Lexit: cómo la derecha y ultraderecha británica instrumentalizaron a la izquierda para imponer su agenda
Lexit es un término acuñado por el activista Owen Jones para hacer referencia en 2015 a una futurible campaña de izquierdas a favor del Brexit de cara al referéndum de 2016. En España es conocido por ser también el actual eslogan del movimiento por la autodeterminación regional de León, que a su vez tiene una larga tradición histórica desde ambos lados del espectro ideológico.
Se ha escuchado poco porque la campaña a favor del Brexit, esto es, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, fue apoyada por la derecha y por la extrema derecha, mención especial al Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage, esgrimiendo a menudo datos falsos, bulos, «fake news» y abundante xenofobia. Por no hablar del escándalo de Cambridge Analytica, donde la empresa se sirvió de forma ilegítima de datos personales de la red social Facebook con fines propagandísticos.
Sin embargo, el contexto y las posiciones ideológicas alrededor del Brexit en realidad son y fueron bastante más complejas que una simple división en bandos ideológicos opuestos.
Lexit: una posición legítima
Al principio, solo unos pocos hundieron los dedos en el agua; luego otros, vacilantes, siguieron su ejemplo, todo el tiempo mirándose unos a otros para tranquilizarse. A medida que Grecia, devastada por la austeridad, fue puesta bajo lo que Yanis Varoufakis llama una ‘ocupación posmoderna’”’, su soberanía fue anulada y la obligaron a implementar más d las políticas que no han logrado otra cosa que la ruina económica, la izquierda británica se está volviendo contra la Unión Europea, y rápido.”
Owen Jones
Así comenzaba el escrito del reputadísimo politólogo Owen Jones que, en julio de 2015, a cuenta de un año para el referéndum del Brexit, llamaba a poner en la agenda el euroescepticismo de izquierdas.
La Unión Europea ha sido señalada de forma crítica como el paradigma de la burocracia y del despotismo de los mercados, es muy difícil imaginar reformas en el sentido de democratizar o al menos cambiar el rumbo de esta institución y a estas alturas cualquier patriotismo europeísta está bajo sospecha, especialmente en un clima de belicosidad que ha marcado 2022 como el año en el que se comenzaron a alzar banderas de la UE para arengar a la guerra entre europeos.
No faltan motivos para el euroescepticismo en la izquierda, especialmente después del papel que tuvo la llamada «troika europea» (el triunvirato conformado por el BCE, el FMI y la CE) en la gestión de la crisis financiera de 2008. Y al publicar esas valiosas líneas, Jones (que matizó mucho sus palabras en artículos posteriores) acuñó el término “Lexit” sin dejar de señalar el elefante de la habitación: el riesgo de asociarse con la ultraderecha en su apoyo al Leave (salida): “Tememos que sin darnos cuenta nos alinearemos con los xenófobos y los nacionalistas que atacan a los inmigrantes, y un resultado de “no” será visto como su reivindicación, (…) Y por eso, si gran parte de la izquierda se decide por el Lexit, debe realizar su propia campaña por separado e intentar ganarse la propiedad del tema”.
Jones terminó defendiendo el voto por el remain (permanencia) ante el referéndum al observar que el proyecto de separación británico estaba totalmente colonizado por la agenda conservadora y fue imposible plantear perspectivas alternativas al nacionalismo xenófobo excluyente que centró la campaña.
Pues, fundamentalmente existieron tres campañas distintas alrededor del referéndum: la campaña oficialista ‘Britain Stronger in Europe’ del primer ministro David Cameron y los principales partidos a favor del “remain”; la campaña ultraderechista de UKIP a favor del “leave”: ‘Grassroots Out’ (leave.eu); y la campaña de la parte de los conservadores también partidaria del leave: ‘Vote Leave’, con el apoyo del entonces alcalde de Londres Boris Johnson.
La izquierda más institucional europea y británica se agrupó alrededor de la candidatura oficialista de Cameron, mientras la de Johnson marcó distancias con los extremistas de UKIP. La idea de Lexit (Left y Exit) evolucionó ya sin Jones al timón y una parte de la izquierda británica compró la iniciativa, adaptando la tradición euroescéptica de la izquierda más revolucionaria y que en España tenía a Julio Anguita como uno de sus máximos exponentes.
La campaña por el Lexit
Pese a que el Partido Laborista, entonces encabezado por Corbyn, defendió sin demasiado entusiasmo la campaña unitaria por el Remain dirigida por el asesor de Cameron, Craig Oliver, un sector del partido, presentó por separado una cuarta campaña favorable a la separación: “Labour Leave”.
Esta campaña estaba encabezada por exdiputados del sector centrista del partido como Graham Stringer, Kelvin Hopkins, Roger Godsiff, Kate Hoey y Frank Field. Lanzaron el documental “Lexit, the movie”, que es una dura crítica al poder de la burguesía transnacional europea frente a la soberanía obrera y de los pueblos desde una óptica socialdemócrata.
La izquierda extraparlamentaria sí que se lanzó unitariamente a la campaña por el Leave: el Partido Socialista, el Partido Comunista y la Liga Comunista Jóven asociados junto a Labour Leave en la plataforma continental euroescéptica No2EU y el Partido Marxista-Leninista agrupado en la campaña de la ultraderecha Grassroots Out.
Todos los análisis coinciden en dictaminar que la izquierda a favor del «no» al Brexit, constreñida dentro de la campaña de Cameron, por la defensa de una institución en la que no creían, tuvo un papel entre ausente y desmovilizador en el referéndum, más centrada en expresar sus reservas al proyecto europeo que en poner el foco sobre los razonamientos de peso que les hacían apoyar la permanencia a pesar de estas reservas.
En sentido contrario, la campaña del Lexit llegó mucho más lejos. En base eran los permanencistas de izquierdas quienes les otorgaban un marco ganador al remarcar sus reservas a la UE con un discurso anticapitalista y antielitista sencillo de transmitir. La metanarrativa común y básica de la izquierda era el rechazo a Europa (leave) fácil de entender, matizado en una segunda capa discursiva por el rechazo al proyecto independentista (remain) más largo de explicar.
El debate de fondo ante las diatribas abiertas no era tanto la naturaleza de la UE como proyecto, sino si la campaña del Brexit era o no una iniciativa adecuada para responder desde la izquierda a esta naturaleza capitalista de la Unión Europea.
Si el resultado de la votación por sí mismo abriría un camino de soberanía popular hacia el socialismo, si por el contrario se trataba de un proyecto que cabía confrontar y derrotar o si se trataba de un horizonte en el que era mejor abstenerse que votar al no ser ninguna de las dos opciones adecuadas para la construcción progresista del Reino Unido.
Los hilos de la derecha alternativa
El libro de Tim Shipman Guerra Total: la historia completa de cómo el brexit hundió a la clase política británica fue adaptado a la película de HBO “Brexit, the unicivil war” por el potencial narrativo de ese duelo político que marcó el futuro de las campañas entre Dominic Cummings, jefe de la campaña de Boris Johnson y Craig Oliver, responsable de la de David Cameron.
Oliver planteó una campaña de alto perfil político con grandes nombres británicos e internacionales o líderes mundiales como Angela Merkel y Barack Obama, que en España contó con el apoyo e incluso la participación de todos los partidos del parlamento.
En sentido opuesto Cummings quería apartar de su campaña a cualquier miembro del “establishment” político conservador y se centró totalmente en Internet. Contrató por 3 millones y medio de libras a la corporación de Inteligencia Artificial Aggregate IQ, que entonces controlaba el gurú de ultraderecha Steve Bannon, vinculada también a Cambridge Analytica, que trabajó para la campaña de UKIP.
Tras analizar y segmentar perfiles en red, las empresas de IA trazaron diferentes tipos de mensajes basados en noticias falsas dedicados a esos perfiles en concreto, animando al voto a favor del leave mediante anuncios de baja calidad informativa basados en información falsa generados a través de algoritmos para adaptase a quien los recibía y que fuesen replicados. Introduciendo teorías conspirativas endebles que centraban su foco en la inmigración y el coste de mantenerse dentro de la Unión sin entrar a debatir los marcos políticos y teóricos del oyente, buscando de hecho reafirmarlos y reafirmarse en ellos mediante el profiling.
Las campañas de UKIP y Cummings fueron un éxito y desbordaron por completo al equipo de Oliver que solo podía salir a desmentir el continuo torrente de bulos que agrietaba sus posibilidades de marcar la agenda, pese a que el mundo daba por hecho que su campaña tenía las de ganar desde el principio.
Como fruto de este clima de crispación la diputada laborista Jo Cox fue asesinada por el permanencista neonazi Thomas Mair. Tras la victoria del Leave, Johnson y Cummings tomarían los mandos de la política británica. Esta estrategia de campaña fue el experimento para su replicación ese mismo año en las elecciones estadounidenses en las que Donald Trump llegó al poder de la mano de Bannon y se extendió a todo el resto del mundo.
Bannon está tejiendo una red planetaria de think tanks donde exporta estos métodos avanzados de manipulación social, en los cuales la identidad política se diluye y se adapta simbólicamente al receptor. Existía además de Bannon un centro operativo de los sectores nacionalistas del alto estado y la burguesía llamado 55 de Tufton Street por la dirección donde mantenían sus reuniones, en el hogar del magnate de aviación civil Richard Smith para conspirar a favor del Brexit desde el inicio del proceso.
Cummings, pese a mantener una imagen antisistema, obedecía a esta camarilla de poderosos que organizan asambleas desde 2010 sobre negacionismo climático, abolicionismo de impuestos y presión por los combustibles fósiles.
Según relatan asistentes a esas reuniones, las regulaciones medioambientales, laboralistas, fiscales y sociales de la UE limitaban sus objetivos empresariales y sus deseos de privatización de los servicios públicos, lo que choca con la tradición burguesa del archipiélago con una constitución difusa que no pone más límites que la sensatez política a las decisiones de los poderes públicos. Generando una contradicción entre élites que estimaron resolver desempolvando la tensión nacionalista con el continente.
Siguiendo el rastro del dinero
Las campañas electorales de casi todas las izquierdas fueron honestas: los laboristas se unieron públicamente al “establishment” de la campaña de Oliver, los estalinistas hicieron lo propio con los ultraderechistas de UKIP, y socialistas, eurocomunistas y trotskistas lanzaron su propio movimiento euroescéptico.
Sin embargo, la campaña de Labour Leave no lo fue tanto, y esto tiene importancia porque debido a su capital económico y provenir del entorno laborista fue la plataforma que centralizó y coordinó la campaña del Lexit de la que la izquierda extraparlamentaria fue partícipe.
Se presentaba como una plataforma netamente de izquierdas y opuesta al Partido Conservador y al capitalismo europeo, que se financiaba por pequeños trabajadores. Sin embargo se terminó descubriendo que de entre estos “trabajadores” los dos principales donantes eran diputados del partido conservador y el tercero la propia campaña Vote Leave de Dominic Cummings.
El mismo Richard Smith propietario del 55 de Tufton donó 150.000 libras. Al parecer la campaña que más enfatizaba el patronazgo capitalista de sus adversarios resultó estar casi enteramente financiada por los poderes políticos y financieros, operando y poniendo a la izquierda extraparlamentaria a operar como uno más de los microsegmentos del experimento de Bannon y Cummings para trastocar la política a escala mundial para siempre.
Las organizaciones extraparlamentarias, ajenas a esta realidad, entraron de lleno a compartir ideas y material de difusión de Labour Leave, acompañándolos de sus propios carteles, pasquines y material de redes sociales, no obstante, terminado el referéndum la campaña dejó de operar y sus caras visibles fueron retirándose de la política o pasando a otros temas, aunque no ha dejado de recaudar dinero por crowdfunding.
A partir de entonces la campaña laborista por transformar el Brexit en un instrumento de la izquierda desapareció del mapa, y cada uno de los partidos minoritarios por su cuenta abrió un blog diferente sobre el Brexit donde instan a aprovechar esa oportunidad. Sin embargo las condiciones de vida de la clase trabajadora se han empobrecido notablemente, la calidad de vida y los servicios públicos se han deteriorado hasta extremos impensables y los planes del 55 de Tufton de privatización del estado de bienestar, debilitamiento de los derechos laborales y vía libre para la explotación antiambiental han vencido.
Simplificando esto: los empresarios y políticos de derecha y ultraderecha que pagaron las campañas de la izquierda y la derecha a favor del Brexit sí se dedicaron tras el Brexit a llevar a cabo su proyecto ultracapitalista y xenófobo, mientras las arengas para aprovechar el Brexit contra el capital terminaron en el mismo momento del referéndum.
Desde entonces todas estas organizaciones han sufrido una importante pérdida de miembros y apoyo social. El Partido Laborista, que había experimentado un giro inédito hacia la izquierda latinoamericanista regresó a las tesis de Tony Blair sepultando el liderazgo de Corbyn, la derecha conservadora se ha establecido como partido central del sistema y la ultraderecha en sus distintas formas ha experimentado un auge considerable.
Una narrativa importada
Bannon ha roto moldes con sus propuestas futuristas de disputa política introduciendo formas novedosas de imponer la narrativa. Parte de sus colaboradores son afrodescendientes, puesto que existe incluso una rama negra del Partido Republicano estadounidense dedicada a negar el racismo contra la gente afrodescendiente.
Bannon lleva este arma discursiva a otros campos para disputar la batalla cultural desde ópticas simbólicas de la izquierda, sus artículos en el medio de ultraderecha Breitbart News han sido precursores en ese sentido, creando conceptos como el colectivo LGB o la idea del borrado de las mujeres que han sido muy exitosos y tenido resonancias en todos los idiomas del mundo gracias a sus correas de transmisión empresariales y al uso de estas herramientas de IA para posicionar toda esta clase de mensajes.
A Bannon no le interesa tanto extender una ideología como un corpus único y estructurado en el sentido clásico. Le interesa más poner sobre la mesa unos pocos asuntos clave de forma segmentada de manera que sus ideas estén presentes en todas las familias ideológicas.
En el Brexit se dedicó activamente a esto: los aspectos simbólicos y narrativos de la campaña del Lexit se identificaban nítidamente con la izquierda e incluso con las diferentes ramas de comunismo y socialismo, pero los ejes centrales eran prácticamente dictados desde el despacho de Cummings y adaptados a la narrativa obrerista: la inmigración, desde la perspectiva del dumping social y la nostalgia por los estándares de vida de los años 70 y 80.
Ambos fundamentos no son ideas de ultraderecha en sentido estricto: es cierto que existe el recurso capitalista a la mano de obra extranjera precaria y que determinadas capas socialmente integradas de la clase trabajadora blanca vivieron un periodo de estabilidad interrumpido tras la entrada en la Unión Europea.
Sin embargo este periodo coincidió también con la llegada de Tatcher y sus políticas liberales hayekianas cambiando para siempre el paradigma político a favor de la derecha y este “dumping social” no ha amenazado ni por un segundo las tasas de desempleo británicas, que son históricamente las más estables de occidente.
Lo peor de esta colonización de la «derecha alternativa» o alt-right del discurso del Lexit no fue, como afeó Luke Hardy al Partido Socialista en el diario Solidarity, un diagnóstico compartido con la derecha sobre las problemáticas fiscales y sociales del mercado único sino la deserción absoluta en materia propositiva respecto a estas problemáticas señaladas, que se hizo patente tras terminar el referéndum; lo que dejaba estas materias como una problemática cuya única solución era el propio Brexit.
O lo que es lo mismo, dejaba la solución al problema migratorio en manos de la ultraderecha xenófoba y la solución al problema fiscal en manos de la burguesía y la derecha ultraliberal tras movilizar a la izquierda contra estas dos problemáticas, abdicando de disputar esos espacios a la derecha y siendo por tanto vehículos de transmisión de estas ideas reaccionarias.
La izquierda utilizada: una derrota ideológica
El antiguo primer ministro Gordon Brown sostiene que más de un millón de votantes de Lavour Leave afirma arrepentirse de su voto, lo que hubiese podido cambiar el curso de las elecciones si estas cifras son veraces y esta campaña no se hubiese producido.
En el mismo sentido casi todos los sondeos señalan que el voto de la izquierda abandonista fue fundamental en dos direcciones: desmovilizando el voto izquierdista por la permanencia en la UE y siendo un pequeño sector del electorado decisivo para desempatar en una votación muy ajustada de la que muchos partidarios izquierdistas del abandono declararon sentirse engañados.
Los resultados económicos y sociales del Brexit para la clase trabajadora y especialmente las clases trabajadoras “expat” (británicos residentes en Europa) han empobrecido a británicos de todo el continente: perdieron todos sus derechos de ciudadanía y especialmente fue un duro golpe para los pensionistas. Las flexibilizaciones del marco laboral, unidas a un fortalecimiento de las políticas migratorias han creado una crisis de demanda de empleo imposible de satisfacer que ha significado la bancarrota para muchas empresas y sus trabajadores como la incapacidad del sector servicios de atender a las necesidades ciudadanas y el consecuente encarecimiento de estas necesidades, lo que conduce al drama humanitario en aspectos tan básicos como la sanidad y la atención a la tercera edad o a la infancia.
La hiperburocratización de estructuras de mercado que llevaban solidificándose desde la última gran postguerra ha llevado al descontrol de importaciones y exportaciones que han hecho del desabastecimiento y el encarecimiento de productos la norma en el archipiélago, la ausencia de trabajadores hace imposible optar por alternativas productivas a la importación como las granjas propias y la industrialización del reino, lo que conduce también a la quiebra ante competidores y clientes europeos en exportación.
Las colas aduaneras propias de bloques en guerra fría han sido la imagen más visible de estas consecuencias que aportan racismo institucional y miseria. Una situación cotidiana en la frontera sur de Europa, pero novedosa en Reino Unido. Los indicadores macroeconómicos se desploman sin frenos y muchos economistas advierten del peligro de devaluación de una de las economías más históricamente hegemónicas ante la pujanza coyuntural de Irlanda. Programas de redistribución de oportunidades como el Erasmus y cantidad de becas y ayudas han dejado de existir y todas las industrias, incluso la cultural, han experimentado un retroceso.
Cada trabajador británico ha perdido más de 500 euros de masa salarial, los defensores del Lexit aún argumentan a su favor que existe un incremento de las huelgas y la protesta obrera. Sin embargo este incremento ha sido absolutamente reactivo a esta caída de las condiciones laborales y no como consecuencia de un mayor poder obrero. Si las personas favorables al Brexit explotaban la nostalgia por la era industrial, los huelguistas actuales expresan su nostalgia por sus propias condiciones previas a 2016.
Además, estos paros se están dando en sectores estructurales y provistos de una dilatada experiencia sindical como ferroviarios, transportistas, profesorado, servicio postal o sanitarios. Las reclamaciones de todos estos sectores están muy lejos de las expectativas de los defensores del Lexit: exigen un aumento salarial ajustado al aumento de la inflación, en línea con las movilizaciones de otras regiones de Europa. La respuesta a esto, por parte del ejecutivo del Partido Conservador que mantiene su poder en encuestas y elecciones pese a sufrir seis crisis consecutivas de gobierno, ha sido endurecer la represión y dificultar el trabajo sindical.
El programa de privatizaciones del 55 de Tufton apunta al sistema sanitario estatal, después de haberse llevado por delante ya parte de este junto a empresas públicas como los ferrocarriles o correos.
Las empresas fósiles han tomado el mando de las políticas energéticas dejando desastres medioambientales como los vertidos en la costa de Cornualles y aumentando las extracciones en el mar del norte. Circunstancia que ha precipitado la aparición del colectivo ecologista Just Stop Oil! y sus conocidas performances contra obras de arte.
En resumen, el resultado del Brexit ha sido una oligarquía financiera que desarrolló su estudiado plan para avanzar sobre una clase trabajadora que llegó descoordinada al referéndum, y que desbordada por las consecuencias, solo puede salir a reaccionar a las draconianas medidas que la derecha británica decide tranquilamente en su hegemonía política. Haciendo del archipiélago el parque de atracciones de burguesía y los sectores más ultraconservadores.
Estudiando el trabajo de Bannon en Breitbart, Cummings encontró en la idea difusa de Lexit de Owen Jones una oportunidad de negocio para introducir sus mensajes en un segmento de gran importancia para sus planes: el de sus enemigos políticos, y con gran habilidad supo reconstruir desde el bunker del empresariado más radicalmente capitalista ese relato de manera que replicase las ideas de la derecha en una narración que pareciese propia de la más inflexible izquierda.
Así consiguió la derecha y la ultraderecha traer a la izquierda a su terreno, imponerle su agenda ideológica y dejarla fuera de juego con los mismos métodos que luego se pusieron en práctica en Estados Unidos y que hoy se abren paso en el resto del planeta. Es imposible conocer cómo replicarán y perfeccionarán esta estrategia en el futuro –si no lo están haciendo ya– pero es casi una certeza que el experimento de Labour Leave se volverá a replicar en nuevas formas que aún desconocemos.
Fuentes, enlaces y bibliografía:
– Este artículo es una reedición y matización de: Lexit: com la dreta britànica va instrumentalitzar l’esquerra per a imposar la seua agenda que publiqué en el diario La Veu del País Valencià en Octubre de 2021, desarrollando una perspectiva sobre los métodos de la ultraderecha para introducir su agenda en la izquierda aprovechando sus errores
Articulista. Estudiante de Ciencias Políticas. Activista y cofundador en varias organizaciones sociales y sindicales de izquierda valencianista. Primer coordinador de BEA en la UMH y ex-rider sindicado. Analizar al adversario es la única forma de no perder la perspectiva de lo que se hace y es un deber moral cuando de ello dependen las vidas de las personas más vulnerables.