Elecciones EEUU: Análisis del debate y cómo transcurre la campaña
Estados Unidos se encuentra en un momento de polarización extrema (como todo Occidente y buena parte de América Latina, con ciertas diferencias) a consecuencia de las secuelas de la crisis de 2008 y la constante influencia de la alt-right estadounidense y su doctrina basada en los postulados de Steve Bannon, la cual permeó y sirvió de sustento a la extrema derecha en general y a su nuevo discurso y su imagen renovada. Y, por supuesto, agravado también por las consecuencias de la pandemia mundial y la explosión de ciertos conflictos, como la cuestión racial. En medio esta situación un tanto caótica con días enteros de disturbios y donde incluso Trump a animado a grupos de ultraderecha a actuar, las elecciones estadounidenses del 3 de noviembre de 2020 prometían no tener nada que ver con las anteriores, influidas precisamente por estos hechos. Y así ha sido. Y no exactamente para bien.
El pasado martes 29 de septiembre se realizaba el primer debate presidencial entre ambos candidatos: el presidente Donald Trump y el exvicepresidente de Obama, Joe Biden. Este “cara a cara” tuvo una duración de 90 minutos, divididos en 6 bloques temáticos de 15 minutos: la Corte Suprema, el coronavirus, la economía, el conflicto racial y violencia, el programa electoral y la integridad del proceso de votación (y el resultado electoral).
El debate estuvo presentado por Chris Wallace, uno de los presentadores más respetados del conservador Fox News, el canal más cercano al presidente. Aunque en su haber Wallace tiene fama de duro y de no llevarse bien con Trump ya que no reduce ni controla su tono con el presidente a diferencia de otros periodistas.
El debate empezó a las 21:00 horas. En ese momento, aparecieron ambos contendientes perfectamente vestidos de traje. No se saludaron. El presentador explicó las reglas, indicando que cada contendiente tendría turnos alternos de 2 minutos sin interrupciones para explicar el tema que tocase y responder a las preguntas del presentador.
Un mal comienzo del debate de las elecciones
El primer bloque se referiría al nombramiento de la juez de la Corte Suprema, la conservadora Amy Coney Barrett, por parte de Trump. Este hecho es relevante ya que los nombramientos de los jueces de la Corte Suprema son vitalicios y es este organismo el que resuelve grandes temas sobre la legalidad americana. Y la candidata de Trump es una ferviente religiosa que se opone al aborto, amén de otras posturas ultraconservadoras.
Existe una norma no escrita para no nombrar a un nuevo juez cerca de elecciones por una cuestión de ética y de tradición a partes iguales. De hecho, el Partido Republicano evitó que Barack Obama nombrara un nuevo candidato en 2016 argumentando que estaban en año electoral. Por supuesto, Donald Trump no iba a aceptar esto y, a un mes de los comicios, ya ha nombrado a la nueva jueza, que aún debe ser ratificada por el Senado.
Ambos candidatos empezaron el debate, pero Trump demostró pronto que no iba a cumplir las reglas. Desde el primer momento se dedicó a interrumpir a Joe Biden en su turno y a hablar todo el rato. El moderador tuvo que llamar la atención al presidente indicándole que su equipo de campaña había aceptado la normativa y que era conocida por todos. Trump le respondió: «Pensaba que iba a debatir con él, no con usted». El indómito presidente demostró así, de hecho, que se saltaría las reglas explícitas e implícitas del debate si eso le convenía. Y así pasó.
Trump explicó por qué iba a nombrar un nuevo juez, fiel a su tono combativo de siempre y a la estrategia de pivotar exclusivamente sobre sus fieles: “Porque nosotros ganamos las elecciones”.
Lo sorprendente es que Biden no supo defender demasiado bien su posición de rechazo, perdiéndose en tecnicismos. De hecho Trump empezó a desconcentrarle y el candidato demócrata acabó entrando al trapo y le espetó “¿Vas a callarte, hombre?” en alusión a sus constantes interrupciones.
Por supuesto, el moderador llamó en todo momento al orden al presidente sin que este hiciera el menor caso.
Tras esto, pronto hablaron de salud y el sistema de protección social público conocido por el nombre de Obamacare, donde el presidente siguió con tu tono tosco contra Biden, con frases como «En 47 años no hiciste nada». Trump defendió que su reforma del Obamacare, que reduce las coberturas, es mejor, mientras que Biden mantuvo la postura de que a Trump no le importaban las personas. Hay que recordar que, en Estados Unidos, no existe una cobertura sanitaria pública total, sino que la mayoría de la población tiene que acudir a aseguradoras privadas, situación ampliamente criticada y señalada desde diferentes sectores sociales por condenar a colectivos vulnerables a una salud precaria o a un endeudamiento extremo.
Coronavirus y crisis sanitaria
En el siguiente bloque, Biden tomó algo de ventaja atacando al presidente por su gestión de la pandemia, que ha costado ya 208.000 vidas a 2 de octubre de 2020, siendo Estados Unidos uno de los países que peores datos muestra. Trump tampoco no se quedó atrás. Aseguró que su gestión había sido la correcta, que había salvado vidas, que la culpa era de China y que los científicos le apoyaban.
Esto último es rotundamente falso al ser Trump uno de los principales negacionistas de la pandemia. Pero, el presidente, experto en cabalgar contradicciones, no iba a reconocer esto. Además esgrimió la relativa buena marcha de la economía. «Este tipo hubiera cerrado todo el país y hubiera destruido toda la economía», dijo refiriéndose a Joe Biden.
Si Trump se centró en defender la buena marcha de la economía y en el éxito en la gestión de la pandemia, Biden se centró en señalar el enorme número de fallecidos e indiciar que lo más importante era salvar vidas, mostrando su lado más compasivo y diciendo que a Trump éstas no le importaban.
¿Cuántos de ustedes se levantaron esta mañana y tenían una silla vacía en la mesa de la cocina porque alguien murió de covid?¿Cuántos de ustedes están en una situación en la que perdieron a su madre o padre y ni siquiera pudieron hablar con ellos, y debieron tener a una enfermera sosteniendo el teléfono para poder despedirse?
Este fue uno de los grandes momentos de Biden. Además, mostró una estrategia recurrente consistente en hablar a cámara directamente a los espectadores. Trump no se quedó atrás, se defendió y esgrimió su argumento, logrando que Biden tuviera un resultado menos favorable del que debería.
Economía
En este apartado, ambos contendientes se atacaron ya sin tapujos: Biden marcaba la mala marcha de la economía, mientras que Trump señalaba su buen rumbo antes de la pandemia y el dato de que la recuperación estaba siendo más rápida de lo esperado.
Ambos, además, esgrimieron sus teorías económicas: Trump defendía una recuperación en forma de “V” (profunda caída y rápido rebote) y Biden usaba un término reciente, recuperación en forma de “K”, es decir, rápida, desigual y que beneficia a los ricos. En este punto volvió a dirigirse al obrero medio diciéndole que las grandes fortunas iban a salir más ricas y el trabajador dañado.
La identificación de Biden con los trabajadores y los pequeños y medianos empresarios fue constante. Trump no se quedó atrás con la estrategia emprendida por su partido y tildó constantemente a Biden de socialista y de ser rehén de la izquierda más radical, hasta el punto que el exvicepresidente tuvo que decir “Yo derroté a Sanders”, refiriéndose a su rival en las primarias, el izquierdista Bernie Sanders, o “Yo soy el Partido demócrata”.
A estas alturas, salió un tema que hizo bastante daño al presidente y que ha ocupado portadas esta semana: la exclusiva del New York Times de que el presidente había pagado solo 750 dólares en impuestos en 2016. Trump negó la mayor y dijo que había pagado millones en otro tipo de impuestos, cuestión que no ha sido demostrada aún. De hecho, le conminaron a enseñar su declaración de la renta, algo a la que el presidente nunca ha accedido y a la que no se comprometió. A día de hoy, parece poco probable.
El presentador volvió a recordar las reglas e indicó “Odio levantar la voz”. Poco después Biden llama payaso a Trump. Para la mayoría de los analistas, el presidente había conseguido arrastrar al fango a su rival y hacerle caer en su juego.
Conflicto racial y violencia
El Blacks Lives Matter, el racismo estructural, las acaloradas protestas y las milicias de supremacistas blancos han copado titulares estos meses, incendiado el debate en Estados Unidos. Imágenes como la de decenas de militares protegiendo el monumento del Lincoln Memorial se ha quedado grabada como un símbolo de la crisis social y política del país.
En este punto, Trump sacó cierta ventaja, repitiendo su discurso de “Ley y Orden” y mostrando a su rival como un izquierdista, amigo de ANTIFA que aceptaba la violencia. Biden, como respuesta, se puso a la defensiva negando buena parte y apeló al electorado negro (que forma un porcentaje importante de su base electoral), defendiendo la igualdad y declarando luchar contra las prácticas abusivas de la policía.
Trump se defendió a su vez aduciendo que cuenta con el apoyo de toda la policía, mientras que Biden «no puede ni nombrar policía por no perder votos». Además, atacó al candidato demócratepor la ley contra el delito de 1994, que afectó especialmente al colectivo negro.
Aquí Biden consiguió sacar los colores a Trump al recordarle que el FBI considera el principal foco de violencia en EEUU a la extrema derecha y los supremacistas blancos y que el ANTIFA no es una organización centralizada, sino un movimiento ideológico descentralizado. Tras esto le pidió que condenase a los supremacistas blancos.
Y aquí el presidente sorprendió a todo el mundo. Primero indicó que no tiene ningún problema con eso, pero se niega a condenarlos. Tras varios ataques y respuestas sobre el tema, dice refiriéndose a los Proud Boys (una milicia supremacista blanca): “Retroceded y quedaos a la espera”. Ninguna condena por parte del presidente. Un momento que, según aseguran los analistas más relevantes, marcó el debate.
Programa electoral y legitimidad de las elecciones
En el primer punto del programa electoral, hablaron de qué pensaba hacer cada candidato durante su hipotético mandato y por qué deberían votarles.
Así, mientras que Donald Trump fue más emocional, vago y enérgico, Biden por el contrario fue mas técnico, frío y quizás menos efectivo. Ambos, eso sí, fieles a su estilo, a su discurso y a su propio carácter.
En cuanto a los temas tratados, se habló de ecología, del llamado “New Grean Deal”, un fuerte plan de gasto público en proyectos verdes y del futuro económico cuyo nombre está basado en el «New Deal«, la política económica estadounidense llevada acabo después del crack de 1929 por el presidente Franklin Delano Roosvelt y que se caracterizó por la aplicación práctica de las ideas del economista John Mainard Keynes, basadas en un fuerte intervencionismo por parte de las administraciones públicas. El debate siguió en tono bronco, con los candidatos interrumpiéndose constantemente.
Al tiempo que Biden incidió mucho en la idea de que Trump carece de un plan para Estados Unidos, Trump atacó sacando el tema del hijo de Biden, expulsado del ejército con deshonor por problemas con las drogas, pero ya rehabilitado y Joe Biden lo defendió. Sin lugar a dudas, un golpe bajo.
El bloque de la legitimidad de las elecciones mostró momentos interesantes. El exvicepresidente de Obama indicó que si perdía o ganaba por el recuento, lo aceptaría y ya está. Y dijo que Trump no aceptaría lo mismo. Y así fue, como demostró a continuación con su intervención: el presidente dijo que se estaba preparando una conjura contra él, que el voto por correo era un método fraudulento (como lleva avisando toda la campaña) y puso bastantes dudas sobre si aceptaría una derrota.
Durante minutos, el tema siguió, mientras Biden defendía el sistema de voto por correo y el moderador no entendía por qué dicho sistema, válido desde hace décadas, ahora podía no ser válido solo porque el candidato republicano así lo asegurase.
Trump, como toda respuesta, siguió agitando la posibilidad de un fraude negándose a aceptar los resultados del conteo electoral y sin aportar dato alguno o argumento sobre esta cuestión.
¿Quién ganó el debate de las elecciones? Conclusiones
A la pregunta de quién ganó el debate (si es que un debate en sí es algo que se puede ganar o perder, al menos de manera categórica) la primera respuesta en la que coinciden todos los expertos y analistas es que perdieron los estadounidenses. Posiblemente, tal y como aventuraron desde prácticamente todos los medios de comunicación, fue el debate más lamentable, tosco e insufrible desde la creación del formato. El 69% de los encuestados por la cadena CBS aseguraron sentirse “irritados” tras su finalización.
Quitando esto, resulta difícil marcar un claro ganador, ya que ambos cumplieron con lo que prometían. Por un lado, Trump fue «más Trump» que nunca. Interrumpió, fue enérgico, no obedeció las normas, consiguió sacar de quicio a su rival, atacó a lo personal, se centró más en aspectos emocionales que en argumentos y copó el debate. Trump protagonizó, de hecho, el triple de interrupciones que su rival, al que cortó 71 veces, frente a las 22 de Biden, según The Washington Post.
El estilo de Trump posiblemente fue útil con su electorado, pero casi igual de seguro es que no movió un solo voto de los indecisos.
Biden, por su lado, no fue brillante, pero sí correcto. El presidente Trump se ha pasado varios meses diciendo que su rival es lento y tonto (apodándolo “Sleepy Joe” y que se pierde hablando). Con esa premisa no era mucho lo que tenía que hacer Biden para salir airoso. Y, efectivamente, así lo hizo. Fue correcto, comedido, respondió a los casos y consiguió defenderse. El hablar directamente a la cámara, apelar a las clases humildes y medias y mostrar su lado más bondadoso a la vez que firme, resultó en una buena estrategia, apuntan varios analistas. Un papel mas que suficiente para alguien que va ganando en todos las encuestas y que solo necesitaba empatar el partido.
La parte más negativa en su caso es que Donald Trump consiguió hacer que perdiera los nervios en varias ocasiones y ponerle a su nivel. Y aunque parte de su electorado lo aplaudió por ser una muestra de espontaneidad y de respuesta rápida a la que no está muy acostumbrado, no era lo que se esperaba de él.
Entonces, ¿quién ganó? Si atendemos a las encuestas, depende del medio de comunicación, en consonancia con la polarización política y social en la que se encuentra ahora misma la sociedad estadounidense, aunque con cierta ventaja para Biden.
Según la encuesta de la conservadora Fox News, Trump ganó con un 60% frente a un 30% que pensaba que había ganado Biden.
En la pro demócrata CNN, el 60% daba por ganador a Biden y solo un 28% a Trump.
Según la más imparcial CBS/YouGov, el 48% daba por ganador a Biden y el 41% a Trump. Este porcentaje destaca por ser sospechosamente parecido al de las encuestas nacionales sobre intención de voto.
Lo que parece es que el debate satisfizo a los miembros de cada bando y no consiguió mover un solo voto entre el pequeño, pero muy relevante, cuerpo de indecisos. Así que la conclusión es que el ha tenido poco efecto y el principal consenso es que ha sido algo lamentable. Tanto es así que la Comisión de Debates apuesta por cambiar el modelo para hacerlo menos irritante. Desde el equipo de Trump se niegan a hacerlo.
Cómo va la campaña de las elecciones
A tan solo un mes del día de las elecciones, Biden mantiene una ventaja sostenida de 7 puntos en todas las encuestas. Trump es uno de los pocos presidentes que llega a esta fecha electoral tan rezagado. Solo Ronald Reagan y Bill Clinton llegaron con más apoyos que Joe Biden a octubre.
Pero nada está escrito. Además, aunque Biden sale como favorito en las encuestas generales en EEUU, estas no son suficientes para ganar, dado el sistema de colegio mayoritario. Hillary Clinton en 2016 reunió casi 3 millones de votos más que Trump, pero perdió las elecciones por el sistema de colegio mayoritario de EEUU.
En este sistema, cada Estado se considera que tiene un único colegio electoral. Los candidatos que sacan más votos en ese Estado ganan todos sus electores del colegio electoral. El candidato que obtiene 270 votos del colegio electoral (de un total de 538) se convierte en el ganador.
Por eso, la campaña en los llamados Estados en disputa (swing states), es decir, en losEstados que cambian su voto de elección en elección y que podrían decantar la balanza hacia uno u otro lado, como Ohio o Florida, está siendo feroz, con una fuerte presencia de los candidatos y una gran inversión de los partidos.
Por ahora la mayoría de pronosticadores de prestigio apuestan por Biden, con mucha más contundencia que por Hillary en su momento: Nate Silver, de FiveThirtyEigh, un analista reconocido, da a Trump solo un 22% de posibilidades de ganar. El reputado periódico The Economist ofrece al magnate solo un 15% de posibilidades. Incluso las casas de apuestas se han volcado con la victoria de Biden.
Pese a todo, aún quedan por delante dos debates electorales más. El primero ocurrirá el 15 de octubre en Miami, Florida. El tercer debate será el 22 de octubre en Nashville, Tennessee. Por otro lado, el reciente contagio de coronavirus del candidato republicano podría trastocar sus planes, por ejemplo, impidiéndole participar en dichos debates.
Pero lo que es más importante, es que todavía queda un largo mes que parecerá un año. Y en donde todo puede cambiar con la posibilidad de reelección del presidente más impredecible de la historia de la historia de EEUU.
Enlaces, fuentes y bibliografía:
– Foto destacada: Montaje con dos fotos: Donald Trump hablando con simpatizantes en un mitin de campaña en Prescott Valley. Autor: Gage Skidmore, 04/10/2016. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0.). / El exvicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hablando con los asistentes a la Convención de la Federación Laboral de Iowa 2019. Autor: Gage Skidmore, 21/08/2020. Fuente: Flickr, (CC BY-SA 2.0.)
Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.