están donde están en parte por no haber atajado el problema a tiempo y con contundencia. Facebook ayudó durante años a construir una red global que no será fácil de romper. “Debido a que se permitió que este material proliferara durante tanto tiempo, en particular en Facebook, ahora tenemos miles, millones de personas que han sido absorbidas por el mundo de la supremacía blanca y otras formas de extremismo”, dice Beirich. “Ese problema ahora existe. Esas son las consecuencias de no haber actuado antes”.

Evidentemente, no se trata únicamente de las redes sociales. El Gobierno de EEUU también ha tardado tiempo en reconocer el peligro del Batallón Azov. En marzo de 2018, el Congreso denunció públicamente al grupo y prohibió al gobierno proporcionar “armas, entrenamiento u otro tipo de asistencia” a sus combatientes. Aunque en gran medida simbólica, la medida disuadió a todas las fuerzas militares occidentales, y especialmente a los miembros de la alianza de la OTAN, de entrenar junto a los combatientes de Azov, o incluso de tener algo que ver con ellos.

Como respuesta, el Batallón Azov ha intentado profesionalizarse, aumentando sus exigencias, desarrollando una mayor disciplina y apartando, aunque sea en apariencia, alguna de sus ideas. Sin embargo, el reclutador reconoció a TIME que, cuando alguien no puede atravesar estos nuevos filtros, se contacta con otros grupos paramilitares neonazis para que que forme parte de ellos.

En resumen, un claro ejemplo de cómo no actuar de forma contundente a creado un poderoso monstruo que, tal y como han avisado muchos expertos en la materia, afecta y puede afectar al futuro de las democracias occidentales.

Artículo original de Amy Gunia y Madeline Roache para TIME: Like, Share, Recruit: How a White-Supremacist Militia Uses Facebook to Radicalize and Train New Members

Fuentes, enlaces y bibliografía:

– Foto de portada: Batallón Azov desfilando. Fuente: Twitter

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