Elon Musk: ascenso y caída del magnate de la tecnología
Elon Musk es un conocido magnate y empresario, fundador, CEO y/o alto directivo de varias empresas como SpaceX o Tesla, actualmente el hombre más rico del mundo según la lista de multimillonarios publicada por Bloomberg, que estima su patrimonio en 252 mil millones de dólares. Sin embargo, lo que hace que se haya convertido en blanco de las portadas de los medios es su afán por lanzar ideas futuristas sobre la tecnología (como querer colonizar Marte), por sus polémicas declaraciones políticas o, más recientemente, por la compra de la red social Twitter.
Como suele suceder en estos casos, Elon Musk se ha convertido en una figura polémica, admirado por muchas personas que ven en él la mítica figura del emprendedor hecho a sí mismo, visionario con sus proyectos personales y triunfador en diferentes aspectos de la vida, y denostado por otras que lo identifican como otro hombre blanco privilegiado más que basa buena parte de su éxito en elaboradas campañas de imagen que alimentan el engranaje bursátil alrededor de sus negocios al tiempo que perpetúan ideas falsas sobre el sistema económico, social y político imperante.
Sin embargo, parece ser cierto que cada vez se señala más que sus inversiones y sus negocios no están funcionando como pareciera: desde que las acciones de Tesla están sobrevaloradas, pasando por el fracaso de Hyperloop o los proyectos de SpaceX hasta la compra de Twitter, la imagen de Elon Musk se está resquebrajando. Pero, para entender a Musk, hay que ponerse en contexto.
Elon Musk: un niño privilegiado
La Sudáfrica de mediados del siglo XX era de todo menos tranquila. Tras la unificación del país en 1910, el nacionalismo afrikáner, de los colonos blancos descendientes de holandeses, fue creciendo de forma imparable. Este auge nacionalista se fundamentó en la creación de un endogrupo, basado en el color de piel, frente a un exogrupo, la población nativa. El apartheid o política de segregación fue implantado a partir de sendas leyes por el Partido Nacional (Nasionale Party, NP en afrikáans).
El NP llegó al poder en 1948 tras una campaña abogando por el apartheid, con lo que se dedicó a reflejar en el marco legislativo lo que ya en buena medida se venía aplicando en Sudáfrica. Se prohibieron los matrimonios mixtos o el sexo interracial, clasificando a cada persona por su color de piel; al tiempo que se negó la entrada a las ciudades sin un permiso específico a la población negra y se la relegó a los townships, campamentos marginales a las afueras de las grandes urbes.
Errol Musk, el padre de Elon Musk, creció en esta Sudáfrica. El origen de la familia de Musk no es precisamente humilde. Errol fue copropietario de una mina de esmeraldas en Zambia y la madre de Musk, Maye Haldeman, provenía de una familia adinerada de quiroprácticos canadienses que poseían un avión con el que viajaban por todo el globo y que trasladaron a Sudáfrica por piezas tras mudarse al país africano en 1950, recién instaurado el régimen del apartheid.
Aunque Elon Musk negó en 2019 en Twitter, la red social que acaba de comprarse, que su padre Errol poseyese una mina de esmeraldas, su progenitor ya lo había confirmado en 2018 en una entrevista para Business Insider. ‘’Me convertí en el copropietario de una mina y obtuvimos esmeraldas para los próximos seis años’’ decía Errol quien, gracias a la posición socioeconómica que su familia y el apartheid le proporcionaron pudo amasar una fortuna tan inmensa que, en sus propias palabras, ‘’a veces ni siquiera podíamos cerrar nuestra caja fuerte’’.
Así pues, Musk, que ha hecho de su imagen de niño prodigio y hombre hecho a sí mismo una marca, creció en una de las familias más adineradas de Sudáfrica bajo un régimen autoritario, racista, discriminatorio y desigual.
Gracias a ello, su padre pudo por ejemplo regalarle un ordenador personal, un objeto de lujo en 1981, con el que Musk aprendió a programar. De hecho, en 1984 vendió su primer programa para Comodore: el videojuego “Blastar” creado por él, cuando tenía 12 años.
Por otro lado, el ambiente familiar de los Musk estaba lejos de ser idílico. Errol maltrataba a su esposa y a sus hijos, por lo que ella decidió dejarle tras 9 años de matrimonio. Ello provocó que la estabilidad económica de la familia se tambalease, pero la posición social no viene dada únicamente por los recursos económicos sino que ha de entenderse de una forma más amplia, teniendo en cuenta el capital social, cultural o relacional entre otros que otorga estar en un determinado peldaño de la escalera social, en menos palabras, viene dado por los recursos de clase. Fue gracias a esto que Maye y sus hijos (Elon y sus hermanos Kimbal y Tosca) pudieron mudarse a Canadá y Musk pudo introducirse en el mundo académico y científico.
Los primeros pasos de Musk en el mundillo empresarial
Sin embargo, la andadura de Musk en la academia terminó en menos de lo que canta un gallo. Tras licenciarse en Económicas y en Física, primero en Canadá y luego ya en Estados Unidos, trató de hacer un doctorado en la Universidad de Stanford, pero lo aplazó nada más empezarlo para montar una empresa junto a su hermano Kimbal. Antes de eso, en aquellos años, trabajó como granjero, recogió basuras y se buscó la vida con trabajos precarios, algo que se suele sobresaltar cuando se habla sobre su figura.
Zip2, la primera empresa de Musk, se dedicaba a gestionar los sitios web de medios de comunicación a finales de los años 90, cuando internet comenzaba a mostrarse como un espacio de comunicación revolucionario. Zip2 tuvo tanto éxito que fue vendida en 1999 por más de 307 millones de dólares, de los cuales Musk se embolsó 22 millones.
A menudo suele utilizarse el ejemplo de esta empresa para legitimar la capacidad emprendedora de Musk. En este relato tienden a obviarse tanto la multiplicidad de factores que entran en juego en el porvenir de una empresa como los recursos de clase previos de los que parte Musk en su ascenso en el mundo empresarial. Así, el capital con el que se funda Zip2 parte, según el propio Musk, de inversores de Silicon Valley, una fuente de financiación alejada del común de emprendedores.
Ya en esta primera aventura empresarial, Musk es descrito por sus trabajadores como un hombre obsesivo y empeñado en imponerse en el mundo de los negocios. ‘’Y su cara se puso roja, estaba muy enfadado porque nadie de toda la compañía estaba allí a las 9 de la noche’’ cuenta Jim Ambras, exvicepresidente de Zip2, para un documental de la BBC. Otro trabajador de la compañía, Branden Spikes, lo califica como un ‘’tipo inusual’’ que creía saber ‘’casi todo sobre todo’’.
Tras el periplo de Musk en Zip2, este fundó junto a algunos socios X.com. Esta empresa se dedicaba a la actividad financiera online, convirtiéndose en uno de los primeros bancos de internet. Ahora bien, el éxito de la compañía llegó gracias a su fusión con Confinity, una compañía que procesaba pagos electrónicos gracias a su producto estrella: PayPal. Para quien no lo conozca, Paypal permite realizar pagos en internet, por lo que si obtienen nuestros datos mediante técnicas de hackeo únicamente podrán acceder al dinero albergado en la cuenta PayPal, en la que se puede introducir dinero justo antes de realizar los pagos, de forma que no exponemos nuestras cuentas bancarias primarias en la web.
La empresa acabó siendo vendida a Ebay por 1.500 millones, de los cuales Musk se embolsó 180. Sin embargo, en este ascenso también afloraron las lógicas empresariales del magnate tecnológico y de su entorno. Con Musk en plena luna de miel en Australia, se celebró una junta extraordinaria en la empresa para destituirlo como director ejecutivo y nombrar a Peter Thiel, pero Musk decidió cancelar su luna de miel y volver a California en el primer vuelo para que el consejo reconsiderase su decisión. Como se suele decir, ‘Business first’ (los negocios primero).
El muskismo: del Musk tiburón al Musk superhéroe
La anterior etapa del ascenso de Musk en el mundo de los negocios sigue unas lógicas empresariales clásicas. Por calificarla de alguna forma, podemos referirnos a ella como la etapa del Musk tiburón, en la que el sudafricano se ajusta a lo que el mundo empresarial demanda de él para imponerse sobre sus competidores, a saber, centrarse en el trabajo en detrimento de cualquier otra faceta de la vida, requerir de tus trabajadores un compromiso con la empresa por encima de sus obligaciones laborales y una presunta falta de escrúpulos en las disputas de despachos.
Sin embargo, el ascenso de Musk al primer puesto de la lista Forbes, que se intercambia periódicamente con Jeff Bezos, dueño de Amazon, responde a una nueva lógica empresarial. Tras su ascenso, el empresario sudafricano abandonó su rol de tiburón de los negocios para reinventarse y hacer de sí mismo una marca que le permitiese seguir acumulando riqueza. Para la historiadora Jill Lepore de la Universidad de Harvard, Musk es el inventor de un nuevo tipo de capitalismo: el muskismo. ‘’Un capitalismo extravagante y extremo en el que el valor de las acciones lo determinan las ganancias, pero también las fantasías’’
El empresario sudafricano invirtió los 180 millones que había ganado con PayPal en crear Space X, Tesla y Solarcity; 100 millones, 80 millones y 10 millones en cada una respectivamente. Los sectores en los que compiten estas empresas son diversos (carrera espacial, coches eléctricos y energía verde), pero todos ellos comparten un mínimo común denominador, esto es, sectores futuristas que recuerdan a la ciencia ficción. Es el comienzo de la etapa Musk superhéroe.
Como explica el periodista Marco D’Eramo, con estas empresas comienza una etapa en la que Musk trata de presentarse como un inventor del futuro y hace de las fantasías su nuevo producto. En los medios de comunicación Musk es presentado como el mismísimo Tony Stark del capitalismo contemporáneo, el famoso superhéroe de Marvel, más conocido como Iron Man. ‘’Un rico magnate empresarial estadounidense, playboy, filántropo, inventor y dotado científico’’, así describe la Wikipedia inglesa a Elon, a quien D’Eramo ha bautizado como Iron Musk.
La adhesión de Musk a este personaje no es baladí, sino que responde a un interés económico. Musk ha hecho de esta imagen de genio científico y empresarial su vía para alcanzar la élite empresarial. Después de Space X o Tesla, vinieron Neuralink, centrada en el campo de la neuroteconología, u OpenAI, focalizada en el desarrollo de la inteligencia artificial. Iron Musk siempre tiene un nuevo proyecto, antes de que se haya completado el último, que vender a los medios y en el que se esperan prometedoras innovaciones futuras.
No se puede decir que sus empresas no hayan sido exitosas, ya que Tesla por ejemplo es la empresa automovilística con mayor valor en bolsa actualmente. Al fin y al cabo, se trata de empresas con algunas de las mentes más preparadas en sus respectivos campos. Sin embargo, el valor de estas empresas no se determina tanto por lo que son a día de hoy, sino por lo que Musk promete que serán. Y los mercados, hasta hace poco, confiaban en sus promesas.
No obstante, el analista de acciones Seth Goldstein advertía el año pasado de los peligros de invertir en Tesla que, en su opinión, estaba sobrevalorada por los mercados. La compañía había tenido un subidón de los 250 a los 400 dólares la acción en octubre de 2021 gracias al interés de los mercados por los coches eléctricos y a las medidas legislativas orientadas a promoverlos, pero los expertos se mostraban cautelosos.
El impacto real de Tesla sobre los compradores de automóviles es menor que el de Toyota, Mercedes o Ford, todas con menor valor en bolsa. Por ahora la tecnología de los automóviles eléctricos tiene problemas estructurales para consolidarse por la escasez de materias primas esenciales para su fabricación como el litio o la dificultad de que proporcione una potencia similar a la de los combustibles fósiles, entre otras.
De hecho, se especula que Musk estuvo implicado en el golpe de estado en Bolivia en 2019 motivado por las reservas de litio del país, que había firmado recientemente un tratado de exportación con una empresa alemana. ‘’Daremos un golpe de estado a quien queramos’’ decía Elon Musk sobre el tema en Twitter, acrecentando las especulaciones sobre su implicación. Pasada la burbuja de Tesla, las predicciones de Goldstein no tardaron ni un año en cumplirse y Tesla está viendo su valor reducido en bolsa de forma continuada, ubicándose a día de hoy entorno a los 200 dólares la acción, casi la mitad de su valor hace un año.
El caso de Tesla es tan solo un ejemplo de la forma de operar de Musk, cuya estrategia se repite en el resto de compañías que controla. Los coches eléctricos están tan lejos de reemplazar a los de gasolina tanto como la humanidad de colonizar marte, pero el sudafricano se ha convertido en un influencer de los negocios que con tan solo una opinión o incluso un tuit consigue que las acciones de una empresa se disparen o se desplomen, totalmente ajenas al valor real de la entidad.
Aun así, Musk no ha inventado nada, nunca mejor dicho. Los mercados llevan desconectados del valor real de los productos en que invierten desde hace décadas, en tanto que la capacidad del capitalismo para encontrar nichos de mercado donde obtener beneficios disminuye inexorablemente, como predijera el filósofo Karl Marx cuando alertaba de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Musk no ha sido el precursor de esta fase del capitalismo donde lo especulativo domina sobre lo tangible, sino que ha sido hábil para saber posicionarse en ella como un generador constante de especulación.
‘’Musk seguirá acumulando riqueza mientras se le siga percibiendo como Tony Stark, como el genial inventor, filántropo, multimillonario, magnate y playboy’’ sentencia Marco d’Eramo. En otras palabras, mientras los mercados le compren sus nuevas ocurrencias, Musk seguirá en el top de la lista Forbes. Y eso nos lleva a Twitter.
Twitter, el nuevo y ¿último? juguete de Musk
Las preocupaciones de Elon Musk van más allá de aumentar sus ceros en su cuenta bancaria. El empresario desde hace tiempo viene manifestando su intención de ayudar al progreso humano y de contribuir a la sociedad. Este propósito hasta la fecha para Musk pasaba por el progreso científico, legitimándose a través de esta ideología tecnocrática de forma bastante exitosa, como hemos visto.
Pero más que a Tony Stark, la filantropía de Musk se parece a la de Patriota, el personaje de la serie The Boys. Esta serie estadounidense nos traslada a un mundo en el que los superhéroes, además de existir, no se ubican por encima de la sociedad como en la mayoría de filmes de Marvel o DC, sino que se ven constreñidos y participan de las lógicas del capitalismo contemporáneo. Patriota es el superhéroe más poderoso, pero a la vez, criado desde la cuna por una empresa para ser un producto que rentabilizar, es el que más se ha visto afectado por las lógicas capitalistas.
Así pues, Patriota, con la bandera de Estados Unidos a la espalda en forma de capa, desea proteger al mundo, especialmente a su país, de los peligros que le acechan. No obstante, lejos de plantearse esta empresa desde una profundización de la democracia, Patriota se piensa más capacitado para tomar decisiones que el resto de mortales y también que el resto de superhéroes, menos poderosos que él. La securitización y el autoritarismo son el proyecto de Patriota, que azuza con la ‘cultura de la cancelación’ a quienes se oponen a sus abusos de poder.
Musk probablemente no pueda volar como Patriota, pero su acercamiento a la política y su compra de Twitter responden a la misma lógica mesiánica. Ya desde sus inicios en PayPal, Musk se relacionó con un grupo de influyentes empresarios que, tras abandonar la empresa, se han ubicado como algunas de las personas más influyentes del planeta. Chad Hurley, cofundador y primer director ejecutivo de Youtube, Reid Hoffman, cofundador de Linkedin, o Peter Thiel, antiguo miembro de la junta directiva de Facebook; son algunos de sus muchos influyentes excompañeros.
Pero, estos empresarios no solo acumulan poder económico sino también, como de costumbre, poder político. También son conocidos bajo el apodo de Paypal Mafia, tras un artículo en la revista Fortune que destapaba sus prácticas mafiosas en el mundo de los negocios. Sin ir más lejos, el propio Peter Thiel abandonó la junta directiva de Facebook hace unos meses tras más de 17 años en la compañía con el propósito de apoyar al trumpismo en las elecciones de medio mandato o midterms.
El baneo de Trump de la red social Twitter después de que este tratase de interceder en el recuento electoral de las elecciones presidenciales de 2020 con su famoso Stop the count, así como las políticas de moderación del espacio, generaron preocupación en la Paypal Mafia. Desde varios medios, apuntan a que fueron muchos de estos empresarios los que alentaron a Musk para comprar la compañía y también los que le han ayudado a reunir los 44.000 millones de dólares que se comprometió a pagar. En realidad, Musk tan solo ha aportado la mitad del monto, ya que ha pedido 7.000 millones de inversores privados y 13.000 millones a grandes bancos.
Y hay que conocer que el grupo de Elon Musk está formado por gente muy cercana a la extrema derecha, como Peter Thiel, pero que no tendrían una agenda ultracatólica, sino que iría más allá: el tecnofeudalismo.
Algunos expertos que han estudiado este caso hablan de una «Ilustración Oscura» para definir a este movimiento. Sus rasgos serían el objetivo de acabar con el Estado para implantar pequeños gobiernos absolutos dirigidos por un CEO. Estas personas además tendrían valores totalmente contrarios a la izquierda, defendiendo abiertamente el antiliberalismo, la antidemocracia y el antiigualitarismo. De ahí que tanto Musk como Thiel hayan puesto como uno de sus principales objetivos lo «woke» en una crítica a las personas que buscan la igualdad.
De hecho, parece que la defensa de Thiel de Trump, no es tanto por una afinidad genuina, si no porque considera que, bajo su gobierno, Estados Unidos podría desaparecer y así podría impulsar su agenda tecnofeudalista.
Es difícil esgrimir hasta qué punto hay una intención de modificar las políticas de moderación de Twitter para que los mensajes antidemocráticos tengan vía libre, hay una búsqueda de controlar el espacio desde el que el empresario lanza sus ocurrencias para alterar la cotización de la empresa que le venga en gana o hay un capricho impulsivo en la compra de Musk de Twitter.
Al final, todo sea dicho, la mayor parte de todo lo anterior son especulaciones e interpretaciones a partir de las lógicas, acciones y discursos que se dan desde diferentes magnates del mundo de los negocios que se terminan poniendo del lado de los discursos más reaccionarios.
La transformación de Twitter
El anuncio de las intenciones de Elon Musk por comprar Twitter vinieron aderezadas de un marcado discurso político, una explotación más de su imagen de superhéroe que venía a luchar por la libertad de expresión y contra la «dictadura de lo políticamente correcto». En este sentido, Musk se ha alineado con el discurso de la extrema derecha, criticando una supuesta estricta, sesgada y arbitraria moderación hacia discursos «incorrectos» y erigiéndose como garante de la libertad de la red social.
Tras su compra definitiva por un valor considerado sobreestimado por analistas, afines a la alt-right o «derecha alternativa» estadounidense lanzaron centenares de mensajes de odio en Twitter en un intento por poner a prueba las nuevas políticas de Musk.
Al margen de sus intenciones o posibles especulaciones, los mercados y las empresas no han reaccionado muy bien a los despidos masivos que Musk ha decidido llevar a cabo en la compañía, que según estimaciones se aproximarían a la mitad de la plantilla, unos 3.700 empleados. General Motors, L’Òreal, Volkswagen o General Mills son solo algunas de las empresas que han decidido retirar su publicidad de Twitter ante el peligro de que sus anuncios se difundan junto a mensajes de odio.
Frente a ello, Musk ha tenido que salir públicamente a reafirmar el ‘’fuerte compromiso’’ de la nueva dirección con las políticas de moderación. De hecho, el sector de la moderación de Twitter, pese a que la extrema derecha ha celebrado los despidos, ha sido finalmente uno de los que menos se ha reducido, un 15%.
La situación financiera de Twitter ya era muy complicada, en tanto que la empresa lleva acumulando pérdidas prácticamente durante toda su trayectoria. Recientemente, se conocía que el 90% de tuits provenían del 10% de cuentas, destapando el escaso número de usuarios activos y potencialmente visualizadores de anuncios que existen. Si Musk ya tenía complicado reflotar Twitter, la huida masiva de anunciantes solo ha agravado el panorama.
Además, hay que tener en cuenta la conducta errática que ha hecho Musk en la gestión de Twitter. Tras despedir a la mitad de la plantilla de un día para otro, con los pleitos que eso supone, Twitter ha pedido a buena parte de la plantilla que regrese, al darse cuenta que el talento técnico que busca no puede sacarlo de otro sitio.
Además sus planes para financiar Twitter están siendo tan variados como criticados y cambiantes. Al principio, habló de que los perfiles verificados desaparecerían y el nuevo verificado (Twitter Blue) se compraría por 20 dólares al mes. Poco después, ante las quejas, informó que serían solo 8 dólares. No se puede saber si se trata de un cambio o un globo sonda para que el nuevo precio parezca económico.
Lo que es cierto es que buena parte del público verificado consideraba que no pagarían por estar en la plataforma, ya que es el capital político, periodístico y de talento uno de los rasgos que hace interesante Twitter. Los famosos e informadores ya son el producto, como para encima tener que pagar por ello.
Así ha tenido conflictos con multitud de figuras, entre ellos el escritor Stephen King.
Ahora Twitter tendrá dos perfiles diferenciados, el primero con Twitter Blue para quien paga y un segundo que viene a ser el antiguo verificado para la gente conocida.
El problema es que Twitter Blue ya se ha puesto en marcha en algunos países y apenas está funcionando, con poco más de 100.000 suscriptores. Así, Elon Musk está pensando en nuevas ideas que podrían hacer arder la red social, como que Twitter fuera de pago. Una ocurrencia que no parece demasiado razonable y que es el intento desesperado por monetizar una plataforma que arrastra grandes problemas económicos.
Los trabajadores de Elon Musk han ofrecido otras posibilidades, como que los perfiles comerciales paguen más. Cuestión que ha sido rechazada por Musk con su habitual talante: «Hay una persona que toma las decisiones y ese soy yo«.
Sin duda, no se sabe como puede acabar el futuro de Twitter, pero sí que la red social podría cambiar definitivamente, cambiar su uso original o incluso perder cualquier tipo de rentabilidad si pierde el crédito social y de prestigio, el auténtico capital de la red. Lo que está claro es que Elon Musk no parece preocupado por esto, sino en convertir a la red social en un modelo rentable para pagar la inmensa deuda que ha afectado a su fortuna.
Sin embargo, lo que podría poner en serios problemas a Musk no son tanto sus márgenes financieros como su irrefrenable pulsión por el protagonismo. Con la compra de Twitter (también intercediendo en la guerra ruso-ucraniana) se ha puesto en el punto de mira de la opinión pública occidental y esto ha provocado que cada vez un número creciente de personas sean conscientes de sus prácticas empresariales y políticas. Es decir, su cada vez mayor implicación en asuntos políticos puede agotar su perfil tecnocrático a los ojos de la población y los mercados. Un error de cálculo que ya le está saliendo caro.
Su posición económica, política y relacional le proporcionan recursos de sobra para mantenerse en la élite. La ideología meritocrática del falla hasta triunfar solamente opera para las clases altas, que siempre tienen las espaldas cubiertas cuando yerran. Pero, en la medida que siga descuidando su imagen como genio científico su poder de influencia se verá menguado. En una frase, Musk no es el nuevo Tesla o Edison, es más bien un Patriota al que se le están acabando las promesas.
Articulista. Apasionado por la Sociología y la Ciencia Política. Periodismo como forma de activismo. En mis artículos veréis a la extrema derecha Al Descubierto, pero también a mí.