Similitudes entre el feminismo transexcluyente (TERF) y la extrema derecha
En los últimos años, han sido muchos los debates que se han dado en el seno del movimiento feminista, los cuales, a priori, resultan positivos, puesto que pueden ayudar a clarificar posturas y generar consensos, condición de posibilidad del avance hacia una sociedad más igualitaria. De hecho, el avance ideológico se ha producido históricamente a base de generar nuevos debates, acercar posturas y lograr consensos.
Sin embargo, y siendo este objetivo el fundamental, se encuentra hoy en el debate público (y de manera preeminente en el seno del movimiento feminista) la cuestión del reconocimiento de ciertos derechos con lo que respecta al colectivo trans, encontrándose de fondo la idea del reconocimiento y aceptación de la propia identidad sexual.
En esta línea, una corriente dentro del movimiento feminista se ha mostrado reticente con respecto a la consideración y trato que se debe tener con respecto a las personas trans, especialmente con lo que hace a las mujeres trans. En el centro del debate se encuentra, de manera muy resumida, la inclusión o no de las mujeres trans dentro del sujeto político del feminismo, lo que lleva consigo el debate sobre lo que es o no es ser mujer.
Las feministas que forman parte de esta corriente (o bien se identifican parcial o totalmente con sus ideas) han sido catalogadas de manera coloquial (y despectiva en la mayoría de casos) como TERF, acrónimo de Trans Exclusionary Radical Feminist, o dicho en castellano, feministas radicales transexcluyentes.
En relación a esto, es destacable que, si bien el uso de este tipo de expresiones tiene su popularización (y probablemente incluso su origen) en el mundo de internet y las redes sociales, este tipo de posturas dentro del feminismo existen ya desde hace décadas.
Conceptos del feminismo radical y la diferencia con el concepto de TERF
Así, ya en el año 1979, Janice G. Raymond, profesora emérita de Estudios de la Mujer y Ética Médica en la Universidad de Massachusetts Amherst, escribió que “todos los transexuales violan el cuerpo de la mujer al reducir la verdadera forma femenina a un mero artefacto.”
Esta autora forma parte de la corriente del feminismo radical. Sin embargo, es importante señalar que el feminismo radical es una corriente histórica, la cual se conforma por distintas ideas base y ejes de lucha.
De este modo, una parte de las feministas radicales se adscribe o simpatiza con esta corriente por otros elementos distintos al de la cuestión trans. En consecuencia, cabe decir que no existe una correlación directa entre todo el feminismo radical y el movimiento que pretende excluir a las personas trans, puesto que habrá mujeres que se reconozcan en esta forma de pensar y no sean transexcluyentes, al igual que habrá otras que sí que lo serán sin necesidad de formar parte del feminismo radical.
Es decir, ser «feminista transexcluyente» no implica necesariamente ser feminista radical y viceversa.
Sin embargo, con el fin de facilitar el seguimiento de la lectura, se empleará como sinónimos feminismo transexcluyente y TERF, a pesar de que estas siglas, tal y como se ha visto, incluyen a una corriente entera.
¿Una posible pérdida de derechos?
Así, a la hora de analizar la motivación de su rechazo a determinadas cuestiones vinculadas con las personas trans, se encuentra que el sentimiento común de fondo, el que se encuentra en el desarrolla teórico de su pensamiento y en las acciones que realizan es el miedo. Llegados a este punto, se debe recordar la explotación y supeditación histórica que han vivido las mujeres, la cual se sigue reproduciendo a día de hoy, a pesar de que las sociedades modernas de hoy en día han alcanzado unas importantes cuotas de igualdad, especialmente en comparación a décadas anteriores, cuando no de siglos.
Así, se debe tener en cuenta que el miedo por el empeoramiento de su situación no viene dado por una posición de privilegio, al igual que sí ocurre con el machismo, sino de explotación (si bien se podría considerar que se encuentran en una situación de privilegio relativo con respecto al conjunto del colectivo trans).
En resumidas cuentas, es difícil realizar una crítica a esta corriente transexcluyente cuando se aduce a sus motivaciones de fondo, puesto que no puede considerar que no tengan razones históricas para temer por su situación y sus derechos.
Sin embargo, a pesar de esto, también se debe tener en cuenta que no son balas todo lo que se encuentra en la guerra, y que ya se han producido situaciones relativamente similares en el pasado, como cuando Friedan se refirió a las lesbianas como “la amenaza violeta” del movimiento feminista. Como se puede observar, ya han existido otros momentos históricos de acalorados debates acerca de cuál es el sujeto del feminismo.
En consecuencia, es necesario diferenciar entre el legítimo temor y la existencia o no de motivos para el mismo, así como los argumentos que se emplean.
En esta dirección, a pesar de lo primero, en muchas ocasiones se han encontrado y denunciado similitudes discursivas entre las TERF y la extrema derecha, la cual evidentemente no tiene ningún legítimo temor sino una mera voluntad de restringir derechos, preservar determinados privilegios e implantar una agenda ideológica de corte ultraconservador.
Con el fin de realizar una moderada aportación al debate público, se van a estudiar los parecidos argumentales que tienen ambos movimientos al respecto de esta cuestión concreta, que no las (inexistentes) similitudes entre ellos.
Cuestiones naturales: biología e infancia
En primer lugar, es interesante observar que existe una cierta fijación por la biología como elemento argumental al abordar esta cuestión. Así, se encuentra que, por una parte, la extrema derecha aduce a la religión para ello, sosteniendo que las personas trans contravienen la naturaleza y el destino que Dios otorgó a los hombres y las mujeres.
Por su parte, el feminismo transexcluyente o TERF, si bien con una mayor complejidad teórica, se refiere al sexo como factor distintivo entre hombres y mujeres y como un elemento central de la construcción social del género.
Además, también es interesante su interés compartido por proteger a la infancia de los peligros que supuestamente origina la cuestión trans. Cabe señalar que el uso de proteger a la infancia y el uso de la pedofilia, falsamente atribuida a las personas LGTB, ha sido un arma histórica de la derecha reaccionaria, que se ha demostrado falsa en todas sus dimensiones.
De este modo, la extrema derecha hablará de que las políticas a favor de las personas trans confunden y corrompen a la juventud en lugar de ayudarla, y que lo que hace falta no son políticas inclusivas con lo que respecta a las identidades sexuales minoritarias, sino ofrecer “seguridad” a las y los menores mediante un fortalecimiento del modelo de familia tradicional.
Por su parte, las TERF hablarán de la manipulación de los y las menores (la extrema derecha en ocasiones también) quienes, debido a presiones externas de sus progenitores, lo aprendido en el ámbito educativo y los propios roles de género, verían forzada o condicionada su decisión de transicionar, viéndose en la obligación de tomar decisiones para las cuales no tienen la experiencia ni gozan del conocimiento necesario.
Existe pues una cierta voluntad de presentar al niño o a la niña trans como una víctima, o bien de un proceso de socialización “defectuoso” debido a los roles de género de la sociedad patriarcal o, en el peor de los casos, como el fruto de una manipulación realizada por el entorno del o la joven.
Llegados a este punto, es curioso que por ejemplo en España, se ha dado un debate público con el borrador de la llamada nueva Ley Trans en este sentido, pero que no se dio con la anterior ley sobre este asunto y aprobada en 2007, en la cual sí era obligatorio iniciar la hormonación para poder transicionar de género.
En el actual proyecto de ley, la hormonación de los menores es voluntaria, por lo que se presupone que el grado de manipulación posible y el “riesgo de arrepentimiento” del que en ocasiones se habla debería ser menor, si bien entran en juego otros debates que tienen más lógica.
Lo excepcional como ejemplo general
En relación con esto, es sorprendente observar que el sector transexcluyente, a la hora de argumentar, no emplea el conjunto de los datos existentes para desarrollar su línea discursiva, sino que emplea cifras descontextualizadas y una gran cantidad de relatos. Así, el conocimiento empírico general queda comúnmente superado por la experiencia personal, por la anécdota o cifra que contraviene la tendencia general. Se trata de lo particular elevado a máxima.
De este modo, el feminismo TERF no repara en el enorme (y contrastado) porcentaje de personas que han transicionado por su propia voluntad y lo han hecho de manera satisfactoria y con las consecuencias esperadas y deseadas, sino que busca y narra todos aquellos casos, muy minoritarios estadísticamente, en los que se acabó por destransicionar o en que la persona que transicionó sufrió problemas o cometió delitos.
En esta línea, es necesario destacar que esta fórmula también ha sido empleada históricamente por la extrema derecha. Asimismo, a día de hoy, todavía se encuentran fuerzas políticas como Vox en España que emplean esta técnica de querer hacer del relato particular la tónica general. Esto se puede ver claramente en temas como la inmigración, donde se pone el foco en la anécdota para censurar a todo un colectivo.
En este caso, se emplean relatos sesgados y en ocasiones manipulados para hacer ver que la inmigración puede ser un problema para el conjunto de la población española, en lugar de observar los datos que reflejan la integración de las personas inmigrantes en España y estudiar cómo se puede mejorar.
Otro caso similar es el de la violencia de género. En esta ocasión, Vox no realiza un análisis estructural de la violencia a través del cual escoger cuáles son las herramientas más útiles para avanzar hacia la igualdad, sino que, por una parte, habla de las escasas denuncias falsas que se han procesado y de sus consecuencias, queriendo llevar al debate público unos datos que carecen de fuerza incluso para ser considerados residuales, y por la otra, propone soluciones simples para problemas de una gran complejidad sociológica, siendo un ejemplo de esto la petición de la cadena perpetua para los violadores.
El lenguaje como generador de ideas
Por otra parte, es significativa la similitud discursiva entre las TERF y la extrema derecha, además de su capacidad para acuñar determinados conceptos que terminar por calar en el imaginario popular.
Así, mientras unas hablan de “ideología trans” o “teoría queer” para referirse a todo el pensamiento filosófico y las políticas aplicadas en torno a la cuestión trans, otros hablan de “consenso progre” para referirse al sentido común que según ellos ha instaurado la izquierda en la cultura social, empleándose estos términos en ambos casos para señalar un supuesto adoctrinamiento que sufre la sociedad, el cual le priva de observar la verdad.
Es más, la crítica al «posmodernismo» o a la «izquierda posmoderna» es habitual en ambos lados.
En esta línea, es interesante la voluntad del sector transexcluyente de intentar justificar determinados comentarios despectivos con respecto al colectivo trans en base a la libertad de expresión.
Además, cuando en determinados espacios no se les da voz para que no reproduzcan discursos de odios, alegan que se les está vulnerando el derecho a expresarse libremente. Así, no dudan en ocasiones en cargar contra determinados periódicos que por su línea editorial transinclusiva se niegan a amparar según que discursos y a dar voz a según qué personas.
Esto recuerda a la crítica al correccionismo político y la supuesta “neocensura” a la que se refieren comúnmente las nuevas formaciones de extrema derecha.
En esta línea, estas fuerzas políticas tratar de hacer pasar su prejuicio o su ataque como una mera opinión, llegando a hablar incluso de la “dictadura progre de los medios de comunicación”.
Asimismo, no es extraño que la ultraderecha realice críticas a aquellos poderes mediáticos que se oponen a los discursos de la extrema derecha o que no son tan complacientes con ellos como piensan que deberían.
En ambos casos, TERF y ultraderecha, como se puede observar, existe una voluntad de situar en el debate público ideas que dañan a terminados colectivos vulnerables, y cuando no se consiguen, de sacudir el fantasma de la censura para, por una parte, situarse en el papel de víctimas de un complot ante conjunto de la sociedad y, por el otro, para atacar ferozmente a los medios disidentes.
El enemigo externo
Finalmente, es relevante observar que tanto la extrema derecha como el sector TERF (este último por obvio motivos) legitiman y aúnan su causa en contraposición a un enemigo externo.
Al respecto de esto, la sociología ha demostrado que no hay mejor forma de consolidar y hermanar una comunidad o incluso a las personas adeptas a una determinada corriente ideológica que encontrar un enemigo, o al menos un elemento, una muestra de otredad que enfrentar al endogrupo, es decir, al grupo social con el cual se identifica una persona.
En esta línea, la extrema derecha encuentra como enemigo externo al inmigrante (por nombrar solo uno, pero aquí entraría también el feminismo y las personas LGTB), el cual supuestamente provocaría que la población española quedara desempleada y no pudiera obtener ayudas social (pérdida de las condiciones materiales) y que la cultura tradicional de España quedara superada (pérdida de la nación).
Por su parte, las TERF, como su propio nombre señala, han encontrado a su enemigo externo en el colectivo trans. De este modo, afirman que las personas trans pueden suponer un riesgo y servir para sustentar la explotación histórica de las mujeres (consolidación de unas malas condiciones materiales), a lo que contribuiría también el desdibujamiento del género que se da a través de las políticas trans (pérdida del concepto de mujer), lo que han bautizado como «el borrado de las mujeres».
Como se puede observar, en ambos casos existe una determinada nostalgia o temor, en un caso al respecto del concepto de nación y en el otro respecto al de mujer. En ambos casos, cabría decir, que los cambios no suponen la desaparición, y que incluso en muchos casos suponen un fortalecimiento.
Así, una nación multicultural no es menos nación que otra, del mismo modo que el concepto de mujer transinclusivo, antirracista y de clase no limita ni hace desaparecer a las mujeres, hace todo lo contrario, al igual que tampoco se ignoran las condiciones materiales, sino que precisamente la discriminación de las personas trans se sustenta en una cuestión material.
Probablemente, más pronto que tarde, se debería empezar a pensar que una nación no puede ser considerada como tal sino es el hogar del conjunto de la ciudadanía, del mismo modo que el feminismo no puede ser considerado tal en aquellos casos en los que discrimina a determinadas mujeres, las cuales además padecen una situación de vulnerabilidad manifiesta, como sucede con las mujeres trabajadoras, negras y LGTB, incluyendo las mujeres trans.
A modo de conclusión, cabe señalar que en tiempos de incertidumbre, en ocasiones, basta con observar quiénes defienden determinadas posiciones para saber lo que uno debe defender.
Es una obligación ciudadana estar siempre frente a la reacción que representa la extrema derecha, más allá de los puntuales (e inusuales) aliados y aliadas que pueda tener en un momento determinado, lo que podría llegar a incluir hasta cierto punto y en algunos discursos e ideas al feminismo TERF.
Enlaces, fuentes y bibliografía:
– Foto de portada: Autobús tránsfobo de Hazteoir. Autor: Hazteoír.org, 28/02/2017. Fuente: Flickr. (CC BY-SA 2.0).
Articulista. Activista por el derecho a la vivienda y los servicios públicos. Convencido de que la lucha contra la ultraderecha es condición de posibilidad para una democracia plena.